Desde Cataluña
Samaruch - Marsillach
En el periodismo catalán existe una clase que unos llaman «amateur» y otros adjetivan «guerrilleros», y que en justicia puede aplicárseles a los compañeros adjetivados uno y otro, según sus actividades dentro del periodismo. Una vez, luchando juntos con el actual ministro de Comunicaciones de la República en un Congreso de Prensa, hubimos de aceptar con orgullo, ante una acometida socialista, el dictado de guerrilleros; ¡tan lejos como estábamos ambos de la República!; él la ha alcanzado; nosotros, más lejos cada día de ella, con el orgulloso remoquete por los profesionales de «guerrilleros», porque si en el periodismo luchamos es por unos ideales, no por el atractivo de la nómina. Quizá el mejor triunfo nuestro es no haber tenido que depender de la nómina precisamente, en lo tocante a periodismo, y, por lo tanto, podemos orgullecemos de nuestro «guerrillerismo».
Seamos profesionales o guerrilleros, los periodistas constituimos una clase, que, si nuestras plumas se entrecruzan en las lides cotidianas en cumplimiento de los respectivos deberes, no obstante ello, en el trato particular y en las Asociaciones de clase llevamos la camaradería hasta la exaltación. Esta meritísima circunstancia es la que nos lleva de la mano para dedicar hoy un cariñoso recuerdo para dos periodistas fallecidos muy recientemente en Barcelona: Joaquín Samaruch y Adolfo Marsillach. Muy lejos estábamos de la ideología de ambos compañeros, pero como catalanes nos unía, además de la particular amistad, una virtud en estos tiempos muy preciada: el amor a Cataluña por el amor a España. Podían ser diferentes las trayectorias, pero el fin el mismo: mantener en Cataluña, por Cataluña misma, el prestigio, el honor y el respeto para la madre España.
Esta era la acusada personalidad periodística, dentro de su respectiva esfera de acción, la labor persistente, heroica, de los dos malogrados compañeros fallecidos Samaruch y Marsillach; y si desde Cataluña, con la emoción del combatiente que ve caer a buenos compañeros, rendimos este humilde tributo a Samaruch y Marsillach, es porque su condición de leales catalanes españolistas les restará parte del obligado homenaje que merecen de los compañeros y del público; vivimos estos tiempos de incomprensión y no hay otra solución que admitir la gárrula caricia de la zarpa del desafecto. El propio Marsillach en su quizá último articulo, publicado hace muy pocos días en un diario madrileño, escribió este párrafo lapidario: «El separatismo subsiste —vuelvo a repetir— por el miedo que inspira. Ningún político se atreve en Cataluña a ponerse enfrente de él. Los desgraciados que lo hacemos vivimos rodeados de rencores, y nos consta que no podemos contar con el apoyo de nadie. Estamos malditos, y así hemos de morir».
Y es así, desgraciadamente. En Cataluña, el sentimiento español ha de sentirse del corazón para adentro: los que se atreven a manifestarlo y sostenerlo son boicoteados y astutamente bloqueados.
No es nuestro propósito dedicar este crónica a la polémica política para no desvirtuar el humilde tributo de homenaje a los compañeros Samaruch y Marsillach, caídos en plena lucha cuando tanto de uno como del otro de aquellos beneméritos periodistas catalanes la causa de España en Cataluña tanto necesitaba; pero Dios lo ha dispuesto de otra manera.
A la familia de Samaruch, con la que tantos lazos de amistad nos unen, y a la de Marsillach les expresamos con la pública reiteración de nuestro pésame el afecto del más humilde guerrillero de la pluma, que compartía con los amados idos el honor de la lucha por España en nuestra amada Cataluña.
PARVISSIMUS
El Siglo Futuro, 28-8-1935
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