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Tema: Memento, homo

  1. #1
    Avatar de Hyeronimus
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    Memento, homo

    MEMENTO, HOMO…





    Miércoles de Ceniza
    PUNTO 1º Polvo eres…

    Acuérdate, hombre, que eres polvo…

    He aquí la primera verdad que nos recuerda la Iglesia en éste día, al poner sobre nuestras frentes la ceniza. Lo mismo dijo Dios a Adán, que olvidado del polvo de que había sido hecho, presumió ser como Dios y se rebeló contra su hacedor: Pulvis es: «Polvo eres».
    1. ¡Profunda y provechosísima verdad! Reflexiona sobre ella… Bien pudo Dios Nuestro Señor crear el cuerpo de Adán de nada, como creó su alma; más no quiso sino hacerlo de una materia, por una parte vilísima y groserísima, y por otra, visible y palpable, que es el polvo y lodo de la tierra, para que viendo cada día con sus ojos corporales este lodo, se acordase continuamente de su origen y principio.
    ¿Por qué lo hizo así? Primero, para que se humillase profundamente y entendiese que, de suyo, merece ser despreciado y hollado como lodo; y que no tiene por qué envanecerse, aunque tenga grandes bienes,pues todos se fundan en polvo. Segundo, para que se moviese a amar y servir a su Creador, tan amoroso y poderoso, que de tan vil polvo le levantó a tanta alteza como en en ser hombre con la imagen y semejanza del mismo Dios.
    2. De suerte que el polvo y lodo han de servir de despertadores que me traigan a la memoria mi origen y la materia de que fuí formado, imaginando, cunado los viere, que me dan voces y que me dicen: Acuérdate que eres polvo; humíllate como polvo; ama, sirve y obedece, al Creador, que te sacó del polvo. Y cuando me envanezco con los dones que tengo, he de imaginar que me dan voces y, reprimiendo mi vanidad, me dicen: ¿De que te ensoberbeces, polvo y ceniza? ¿Por qué te engríes, vaso de barro? Escarmienta en el olvidadizo Adán, que, olvidado de su polvo, presumió ser como Dios y se rebeló contra su Hacedor.
    ¡Oh Creador amabilísimo!, no permitáis en mi tan perjudicial olvido, para que no caiga en grave daño. Esclareced mis ojos, para que mire con espíritu el lodo de que fuí formado; abrid mis oídos, para que oiga sus clamores, imprimiéndolos en mi corazón para que nunca me olvide de ellos.
    Punto 2º Y en polvo te has de convertir.

    Es la segunda verdad que nos recuerda la Iglesia en este día. Con estas mismas palabras intimó Dios Nuestro Señor a Adán la sentencia de muerte que merecía por su pecado.
    ¿Qué pretendió con ello?
    Castigar su pecado y darnos a entender a todos cuan grave mal es la culpa, pues basta para destruir y convertir en polvo una fabrica tan hermosa y rica como es el hombre; porque, si Adán no pecara, no muriera, sino fuera trasladado en cuerpo y alma, con toda su entereza y perfección; más, por su pecado, el alma es forzada a dejar el cuerpo y el cuerpo se desmorona y convierte en polvo.
    Que la memoria de la muerte y de que nos hemos de convertir en polvo sea medicina más eficaz de nuestra soberbia, pues no bastó para humillarnos habernos hecho de polvo: De modo que el polvo y lodo de la tierra, que veo y palpo, no solamente es despertador que me trae a la memoria el origen de donde comencé, sino al fin en que tengo que parar, y, cuando le miro, he de imaginar que me está dando voces, diciéndome: Acuérdate que te has de convertir en tierra y polvo, y que has de ser pisado y hollado como yo. Pues, ¿de que te ensorbeces? Hoy eres carne; presto serás polvo. ¿De que te engríes?
    Que el temor de este castigo y de este polvo en que ha de parar la carne sea aguijón de nuestra tibieza para hacer penitencia de nuestros pecados, y freno de nuestros bríos sensuales para frenar nuestras pasiones. De modo que, si no bastara para aguijarnos y enfrentarnos la memoria del soberano beneficio que Dios nos hizo en sacarnos del polvo de la tierra, baste siquiera la memoria de que, cuando menos lo pensemos, hemos de convertirnos en polvo; y así recabe el temor lo que no recaba el amor.
    Toma, por tanto, oh alma mía, el consejo del Profeta que dice:
    En la casa del polvo, cúbrete de polvo, y pues vives en carne, que es de polvo, y has de morar presto en la casa del polvo, que es la sepultura, cúbrete de ceniza y polvo, haciendo penitencia de tus pecados; y con la memoria de este polvo, polvorea las cosas dulces de esta vida, para que no te lleven tras sí a la muerte eterna.
    Punto 3º Memento, homo…

    1. Penetra con atenta consideración el espíritu que está encerrado en las palabras que usa la Iglesia en este día. No dice la Iglesia: Acuérdate que fuiste polvo; sino: Acuérdate que lo eres de presente.
    ¿Que quiere significarme con esto?
    1º Que de mi naturaleza corrompida soy tierra y polvo, porque soy inclinado a las cosas terrenas, a riquezas, honras y regalos de la carne; y, como polvo, soy inestable y movedizo, dejándome mover de los vientos de cualquier tentación, especialmente de vanidad; y, si no me refreno, me convertiré en tierra y polvo siguiendo mis inclinaciones, y convirtiéndome en hombre terreno, ambicioso, sensual y vano. Por lo cual me tengo que humillar grandemente, y temblar de mi flaqueza y mutabilidad y del peligro en que vivo.
    2º Que de tantos y tan graves daños me podré librar con la divina gracia, acordándome que así yo como todas las cosas terrenas que amo, se han de acabar y convertir en polvo. Y con ese espíritu, cuando viere un hombre rico y poderoso, cuyas riquezas me llevan los ojos tras sí, para que no me derribe la avaricia y la ambición, me acordaré que es polvo, y que él y su oro y plata en polvo se han de convertir. Y si veo alguna persona hermosa, para que no me tiente y venza la lujuria, también me acordaré que ella y su hermosura es polvo, porque en esto ha de parar. Y con el mismo espíritu aplicaré estas palabras a todas las cosas de la tierra, diciéndome a mí mismo: Acuérdate que esto que ves y codicias es polvo y se ha de convertir en polvo; y, si lo amas desordenadamente, serás polvo y tierra como ello.
    Ama, por tanto, oh alma mía, solamente a Dios y los bienes celestiales, para que, en virtud de su gracia, pueda decirse de ti: Cielo eres y en cielo te convertirás, transformándote con el amor en el cielo que amas+.

    Ecce Christianus

  2. #2
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    Re: Memento, homo

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    Inmutemur habitu


    Lo primero, después de la tentación y la caída, al pie del Árbol de la Ciencia, fue que Adán y Eva se vistieron:
    "...et aperti sunt oculi amborum cumque cognovissent esse se nudos consuerunt folia ficus et fecerunt sibi perizomata" // '...se abrieron los ojos de los dos y como conocieron que estaban desnudos cosieron unas hojas de higuera y se hicieron unos ceñidores' Gn 3,7
    La inocencia original incluía la desnudez inocente, mientras el pecado descubrió al momento la culpabilidad del desnudo, que había que vestir. La vestimenta fue, en origen, efecto del pecado.

    El primer vestido fue aquel 'perizoma' (literalmente 'en torno al cuerpo', una especie de cinturón o faja vegetal de hojas de higuera (no de parra). Y así, con ese mínimo atuendo, comparecieron nuestros padres, Adán y Eva, ante Dios.

    Insistiendo en el detalle del vestimento, antes de expulsarlos del Paraíso, el Señor hizo unas túnicas de pieles para Adán y Eva:

    "... fecit quoque Dominus Deus Adam et uxori eius tunicas pellicias et induit eos / el Señor Dios hizo a Adán y a su esposa unas túnicas de piel y los vistió" Gn 3, 21
    Dignificó así el Señor la primera vestidura de los hombres, y tuvo compasión de su desamparo, expuesto como estaría a las inclemencias del mundo, fuera del Paraíso.

    Un par de versículos antes, en Gn 3, 19, la maldición del trabajo fatigante concluye con la declaración de la muerte y la reducción al polvo de la tierra
    "...in sudore vultus tui vesceris pane donec revertaris in terram de qua sumptus es quia pulvis es et in pulverem reverteris // Con el sudor de tu rostro comerás el pan, hasta que vuelvas a la tierra de la que fuíste sacado, porque eres polvo y al polvo volverás."
    justamente la admonición que reza la Iglesia al imponer el sacerdote la ceniza cuaresmal sobre la cabeza de los penitentes: Memento, homo, quia es pulvis et in púlverem reverteris // Recuerda, hombre, que eres polvo y al polvo volverás.

    La antifona que se entona al comenzar la ceremonia de imposición de la ceniza comienza cantando 'Inmutemur hábitu...'



    Inmutemur hábitu, in cínere et cilicio; jejunemus, et ploremus ante Dominum, quia multum misericors est dimittere peccata nostra Deus noster
    Cambiemos nuestra vestimenta por la ceniza y el cilicio; ayunemos y lloremos ante el Señor, porque nuestro Dios es compasivo y misericordioso para perdonar nuestros pecados.
    Otra antífona, reza este impresionante verso de la profecía de Joel:

    Inter vestibulum et altare plorabunt sacerdotes ministri Domini et dicent parce Domine, parce populo tuo, et ne claudas ora canentium te, Domine // Entre el atrio y el altar lloren los sacerdotes, ministros del Señor, diciendo perdona, Señor, perdona a tu pueblo Jl 2, 17
    Es un versículo rebosante de conciencia y espiritualidad sacerdotal: Al oficio efectivo de los sacerdotes se encarga y confía la súplica penitencial por el pueblo, siendo el llanto de los sacerdotes el que debe preceder la rogativa, reconociendo un valor especial, singular, insustituíble, al clamor doliente y penitente de los ministros del altar, primeros servidores del Señor y agentes de la propiciación por el pueblo.

    Cuando un sacerdote ora, su oración tiene un efecto especial, cuando un sacerdote implora, su rezo doliente tiene un valor específico, dotado de una gracia sobrenatural aneja a su ministerio que es oficio de intercesión pro pópulo.

    Y si en el Antiguo Testamento la gracia de la oración sacerdotal es tan elevada, en el Nuevo Testamento la potestad de la oración del nuevo sacerdocio de Cristo confiere a la súplica penitencial de los ministros del altar, sus sacerdotes, una virtud celestial tanto más alta cuanto más sagrado es el misterio que ofician in Christo, en el Hijo de Dios, cuyo sacrificio renuevan y ofrecen sin cesar desde el oriente al ocaso.


    Por eso es tan necesaria la súplica santificante del sacerdote. Y es necesaria la conciencia sacerdotal en el propio ministro, y también en el pueblo: Para que el sacerdote asuma conscientemente la gravedad sacrosanta de su oficio, y el pueblo admire y requiera el ministerio del sacerdote, don precioso de Dios para sus fieles.

    ¿Y no será el llorar cosa del Viejo Testamento, algo que contradice el espíritu del Nuevo Testamento, que debe ser de alegría exultante y constante? Sed contra, escrito está:

    "Amen amen dico vobis quia plorabitis et flebitis vos mundus autem gaudebit vos autem contristabimini sed tristitia vestra vertetur in gaudium // En verdad, en verdad os digo que lloraréis y os lamentaréis, y el mundo se alegrará. Estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en gozo" Jn 16,20
    ¿Y es la penitencia, el ayuno corporal, algo propio de este estadio de espera del gozo sobrenatural y eterno, no se contradice la disciplina del ayuno con la esperanza alegre del cristiano? Escrito está también:

    "...venient autem dies et cum ablatus fuerit ab illis sponsus tunc ieiunabunt in illis diebus // llegará el día en que se lleven al novio, y entonces ayunarán" Lc. 5,33-39
    Esta mañana, en la Misa de ceniza, he predicado sobre le Evangelio del día, Mt 6,1ss.
    "Adtendite ne iustitiam vestram faciatis coram hominibus ut videamini ab eis alioquin mercedem non habebitis apud Patrem vestrum qui in caelis est // Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial..." et reliqua
    Comenté que para vivir este Evangelio de sinceridad, de interioridad vuelta a Dios, primero hay que tener obras que perfeccionar. Es decir, que sólo el que reza, da limosna y ayuna está en condición apta para entender y practicar esta doctrina de Cristo. Si los fieles, por negligencia personal o descuído de sus pastores, han dejado de practicar estas acciones, ¿qué van a corregir, qué van a mejorar, qué van a interiorizar, qué van a ofrecer a Dios?

    Inmutemur hábitu: Mudemos el vestido, porque inocencia para andar en desnudez no tenemos, la perdimos. Y no basta un cinturón de hojas para cubrirnos, necesitamos un vestido más recio para andar por el mundo, a la intemperie de la tentación, expuestos al pecado. Y debe ser nuestro vestido convenientemente severo para cubrirnos y protegernos, que sea de penitencia nuestra veste, sayal resistente tejido con misericordia y caridad, para combatir firme, con coraza que nos defienda y poder guardar la ternura íntima de nuestro espíritu para derramarlo ante el Señor, Dios nuestro, con ayuno, con llanto, con luto: Porque un corazón contrito y humillado no lo desprecia el Señor.

    Y si no tenemos corazón digno que presentarle, tomemos el Corazón traspasado de Cristo Jesús, y con Él en las manos, llorando sus amores, acerquémonos con confianza al Trono de la Misericordia para alcanzar su misericordia.

    Ahora, que es tiempo oportuno; hoy, que es día de salvación.


    p.s. Y esto sobre la ceniza

    +T.

    EX ORBE

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