La historia de Gibraleón es de una riqueza extraordinaria. El hombre ha dejado su huella y su impronta en este paisaje desde hace varios milenios. Así, de la Sierra de la Calvilla proceden algunas de las piezas líticas más antiguas del Paleolítico onubense, hoy conservadas en el Museo Arqueológico de Huelva. En este mismo lugar se han encontrado testimonios Calcolítico, de hace unos cuatro o cinco mil años.
Se han hallado abundantes restos del Bronce Final, de la primera mitad del I milenio a. C., en el antiguo caserío de La Mata, donde se han descubierto sepulturas con ajuares funerarios. Estos vestigios testimonian una gran vinculación de sus pobladores con el mar y con civilizaciones orientales, principalmente la fenicia. Coincide esta época con el esplendor de la mítica civilización de Tartessos (Fernández, J., 1987), una importante cultura que pudo habitar en la encrucijada de los ríos Tinto y Odiel.
La creencia de los geógrafos clásicos de que en el siglo VI a. C. la tribu ibera de los túrdulos fundara el poblado de Olont, actual Gibraleón, gozó durante largo tiempo de aceptación popular. Actualmente esta tesis es considerada como muy improbable, careciéndose de pruebas que la confirmen. La riqueza de las culturas existentes en este marco geográfico atrajo el interés de Roma. Rodrigo Caro, en su Chorografía del Convento Jurídico de Sevilla (1634), nos dice que esta villa era la antigua Onuba Aestuaria de los romanos.
Esta opinión fue corroborada por Pérez Quintero en su obra La Beturia vindicada, de 1794, con estas palabras: «Dexo a juicio imparcial de los Sabios si he fundado ó no mi reducción de Onuba a Gibraleón». Señalaba, a su vez, que Huelva era sólo una fortaleza adelantada de Gibraleón, emplazada en el lugar que hoy ocupa la Plaza de San Pedro.
Si bien hoy en día se confirma que la Onuba Aestuaria se localiza en la ciudad de Huelva, ciertamente en época romana el térrnino de Gibraleón debió de constituir un enclave estratégico de notable importancia, dado que, según el ltinerario Antonino, en el siglo III, pasaba por la calzada que, procedente del Guadiana, se dirigía a Itálica y, además, en su entorno se han hallado numerosos restos de «villae» o casas agrarias romanas.
Pero tendremos que esperar al dominio musulmán para encontrar con plena seguridad los primeros testimonios sobre Gibraleón, conocida entonces como Yabal Al Uyum, que significa «Monte de las fuentes» como así aparece denominada en las obras de los geógrafos Al-Udrí y Al-ldrisi. Formaría parte de una de las 26 coras en que se dividió el territorio peninsular bajo su control y cuya capitalidad estaba en Niebla. Posteriormente, ante la quiebra del poder califal en el siglo XI, esta Cora de Niebla se constituiria en un reino independiente o reino taifa. Ante el clima de inseguridad, Gibraleón pasó a ser una población importante al dotarse de una fortaleza militar o castillo, cuyos restos aún la presiden. Con la conquista cristiana de estas tierras en 1262, bajo el reinado de Alfonso X el Sabio, y la creación del Concejo de realengo, Gibraleón alcanzará uno de sus períodos históricos más notables. La concesión real de amplios privilegios favoreció el comercio y la ganadería, el aumento de población y una rápida expansión urbana, especialmente en los siglos XIV y XV.
Gibraleón estuvo bajo la jurisdicción de un Marquesado hasta bien entrado el siglo XIX, cuando fue abolido el régimen señorial. Desde entonces, como un municipio más de la recién creada provincia de Huelva, perdería la preeminencia que, como capital del Marquesado, poseía frente a los restantes núcleos. Su interesante trayectoria merecerá especial atención con posterioridad. La vida cotidiana giraba en torno al castillo, hoy en ruinas, que vio reparadas sus murallas y torres gracias a la cesión del montazgo sobre el ganado en 1267. Parece ser que construyen a finales del siglo XIV y se reforman en el siglo XVI las dos iglesias parroquiales, la de Santiago, de estilo renacentista, y san Juan. Fuera de este núcleo primitivo, en su extenso arrabal, se levantarán dos conventos: el de los Carmelitas Calzados en 1331, que será el primero de dicha Orden fundado en España y del que se mantiene su capilla convertida ahora en iglesia del Carmen; y otro , el de las Dominicas, fundado en 1587 por don Francisco de Zúñiga y doña María Coronel de Guzmán, resultó prácticamente destruido en la Guerra Civil y, en lamentable estado, se conserva un importante artesonado de tradición mudéjar. Del siglo XIII se conserva una talla gótica, restaurada recientemente y conocida con el nombre de Cristo del Cementerio, de gran valor artístico.
En estos siglos de historia, Gibraleón conoció aportes de población procedentes de Africa y de América. De la primera llegaron esclavos negros, traídos por barcos españoles y portugueses desde mediados del siglo XV. Desde entonces, fueron asimilados o integrados social y étnicamente por una población tolerante y carente de prejuicios. El municipio de Gibraleón presenta una extensión de 32.834 hectáreas, localizándose al Sur de la provincia, en la llamada Tierra Llana, cerca de la desembocadura y a ambas orillas del río Odiel. El término carece de una forma regular debido a la pertenencia al mismo, justificada por la historia, de una lengua de tierra que, en dirección Noroeste-Sureste casi circunda al vecino municipio de Aljaraque alcanzando las tierras de marismas. Además, presenta una prolongación de sus tierras hacia el Noroeste, en tierras propias del Andévalo. El núcleo se emplaza sobre un cabezo, a 35 metros de altitud, en el borde meridional de la campiña y en la margen izquierda del río Odiel. El enorme tamaño del municipio, su historia geomorfológica y la combinación de elementos naturales y humanos permiten distinguir varias unidades paisajísticas contrastadas.
Gibraleón cuenta con un clima mediterráneo-oceánico, muy suavizado por la proximidad del Atlántico y el curso del Odiel. Las lluvias, en torno a los 575 mm. anuales, se concentran en otoño e invierno, siendo casi nulas en verano. La temperatura media anual es de 18 ºC, en invierno el mes más frío ronda los 10 ºC. grados de media, mientras en verano se eleva hasta los 27 ºC. (ibersilva, 1995). Un dato climático importante a reseñar es el elevado número de horas de sol que disfrutan estas tierras y la ausencia casi total de heladas, elementos esenciales para explicar su actividad agrícola, cada vez más especializada en cultivos de extratempranos en regadío.Gibraleón cuenta con un clima mediterráneo-oceánico, muy suavizado por la proximidad del Atlántico y el curso del Odiel. Las lluvias, en torno a los 575 mm. anuales, se concentran en otoño e invierno, siendo casi nulas en verano. La temperatura media anual es de 18 ºC, en invierno el mes más frío ronda los 10 ºC. grados de media, mientras en verano se eleva hasta los 27 ºC. (ibersilva, 1995). Un dato climático importante a reseñar es el elevado número de horas de sol que disfrutan estas tierras y la ausencia casi total de heladas, elementos esenciales para explicar su actividad agrícola, cada vez más especializada en cultivos de extratempranos en regadío.En cuanto a la hidrografía, Gibraleón está surcada por pequeños y numerosos arroyos que desaguan rápidamente en el río Odiel, estando sus cauces la mayor parte del año prácticamente secos. El río Odiel, en su desembocadura, forma un paisaje de marismas con numerosos caños y esteros, Aguas arriba, en tierras del Andévalo, confluye el afluente llamado Meca, cuyo caudal es represado en el embalse del Sancho, propiedad de la Empresa Nacional de Celulosa y que, con una capacidad de 58 hm3, abastece de agua potable a la población.Hay que destacar también la existencia del acuífero núm. 25, que se extiende desde el río Odiel al Guadiana. Formado en los terrenos arenosos de la campiña, recoge las filtraciones de la zona y de las estribaciones del Andévalo. Su aprovechamiento ha permitido tener agua potable y el desarrollo del regadío en buena parte de los municipios de la Costa (Jurado Almonte, J. M., 1992).