Inventores que España olvidó
ANTONIO VILLARREAL
En el siglo XIX, muchos inventores españoles contribuyeron al progreso pero sus nombres quedaron aprtados en la cuneta. Ahora, un libro rescata a tres de ellos
Archivo de los herederos de Mónico Sánchez/Muncyt
Mónico Sánchez, en una foto promocional de su aparato de alta frecuencia
Por suerte, aquella ciencia decimonónica, tan individual y amateur, ha ido profesionalizándose y haciéndose colectiva. Sin embargo, las historias de genios solitarios cambiando el mundo desde sus recónditos talleres tienen narrativamente, encantos difíciles de equiparar. Thomas Edison representa mejor que nadie ese paradigma, pero España también tuvo sus genios.
Algunos, como Leonardo Torres Quevedo o Isaac Peral, alcanzaron reconocimiento. Otros, muchos otros, llegaron a rozar brevemente el Olimpo de la invención pero acabaron, a lo sumo, dando nombre a una calle en un pequeño pueblo de la Mancha.
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M. A. Delgado
Para el escritor Miguel Ángel Delgado, a quien debemos buena parte del interés que en los últimos años se ha despertado en España por la figura del inventor Nikola Tesla, «es uno de los problemas de la divulgación de ciencia, que en muchos casos son procesos que no se entienden bien. A la gente le gusta que le cuenten historias, básicamente, y que los papeles están bien definidos -quién es el héroe, quién es el villano- les encanta. Para construir el relato, el lector necesita identificarse un poco con las personas, y hoy en día es complicado porque la invención depende de procesos colaborativos o empresariales. La gente no sabe quién ha inventado la mayor parte de las cosas que utiliza».
Pionero de los rayos x
En su último trabajo, «Inventar en el desierto» (Turner, 2014), Delgado se propuso encontrar algunas esas luminarias patrias olvidadas en la cuneta del progreso. «Hacía tiempo que tenía ganas de abordar a estas personas porque, con todo el tiempo que he dedicado a Tesla, me acababa encontrando con referencias a inventores españoles», explica el escritor a ABC, «cuando leía sobre la radio, evidentemente aparecía Cervera como personaje a tener en cuenta. Mónico Sánchez aparece en el tema de la alta frecuencia y los rayos X, García Sáez en el desarrollo de los primeros submarinos... me fui quedando con muchos más nombres de inventores pero los tres relatos que salieron fueron estos».
Uno de ellos es Mónico Sánchez, un pionero de la radiología que sin acabar el bachiller, estudió ingeniería eléctrica por correspondencia y terminó en Columbia. En Estados Unidos, trabajó en diversas compañías dando luz a inventos como la máquina portátil de rayos X y otros aparatos de alta frecuencia. Pero entonces, Sánchez decidió regresar. «Si se hubiese quedado en EEUU, habría tenido inversores para su negocio, pero decidió regresar, no ya a España, sino a su pueblo, Piedrabuena», dice Delgado. Está la impactante imagen de un carro llevando por los caminos de Ciudad Real los aparatos de alta frecuencia de Mónico Sánchez a la estación de tren.
«La gran mayoría de los personajes que aparecen en el libro tiene una oportunidad de sacar adelante sus inventos fuera de España», dice el autor. Sin embargo, volvieron. O nunca se fueron. «Hay un punto de patriotismo, en el sentido más auténtico de la palabra, quieren repercutir en su país y lo intentan una y otra vez aunque saben que están condenados al fracaso».
El garcibuzo
Nada que ver con Tesla, que partió de Smiljan, una pequeña aldea montañosa hoy perteneciente a Croacia, con destino final Estados Unidos, a donde llegó con 28 años para no volver. «Tesla se consideraba serbio pero también profundamente norteamericano. En el fondo, él quería que le sacaran para adelante estos inventos y entiende que es en EEUU donde los puede sacar. Es una contradicción curiosa, y fascinante».
Pero los inventores españoles de la segunda mitad del XIX tenían quizá un motivo ulterior, contribuir a sostener un imperio en decadencia. Los temores a un ataque naval espolearon, por ejemplo, una frenética carrera por inventar el submarino. «Es fascinante el empeño español por ser los primeros en hacer el submarino, erre que erre durante muchos años», dice Delgado, que siguió la historia del logroñés Cosme García Sáez, primero en probar un sumergible -el Garcibuzo- que Isabel II no compró. Este inventor murió en la pobreza, pero su trabajo fue fundamental para que, 30 años más tarde, Isaac Peral construyera el primer submarino. Para Delgado, «la influencia de "Veinte Mil Leguas de Viaje Submarino" es brutal. El submarino se convierte en un símbolo de modernidad, y conseguir un buque que vaya bajo el agua es, en el imaginario, perfectamente comparable a la carrera espacial».
Las historias de estos inventores están cubiertas por una pátina melancólica, de lástima por las semillas que cayeron en un terreno agreste. Pero ante el célebre lapidario de Unamuno cabe reflexionar que los genios salen incluso donde no los quieren. «Una de mis prioridades con este libro era resaltar que no es que los españoles tengamos un componente genético que nos condene a ser menos inventivos», dice Delgado, «demuestra que, incluso en las peores condiciones, en España aparecían genios. ¡Como en cualquier parte!»
Archivo de los herederos de Mónico Sánchez/Muncyt
Stand del Laboratorio Eléctrico Sánchez en una de las ferias del sector
Inventores que Espaa olvid - ABC de Sevilla
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