Revista FUERZA NUEVA, nº 562, 15-Oct-1977
¿QUIÉN TENDRÁ RAZÓN, CASAROLI O TARANCÓN?
Las cartas boca arriba
El día 3 de septiembre pasado (1977) leímos en el diario “El País” una crónica de su enviado especial de la visita del presidente Suárez al Papa Pablo VI.A ella pertenece el siguiente párrafo:
“Interesante fue la amable charla que el secretario de Estado vaticano, Agostino Casaroli, mantuvo con algunos periodistas españoles en el patio de la residencia papal de Castelgandolfo. Casaroli no quiso entrar en los temas de fondo de la revisión concordataria hispanovaticana-enseñanza y matrimonio-, pero dejó clara una idea importante: que la confesionalidad católica del Estado español fue solo cosa del régimen franquista,y no iniciativa vaticana. También, y con esta misma idea, que las responsabilidades o mermas que en lo civil sufrió la sociedad hispana en los últimos años, condicionada legalmente por la impronta legal católica, también fue el resultado de la iniciativa y del deseo del régimen anterior.
Por ello, ahora,Casaroli no ve mal el reajuste del Concordato y lo declara necesario. No da la impresión de que le preocupe el hecho de que España deje de ser un Estado confesional, aunque tampoco le gustaría demasiado el título de “laico”. Y, por último, se muestra generoso de cara a ofrecer facilidades a otras religiones, a las que supone con una implantación en España de solo un cinco por 100, aproximadamente”.
Este párrafo, de los peores augurios, nos sorprendió a quienes vivimos los años a que se refiere. Precisamente, la Cruzada española de 1936 se inició en el pontificado de Pío XI, autor de la encíclica “Quas Primas” sobre la realeza de Nuestro Señor Jesucristo, que es una rotunda proclamación de la confesionalidad del Estado -de cualquier Estado-. Confesionalidad que ahora (1977), en España, los propios heresiarcas quieren entregar a la Revolución a cambio de unas monedas para las empresas de enseñanza, propiedad de los religiosos.
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Esas sorprendentes declaraciones de Casaroli han tenido una réplica interesantísima por la pluma de un sacerdote, que conviene difundir. En “El Pensamiento Navarro”, de 24-9-77, hemos leído el siguiente artículo:
“¿POR QUÉ FRANCO SE OPUSO AL PLAN MARSHALL? “LA NEGATIVA ESPAÑOLA AL PLAN MARSHALL PROCEDÍA DE LA IGLESIA Y NO DE FRANCO” (MONS. TARANCÓN)
La Agencia EFE acaba de divulgar una verdad a medias, que es la peor de las mentiras: la negativa de Franco al Plan Marshall como revelación importante hecha pública por el Departamento de Estado norteamericano.
Efectivamente, Estados Unidos ofreció el Plan Marshall, pero, con condiciones. Los norteamericanos nunca podrán presumir de generosos.Estas condiciones no las ha hecho públicas el Departamento de Estado norteamericano. ¿Por qué?
Entre las condiciones que Truman exigía el Estado español estaba la de plena libertad religiosa, bocado demasiado fuerte para finales de los años 40. Esta sola condición y no otra impidió el que el pueblo español tuviera esa “plena libertad para solicitar los créditos del Banco de Importación y Exportación de EE. UU., en las mismas condiciones que cualquier otro país europeo”.
Como esta condición “sine qua non” afectaba muy directamente a la Iglesia, Franco, “fiel hijo de la Iglesia”, consultó con el Episcopado español y éste, a su vez, con la Santa Sede.
El Vaticano respondió taxativamente que España siguiera fiel a la fe católica sin concesiones a la libertad religiosa. Italia siguió la norma contraria y por eso, a pesar de haber sido aliada de Alemania, disfrutó del Plan Marshall, y España, a pesar de haber sido neutral, sufrió años de penuria gracias al Vaticano.
Efectivamente, Franco dio su negativa a EE. UU., pero por orden de la Iglesia Católica. Que así fue nos consta por manifestación pública de monseñor Tarancón, que, siendo arzobispo de Oviedo (1964-1969), al hablarnos en pleno Concilio Vaticano II, de las discusiones de la “declaración sobre libertad religiosa”, nos afirmó sin tergiversaciones la explicación que acabo de ofrecer.
Ya que Franco no puede librarse personalmente de la calumnia, no estaría nada mal que la Iglesia española, que tanto le debe, saliera al paso por los fueros de la verdad por medio de su máxima figura, el presidente de la Conferencia Episcopal (mons. Tarancón).
Y si tan buenos son los norteamericanos, ¿porqué no aprovechan ahora la oportunidad de sacar a España del atolladero económico con esa generosidad que les caracteriza? Ahora ya se disfruta de libertad religiosa regalada sin exigir un plato de lentejas.
ÁNGEL GARRALDA
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Queda abierto el interrogante y el desafío a los historiadores: ¿Quién tendrá razón, Casaroli o Tarancón?
MSC
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