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Honores1Víctor
  • 1 Mensaje de Gothico

Tema: San Andres Apostol

  1. #1
    Avatar de Maran
    Maran está desconectado Miembro graduado
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    San Andres Apostol

    Leyendo la vida de San Andres Apostol, me surge una duda: ¿Como siendo éste la cabeza visible de la Iglesia Ortodoxa, al igual que Pedro en la Catolica, es simbolo de la tradición española?


    Muchas gracias

  2. #2
    Gothico está desconectado Miembro Respetado
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    Re: San Andres Apostol

    San Andrés no es propiamente símbolo de la tradición española (la cual se simboliza mejor por Santiago Apóstol) sino, si acaso, la llamada Cruz de San Andrés, en forma de aspa.

    El origen de tal Cruz en España procede de la influencia de Borgoña, de donde era emblema nacional, por ser su patrón San Andrés. Posteriormente esa Cruz (llamada también de Borgoña), desde Felipe el Hermoso, pasó a España y se mantuvo en los pendones de los tercios españoles.
    Triaca dio el Víctor.

  3. #3
    Avatar de Hyeronimus
    Hyeronimus está desconectado Miembro Respetado
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    Re: San Andres Apostol

    Bienvenido de vuelta, Gothico. Se te echaba de menos.

  4. #4
    Avatar de Yzurdiaga
    Yzurdiaga está desconectado Miembro graduado
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    Re: San Andres Apostol

    30 de Noviembre: San Andrés

    30 de noviembre
    SAN ANDRÉS,
    Apóstol
    n. en Betsaida; † crucificado en Grecia
    Patrono de pescadores; pescaderías; Grecia; mujeres solteras; mujeres que desean ser madre; vocalistas.
    Protector contra la gota y dolores de garganta.



    Líbreme Dios de gloriarme,
    sino en la cruz de Nuestro Señor Jesucristo.
    (Gálatas 6, 14)

    San Andrés, pescador de Betsaida en Galilea, hermano de Simón Pedro y, primero, discípulo de San Juan Bautista, fue, después de la Ascensión, a predicar el Evangelio en Tracia, en Escitia y, después, en Grecia. Fue apresado bajo Nerón, azotado varias veces y por fin, condenado a morir crucificado. Regaló sus vestiduras al verdugo y, en cuanto vio la cruz, la abrazó exclamando: “¡Oh buena cruz, cuánto tiempo hace que te deseo!” Desde lo alto de ella predicó durante dos días el Evangelio a la multitud que presenciaba su suplicio.

    MEDITACIÓN
    SOBRE LA CRUZ DE SAN ANDRÉS
    I. San Andrés había deseado durante mucho tiempo la cruz y había preparado su espíritu para recibirla. Imita esta santa previsión y prepárate para padecer valerosamente las más duras pruebas. Pide a Dios que te castigue según su beneplácito. Si te escucha, la cruz te será dulce; si no te escucha, no por eso quedarán sin recompensa tus buenos deseos. Di con San Andrés: Oh buena Cruz, oh Cruz por tanto tiempo deseada, sepárame de los hombres para devolverme a mi Maestro, a fin de que Aquél que me ha redimido por la cruz, me reciba por la cruz.

    II. San Andrés se alegró a la vista de su cruz porque debía morir como su divino Maestro. Cuando veas tú que se te aproximan la cruz y los sufrimientos, que este pensamiento te fortifique. Jesús ha padecido todos estos tormentos y mucho más crueles aun, para endulzarme con su amargura. En lugar de imitar a este santo Apóstol, ¿no tiemblas tú, acaso, a la vista de las cruces y de las aflicciones?

    III. Considera que no es San Andrés quien lleva la cruz, sino la cruz la que lleva a San Andrés. Si llevas tú la cruz como él, ella te llevará, no te incomodará, te ayudará a evitar los peligros del mundo. Si no llevas tu cruz con alegría y buena voluntad, será preciso que la arrastres gimiendo. Nadie está exento de cruz en este mundo; siente menos su pesadez quien la lleva alegremente por amor a Dios. La cruz es un navío; nadie puede atravesar el mar del mundo si no es llevado por la cruz de Jesucristo (San Agustín).


    El amor a la Cruz.
    Orad por la conversión de Inglaterra.



    ORACIÓN
    Oíd nuestras humildes plegarias y concedednos, Señor, que el Apóstol San Andrés, que instruyó y gobernó a vuestra Iglesia, interceda continuamente por nosotros ante el trono de vuestra divina Majestad. Por J. C. N. S.

    Fuentes:
    - Santoral de Juan Esteban Grosez, S.J. - Tomo IV; Patron Saints Index.
    No admitiremos en el Estado Nacionalsindicalista ninguna política enemiga y menos aquélla que se disfrace con aspectos de religión. La religión no puede ser ya en España instrumento de perturbación en manos de populistas (sic.=Acción Popular), de masones y de anormales. Queremos Liturgia, Evangelio, Santidad, no parodias ni folletos, ni políticas con aspavientos de Religión. Ya es hora de que tengamos una Religión de Apóstoles, no una Religión de abade.

  5. #5
    tautalo está desconectado Uno más... que no se rinde
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    Re: San Andres Apostol

    No obstante, aunque es muy pertinente la puntualización de Góthico sobre el origen borgoñón de la Cruz de San Andrés en nuestras armas nacionales, hay que tener en cuenta que la intercesión de San Andrés también puede verificarse en la Edad Media, en muchos lugares. Por ser mi patria chica, citaré la reconquista de la Ciudad de Baeza.

    "Partió luego el conde [D. Lope Díaz de Haro, Señor de Vizcaya] con estos quinientos caballeros y entró en el alcázar de Baeza año de 1227, día de San Andrés, antes que amaneciese el día, por la misma puerta que en su memoria llaman hoy la puerta del Conde, que está en el alcázar en medio de dos torres."

    Esa es la razón de que los caballeros ganadores de Baeza cargaran sus escudos heráldicos con las Aspas de San Andrés, tal como las podemos ver también en el escudo de Vizcaya. Y no, como quería Sabino Arana, en memoria de ninguna batalla de Arrigorriaga.

    "Asímismo tomaron por orla de sus armas muchos de los caballeros que con el conde D. Lope Díaz de Haro fallecieron en esta empresa, ocho aspas de oro en campo de sangre, más ó menos como se verá en estos escudos, y otros tomaron la aspa por divisa, porque día del glorioso apóstol san Andrés vencieron los moros de ella, y la conquistaron libertando el alcázar y los que dentro estaban, haciendo alzar a los moros el cerco con tan ilustre victoria".

    Las citas son del armorial "Nobleza de Andalucía" de Gonzalo Argote de Molina.

    El hecho puede ser aislado, en efecto, pero no deja de venir a colación para acreditar el arraigo de San Andrés en la Historia de España.


  6. #6
    Avatar de juan vergara
    juan vergara está desconectado Miembro Respetado
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    Re: San Andres Apostol

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    ACM

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    Estimados todos: Si bien soy un miembro novel, y esta es mi tercera intervención, soy un asiduo visitador del foro , y -al igual que Hyeronimus- también me alegro de la reaparición de Gothico, ya que hacía algún tiempo que no veía.
    Con relación a este Apostol podemos recordar que nació en la aldea de Betsaida (en arameo “casa de la pesca”), provincia de Galilea, junto al lago de Genesaret (Tiberíades). De la misma ciudad provenían San Pedro, san Juan Evangelista, San Felipe y Santiago el Mayor. Su padre se llamaba Juan.
    Su oficio era el de pescador; su hermano San Pedro tenía barca propia; lo que supone que sobresalían de aquellos pescadores que no poseían dicho medio.
    Su nombre es de origen griego y significa “el valiente y varonil”. La liturgia griega lo distingue con el título de “procletos”; es decir “el primer llamado”.
    Fue discípulo de San Juan Bautista el precursor[1]; el que fue santificado en el seno materno[2], aquél que preparó el camino de Jesús; del cual dijo no ser digno de atarle la correa de su sandalia; quién bautizó a Jesús y dio testimonio de Él[3], siendo degollado por mandato de Herodes. Es decir que San Andrés se encontraba próximo a “la voz del que clama en el desierto” y recomendaba enderezar el camino del Señor.[4]
    Precisamente hallándose San Andrés junto a San Juan Bautista, pasó Jesús, y el Bautista dijo: -“He aquí el Cordero de Dios”; San Andrés, que estaba con san Juan Evangelista siguió a N. S. Jesucristo, el cual se volvió y les dijo: –“¿Que buscáis?”, y ellos respondieron:-“Muéstranos donde moras”; “Venid y lo veréis”. Fueron y se quedaron con Jesús desde las cuatro de la tarde hasta la mañana siguiente[5]. Comenta San Agustín: “¡Qué dichoso día pasaron, que maravillosa noche! ¿Quién nos dirá lo que oyeron de boca de Jesús? Labremos también nosotros una casa en nuestro corazón, donde venga El y nos comunique en suaves coloquios sus divinas enseñanzas”[6].
    Al día siguiente, San Andrés corre en busca de su hermano. Está iluminado, con la rebosante alegría del que encontró el Camino, la Verdad y la Vida. Sin titubeos, con la firmeza del converso militante le da la gran noticia a San Pedro: “Invenimus messiam!”[7]; “Hemos hallado al Mesías!”. Tiene el privilegio de ser el primer apóstol que proclamó sin tapujos la llegada del Mesías, “y lo llevó a Jesús” [8]. Comentan San Juan Crisóstomo, San Cirilo, Beda el Venerable y Teofiloacto, cómo San Andrés no enterró su talento, y aunque era sólo un pescador, enseguida encontró a Jesús lo empezó a predicar[9].
    Cabe destacar, por su trascendencia, esta circunstancia en la cual San Andrés, fiel instrumento de la providencia, presentó a San Pedro a Jesús, quien “fijando en él su mirada dijo –Tu eres Simón, el hijo de Juan, tu te llamaras Cefas (Pedro)”[10].
    A los cuatro días se celebraron las bodas de Caná, a las cuales “Jesús fue invitado con sus discípulos”[11] Del relato evangélico se desprende que estos discípulos debieron ser: San Andrés, San Pedro, San Juan, San Felipe, San Bartolomé (Natanael), y muy probablemente Santiago el Mayor, que era hermano de San Juan[12].
    Por lo tanto San Andrés fue testigo presencial del primer milagro público de Jesús, en que la Sma. Virgen “adelantó la hora” y con su simple oración “Haced lo que El os diga”[13] demostró su piedad filial, la importancia de la auténtica amistad, y el ser intercesora y Mediadora de todas las Gracias.
    Pasados unos días Jesús prosiguió su camino, tiempo después retornó a Galilea; allí encontró nuevamente a San Andrés y San Pedro “que estaban arrojando las redes en el lago”, y les dijo: -“Venid en pos de Mi, y os haré pescadores de hombres. Y al punto, dejando sus redes lo siguieron”[14].
    San Juan Crisóstomo comenta: “Considerad su fe y obediencia, pues oyendo en medio de sus ocupaciones a Jesús, no opusieron ninguna dilación, ni se mostraron remisos o perezosos, ni dijeron: volvamos antes a visitar a los parientes, sino que abandonando todas las cosas, le siguieron… tal obediencia exige de nosotros Jesucristo, no difiramos ni por un instante el obedecer, aunque se interpongan cosas que nos parezcan necesarias”[15].
    También San Andrés oirá a Jesús predicar en la Sinagoga de Cafarnaum expulsar al demonio de un hombre poseído, será testigo de la curación de la suegra de San Pedro y presenciará la cura de numerosos enfermos y endemoniados[16].
    En el milagro de la primera multiplicación de los panes, San Andrés advertirá que había un muchacho que tenía cinco panes de cebada y dos peces, y se preguntará “pero, ¿Qué es esto para tantos?”[17].
    San Andrés será uno de los apóstoles que “sentado en el monte de los olivos” junto con Pedro, Santiago y Juan le preguntarán a Jesús cual sería la señal de la proximidad de los últimos tiempos[18]. Y oirá directamente de Jesús: - “Mirad que nadie os induzca a error. Muchos vendrán en mi nombre diciendo yo soy, y extraviaran a muchos… estad alerta; os entregarán a los sanedrines y en las sinagogas seréis azotados y compareceréis ante los gobernadores y los reyes por amor de Mi y para dar testimonio ante ello[19]; seréis aborrecidos de todos los pueblos a causa de mi nombre, se levantarán falsos profetas que engañarán a muchos y por el exceso de maldad se enfriará la caridad de muchos, mas el que persevere hasta el fin, ese será salvo… cuando vierais la abominación de la desolación predicha por el profeta Daniel en el lugar Santo, el que esté en Judea, huya a los montes… porque entonces habrá una tan gran tribulación cual no la hubo desde el principio del mundo hasta ahora ni la habrá… si alguno dijera: aquí está el Mesías, no le creáis, porque se levantarán falsos Mesías y falsos profetas, y obrarán grandes señales y prodigios, para inducir al error, si fuera posible, aún a los mismos elegidos”[20].
    San Pedro – su hermano – tenía casa en Cafarnaum; y en ella se hospedaba Jesús cuando predicaba en aquella ciudad; de allí que San Andrés también se albergaría en dicha vivienda, participando estrechamente de los dichos y hechos de Nuestro Señor.
    Cinco días antes de la última Pascua en que Jesús Instituiría la Sagrada Eucaristía, entró triunfal en Jerusalén. La multitud lo aclama diciendo “Hosanna! Bendito sea el que viene en nombre del Señor Rey de Israel”[21]. Entre el gentío había unos griegos que habían ido para la fiesta y le rogaron a Felipe: “Queremos ver a Jesús”. Felipe fue y lo consultó con Andrés, y lo dos juntos concurrieron a decírselo a Jesús[22].
    Comentando estos versículos, los santos Crisóstomo, Cirilo, Teofilacto, Lencio y Eutemio sostienen que Felipe se dirigió a San Andrés porque era de más autoridad con Cristo, por haber sido el primero que llamó El Salvador al apostolado[23]. Cabe agregar que San Andrés es nombre griego, lo que pudo facilitar la comunicación de los paganos de dicho origen con Jesús.
    Pero lo importante es que nuevamente San Andrés es el primero en acercar a los futuros conversos, en este caso a los gentiles (es decir a nosotros), como antes lo hizo con quién sería el primer Pontífice.
    Intercedamos ante él para ser nosotros los trasmisores sin desmayos de esta Buena Nueva que es el Evangelio.
    San Andrés participará en el lavatorio de los pies y la última Cena en la que Nuestro Señor instituyó el Sacerdocio y el misterio insondable del Sacramento de la Eucaristía.
    Con la muerte de N.S. Jesucristo, vemos a San Andrés en el Cenáculo junto a la Sma. Virgen y los apóstoles perseverando en la oración[24].
    Después de Pentecostés, con el fuego del Espíritu Santo, San Andrés cumple acabadamente con el mandato divino. El sufrido y paciente pescador, curtido por el sol y los vientos de las largas noches en vela tirando las redes, quien lo dejó todo para seguir al Señor, “Saldrá a pescar hombres”, ganando las almas para el Cielo.
    Ya Papais, discípulo de San Juan, compañero de San Policarpio, que escribió hacia el año 130, nos relata que para sus escritos se apoyó en la autoridad de los apóstoles “considerando qué había dicho Andrés…”[25].
    En las listas de los doce, San Andrés se encuentra en segundo lugar, en San Mateo (10,1-4) y en San Lucas (6,13-16), en el cuarto lugar, en San Marcos (3,13-18) y en los Hechos de los Apóstoles (1,13-14). En todo caso, sin duda tenía un gran prestigio dentro de las primeras comunidades cristianas. En el Canon Romano de la Misa San Andrés es mencionado después de San Pedro y San Pablo.


    Evangelizador extraordinario


    Una antiquísima tradición afirma que predicó en Asia menor, Peoloneso, Tracia, Capadocia, Bitinia, Epiro, traspasó el Cáucaso y penetro en las fronteras del imperio romano. Esto significa que recorrió las actuales regiones de Grecia, Turquía, Bulgaria, Albania, Yugoslavia (actualmente Croacia, Servia, etc.), Rumania, Ucrania y la parte de sur de Rusia, en las ciudades que se encuentran junto al mar Negro[26].
    Imaginemos lo que ha de haber sido recorrer esos miles de kilómetros, entre pueblos y razas tan disímiles, con distintas lenguas y costumbres; muchas de ellas con hombres bárbaros, violentos y hostiles; a más de las dureza del clima, lo penoso de los caminos y los demás avatares propios de aquellas regiones.
    Sin embargo, ninguna de estas adversidades impidió la pasión trasmisora del Evangelio por parte de San Andrés.
    En su Catálogo de Obispos, de la Iglesia de Bizancio, Nicéforo nos cuenta que: “el apóstol Andrés fue el predicador del Evangelio en Bizancio. Construyó un templo donde rogaba a Dios con las santas oraciones y ordenó obispo a su sucesor[27]
    San Filastrio narra que San Andrés de la ciudad de Ponto pasó a Grecia y en esa época (Siglo IV) los habitantes de Sinope sostenían que poseían un retrato auténtico del santo y que conservaban el ambón (la piedra) desde el cual habría predicado en esa ciudad.
    En un documento muy arcaico conocido como “el Código Muratori” (principio Siglo III), se indica que San Juan consultó a San Andrés si era conveniente que escribiera su Evangelio; éste comenzó un ayuno y esa misma noche tuvo una revelación confirmándole que San Juan debía escribirlo.
    San Isidoro de Sevilla, siguiendo la tradición, alega que San Andrés enseñó el Evangelio a los Etíopes.
    Qué maravilloso ejemplo para nuestro tiempo el de este santo varón que infatigablemente, sin desfallecimientos, contra enemigos poderosísimos, cumplió con el mandato de Jesús “Id, predicad el Evangelio y bautizad en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”.
    Las crónicas remotísimas nos relatan la infinidad de milagros efectuados por San Andrés, curaciones de ciegos, resurrecciones, expulsión de demonios, sanaciones de enfermos, etc.
    Ana Catalina de Emmerick tuvo una visión en la que señala que San Andrés curó al apóstol Mateo de un veneno que le habían echado en os ojos y liberó a numerosos cristianos que estaban presos. También consigna que “en Nicomedia resucitó otro niño muerto y sosegó una furiosa tempestad en el Helesponto”. La vidente también contempló su martirio. En una llamada al pie de la página, se informa que “Abdias, escritor antiquísimo, escribe una vida del santo de cuarenta y dos capítulos narrando hechos de conformidad con la vidente”.[28]


    Su martirio

    Los presbíteros de la Iglesia de Acaya (Crimea), a través de una carta, dirigida a toda la Iglesia, describen cómo fue martirizado San Andrés[29].
    Esta encíclica es uno de los documentos más antiguos que habla de San Andrés. En la actualidad, los eruditos que se han dedicado a su estudio, le dan un considerable valor histórico.
    La región de Acaya era gobernada por el procónsul romano Egeas, quien viendo la eficacia de la predicación de San Andrés, comenzó a perseguir a sus discípulos. Subrayan las actas levantadas, conforme testigos presenciales, que al ver esto el apóstol se presentó directamente a Egeas entablándose una viva discusión entre el obispo y el procónsul. Este no entendía que se alabara a quién murió crucificado. El santo, encendido de amor por Jesús, explica su poder salvador. “las almas perdidas – dice el apóstol –son rescatadas por el misterio de la Cruz”. Egeas no comprendía que se predicara la Cruz no como principio de muerte, sino de vida, de salvación eterna, no de muerte. Finalmente el procónsul intimará al apóstol a “sacrificar a los dioses en acatamiento a las leyes imperiales”. El apóstol se niega, alegando que existe un solo Dios. Ante esta actitud es condenado a ser crucificado. Previamente será azotado bárbaramente.
    La Cruz que se levanta tendrá forma de aspas o de X, al verla, el Santo, lejos de amilanarse, la saludará: “me acerco a ti ¡oh Cruz! Seguro, alegre… acuérdate que soy discípulo de Aquel que pendió de ti…devolvedme a mi Divino Maestro…para que de tus brazos me reciba, quién en tus brazos me salvó”[30]
    Comenta Dom Guéranger que “los sacerdotes y los diáconos de Acaya, quienes escribieron su pasión atestiguan haber visto y escuchado todas estas cosas así como fueron relatadas”[31]
    Lo ataron en los maderos de pies y manos, para hacer más duradero el tormento; dos días estuvo allí y desde la Cruz no cejó de predicar a sus discípulos que condolidos presenciaban su martirio.
    Fue tal la indignación del pueblo que el procónsul dio orden de suspender el suplicio; pero fue tarde pues San Andrés encomendando su espíritu a Dios, le había entregado su alma. Era el treinta de Noviembre del año sesenta y tres, bajo el imperio de Nerón en Roma.
    El bello prefacio del añejo Rito Ambrosiano recuerda que: “los dos hermanos pescadores fueron elevados al Cielo por la Cruz, de manera que aquellos que Vuestra Gracia, Señor, había encadenado con tantos lazos de amor, una misma corona fue trenzada para ellos, para reunirlos en el Reino de los Cielos, y después de haber librado un solo y mismo combate, una sola y misma recompensa fue se herencia”
    Dijo San Bernardo, conmemorando dicha fecha: “Celebramos hoy el glorioso triunfo del bienaventurado San Andrés, nos regocijamos, deleitándonos en las palabras de gracia que salieron de su boca. No podría haber lugar hoy para la tristeza, viendo que con tanta vehemencia se alegraba él.”[32]


    Las reliquias

    Su cuerpo fue recogido por sus discípulos y enterrado en Patras.
    Posteriormente en el año 357, Constantino ordenó trasportar sus restos –excepto su cabeza - a Constantinopla.
    San Jerónimo, contemporáneo del traslado, dará cuenta de el en su “Tratado contra el sacerdote Virgilio”; quién se oponía al culto de las reliquias.
    El cuerpo fue depositado en la “Basílica de los Apóstoles”, para su veneración.
    En Milán, ya en tiempo de S, Ambrosio (339-397) se hace mención a ciertas reliquias de San Andrés, colocadas en la Basílica Ad Portam Romanam.
    En Rávena, Teodorico el Grande (454-526) construye una iglesia en honor de San Andrés de los Godos. El obispo Pedro II (494-519) edifica un monasterio que toma el nombre de San Andrés, cuando el obispo Maximiano coloca en él algunas reliquias del Santo, traídas de Constantinopla.
    San Gregorio Magno (590-604) erige un monasterio en Roma, bajo la advocación de San Andrés, en el cual coloca un brazo del apóstol traído de Constantinopla.
    En el año 1210, con la trágica toma de Constantinopla por los Cruzados, el Legado Pontificio, Cardenal Pedro de Capodocia, transportó el cuerpo del Apóstol a la Catedral de Amalfi (Nápoles).


    El traslado de la Santa Cabeza


    El Papa Pío II- que fue el Pontífice entre los años 1458-1464- nos cuenta que la sacra cabeza del apóstol San Andrés permaneció en Patras, lugar donde el santo sufrió el martirio, hasta que Tomás, hermano menor del emperador Constantino IX, para evitar que cayera en poder de los turcos, la llevó a Constantinopla en el año 1460.
    Enterado de esto, Pío II envió un mensaje a Tomás para advertirle: “te has comportado como un buen cristiano al traer la cabeza del apóstol, de una ciudad que está a punto de caer en manos de los infieles, impidiendo así que fuese destruía. Pero será impío y bárbaro que la entregues a otro que al Romano Pontífice, a quién corresponde juzgar los honores que se deben a los santos. No quieras incurrir en la ira de los apóstoles.” Sigue relatando el Sumo Pontífice cómo Tomás, ganado por sus palabras, inició el traslado de la reliquia llegando al puerto de Ancona en 1461. Su Santidad “prometió a cuantos viniesen a Roma para recibir la venerable cabeza, la remisión de todos sus pecados”.
    La apoteosis se produce el Domingo 11 de Abril de 1462, comenta el Papa que: “muchísimos fieles acudieron para alabar a Dios y pedir la protección de San Andrés… El colegio Cardenalicio, los Obispos que había en Roma y el Clero; me acompañaban de dos en dos…” continua describiendo cómo llegaron al puente Silvio y allí “en medio de un gran silencio” y ante un “inmenso gentío”, el Cardenal de Niza “tomó en sus manos la sacra cabeza y me la entregó a mí, que también lloraba. Pero yo, antes de tocar los Santos Huesos, me arrodillé ante el altar y con el rostro inclinado y pálido, los ojos húmedos y temblorosa la voz, pronuncié esta oración:
    “Finalmente has llegado, Cabeza Santísima y Adoradísima del Santo Apóstol. La bárbara furia de los turcos te arrojó y en el exilio has buscado refugio junto a tu hermano, el Príncipe de los Apóstoles. El no te abandonará. Regresarás gloriosamente a tu morada, y un día podrás decir: “Bendito exilio en el que encontré tu gran ayuda!” Mientras, estarás con tu Hermano y recibirás honores semejantes a los suyos”.
    “Santa Cabeza, mira a tu alrededor! Esa ciudad que ves ahí es Roma, consagrada por la sangre de tu Herman. El pueblo que te rodea fue regenerado para el culto de Cristo por los santos Apóstoles Pedro, tu hermano y Pablo, vas electionis. Los ciudadanos romanos, que son hijos de tu Hermano, te veneran, te adoran y respetan como sobrinos tuyos”.
    “Aquí, sobre esta Cabeza se posó el Espíritu Santo, aquí fue vista la Tercera Persona de la Santísima Trinidad, aquí hubo unos ojos que contemplaron muchas veces al Señor en la carne, esta boca habló con Cristo y estas mejillas fueron besadas por Jesús. Odiamos a los turcos, enemigos de la Religión Cristiana, pero en cuanto fueron causa de tu venida, no los odiamos. ¿Qué cosa más deseable podía sucedernos que contemplar con nuestros propios ojos esta honorabilísima Cabeza o ser inundados de su fragancia?”·

    El Pontífice asegura que su oración “provocó el llanto de todos, nadie sobre la tribuna, clérigo o laico, dejó de derramar lágrimas y de golpearse el pecho. Hubo algunos que se grabaron tan bien mis palabras, que a su regreso escribían toda la oración palabra por palabra. Como el Obispo de Feltre, Teodoro, prelado de gran inteligencia y doctrina, que me presentó la transcripción.”
    Más adelante, el Papa en su autobiografía recalca que “jamás en un solo día pudo verse semejante afluencia de peregrinos…se contaban hasta treinta mil antorchas y velas mientras desfilaban el pueblo y el clero… todo cuanto había de valioso en las casas fue sacado para decorar las calles… el incienso era quemado sobre los altares… ante la basílica del príncipe de los apóstoles... desde lo alto de la escalinata de mármol que yo había mandado construir, mostré la Sagrada Cabeza, bendiciendo a la muchedumbre”.”
    “Al entrar en el atrio me detuve en momento contemplando la estatua de San Pedro y me imaginé que lloraba de alegría por la llegada de su Hermano…”
    “Subí al altar mayor… allí bajo este altar, descansan los restos de los dos apóstoles Pedro y Pablo, objeto de veneración para el mundo entero.”
    “Deposité la Cabeza de San Andrés, que fue besada por los obispos y dignatarios presentes. Luego el Cardenal Bessarion, de Nicea, desde el lado derecho del altar, y mirando la Sacra Cabeza y a mí, pronunció un discurso lleno de motivas apelaciones: Aquí está tu hermano después que vuestros cuerpos han estado separados, más de mil cuatrocientos años desde la Ascensión del Señor. La Cabeza del Santo llegaba a Roma huyendo de las manos sacrílegas de los mahometanos. Recogiendo las alusiones que me hizo Bessarion en su discurso (con cálida evocación de la Cruzada), dije: Juro y te prometo San Andrés, con toda mi alma decidida y apasionada, que moveré todas las fuerzas y ayudas que estén a mi alcance para recuperar tu rebaño y tu residencia en la tierra”. Así finaliza el relato realizado por el propio Pío II.[33]
    El Cardenal Ammannati – confidente de Pío II – dirá que era costumbre del Sumo Pontífice “siempre que salía de Roma, venerar los restos de los Santos Apóstoles, Pedro, Pablo y Andrés”.
    Paulo VI devolvió a Patras las reliquias de San Andrés. En su viaje a Estambul Juan Pablo II le rindió un especialísimo homenaje.
    En el Canon de la Santa Misa, el nombre de San Andrés es invocado en dos oportunidades. En la segunda para que nos libre de “todos los males pasados, presentes y futuros”. Esto fue codificado por el Papa San Gregorio Magno, quién tenía una gran devoción por San Andrés; recepcionando a su vez la importante tradición que el Apóstol tenía en la Iglesia.
    Es patrono de Rusia y Escocia.

    Su Cruz

    La cruz aspada en la que murió el Apóstol, fue adoptada por el Tradicionalismo como uno de sus principales símbolos.
    La primera bandera del imperio español llevaba sobre un paño blanco, la Cruz de San Andrés en colorado; significando dicho color el martirio del Apóstol.
    Dicha bandera tremoló con el emperador del Sacro Imperio Romano-Germano, Carlos V en la batalla de Pavia en el 1525.
    El histórico lema de la Cruz de Borgoña, introducida a través de Felipe el Hermoso, es: “San Andrés mi alegría” y se la invoca como “aspa abierta al cielo” y “signo que agranda la fe”[34]
    Al crearse en el año 1762 las primeras fuerzas militares criollas de la América Española, el Rey Carlos III dispuso que: “Cada regimiento tendrá banderas cuyas corbatas serán encarnadas. Cada una será blanca con la Cruz de Borgoña en rojo al centro, y en cada extremidad de las aspas irá el escudo con que se ilustra la Ciudad de Buenos Aires, capital del Reino, rematadas por la corona Real”.
    De allí que podemos afirmar con Carlos Durand Cornejo que “esta es la primera bandera argentina que tuvimos”[35].
    Nuestra bandera de San Andrés, tuvo su bautismo de fuego con motivo de la primera invasión inglesa al Rio de la Plata el día 24 de diciembre de 1762.
    Don Pedro de Ceballos al mando de 2.500 hombres reconquistó la ciudad de Colonia del Sacramento en manos portuguesas. Y el 24 de diciembre de 1762 hizo frente a la escuadra inglesa al mando del vicealmirante John Mc Namara.
    El día 6 de enero de 1763, en la fiesta de los Reyes Magos se obtuvo la victoria definitiva de las fuerzas criollo-españolas contra el Leviatán británico bajo la bandera de san Andres
    En nuestra Patria, el glorioso Regimiento de Patricios lleva en su bandera la Cruz de San Andrés. Bajo ella marcharon, combatieron y derrotaron al invasor inglés en 1806 y 1807.
    Con confianza recurramos al apóstol y mártir San Andrés, para pedirle que interceda por nosotros, para que nos reafirme en nuestra fe y nos impulse en la caridad, a fin de dar el buen combate, por Dios, la Patria y el Hogar.
    Levantemos las banderas de la Tradición – que no muere- para recuperar los valores de la Hispanidad e instaurar la Cristiandad. Recordemos que ante Dios no hay héroes anónimos. Mantengamos la esperanza, porque en definitiva el Inmaculado Corazón de la Santísima Virgen triunfará.



    [1] Mt 11, 7-12

    [2] Lc, 1, 39-45

    [3] Mt 3, 13; Mc 1, 19; Lc 3, 21; Jn 1, 31-34

    [4] Jn 1, 23

    [5] Jn 1, 35.

    [6] San Agustín, P.L. 35, I-442.

    [7] Jn 1, 41.

    [8] Jn 1, 42.

    [9] Maldonado, Comentario al Evangelio de San Juan, BAC Nº 112, p. 132.

    [10] Jn 1, 43.

    [11] Jn 2,2.

    [12] Fillion; Los milagros de N.S. Jesucristo, p. 148; Fernandez, “Vida de Jesucristo”, p. 211

    [13] Jn 2,5.

    [14] Mt 4, 18-20

    [15] S. Juan Crisóstomo, Comentario al Evangelio de San Mateo, Hom. 14-2

    [16] Mc 1,29-32.

    [17] Jn 4, 8-9.

    [18] Mc 13, 3.

    [19] Mc 13,3.

    [20] Mt 23, 9-24.

    [21] Mt 23, 9-24.

    [22] Jn 12, 20-22.

    [23] Maldonado, Comentario al Evangelio de San Juan, BAC Nº 112, p. 709.

    [24] Hechos, 1, 12-14.

    [25] Ruiz Bueno, Padres apostólicos, p. 869,Eusebio de Cesarea, Historia Eclesiástica, 3, 31-34.

    [26] S. Jerónimo, Epístola ad Marcellam: PL 22, 589; Teodoreto, In Ps116: PG 80, 1805; Nicéforo Calixto, Historia Ecclesiastica 11, 39: PG 145, 859 ss..

    [27] Andrés Fuentes, Año Cristiano, BAC Nº 186, p. 498

    [28] Ana Catalina de Emmerick, Visiones y revelaciones completas, T. IV, p. 287

    [29] Carta de los Presbíteros de la Iglesia de Acaya: MG 11, 1217-1248.

    [30] Teodomiro Moreno Durán, Año Cristiano, T. IV; Esther Pizariello de Leoz, Amigos de Dios y de los hombres, p. 852; Andrés Fuentes, Año Cristiano, BAC Nº 186, p. 498

    [31] Dom Guéranger, Año Litúrgico – Adviento, T.II

    [32] S. Bernardo, Sermones, T. II, p. 488. Ed. Poblet

    [33] Pío II, Así fui Papa, traducción de Antonio Castro Zafra, Cap. XXVI

    [34] Valeriano Ordoñez, Los Santos noticia diaria, p. 406

    [35] Carlos Durand Cornejo, Síntesis Histórica de la Nación Argentina y sus Símbolos, p. 57.

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