Front Royal, Virginia, enero 2016. Se encuentra actualmente en los Estados Unidos Monseñor Ignacio Barreiro Carámbula, de la Orden de la Legitimidad Proscrita, responsable de la oficina romana de Vida Humana Internacional y bien conocido de los carlistas militantes. Ha tenido la gentileza de traducir al español su sermón (originalmente predicado en inglés) en la fiesta de la Epifanía, Santos Reyes, día de la Monarquía Tradicional. Lo transcribimos a continuación.
El tiempo de Navidad culmina con la fiesta de la Epifanía, que es la manifestación de Dios ante el mundo entero. Según una antigua tradición que tiene sus orígenes en la Iglesia de Oriente, con esta fiesta se celebra no sólo la adoración del Niño Jesús por los Reyes Magos, sino también el bautismo de Jesús en el Jordán con la manifestación Trinitaria, y el primer milagro de Cristo, la transformación del agua en vino en las bodas de Caná. Asimismo la Iglesia, en su milenaria sabiduría, celebra esas fiestas de manera separada, para que podamos meditar mejor el valor de cada uno de estos tres acontecimientos. Dios se manifestó innumerables veces antes de la venida de Cristo, también lo ha hecho durante la vida de Cristo y, gracias a Su maravillosa generosidad que viene en auxilio de nuestra debilidad, ha continuado haciéndolo después de la Ascensión. Tenemos una Epifanía cada vez que podemos experimentar un milagro que transforma y cambia el orden natural. La sociedad contempla una epifanía cuando es gobernada por un monarca santo que refleja la luz de Dios, para que todos puedan verla y experimentarla. Por eso en España muchos celebran esta fiesta como la fiesta de la Monarquía Tradicional. Recordad que un gobernante es considerado legítimo si gobierna de acuerdo a la ley de Dios y refleja Su luz sobre la tierra. Podemos también hablar de una Epifanía cuando el sol bailó en el cielo de Fátima. En momentos en que la fe parece estar desapareciendo de la faz de la Tierra, solicitamos Su divina ayuda para que nos conceda más señales de su presencia y de su acción, si tal es Su divina voluntad.
Este contraste entre un mundo sumergido en las sombras y la luz que proviene de la presencia de Dios en el mundo ha sido bien descrito en la profecía de Isaías que acabamos de escuchar. En esta fiesta vemos a Cristo como la Luz del Mundo, la única luz que puede iluminar a aquellos que caminan en la oscuridad y a la sombra de la muerte, como nos recuerda San Gregorio Nacianceno. Para los Padres griegos de la Iglesia, la peor tragedia del hombre es la ignorancia de Cristo. Este antiguo y valioso enfoque, que forma parte de la sabiduría tradicional de la Iglesia, se ve confirmado por la oscuridad que experimentamos en el mundo contemporáneo, que no conoce realmente a Cristo ni Su poder salvador, o tiene una idea errónea de lo que es Cristo, o, peor aún, le ha vuelto la espalda.
En la Navidad el Niño Jesús fue adorado por un pequeño grupo de pastores, en la Epifanía celebramos la manifestación de la gracia salvadora del Señor para el mundo entero, al ser adorado por tres Reyes plenos de sabiduría que representan a toda la humanidad. La tradición los describe como siendo uno caucásico, otro africano y el tercero oriental, o sea que en ellos están representados los tres principales grupos étnicos del mundo. Otra tradición los presenta como siendo uno muy joven, otro de edad madura y el tercero ya entrado en años. Así se ven reflejadas las tres etapas de la vida humana.
Los Reyes sabios eran guiados por una estrella milagrosa enviada por Dios para orientarlos. Dejemos de lado las explicaciones astronómicas racionalistas que no son demasiado convincentes, y aceptemos esto como un milagro que cambió las leyes de los movimientos astronómicos. San Agustín explica en uno de sus sermones sobre la Epifanía de qué manera esta estrella destruyó las falsas interpretaciones de los astrólogos y las falsas creencias de los adoradores de estrellas. Hoy en día diríamos que destruye el arrogante conocimiento de los adoradores de la ciencia, que en muchos casos es una falsa ciencia. En cambio debemos adorar al Creador del Cielo y de la Tierra. Una nueva estrella brilló en el cielo, profetizando la venida de Cristo; el cielo se oscureció marcando Su muerte; en Su última venida Su luz eclipsará cualquier luz que hayamos experimentado o que podamos experimentar. Los Reyes Magos no estaban buscando simplemente un nuevo rey de los judíos, lo que hubiera sido irrelevante para ellos: estaban buscando al nuevo rey de Israel, que sería también el rey eterno destinado a reinar por los siglos de los siglos.
Los regalos de los Reyes Magos contienen un importante mensaje sobre la naturaleza del Hijo Divino. Un mensaje que estos grandes hombres recibieron antes de ver a Cristo, antes de emprender su viaje, cuando fueron guiados por una inspiración interior de Dios al elegir los regalos que llevarían. Por lo tanto, antes de adorar al Señor visiblemente encarnado, comenzaron a adorarlo en sus mentes y sus corazones, con la esperanza de llegar a verlo de forma visible. El incienso proclama la divinidad del Niño Jesús. El incienso es ofrecido ante todo a Dios. Recordad cuántos cristianos fueron martirizados durante las primeras persecuciones romanas por haberse negado a ofrecer una pizca de incienso a los ídolos infames y abominables, tan bien descritos por San Agustín en La Ciudad de Dios. Esto también nos hace pensar que el mundo cada vez más tiránico en que nos toca vivir está dispuesto a perseguirnos si no nos plegamos a lo que resulta ser políticamente correcto. Esto sucede porque nos negamos a ofrecer el incienso de nuestra aceptación a muchas de las abominaciones contemporáneas que violan la ley natural y divina. La mirra fue ofrecida como señal de su naturaleza humana. Es también un recordatorio profético de la mirra mezclada con vino que fue ofrecida a Cristo en su Pasión, y de la mezcla de mirra y otras hierbas preparada para preservar el cuerpo de Cristo por las mujeres que Lo habían asistido durante su ministerio público, y se mantuvieron a Su lado hasta el amargo fin. Por fin el oro representa la majestad de Cristo, claramente proclamada en la liturgia de esta fiesta, que forma parte del magisterio perenne de la Iglesia. Representa los tributos e impuestos debidos a los reyes terrenales u otras autoridades civiles. Igualmente se refiere a la obligación de todo cristiano de ayudar materialmente a la Iglesia y demás obras de caridad, en función de sus medios económicos y de sus obligaciones familiares.
Estos regalos simbólicos deben llevarnos a meditar sobre los regalos que nosotros, como cristianos, deberíamos ofrecer a Dios, como nos recuerda San León Magno en su segunda homilía sobre la Epifanía. El Señor nos pide que nos comprometamos y trabajemos seriamente, porque el Reino de Dios no será dado a aquellos que duermen, sino por el contrario a las personas que emprendan esfuerzos serios y constantes para poner en práctica los mandamientos, y se comprometan en obras corporales y espirituales de misericordia. En nuestro caso particular, además de practicar los Mandamientos, el Señor nos ha concedido la especial vocación de proclamar el Evangelio de la Vida, y por lo tanto en esta Epifanía nuestro regalo al Rey recién nacido consiste en fortalecer nuestros esfuerzos por proclamar la verdad integral de la Iglesia sobre la Doctrina de la Fe, y de manera particular sobre la vida y la familia. Nuestros esfuerzos por vivir y proclamar la Fe se verán recompensados con nuestra entrada en Su Reino eterno, pero servirán asimismo como medio para establecer su Reino Social en la tierra.
El Señor se ha manifestado a Sí mismo ante el mundo, pero tras dos mil años su presencia parece haber sido silenciada. El Señor estableció Su Iglesia para mantener Su presencia hasta el fin del mundo, por lo tanto la Iglesia, y nosotros como parte de la misma, debemos encontrar la manera de seguir presentando el mensaje salvador de Cristo de todas las maneras posibles. Debemos presentar este mensaje de tal forma que provoque la misma admiración y el mismo prodigio que produjo en quienes lo escucharon por primera vez. Acompañados al mismo tiempo por la belleza de la liturgia que llevó a convertirse a los delegados de Kiev luego de presenciar la Divina Liturgia en Santa Sofía de Constantinopla. Así como convirtió los corazones de los Reyes Magos antes de ver al Niño Jesús, de la misma manera la gracia del Señor opera en los corazones y las mentes de muchos hombres de nuestros días; pero así como los Reyes Magos vieron confirmada su fe interior al contemplar al Niño, asimismo el hombre contemporáneo necesita presenciar nuestro testimonio convincente como prueba de que el movimiento interior del alma puede verse confirmado. Con profunda humildad le rogamos nuevamente al Señor para que en estos tiempos trágicos de nuestra historia, Él confirme mediante acciones especiales la Fe que proclamamos.
Al comenzar el año nos deseamos unos a otros un feliz y próspero Año Nuevo. No tengáis duda de que el año que comienza será feliz y próspero si seguimos los caminos del Señor. Por lo tanto, lo que os deseo con toda sinceridad es que realmente aceptéis el Reino de Dios en vuestros corazones y vuestras mentes, para que Él pueda gobernar realmente la sociedad. Entonces todo lo que necesitamos nos será dado por añadidura, porque nadie puede derrotar la generosidad del Señor.
Que el Señor os bendiga y os ampare.
Agencia FARO
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