Iniciado por
Valmadian
Se puede comprobar como en la noticia que se recoge en los diferentes enlaces hay esa confusión entre "divorciados y vueltos a casar" y "divorciados" sin especificar situación particular alguna.
Quienes está excluidos de la eucaristía son los que se han vuelto a casar y aquellos que no lo están pero mantienen uniones maritales irregulares. Y eso es así mientras se mantenga la situación que da lugar a la prohibición de acceder a la comunión. Evidentemente, esto no se refiere a los demás divorciados cuyas situaciones son tan variadas como afectados haya. En tal sentido conozco de primera mano hasta un caso en el que la persona afectada se negó a firmar la sentencia de divorcio y no se sabe quien falsificó su firma, es un hecho real.
Pero parte de la cuestión, sólo parte, viene de en qué se han convertido los procesos de nulidad canónica. Un sacerdote conocido mío, me comentaba en una ocasión, que él se había negado a administrar la comunión a unos amigos suyos porque consideraba que por la parte de él con matrimonio anulado, el proceso había sido un divorcio encubierto. Realmente en esto hay un severo problema. Yo fui testigo en el caso de un amigo y el aspecto más determinante fue la insistencia en que mi amigo "no estaba maduro para el matrimonio", tal como me lo preguntaron con respuesta inducida añadida: "¿Verdad que fulanito de tal no está maduro para el matrimonio?" a lo que tuve que responder que no, aunque me hubiese gustado responder: "¿y yo que sé? yo no me he casado con él." En cambio, los verdaderos motivos, realmente serios, pero que no están contemplados por el Derecho Canónico como causa de nulidad, ni se mencionaron. Y esto es lo que no puede ser. Este amigo fue inducido a un matrimonio mediante engaños, a causa de varias conductas "irregulares": ella embarazada del novio que tenía; el novio lavándose las manos de lo que le había dejado a la niñata; ésta buscando a un idiota que cargase con el mochuelo; y al final el "besugo" mordió el anzuelo. Dos meses más tarde de la ceremonia, ¡dos meses justos!, en los que no hubo ni consumación, el asunto iniciaba su andadura ante el Tribunal de la Rota. Pero lo importante era sin duda la inmadurez de él. ¡Manda castañas! y no digo otra cosa para no resultar grosero.
Pus bien, esto de la "inmadurez" es el argumento "celestial" que se han inventado para dar carta de naturaleza al "divorcio canónico", sólo que dicho de otro modo y con otros ropajes. Y, para mayor redundancia, sabido es que el asunto se resuelve siempre con el pecunio correspondiente, hoy más socializado pues los costes de todo el doble proceso se pueden abonar en "cómodos plazos".
Considero que ciertas situaciones, como la esa señora que da lugar al hilo, no son únicamente producto de un "totus revolutum" dentro de ciertas jerarquías, sino también motivadas por la jeta, el rostro, la caradura, o el cinismo de los afectados. No puede ser que ignoren de modo tan grosero lo que la Iglesia manda, no puede ser que hagan oídos sordos y se pasen por la taleguilla las normas canónicas. Y, sin embargo, es lo que vemos en multitud de los casos personales que habitan en el "reino de la caspa y el colorín". Es que hay gente que se ha casado canónicamente hasta tres y cuatro veces, y no por viudedad más alguna nulidad, sino todas las veces por anulación anterior. O sea, que seguramente eran inmaduros en el primero de los enlaces, anulado éste y vueltos a casar, seguían siendo inmaduros, lo que no impedía un tercer matrimonio... ¿y así hasta dónde? ¿acaso una persona no madura para el matrimonio canónico en caso de nulidad no debería tener con posterioridad una evaluación, así como una limitación de equis años hasta poder contraer el siguiente matrimonio?
Este es un tema demasiado complejo, aunque podría ser severísimo --solución definitiva--, pero yo tengo otras dudas al respecto: ¿cuándo Cristo instituyó la eucaristía en la última cena, Judas Iscariote también tomó el pan y el vino? Para mi el meollo de muchas dudas no se resuelve con citas o recurriendo aquí y allá, sino con reflexiones que conviene consultar. Y es que la realidad evidente es que Nuestro Señor, ateniéndonos a Los Evangelios, pasó sus años de vida pública "predicando, reconviniendo y perdonando" pero ¿a cuántos condenó?
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