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Tema: Constantes históricas en la política catalana del Estado

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    Constantes históricas en la política catalana del Estado

    Artículo escrito en tiempo de Franco, sin autonomía catalana. Destacar cómo el articulista da en el clavo sobre los inevitables pactos con el separatismo catalán y la deriva de éste, cada vez que hay gobiernos “demócratas” en Madrid.

    La única pega del artículo es que no aclara cómo compaginar la “singularidad catalana” en España sin que automáticamente aparezcan reivindicaciones de la “singularidad vasca”, la “singularidad” gallega, andaluza, valenciana, canaria, etc. ¿Cómo solucionaría el Estado tal follón? ¿O será que España como tal es un absurdo? ¿Alguna otra nación del mundo aguanta impávida un guirigay regional de este calibre?


    Revista
    FUERZA NUEVA, nº137, 23-Ago-1969

    CONSTANTES HISTÓRICAS EN LA POLÍTICA CATALANA DEL ESTADO

    Por Pedro Parés y Rius

    Hay que romper el absurdo sistema pendular que hoy enfoca las cosas catalanas


    El objeto y los destinatarios de nuestra crítica

    Una de las razones, si no la fundamental, que levantó el armas al Pueblo español con las Milicias voluntarias, junto al reducido Ejército que quedaba tras el fracaso de la primera fase del Alzamiento militar en julio de 1936, y que consiguió una plena movilización política popular, fue la reacción militar y nacional contra el separatismo en Cataluña y las Vascongadas.

    Frente a ello y en cambio, hemos llegado hoy (1969) a una situación diferente, en la que el Estado español se enfrenta a tientas vacilantes con la ETA en el País Vasco; y en Cataluña organiza homenajes oficiales a los Prat de la Riba, creador del nacionalismo catalán; y entroniza a vivos y muertos que han sido en el último medio siglo héroes y símbolos de una Cataluña contraria a la que el Ejército liberó en enero de 1939: los Pompeyo Fabra, los Vidal y Barraquer, los Pablo Casals, los Picasso, los Miró, los Cardó.

    No es la crítica del Régimen lo que pretendemos; aun siendo trascendente el Movimiento Nacional, nuestra mira es más amplia y más general. El objeto de nuestro estudio es también el mismo Estado actual y anterior: el conjunto de unas actitudes anteriores y más generales que las distintas que ha ofrecido el Movimiento Nacional en la cuestión catalana. Lo que proponemos a examen es toda la política general del Estado ante Cataluña, y la actitud de la intelectualidad.

    Ausencia de una política auténtica

    Ni el Estado anterior ni el nacido el 18 de Julio ha tenido una política constante y definida, sino planes sueltos ministeriales. En efecto, una política sobre Cataluña:

    a) No puede ser solamente un conjunto de soluciones de gobierno a problemas singulares, económicos, sociales, culturales, de obras públicas o de administración de servicios de la región.

    b) Ha de ser la política de todo el Gobierno, al menos; no políticas distintas de cada Ministerio, político o no, que se apoyan, aquéllas, en principios contrarios entre sí. Es inadmisible que hasta los representantes locales de cada Departamento perteneciente a un grupo político diferente mantengan políticas distintas.

    c) Precisa ser constante; sin divagaciones y claramente definida: de una sola línea directriz, que en su ejecución y aún si se quiere en su apariencia superficial, pueda tener los zig-zags de las circunstancias y de los problemas del momento.

    Por lo contrario, se han seguido inmemorialmente tendencias distintas; pero lo más grave es que, no solamente se han ido produciendo variaciones en el modo de resolver el problema, sino que aquéllas han afectado a la postura misma del entendimiento de la propia esencia de la cuestión; discrepando hasta sobre la existencia de ésta.

    Hay algo que no marcha bien hace tiempo

    No hay acuerdo sobre ello, y la cuestión es grave. Desde la Renaixensa sostienen algunos que Cataluña siente un recelo que se retrotrae a cuando se realizó la unidad nacional con Isabel y Fernando, y por el modo cómo esta unidad se realizó. Piensan otros que en Cataluña existe un morbo de desunión contra la Nación de la que forma parte. Creen algunos catalanes que desde el advenimiento de los Borbones ha sido tratada la región como país conquistado y ocupado.

    Precisa en consecuencia y de una vez, establecer el examen total de los hechos, en la actitud por parte del Estado, de la intelectualidad y de todos los españoles, ante Cataluña, y el examen mismo del problema de Cataluña.


    I.- El absurdo sistema pendular en el enfoque de las cosas catalanas.

    Se ha seguido un absurdo sistema pendular en el enfoque del catalanismo y de las cosas de Cataluña en general. Desde la negativa a entender que pueda haber en esta región algo radicalmente específico dentro de la unidad general de los españoles; hasta la postura opuesta de admitir que Cataluña sea algo aparte de la España esencial, y que constituye un problema que sólo políticamente se puede resolver, y por tanto cediendo a una postura que por ello empieza a ser abandonista.

    En el fondo de ambas posturas opuestas y contrarias está la confusión más o menos oscura, de que Castilla es España, o de que España ha de ser esencialmente castellana. Idea que, según indicaremos, no es ni castellana en su origen.

    A) Cuando se estima que no existe problema catalán

    Cuando el péndulo está en la parte más alta de este enfoque, se parte del punto de vista según el cual el problema es una creación totalmente artificial de una minoría vanidosa o interesada;y se adoptan rígidos criterios unitariamente válidos para todas las provincias. Esta actitud irrealista produce entonces como consecuencia el abandonar totalmente el campo político a la acción de las fuerzas espontáneas del catalanismo, que inmediatamente son organizadas y dirigidas, al principio veladamente, y después ya sin recato; y no solamente el campo directamente político sino, lo que es aún más grave, la acción cultural y popular; dando de salida a toda posición antiespañola, o simplemente negadora o amenguadora de lo español una ventaja difícilmente recuperable en la lucha por el ambiente en todas las clases sociales.

    En las épocas en que predomina esta tendencia:

    •En primer lugar se desconoce o se margina el hecho de que Cataluña no sea castellanoparlante sino que tiene un idioma propio, y que cuando se le supone reducido el valor de un uso íntimo y familiar, Cataluña se siente ante todo despreciada y depreciada.

    Predomina entonces totalmente la tendencia a consagrar la lengua como vínculo de la nacionalidad y de la Hispanidad, aunque en realidad no sea un vínculo esencial y único. Claro está que cuantos más elementos comunes tenga una nación más reforzado se encuentra su espíritu unitario y por tanto su existencia; y que la lengua, la raza y la religión son los más fuertes elementos de cohesión social, pero a condición de que estos elementos comunes y unitarios sean reales. Pero no siendo así se cercena entonces de la esencia del ser español cuanto no sea castellano. (…)

    Se justifica en el orden lógico y racional con la misma idea del pangermanismo primitivo, cuando los alemanes, antes del racismo, tomaron como lema unificador “la unión de todos los pueblos de habla alemana”: es la confusión entre idioma y nación, exagerando el alcance de un hecho social ya importante y trascendente como es el idioma. Esta idea, en definitiva del siglo XIX, ha obrado en España como una tenaza: De una parte ha entrado del brazo de los intelectuales y universitarios de toda España que han bebido en las “filosofías alemanas”, aunque a veces a través de fuentes francesas cuyo intelectualidad tiene profundas influencias germanas en todo. De otra parte, a través de la influencia ejercida por estas mismas ideasen el sur de Francia, en el que dio lugar al occitanismo y al provenzalismo literario, que a su vez fue el origen de la renaisenxa literaria catalana; aquel movimiento literario del sur de Francia produjo una pequeña secuela de nacionalismo occitanista (aunque muy limitado, pero que subsiste), que por mimetismo tiñó a la renaisenxa de nacionalismo político.

    Contribuye a este error en el campo de las ideas un hecho que se le superpone, pero que es puramente sensual, y es que la lengua propia, considerada más importante, es al mismo tiempo más cómoda por ser familiar, y nos resulta más ventajosa que los demás nos hablen en ella, dando lugar al imperativo “hábleme Vd. en español”.

    •Pero no acaba todo en la cuestión idiomática: Olvidando la existencia de una personalidad específica de Cataluña o equiparándola más frecuentemente de lo debido a la de regiones o provincias sin historia política tan propia y definida, se viene a desconocer que muchos símbolos y esquemas supuestamente nacionales no son en realidad tales, sino simplemente castellanos, real y verdaderamente muy importantes, pero rechazados por Cataluña en razón a que no los puede sentir propios.

    •Se relega al rincón de los trastos de la historia el hecho grave que las minorías selectas catalanas no pueden olvidar: La consagración de la renuncia a cuanto no fuera ya antes de la Unidad nacional la política de expansión castellana propia y específica, renuncia impuesta tenazmente tanto por los Austrias como por los Borbones: Ni el Mediterráneo, ni el Transpirineo, ni el África.

    •Se olvida que aún hoy día (1969), Barcelona es, por sí, un centro de cultura natural, con mentalidad más receptiva a lo europeo, con actitud más propia a todos los progresos, para bien o para mal. Es decir, propia y específica.

    •Se habla entonces del folklore flamenco como folklore nacional, que para Cataluña es directamente el de los inmigrantes de otras regiones, y sienten entonces los catalanes su propio folklore, su arte, su poesía y sus costumbres, o despreciados o tildados de extraños.

    •Se olvida entonces la demografía y el peso económico de Cataluña, y se le da la misma ficha en la Administración central que a cualquier otra región o provincia, desconociendo la realidad de los problemas locales que, en Barcelona, superan a veces la gravedad y las consecuencias humanas que alcancen las de algunos Estados independientes.

    •Y se olvida, finalmente, lo que ningún catalán puede olvidar: que las barras del Reino de Aragón, cuya expansión tuvo su centro en el puerto de Barcelona, llegaron a ser trece, una en el interior que hablaba como Castilla, otras trasmediterráneas que hablaban en italiano, y las mediterráneas españolas desde Valencia al Rosellón y las Islas Baleares que hablaban como en Barcelona, más las transpirenaicas que hablaban parecido. Y lo decimos en pretérito porque no nos referimos ya al idioma, sino a una historia política común, con voluntad de imperio, aportada a la unión nacional después de que Cataluña la mantuvo sola durante doscientos años, que la política castellana dirigente no mantuvo sino que se le empezó a desintegrar antes de que transcurrieran otros doscientos años desde la boda de Fernando e Isabel.


    B) Cuando se admite el problema catalán, y se juzga insoluble

    Pero cuando el péndulo oscila opuestamente, nos vemos mirados desde un ángulo irracionalmente contrario, porque se da por fracasada la política y actitud unitarista; y todo ocurre al revés. Ya se admite como realidad histórica y trascendente alguno al menos de los “hechos diferenciales” propuestos por el catalanismo en cualquiera de sus frentes de discusión; y se le reconoce entidad suficiente para establecer una línea de separación, a uno de cuyos lados se encuentra Cataluña, y al otro resto de España.

    •Entonces viene el señalar que toda actitud radical es errónea e impolítica y contraproducente al sentimiento y a la voluntad del pueblo catalán; y procede negociar, y en definitiva, ceder y renunciar.

    •Entonces aparecen las constantes históricas catalanas de centrifuguismo antiespañol o de centrifuguismo general periférico contra el centro peninsular, con el que se supone no haya más pasado común que un antítesis sin síntesis lógica y natural posible. Lo que se entiende como un drama permanente e inesquivable.

    •Entonces se cree que la Unidad nacional fue un accidente afortunado de las formas políticas históricas, la Iglesia y la Monarquía; y que del mismo modo, en vez de la Unidad española puedo producirse otra cosa, y formar parte Cataluña de otra unidad, pues las bodas dinásticas pudieron ser distintas. Lo que lleva a la idea de la posibilidad futura de situaciones totalmente distintas por evolución, por ejemplo en el cuadro de una unidad política superior europea.

    • De todo ello viene el entenderse con el catalanismo, y como en España a pactar con el Papa mandamos un demócrata cristiano y acaso a Moscú enviaríamos de embajador un marxista, lo primero que se hace es llamar a los líderes del catalanismo y del separatismo moderado, los propios que plantean la disidencia y el apartamiento catalán de la política nacional. De este espíritu de conllevancia y convivencia se pasa entregar el poder a los catalanistas, concederles todos los puestos de mando en la misma Barcelona, los políticos y los que no son políticos, y los de supuesta representación social; y los aledaños, cuando no los primeros puestos de las Corporaciones barcelonesas. Ya después se dice que la realidad de toda Cataluña es esto: catalanismo. Y el gobernante de turno se atribuye el mérito de haberlo moderado.

    •Pero esto no es lo último: se apoya a tales aliados catalanistas contra sus enemigos extremistas del propio catalanismo; y, aliados ya, también contra los que no son catalanistas, pues esta es en aquel momento la política catalana del Ministerio; y se consiguen acallar las voces de quienes denuncian esta convivencia, y para esto no hay diálogo ni concurrencia de pareceres. Ello acaba en la proscripción de cuantos en Cataluña defienden en serio la idea de Patria española; mientras tienen una venda puesta en los ojos los demás españoles de fuera de Cataluña.

    Como el catalanismo extremista chantajea a los moderados que gobiernan en Barcelona, se ven estos lanzados cada vez más a un catalanismo más radical. Y con los propios medios puestos por el Estado se va creando la larva de un separatismo preparado para volar así que haya ocasión. Y se le ponga mecha encendida.


    Lo peligroso de la situación actual (1969)

    Se ha abusado tanto de la palabra “peligro” que resulta inexpresiva para calificar una situación en que no se puede dejar al “péndulo” continuar, pues ha sido lanzado demasiado fuertemente en esa dirección.

    1) La apertura del régimen permitida hacia sus propias Instituciones es llevada con esa excusa a la “apertura” contra cuanto representa la Patria, el amor a la Patria, y sus estructuras.

    2) Nos hallamos en el plano inclinado de la tolerancia política: hacia las actitudes de catalanismo camufladas de progresismo religioso; hacia la invariada postura de Montserrat, de acrecentado proselitismo sobre la juventud; de tolerancia mal velada del “volem bisbes catalans”, que continúa en la propia actitud de la misma Curia Arzobispal barcelonesa, vergonzante en sus hechos; de la catalanización del Opus Dei aquí; de la politización catalanista de parte de la banca “en” Barcelona; de la libre y triunfal actuación del Omnium Cultural.

    3) Mientras el europeísmo es al mismo tiempo disgregante de la fuerza del espíritu nacional y, por lo contrario, favorable a los regionalismos sin medida; mientras que las Instituciones europeas o europeístas ya existentes y los centros de promoción del europeísmo protegerán decididamente las particularidades y autonomías regionales, concordarán en ello los servicios secretos de influencia política para Europa, tanto comunistas como norteamericanos o franceses, y cualesquiera otros internacionales.

    ***
    Este sistema pendular ha ido produciendo en Cataluña demasiada impresión de ducha escocesa.

    Y aunque ahora, con mayor o menor violencia, sea posible retrotraerse a esa postura, ya el péndulo no puede volverse atrás, al tiempo que es peligrosísimo que continúe contiene igual en su presente postura. Sólo cabe una actitud política, esto es, posible: romper el “péndulo”.

    Y decir palabras de verdad, sin arbitrariedades ni demagogias. Lo cual tampoco tiene nada que ver con el federalismo, con los fueros, ni con la nueva teoría de dividir la capitalidad.

    Pedro PARÉS Y RIUS
    Última edición por ALACRAN; Hace 1 semana a las 14:24
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
    Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)

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