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Teniendo en mente que la solución de un problema particular, o problema aparente, es sólo una aplicación del Crédito Social, igual que la aplicación del álgebra al problema de Zenón, podemos aproximarnos al mayor asunto a través de la bien conocida paradoja de “la pobreza en medio de la abundancia”.
Hay que admitir que siete años de molestias bélicas y postbélicas han abolido tanto la pobreza como la abundancia. La pobreza es pensada como una condición financiera, y la abundancia como una condición material; y al momento presente los ingresos están difundidos y a un alto nivel, mientras que la oferta de bienes de todas descripciones es pequeña. A menos que una ulterior fase de la guerra supervenga próximamente, sin embargo, existe la certeza de que tanto la pobreza y la abundancia retornarán.
Esto al menos parece ser la presunción de los funcionarios de la economía que, en consecuencia, están libremente pronosticando una depresión en un futuro cercano.
La naturaleza de la “abundancia” es el primer asunto que debemos examinar; este es el campo de la ciencia física e industrial al que nos referimos anteriormente. Desde el punto de vista puramente físico, material, el hombre es una máquina que realiza trabajo mediante la conversión de energía. Él es una forma de máquina de combustión interna, que obtiene energía mediante la quema de combustible.
Ahora bien, la condición primaria de la vida individual obviamente debe ser que la cantidad de energía obtenida del “combustible” -comida- sea suficiente para dar cuenta del gasto de energía en la búsqueda y consumo de la comida.
Es posible concebir un estado de vida en que el consumo de comida equilibrare justo el gasto de energía en obtenerla, y en estas circunstancias ninguna otra actividad sería posible.
La vida debió haber empezado al menos en una forma ligeramente superior a este nivel, pues de otra forma ningún progreso más allá de él hubiera sido posible.
Ahora bien, la diferencia entre el gasto de energía necesario meramente para sostener la vida y la energía disponible en total, representa un “beneficio” en su más fundamental sentido. Ésta forma el fundamento de la capacidad del animal para perseguir otros fines distintos de la mera obtención de comida.
Un meticuloso entendimiento a conciencia de esta básica realidad física es esencial para nuestro asunto, pues subyace en el mismo corazón del Crédito Social.
Un individuo que tuviera que dedicar todo su tiempo a obtener las meras necesidades para su existencia, la naturaleza de sus actividades estaría completamente determinada por esta necesidad. Pero tan pronto como tiene un exceso de energía por encima de su necesidad fundamental, entonces tiene una elección de cómo la va a gastar.
Existen, por supuesto, innumerables vías en que este exceso de energía puede ser gastado. Una de ellas, sin embargo, es de una peculiar importancia. Es el uso de esa energía para mejorar la eficiencia del individuo como máquina: para incrementar más el efecto útil producido por un gasto de energía dado.
De las muchas formas en que esto puede hacerse, la más importante para nuestra investigación es la construcción de herramientas; pues el uso de herramientas introduce un nuevo factor, no sólo permitiendo un mucho mayor ahorro en el gasto de energía, sino también haciendo posible procesos hasta entonces imposibles.
Podemos imaginarnos un hombre individual, no equipado ni con conocimiento, sin entrenamiento ni con herramientas, y suponer que puede mantenerse a sí mismo removiendo para buscar comida con sus solas manos. Supongamos que, después de tener en cuenta el sueño necesario, él tiene una o dos horas al día de sobra, en que no necesita buscar y consumir comida. Esa hora la podrá gastar en “ocio”, pero si la dedica a, digamos, hacer una red con la cual cazar peces o pájaros, o a realizar un instrumento con el cual cavar, o una lanza, o incluso si la dedica a idear mejores métodos mediante los cuales obtener sus necesidades básicas… entonces él hará posible la obtención de esas necesidades básicas en un tiempo aún más corto, y de esta forma tener a su disposición un mayor tiempo el cual otra vez puede ser dedicado o a “ocio” o a mejorar la eficiencia.
No necesitamos explorar los límites naturales de este proceso, pues es sólo el principio subyacente lo que es de importancia.
Una exacta captación de este principio, sin embargo, es de capital importancia.
Es la realidad física básica subyacente al concepto de inversión.
Esta es la forma elemental de inversión, sobre la cual está fundada la complicada superestructura moderna. La inversión es la dedicación de energía al incremento de la eficiencia resultante del gasto de energía. Se origina en el individuo, y sus beneficios originales pertenecen al individuo.
Las herramientas y conocimientos de procesos que resultan de esta forma básica de inversión hacen uso de la energía propia del individuo, y la cantidad total de esa energía disponible en el individuo limita la utilidad de las herramientas. Pero aún con éste límite, el efecto acumulativo del uso de herramientas y del conocimiento del proceso resulta en una expansión maravillosa de los posibles resultados del esfuerzo.
Uno sólo tiene que pensar el cambio efectuado por el uso de la pala en la práctica de la horticultura. Pero es muy importante darse cuenta de que no es la pala solo, sino también el conocimiento del uso de la pala, y de los hábitos de plantar, lo que se traduce en la realización de posibilidades.
Ahora bien, muchas herramientas tienen una vida que excede la vida de su fabricante, y comúnmente son traspasadas a un subsiguiente individuo. A esto lo llamamos herencia.
No es menos obvio que todo aquello a lo que podemos llamar conocimiento es también objeto de herencia. El tipo de conocimiento que estamos considerando es, de hecho, una herencia acumulativa; es un crecimiento de generación en generación, un crecimiento y una condensación, pues el conocimiento del origen del conocimiento comúnmente se pierde.
Pero, en este contexto, el conocimiento heredado es un conocimiento funcional; el individuo hereda con la pala un conocimiento de “práctica de pala”, sin el cual la pala sólo tiene una fracción de su posible utilidad. Este conocimiento funcional, este conocimiento de proceso y práctica, en todas sus amplias ramificaciones, heredado junto con la herencia física, es lo que llamamos herencia cultural.
Éste a su vez es un concepto fundamental de inmensa importancia, tan real como (y más efectivo que) la longevidad de las herramientas y estructuras. Pues no sólo permite el adecuado uso de la herramienta, sino también el reemplazo de la herramienta.
Así, hemos encontrado significados físicos básicos para los términos beneficio e inversión.
El beneficio lo podemos definir como una eficiencia mejorada perteneciente al individuo, y la inversión como la aplicación del beneficio para el aumento de la eficiencia.
Beneficio, inversión y herencia, especialmente herencia cultural, son elementos básicos de la economía, y un correcto entendimiento de ellos, al margen de cualquier teoría económica, y particularmente financiera, es esencial.
La “abundancia” tiene su origen en estos elementos; comienza con el pequeño excedente de energía a disposición del individuo, es incrementado por la aplicación de este excedente a la mejora del proceso, y es heredado a través de las acumulaciones de la herencia cultural.
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