V
Gonzalo Fernández de la Mora sobre Manuel García Morente
Para estudiar la personalidad de Morente es importante no sólo el dato del lugar de nacimiento, sino mucho más el de su formación en Francia. Es importante también el que, habiendo nacido en una España en la que la filosofía se halla relegada a las aulas de algún seminario, florezcan durante su formación cinco metafísicos españoles: Santayana, Amor Ruibal, D’Ors, Ortega y Zubiri. Sistemático, claro, lúcido, parco en palabras, de mirada de halcón, éste es Morente en sí mismo.
Pero veamos lo fundamental en un pensador; lo que nos queda al cabo de algún tiempo, lo que aporta a la historia del espíritu.
Por sus primeras etapas, la kantiana -en la que se limita a traducir, aunque brillantemente, a Kant- y en la que sigue a Ortega -más influido por el vitalismo europeo que por convicciones-, no hubiera pasado a la historia del pensamiento español. Ni como neokantiano, ni como epígono de Ortega, ni siquiera como filósofo de la historia.
El “hecho extraordinario”, en el que el contacto con el Absoluto es seguro, supone grandes consecuencias, sobre todo para un filósofo, y tan sistemático como Morente. Se enfrenta con los problemas que supone filosóficamente el catolicismo, y se adhiere totalmente el sistema aristotélico-tomista.
Y aunque nítidamente entra en la polémica del valor de Santo Tomás de Aquino -al que defiende y revaloriza-, sigue sin, por ello, pasar a la historia del pensamiento. Porque donde verdaderamente aporta algo es en la filosofía de la historia, y ahora, con su “Ideas para una filosofía de la historia de España”, llega a su culminación.
El español, caballero cristiano
Interpreta la vida como un estilo, y el del español es el del hidalgo que es sinónimo de caballero cristiano. Esta idea en grado superior llega a la nacionalidad. El estilo de España es el de la religión católica. Así se plantea el problema de las relaciones de España y Europa. Si España es Trento, es antieuropea. Si Europa se toma no como época, sino como estilo, España es la más europea, salvo Italia. ¿Y la otra España que nace del 98? Dice Morente de ella: “Es posible que esta España nacida del racionalismo sea predominante. Sí, pero eso ya no sería España, sino la tumba de España”.
Aquí es donde realmente es original. Se podrá discrepar, pero hay que reconocerlo. Porque lo que define al verdadero Morente -el que aporta algo a la historia del pensamiento- es su rigor metódico, que para él será el estilo de presentarse a las cosas: la autenticidad, que le llevó a las últimas consecuencias de su conversión; y su pureza intelectual, dedicada al apostolado científico.
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