El misionero español Pedro Marbán

Jesús Caraballo 26/05/2023





El misionero español Pedro Marbán, defensor en el siglo XVII del pueblo e idiomas mojeños, propio del noreste de Bolivia, ha visto reconocida su labor recientemente por la UNESCO. En concreto, este organismo distinguido como “Memoria del Mundo” a la obra del jesuita “El arte de la lengua moxa, con su vocabulario y catecismo”, que no se limita a ser una gramática al uso, sino que realiza un exhaustivo estudio de esa cultura. Un ejemplo más de la extraordinaria labor que realizaron tantos misioneros españoles, en la evangelización de todo un continente, predicando en los idiomas nativos, lo que contribuyo a la preservación de muchos de ellos, aspecto frecuentemente ignorado por la dañina propaganda negro-legendaria anti española. De hecho, el uso del español sólo se generalizó a partir de las mal llamadas guerras de Independencia, en realidad, luchas civiles, alentado por las nuevas élites criollas.



Marbán estudió desde el primer momento la lengua mojeña, de la familia arahuaca, para poder evangelizar desde las misiones jesuitas del noreste de Bolivia. Los mojeños – conocidos también como moxos o mojos-, son hoy un pueblo de apenas 50.000 nativos, concentrados principalmente en torno a la misión de San Ignacio de Moxos, fundada en 1689, por Antonio de Orellana, Juan de Espejo y el hermano Álvaro de Mendoza. Actualmente, la Constitución boliviana reconoce como lenguas el moxeño trinitario y moxeño ignaciano, nombres derivados de sus respectivas misiones jesuitas.



A diferencia de Paraguay, donde predomina el guaraní, que hoy hablan cerca de 5 millones de personas, al noreste de Bolivia, en aquella época, había distintas tribus con sus propios idiomas: chiriguanos, chanés, chiquitos, guarayos, ambayas y mojeños. Luchaban constantemente entre ellos, disputándose los escasos recursos de la región, además de contra los guaraníes, que a menudo hasta se los comían, o contra los incas, que también los esclavizaban (esto no casa muy bien, con el buenismo y el discurso indigenista actual, que presume una sociedad precolombiana idílica y pacífica, frente al “genocidio” que supuestamente perpetraron los conquistadores españoles). También debían enfrentarse a las incursiones de los bandeirantes portugueses, que desde Brasil, buscaban esclavos para sus plantaciones.



Ante esta disparidad de tribus, la evangelización de la zona fue ciertamente difícil, ya que algunas tribus podían aceptar a los misioneros, pero la vecina no. Es el caso de Cipriano Barace, que tras aprender la lengua mojeña, fundó las misiones de Trinidad, Loreto y Baures, llevando la ganadería, pero que fue asesinado en 1702, a la edad de 61 años, por indios hostiles, justo un año después de que su amigo Pedro Marbán escribiera su diccionario mojeño.

Fue el caso también del padre Baltasar Espinosa, nacido en la localidad peruana de Pisco, quien, con apenas 26 años, acudió a la misión de los mojeños de Loreto, en 1705. En 1709, es enviado a evangelizar a los movimas, pero murió asaeteado, junto a 13 indios que iban a bautizarse. Los indios movimas aún tardarían 50 años en convertirse.

En cuanto a Pedro Marbán (1647-1713), natural de la población vallisoletana de Tiedra, fue nombrado superior de las misiones jesuitas de Moxos en 1681, cargo que ejerció hasta 1700. Él y Barace fundaron la de Loreto en 1682, y durante su mandato se fundaron 10 misiones más al oeste del río Mamoré.



Marbán se dedicó a enseñar a los indios mojos a fabricar violines, y los oficios de albañil, sastre y zapatero. Compuso cantos religiosos en mojeño, español y latín. Tras publicar su famosa gramática y catecismo en mojeño, que ahora distingue la UNESCO, entregó su vida al Señor, en la misión de Loreto, en 1713. Actualmente, una provincia boliviana lleva su nombre.

En esa misma región, se distinguió también otro importante lingüista, el padre jesuita Antonio Magio, originario de la localidad de Alger, en Cerdeña, antiguo territorio de la Corona de Aragón y donde aún hoy se habla un dialecto del catalán.



En 1738, con apenas 28 años, fue destinado a la misión de Mojos, donde trabajó durante 30 años, y en las reducciones de baures, en los pueblos de Concepción, San Martín y San Nicolás, en la confluencia de los ríos San Miguel e Iténez. En 1749, escribió en San Nicolás una gramática de la lengua baure, una lengua arahuaca, que no fue publicada hasta 1880. Actualmente, el idioma baure está casi extinguido, pues sólo 500 personas lo entienden y tan solo lo hablan varias docenas de nativos mayores de 60 años.

La expulsión de la Orden Jesuita, en 1768, debilitó unas misiones que habían sabido transmitir a las poblaciones nativas fe, ciencia, artes y oficios. Tan sólo en la de Mojos, fueron expulsados 26 misioneros. Sin duda, fue una lamentable decisión, que malogró la extraordinaria labor desarrollada por los jesuitas en toda Hispanoamérica.






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