Tema: Narrativas infalibles en la España bucodental

NARRATIVAS INFALIBLES EN LA ESPAÑA BUCODENTAL

El guión de la Diada de Catalunya, se ha convertido, vista la similitud con anteriores entregas, en un excelente ejercicio de reeducación vicaria para la ciudadanía sin afiliación manifiesta. Como en anteriores entregas, los protagonistas y antagonistas vinieron a representar una adaptación laica de Els Pastorets, versionada por la La Fura dels Baus, donde una parte del público en éxtasis, interactúa vociferando gansadas para con los “enemigos del pueblo” y calurosas ovaciones para con los de la autosecta. Algo terriblemente parecido, y perdonen la comparación, a un Gran Hermano en versión catalana pero costeado con la calderilla de las zonas azules. Por ello, ya a nadie se le escapa, que la celebración de la Diada se ha transmutado en la “hora del odio”, que el novelista británico, George Orwell, describió con exacta anticipación en su libro 1984.

Decía José Antonio Primo de Rivera, que a los pueblos sólo les movía la poesía. Evidentemente, eran otros tiempos y otros pueblos. En estas horas de pensamiento “zapping” -tan extendido en las sociedades audiovisuales-, basta que un pelagatos de la talla de Joel Joan – incrustado habitual de teleseries costumbristas locales-, ladre sincronizadamente ante los medios del régimen las consignas “políticamente esperadas”, para convertirse, de la noche a la mañana, en el Mesías de la nación virtual, y virtuosa, en construcción. Algo así, como un Macià o un Prat de la Riba, pero con gafas de montura de exquisito diseño italiano. Ante el nivelazo ideológico mostrado por las fuerza vivas del país, hasta el mismísimo Chomsky, se percibe como un simple becario de un campus norteamericano, con su equipo de baloncesto, mayoritariamente negro, y sus gráciles animadoras, mayoritariamente blancas.

En este contexto de crispación calculada y video-monitorizada, una parte de la sociedad catalana ha decidido entretenerse mirándose al ombligo -porque al escroto ya no alcanza-, sin haberse molestado a descifrar los mecanismos que le arrastran hacia una relación sadomasoquista con la invasora y siempre intolerante España. Instalados en la queja, toda una legión de sufridores socialmente bien situados, claman y reclaman que el único camino para la salvación de la tribu es la senda tortuosa de la independencia, siempre plagada de peripecias varias, botiflers y sacrificios silenciosos no siempre recompensados. Una aventura para los Indiana Jones con gralla y que reúne sospechosamente las características formales del “relato inmortal”, en donde el tesoro, un grial con las cuatro barras y la estrella masónica, representa la abundancia económica y la pureza colectiva.

Alcanzada la independencia, el paraíso. Un paraíso poblado por voluptuosas féminas afines a todo para los heterosexuales y jovencitos inmortales para los otros, regado por fuentes de las que brotará horchata valenciana, cava del Penedès y finas hiervas de Mallorca. Un paraíso sin peajes, desempleo, especulación inmobiliaria, apagones, corrupción institucional, inmigración masiva, ni enchufismo, donde todos los niños y niñas, sin excepción, hablarán la lengua del microimperio en el recreo, en el autobús escolar y hasta en el retrete si fuera menester. Un paraíso exento de enfermedades neurodegenerativas, sarampión, cáncer de mama y osteoporosis, sin violencia sexual y accidentes de carretera. Un paraíso de aguas cristalinas y verdes prados, repoblado con la nutria, el burro y el panda, sin calentamiento global –o cuanto menos, no afectará directamente al Principado-, y los incendios de verano se extinguirán llegados a la provincia de Lleida. Es decir, una bicoca al alcance de todo ciudadano autodeterminado y con más servicios que en El Corte Inglés. ¡Y gratis! ¡Collons nano¡

Ante semejantes narrativas infalibles no existe argumento político, histórico, económico y empático que puedan articularse para hacer frente a las ventosidades de Carod, Calzada, Mas, a los pensionistas Pujol y Maragall, y a los suicidas-místicos-patriotas como Xirinacs ¿Qué hacer? Permítanme los lectores catalanes un consejo: todavía están a tiempo de afiliarse a Esquerra Republicana o a las numerosas plataformas soberanistas generosamente subvencionadas de la galaxia autista. Porque de lo que no hay duda es que, del pastel sólo trincarán tajada los sufridores con referencias y las “barretinas viejas”. Para ellos el paraíso a perpetuidad. Para el resto, es decir, los indecisos, los desafectos y los playeros habituales en los días de la exaltación vinculante, pan, agua o el destierro.

Por mi parte, no esperen que haga lo mismo. A mi edad, siempre son difíciles los cambios. Me conformo, eso sí, con ser un el último pie noir, pero dormir a pierna suelta. No sin antes, por supuesto, vender caras mis escamas. Simbólicamente hablando, se entiende.



Deus Vult!


Arnau Jara
El traidor

¡Genial!

Rafael Castela Santos