Derribar el toro suena a grito de guerra en los ámbitos independentistas, que han convertido la estructura publicitaria de Osborne, con sus 18 metros de altura, en un símbolo de España. El último toro de Osborne de Cataluña, en El Bruc, cayó esta semana a manos de un grupo radical que se autodenomina La Bandera Negra. Y su peculiar gesta, porque así lo califican en un comunicado reivindicativo en el que se habla de "patriotas catalanes" que vencen al "gigante cornudo español", ha dado la vuelta a Internet y ha sido recibida de manera entusiasta por los cibernautas catalanistas, mientras caldeaba en los foros patriotas. De hecho, mientras muchos se quejaban de no haber sido convocados para participar en el derribo, otros denunciaban el acto vandálico.
Los Mossos d'Esquadra mantienen abierta la investigación porque lo sucedido, motivaciones aparte, está castigado en el Código Penal como un delito de daños. De los promotores de la iniciativa poco se sabe, más allá de la intervención directa de 20 personas del colectivo. No constan antecedentes de otras actuaciones reivindicativas de La Bandera Negra como tal, aunque, por su comunicado en la defensa de la nación catalana, se le presume un ánimo de recuperar el espíritu de la antigua Bandera Negra, una suborganización dentro del Estat Català que se remonta a 1925 y que estaba domiciliada en un centro excursionista. La originaria organización, de carácter secreto, preparó un atentado contra Alfonso XIII que consistía en volar la vía del tren al paso del monarca, en una acción que se denominó El complot de Garraf, y que no sólo facasó sino que llevó a la detención de la mayoría de sus miembros. Aquella Bandera Negra se disolvió formalmente en 1926. El nombre de este grupúsculo también recupera el valor simbólico de la bandera negra como emblema de combate consagrado en los versos de Els Segadors en letra del siglo XVII: ¿Dónde está vuestro capitán, dónde está vuestra bandera?/ Sacaron al buen Jesús?/ Todo cubierto con un velo negro./ 'Aquí está nuestro capitán/ ésta nuestra bandera'.
Lo cierto es que mucho ha llovido desde entonces, y la acción contra el toro de Osborne se inscribe más en una oleada de destrozos y actos vandálicos que en los últimos tiempos se suceden en Cataluña con más ánimo de provocar un efecto mediático que otra cosa. Símbolos y emblemas se convierten en el centro de la diana de los separatistas radicales sin más organización que la que supone que, por poner un ejemplo, cuatro se pongan de acuerdo para hacer una gamberrada. Como el derribo del toro de Osborne, otras acciones mediáticas del mismo tenor en los últimos tiempos fueron protagonizadas por el Comando Avellana, o el Comando de Liberación Nacional de los Sombreros, entre otros. Son actuaciones como el robo de la camiseta de Iñaki Urdangarín que colgaba del Palau Blaugrana, o la sustracción de la funda de la espada de la estatua del general Prim, el año pasado, en Tarragona.
Y es que de símbolos se nutre el nacionalismo. Frente al toro, reivindica el burro catalán, cada vez más habitual en las tiendas de souvenirs de las Ramblas de Barcelona, pero también el gato, jugando con su nomenclatura en catalán y su proclama en forma de adhesivos en las matrículas con el CAT.
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