Salvo honrosísimas excepciones, la mayor parte de los medios de comunicación -Prensa escrita, la digital, la radiada o la televisada, tanto da-, son vomitivos. Durante mis últimas ausencias no he parado de leer, o escuchar, esos medios. En algunos he participado enviando comentarios que, o no han sido entendidos o, directamente, alguien ha baneado sin la más mínima vergüenza y sin posibilidad de reclamación. He llegado a una conclusión que ya sabía, pero que he querido experimentar: hay una CENSURA BRUTAL en esos medios que se llaman a sí mismos de comunicación. Muchas noticias parecen insultos a la inteligencia, pero a la más elemental. Otros, parecen tratar a los hipotéticos lectores como si fueran menores de edad, y eso lo hacen verdaderos tarugos analfabetos funcionales, pero que tienen espacio para sus rebuznos y, además, cobran mensualmente el pienso en forma de euros.

Sin embargo, compruebo con irritación -creciente, pero tomando nota porque todo lo que empieza, acaba-, que sí se quiere estar a la altura de los acontecimientos, no queda otra que echar un vistazo a titulares, y ponerse una pinza en la nariz, debajo de una mascarilla, y colocarse las gafas de Sol, sí lo que se quiiere es leer los contenidos. Se cree el chafardero que es inteligente e intocable, pero la realidad es que medra en un inmenso cenagal de estupidez e ignorancia.

Uno de los escasísimos medios que merecen la pena.

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