¡ Oh María Inmaculada Amada Patrona de España ! Velad por España, Nación Mariana por Excelencia, rogad por España; salvad a España, que cuanto más culpable, mayor necesidad tiene de vuestra poderosa intercesión. Una súplica a vuestro Divino Hijo Jesús, que reposa en vuestros virginales brazos, y España será salvada.
¡ Oh Jesús, Corazón Divino oculto en el Santísimo Sacramento, tan amado por los españoles, por María su Patrona, salvad a España ! Porque extendió Tu Nombre y el Reinado de la Cruz por todo el mundo, que vea palpablemente tu soberana protección, y porque confía en Aquélla que aplastó la cabeza del infernal dragón, que sean desbaratados sus perversos planes.
¡ Oh Jesús Sacramentado ! ¡ Oh María Inmaculada ! Velad, velad por ella; salvad a esta España tan vuestra de cuantos peligros puedan amenazar su Fe y la paz y la tranquilidad del orden.
Oración por España
Señor: Te pido por España, mi Patria.
La tierra que recibió en Zaragoza la visita en carne mortal de tu Santísima Madre, la Virgen del Pilar.
La que conserva el cuerpo de tu Apóstol Santiago.
Aquella cuyas excelencias cantó San Isidoro.
La que llenó de mártires el emperador Diocleciano.
La que Recaredo consagró a tu protección.
La que hizo frente al Islam por espacio de ocho siglos hasta ver la Cruz en las torres de la Alhambra.
La que derramó tu Luz por todo el Orbe y en cuyos dominios no se ponía el sol.
La que te ofrendó un Nuevo Mundo llevando su sangre, su lengua y su religión.
La que se opuso a que Europa fuera arrasada por los turcos y nos dió un Manco, gloria de las letras.
La que Menéndez Pelayo definió, con toda justicia, como “evangelizadora de la mitad del Orbe, martillo de herejes, luz de Trento y cuna de San Ignacio”.
La que te dio Santos de la talla de un Isidoro, una Teresa, un Juan de la Cruz, un Eulogio o un Francisco Javier, miles de sacerdotes y misioneros y una legión de mártires que supieron ofrendarte sus vidas antes de claudicar de su fe.
La misma España que ahora está moribunda por culpa de unos gobernantes que quieren desterrar la fe de nuestras almas, tu doctrina de la sociedad y tu presencia del ámbito público.
Te ruego por España, Señor.
José Jurado Saldaña
¡Señor! ¡Mi patria llora!
La apartaron, ¡oh Dios!, de tus caminos,
y ciega hacia el abismo corre ahora
la del mundo de ayer reina y señora
de gloriosos destinos.
Hijos desatentados,
que ya la vieron sin pudor vencida,
la arrastran por atajos ignorados...
¡Señor, que va perdida!
¡Que no lleva en su pecho la encendida
luz de tu fe que alumbre su carrera!
¡Que no lleva el apoyo de tu mano!
¡Que no lleva la Cruz en la bandera
ni en los labios tu nombre soberano!
¡Señor! ¡Mi patria llora!
¿Y quién no llorará como ella ahora
tremendas desventuras,
si fuera de tus vías
sólo hay horribles soledades frías,
lágrimas y negruras?
¿Quién que de Ti se aleje
camina en derechura a la grandeza?
¿Ni quién que a Ti te deje
su brazo puede armar de fortaleza?
Solamente unos pocos pervertidos,
hijos envanecidos
de esa Madre fecunda de creyentes
pretenden, imprudentes,
alejarla de Ti: son insensatos;
olvidan tus favores: son ingratos,
desprecian tu poder: están dementes.
Pero la patria mía,
por Ti feliz y poderosa un día,
siempre te ve, Señor, como a quien eres,
y en Ti, gran Dios, en Ti sólo confía;
que es grande quien Tu quieres,
fuerte quien tiene tu segura guía,
sabio quien te conoce,
¡y feliz quien te sirva y quien te goce!
¡Señor! ¡Mi patria llora!
Ebria, desoladora,
la frenética turba parricida
la lleva a los abismos arrastrada,
la lleva empobrecida...
¡la lleva deshonrada!...
¡Alza, Señor, tu brazo justiciero,
y sobre ellos descarga el golpe fiero,
vengador de sus ciegos desvaríos!...
¡No son hermanos míos
ni hijos tuyos, Señor! ¡Son gente impía!
¡Son asesinos de la patria mía!
¡Señor, Señor; detente!
¡No hagas caer sobre la impura gente
el rudo golpe grave
de la iracunda mano justiciera,
sino el toque suave
de la mano que funde y regenera!
Y a Ti ya convertidos,
los hijos ciegos a tu amor perdidos,
aplaca tus enojos,
la noche ahuyenta, enciéndenos el día
y pon de nuevo tus divinos ojos
en los detinos de la patria mía.
¿No es ella la que hiciera
con los lemas sagrados
de la Cruz y el honor una bandera?
¿La que tantos a Ti restituyera
pueblos ignotos de tu fe apartados,
que con sangre de intrépidos soldados
y con sangre de santos redimiera?
¿Y Tú no eres el Dios Omnipotente
que quitas o derramas con largueza
gloria y poder entre la humana gente?
¿No eres prístina fuente
de donde ha de venir toda grandeza?
¿No eres origen, pedestal ingente,
de toda fortaleza?
¿No es toda humana gloria
dádiva generosa de tu mano?
¿No viene la victoria
delante de tu soplo soberano?
¡Señor, oye los ruegos
que ya te elevan los hermanos míos!
¡Ya ven, ya ven los ciegos!
¡Ya rezan los impíos!
¡Ya el soberbio impotente
hunde en el polvo, ante tus pies, la frente!
¡Ya el demente blasfemo, arrepentido,
cubre su rostro, el pecho se golpea
y clama compungido:
¡Alabado el Señor, bendito sea!
Y los justos te aclaman,
alzando a Ti los brazos, y te llaman;
y porque España sólo en Ti confía,
al unísono claman
todos los hijos de la Patria mía:
¡Salva a España, Señor; enciende el día
que ponga fin a abatimiento tanto!
¡Tú, Señor de la vida o de la muerte!
¡Tú, Dios de Sabaoth, tres veces Santo,
tres veces Inmortal, tres veces Fuerte!...
José Mª Gabriel y Galán
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