El generoso indigente

Una divertida e insólita noticia aparece hoy en los diarios de Baleares. Un hombre de mediana edad reparte 52.000 euros entre los viajeros del aeropuerto de Son Sant Joan. Podemos imaginar a un multimillonario que tiene el dinero por castigo, repartiendo billetes de 50 euros a los ingleses, alemanes y seres de otras nacionalidades que pueblan el abarrotado e intransitable aeropuerto de Palma, mientras un chófer, con el aire acondicionado a 21 grados y traje oscuro impecable le espera en el Mercedes Benz y mira impaciente de soslayo a su jefe mientras piensa: “este tío siempre ha sido un gilipollas”. Hasta aquí ha llegado mi imaginación tras leer el titular.

La realidad es otra, todavía más inquietante. El tipo generoso es indigente, iba vestido con harapos deshilachados, olía a calle y a vino barato, y le había tocado una herencia inesperada. Así que tras calzarse alrededor de cinco litros de vino caliente se planta en la terminal del aeropuerto y, sonriente y educado, reparte con sus manos agrietadas y sus uñas llenas de mierda el dinero de la herencia.
Si el indigente estuviera pidiendo dinero no se le acercaba ni el Tato, pero como está repartiendo puede uno imaginarse sin demasiado esfuerzo que el tumulto a su alrededor es considerable, pese al olor rancio que desprende su piel curtida como el cuero.
La reacción del indigente puede sorprendernos, pero cabría pensar por qué alguien que no tiene dinero tampoco lo quiere. Qué tendrá el Poderoso Caballero para que ese miembro del lumpen lo repartiera con una sonrisa pícara mientras decía en voz baja: “tomad y joderos, cabrones”.