Olor a oveja
JUAN MANUEL DE PRADA
En la provincia de Chiquitos, periferia del mundo, la madrugada se tensa como la piel de un tambor
EL Papa ha pedido sacerdotes con «olor a oveja» que salgan a la periferia a predicar el Evangelio; y sus palabras me han pillado en la periferia del mundo, oliendo precisamente así, por falta de higiene o por abundancia de Dios. Escribo estas líneas desde Bolivia, perdido en la provincia de Chiquitos, donde los jesuitas fundaron, allá a finales del siglo XVII, varias reducciones para proteger a los indígenas de la zona, al estilo de las que erigieron en otros lugares del Nuevo Mundo. La mayoría de aquellas sucursales del cielo serían pronto desmanteladas, tras la disolución de la Compañía en 1767; pero en Chiquitos las comunidades indígenas las mantienen orgullosamente vivas, velando por la fe que los hijos de San Ignacio trajeron a estos parajes.
Hasta San Ignacio de Velasco, capital de la provincia de Chiquitos, se llega después de muchas horas de coche, por caminos embarrados que dejan el cuerpo molido como cibera. Como ocurre en todas las misiones de la zona, la vida del lugar se orquesta en torno a la iglesia, de una arquitectura muy graciosamente tosca, con una techumbre sostenida por pilares de madera y paredes decoradas con frescos rudimentarios que representan una multitud de ángeles emplumados, apóstoles barbilampiños y motivos florales. Los santos de los retablos son de una rusticidad tremendista; y los Crucificados, llenos de heridas y verdugones, abrazan el dolor de estas gentes sufridas, de facciones cortadas a golpe de hacha, que rezan con una devoción pétrea y participan de las celebraciones de Semana Santa con una hondura grave que ya es imposible encontrar en las almas hastiadas de los españoles. Esa hondura grave se palpa, sobre todo, en la misión de Santa Ana de Velasco, la más humilde de los alrededores, donde acudimos a celebrar los oficios de Viernes Santo. El cuidado de la iglesia de Santa Ana está a cargo del «custodio del templo», un cargo hereditario que una misma familia se transmite, de generación en generación, desde la época jesuítica; es un hombre con algo de tótem milenario y algo de piedra jeroglífica, que enseña a los muchachos del coro a tocar el violín y la chirimía, como los jesuitas enseñaron a los primeros pobladores de la misión, y supervisa los preparativos de la procesión del Descendimiento, en la que los miembros del cabildo campesino desmontan un Crucificado con los brazos articulados y lo encaraman en un sepulcro festoneado de velas, un enjambre de velas que se van derritiendo, en un llanto silencioso, mientras el sepulcro es paseado en andas por las calles del pueblo. El cura de Santa Ana, un indio petiso y cordial, me confiesa a los pies del Crucificado; cuando me arrodillo para que me dé la absolución, me abraza muy efusivamente, como si quisiera trasmitirme el vigor de su fe, que hombres venidos de mi tierra avivaron en sus antepasados. Y en ese abrazo está, junto al perdón y la gratitud de Dios, el perdón y la gratitud de su raza, tal vez mi genealogía entera.
La vigilia del Sábado Santo la pasamos, lavados de pecados, en la misión de San José de Chiquitos. Las velas que se prenden en la llama del cirio pascual están hechas de sebo; y mientras la mecha se consume, llenando la iglesia abarrotada de un incienso pobre y menestral, el sebo derretido me abrasa las manos y resucita la sangre de mis venas, que llegó aquí exhausta y herida de mil desengaños; y que mientras tecleo este artículo palpita desvelada en las yemas de mis dedos. En la provincia de Chiquitos, Bolivia profunda y ancestral, periferia del mundo, la madrugada se tensa como la piel de un tambor, expectante de milagros, y el aire huele dulcemente a oveja, como cuando Dios se paseaba por la tierra, despertando a los gallos.
OLOR A OVEJA - ABC.es
Precioso Hyeronimus, ¡y que poético! Así son los caminos de Dios, hace siglos llegaron a éstas tierras españoles que trajeron la fe del Dios verdadero, hoy pareciera que esa semilla puesta debe retornar la fe verdadera a una tierra que parece haberla olvidado. Saludos en Cristo nuestro Señor.
¡Viva la Nueva España! ¡Viva la madre patria Española! ¡Viva la santísima virgen de Guadalupe!
Actualmente hay 1 usuarios viendo este tema. (0 miembros y 1 visitantes)
Marcadores