Tema: Anioversario de la legalización del genocidio

Madrid, 5 julio 2005. Hoy se cumplen veinte años de la inicua ley despenalizadora del aborto. Desde que Juan Carlos la firmase, cientos de miles de niños han sido legalmente asesinados en el vientre de sus madres.

El entonces el Obispo de Cuenca, don José Guerra Campos (q.s.g.h.), se preguntaba por qué el Arzobispo de Madrid-Alcalá no procedía a la excomunión del Jefe de Estado constitucional. Ninguna medida se había tomado por parte del episcopado tampoco unos años antes, cuando se sancionó la Constitución atea de 1978 (que ha posibilitado todas las aberraciones legales posteriores, y que contó con el apoyo de la mayoría de los obispos), o cuando poco después Juan Carlos firmó la ley del divorcio. Puede decirse que la escandalosa complicidad de entonces ha empeorado, pues el actual Arzobispo de Madrid no ha dudado en adular repetidamente, desde que accedió a la mitra, al ahora firmante (cuatro días antes del sangriento vigésimo aniversario del aborto) de una ley que reforma el Código Civil pretendiendo desnaturalizar el matrimonio y aplicarlo a las uniones de sodomitas y que facilita a éstos la corrupción de menores mediante la adopción; una nueva bofetada que el Jefe del Estado propina a la Iglesia, y una nueva traición a la Patria.

Juan Carlos, el “primo” de Hassán y Mohamed, ha vuelto a dar a la firma de leyes tan graves el toque de frivolidad que le caracteriza, haciéndolo en Valencia, a cuyas aguas llegó en su yate “Bribón” y donde pernocta a bordo de su yate “Fortuna”; como para recordarnos a los españoles que él vive para sus placeres, que lo hace a nuestra costa, y que cuanto nos corrompa y desampare goza de su aprobación. Digno hijo de su padre, al servicio de la misma Armada británica que ocupa Gibraltar, siempre dispuesto en aquel otro yate a conspirar con los enemigos de España. Digno nieto de su abuelo Alfonso (el llamado XIII), creador de la industria del cine pornográfico en España y defensor permanente de los intereses extranjeros frente a los nacionales; digno biznieto de Alfonso (el llamado XII), aliado del extranjero contra su pueblo, que contra el Syllabus del Beato Pío IX espetó aquel célebre disparate en el manifiesto que precedió a su acceso al poder mediante golpe de estado, "católico como mis padres y liberal como mi siglo". Digno tataranieto de la Isabelona, la de la desamortización eclesiástica y civil, bajo cuyo "reinado" Madrid dejó de ser sede de la corte más culta y brillante del mundo, sustituida por burdel y corral de logreros y ladrones, y que fundó su dinastía, que se caracteriza por necesitar en cada generación de un golpe de estado militar y del apoyo extranjero para ocupar el trono que usurpa; y por dejar España, en lógica consecuencia, mucho peor de lo que la encontraron.

Ambas leyes, la del aborto y la de la exaltación de las uniones contra natura, han sido promulgadas por gobiernos del PSOE, partido con el cual Juan Carlos ha dado sobradas muestras de sentirse más cómodo. Pero los restantes partidos parlamentarios, y en especial el PP, son cómplices, colaboradores y corresponsables. Bajo los gobiernos del Partido Popular no sólo no se abrogó ninguna de las leyes inicuas, sino que se ampliaron. El PP legalizó la píldora abortiva, promulgó una ley atroz y carnicera sobre los embriones humanos, y sus autonomías y ayuntamientos han sido pioneras en la regularización de las uniones aberrosexuales y en abrir camino a la adopción de niños por parte de éstos, vía acogimiento.

Con el horror que el aniversario de hoy causa a cualquier persona bien nacida, y el de ver ahora a España, la nación católica por excelencia, convertida en nueva Sodoma, tenemos que ver también con esperanza la movilización creciente y al margen de partidos políticos y grandes medios, de la cual han sido muestra las recientes manifestaciones. Urge que esta vez los eclesiásticos se pongan a la altura de las circunstancias, para lo que no sería mal comienzo la adopción de penas canónicas contra el Jefe de Estado y los políticos, así como contra los clérigos y religiosos y contra los seglares sedicentemente católicos que se han puesto del lado de los sodomitas.

Una vez más se pone de manifiesto que no bastan las movilizaciones contra males concretos, que éstas se esterilizan si se pierde de vista el origen del mal. En frase inmortal de Juan Vázquez de Mella, no se puede levantar tronos a las premisas y cadalsos a las consecuencias. España necesita la restauración de su Unidad Católica y de su Monarquía tradicional, legítima de origen y de ejercicio. Puede hacerse y debe hacerse, por justicia y porque es nuestra única posibilidad de supervivencia. Contra el relativismo, unidad en la Fe verdadera, la única Fe de las Españas. Contra la usurpación y la tiranía, Don Sixto Enrique de Borbón.

Acabamos de terminar junio, el mes dedicado al Sagrado Corazón de Jesús. Como recordaba FARO en despacho de 16 de junio, nos queda la promesa del Divino Corazón al jesuita Bernardo de Hoyos: "Reinaré en España, y con más veneración que en otras partes".


Comunión Tradicionalista
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