Mientras en el país vecino miles de estudiantes y trabajadores se lanzan certeros a la yugular de las fuerzas policiales del Estado jacobino y la derechona global, en la España de los Borbones y los Boris nuestros prepuberes invocan al Dios Baco mediante SMS y arrasan con la Barcelona del tripi-partido al grito de ¡Abajo la ley seca!.
Pertenecientes a la generación de la abundancia material y simbólica, las jóvenas y jóvenes españoles son el sumatorio de una educación de valores efímeros, del consumo compulsivo e irresponsable, de la televisión y la cultura basura de la izquierda de PRISA, de la movida madrileña del rey del pollo frito y los almodolares de pacotilla, de la apariencia con olor a pedo “light”, del gusto por la individualidad extrema y la incapacidad para tolerar la espera.
Hijos de la dedocracia y el desarrollismo a golpe de talonario de esta Europa de mercaderes y turistas enfundados en bermudas, se muestran incapaces de comprometerse en nada que suponga disciplina, constancia y perseverancia. Aún así, exhiben un nihilismo bien aprendido de unos padres que, no podemos olvidar, serían los primeros en claudicar ante un sistema que ahora nos aplasta.
Escasos son los jóvenes que se implican en asociaciones de vecinos, fundaciones sociales o espacios de ayuda. Eso ya no vende. La chiruca ha sido substituida por el gorotex y la guitarra con voz quebrada por un DJ negro de Manchester y pastillas de colores a lo Matrix.
En todo caso, y porque el cuerpo en estas edades pide marcha, durante algunos años se disfrazaran de altermundistas, metizos del buen rollito u okupas roñosos para exhibir ante el vecindario el sobaco lleno de mugre hasta que en sus casas dejen de de pagar la manutención acostumbrada.
Esta es la juventud de España. Del destape de la transición, de los porros inocuos de Tierno Galván, del PSOE y el PP, del tripi-partido en Catalunya y el PNV en Euskadi. Esta es la juventud de la España de la indiferencia y el pelotazo urbanístico. De la llegada de miles de inmigrantes dispuestos a trabajar por la repugnante ley capitalista de la oferta y la demanda. Esta es la juventud de la violencia gratuita de las tribus étnicas con zapatillas de 200 euros y del "messenger" como excelente metáfora de comunidad global.
Esta es la generación de la nada. Y por nada sale a la calle.
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