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Hasta ahora hemos considerado el asunto de la “abundancia” a partir de su origen en el individuo. Hemos considerado que está disponible al individuo como tal, concediéndole la herencia cultural, pero, por otro lado, usando solamente su propia energía animal y las herramientas que ha hecho o heredado. Las herramientas y el conocimiento le sitúan en una gran ventaja sobre la condición primitiva, y esta ventaja es enormemente, incalculablemente aumentada y enriquecida gracias a tres factores más.
El primero es la asociación de individuos para conseguir un objetivo común. El primer obvio resultado de la asociación es que un trabajo dado puede ser realizado más rápidamente y más fácilmente; y este es el resultado menos importante. Pues la asociación hace posible resultados imposibles para el individuo como tal. No sólo pueden dos hombres levantar más fácilmente que uno solo un objeto pesado; dos hombres pueden levantar un peso que ninguno solo podría levantar. Dentro de límites razonables, se hacen posibles nuevos resultados con cada adición al número. Así hay un beneficio en la asociación mucho más allá que el beneficio de la simple adición de números. Lo que emerge, más allá y por encima de la simple adición, se denomina plusvalía de asociación. Es difícil pensar en algo de lo mucho que el hombre moderna hace que no se apoye de alguna forma en dicha plusvalía, cuyas varias formas son de gran complejidad.
La “división del trabajo” y la consecuente producción en masa de la cual cada vez más somos más dependientes es una simple ampliación de la idea de asociación primaria. Más complejas son las relaciones entre varias asociaciones. El teléfono, él mismo resultado de asociaciones complejas, depende de que existan al menos dos usuarios, y la suma de un nuevo usuario incrementa la utilidad potencial del sistema a todos los usuarios existentes. Pero la existencia del sistema telefónico en su conjunto aumenta la eficiencia de toda la industria, y algunos procesos son dependientes del teléfono o de algún sistema equivalente de comunicación instantánea.
Así, la “asociación de asociaciones” produce una plusvalía mayor. Es, por supuesto, imposible seguir y analizar la mayor complejidad de la asociación; pero el principio puede ser captado de manera que su inmenso poder multiplicador pueda ser apreciado.
Debe recordarse que esta multiplicación opera sobre los logros individuales que habíamos considerado primero.
El segundo factor es la introducción de la energía solar en lugar de la energía animal como la base del trabajo hecho. La energía solar significa energía derivada, por una vía u otra, de la energía del sol; por tanto, incluye energía almacenada en forma de madera, carbón y energía hidráulica derivada de los cambios en la distribución del agua debidos al calor del sol.
Debe subrayarse que es esta energía, y no las máquinas como tales, lo que estamos considerando aquí. Las máquinas son simplemente una forma de herramientas, y la realización de éstas con la producción, en principio, ya ha sido algo considerado antes.
Desde un punto de vista teórico, es indiferente cuál sea la fuente de la energía que potencia a las herramientas; lo que es importante es el total de la energía disponible, y aunque no disponemos de cifras exactas, lo cierto es que el trabajo humano contribuye con menos de un quincuagésimo del total; y puesto que la energía solar es aprovechada más rápidamente de lo que la población popular crece, la contribución humana de energía es una fracción cada vez más decreciente.
De hecho, desde el punto de vista de la energía, el trabajo humano es insignificante, y en su mayor parte podría prescindirse de él enteramente; su importancia radica más bien en otra dirección.
Se ha convertido, tal y como lo describe Douglas, en un catalizador. Resulta una iluminante analogía. El término “catalizador” se usa en química para denotar una sustancia cuya presencia o bien permite que una reacción química tenga lugar, o bien para que tenga lugar de manera mucha más rápida, pero la cual no entra en sí misma en las reacciones; así el catalizador no es consumido en la reacción, aunque puede disiparse hasta cierto punto. La química industrial depende en gran medida del uso de los catalizadores. Del mismo modo, la industria moderna depende del trabajo humano; la producción es efectuada predominantemente mediante energía solar y herramientas, pero requiere de la presencia del “trabajo” humano para “catalizar” los procesos.
La cantidad de producción es proporcional al total de energía, no al número de hombres empleados; por ejemplo, una máquina atendida por un hombre puede ir más rápida o más despacio, de acuerdo con la energía que se le suministra, sin que haga mucha diferencia la persona que lo está supervisando. La cantidad de energía solar ya aprovechada es inmensa (varias veces la energía humana de todo el mundo) y la eficiencia de su utilización, desde un punto de vista mecánico, está constantemente creciendo.
Por esta razón la energía que puede derivarse de la fisión nuclear (llamada energía atómica) o a partir de la genuina energía atómica es en gran parte de interés académico. Cada individuo en la actualidad tiene a su potencial disposición la energía solar equivalente a cincuenta veces o más la energía de un hombre.
El tercer factor es la introducción de la automaticidad en las operaciones de las máquinas. Existe una gran diferencia entre digamos una rueda afiladora impulsada por energía contra la cual un hombre puede afilar un cuchillo, y una máquina que automáticamente afila el filo del cuchillo; pero por supuesto la aplicación de la automaticidad, incluso en una máquina tan simple como esa, va mucho más allá. Una máquina a la que se le suministran tiras de acero o formas talladas, corta, afila y termina una herramienta, y la monta sobre un mango, o la envuelve y la empaqueta (como con la navajas de afeitar, por ejemplo), es una simple máquina como las que funcionan en estos días.
Tal extraordinariamente complicado procedimiento es llevado a cabo de manera completamente automática, y con extrema precisión. Este desarrollo es equivalente en sus efectos al uso de la energía solar; representa un factor multiplicador.
El desarrollo de lo que popularmente es llamado “electrónica” marca casi un mayor factor multiplicador. La electrónica se centra en gran parte en el uso de células fotoeléctricas y aplicaciones relacionadas. La peculiar importancia del desarrollo es que proporciona maquinaria “de ojos”, pero ojos que para ciertos propósitos trascienden las limitaciones del ojo humano como hace el microscopio.
Así, este “ojo” puede analizar cosas que se mueven rápido y que para el ojo humano serían sólo una imagen borrosa.
Relacionado con el “ojo”, otro desarrollo de la electrónica es la maquinaria que puede realizar con increíble velocidad ciertas funciones del pensamiento humano. Puede realizar “cálculos” matemáticos de extrema complejidad y de enorme tamaño.
Estamos ciertamente sólo en el umbral de estos desarrollos que transformarán la industria, como la introducción de la energía solar transformó la “fabricación”. Tan inmensos, tan alejados de la mera existencia animal son los procesos y desarrollos que hemos estado considerando, que es muy fácil comprenderlos mal; y la misma división del trabajo confunde todo el cuadro y oculta la totalidad.
Para ganar algo de perspectiva y claridad, es legítimo adoptar un punto de vista especial.
Por tanto podemos considerar a la Humanidad y su historia como si hubiera un solo hombre que haya vivido una parte de su duración de vida.
Al principio, ese hombre es un infante desvalido, cuya casi única actividad externa es mamar del pecho de su madre. Después, él es un niño, que toma comida más concentrada, y posee un excedente de energía que gasta en jugar; pero ese juego le enseña las técnicas encarnadas en su ambiente cultural, y aprende más y más cómo hacer las cosas por sí mismo. Por grados su juego se convierte en más intencional; es conscientemente dirigido a la adquisición de conocimientos y habilidades. En cierto momento el chico inicia la acumulación de posesiones. Para empezar son juguetes, pero pasan a ser herramientas en el sentido más amplio. En virtud del conocimiento ganado y de las herramientas acumuladas, el chico convertido en adulto es capaz constantemente de sumar sus posesiones; y algunas de ellas duran más tiempo que su tiempo de vida y pasan a sus sucesores. Este hombre realiza dos tipos esenciales de actividad: están aquéllas que meramente sirven para su simple existencia, y aquéllas que son una especie de eflorescencia. Las primeras son aquellas relacionadas con la producción de materiales para su necesario consumo de comida, ropa y alojamiento, y las segundas aquéllas relacionadas con su producción de activos permanentes en el más amplio sentido. La primera actividad es la producción de bienes de consumo, y ésta, por supuesto, puede ir más allá de las puras necesidades; la segunda es la producción de bienes de capital.
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