Cambiar las fiestas religiosas del día establecido es, efectivamente, suprimir la fiesta religiosa. Porque nadie se imagina el día de Reyes un 2 de enero o el de Todos los Santos un 28 de Octubre, ni la Iglesia va a celebrar esas fiestas cada año un día distinto, en el día que se le antoje para ese año al gobiernillo de turno.
Lo triste es que o nadie cae en la cuenta de la monstruosidad del hecho o a nadie le importa a estas alturas de la debacle religiosa. En cualquier caso,se evidencia de un modo u otro que a los "católicos" (es un decir) el carácter religioso de las fiestas les importa ya un pimiento.
Es lógico: si, pase lo que pase en el mundo, los curas insisten que todos ellos van a ir al cielo.... pues ¿para qué luchar por menudencias y días de más o de menos?