El carlista irlandés John Scannell Taylor

Un modesto homenaje a este joven irlandés, que dio su vida por Dios, nuestra Patria y nuestro Rey, con esta traducción libre que no pretende ser perfecta ni mucho menos.
Traducido por Puchheim. ¡Gracias Puchheim!
John Scannell Taylor fue un joven de 23 años nacido en Cork, Irlanda, que combatió y murió en el ejército del rey Carlos VII de España. Nació alrededor de 1850 y fue estudiante de derecho en la Universidad de Cork, antes de viajar a España para alistarse como soldado raso bajo las órdenes del general carlista Don Antonio Lizárraga y Esquiroz. Sin embargo, pronto logró el cargo de teniente en la unidad de cazadores de Azpeitia. Lizárraga se lo presentó al Rey como un joven muy prometedor.
Lamentablemente, en su primera intervención, en la Batalla de Ibero (cerca de Iruña, o Pamplona) el 23 de julio de 1873, tras haber sido herido dos veces y continuar la ofensiva, le dispararon una tercera vez, esta vez causándole la muerte.
Tanto sus compatriotas irlandeses como sus correligionarios carlistas españoles admiraban su valor y valentía. Fue enterrado en el campo santo del cercano Ororbia, y existe un monumento funerario dedicado a su memoria en el cementerio de San José de su ciudad natal, Cork.
La Tercera Guerra Carlista (1872-76) fue una insurrección popular en el norte y este de España con el fin de alzar al titular de la dinastía Borbón, Carlos María de Borbón y Austria-Este, Duque de Madrid, al trono de España, con el título de Rey Carlos VII, en sucesión de su tatarabuelo el Rey Carlos IV de España. El Duque de Madrid también reclamaba el trono de Francia como Rey Carlos XI.


El Rey Carlos IV de España
El Carlismo (Karlismo o Carlisme en lengua vascuence y lengua catalana respectivamente) ha sido una fuerza importante en la política española desde 1833, especialmente en el noreste de España. Los irlandeses siguieron la Tercera Guerra Carlista a través de periódicos como The Nation , que apoyaban la causa del Rey Carlos VII. Los irlandeses mostraron un gran interés en la guerra y fueron muchos los que se alistaron en las filas carlistas. Tres hombres procedentes de Cork destacaron en el contingente irlandés: John Scannell Taylor, William Nash Leader y John Smith Sheehan.
Taylor viajó a España junto al teniente John Smith Sheehan, un veterano de los zuavos pontificios que había luchado en la Guerra Pontificia de 1860. Sheehan escribió lo siguiente tras la muerte de Taylor:
“El desdichado compañero que vino conmigo, John Taylor, ya no está con nosotros. Luchó como un valiente y murió como un héroe. Durante el ataque en Ibero, el 23 de julio, avanzó con una compañía de exploradores castellanos y en el primer asalto recibió dos heridas, una en la pierna y otra en el brazo. El ataque continuó, y estando el oficial de la compañía fuera de combate, se puso al frente cojeando, hasta que una bala le hirió en la cabeza, impidiéndole volverse a levantar. No sé si estás al corriente de la razón de que le dejara en Lekunberri. Sabiendo que habían numerosas cartas para nosotros en Bayona, y temiendo que estuviéramos a punto de adentrarnos en el interior del país y por tanto tener mucho más difícil recogerlas, decidimos que uno de nosotros volvería a Bayona. Se presentó una buena oportunidad ya que el corresponsal de The New York Herald se vió obligado a volver a Francia, así que solicité permiso por tres días. Después de que el desdichado Taylor y yo echáramos a suertes quién se quedaría, perdí y me tocó ir a mí. Tuve que caminar setenta y cinco millas (120 kilómetros) durante los siguientes dos días antes de llegar a Donibane Lohizune. Pedí que se celebraran misas en su memoria. Tengo marcado el lugar donde se encuentra su tumba y guardaré algunas de sus pertenencias para su familia”.


General Don Antonio Lizárraga y Esquiroz
El comandante William Nash Leader, que llegó a ser un oficial de alto rango en el estado mayor del Rey Carlos VII, escribió poco después de la muerte de Taylor:
“En el ataque al pueblo fortificado de Ibero, en esta provincia, el teniente Taylor fue herido dos veces, primero en el brazo y luego en la pierna, pero se negó a retirarse, continuando el avance al frente de la compañía, cuando le alcanzó una tercera bala en la cabeza y murió al instante. Los carlistas están admirados de su coraje inasequible al desaliento y se nos unieron a nosotros, sus compatriotas, en el duelo por su muerte. Le ofrecimos misas por su alma y, en cuanto tengamos oportunidad, presentaremos nuestros respetos ante su tumba”. Tras describir los últimos éxitos de los carlistas e informar de que ya controlaban prácticamente en su totalidad las provincias septentrionales de España, el Sr. Leader comenta: “Lizárraga está ya o se encuentra cerca de Azpeitia y mañana me reincorporaré a sus tropas, acompañado de otro paisano de Cork, Joseph Smith Sheehan, un teniente de los zuavos pontificios, que se unió al ejército carlista hace algún tiempo y, junto a mí, está a punto de volver al frente, para, si es posible, vengar la muerte del desdichado Taylor, a quien el Rey le dijo, pocos días antes de su muerte, que todos los irlandeses eran bienvenidos y que se solidarizaba con nuestro desdichado país”.


Este es el informe de The Nation sobre el fallecimiento de Taylor:
“Pero en el norte y este los carlistas han arrasado la semana pasada y, mientras escribimos esto es posible que la importante plaza de Bilbao ya se haya rendido a su Majestad. Si bien parece que han sufrido un insignificante contratiempo cerca de Pamplona, incluso allí la penumbra de la derrota se ha visto iluminada por al menos un acto de singular audacia y heroísmo, que resulta haber sido realizado por un irlandés. “Los hombres de Lizárraga”, señala el mensaje telegráfico, “tuvieron la extravagancia de precipitarse tras una pared de piedra llena de agujeros. Un antiguo estudiante de derecho de la Universidad de Cork, de nombre John Scannell Taylor, se destacó durante el ataque. Valientemente avanzó tras ser herido dos veces, pero al recibir un tercer proyectil en la frente falleció al instante”. Incluso la brusca brevedad del telegrama no puede disimular el heroísmo de nuestro compatriota, quien cabe señalar que tenía veintitrés años de edad”.


Y otro informe sobre la muerte de Taylor:
“Llegó de Inglaterra a mediados de junio y se unió a la partida del general Lizárraga para estar cerca de su paisano Smith Sheehan. Con anterioridad al regreso de Sheehan a Bayona para recoger la correspondencia, decidieron a cara o cruz quién de los dos podría elegir qué hacer. El desdichado Taylor ganó y decidió permanecer con Lizárraga, ya que había posibilidad de entrar en batalla en breve. Justo al siguiente día, Ibero, donde el enemigo se había atrincherado, fue atacado, y el joven voluntario irlandés se destacó desde el comienzo. Avanzando a pecho descubierto, dando ejemplo de valentía a todos por el paso firme de su ataque, el aguerrido joven fue herido por una bala en la pierna. Continuó cojeando hasta que fue herido por segunda vez, en el brazo. Aún así, continuó, dando muestras de tenaz valor, cuando un tercer proyectil le alcanzó en la frente y cayó con los brazos abiertos, levantando una pequeña nube de polvo. Debió morir en el acto, incluso antes de tocar el suelo. Su comportamiento fue muy valiente, según sus correligionarios españoles. Fue recogido tras el suceso y sepultado junto a otros dos oficiales que también encontraron la muerte. Era la primera vez que entraba en batalla y fue su última.
Este joven irlandés, Taylor, fue más afortunado que algunos de sus compañeros en un aspecto. Al poco de entrar en servicio, llamó la atención de Don Carlos. Lizárraga destacó ante el Rey la modestia y el mérito de los jóvenes soldados Sheehan y Taylor, que se habían ofrecido a luchar como soldados rasos, un claro ejemplo de generosidad que debió sorprender a la jefatura carlista, dado que la mayoría de los voluntarios procedentes de Francia llegaban con la clara intención de comandar brigadas, cuando no había brigadas que comandar.
“Desearía tener a mil como ellos”, dijo Lizárraga, que era un auténtico soldado, y uno de los pocos españoles justo con los extranjeros.
Don Carlos estrechó la mano de Taylor y le dio las gracias. Su Majestad conversó algunos minutos con Sheehan en francés y, como la conversación nos permite conocer mejor el carlismo, me aventuraré a repetirla:
Don Carlos: ¿Ha servido con anterioridad?
Sheehan: Sí, señor, con los zuavos pontificios.
Don Carlos: ¡Ah! Bien. ¿En la misma compañía que mi hermano, tal vez?
Sheehan: No, aunque tuve el privilegio de conocer a Don Alfonso.
Don Carlos: Él se encuentra ahora en Cataluña y tiene a muchos de sus viejos compañeros de armas con él. Usted sirve la misma causa aquí que en Roma, la causa de la religión, del orden y del derecho legítimo.
Sheehan (inclinándose): No estaría aquí si no estuviera convencido de ello, Su Majestad.
Don Carlos (sonriendo): Se lo agradezco sinceramente. El general Lizárraga me ha dicho que es usted irlandés.
Sheehan: Vengo del sur de Irlanda, señor.
Don Carlos: Un país por el que siento una gran solidaridad. Ha sido muy desdichado, ¿verdad? ¿Están ahora las cosas mejor?
Sheehan: Irlanda ha mejorado en los últimos años, señor.
Don Carlos: Eso está bien. Merece mejor fortuna porque tiene un pueblo noble y fiel.
Don Carlos retrocedió un paso e hizo un saludo militar; el irlandés colocó su fusil en posición de “presenten armas”, giró sobre el talón y marchó hacia la filas, dándose por terminada la entrevista”.


Dedicado a la memoria del valiente y aguerrido teniente John Scannell Taylor.

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