Me acaban de regalar un arma automática que siempre llevaré conmigo por seguridad personal
Javier Navascués 9 abril 2022
He de reconocer que últimamente usaba siempre el típico Rosario de plástico que se ilumina por la noche. Una procesión de luz en la oscuridad del lecho que espanta a Satanás y lo seguiré teniendo, pero creo que un caballero católico merecía algo mejor.
El motivo no es otro que el haber destrozado muchos Rosarios y mi escasa paciencia con ello. Llega un momento en el que de repente se rompe por el punto más débil. Y el objeto sacro se deshilacha en bolitas de anís. No he logrado descifrar el misterio del eslabón perdido en la cadena del Rosario.
Por eso me hacía falta un Rosario hecho con una cuerda recia, a prueba de bomba y ya de pasó encargué que me lo hicieran con las cuentas bien grandes. Es una cuenta que tenía pendiente. Bien grandes para vencer el respeto humano de los católicos de la secreta que se esconden de su fe. Me gusta rezar el Rosario caminando y sin ánimo de vanidad ni ostentación, me agrada dar testimonio público de esta devoción que abre las puertas del Cielo o dicho de otra manera que une el Cielo con la tierra, que acorta la distancia entre el gozo eterno y este valle lacrimoso.
Como sabrán la mayoría de ustedes, la Virgen lo ha pedido encarecidamente en las apariciones de Lourdes o Fátima, por nombrar dos de las más universalmente conocidas. Ha pedido rezar el Rosario todos los días, no ir a Misa todos los días, aunque sea muy recomendable hacerlo. Si quieres la paz, prepárate para la guerra.
Siempre, pero más en estos tiempos vivimos una guerra encarnizada contra los enemigos del alma: mundo, demonio y carne.Entendemos por mundo, no las obras de la creación, sino el espíritu del siglo opuesto al Evangelio. No puede haber nada más opuesto a ello que la mundanidad que rebosan las nuevas babilonias del siglo XXI, cualquier ambiente de la vida pública y social, salvo aquellos pequeños islotes de cristiandad que aún no se han hundido en el océano del averno. Por eso es necesario el Rosario.
La existencia del demonio es dogma de fe. El ángel caído Lucifer y la legión de ángeles que con él se precipitaron al abismo infernal conservan su naturaleza angélica y buscan nuestra perdición, arrebatar nuestra alma de los brazos de Dios. Por eso es necesario el Rosario para invocar a Aquella que aplasta la cabeza de la serpiente inmunda.
Entendemos por carne nuestra inclinación al pecado. Es el peor de los tres enemigos por no ser externo, sino por llevarlo dentro de nosotros. Por eso es necesario el Rosario para que la Medianera Universal de todas las gracias nos de aquellas gracias necesarias para nuestra perseverancia final. Pedimos que ruegue por nosotros pecadores en el momento presente y en el de nuestra muerte.
Munición extra
Este Rosario recio, viril que evoca a aquel que otrora llevaban los caballeros cristianos, los cruzados cuenta con una munición extra. Está coronado por una preciosa medalla de San Benito en forma de cruz. Un poderoso sacramental contra Satanás. También cuenta con la Medalla Milagrosa, que tantos prodigios a obrado en la cristiandad. No podía faltar en mi caso la medalla de la Virgen del Pilar, pues soy caballero de tan augusta Señora, a la que dedico y consagro este blog. Completan el pentagrama angélico una medalla de la Santa Faz de Nuestro Señor y otra del Sagrado Corazón de Jesús.
Animo a todos los lectores, que aún no lo hagan, a rezar diariamente el Santo Rosario. Lo ideal es rezarlo ante el Sagrario. Y a tener un buen Rosario, pues es el arma que siempre nos debe acompañar para la seguridad de nuestra alma. El diablo, como león rugiente, anda buscando a quién devorar, pero si el maligno ve el Rosario sale por patas, mucho más aún claro si se reza y más todavía si se reza con devoción. Recuerdo la leyenda áurea de un rey castellano que se salvó por llevar siempre a la vista de todos un Rosario colgado del cinturón. Nunca lo rezó, pero al ver el pueblo que el rey lo llevaba, muchos lo rezaron y se convirtieron. Si ustedes, al igual que yo, no son reyes, no les basta con llevarlo, sino que hay que rezarlo.
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