Esos mismos argumentos se los oí decir en una ocasión a una profesora de primaria con respecto al crucifijo en las aulas. Decía que por qué había de presidir sus clases la imagen de un hombre torturado en un instrumento de ejecución tan salvaje como era el de la crucifixión. Y preguntaba después irónicamente qué nos parecería a los cristianos que se implantara la costumbre de poner una fotografía o una estatua de algún preso quemado por la silla eléctrica o ajusticiado por el garrote vil, la horca o la guillotina... (solo le falto hacer alguna referencia maliciosa a la hoguera... me imaginó que no se le pasó por su cabeza en ese momento, porque le hubiera quedado "a huevo", que se suele decir. Ahí, no estuvo tan "fina" la señora profesora. Le faltó algo de "ingenio", aunque le sobrara demasiada malicia....).
Pero lo cierto es que argumentos similares para camuflar el odio ancestral que sienten algunos hacia Cristo y Su Iglesia, suelen ser siempre bastante variopintos. Ponerse a refutarlos dialécticamente es como intentar razonar con el diablo... Los exorcistas lo saben muy bien; jamás entran en diálogo con ellos. El mal no admite retóricas ni componendas... Si viviéramos en una sociedad puritana, la queja posiblemente vendría dada por la "impúdica" desnudez que presenta el crucificado, etc, etc.
Aunque aquello que siempre se esconderá detrás, como bien nos lo recordó Unamuno, es un fuerte sentimiento confesional. Un poderoso sentimiento de repulsa, inspirado por la confesión de aquellos que militan, en algún momento de sus vidas, entre las fuerzas de los adoradores del Maligno. No es mas que eso... (y lo demás es retórica).
“La presencia del Crucifijo en las escuelas no ofende a ningún sentimiento, ni aún al de los racionalistas y ateos; quitarlo, ofende al sentimiento popular, hasta el de los que carecen de creencias confesionales.
¿Qué se va a poner donde estaba el tradicional Cristo agonizante? ¿Una hoz y un martillo? ¿Un compás y una escuadra? O ¿qué otro emblema confesional? Porque hay que decirlo claro, y de ello tendremos que ocuparnos: la campaña es de origen confesional. Claro que de confesión anticatólica y anticristiana. Porque lo de la neutralidad es una engañifa”.
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