Tengo, como es lógico y natural, algunos, digamos.., "platos preferidos"..; sí.
Por ejemplo, "ostras vivas".
¡Oh; sí, mes amis/es!
Visualicen, please: mientras un/a criado/a anónimo/a abre lentamente las cortinas de seda púrpura y te acarician, deliciosamente cálidos, los dulces bracitos de un espléndido día primaveral..; allí, en el amoroso mar de sábanas de satén blanquísimo donde una dama a todas luces satisfecha (me aventuraría, permítanme.., que las damas preferirían un cultivado caballero de olímpico músculo fibradísimo que, no crean.., también queda de lo más propio...) se une a tu sonrisa...
¡Mucho antes que el servicio te traiga un zumo recién exprimido de naranjas valencianas au point y las galletitas danesas con un rizo de mantequilla holandesa!
Entonces, cuando el sopor es aún sueño ¡y, nos reímos de CUALQUIER pesadilla!, et voilà!, unas serviciales manos anónimas ponen allí enfrente una bandeja de plata rebosante de hielo acabado de picar donde las mismas serviciales manos anónimas van depositando, después de abrirlas con exquisito cuidado, fresquísimas ostras de Virginia a quienes se notan cuatro años de engorde como mínimo y que, cette éclosion!, PALPITAN vigorosas ¡quizá hasta de gusto! cuando el zumo de limón recién exprimido paladea con sofisticado vicio sus intimidades antes de ser poseídas por bocas, las nuestras, absolutamente ENTREGADAS, con refinada pasión, a tal iluminador ORGASMO.
¡Oh; sí, mes amis/es!, ¡CUÁNTA veritas veritatis destilan las ostras de Virginia estremecidas por el vigor cítrico!
Aunque, no debería de olvidar, ¡por Dios bendito!, el champagne.
Es conditio sine qua non de tal cima del vivre par plaisir, del verdadero y auténtico otium, de la única existencia que vale realmente la pena, que uno/a de los/as anónimos/as criados/as se haya encargado cuatro horas antes de retirar de la bodega aquella exclusiva botella de dom Pérignon que se guarda para momentos inolvidables..; y, que, después de haberle limpiado el polvo con guantes blancos para no contaminarla con su villana piel, la haya depositado cuidadosamente en una cubitera de plata repleta de trozos de hielo virgen arrancado aquella misma madrugada de las cumbres heladas de las más altas cordilleras, arropándola con un paño de muselina granate bordado de azules flores de lis.
¡Oh; sí, mes amis/es!
En el íntimo lecho de nuestra agradecida lengua, hay que faire l'amour a la desnuda ostra de Virginia con champagne (¡aútentico champagne, aquel MILAGRO que Dios Nuestro Señor hizo en la abadia de Hautvillers; y, NO, jamás de los jamases, bajo ninguna circunstancia, sucedáneos, por Dios bendito!) servido en, ¡oh!, escarchadas copas de purísimo cristal de Bohemia glaseadas comme il faut. Es PRECISO, sí..; si no es así, ¡todo es una mierda!
¡Oh; sí, mes amis/es!
¡Nada de cutres ostiones para nuevos ricos de tres al cuarto con menos clase y pedigree que el cubo de la basura de un orfelinato rumano de beneficiencia!; vivísimas verdosas ostras de Virginia de intimidades hermosísimamente perladas con una vigorosa caricia de limón y regadas de sacrosanto champagne.
Ya luego.., al anochecer.., RECORDANDO el climax, (*) truita de patates con pa amb tomàquet... Entonces, SÍ.
Pero, ¡por supuesto!, para saludar el día que Dios Nuestro Señor nos regala, la BELLEZA y ostras con champagne.
Es lo propio.
Si se tiene paladar, claro.
Siempre, en cualquier caso, a su disposición, damas y caballeros.
Jaume de Ponts i Mateu
jaumedeponts@terra.es
Tortosa (Baix Ebre)
-Catalunya/UE-
06/12/2005, 21'48 hs. p.m.
(*) desde luego, ¡y, con mucho!, mi plato preferido king size es la truita de patates con pa amb tomàquet hecha y tomada comme il faut. Es decir, los patatas han de ser recién cosechadas tempranas Royale cortadas estilo patatera finas, finas, finas, y fritas con aceite de oliva virgen y una pizca, muy poco.., de sal gorda. Los huevos han de ser los que acaben de traer, aún calientes y orondos, de recogérselos a gallinas que NO hayan probado en su vida eso del pienso industrial y vivan en gallineros espaciosos y soleados; y, se han de batir a conciencia ¡y, no ponerle mariconadas como leche y demás! antes de mezclar con las patatas. Es imprescindible que NO se haya dejado reposar la mezcla; y, que, al hacerla, haya quedado tostadita y, a la vez, con un hilo líquido en medio. ¡Ah!; ha de tomarse calentita, con rebanadas de un dedo de pa amb tomàquet, bien impregnado en ambos lados con el delicioso jugo de tomates recién cosechados y reventando de rojos, aderezado de pizca de fina sal y generoso aceite de oliva virgen empapando y goteando... Una fresca hojita de perejil debe adornar, sí, el plato..; y, tiene que haber, en el fresco y ventilado patio, debajo de la parra pletórica de racimos maduros, encima de la mesa de madera que huela a madera, una botella de, cette éclosion!, intenso rojo granate Priorat de 12º acabada de salir de la bodega para que yo la deguste lánguido en mi cómodo sillón de mimbre mientras me como la exquisita truita de patates, mi plato, repito, preferido, viendo la puesta de sol otoñal en las bellas montañas de mi patria, escuchando al maestro Vivaldi, ¡oh, felicidad!, meditando sobre, no sé.., el alfa y el omega, lo divino y lo humano...
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