Thibaud Collin, filósofo preocupado por plantarle cara a las aspiraciones contemporáneas con sus fundamentos ideológicos, ha elegido como objeto de estudio la reivindicación del matrimonio por el lobby gay en Francia. Este combate de los militantes homosexuales es típico del debate entre ideas de la sociedad plural de comienzos del siglo XIX: el uso de eslogans como resumen de un pensamiento, la preocupación por utilizar el sentimiento de culpa como motor eficaz para el triunfo de la causa, ponerle matasellos a las referencias y dialéctica filosófica, el maltrato del ejercicio democrático y la violencia como principal herramienta militante, son el cóctel que los hijos del ‘68, reconvertidos en hábiles empleadores de canales de la sociedad del espectáculo, agitan para hacer explotar el frágil equilibrio del arte de la convivencia y hacer revolucionar la cultura general del sentido común.

Thibaud Collin, catedrático de filosofía, coautor con Nicolas Sarkozy del libro de entrevistas La République, les Religions, l'Espérance (Cerf, 2004), se ocupa del fenómeno social sobre-mediatizado del matrimonio gay con la agudeza y la objetividad del filósofo. Es un tema de moda, pero no es fácil hablar de él ni racionalmente, ni sin una pizca de picardía. El control ideológico y arrogante de los bien-pensadores de la sexualidad liberada es tal, que una importante casa editorial religiosa contratada para la publicación de este ensayo, ha rehusado finalmente su publicación por miedo a represalias de Act up y de grupos de presión de homosexuales. Podemos discutir acerca de la conquista espacial, de reformas de la educación, de la deforestación en Guinea, pero desgraciado aquél que intente abrir un debate sincero acerca de una cuestión que atañe a la legislación francesa y a la comunidad nacional en tanto que modelo de estructura social. Está muy contento de que Ediciones Enrolles haya elegido esta pequeña obra que desenmascara serenamente los objetivos del lobby gay para inaugurar una colección de ensayos filosóficos y políticos.

Culpabilizar el sentido común

Thibaud Collin nos recuerda cómo la presión se impuso repentinamente a la opinión pública y el mundo político en marzo de 2004 por diversos hechos siniestros: un homosexual quemado vivo por bribones. Un colectivo de sociólogos, políticos, líderes de grupos de presión y filósofos firmó inmediatamente un "Manifiesto por la igualdad de derechos" que reivindicaba los derechos de los heterosexuales para los homosexuales. Dos meses más tarde, Noël Mamère, responsable del partido ecologista, celebraba la boda de dos hombres en su ayuntamiento de Bègles. Esta estrategia del lobby gay buscaba culpabilizar el sentido común y cambiar el sentido mismo de la palabra "matrimonio". El matrimonio civil no remitiría ya implícitamente al sexo de los contrayentes y estaría abierto a individuos del mismo sexo. El manifiesto fue disfrazado hábilmente de la buena conciencia de una lucha igualitaria y de un combate democrático. Los contrarios al matrimonio gay son calificados en él como homófobos y la homofobia descrita como una forma de racismo.

Thibaud Collin se plantea la siguiente cuestión: ¿Es posible el debate acerca del matrimonio gay si los adversarios son oscurantistas y racistas y por tanto descalificados antes mismo de haber expuesto sus argumentos? ¿Puede tener lugar un debate si no hay consenso acerca de los criterios comunes? ¿Existe entre las diferentes opiniones un patrimonio común de convicciones, un acuerdo acerca de las reglas de juego previas al debate? Si no es este el caso, el debate equivale a echar un pulso o sólo cuenta la relación de fuerza y la intimidación. Los partidarios del matrimonio gay quieren persuadir de que su combate reviste la forma de una lucha contra el racismo. ¿Dialogamos con racistas?

La referencia constante a los filósofos y sociólogos alistados en la cruzada democrática aparece enseguida: Michel Foucault, que escribía: "La política es la continuación de la guerra pero con otros medios." Nos remite igualmente a la estrategia de Marx, que sugería la destrucción de los marcos de pensamiento y de acción que orientan a los individuos en su actitud y su visión. Se apresura a sustituir el ámbito de la filosofía por el de la sociología y se apoya en teorías de Pierre Bourdieu, desarrolladas en su libro La Domination masculine (Seuil, 1998).

Thibaud Collin llama ingenuamente la atención sobre el hecho de que en relación con las manifestaciones contrarias al Pacs ("Pacto civil de solidaridad") conviene hablar de "lobby católico"; pero la expresión "lobby gay" provoca la alergia de los instigadores del "Manifiesto por la igualdad de derechos" que ven en su uso la revelación de una mentalidad conspiradora. Los homosexuales y los heterosexuales que luchan por obtener la legalización del matrimonio gay no son por supuesto más que ciudadanos reunidos para defender la democracia, la libertad y la justicia.

Reformar las condiciones de lo político

La estrategia de los homófilos (homofiles) aspira a culpabilizar a los "ciudadanos privilegiados", los heterosexuales que pueden casarse, y a denunciar el sentido común como prejuicio. En último término, es una acción radical para reformar las condiciones de lo político tal y como las conocemos y practicamos en Francia, "una ruptura total con los principios sociales que residen en el interior de su propia evolución, porque tiende a destruir la manera inmemorial en que los seres han comprendido y vivido su sexualidad".

¿Cómo ha podido tener esta incongruente reivindicación del matrimonio gay una difusión tan amplia? El ""Manifiesto por la igualdad de los derechos" sostiene que es homófobo y discriminatorio negarle a los gays y lesbianas el acceso al matrimonio y a la adopción. Se apoya eficazmente sobre el interés contemporáneo por las víctimas, sobre la lucha positiva contra el racismo y los prejuicios, sobre el sentido progresista de la historia humana, así como sobre la voluntad moderna de autonomía y sobre el ideal crítico. El filósofo Pierre-André Terguieff ha analizado este movimiento en profundidad: la postura de los contemporáneos ilustrados es que "en la medida que hay diferencias entre los grupos, hay materia de prejuicios. Es preciso destruir todo principio diferencial intermedio entre el nivel individual y el nivel genérico" (La Force du prejugé, Ed. Galilée, 1087, p. 191). A Thibaud Collin le resulta fácil constatar una primera y burda contradicción en el cuerpo ideológico de los pensadores del lobby gay. Los mismos reivindican una igualdad indiferenciada y están atrapados por el reflejo de identidad característico de la comunidad gay, que reclama derechos específicos para las minorías.

Lo que está en juego, ya lo hemos dicho, no es eso: no se trata de justicia, pero sí de una transformación radical de la sociedad. Hemos podido, en efecto, sorprendernos de que los gays, emancipados voluntariamente, se rían repentinamente de la vieja institución matrimonial. Didier Eribon, uno de los pensadores de la actitud-gay, lo confiesa directamente: "La reivindicación del matrimonio, presentada repentinamente como reaccionaria, es, en efecto, más subversiva que el discurso de la subversión. Tiene un efecto desestabilizante del orden familiar, sexual y de género mucho mayor que la subversión embrujadora" (Regards nrº 5, mayo 2004).

Poner boca abajo el orden simbólico

Thibaud Collin se toma tiempo para analizar el neologismo « heterosexismo » inventado para descalificar a los contrarios al matrimonio gay. Esta expresión tiene el mérito de fundir en un mismo rechazo el racismo y el sexismo, culpabilizando a los heterosexuales. ¿El heterosexismo? El Diccionario de la homofobia (PUF, 2003) nos enseña que es el "principio de visión y división del mundo social, que articula la promoción exclusiva de la heterosexualidad con la exclusión casi promocionada de la homosexualidad". Los heterosexuales no son realmente culpables: en la teoría marxista son los juguetes de la ideología dominante heterosexista, siempre "preexistente" y no pueden por tanto ser objetivos, ni tan siquiera los individuos de buena voluntad.

Para subvertir el orden familiar y sexual, la argumentación del lobby gay debe enfrentarse a un temible adversario: el orden simbólico. Irène Théry define así el orden simbólico fundamental de toda vida en sociedad, de la intersección de ámbitos de derecho y del psicoanálisis: "conjunto de distinciones antropológicas importantes (de sexo y de generación) indispensables tanto para la totalidad de las sociedades, a las que dispensa significado, como para los individuos, cuya construcción como sujetos depende de su inscripción en el universo de la institución" (Esprit, Le contrat social en question, octubre 1997).

Esta definición de las bases de la vida social es una crítica a penas velada de la reivindicación del lobby gay. El filósofo Pierre Legendre da con la clave en un texto de la revista Le Monde de l'education (diciembre 1997) intitulado: L'essuie misère" donde denuncia una política condenada a "acabar con las montañas antropológicas en nombre de la democracia y de los derechos del hombre. [...] No podemos fabricar un matrimonio homosexual y una filiación unisexual o asexuada en el sentido en que hablan los homosexuales sin poner boca abajo toda construcción a escala cultural". Legendre se opone por tanto radicalmente a la utopía de Michel Foucault que propone "ir hacia las relaciones innombrables, esto es, no formateadas por el simbolismo", según Sabine Prokoris.

Crear el caos (tohu-bohu)

Thibaud Collin consagra los tres últimos capítulos de su ensayo a presentar la teoría de la sociedad sexual soñada por Foucault. Son, tal vez, los capítulos más apasionantes de su libro.

Conocemos la propagación e influencia que tuvo Foucault sobre la generación que se ha forjado una doctrina en el tumulto de la revolución de 1968. Sabine Prokoris reconoce que "el pensamiento de Foucault constituye el fundamento conceptual del lobby gay" y de los filósofos y sociólogos emblemáticos de esta corriente, como Didier Eribon, Eric Bassin y Daniel Borillo.

Thibaud Collin revela cómo Foucault fue fuertemente inspirado por la lectura de Nietzsche en su crítica a la identidad como reivindicación de la libertad. Los textos citados por el autor, que desde luego hay que situar en el contexto desenfrenado de los años sesenta, son inquietantes. Collin resume el proyecto de las disciplinas de Foucault con una de las expresiones favoritas del maestro: crear el caos (tohu-bohu). "Podemos pensar que la reivindicación del matrimonio gay y la adopción homoparental precede de lo que Foucault llama resistencia. Poco importa, desde una óptica de este tipo, que esté formada por un conjunto de contradicciones que, una vez examinadas, se revelan contradictorias. Lo que se busca es la reapertura indefinida: posibles que no dejan de interpretar los límites, las diferencias y las identidades.

"Al estilo de las prácticas sexuales que valoran como creación de posibles siempre nuevos, los gays radicales quieren, reivindicando el matrimonio y la filiación, crear el caos (tohu-bohu). Existe una palabra menos bíblica (Gn 1) que expresa estas preocupaciones sexuales y políticas al mismo tiempo. Lo que realmente quieren es ¡crear el gran burdel! (foutre le bordel!)


Le Mariage gay, les enjeux d'une revendication
(Eyrolles, p. 160, 15,20¤)