El «marco franquista»
Es un alivio comprobar que, aunque cambien nuestros gobernantes, hay "esencias" democráticas que se mantienen inalteradas. Y es que una democracia sin "esencias" es como un chorizo sin pimentón. La gran "esencia" de nuestro chorizo democrático, el picantillo que alegra la vida a nuestros políticos a derecha e izquierda, es la execración del franquismo, convertido en una suerte de chivo expiatorio sobre el que descargan, de forma rocambolesca y con desprecio del sentido común, las culpas que sólo a ellos corresponden. En la época zapateril nos dijeron, por ejemplo, que la culpa de nuestro elevado índice de fracaso escolar la tenía el franquismo; afirmación bizantina donde las haya, pero acaso comprensible según los mecanismos psicológicos del imaginario progre, que ha hallado en la momia de Franco el monigote idóneo para sus prácticas de vudú. Más desternillante todavía resulta la derecha cuando execra el franquismo, porque aquí el mecanismo psicológico que la impulsa es de índole acomplejadita, como el del niño que empieza a largar bravatas viriles cuando descubre que su compañero de pupitre la tiene más larga o más peluda. Para mantener la vigencia de nuestras "esencias! democráticas, Esperanza Aguirre proclamaba hace unos días:
-La reforma laboral acaba con el marco franquista que ha convertido a España en campeona mundial del desempleo.
Afirmación que adquiere enternecedoras resonancias freudianas si recordamos que, hace poco, el sindicalista Martínez (el que cobra 180.000 euracos en un consejo de administración controlado por la Comunidad de Madrid) motejaba a Esperanza Aguirre de "reliquia cañí del tardofranquismo". Que la reforma laboral acaba con los últimos vestigios del "marco franquista" es, desde luego, una verdad como un templo; pues, a la muerte de Franco, quien despedía a un trabajador debía apoquinarle unos disuasorios noventa días de sueldo por cada año trabajado, en vez de los veinte con que ahora podrá mandarle a freír espárragos. También podría haber añadido Esperanza Aguirre que la reforma financiera liquida definitivamente el "marco franquista" cepillándose las cajas de ahorro, instituciones beneméritas que sólo cuando los buitres del control político infestaron sus consejos de administración y se eliminaron las restricciones a su actividad, para que empezaran a ofrecer "productos financieros" -año 1977, fuera ya del "marco franquista"-, se convirtieron en antros de perdición.
Aquel "marco franquista" ha sido, en efecto, liquidado. Y, aunque la puntilla se la hayan dado las reformas ultimísimas de la derecha -que, al menos en esto, podrá presumir de tenerla más larga o más peluda que la izquierda-, lo cierto es que en el desmantelamiento de las cajas de ahorro, como en la desprotección del trabajador, han trabajado con idéntico ardor "antifranquista" la izquierda y la derecha. Afirma la lideresa madrileña, de forma rocambolesca y con desprecio del sentido común, que "el marco franquista ha convertido a España en campeona mundial del desempleo". considerando que en España -según datos de la "Encuesta de Población Activa" que facilita el Instituto Nacional de Estadística- había 600.999 parados en 1976 (cuando todavía regía el "marco franquista"), por los casi 5.300.000 de 2011, logrados al socaire de las sucesivas reformas laborales que desde entonces han acabado con dicho "marco franquista" , habremos de concluir que la afirmación de Aguirre es una bravata la mar de picantilla. Es un alivio comprobar que, aunque cambien los gobernantes, hay "esencias" democráticas que se mantienen inalteradas.
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