En 1976, tras más de un siglo de convulsiones a menudo sangrientas, y de gobiernos de excepción, la gran mayoría de los españoles acordamos una reforma política que estableció la convivencia en libertad, recogida en la Constitución de 1978. Pese a algunos defectos, inherentes a cualquier obra humana, el acuerdo constitucional ha permitido casi treinta años de paz, libertad y prosperidad, aun si siempre amenazadas, siempre perturbadas por el terrorismo y sus cómplices.
Hoy esos logros están en peligro y nadie debe cerrar los ojos al riesgo de volver a las epilepsias del pasado. Desde hace unos años fuerzas poderosas presionan sin descanso por la que llaman Segunda Transición, y por cambios en la Constitución y los estatutos de autonomía. Sin duda la Constitución y los estatutos pueden reformarse, pero sería suicida hacerlo según el interés y el gusto de partidos cuyo objetivo declarado es la disgregación de España; partidos que han amparado y se han beneficiado del terrorismo; que han sembrado el fanatismo y el rencor, que han explotado la guerra civil como instrumento para resucitar los odios y arruinar la reconciliación; que allí donde han podido, como en Cataluña, han reducido las libertades y derechos ciudadanos, o, en el País Vasco, los han arruinado prácticamente. La anterior Transición nos llevó de una dictadura a la democracia. En estas condiciones la Segunda Transición sólo podría hacernos retroceder de la democracia a las viejas convulsiones.
El peligro, aunque creciente, parecía dominable hasta la matanza de Madrid del 11 de marzo de 2004: 191 muertos y más de mil mutilados y heridos. El terrorismo islámico, nadie debe olvidarlo, comparte con los separatismos el doble objetivo de desintegrar España y destruir su democracia. Y ha logrado con esa matanza, de un solo golpe, cambiar drásticamente la política de un país como España, novena potencia económica mundial y democracia supuestamente firme. Lo consiguió gracias a la debilidad de unos políticos, al oportunismo de otros, y a la confusión y el choque psicológico producidos en millones de españoles por la brutalidad sin precedentes del golpe. Desde aquella matanza el peligro se ha vuelto mucho más acuciante.
Nunca un atentado alcanzó sus objetivos de modo tan completo. Sus autores aspiraban a dejar a los iraquíes a merced del mismo tipo de asesinos de Madrid, y por lo que respecta a España lo lograron. Pero su éxito no paró ahí: desde ese momento se invirtió, dentro de España, la política de defensa del Estado de derecho y aplicación de la ley al Terrorismo Nacionalista Vasco, política que tan excelentes resultados venía produciendo. La ETA ha vuelto a ser legalizada, vulnerando la ley y los pactos democráticos. Se pretende que la claudicación ante los asesinos, bautizada como diálogo, traerá “la paz”, como si los terroristas tuvieran interés en ella y la causa de sus crímenes radicara en la anterior defensa de la libertad y el derecho por el Estado. Sobre tal inversión perversa de la realidad se pretende dividir y desacreditar a las víctimas directas y a cuantos propugnan el imperio de la ley, tachándolos de interesados en la violencia.
Asistimos hoy a una política de apoyo y supeditación a grupos abiertamente separatistas, que se jactan de su decisión de fragmentar España e imponer en sus regiones sistemas antidemocráticos y excluyentes. Asistimos a una política de amistad y concesiones a tiranías extranjeras, incluyendo la de Mohamed VI, que no oculta su apetencia sobre territorios españoles. Asistimos a campañas de falsificación de la historia y de apología del golpismo causante de la guerra civil. Todo ello realizado con los instrumentos del Estado y mediante hechos consumados y tratos oscuros, pervirtiendo el lenguaje para presentar lo inadmisible como deseable y anestesiar la conciencia de los ciudadanos españoles con ilusionismo verbal.
Esta política funesta está haciendo degenerar a la democracia en una demagogia rampante, está destruyendo el espíritu y la letra de la libre convivencia alcanzada en 1978 después de un siglo de frustraciones, y amenaza traernos un nuevo desastre. Al arrasar la reconciliación y la paz en la libertad, legadas por la Transición y basadas en el respeto a la ley, los responsables de tal política adquieren una inmensa responsabilidad histórica.
Las conmociones del pasado han generado un espíritu pesimista, según el cual “los españoles no tenemos remedio” y estamos predestinados a arruinar nuestras mejores oportunidades. Nada más falso. Pero se impone reaccionar a tiempo, antes de que la pendiente a la catástrofe se vuelva demasiado empinada para detenerse. Los ciudadanos que aman la democracia y la unidad de España, voten al partido que voten, deben hacerse conscientes del peligro. Debemos impedir absolutamente el deterioro de nuestras libertades y la desintegración de España en pequeños estados más o menos tiránicos, atrapados por la discordia, insignificantes en el plano internacional y objeto de las intrigas de otras potencias.
Hacemos un llamamiento a crear un movimiento ciudadano que alerte a la totalidad de la población y plante cara a la actual alianza entre separatismo, terrorismo y demagogia que nos empuja al caos. En las manos de todos está impedir un nuevo fracaso histórico de nuestra convivencia.
© 2005. El Pueblo Español Corp.
Preguntas al historiador Pio Moa sobre “El Manifiesto por la paz, la libertad y la unidad de España”, que ha redactado y colocado en la web sita en Foro El RoblePregunta.- ¿Por qué un manifiesto en este momento?
R.- Ha sido idea un grupo de personas que veían, como veo yo también, que ante la gravedad de la situación es necesario promover la movilización ciudadana. Hay miles de personas que se sienten impotentes y no saben qué hacer. El objetivo es influir sobre la opinión pública, alertándola y echando por tierra la demagogia ambiente, porque si no, el futuro de nuestra democracia es muy oscuro. La demagogia es justamente la degeneración de la democracia, un peligro siempre presente. Y esos miles o decenas de miles de personas pueden hacer mucho, cada una en su ámbito o bien formando círculos con distintos objetivos parciales. No lo veo como un trabajo de partido, ni tampoco para crear un nuevo partido. Simplemente los que perciben el peligro para la democracia y la unidad de España deben actuar, y esas personas están en todos los partidos y al margen de ellos .
P.- Resulta chocante un manifiesto que no viene rubricado por grandes firmas intelectuales. Aunque si usted lo podría firmar, no albergo la menor duda de que quienes dan a conocer su inquietud deben de estar al tanto de lo que aconteció, y de lo que sucede y hacia donde se puede dirigir nuestra España. ¿Por que sin grandes nombres, por internet?
R.- El manifiesto puede servir para recoger firmas relevantes en su momento, pero va dirigido a las personas comunes que pueden identificarse con él y actuar más o menos de acuerdo con él.
P.- En el “El Manifiesto por la paz, la libertad y la unidad de España”, se habla de fuertes presiones para una nueva transición. ¿Quiénes son los que lideran el objetivo del transito, que intereses defienden?
R.- No hay ningún secreto en ello, pues lo han dicho y pregonado sin tapujos. Son en primer lugar los partidos separatistas vascos, catalanes y gallegos de la Declaración de Barcelona, que persiguen dar un paso decisivo hacia la secesión de sus regiones. Durante la Transición se dio a esos grupos una serie de privilegios con la idea de que responderían con la misma generosidad, renunciando al separatismo. Pero no ha sido así. Ellos han visto las autonomías, la ley electoral, etc., sólo como un primer paso en esa dirección y ahora se sienten lo bastante fuertes, o ven al país lo bastante descompuesto para intentar la acción definitiva.
En segundo lugar están los sectores más demagógicos de las izquierdas, que han subido al poder con Zapatero. Esa gente no vio la Transición como un arreglo de los viejos problemas y fantasmas, mediante la reconciliación, sino como una cesión provisional con vistas a ajustar cuentas cuando se presentara la oportunidad. Son irreconciliables, y en todas las crisis históricas (1917, 1923, 1934, 1936) han ido juntos con los separatismos contra las libertades y la unidad de España. Otra vez están juntos y buscando pelea.
P.- En 1934 en nuestra Nación hubo dos Españas, una que trataba de defenderse, y la otra que hostigaba defendiendo los intereses bolcheviques. ¿Hoy podríamos hablar de quienes son beneficiarios con el suicidio colectivo del Ser Español?
R.- A mí no me gustan esas grandes palabras como Ser Español. Yo soy español porque nací en España, sin ningún mérito ni demérito de mi parte. No obstante, ese hecho me condiciona culturalmente y me siento depositario de un legado histórico y cultural con el que me identifico y del que me responsabilizo en lo que de mí depende. Como gallego, me siento español y deseo lo mejor para España. Ya dije antes que el sector demagógico de la izquierda, que por desgracia ha tendido a predominar en los momentos de crisis, se ha aliado tradicionalmente con los separatismos y en ese sentido ahora está volviendo a resucitar las viejas “dos Españas”. Creo que estamos a tiempo de parar el proceso antes de que lleve a peores enfrentamientos.
P.- ¿La conciencia del Pueblo Español está: muerta, adormecida, anestesiada, en plena forma….
R.- Hay que distinguir entre conciencia y sentimiento. Conciencia de ser español la tiene todo el mundo, incluso los separatistas, aunque quieran borrarla. El sentimiento, en cambio, está debilitado. La causa principal ha sido un ataque permanente durante más de treinta años, que ha identificado lo español con lo retrógrado, lo opuesto a la libertad y a la democracia, sin que haya habido una respuesta adecuada. Los hechos demuestran que donde más fuerza tiene la alianza demagógico-separatista es justamente donde hay menos libertad y más corrupción, y no solo económica. En las Vascongadas la democracia está en ruinas, en Cataluña avanza rápidamente en la misma dirección, en Andalucía la corrupción es un modo esencial de hacer política, y ahora veremos qué pasa en Galicia. El actual gobierno extendió los métodos de Batasuna, la kale boroka y similares, por todo el país antes de llegar al poder, y ahora está colaborando con el terrorismo, atacando a su víctimas y aumentando la crispación. Ellos son los que atacan la democracia y las libertades, como también lo hicieron en la república.
P.- ¿Cómo facilitarle el despertador moral necesario para reaccionar ante una decadencia que a mí se me antoja inmoral?
R.- Como dijo Nelson en Trafalgar, y siento el recuerdo pero la historia fue como fue, “Inglaterra espera que cada uno cumpla con su deber”. Pues ahora España espera que cada uno cumpla con su deber. En otras palabras: menos quejas, más claridad de ideas, y más acción.
P.- El manifiesto describe la pendiente peligrosa por la que el pueblo español se ha precipitado inconscientemente, metiendo en la mochila las pesadas y peligrosas cargas de separatismo, terrorismo, y demagogia. ¿Que propone Pío Moa, en el terreno de la acción practica, como remedio para frenar ese peligroso viaje hacia el abismo?
R.- Es importante que cada cual se plantee, como dijo Julián Marías, no “qué va a pasar” sino “qué puedo hacer”. Cuando uno se plantea así las cosas surgen mil nuevas posibilidades e iniciativas. Que mucha gente recupere la confianza en su país, en las libertades y en sí misma, es fundamental, porque de ese modo estaremos en condiciones de movilizarnos sin derrotismos. Pero todos debemos recordar que se trata de una batalla por la opinión pública, y que no basta con volver a sentirnos optimistas, sino que es preciso convencer a la gran mayoría del país, un país con poca tradición democrática todavía, y que tiende fácilmente a dejarse arrastrar por la demagogia.
P.- ¿Qué necesita el Pueblo Español para reaccionar ante la quiebra inminente anunciada en “El Manifiesto por la paz, la libertad y la unidad de España”,
R.- Ya lo he dicho. La quiebra no es inminente, pero el camino a la quiebra no hay duda de que se está acelerando muy peligrosamente. El mayor peligro es esa especie de anestesia de la gente, inducida por poderosos medios de masas. En realidad, si se logra romper ese efecto adormecedor, la gente reaccionará y se librará de los demagogos. Por eso insisto en la importancia de lo que haga cada uno y los grupos y círculos que pueden formarse por millares, aparte de lo que hagan los escasísimos partidos que se oponen hoy a la deriva demagógico- separatista. •- •-• -••• •••-•
Inazio Etxaniz
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