La ausencia durante cuarenta años de cine político: algo, sencillamente, dramático:




Revista FUERZA NUEVA, nº 505, 11-Sept-1976

La ausencia durante cuarenta años de un cine político: sencillamente dramático

¿Será preciso insistir sobre el valor social del cine? Es arte, es espectáculo y es negocio. Por supuesto. Concita muchos valores de todo orden. Es el medio de expresión de nuestro tiempo. Es el más persuasivo lenguaje (...) Lenin, o sea, un político que iba a realizar el régimen más férreo y terrible de la Humanidad, lo señaló como principal objetivo: “Es el arma más fuerte”, indicó. Y miles de salas de cine inundaron las poblaciones de Rusia y Siberia en los años de la Revolución. Mussolini, por otra parte, comprendió, asimismo su alcance. Y le dedicó una atención menos eficaz políticamente, pero importante en el orden cultural: Cinecittá, la Bienal de Venecia, el Instituto Cinematográfico y mil aspectos más jalonan la andadura de la Era Fascista. Alemania, con Hitler en el Poder, tampoco olvidó la función fílmica y, aunque hubo de luchar con el éxodo de cineastas judíos, muy numerosos en el país, obtuvo algunos éxitos importantes, como esa “Olimpiada” en la que Leni Riefenstahl plasmó la belleza deportiva y el sentido organizador del régimen en uno de los más bellos documentales, que tuvo su antecedente próximo en el que hizo sobre la concentración nacional-socialista de Nuremberg. Dos documentales que todavía hoy [1976] no han sido superados.

La Cruzada, sin propaganda fílmica

España, no. España no aprovechó en estos últimos años ese medio de comunicación portentoso. Las autoridades protegieron el cine, estimularon la producción, dejaron libertad temática... Es falso que hubiera un dirigismo; porque hay que remitirse a las pruebas. Repasar la producción cinematográfica de estos años y ver cuántas películas exaltan el Régimen o su ideología, cuando no a algunas de sus personalidades, dará una idea de la dejadez oficial en cuanto a la propaganda. Los denostadores de la política cinematográfica del periodo franquista no tienen bases de argumentación. Por desgracia. ¡ojalá España hubiera tenido su “Acorazado Potemkin”! Alguien dirá que “Sin novedad en el Alcázar”, de Augusto Genina, lo fue, y en cierto modo pudiera serlo, ya que es una de las pocas obras que la pantalla ha ofrecido sobre gestas de nuestra Cruzada. Tal vez haya que registrar “El Santuario no se rinde”, de Arturo Ruiz-Castillo, sobre la epopeya de Santa María de la Cabeza, en Andújar (Jaén). Pero poco más hay en la filmografía política del Régimen.

Se han gastado millones en ayudas y subvenciones para obras que no han exaltado nada español, no ya de la política gubernamental, sino de la Historia, tan rica, de nuestro pueblo. Salvo honrosas excepciones, poco es lo que hay en nuestras filmotecas.

En cambio, se ha dado la paradoja de que, últimamente, el dinero oficial ha ido a productores y películas cuya intención era aviesamente anti-Régimen. Hecho que sólo se da en España. A tal extremo que, llegado a conocimiento del Jefe del Estado, Franco se limitó a comentar: “Bueno es que se permitan películas contra el Gobierno, pero que no se hagan con el dinero de éste”. Naturalmente.

Luego ya ha sido el desmadre. Muchos cineastas, ensalzados casi oficialmente e incluso representando oficiosamente a España en los festivales internacionales, han dedicado sus películas a atacar al Régimen o a la Patria a través de sus personajes e instituciones, desde la iglesia al Ejército. Cierto que, por lo general, lo han hecho burdamente y sin talento, pese a la permisión y benevolencia de las autoridades, pero eso es otra cuestión.

Un intento de política cinematográfica

Cuando Fraga llegó al Ministerio de Información y Turismo y puso de director general de Cinematografía a García Escudero, con todo lo discutible de muchas cosas, se intentó hacer una auténtica política cinematográfica. Y con cierto espíritu liberal ya se abrió los brazos a nuevos valores, sin importar su tinte político. La responsabilidad y competencia de unos hombres preparados hizo posible creer en un arreglo de nuestro cine.

Pronto, sin embargo, al desaparecer la Dirección General de Cinematografía por una medida administrativa verdaderamente errónea -si había que suprimir alguna Dirección, nunca debió ser la de un medio de comunicación tan importante-, vino el hundimiento. Que ha llegado en medida acelerada hasta nuestros días, en que ya es el caos; no por el titular actual de la Dirección, que ha arreglado muchas cosas, sino por la falta de política del Ministerio en sí y, en general, del Gobierno. El liberalismo, con toda su secuela de permisión y lenidad más absolutas, ha dejado paso a la pornografía y a la pornopolítica. Y Dios sabe adónde nos va a llevar si no se pone coto.

Ahora, en cambio, se permitirá “Canciones para después de una guerra”, un libelo contra Franco y el Régimen

Por ejemplo, se dice que ha sido autorizada “Canciones para después de una guerra” de Basilio Martín Patino. Ignoro si será en su versión original, que ya en tiempo de Carrero Blanco se permitió exhibir en privado a numerosos grupos e incluso se consintió jalearla en los periódicos (“Arriba”, por ejemplo), cuando se trata de un libelo contra Franco, el Régimen y los españoles, sin excluir al entonces príncipe don Juan Carlos. Realmente se pregunta uno, ¿es posible que tenga vía libre esta película?

Todo cabe, no obstante, en las actuales circunstancias sociales y políticas. Si se han dejado las películas blasfemas y sacrílegas (“Jesucristo Superstar” y “Godspell”) y se dejan los relatos pornográficos, haciendo caso omiso de las normas de censura e incluso de las leyes, ¿pueden sorprender otras autorizaciones?


Por no molestar a Mao no se autorizan el documental de Antonioni ni la película “Los chinos en París”

Lo que no se permitirá, desde luego, es que llegue a las pantallas españolas el documental de Antonioni sobre China, ni la cinecomedia francesa de Yanne titulada “Los chinos en París”. ¿Por qué? Simplemente, porque la Embajada de Pekín ha pedido que no se haga. Y no hay que molestar a Mao. Puede ofenderse a Dios, a la Patria y al Régimen, a las instituciones y a la moral y costumbres de nuestro pueblo, pero no a la ideología comunista de Pekín, ni a su jefe. La democracia y el liberalismo terminan en ese punto.

Ahora, con estos aires liberalizadores, incluso es probable que, torpe y sin inteligencia, pero con intencionalidad manifiesta, empiecen a exaltarse las “hazañas” de los rojos, tergiversando la Guerra de Liberación y dando la vuelta a las cosas. Si no se consigue del todo, como pasa con “Las largas vacaciones del 36”, de Jaime Camino, no es por falta de ganas, sino por carencia de genio.

“El cine que no nos dejaron hacer a nosotros, ahora lo hacen ellos”

Así se lamentaba el otro día un gran director. Porque, en efecto, cuando se intentó hacer lo que hoy dirían un cine “triunfalista”, hubo la consigna tácita o expresa de no remover las cosas, por no herir a los vencidos, por no molestar. Lo exigía la reconciliación, que empezó en 1939 y no ahora, que es resentimiento. No se hizo cine sobre nuestra Cruzada, cuando pudieron destinarse muchos millones para hacer por lo menos una decena de cintas anuales, porque la caridad cristiana debía aconsejar que no hurgásemos en las heridas. Así ocurrió que las gestas de nuestros héroes y mártires, salvo en contados casos, han quedado ignorados para la mayoría de las nuevas generaciones.

Es, sencillamente. dramático.

José BERMEJO DE LA CUEVA