El Instituto de Cultura Hispánica (1946-1977)
El 4 de julio de 1946 un grupo de universitarios españoles e iberoamericanos funda el Instituto Cultural Iberoamericano en la cámara del rey Felipe II del Monasterio de El Escorial.
Posteriormente la Sección española de esa Asociación se transformó en el Instituto de Cultura Hispánica como ente autónomo
Creación y fines
El Instituto de Cultura Hispánica fue una corporación de derecho público, con personalidad propia, consagrada al mantenimiento de los vínculos espirituales entre todos los pueblos que componen la comunidad cultural de la Hispanidad.
Tenía como fines primordiales el estudio, defensa y difusión de la cultura hispánica, el fomento del conocimiento mutuo entre los pueblos hispánicos, la intensificación de su intercambio cultural y la ayuda y coordinación de todas las iniciativas públicas que tiendan al logro de estos fines.
Historia
El movimiento hispanoamericanista, que fue la razón de origen de este Organismo, no es una coincidencia circunstancial o fortuita. Los Congresos Iberoamericanos de Montevideo y Lima de 1868 y 1878; los de Madrid de 1892 y 1900; los Congresos Americanistas de Madrid en 1881, de Huelva en 1892, de Méjico en 1895, de Río de Janeiro de 1922. de Buenos Aires de 1930 y de Madrid y Barcelona de 1931 fueron claras expresiones de la fuerza de esta tendencia.
Más tarde estos esfuerzos fueron complementados por la Unión Panamericana, a través de su órgano “Revista de las Españas”, y las Exposiciones Iberoamericanas de 1929 en Barcelona y en Sevilla, la “Revista Cultural Hispanoamericana” y el Centro de Estudios Americanistas sevillano como manifestaciones sucesivas.
El Consejo de la Hispanidad, en 1940, constituyó otro esfuerzo importante que trataba de coordinar todas estas iniciativas. La Asociación Cultural Iberoamericana, fundada con la participación de los representantes hispanoamericanos en España estuvo en la misma línea.
En América, un espíritu de idéntico presidió las tareas de grandes núcleos universitarios. Buena prueba de estos esfuerzos fueron la Confederación Iberoamericana de Estudiantes Católicos, iniciada en Méjico en 1938 y continuada en los Congresos de 1935 en Lima y de 1941 en Bogotá; la Semana de Estudios de Santiago de Chile en 1944 o la Asamblea Interamericana de “Pax Romana” en 1946, en Lima.
Así llegamos a 1946, fecha en la que el Instituto de Cultura Hispánica cobró realidad.
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Tras la Guerra Civil, el nuevo Régimen del 18 de Julio, bajo el ministro de Asuntos Exteriores, Alberto Martín Artajo, con Joaquín Ruíz Giménez y Alfredo Sánchez Bella constituyó un nuevo organismo que bebía del concepto de Hispanidad que había destilado Ramiro de Maeztu y Manuel García Morente.
El primer fruto del proyecto cultural de aquellos hombres fue el Instituto de Cultura Hispánica. Dicho organismo tuvo autonomía jurídica y entre sus objetivos estaba estrechar relaciones con los países hispanoamericanos a través múltiples actividades culturales.
Los instrumentos concretos fueron la actividad editorial de libros y revistas especializadas, la cátedra “Ramiro de Maeztu” en la Universidad Central de Madrid, el Colegio Mayor “Hernán Cortés” en Salamanca, la entrega de premios a libros, revistas y películas de temática hispánica, y un programa de becas de viajes, para traer a España a intelectuales de prestigio, de línea hispanista, con preferencia profesores de universidad y miembros conocidos de la prensa escrita.
Aquellos intelectuales hispanoamericanos pertenecían al mundo de las letras, en su mayor parte procedían de asociaciones católicas estudiantiles, donde los jesuitas principalmente habían incentivado un hispanismo confesional que había calado en el espíritu nacionalista y anti-anglosajón de muchos de ellos. Unos pocos tenían antecedentes de haber colaborado en las iniciativas a favor del bando nacional durante la Guerra Civil. Entre 1947, año de su apertura, y 1981, la institución alojó a más de 3.700 estudiantes. Un buen número de ellos fueron a la vuelta a sus patrias, ministros, diplomáticos, rectores universitarios, artistas y escritores de Hispanoamérica. Los países que más aportaron alumnos hasta 1981, fueron Argentina y Chile, con más de 300, y Perú, Ecuador, México y Bolivia, con 200. En su mayor parte, estudiaron Medicina y Derecho, estas dos carreras reunían casi la mitad de los becarios.
Entre los más representativos estuvieron el peruano Víctor Andrés Belaunde, el argentino Juan Carlos Goyeneche, los chilenos Jaime Eyzaguirre y P. Osvaldo Lira, los nicaragüenses Pablo Antonio Cuadra y Ernesto Cardenal, los bolivianos Luis Adolfo Siles y Carlos Mesa. Su visión hispánica se oponía al naciente populismo indigenista surgido en Perú o en Méjico, pero también al racismo criollo, semejante al colonialismo británico de raíz biopolítica. Aquellos jóvenes intelectuales estaban orgullosos de representar una cultura alternativa a la predominante de los EEUU en el continente.
La sede central y sus derivaciones en las provincias. –
El Instituto de Cultura Hispánica se hallaba instalado en su edificio propio de la Avenida de los Reyes Católicos de la Ciudad Universitaria de Madrid, que se inauguró el día 12 de octubre de 1951. El edificio constaba de cinco plantas en su fachada principal y diez en la posterior. Además de las oficinas y dependencias habituales, el Instituto alberga capilla, salones de embajadores, exposiciones, Juntas y actos, Biblioteca y Hemeroteca, comedor de gala y estudios para artistas.
Las instituciones culturales de España, además de la citada institución central, eran las siguientes: Asociación Cultural Iberoamericana, en Madrid; Asociación Cultural Iberoamericana, de Sevilla; ídem de Valencia; ídem de Badajoz; ídem de Barcelona; ídem de Burgos; ídem de Bilbao; ídem de Oviedo; ídem de la Coruña; ídem de Santiago de Compostela; ídem de Salamanca; ídem de Valladolid; Real Academia Hispanoamericana de Cádiz; Instituto de Estudios Hispánicos de Barcelona; Instituto Vizcaíno de Bilbao; Casa de América, de Granada; Instituto de Estudios Hispánicos, de Tenerife.
El Instituto en América. –
En territorio americano florecían las siguientes Instituciones: Instituto de Cultura Hispánica, de Monterrey y de Guadalajara, en Méjico; Instituto Cubano-Español, de La Habana; Instituto de Cultura Hispánica, de Ciudad TrujilIo; ídem de Puerto Rico; ídem de Tegucigalpa y Managua, en Honduras; ídem Panameño, en Colón [12] y Panamá; ídem Costarricense, en San José de Costa Rica; ídem de Bogotá; ídem de Quito; ídem de Guayaquil; ídem de Lima; ídem de La Paz; ídem de Tucumán, Córdoba, Mendoza, Santiago del Estero y Rosario, en Argentina; ídem de Valparaíso y Santiago, en Chile; ídem de Montevideo; ídem de Asunción; ídem de Natal, Recife, Río de Janeiro y San Pablo, en Brasil. Existe, además, en Manila otra institución análoga: el Instituto de Cultura Hispano filipina.
La voz de España en América. –
Una de las finalidades del Instituto era la de hacer llegar a las aulas americanas la voz de los profesores españoles, que en sus conferencias dan a conocer los rasgos más notables de la cultura española actual. Así, en breves años de vida el Instituto ha patrocinado de una u otra manera el viaje a América de los profesores Corts Grau, González Álvarez, Gómez Arboleya, Torroja Miret, Ruiz del Castillo, Eugenio d’Ors, Javier Conde, Manuel Ballesteros, Guillermo Céspedes, Fraga Iribarne, padres Zaragüeta y Ceñal, Muñoz Alonso, Castiella, Laín Entralgo, Antonio Tovar, Jiménez Díaz, Blanco Soler, Entrambasaguas, García Hoz, Pérez Barradas; de los escritores y poetas Eugenio Montes, Díaz Plaja, Giménez Caballero, García Viñolas, Pemán, Dámaso Alonso, Panero, Rosales, Foxá; de los músicos Joaquín Rodrigo, José Cubiles, Sainz de la Maza, y de muchos otros intelectuales y personalidades de la cultura española.
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