Purga en Culto Divino: 27 miembros despedidos
02/11/2016
El Card. Sarah queda solo y sin ningún poder
Editor y Responsable
Mientras Francisco celebraba Halloween en Suecia con una comparsa de hombres y mujeres disfrazados de clérigos, su diligente mano ejecutora cargaba contra el elenco completo de la Sagrada Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, salvo su titular, el Cardenal Sarah. El moreno cardenal senegalés está en jaque desde que participó en la resistencia contra las novedades nacidas de los sínodos (contra) la familia, que luego eructaron el documento Amoris Laetitia.
Pero también por su empeño en seguir adelante con lo que el Papa Benedicto dio en llamar la “reforma de la reforma”, a saber, un disciplinamiento de la liturgia romana, hoy colapsada por la imaginación de los miles de celebrantes y concelebrantes. Llegó a anunciar una importante reforma para este mes, que luego fue desmentida por la Oficina de Prensa de la Santa Sede. (ver aquí)
Discutir el Novus Ordo parece una antigualla. Hay que discutir –si alguien gusta, adelante- las incontables versiones escritas en distintas lenguas y las infinitas versiones cotidianas de la ex misa. Allí cada celebrante, motu proprio o con el apoyo de su séquito laico, hacen las cosas más increíbles. El mismo concepto de “abuso litúrgico” pierde sentido. Hay abuso cuando se viola una ley o un modelo, digamos, de ceremonia. Cuando todo es posible, no tiene sentido recurrir a la idea de “abuso”, sino más bien a la de caos litúrgico. Aunque también ya la calificación de “litúrgico” pierde realidad en la mayoría de los casos. Los nuevos sacerdotes ignoran el sentido mismo del culto.
Por curioso que parezca, los clérigos africanos fueron de los primeros en usar la excusa de la “inculturación” para hacer de las ceremonias de la Iglesia, en especial la misa, una merienda de monos. Danzas, palmas, hasta sacrificios de animales (como para conectar con la raíz cultural de algunos de los fieles), se ha visto de todo. Pero Europa no se quedó atrás y ni Asia ni América tampoco. Sin embargo, de Africa salió también una élite de obispos preocupados por la dignidad de los ritos. Y entre las figuras que más esperanzas suscitaron a los católicos preocupados por el desmadre litúrgico, podemos mencionar al Card. Arinze, nigeriano, al Card. Thiandun en su momento, y al actual Card. Sarah, ambos de origen senegalés.
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En sus libros “Solo Dios” y en particular “Después del Silencio”, Sarah defiende la idea de culto como alabanza debida a Dios en conformidad con la tradición apostólica. Desde Asia también se han esperanzado los católicos más tradicionales con la figura del Card. Ranjith, Arzobispo de Colombo, Shri Lanka, quien fuera dos veces Secretario de esta congregación y dos veces devuelto a su patria por su deseo de reformar la liturgia reformada, volviéndola a su forma más tradicional. Ambos son cultores de la misa tradicional latina, el “rito extraordinario”, y han interactuado con, por ejemplo, el Card. Burke en este y otros puntos que irritaron mucho a los ultraprogresistas. Burke ya pagó con su exilio, cuando fue depuesto de la Signatura Apostólica a la “capellanía” de la Orden de Malta. Sarah, que desafió a Francisco públicamente, fue humillado hace poco por él, que lo desplazó de la función de conferencista en la apertura del año académico del Instituto Juan Pablo II (ver noticia aquí).
Pero la cosa no quedó allí. En su momento, al asumir Francisco, se habló de que el dicasterio que preside hoy el Card. Sarah quedaría en manos de Mons. Piero Marini. Este Marini (no confundir con su sucesor que lleva el mismo apellido) fue “maestro de ceremonias” del papa Juan Pablo II, y organizador de las celebraciones litúrgicas de sus viajes. En ellas hemos visto los horrores litúrgicos más grotescos, desde una joven mahorí leyendo en el atril de la misa pontificia con un vestido “tradicional” (o sea, en topless) hasta unos brujos indios que realizaron una “limpia” o ceremonia de purificación a un ya decadente Woytila, antes de canonizar a dos familiares de la Santa Inquisición que fueron martirizados por denunciar la recaída de sus hermanos indígenas en el paganismo satánico de los aztecas. De modo que los nuevos santos quedaron como traidores de sus creencias paganas, puesto que esas mismas se realizaron en una ceremonia papal… ¿alguien lo puede entender?
Este Marini nunca fue hasta ahora Prefecto del Culto Divino, aunque ganas no le faltan. Ni títulos, al decir de algunos, ya que fue la mano derecha de Mons. Bugnini. Por si alguien no lo recuerda, fue el artífice del Novus Ordo Missae, o sea, la reforma litúrgica que devino en lo que dijimos más arriba. Y luego de tan pía obra fue castigado por Paulo VI que lo envió a Persia como legado apostólico. Allí murió, dejando tras de sí abundante documentación sobre su pertenencia a la Masonería. Nada de esto es nuevo.
Pero volvamos a lo que debe considerarse una “purga” al mejor estilo estalinista o del líder norcoreano: todos los miembros de la Congregación del Culto fueron removidos de un plumazo. Entre ellos Ranjith, Burke, Pell, y Oullet, todos prefectos o exprefectos de línea más conservadora. Mauro Piacenza, Angelo Bagnasco… todos cardenales. La vieja guardia ratzingeriana. Es decir, Sarah quedó solo con su alma, porque la nueva corte de colaboradores incluye a personajes tan acreditados como… obviamente, Piero Marini. (¿En bandeja de salida para reemplazar a Sarah cuando se vea obligado a renunciar porque nadie le hace caso en su propia casa?)
Otros miembros debutantes: Card. Pietro Parolín, Prefecto de la Secretaría de Estado. Card. Beniamino Stella, gran enemigo de la liturgia tradicional. Y otros que se confirmarán.
Sarah deberá renunciar, antes o después, sin poder para hacer nada, en desgracia con Francisco, y rodeado de enemigos.
Así las gasta Francisco con los que se le atreven, más allá de su declamada misericordia y de su espíritu colegial. Del que los argentinos podemos decir algo: nada menos grato a Bergoglio que las decisiones consultadas o la tolerancia con los disidentes. En cuanto puede los manda apuñalar, y si es por la espalda, mejor.
De donde tiene algo de príncipe del Renacimiento, aunque le pese.
Fuente: PANORAMA CATÓLICO INTERNACIONAL
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