La iglesia parroquial de Santa Rosa de Lima en Igualeja

Eulogio Rodríguez Becerra (Doctor en Medicina)
Publicado en el número 18 de la revista La Serranía


Tras la conquista de Ronda por los Reyes Católicos, en 1485, toda la Serranía pasa a pertenecer al Reino de Sevilla. Diez años después, siguiendo instrucciones de la reina Isabel, el arzobispo de Sevilla Don Diego de Deza ordena, en 1505, la construcción de numerosas iglesias en las poblaciones tomadas a los moros, siendo una de ellas la iglesia parroquial de Igualeja, junto a las de Bentomiz, Cartajima, Parauta, Pandeire, Júzcar y Faraján, entre otras muchas, por citar sólo a las más cercanas.

En su primitiva construcción se aprovechó la mezquita existente, utilizando el alminar como torre de la nueva iglesia. Este alminar, aunque reformado, es el que ha llegado hasta nuestros días. En aquella primera iglesia la torre estaba junto al altar mayor, al contrario que hoy en día, que está situada a los pies.

Esta primitiva construcción debió ser de escasa calidad, ya que cerca del final del siglo XVII, en 1674 se decide su mejora. Por aquel entonces eran alcaldes de Igualeja Blas García y Andrés González y regidores Alonso Jiménez y Alonso Jiménez de Flores, quienes solicitan al obispo Fray Alonso de Santo Tomás la mejora de la iglesia. El obispo acepta la petición y encarga el diseño de la nueva iglesia al arquitecto (Maestro Mayor se llamaban en aquel tiempo) Bernardo Godoy, arquitecto que también haría la iglesia de Frigiliana. El nuevo diseño añade una nueva nave en el lado de la epístola y une esta nueva nave a la nave central con arcos. La cubierta se diseña mediante una armadura nueva de madera, de las de tipo colgadizo. Esta reforma también prevé añadir a la torre (antiguo alminar de la mezquita) media vara de altura y reparar los escalones y mamperlanes que permitían (y permiten) subir a la torre.

Antes de la construcción de la nueva nave debió realizarse la compra de los terrenos colindantes a la iglesia, que eran de propiedad privada. Para ello los alcaldes encargaron al alarife (albañil) de Igualeja, Lázaro de Mendoza y al carpintero, asimismo de Igualeja, Esteban Fernández, que hicieran la tasación de un corral y una casa que estaban contiguos a la iglesia, casa y corral propiedad de Cristóbal Jiménez. Por esta compra pagó el municipio 39 ducados.

Asimismo hubo que comprar otro corral, éste propiedad de Bartolomé Medina, por el que se pagaron 3 ducados.

Por fin la obra se realiza en 1675. La obra de carpintería se adjudicó al carpintero de Igualeja Diego Delgado Malpica, del que fueron fiadores el alarife Juan de Aguilar y el carpintero Diego de Lavandera, ambos de Igualeja, que se comprometieron con 1.570 ducados. La armadura de madera que se hizo fue del tipo rectangular, probablemente por el elevado precio de las de tipo octogonal u ochavada.

Pero el obispado no corrió con todos los gastos. Los vecinos de Igualeja tuvieron que colaborar con numerosos materiales necesarios para la obra. Así, en la documentación de la obra se detalla que tuvieron que dar "60 alfardas de 6 varas y cuarta de largo por cinco y seis pulgadas de grueso y ancho, 12 docenas de tablas de tres varas de largo y del ancho detallado y pulgada de grueso, 8 docenas de tablas del mismo largo y pulgada de grueso, y del mismo ancho detallado, 1 docena de tablas de dos pulgadas de grueso y de largo de tres varas y de ancho de tercia, docenas y media de alfarjías de tres varas de largo y dos pulgadas de grueso y 100 cahices de cal".

Tras esta reforma la iglesia queda con sus paredes de piedra vista, sus dos naves y la torre, antiguo alminar, del que se visualizan sus dos cuerpos de piedra, separados por dos bandas de ladrillos, a lo que se había añadido el cuerpo de campanas. Posteriormente sufre sucesivas reformas, ninguna de ellas de especial significado, llegando hasta la primera mitad del siglo XX prácticamente con la misma forma y aspecto que en los siglos XVII y XVIII. En estos años la iglesia tenía dos puertas, la actual y principal, y otra a la derecha que daba a un pequeño descampado que había entre la iglesia y el río, ya que no había casas adosadas como hay ahora. Esta última puerta desaparece a mediados del siglo XX, con la última reforma que le da su aspecto actual.

Como era habitual en las iglesias, el cementerio estaba anexo, en la parte posterior, entre la iglesia y el río. En los alrededores de 1950 se realiza el cierre de este cementerio, trasladándose a su ubicación actual en la carretera, incorporándose los terrenos liberados a la iglesia, lo que le da mayor profundidad.

En el interior de la iglesia hay una talla policromada de San Antonio de Padua de la escuela granadina del siglo XVII, y un Crucificado, un Niño Jesús y un San Gregorio Magno de la escuela sevillana del siglo XVIII.

En esta última reforma se cubren definitivamente los muros con mortero, así como el alminar, presentando el aspecto actual, que le ha hecho perder uno de sus rasgos más característicos, el alminar árabe del siglo XV. Por ello decíamos al principio que el viajero, ante la iglesia, probablemente no imagina que las piedras de su torre sean las mismas que se pusieron en el siglo XV, cuando se construyó como alminar de la mezquita.