En la Historia de los heterodoxos españoles, trató de presentar una versión católica de los acontecimientos con una fuerte dosis de apologética. El resultado es una historia polémica, escrita con la credulidad piadosa del que se defiende, que no admite críticas objetivas a la decadencia de la Iglesia en épocas pretéritas, y que deforma los hechos para no escandalizar a un público católico.
Ante este dilema, para Menéndez Pelayo era una tarea realmente difícil escribir una historia nacional objetiva. Se trató, en definitiva, de escribir una historia equilibrada entre la veracidad científica y el sentido religioso. Insistió, sin embargo, una historia de herejes no puede ser imparcial o indiferente, porque es la historia de doctrinas y errores que deben ser juzgados con el criterio del dogma católico.
Como historiador escribió con la convicción de que la verdad está a su lado, triunfando la fe sobre la heterodoxia del error. No temió enfrentarse con la verdad al error y al mal que no puede prevalecer sobre el bien. Pero, además, era un historiador íntegro, porque sin temor desafiaba la ciencia histórica heterodoxa, rechazando su fatalismo y declarándose providencialista."España, evangelizadora de la mitad del orbe; España martillo de herejes, luz de Trento, espada de Roma, cuna de San Ignacio; ésa es nuestra grandeza y nuestra unidad; no tenemos otra. El día en que acabe de perderse, España volverá al cantonalismo de los arévacos y de los vetones o de los reyes de taifas.
A este término vamos caminando más o menos apresuradamente, y ciego será quien no lo vea. Dos siglos de incesante y sistemática labor para producir artificialmente la revolución, aquí donde nunca podía ser orgánica, han conseguido no renovar el modo de ser nacional, sino viciarle, desconcertarle y pervertirle."
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FRASE DE MARCELINO MENÉNDEZ PELAYO |
Los dos primeros tomos de la Historia de los Heterodoxos Españoles se publicaron en 1880, siendo el segundo presentado en el centenario de Calderón de la Barca. El tercer tomo fue publicado en agosto de 1882, en el que integristas católicos esperaban que condenase la centralización borbónica, el Liberalismo del siglos XIX y corrientes filosóficas anticlericales como el Jansenismo, el Krausismo, el Positivismo o el Galicismo. Menéndez Pelayo no satisfizo las expectativas que habían depositado en él como historiador católico y aparecieron críticas. Por ejemplos, un prestigioso dominico, Joaquín Fonseca, lo acusó desde el Colegio de Corias, en Asturias, de haber desconsiderado la tradición del Tomismo de la filosofía española para ensalzar el paganismo del Renacimiento.
Le respondió en un tono más conciliador que en polémicas pretéritas mediante estas palabras expuestas en La Ciencia Española:
"Sin ser precisamente filósofo del Renacimiento como me llama de un modo algo estrafalario el padre Fonseca, soy filósofo de mi tiempo, que busca en el Renacimiento y algo más allá su genealogía."
El historiador cántabro había sabido superar el Integrismo sin caer en el Modernismo de la época. Entre el fanatismo de unos y el cientifismo de otros, supo encontrar una vía media por la cual sin sacrificar la objetividad de los hechos buscó hacerlos compatibles con el testimonio de lo religioso. Estaba atravesando una etapa de coherencia de principios, de desilusiones en la política, de serenidad en su madurez que hicieron de catalizadores ideológicos que rechazaban cualquier radicalismo. Pero seguía pensando que Krausismo y Tomismo eran dogmatismos negativos para el desarrollo de la verdadera ciencia moderna, porque lo que los krausistas habían sido para la intelectualidad de su generación, eran los tomistas para la ciencia ortodoxa.
En su etapa más madura había dejado de lado las polémicas y se había convertido en un erudito más sereno y ecuánime, buscando una filosofía que haga posible el encuentro moderno entre religión y ciencia, la fidelidad al Catolicismo tradicional con la adhesión a la Modernidad científica. Y este fue el drama todo aquel intelectual católico de la Restauración. Una época difícil para un pensador independiente alejado de la escolástica como doctrina tradicional católica de elaboración científica; tiempos en el que el creyente se encontraba entre la secularización de liberales y progresistas y el fanatismo religioso de carlistas y ultramontanos. Buscaba una restauración científica católica basada en un espíritu conciliador y liberal que intentaba armonizar en la ciencia y la política un positivismo pragmático con un idealismo estético y humanista.
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HISTORIA DE LOS HETERODOXOS ESPAÑOLES POR MARCELINO MENÉNDEZ PELAYO |
Otras de sus características fue su profunda bondad y humanidad, como dejó patente en su discurso de ingreso en la Real Academia Española, en palabras como "los bajos quilates de mi estilo y mi doctrina", modestia que practicaba en el trato a sus alumnos a los que "nunca me tuve por maestro, sino por compañero".
Durante su juventud, mantuvo un fuerte debate con sus oponentes dialécticos pero este tono se fue suavizando en su madurez. Tuvo la valentía escribir cierto arrepentimiento sobre el nivel de adversidad, por ejemplo, en la última edición de La Ciencia Española:
"En descargo de mi conciencia, no de escritor, sino de cristiano y de hombre, debo dar alguna explicación sobre las personalidades, acritudes y virulencias que en estas cartas hay y que de buen grado habría yo suprimido si para hacer esto no hubiese sido preciso destruir enteramente el libro."
Sus primitivos juicios desfavorables sobre Gaspar Núñez de Arce y Benito Pérez Galdós, o sobre otros, fueron corregidos en esta obra:
"Yo peleaba por una idea; jamás he peleado contra una persona, ni he ofendido a sabiendas a nadie."
Y este arrepentimiento fue puesto de manifiesto en el tercer y último tomo de su Historia de los Heterodoxos españoles:
"Otro defecto tiene, sobre todo, el último tono, y es la excesiva acrimonia e intemperancia de expresión con que se califican ciertas tendencias o se juzga de algunos hombres. De casi todos pienso hoy lo mismo que pensaba entonces; pero si ahora escribiera sobre el mismo tema, lo haría con más templanza y sosiego, aspirando a la serena elevación propia de la historia, aunque sea contemporánea, y que mal podía esperarse de un mozo de veintitrés años, apasionado e inexperto, contagiado por el ambiente de la polémica y no bastante dueño de su pensamiento ni de su palabra."
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FRASE DE MARCELINO MENÉNDEZ PELAYO |
En su Historia de las ideas estéticas en España, escrito entre los años 1883 y 1891, expresó su anti-germanismo filosófico y su hostilidad a la "ciega, pedantesca y brutal teutomanía" que dentro y fuera impera, al mismo tiempo que contradiciendo su crítica hace alabanzas a la "Alemania idealista, optimista y expansiva de los primeros años de siglo". A lo largo de su voluminosa obra elogia a los representantes de la denominada Edad de Oro de la cultura alemana, haciendo referencias a Winckelmann, Lessing, Herder, Kant, Fichte, Schiller o Schlegel. Sobre Goethe escribió: "Tal hombre no pertenece a la raza germánica, sino a la Humanidad entera."; y sobre Hegel: "¿Quién más filosófico que él entre los modernos?".
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