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Tema: ¿Alguna vez pensáis en la muerte?

  1. #1
    Avatar de Alejandro Farnesio
    Alejandro Farnesio está desconectado Miembro Respetado
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    ¿Alguna vez pensáis en la muerte?

    Me refiero no a lo que hay después de la muerte, pues todos sabemos que nos tocará Cielo, Infierno o Purgatorio, sino al momento de pasar de la vida a la muerte. ¿Cómo creéis que será? ¿Doloroso? ¿Angustioso?

    La verdad es que es un tema en el que pienso bastante y a lo que tengo un poco de miedo no sé porqué. También lógicamente tengo miedo de no haber obrado correctamente en esta vida conforme a la Ley de Dios y tener que pagar las consecuencias.

    ¡VIVA ESPAÑA! ¡VIVA CRISTO REY! ¡VIVA LA HISPANIDAD!
    ¡VIVA ESPAÑA! ¡VIVA CRISTO REY! ¡VIVA LA HISPANIDAD!

    "Dulce et decorum est pro patria mori" (Horacio).

    "Al rey, la hacienda y la vida se ha de dar, pero el Honor es patrimonio del alma y el alma sólo es de Dios" (Calderón de la Barca).

  2. #2
    Avatar de El Tercio de Lima
    El Tercio de Lima está desconectado Miembro Respetado
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    Re: ¿Alguna vez pensáis en la muerte?

    Pues para mi es un transito tranquilo y del cual no nos damos cuenta,como no nos damos cuenta cuando nacemos,siempre y cuando sea muerte natural,en accidentes si creo que hay milesimas de segundo de angustia por la forma de dejar la vida,vamos menos natural claro esta.

    Saludo en Xto Rex et Maria Regina
    Pro deo, Patria et Rex
    No se ama lo que no se conoce

  3. #3
    GuillermoHispano está desconectado Miembro graduado
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    Re: ¿Alguna vez pensáis en la muerte?

    Sí. La tengo presente, en cada uno de mis actos con una gran carga moral.

    También me inquieta el hecho, de que en el mundo moderno en el que vivimos, no hay una causa que ofrezca una muerte heroica.

  4. #4
    Avatar de Hyeronimus
    Hyeronimus está desconectado Miembro Respetado
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    Re: ¿Alguna vez pensáis en la muerte?

    Lo trágico es que la mayoría de la gente hoy en día no piense en la muerte o en las Postrimerías, o bien que tenga tanto miedo a la muerte que prefiera una muerte rápida o incluso mientras duerme para no sufrir mucho. El temor a la muerte es natural tenerlo, salvo quizá por una gracia sobrenatural de Dios. Sin embargo, como creo que ya dije en otro hilo no hace mucho, yo tengo más miedo a una muerte rápida o a morir mientras duermo si la muerte me sorprende desprevenido. Es preferible una muerte que aunque sea dolorosa y haga sufrir un poco dé al menos tiempo para ponerse bien con Dios. Yo procuro en la medida de lo posible estar en gracia de Dios, aunque lógicamente no soy ningún santo ni creo que llegue a serlo jamás. ¿Que si será doloroso o angustioso? Lo primero dependerá de cómo sea la muerte que nos toque. Lo segundo puede depender más de nuestra actitud personal o de lo preparados que estemos. De todos modos, aunque es normal que la idea de morir produzca cierta inquietud, tampoco hay motivo para estar angustiados. Yo sé que soy un pobre pecador, no soy ningún santo, pero amo a Dios, recibo los sacramentos, rezo y hago lo mejor que puedo. Y sé también que aunque al momento de morir no tuviera oportunidad de confesar, aun estando en pecado mortal, Dios es mi padre y basta un momento (un punto de contrición, como decía Don Juan Tenorio en expresión arcaica) de sincero arrepentimiento para no condenarse. Dios es nuestro Padre y acoge sin reservas a todo el que acuda a Él, como el padre del Hijo Pródigo, que salió a recibirlo al camino cuando lo vio regresar. Pocos se han detenido a pensar cuando oyen la parábola en misa o la leen en el Evangelio que el hijo venía nada menos que de una pocilga, es decir, algo abominable para los judíos, que consideran al cerdo un animal impuro. Y sin embargo el Padre corrió a recibir al hijo que venía sucio y maloliente de la pocilga y lo abrazó. O sea, que aunque estuviéramos sucios por los abominables pecados, nos perdona si estamos arrepentidos (y hasta perdona la simple atrición), así que no hay motivo para desesperar. De hecho, desesperar es pecado mortal. Es conveniente meditar en las Postrimerías, y conviene hacerse a la idea de que todos vamos a morir tarde o temprano. Los cristianos tenemos motivos sobrados para la esperanza. En cambio, el no creyente no tiene más perspectiva que la nada. Y si nos matan, nos hacen un favor. No creo que haya un momento de angustia necesariamente como dice Tercio; depende. Numerosos santos y mártires han muerto alegres y sonrientes, incluso en medio de tormentos dolorosos, y ateos y enemigos de la religión han muerto gritando de horror. Los que no somos ni santos ni demonios puede que tengamos algún momento de inquietud, pero todo dependerá de cómo o cuánto nos hayamos preparado. Y tal como están los tiempos, podría ser que algunos de nosotros fuéramos mártires. La verdad es que sería la mejor de las muertes. Pero sólo Dios sabe cuándo, cómo y dónde nos tocará.
    Valmadian, Rodrigo, Ultramar y 1 otros dieron el Víctor.

  5. #5
    Avatar de Valmadian
    Valmadian está desconectado Miembro tradicionalista
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    Buscando mi Patria, pero no la encuentro.
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    Re: ¿Alguna vez pensáis en la muerte?

    El momento de la muerte no duele, como no duele el sueño, y es parte de la vida. Lo horroroso es pensar en ella sin creer en Dios, sin tener la fe en su Mensaje de amor infinito hacia sus criaturas a través de Cristo y la esperanza de su promesa a través de la Palabra. Suscribo una a una las palabras de Hyeronimus, pero quiero añadir algo más. Cambiemos el término "muerte", que es bastante feo y siniestro, por la expresión "Paso a la otra vida" y ya nos suena mucho más dulce. Ahora, hagamos un ejercicio de reflexión: ¿a qué tememos realmente? En mi opinión a la ignorancia sobre lo que nos vamos a encontrar y, particularmente, al egoísmo de dejar este mundo. Preferimos el dolor, la miseria, los problemas por muy graves que puedan ser, que la esperanza de una vida infinita de beatitud en la contemplación de Dios. Claro que, tampoco es preciso estar deseando que llegue el momento más importante de nuestros días, pero sí estar preparados para ello.


    Un abrazo a todos en Cristo Rey.
    despistado dio el Víctor.
    "He ahí la tragedia. Europa hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma europea choca con una realidad artificial anticristiana. El europeo se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.

    <<He ahí la tragedia. España hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma española choca con una realidad artificial anticristiana. El español se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.>>

    Hemos superado el racionalismo, frío y estéril, por el tormentoso irracionalismo y han caído por tierra los tres grandes dogmas de un insobornable europeísmo: las eternas verdades del cristianismo, los valores morales del humanismo y la potencialidad histórica de la cultura europea, es decir, de la cultura, pues hoy por hoy no existe más cultura que la nuestra.

    Ante tamaña destrucción quedan libres las fuerzas irracionales del instinto y del bruto deseo. El terreno está preparado para que germinen los misticismos comunitarios, los colectivismos de cualquier signo, irrefrenable tentación para el desilusionado europeo."

    En la hora crepuscular de Europa José Mª Alejandro, S.J. Colec. "Historia y Filosofía de la Ciencia". ESPASA CALPE, Madrid 1958, pág., 47


    Nada sin Dios

  6. #6
    Avatar de Hyeronimus
    Hyeronimus está desconectado Miembro Respetado
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    Re: ¿Alguna vez pensáis en la muerte?

    En general concuerdo contigo, Valmadian, pero el término muerte en sí no tiene por qué ser negativo en sí. Si tenemos fe y tenemos las cosas claras, la muerte no hay que verla como algo malo. Ya dijo San Pablo aquello de "para mí el vivir es Cristo y el morir ganancia". No es necesario, como dices, desear que llegue la muerte pero sí estar preparados para ella. Y el legionario que canta todos los días "Soy el novio de la muerte" y emplea lemas como "Viva la muerte" ya está bastante mentalizado y preparado, y si además es creyente, mejor aún. No digo que tengamos que ponernos a cantar con frecuencia necesariamente el himno legionario, pero es bueno meditar con frecuencia en la muerte. Otra preciosa canción sobre esperar la muerte ilusionado es el corrido cristero mejicano "El martes me fusilan" (http://hispanismo.org/hispanoamerica/4562-la-cristiada-de-mexico.html; ver post nº3 de ese hilo <font color="#000000"> ). Todo un testimonio de fe y de esperanza, y además desde una perspectiva enteramente católica libre de ese gusto morboso y truculento por la muerte tan extendido en México.

    Y no me resisto a incluir aquí el "que muero porque no muero".

    La versión de Santa Teresa:


    Vivo sin vivir en mí,
    y tan alta vida espero,
    que muero porque no muero,

    Aquesta divina unión
    del amor con que yo vivo,
    hace a Dios ser mi cautivo
    y libre mi corazón:
    mas causa en mí tal pasión
    ver a Dios mi prisionero,
    que muero porque no muero.
    ¡Ay! ¡Qué larga es esta vida,
    qué duros estos destierros,
    esta cárcel y estos hierros,
    en que el alma está metida!
    Sólo esperar la salida
    me causa un dolor tan fiero,
    que muero porque no muero.
    ¡Ay! ¡Qué vida tan amarga
    do no se goza al Señor!
    Y si es dulce el amor,
    no lo es la esperanza larga:
    quíteme Dios esta carga,
    más pesada que el acero,
    que muero porque no muero.
    Sólo con la confianza
    vivo de que he de morir;
    porque muriendo, el vivir
    me asegura mi esperanza:
    muerte do el vivir se alcanza,
    no te tardes, que te espero,
    que muero porque no muero.
    Mira que el amor es fuerte:
    vida, no me seas molesta;
    mira que sólo te resta,
    para ganarte, perderte;
    venga ya la dulce muerte,
    venga el morir muy ligero,
    que muero porque no muero.
    Aquella vida de arriba
    es la vida verdadera:
    hasta que esta vida muera,
    no se goza estando viva:
    muerte, no seas esquiva;
    vivo muriendo primero,
    que muero porque no muero.
    Vida, ¿qué puedo yo darle
    a mi Dios, que vive en mí,
    si no es perderte a ti,
    por mejor a El gozarle?
    Quiero, muriendo, alcanzarle,
    pues a El solo es al que quiero,
    que muero porque no muero.
    Estando ausente de ti,
    ¿qué vida puedo tener,
    si no muerte padecer,
    la mayor que nunca vi?
    Lástima tengo de mí,
    por ser mi mal tan entero,
    que muero porque no muero.
    El pez que del agua sale
    aun de alivio no carece;
    a quien la muerte padece,
    al fin la muerte le vale:
    ¿qué muerte habrá que se iguale
    a mi vivir lastimero,
    que muero porque no muero?
    Cuando me empiezo a aliviar
    viéndote en el Sacramento,
    me hace más sentimiento
    el no poderte gozar:
    todo es para más penar,
    por no verte como quiero,
    que muero porque no muero.
    Cuando me gozo, Señor,
    con esperanza de verte,
    viendo que puedo perderte
    se me dobla mi dolor:
    viviendo en tanto pavor,
    y esperando como espero,
    que muero porque no muero.
    Sácame de aquesta muerte,
    mi Dios, y dame la vida,
    no me tengas impedida
    en este lazo tan fuerte;
    mira que muero por verte,
    y vivir sin ti no puedo,
    que muero porque no muero.
    Lloraré mi muerte ya
    y lamentaré mi vida,
    en tanto que detenida
    por mis pecados está.
    ¡Oh mi Dios, cuándo será
    cuando yo diga de vero
    que muero porque- no muero!
    Vivo ya fuera de mí
    después que muero de amor;
    porque vivo en el Señor
    que me quiso para sí:
    cuando el corazón le di,
    puso en mí este letrero:
    que muero porque no muero.
    Acaba ya de dejarme,
    vida: no me seas molesta;
    porque muriendo ¿qué resta,
    sino vivir y gozarme?
    No dejes de consolarme,
    muerte, que así te requiero,
    que muero porque no muero.


    Y la de San Juan de la Cruz:

    Vivo sin vivir en mí,
    y de tal manera espero,
    que muero, porque no muero.

    En mí yo no vivo ya,
    y sin Dios vivir no puedo,
    pues sin él, y sin mí quedo,
    ¿este vivir qué será?
    mil muertes se me hará,
    pues mi misma vida espero,
    muriendo, porque no muero.

    Esta vida, que yo vivo
    es privación de vivir,
    y así es continuo morir,
    hasta que viva contigo:
    oye mi Dios, lo que digo,
    que esta vida no la quiero,
    que muero, porque no muero.

    Estando ausente de ti,
    ¿qué vida puedo tener,
    sino muerte padecer,
    la mayor que nunca vi?
    lástima tengo de mí,
    pues de fuerte persevero,
    que muero, porque no muero.

    El pez que del agua sale,
    Aún de alivio no carece,
    que la muerte que padece,
    al fin la muerte le vale;
    ¿qué muerte habrá que se iguale
    a mi vivir lastimero,
    pues si más vivo, más muero?

    Cuando me empiezo aliviar
    de verte en el Sacramento,
    háceme más sentimiento,
    el no te poder gozar:
    todo es para más penar,
    y mi mal es tan entero,
    que muero, porque no muero.


    Y si me gozo, Señor,
    con esperanza de verte,
    en ver que puedo perderte,
    se me dobla mi dolor,
    viviendo en tanto pavor,
    y esperando, como espero,
    me muero, porque no muero.


    Sácame de aquesta muerte,
    mi Dios, y dame la vida,
    no me tengas impedida
    en este lazo tan fuerte,
    mira que muero por verte,
    y de tal manera espero,
    que muero, porque no muero.


    Lloraré mi muerte ya,
    y lamentaré mi vida,
    en tanto, que detenida
    por mis pecados está:
    ¡oh mi Dios, cuándo será,
    cuando yo diga de vero
    vivo ya, porque no muero!





    Última edición por Hyeronimus; 26/11/2011 a las 14:16
    despistado dio el Víctor.

  7. #7
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    Re: ¿Alguna vez pensáis en la muerte?

    MEDITACIÓN SOBRE LA MUERTE





    Necesario es pensar en el paso de la muerte. Es una de las mayores y provechosas consideraciones que un cristiano puede tener, así, para alcanzar la verdadera sabiduría y a la vez huir del pecado, como también para comenzar al ajustar los tiempos para cuando llegue la hora cumbre de nuestra vida.
    Menester es pedir a Nuestro Señor nos proporcione los dones de la meditación de ese momento y sentirlo propio, haciendo cuenta que estás acostado en una cama, desahuciado y de los médicos, entendiendo de cierto que hemos de morir. Pensemos cuan incierta es aquella hora en que nos ha de asaltar la muerte, porque no sabremos que día, ni en que lugar, ni en que disposición nos tomará. Lo único seguro es que la muerte se hará presente, todo lo demás es incierto, quizá cuando estemos mas despreocupados y olvidados de ella. Importante es saber diferenciar las cosas que se habrán de hacer, separar entre todas las cosas que se aman de este mundo, entre el alma y el cuerpo, compañía tan antigua y tan amada. Si pudiésemos como desterrados llevarnos todo lo que en vida amamos, ¡que grande dolor sería este destierro universal! los amigos, la casa, los hijos, el padre, la madre, de esta luz y aire común, en fin… de todas las cosas.
    Si un buey da bramidos cuando le apartan de otro buey con quien araba, ¿que bramido será el de nuestro corazón cuando nos parten de todos aquellos con cuya compañía trajimos a cuestas el yugo de las cargas de esta vida?
    El cuerpo por muy honrado que haya sido, no le puede caber otra suerte mejor que un hoyo de siete pies de largo en compañía de otros muertos; más del alma no se sabe de cierto que pasará con ella, porque aunque la esperanza de la Divina Misericordia le da fuerzas, la consideración de los pecados la desmaya. Adherido con ésto la grandeza de la justicia de Dios y la profundidad de sus juicios, el cual muchas veces cruza los brazos y trueca las suertes de los hombres. El ladrón sube de la cruz al paraíso (1) judas cae al infierno desde la cumbre del Apostolado; Manasés halló lugar de penitencia después de tantas abominaciones, y Salomón no sabemos si le halló después de tantas virtudes. En esa hora, es una de las mayores congojas que ahí se padecen: saber que hay gloria y pena para siempre, tan cerca lo uno de lo otro, y no saber cuál de estas dos suertes tan desiguales nos ha de caber.
    Tras de esta congoja se sigue otra no menor, que es la cuenta que se ha de dar, la cual es tal, que hace temblar a los más esforzados. Del Abad Arsenio se escribe que, estando ya para morir empezó a temer, y como sus discípulos le dijesen “Padre ¿ y tu hora temes?”, respondiendo: “Hijos, no es nuevo en mí éste temor, porque siempre viví con él”. Allí, pues, se le representan al hombre todos los pecados de la vida pasada, como un escuadrón de enemigos que viene a dar sobre él, y los más grandes y en que mayor deleite recibió, éstos se representarán más vivamente, y le serán causa de mayor temor. Viene a la memoria la doncella deshonrada, la casada solicitada, el pobre despojado y maltratado… el prójimo escandalizado. Allí dará voces contra mí, no la sangre de Abel, sino la sangre de Cristo, la cual yo derramé y desprecié cuando al prójimo escandalicé; y si esta causa se ha de sentenciar según aquella ley que dice “Ojo por ojo, diente por diente y herida por herida” (2), ¿que espera quién echó a perder a un alma si es juzgado por ésta ley? ¡Oh cuán amarga es allí la memoria del deleite pasado, que en otro tiempo parecía tan dulce! “No mires al vino cuando está dorado y cuando resplandece en el vidrio su color, porque aunque al tiempo de beber parece blando, más a la postre muerde como culebra y derrama su ponzoña como basilisco” (3). ¡Oh si supiesen los hombre cuán grande verdad es esta que aquí se nos dice! ¿Que picadura hay de culebra que así lastime, como aquí lastimará la memoria del deleite pasado? Estas son las heces (4) de aquel brebaje ponzoñoso del enemigo; éste es el dejo que tiene aquel cáliz (5) de Babilonia, dorado por fuera.
    Después de esto suceden los Sacramentos de la Confesión y la Comunión, al cabo el de la Extremaunción, que es el último socorro nos puede ayudar con aquel trabajo; y así en éste como en los otros, debes considerar las ansias y congojas que allí el hombre padecerá por haber vivido mal, y cuanto quisiera haber llevado otro camino.
    Salida ya el alma de las carnes, aún quedan dos caminos por andar: el uno acompañando el cuerpo hasta la sepultura, y el otro siguiendo el alma hasta la determinación de su causa, considerando lo que a cada una de éstas partes le acaecerá. Veamos pues, cuál quedará el cuerpo cuando el alma le desampara; cuál es aquella noble vestidura que le aparejan para enterrarle y cuan presto procuran echarle de la casa. Considera su entierro con todo lo que en él pasará: El doblar de las campanas, el preguntar todos por el muerto, los oficios y los cantos dolorosos de la Iglesia, el acompañamiento y sentimiento de los amigos, y, finalmente, todas las particularidades que allí suelen ocurrir, hasta dejar el cuerpo en la sepultura, donde quedará sepultado en aquella tierra de perpetuo olvido.
    Dejado el cuerpo en la sepultura, ir luego en pos del alma y mirar el camino que nos llevará a aquella nueva región, en la que finalmente pasará y será juzgada. Ya estas presente en el juicio, toda la corte está aguardando el fin de esta sentencia, donde se hará cargo y descargo de todo lo recibido, hasta el cabo de la agujeta. Allí se pedirá cuenta de la vida, de la hacienda, de la familia, de las inspiraciones de Dios, de los aparejos que tuvimos para bien vivir, y, sobre todo, de la Sangre de Cristo, y del uso de sus sacramentos; y allí será cada uno juzgado según la cuenta que diere de lo recibido.



    BASADO EN LA MEDITACIÓN DE LA MUERTE de FRAY LUIS DE GRANADA
    NOTAS:
    1. Lc. 23; Mt. 27; 2 Par 33 y 36
    2. Ex. 21, 24.
    3. Prov. 23, 31.
    4. Apoc. 17
    5. Jer. 51, 7

    Ecce Christianus
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  8. #8
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    Re: ¿Alguna vez pensáis en la muerte?

    viernes, 27 de noviembre de 2015

    LIBERAOS RENUNCIANDO AL MUNDO QUE OS ABORRECE por san Cipriano






    RECHACEMOS EL TEMOR A LA MUERTE CON EL PENSAMIENTO DE LA INMORTALIDAD QUE LA SIGUE

    Nunca debemos olvidar que nosotros no hemos de cumplir nuestra propia voluntad, sino la de Dios, tal como el Señor nos mandó pedir en nuestra oración cotidiana. ¡Qué contrasentido y qué desviación es no someterse inmediatamente al imperio de la voluntad del Señor, cuando él nos llama para salir de este mundo! Nos resistimos y luchamos, somos conducidos a la presencia del Señor como unos siervos rebeldes, con tristeza y aflicción, y partimos de este mundo forzados por una ley necesaria, no por la sumisión de nuestra voluntad; y pretendemos que nos honre con el premio celestial aquel a cuya presencia llegamos por la fuerza. ¿Para qué rogamos y pedimos que venga el reino de los cielos, si tanto nos deleita la cautividad terrena? ¿Por qué pedimos con tanta insistencia la pronta venida del día del reino, si nuestro deseo de servir en este mundo al diablo supera al deseo de reinar con Cristo?

    Si el mundo odia al cristiano, ¿por qué amas al que te odia, y no sigues más bien a Cristo, que te ha redimido y te ama? Juan, en su carta, nos exhorta con palabras bien elocuentes a que no amemos el mundo ni sigamos las apetencias de la carne: No améis al mundo -dice- ni lo que hay en el mundo. Quien ama al mundo no posee el amor del Padre, porque todo cuanto hay en el mundo es concupiscencia de la carne, concupiscencia de los ojos y soberbia de la vida. El mundo pasa y sus concupiscencias con él. Pero quien cumple la voluntad de Dios permanece para siempre. Procuremos más bien, hermanos muy queridos, con una mente íntegra, con una fe firme, con una virtud robusta, estar dispuestos a cumplir la voluntad de Dios, cualquiera que ésta sea; rechacemos el temor a la muerte con el pensamiento de la inmortalidad que la sigue. Demostremos que somos lo que creemos.

    Debemos pensar y meditar, hermanos muy amados, que hemos renunciado al mundo y que mientras vivimos en él somos como extranjeros y peregrinos. Deseemos con ardor aquel día en que se nos asignará nuestro propio domicilio, en que se nos restituirá al paraíso y al reino, después de habernos arrancado de las ataduras que en este mundo nos retienen. El que está lejos de su patria es natural que tenga prisa por volver a ella. Para nosotros, nuestra patria es el paraíso; allí nos espera un gran número de seres queridos, allí nos aguarda el numeroso grupo de nuestros padres, hermanos e hijos, seguros ya de su suerte, pero solícitos aún de la nuestra. Tanto para ellos como para nosotros significará una gran alegría el poder llegar a su presencia y abrazarlos; la felicidad plena y sin término la hallaremos en el reino celestial, donde no existirá ya el temor a la muerte, sino la vida sin fin.

    Allí está el coro celestial de los apóstoles, la multitud exultante de los profetas, la innumerable muchedumbre de los mártires, coronados por el glorioso certamen de su pasión; allí las vírgenes triunfantes, que con el vigor de su continencia dominaron la concupiscencia de su carne y de su cuerpo; allí los que han obtenido el premio de su misericordia, los que practicaron el bien, socorriendo a los necesitados con sus bienes, los que, obedeciendo el consejo del Señor, trasladaron su patrimonio terreno a los tesoros celestiales. Deseemos ávidamente, hermanos muy amados, la compañía de todos ellos. Que Dios vea estos nuestros pensamientos, que Cristo contemple este deseo de nuestra mente y de nuestra fe, ya que tanto mayor será el premio de su amor, cuanto mayor sea nuestro deseo de él.





    Del Tratado de san Cipriano, obispo y mártir, Sobre la muerte

    (Cap. 18, 24. 26: CSEL 3, 308. 312-314). Tìtulo del post de Catolicidad.




    ________________________________________


    Fuente:

    Catolicidad: LIBERAOS RENUNCIANDO AL MUNDO QUE OS ABORRECE por san Cipriano

  9. #9
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    Re: ¿Alguna vez pensáis en la muerte?

    Abuso de la Divina Misericordia

    ¿No sabéis que la benignidad de Dios te convida a penitencia? (Romanos. 2, 4)

    PUNTO PRIMERO
    DIOS ES MISERICORDIOSO PERO TAMBIÉN ES JUSTO

    Refiérese en la parábola de la cizaña que, habiendo crecido en un campo esa mala hierba mezclada con el buen grano, querían los criados ir a arrancarla. Pero el amo les replicó: “Dejadla crecer: después la arrancaremos para echarla al fuego” (Mateo. XIII, 29-30). Infiérase de esta parábola, por una parte, la paciencia de Dios para con los pecadores, y por otra, su rigor con los obstinados.
    a misericordia se usa con quien teme a Dios, no con quien la utiliza para no temerle
    Dice San Agustín que el enemigo engaña de dos maneras a los hombres:“Con desesperación y con esperanza”. Cuando el pecador ha pecado ya, le mueve a desesperarse por el temor de la divina justicia; pero antes de pecar le anima a que caiga en tentación por la esperanza de la divina misericordia. Por eso el Santo nos amonesta diciendo: “Después del pecado ten esperanza en la misericordia; antes del pecado teme la divina justicia”. Y así es, en efecto. Porque no merece la misericordia de Dios el que se sirve de ella para ofenderle. La misericordia se usa con quien teme a Dios, no con quien la utiliza para no temerle. El que ofende a la justicia –dice el Abulense–, puede acudir a la misericordia; más el que ofende a la misericordia, ¿a quién acudirá?

    Difícilmente se hallará un pecador tan desesperado que quiera expresamente condenarse. Los pecadores quieren pecar, más sin perder la esperanza de salvación. Pecan, y dicen: Dios es la misma bondad; aunque ahora peque, yo me confesaré más adelante. Así piensan los pecadores, dice San Agustín.Pero, ¡oh Dios mío!, así pensaron muchos que ya están condenados.

    “No digas –exclama el Señor– la misericordia de Dios es grande: mis innumerables pecados, con un acto de contrición me serán perdonados” (Ecl. 5, 6). No habléis así –nos dice el Señor–. ¿Y por qué? “Porque su ira está pronta como su misericordia; y su ira mira a los pecadores” (Ecl. 5, 7).
    Los pecadores –escribe San Basilio– no quieren ver más que la mitad”. “Bueno es el Señor; pero, además, es justo. No queramos c
    La misericordia de Dios es infinita; pero los actos de ella, o sea los de conmiseración, son finitos. Dios es clemente, pero también justo. “Soy justo y misericordioso –dijo el Señor a Santa Brígida–, y los pecadores sólo atienden a la misericordia”. “Los pecadores –escribe San Basilio– no quieren ver más que la mitad”. “Bueno es el Señor; pero, además, es justo. No queramos considerar únicamente una mitad de Dios”. Sufrir al que se sirve de la bondad de Dios para más ofenderle –decía el B. Ávila–, antes fuera injusticia que misericordia. La clemencia fue ofrecida al que teme a Dios, no a quien abusa de ella. Et misericordia ejus timentibus eum, como exclamaba en su cántico la Virgen Santísima. A los obstinados los amansa la justicia, porque, como dice San Agustín, la veracidad de Dios resplandece aun en sus amenazas.

    “Guardaos –dice San Juan Crisóstomo– cuando el demonio (no Dios) os promete la divina misericordia con el fin de que pequéis”. “¡Ay de aquel –añade San Agustín– que para pecar atiende a la esperanza!… (In Sal. 144). ¡A cuántos ha engañado y perdido esa vana ilusión!”. ¡Desdichado del que abusa de la piedad de Dios para ofenderle más!… Lucifer – como afirma San Bernardo– fue con tan asombrosa presteza castigado por Dios, porque al rebelarse esperaba que no recibiría castigo.

    El rey Manasés pecó, convirtiéndose luego, y Dios le perdonó. Más para Amón, su hijo, que, viendo cuán fácil había conseguido el perdón su padre, llevó mala vida con esperanza de ser también perdonado, no hubo misericordia. Por esa causa –dice San Juan Crisóstomo– se condenó Judas, porque se atrevió a pecar confiando en la benignidad de Jesucristo.

    En suma: si Dios espera con paciencia, no espera siempre. Pues si el Señor siempre nos tolerase, nadie se condenaría; pero la opinión más común es que la mayor parte de los cristianos adultos se condena. “Ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por él” (Mateo. VII, 13).

    Quien ofende a Dios, fiado en la esperanza de ser perdonado, “es un escarnecedor y no un penitente” –dice San Agustín–. Por otra parte, nos afirma San Pablo que “Dios no puede ser burlado” (Gálatas. VI, 7). Y sería burlarse de Dios el ofenderle siempre que quisiéramos y luego ir a la gloria.Quien siembra pecados no ha de esperar otra cosa que el eterno castigo del infierno (Gálatas. VI, 8).

    La red con que el demonio arrastra a casi todos los cristianos que se condenan es, sin duda, ese engaño con que los seducía diciéndoles: Pecad libremente, que a pesar de todo ello os habéis de salvar. Mas el Señor maldice al que peca esperando perdón.

    La esperanza después del pecado, cuando el pecador de veras se arrepiente, es grata a Dios; pero la de los obstinados le es abominable (Job. XI, 20). Semejante esperanza provoca el castigo de Dios, así como provocaría a ser castigado el siervo que ofendiese a su señor precisamente porque éste es bondadoso y amable.


    AFECTOS Y SÚPLICAS


    ¡Ah Dios mío! ¡Mirad cómo soy uno de los que os han ofendido porque erais bueno con ellos!… ¡Oh Señor!, esperadme aún. No me abandonéis todavía, que yo espero, con el auxilio de vuestra gracia, no provocaros más a que me dejéis.

    Me arrepiento, ¡oh Bondad infinita!, de haberos ofendido y de haber tanto abusado de vuestra paciencia. Os doy gracias porque hasta ahora me habéis tolerado. Y de hoy en adelante no volveré a ser, como he sido, un miserable traidor. Ya que me habéis esperado para verme algún día convertido en fervoroso amante de vuestra bondad, creed, como yo espero, que ese dichoso día ha llegado ya. Os amo sobre todas las cosas; aprecio vuestra gracia más que a todos los reinos del mundo, y antes que perderla preferiría perder mil veces la vida.

    Dios mío, por amor de Jesucristo, concededme, con vuestro santo amor, el don de la perseverancia hasta la muerte. No permitáis que de nuevo os haga traición ni deje de amaros.

    Y Vos, Virgen María, en quien espero siempre, alcanzadme la perseverancia final, y nada más pido.


    PUNTO SEGUNDO


    Dirá, quizá, alguno: “Puesto que Dios ha tenido para mí tanta clemencia en lo pasado, espero que la tendrá también en lo venidero”. Mas yo respondo: “Y por haber sido Dios tan misericordioso contigo, ¿quieres volver a ofenderle?” “¿De ese modo –dice San pablo– desprecias la bondad y paciencia de Dios? ¿Ignoras que si el Señor te ha sufrido hasta ahora no ha sido para que sigas ofendiéndole, sino para que te duelas del mal que hiciste?” (Romanos. II, 4). Y aun cuando tú, fiado en la divina misericordia, no temas abusar de ella, el Señor te la retirará. “Si vosotros no os convirtiereis, entensará su arco y le preparará” (Salmo. VII, 13). Mía es la venganza, y Yo les daré el pago a su tiempo (Deuteronomio. XXXII, 35). Dios espera; más cuando llega la hora de la justicia, no espera más y castiga.

    Aguarda Dios al pecador a fin de que se enmiende (Isaías. XXX, 18); pero al ver que el tiempo concedido para llorar los pecados sólo sirve para que los acreciente, válese de ese mismo tiempo para ejercitar la justicia (Lm. I, 15). De suerte que el propio tiempo concedido, la misma misericordia otorgada, serán parte para que el castigo sea más riguroso y el abandono más inmediato. “Hemos medicinado a Babilonia y no ha sanado. Abandonémosla” (Jer. LI, 9).

    ¿Y cómo nos abandona Dios? O envía la muerte al pecador, que así muere sin arrepentirse, o bien le priva de las gracias abundantes y no le deja más que la gracia suficiente, con la cual, si bien podría el pecador salvarse, no se salvará. Obcecada la mente, endurecido el corazón, dominado por malos hábitos, será la salvación moralmente imposible; y así seguirá, si no en absoluto, a lo menos moralmente abandonado. “Le quitará su cerca, y será talada…” (Is. V, 5). ¡Oh, qué castigo! Triste señal es que el dueño rompa el cercado y deje que en la viña entren los que quisieren, hombres y ganados: prueba es de que la a abandona.

    Así, Dios, cuando deja abandonada un alma, le quita la valla del temor, de los remordimientos de conciencia, la deja en tinieblas sumida, y luego penetran en ella todos los monstruos del vicio (Sal. 103, 20). Y el pecador, abandonado en esa oscuridad, lo desprecia todo: la gracia divina, la gloria, avisos, consejos y excomuniones; se burlará de su propia condenación (Proverbios. XVIII, 3).

    Le dejará Dios en esta vida sin castigarle, y en esto consistirá su mayor castigo.

    “Apiadémonos del impío…; no aprenderá (jamás) justicia” (Is. 26, 10).Refiriéndose a ese pasaje, dice San Bernardo: “No quiero esa misericordia, más terrible que cualquier ira”.

    Terrible castigo es que Dios deje al pecador en sus pecados y, al parecer, no le pida cuenta de ellos (Salmo. X, 4). Diríase que no se indigna contra él (Ezequiel. XVI, 42) y que le permite alcanzar cuanto de este mundo desea (Salmo. LXXX, 13). ¡Desdichados los pecadores que prosperan en la vida mortal! ¡Señal es que Dios espera a ejercitar en ellos su justicia en la vida eterna! Pregunta Jeremías (Jeremías. XII, 1): “¿Por qué el camino de los impíos va en prosperidad?” Y responde en seguida (Jeremías. XII, 3): “Congrégalos como el rebaño para el matadero”.

    No hay, pues, mayor castigo que el de que Dios permita al pecador añadir pecados a pecados, según lo que dice David (Salmo. LVIII, 28-29): “Ponles maldad sobre maldad…borrados sean del libro de los vivos”; acerca de lo cual dice San Belarmino: “No hay castigo tan grande como que el pecado sea pena del pecado”. Más le valiera a alguno de esos infelices que cuando cometió el primer pecado el Señor le hubiera hecho morir; porque muriendo después, padecerá tantos infiernos como pecados hubiere cometido.


    AFECTOS Y SÚPLICAS



    Bien veo, Dios mío, que en este miserable estado he merecido que me privaseis de vuestras luces y gracias. Mas por la inspiración que me dais, y oyendo que me llamáis a penitencia, reconozco que todavía no me habéis abandonado. Y puesto que así es, acrecentad, Señor mío, vuestra piedad en mi alma, aumentadme la divina luz y el deseo de amaros y serviros.


    Transformadme, ¡oh Dios mío!, y de traidor y rebelde que fui, mudadme en fervoroso amante de vuestra bondad, a fin de que llegue para mí el venturoso día en que vaya al Cielo para alabar eternamente vuestras misericordias. Vos, Señor, queréis perdonarme, y yo sólo deseo que me otorguéis vuestro perdón y vuestro amor. Duélome, ¡oh Bondad infinita!, de haberos ofendido tanto.

    Os amo, ¡oh Sumo Bien!, porque así lo mandáis y porque sois dignísimo de ser amado. Haced, pues, Redentor mío, que os ame este pecador tan amado de Vos, y con tal paciencia por Vos esperado. Todo lo espero de vuestra piedad inefable. Confío en que os amaré siempre en lo sucesivo, hasta la muerte y por toda la eternidad (Salmo. LXXXIII, 3), y que vuestra clemencia, Jesús mío, será perdurable objeto de mis alabanzas.

    Siempre también alabaré, ¡oh María!, vuestra misericordia, por las gracias innumerables que me habéis alcanzado. A vuestra intercesión las debo. Seguid, Señora mía, ayudándome y alcanzadme la santa perseverancia.


    PUNTO TERCERO



    Refiérese en la Vida del Padre Luis de Lanuza que cierto día dos amigos estaban paseando juntos en Palermo, y uno de ellos, llamado César, que era comediante,
    notando que el otro se mostraba pensativo en extremo, le dijo: “Apostaría a que has ido a confesarte, y por eso estás tan preocupado… Yo no quiero acoger tales escrúpulos… Un día me dijo elPadre Lanuza que Dios me daba doce años de vida y que si en ese plazo no me enmendaba tendría mala suerte. Después he viajado por muchas partes del mundo; he padecido varias enfermedades, y en una de ellas estuve a punto de morir… Pero en este mes, cuando van a terminar los famosos doce años, me hallo mejor que nunca…”. Y luego invitó a su amigo a que fuese, el sábado inmediato, a ver el estreno de una comedia que el mismo César había compuesto… Y en aquel sábado, que fue el 24 de noviembre de 1668, cuando César se disponía a salir a escena, dióle de improviso una congestión y murió repentinamente en brazos de una actriz. Así acabó la comedia.

    Pues bien, hermano mío; cuando la tentación del enemigo te mueva a pecar otra vez, si quieres condenarte puedes libremente cometer el pecado; mas no digas que deseas tu salvación. Mientras quieras pecar, date por condenado, e imagina que Dios decreta su sentencia, diciendo: “¿Qué más puedo hacer por ti, ingrato, de lo que ya hice?” (Isaías. V, 4). Y ya que quieres condenarte, condénate, pues… tuya es la culpa.

    Dirás, acaso, que en dónde está ese modo de misericordia de Dios… ¡Ah desdichado! ¿No te parece misericordia el haberte Dios sufrido tanto tiempo con tantos pecados? Prosternado ante Él y con el rostro en tierra debieras estar dándole gracias y diciendo: “Misericordia del Señor es que no hayamos sido consumidos” (Lm. 3, 22).

    Al cometer un solo pecado mortal incurriste en delito mayor que si hubieras pisoteado al primer soberano del mundo. Y tantos y tales has cometido que si esas ofensas de Dios las hubieses hecho contra un hermano tuyo, no las hubiera éste sufrido… Más Dios no sólo te ha esperado, sino que te ha llamado muchas veces y te ha ofrecido el perdón. ¿Qué más debía hacer? (Isaías. V, 4).

    Si Dios tuviese necesidad de ti, o si le hubiese honrado con grandes servicios, ¿podría haberse mostrado más clemente contigo? Así, pues, si de nuevo volvieras a ofenderle, harías que su divina misericordia se trocara en indignación y castigo.

    Si aquella higuera hallada sin frutos por su dueño no los hubiera dado tampoco después del año de plazo concedido para cultivarla, ¿quién osaría esperar que se le diese más tiempo y no fuese cortada? Escucha, pues, lo que dice San Agustín: “¡Oh árbol infructuoso!, diferido fue el golpe de la segur. ¡Mas no te creas seguro, porque serás cortado! Fue aplazada la pena –expresa el Santo–, pero no suprimida. Si abusas más de la divina misericordia, el castigo te alcanzará: serás cortado”.

    ¿Esperas, por tanto, a que el mismo Dios te envíe al infierno? Pues si te envía, ya lo sabes, jamás habrá remedio para ti. Suele el Señor callar, mas no por siempre. Cuando llega la hora de la justicia, rompe el silencio. Esto hiciste y callé. Injustamente creíste que sería tal como tú. Te argüiré y te pondré ante tu propio rostro (Salmo. XLIX, 21). Te pondrá ante los ojos los actos de divina misericordia, y hará que ellos mismos te juzguen y condenen.


    AFECTOS Y SÚPLICAS



    ¡Ah Dios mío! Desventurado de mí si después de haber recibido la luz que ahora me dais, volviese a ser infiel haciéndoos traición. Esas luces, señales son de que deseáis perdonarme. Me arrepiento, ¡oh Sumo Bien!, de cuantas ofensas hice a vuestra infinita bondad. Por vuestra preciosísima Sangre espero el perdón ciertamente. Mas si de nuevo me apartara de Vos, reconozco que merecería un infierno a propósito creado para mí.

    Tiemblo, Dios de mi alma, por la posibilidad de volver a perder vuestra gracia. Porque muchas veces he prometido seros fiel, y luego nuevamente me he rebelado contra Vos… No lo permitáis, Señor; no me abandonéis en esta inmensa desgracia de verme otra vez convertido en un enemigo vuestro. Dadme otro castigo; pero ése, no. “No permitáis que me aparte de Vos”.

    Si veis que he de ofenderos, haced que antes pierda la vida. Acepto la muerte más dolorosa antes que llorar la desdicha de verme privado de vuestra gracia. Ne permitas me separari a Te. Lo repito, Dios mío, y haced que lo repita siempre: “No permitáis que me separe de Vos. Os amo, carísimo Redentor mío, y no quiero separarme de Vos”. Concededme, por los merecimientos de vuestra muerte, amor tan fervoroso que con Vos me una estrechamente y jamás pueda alejarme de Vos.

    !Ayudadme, ¡oh Virgen María!, con vuestra intercesión y alcanzadme la santa perseverancia y el amor a Cristo Jesús.


    “PREPARACIÓN PARA LA MUERTE”



    San Alfonso María de Ligorio


    Abuso de la Divina Misericordia - Adelante la Fe

  10. #10
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    Re: ¿Alguna vez pensáis en la muerte?

    Muy pocas veces. Sin embargo, los Padres del desierto, aconsejan siempre tener en mente el "memento mori", con el fin, de perfeccionar en humildad, de morir cada día al hombre viejo, de sabernos que somos "polvo y al polvo volveremos", de que somos solo peregrinos, y esto nos hace concientizar más en ir perfeccionando nuestro vida cristiana, y en crecer en Santidad, creo que este ejercicio, así como a los padres del desierto, como los monjes y frailes, también nos pueden ayudar a nosotros, para ir viviendo más santamente.
    "Vive en el mundo como sino hubiera más en él que Dios y tu alma: para que no pueda tu corazón ser detenido por cosa humana." SJ+

  11. #11
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    Re: ¿Alguna vez pensáis en la muerte?

    Yo pienso en la muerte mas de lo aconsejado. Sera dolorosa, o todo apunta a ello (fumo), Me preocupa mas el transito hacia la muerte que la muerte en si misma.

    Me preocupa que encontrare despues de morir?¿, claro, mi agnosticismo no me prohibe creer que exista algo tras la muerte, el que?¿, lo desconozco.
    No se, pasar a otro plano existencial, volver al comienzo de mi vida repitiendo una y otra vez dorante un tiempo infinito todos y cada uno de los mismos errores (pensar eso me da escalofrios), o quizas volver a lo mismo con la posibilidad de poder enmendarlos, ser una fantasma y poder asustar a los demas con apariciones (eso suena divertido)...no puedo plantearme nada en concreto.

    Se lo que no quiero, el cielo que describis como cielo, alli perderia el punto comparativo indispensable para mi. El infierno que adivinais, pues...no, tampoco, el purgatorio...oh...como saber que sucede en el purgatorio¿?.

  12. #12
    Avatar de Mexispano
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    Re: ¿Alguna vez pensáis en la muerte?

    MEDITACIÓN

    IMPRESIONANTE MEDITACIÓN: de la Muerte


    29/11/16

    por Meditación del día









    Escrito por Meditación del día



    Para el primer martes de Adviento



    PUNTO PRIMERO: El Apóstol S. Pablo testifica, que así como todos hemos de parecer en el juicio; para dar cuenta de nuestras vidas, así también está determinado que todos, sin exceptuar alguno, pasemos primero por la muerte, que esta es una verdad tan infalible, que aunque las otras del juicio, infierno y gloria las sabemos por la Fe Divina, que no puede padecer engaño, esta la sabemos por la fe, y por la experiencia que nos muestra que todos somos mortales, y todos morimos, y cada día nos vamos acercando a la muerte, según lo cual el primer punto que se ha de meditar en esta materia es la certidumbre de la muerte, esta es infalible; y tú que estás leyendo esta escritura has de morir infaliblemente, y Dios está mirando el tiempo y el lugar y la enfermedad con que has de rematar la vida, sin que haya en esto réplica, ni apelación: piensa en esto, y mira lo que te conviene hacer para el poco tiempo que has de vivir, y luego da un paso más adelante, y medita que así como es cierto que has de morir, no sabes cuándo, y cómo morirás, porque no tienes día, ni hora segura, y no la tienes, para que no te asegures en alguno, mas estés siempre velando y apercibido, como dice Cristo, para su venida, la cual ordinariamente es cuando no la esperamos. Considera cuanto te importa que te halle el Señor apercibido, y pídele su gracia para no descuidarte ya más en negocio de tan grande monta.

    PUNTO II. Considera lo que advierte San Pablo, y es que no has de morir más que una vez, y si esta se yerra, no es posible remediarla: si pierdes una pretensión, puedes ganar otra en la que repares; y si una acción te sale mal, puedes restaurarla en otra; pero los yerros de la muerte no tienen reparo, ni hay como soldarlos o enmendarlos: piensa por una parte cuánto importa el morir bien; pues de la buena muerte depende la vida eterna, y conforme te hallare Dios en aquel trance has de quedar para siempre; y por otra mira cuántos riesgos hay en la muerte, y que los muy santos como san Hilarión, después de setenta años de soledad y penitencia, y San Arsenio después de cuarenta, temblaron al pasar aquel puerto, y se hallaron alcanzados de cuenta, y que si se yerra, no tiene remedio; y pues la buena muerte depende de la buena vida, trázala de manera en el acatamiento de Dios, que te dé firme esperanza de alcanzar lo que deseas, y puedas entonces antes gozarte que temer.

    PUNTO lll. Considera qué cosa es morir, cómo precede la enfermedad, que es como la batería que va enflaqueciendo el muro para caer, las medicinas y dolores, las angustias y sobresaltos que se padecen en aquel trance; luego cómo poco a poco se van disminuyendo los sentidos, los ojos se quiebran, los oídos se entorpecen, el gusto se pierde, el tacto falta, la memoria no recuerda, el entendimiento se oscurece, y el corazón padece mortales congojas, y todo el hombre tiembla y se enfría, y los miembros quedan yertos como se llega su fin, y últimamente se desata el alma del estrecho vínculo que ha tenido toda la vida con el cuerpo, y queda exánime, frío y helado, y es desposeído de todo cuanto tenía en este mundo, honras, riquezas, parientes, amigos, criados y conocidos, y sale del mundo desnudo, como entró en él: esto es morir, y esto ha de pasar por ti. Contempla cuán grande yerro es gastar los días de tu vida en allegar riquezas y honras caducas y perecederas, que tan presto te han de dejar, y te has de hallar sin ellas cuando más las habías menester; y pide al Señor gracia para buscar las inmortales, y atesorar las eternas, que son las verdaderas, y que nunca te han de dejar.

    PUNTO IV. Considera lo que te ha de suceder después de la muerte: mírate a ti mismo difunto, tan sin sentido como si fueras una piedra, que si no te mueven, no puedes moverte; cómo luego tratan de enterrarte, y echarte fuera de tu propia casa; mira cómo te amortajan con la vestidura más vieja y pobre que dejaste, y toda la hacienda la reparten entre sí los parientes; cómo te ponen sobre un paño en el suelo, o por grande honra en una caja, que te cubren con otro paño funesto y dos o cuatro luces a los lados con un santo Cristo en medio: aplica el oído a los responsos que te dicen, y a los clamores que dan las campanas por ti; mira luego cómo vienen los clérigos, te llevan a enterrar cantando letanías, y acabados los oficios te lanzan en la sepultura en compañía de los otros difuntos, y luego te cubren de tierra, y la igualan con un pisón de madera, o con una losa de muchas arrobas, y te dejan y se van a comer, y a cenar, y a dormir, y a negociar, y tú te quedas allí en aquel lóbrego y estrecho aposento, y poco a poco te van olvidando, como si no hubieras sido; da un paso adelante, y vuelve a mirarte de allí a ocho o quince días, y te hallarás tal, que no te atrevas a mirarte hirviendo de gusanos con un hedor intolerable: esto eres, y en esto has de parar, y este es el fundamento de todas las torres de viento que levantabas de tus estimaciones, y para este cuerpo apercibiste tantos regalos, y por él diste tantos pasos: este es el fin y paradero de todos; estudia en este libro, mírate en este espejo, y saca desengaño para conocer la verdad, y despreciar cuanto el mundo adora, y mira lo que quisieras haber hecho entonces, y haz lo que quisieras haber hecho cuando mueras.


    Padre Alonso de Andrade, S.J




    ________________________________________

    Fuente:IMPRESIONANTE MEDITACIÓN: de la Muerte

  13. #13
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    Re: ¿Alguna vez pensáis en la muerte?

    jueves, 23 de marzo de 2017

    LA MUERTE NO TIENE ENSAYOS



  14. #14
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    Re: ¿Alguna vez pensáis en la muerte?

    sábado, 29 de abril de 2017

    GENERALMENTE, COMO ES LA VIDA... ES LA MUERTE



  15. #15
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    Re: ¿Alguna vez pensáis en la muerte?

    martes, 2 de mayo de 2017

    SANTO TOMÁS MORO DIXIT





  16. #16
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    Re: ¿Alguna vez pensáis en la muerte?

    Cita Iniciado por Alejandro Farnesio Ver mensaje
    Me refiero no a lo que hay después de la muerte, pues todos sabemos que nos tocará Cielo, Infierno o Purgatorio, sino al momento de pasar de la vida a la muerte. ¿Cómo creéis que será? ¿Doloroso? ¿Angustioso?
    No se sabe. Lo que sí parece seguro es que todos apareceremos por allá con cara de susto, mirada de loco, despeinados y con los ojos deslumbrados. Lo siguiente es saber si iremos donde nos dejen o donde nos manden.
    DOBLE AGUILA dio el Víctor.
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
    Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)

  17. #17
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    Re: ¿Alguna vez pensáis en la muerte?

    El tránsito al que os referís, mucho me temo que es prácticamente imperceptible por su rapidez; salvo por el hecho de que si ha existido sufrimiento físico, este cese de inmediato.

    Y las sencaciones que vienen después, serán exclusivamamente a nivel espiritual.

  18. #18
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    Re: ¿Alguna vez pensáis en la muerte?

    EL SUEÑO DEL CABALLERO O LA VIDA ES SUEÑO

    «La obra representa a un caballero del siglo XVII vestido con la indumentaria de la época y dormido mientras un ángel le muestra el carácter efímero de los placeres, las riquezas, los honores y la gloria. El ángel le muestra el jeroglífico de la fecha sobre el sol, que hiere, vuela raudo y mata. El conjunto de objetos situados sobre la mesa constituye un auténtico bodegón en el que se establece una condensación de símbolos y alegorías.... Los símbolos de la mesa son muy complejos, pero destacan algunos por su presencia continua en todas las "vanitas": la calavera que simboliza la muerte, la máscara de teatro sobre la hipocresía, las joyas y el dinero que son las riquezas que no podemos llevar al otro mundo, la baraja y las armas como el juego y los placeres de la caza, el reloj que indica el paso inexorable del tiempo, la vela apagada que indica la extinción de la vida».

    La obra es del pintor español Antonio de Pereda de la decáda de 1650, igualmente este pintor es autor de la obra “Socorro a Génova por el marqués de Santa Cruz“del año 1634 donde se representan soldados del los Tercios españoles del siglo XVII.





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  19. #19
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    Re: ¿Alguna vez pensáis en la muerte?

    IN ICTU OCULI. Juan de Valdés Leal.

    «En la obra que contemplamos aparece la muerte llevando debajo su brazo izquierdo un ataúd con un sudario mientras en la mano porta la característica guadaña. Con su mano derecha apaga una vela sobre la que aparece la frase "In Ictu Oculi", en un abrir y cerrar de ojos, indicando la rapidez con la que llega la muerte y apaga la vida humana que simboliza la vela. En la parte baja de la composición aparecen toda una serie de objetos que representan la vanidad de los placeres y las glorias terrenales. Ni las glorias eclesiásticas escapan a la muerte -por lo que aparece el báculo, la mitra y el capelo cardenalicio- ni las glorias de los reyes -la corona, el cetro o el toisón- afectando a todo el mundo por igual ya que la muerte pisa el globo terráqueo. La sabiduría, las riquezas o la guerra tampoco son los vehículos para escapar de la muerte».





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  20. #20
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    Re: ¿Alguna vez pensáis en la muerte?

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    FINIS GLORIAE MUNDI. Juan de Valdés Leal

    «En el interior de una cripta vemos dos cadáveres descomponiéndose, recorridos por asquerosos insectos, esperando el momento de presentarse ante el Juicio Divino. Se trata de un obispo, revestido con sus ropas litúrgicas, mientras que a su lado reposa un caballero de la Orden de Calatrava envuelto en su capa. En el fondo se pueden apreciar un buen número de esqueletos, una lechuza y un murciélago -los animales de las tinieblas-. En el centro del lienzo aparece una directa alusión al juicio de las almas; la mano llagada de Cristo -rodeada de un halo de luz dorada- sujeta una balanza en cuyo plato izquierdo -decorado con la leyenda "Ni más"- aparecen los símbolos de los pecados capitales que levan a la condenación eterna mientras que en el plato derecho -con la inscripción "Ni menos"- podemos ver diferentes elementos relacionados con la virtud, la oración y la penitencia. La balanza estaría nivelada y es el ser humano con su libre conducta quien debe inclinarla hacia un lado u otro. Valdés Leal ha empleado una iluminación absolutamente teatral al incidir sobre los cadáveres de primer plano con un potente foco procedente de la izquierda mientras el fondo queda en penumbra y la mano de Cristo recibe la luz dorada».





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