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Tema: Introducción al Crédito Social

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Martin Ant Introducción al Crédito Social 07/11/2013, 13:49
Martin Ant Re: Introducción al Crédito... 07/11/2013, 13:52
Martin Ant Re: Introducción al Crédito... 07/11/2013, 13:58
Martin Ant Re: Introducción al Crédito... 07/11/2013, 14:01
Martin Ant Re: Introducción al Crédito... 07/11/2013, 22:05
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Martin Ant Re: Introducción al Crédito... 09/11/2013, 13:43
Martin Ant Re: Introducción al Crédito... 09/11/2013, 13:45
Martin Ant Re: Introducción al Crédito... 09/11/2013, 22:20
Martin Ant Re: Introducción al Crédito... 09/11/2013, 22:23
Martin Ant Re: Introducción al Crédito... 13/11/2013, 18:07
  1. #1
    Martin Ant está desconectado Miembro Respetado
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    Re: Introducción al Crédito Social

    (2)

    En este punto merece la pena analizar con mayor detalle la economía americana.

    El hecho económico primario sobre América es que es en casi cualquier aspecto físicamente autosuficiente. Prácticamente cualquier materia prima necesaria para la industria moderna está disponible dentro de sus fronteras, y posee una gama de climas que le permiten cosechar producción de casi cualquier descripción.

    Algunas de sus pocas deficiencias pueden ser suplidas por sustitutivos sintéticos, pero en cualquier caso la cantidad de materias primas necesarias requeridas para completar toda la gama es menor que el 3% de la economía, y pueden ser obtenidas fácilmente a cambio de unos pocos bienes americanos y materias tales como el petróleo.

    Para simplificar la discusión, supongamos que las deficiencias reales hayan sido compensadas mediante trueque y consideremos en adelante la economía desde ese punto.

    El segundo punto es que América es técnicamente autosuficiente; sobre todo la técnica industrial ha sido llevada allí a un mayor estado de desarrollo que en ninguna otra parte.

    Ahora bien, los portavoces de América son protagonistas de la política que hace que América deba “comerciar” a una escala cada vez más creciente; y más específicamente, dicen que si la gente previamente ocupada en la producción de munición y en las fuerzas armadas han de ser absorbidas en la industria del tiempo de paz, entonces es esencial expandir los mercados para la exportación.

    ¿Cómo va a ser pagada América por sus exportaciones?

    Si el pago es mediante una importación de bienes, entonces esos bienes reemplazan una cantidad equivalente de bienes hechos en América, y así desemplea a la gente que podrían haberlos hecho.

    El pago puede ser mediante oro u otra forma de moneda “dura”. En este caso, la moneda sólo podría gastarse, en hipótesis, en producción americana existente; pero, siendo realistas, es innecesario importar dinero para comprar tu propia producción.

    Tercero, las exportaciones pueden ser financiadas con crédito: América presta dólares al país importador, que los usa para comprar los bienes americanos; o, lo que realmente ocurre, los dólares nunca dejan América, sino que son pagados al productor de los bienes exportados. E igual que en el caso del oro, estos dólares sólo pueden ser gastados en bienes americanos existentes.

    Durante la guerra, un artículo en un magazine americano profetizó grandes dificultades para América en el periodo de la posguerra. El argumento era que las necesidades de la producción de guerra se habían traducido en una muy gran expansión de la industria en la costa oeste de América, y la dificultad que se preveía era que el Oeste no necesitaría importar demasiado del Este industrial. Este es justo el mismo argumento que el que hemos estado considerando.

    América, de hecho, presenta dentro de sí misma los problemas económicos de toda la economía mundial. Si es el caso, sin embargo, que la industria no es autoliquidante, que los ingresos distribuidos en el curso de la producción no son suficientes para comprar dicha producción, entonces las características problemáticas de la política exportadora desparecen. Entonces es necesario importar dinero para comprar la producción americana; entonces la exportación a crédito resuelve la dificultad (aunque, por supuesto, la resuelve sólo por el momento), mediante la exportación del problema con los bienes, pero aquello que es cierto para América es cierto para todo el mundo en su conjunto, como también es cierto para una parte de América.

    Ciertamente Gran Bretaña tiene que importar una considerable cantidad de bienes, particularmente alimentos, y éstos han de ser pagados mediante exportaciones; pero una vez que es efectuado este trueque esencial, existe un excedente para la exportación: una “balanza comercial favorable” es un fundamento de la política británica.

    Otra vez, esto es una consecuencia perfectamente natural de una deficiencia de poder adquisitivo.

    Como ya se ha observado, el objetivo inevitable de cualquier país industrial es el de disminuir su dependencia de las importaciones (de ahí los aranceles proteccionistas, etc…) y desarrollar sus exportaciones; e inevitablemente los pueblos “atrasados” son observados como un medio de prosperidad.

    “Si podemos aumentar el estándar de vida de los nativos de Nueva Guinea (señala el argumento) entraremos en una era de prosperidad creciente”. No importa que los nativos de Nueva Guinea no puedan suministrarnos nada a nosotros; y esa es justamente su virtud.

    Similarmente, América ve la prosperidad en los culis de China. Y los economistas del mundo generalizan la proposición: “Déjennos aumentar el estándar de vida de todos los pueblos atrasados, y todos seremos prósperos”.

    El estándar de vida de los pueblos atrasados sólo puede aumentarse a expensas físicamente de los pueblos desarrollados, pues la proposición no es que los pueblos atrasados deberían subir por sí mismos. Pero la prosperidad se produce realmente, porque el poder adquisitivo pasa a equilibrarse con el coste de los bienes remanentes puestos a la venta en los países productores.

    Las relaciones reales subyacentes al comercio internacional serían mucho más claras si las monedas nacionales circularan internacionalmente, y los bienes nacionales sólo pudieran ser comprados con su moneda nacional.

    Así, si América comprara bienes a Australia, América sería pagada en dólares australianos; y dichos dólares podrían ser empleados sólo para comprar bienes australianos; y si los dólares fueran importados por América y no pudieran ser usados para comprar bienes americanos en América, entonces aparecería claro que la exportación de bienes americanos fue una pérdida real, que sólo podría ser compensada mediante la importación de bienes australianos a cambio de los dólares.

    La situación es disimulada mediante el uso del oro, y mediante la más moderna equivalencia de las transacciones internacionales de cambio de divisas, y mediante la más moderna propuesta de usar un “fondo monetario” internacional (que es simplemente un mecanismo para crear un sustituto al oro, pues la producción natural de oro es insuficiente para satisfacer las necesidades de las expandibles monedas nacionales).

    Pero en tanto que el exportador americano sea pagado en un medio (dólares) que tiene un inmediato poder adquisitivo para los bienes americanos en América, la naturaleza real de la transacción no será patente.

    Es verdad que estos días se oye menos la necesidad de una balanza comercial “favorable”, y se opina más el argumento de que grandes mercados suponen producciones masivas, con un abaratamiento del proceso. Pero debe recordarse que la totalidad de la producción ha de ser vendida; el coste total ha de ser liquidado, y aunque el precio de las unidades individuales de producción puede ser menor, el precio total puede ser muy grande, y la liquidación de parte del mismo mediante la exportación de una proporción de la producción, y mediante el uso de la moneda importada para satisfacer una parte de la factura, simplemente se traduce en una pérdida de esa gran parte de la producción.

    Para volver a nuestro anterior ejemplo, si llamamos pan a toda la producción, entonces aunque la producción masiva se traduce en un precio menor por cada rebanada de pan, nos encontramos con que esto se consigue realizando, digamos, quince rebanadas de pan por cada diez que se hacía previamente, pero sólo consumiendo doce de ellas; las tres rebanadas desechadas (exportadas) representan la pérdida real; son intercambiadas por dinero que es usado para pagar parte del precio de las doce rebanadas restantes.

  2. #2
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    Re: Introducción al Crédito Social

    (3)

    La segunda consecuencia de la proposición de que los costes exceden al poder adquisitivo es la existencia de una deuda en expansión. Nuestra proposición es muy general; se aplica a cualquier área económica dada. Hemos visto que un excedente de exportaciones sobre importaciones resuelve el problema de un área particular, pero sólo a expensas de agravar el problema en otra área; algunas naciones se convierten en naciones acreedoras, pero otras se convierten en deudoras; y deberíamos esperar encontrar que el total de todo el endeudamiento general excede a los créditos, y los excede más y más a medida que el tiempo avanza.

    Esto es, de hecho, exactamente lo que encontramos.

    Pero no sólo encontramos este creciente endeudamiento internacional, sino que también encontramos que toda nación industrial tiene una deuda interna que excede a la cantidad total de su moneda. Este constante aumento en deuda, según ha sido declarado por el Grupo Tecnocrático, se produce al ritmo de la cuarta potencia del tiempo, siendo tomada como unidad los cien años.

    Esto es, y sólo puede ser, el reflejo en el tiempo de la brecha acumulativa entre el poder adquisitivo y los precios.

    Si el “excedente” de bienes no ha de ser destruido y su coste anulado en los libros contables ni tampoco se ha de deshacerse de él en cualquiera otra manera equivalente, entonces una fuente de poder adquisitivo diferente a la que se distribuye en el curso de su producción deberá provenir de algún otro lugar. Esta fuente son los bancos que, mediante la creación de dinero nuevo y adicional, conocido como crédito bancario, compensan la brecha, y la registran como deuda.

    Antes de examinar el mecanismo de este dispositivo, es necesario subrayar que el continuo crecimiento de la deuda es un hecho objetivo que cualquiera puede confirmar por sí mismo; que tal crecimiento de la deuda es una consecuencia esperada de la proposición de que los costes exceden al poder adquisitivo; y que el descubrimiento del hecho es una prueba inductiva de tal proposición.

    Una tercera prueba inductiva puede ser encontrarse en las palabras del Mayor Douglas: Se encuentra “al examinar las valoraciones para el Impuesto de Sucesiones en Gran Bretaña y en cualquier otro sitio, en el cual se encontrará invariablemente que una herencia de la que se dice que vale, digamos, £ 100.000 y es gravada en dinero sobre esa suma, consiste solamente en poder adquisitivo en una cantidad del dos o tres por ciento de la misma, siendo el resto de la herencia activos de un tipo u otro que tienen valores en precio adjuntos a ellos, y que requieren poder adquisitivo para comprarlos”.

    Esto es una indicación del “exceso inmenso de valores en precio sobre el poder adquisitivo”, y similar información puede obtenerse examinando generalmente los activos de los negocios. El valor en precios total de todos los activos no puede ser pagado en ningún instante dado por la cantidad de poder adquisitivo existente en ese instante: un hecho que, otra vez, puede ser confirmado por cualquiera que se preocupe de examinar las cifras de valoración de los activos y de poder adquisitivo existente.

    Una vez más, podemos tomar como ejemplo el cultivo de productos alimenticios y la producción de materias primas. Es un lugar común “valorar”, digamos, una cosecha de trigo o lana en muchos millones de libras.

    La producción de una cosecha indudablemente crea un activo; pero no crea el poder adquisitivo.

    Ahora bien, siendo realistas, en tanto que existe una demanda real en el mundo por toda esa cosecha, toda esa cosecha es un activo real; pero debido a que no trae su precio de adquisición en forma de dinero en existencia, la producción aumentada resulta en un menor precio por unidad, y sobreproducción “en sentido financiero”; y a pesar de la demanda física real de las cosechas, la situación resulta en la ruina del productor, o la arbitraria destrucción de la cosecha “para mantener los precios altos”.

    Esto simplemente es otra indicación de que no existe una automática relación entre el “valor” de los activos y el poder adquisitivo disponible para liquidar esos valores.

    Ahora bien, dejando a un lado el “coste” y el “valor”, el precio de un artículo es “aquél que alcance”, y esto depende del número de artículos, su relativa deseabilidad, y la cantidad de dinero disponible.

    En ausencia de proyectos especiales de “estabilización”, este sistema realmente determina el precio de los productos primarios, que en consecuencia muestran grandes variaciones de año en año en sus precios.

    La demanda física de productos alimenticios en particular es, sin embargo, de una cantidad extremadamente estable, puesto que la capacidad del individuo para consumir es limitada, y el número de individuos en un área dada está sujeto sólo a lentas fluctuaciones.

    Pero la demanda financiera de productos alimenticios, etc. es una cantidad muy variable, y un bajo poder adquisitivo puede coincidir con una producción abundante, resultando en una ruinosa caída de precios; esto es, no hay relación determinable entre el cultivo de productos alimenticios y la disponibilidad de dinero.

    La inestabilidad en un proceso de producción primaria esencialmente estable es otra consecuencia que se ha de esperar de una deficiencia general de poder adquisitivo.

    Es verdad que a veces la producción primaria encuentra enfrente un alto poder adquisitivo; las razones de esto son más convenientemente tratadas en una etapa subsiguiente del ensayo. En general, sin embargo, podemos observar que la teoría de una acumulativa deficiencia de poder adquisitivo en relación con los costes encaja con los hechos objetivos de la economía mundial.

    Esta teoría explica la búsqueda de mercados de exportación en expansión, acompañada de barreras arancelarias a las importaciones: guerra comercial, que culmina en guerra militar.

    Intranacionalmente, explica la fricción social, porque de manera segura se produce una disputa por una adecuada porción del dinero disponible, pues éste es el único derecho efectivo sobre los bienes, los cuales pueden estar en suficiente abundancia como satisfacer la demanda real.

    Explica la paradoja de la pobreza en medio de la abundancia, puesto que la pobreza es una condición financiera.

    También explica el continuo y rápido crecimiento cada vez mayor de la deuda, como veremos más claramente posteriormente.

    Por el momento, es suficiente con considerar la deuda como la cantidad registrada de la acumulada deficiencia de poder adquisitivo.

    Al estudiante se le pide en esta fase del ensayo simplemente sostenerse firmemente a los hechos, para preguntarse a sí mismo si, con indiferencia de consideraciones teóricas, la teoría de que el ingreso en su totalidad es menor que el precio de coste de la producción en su totalidad encaja o no con los hechos.

    Puede ocurrirle que la teoría no explique la inflación, cuando el dinero disponible excede a la oferta de bienes; cómo ocurre esto, cuándo ocurre esto, también corresponde que sea considerado más tarde en detalle. Pero en este punto puede observarse que la inflación ocurre respecto de los productos finales de la industria: los bienes de consumo últimos; pero detrás de éstos están los bienes intermedios, con costes que están esperando a presentarse.

    El “excedente” de poder adquisitivo es poder adquisitivo obtenido respecto de estos bienes intermedios, esperándolos a que se conviertan en productos finales. Esta materia está íntimamente relacionada con la teoría de la proposición que estamos considerando, y es a la parte teórica a la que ahora debemos volvernos.

  3. #3
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    Re: Introducción al Crédito Social

    (4)

    Es muy característico de los teoremas, generalmente, que puedan ser elaboradas un número de pruebas deductivas a partir de ellos.

    Este es el caso del teorema del Crédito Social, ahora comúnmente conocido como teorema A + B; un nombre que se deriva de una de las varias pruebas disponibles.

    El teorema del Crédito Social es la proposición de que en cualquier periodo dado, en cualquier área dada, el ritmo de generación de precios es mayor que el ritmo de generación de ingresos.

    El punto que debe tenerse en cuenta en esta declaración es el uso de las palabras “ritmo de generación”. Se refieren al hecho de que la producción es continua. No conocemos en qué punto en el pasado comenzó la producción, pero cualquiera que sea el punto que elijamos como el principio de la producción, podemos decir que ha procedido de manera continua desde entonces.

    Estamos usando la palabra “producción” en el sentido general: la conversión de materiales de una forma en otra adecuada para los propósitos del hombre. La producción varía, se convierte en más o menos elaborada, y cambia; pero es continua. Es un flujo, como el flujo de un río.

    La producción de bienes viene acompañada de la producción de costes, que alcanzan al público como precios; y al mismo tiempo, la producción de bienes viene acompañada de la distribución de ingresos, en forma de sueldos, salarios y dividendos. Este es el significado de las expresiones “generación de precios” y “generación de ingresos”.

    Es absolutamente esencial captar el hecho de que los precios y los ingresos son, igual que la producción misma, flujos.

    Hay una corriente de poder adquisitivo, y una corriente de precios. Ambas son medidas en unidades de dinero; digamos, en libras.

    Nuestra proposición es que el tamaño del flujo de los ingresos, en libras, es más pequeño que el flujo de los precios, en libras.

    Para evitar cualquier confusión, debe señalarse la relación entre los precios y los costes. El coste de un artículo es la suma de los desembolsos de dinero, directo o indirecto, en el curso de la producción de dicho artículo. Incluye el coste de la materia prima, el pago de los sueldos y salarios, y una carga por el uso de la maquinaria y otros “costes indirectos” como el alquiler y el interés sobre el dinero tomado prestado.

    El precio de un artículo es al menos el coste, pero normalmente es el coste más el beneficio.

    El argumento que sigue no queda afectado por la cuestión del beneficio, de manera que los términos de coste y precio son usados en relación con el contexto.

    Ahora permítasenos ver qué le ocurre realmente a los costes y a los ingresos en el curso de la producción. Consideremos cualquier fábrica, y asumamos que está ocupada en la producción de un artículo que necesita de seis semanas, desde el principio hasta el final, para ser completado. Asumamos que la materia prima es obtenida gratis, y no se hace ninguna carga en concepto de “costes indirectos”, de manera que los únicos costes son los sueldos y salarios pagados a los trabajadores.

    Ahora bien, la mayor parte de estos sueldos y salarios son gastados semana a semana a medida que son recibidos para satisfacer el coste de la vida, y al final de las seis semanas habrá sido ahorrado muy poco del dinero. Al final de las seis semanas, sin embargo, el coste de lo que se ha producido (tanto de lo terminado como de lo no terminado) será el total de los sueldos y salarios de las seis semanas de todos los trabajadores implicados.

    Para compensar este coste total, sólo hay disponible el dinero que ha sido ahorrado, que es sólo una pequeña proporción del total del coste. Es muy cierto, por supuesto, que sólo una parte del total de la producción está en ese momento disponible a la venta: la producción terminada; pero ha sido creado el coste, y claramente excede la cantidad de poder adquisitivo dejado para satisfacerlo.

    La empresa ha hecho gastos por una cantidad de sueldos y salarios de seis semanas. Este gasto empresarial representa la generación de precios. Los costes, y de ahí los precios, se van presentando en adelante todo el tiempo, mientras que el ingreso es gastado a medida que se recibe para satisfacer el coste de la vida.

    Así, la situación puede ser descrita de manera más general: el coste de la producción incluye el coste de la vida de aquellos implicados en la producción; pero éste ha sido gastado dentro del periodo de la producción.

    Esto es verdad para cualquier unidad de producción dada, y consecuentemente para cualquier unidad de producción, y, así, para toda la producción en general, y sobre cualquier periodo de tiempo.

    Es decir, los costes que avanzan y se presentan son progresivamente mayores que el ingreso que avanza y se presenta (igual que Aquiles avanza más rápido que la tortuga).

    Estos costes están representados de manera cada vez más creciente por los “costes indirectos”, es decir, una creciente parte de los precios consiste en el coste del equipo capital y en la producción “intermediaria”. Tales costes están continuamente presentándose en el precio de la producción final, y representan ingresos distribuidos, aunque gastados en algún momento del pasado.

    Así, el producto de la industria manufacturera está implicado en la misma dificultad de la producción primaria: no encuentra automáticamente un poder adquisitivo aguardándolo que sea suficiente para liquidar sus costes o “valor” en sentido financiero.

    En este punto las pruebas inductiva y deductiva convergen.

    Ni la producción primaria ni la industria misma proveen del poder adquisitivo total necesario para comprar sus productos; o, como el Mayor Douglas lo indicaba, ni el granjero ni el industrial “fabrican” dinero: ellos luchan por el dinero que está en posesión de otros.

    Pero es verdad que el dinero es “fabricado”, en sentido literal.

    La manufactura del dinero es, de hecho, la base real del negocio bancario exactamente en el mismo sentido que la fabricación de cosas es el negocio de la industria.

    La manufactura de dinero por los bancos es técnicamente conocida como creación de crédito.

    Este dinero manufacturado, o crédito, es prestado por los bancos sobre varias garantías, para varios periodos de tiempo. En general, sin embargo, se presta más de este nuevo dinero del que se devuelve, de manera que en la práctica hay una continua expansión en la cantidad de dinero en la comunidad. Es este nuevo dinero el que pasa a estar disponible para compensar la deficiencia en poder adquisitivo; y es registrado como deuda.

    Ésa es la razón de por qué apuntamos antes que la deuda acumulada es el registro en el tiempo de la deficiencia de poder adquisitivo.

    Pero aún así no hay una relación automática y necesaria entre la provisión de este nuevo poder adquisitivo, y la cantidad necesaria para compensar la deficiencia. La cantidad de nuevo dinero suministrada por los bancos no está gobernada por consideraciones aritméticas, sino por un número de factores que pueden ser incluidos bajo el encabezamiento de política.

    Por razones de política el suministro de créditos puede restringirse, en cuyo caso el efecto de la deficiencia de poder adquisitivo se pone de manifiesto, y se experimenta la así llamada “depresión”. En otras ocasiones los créditos son adelantados libremente, conduciendo al “boom” o inflación.

    Los créditos, sin embargo, son concedidos en conexión con la producción de algún tipo u otro, y consecuentemente se convierten en un coste, pues deben ser devueltos al sistema bancario. Lo que realmente ocurre es que los créditos son concedidos para propósitos tales como el de la construcción de una fábrica, la instalación de maquinaria, etc. Los créditos son distribuidos en sueldos y salarios, y gastados en bienes ya producidos; pero, como ya hemos visto, esos sueldos y salarios se convierten en costes que han de ser recuperados en el futuro, cuando la fábrica o maquinaria está en producción.

    Ahora bien, cuando existe una oferta pequeña de bienes ya producidos, por una razón u otra (como, por ejemplo, siguiendo a la conclusión de la guerra, en la cual la industria se ajusta para la producción de municiones) y al mismo tiempo se está haciendo pagos a partir del crédito para la “reconversión” de la industria o por otra razón similar, el poder adquisitivo puede estar en exceso respecto a los precios colectivos de los bienes disponibles para su inmediata venta; ésta es la condición denominada “inflación”.

    Esto resulta en una subida de precios, que drena el exceso de poder adquisitivo. Pero debe recordarse que este poder adquisitivo es distribuido en relación a futura producción anticipada, de la cual aquél forma una de las partes del coste; y si este dinero es drenado bien por una subida de precios, o bien por impuestos, este hecho agrava la deficiencia que en cualquier caso acompañará a la aparición final de los bienes.

    El dinero no puede ser a la vez gastado en bienes existentes, y estar disponible para satisfacer precios futuros.

    Las obras públicas, financiadas con dinero “prestado”, son un caso especial de este principio general.

    A diferencia de una empresa privada construyendo fábricas, los gobiernos construyen presas y proyectos hidroeléctricos, etc…. Pero éstos son pagados con dinero nuevo creado por el sistema bancario, y este dinero es registrado como “deuda pública”.

    Y el dinero se gasta -y sólo puede ser gastado- en bienes existentes; y el proceso sólo es posible porque hay una deficiencia en el poder adquisitivo distribuido a través de la producción de esos bienes.

    Las obras públicas, ahora bien, tendrán que ser pagadas, porque el crédito concedido para su construcción debe ser devuelto, y ha de pagarse un interés sobre el mismo. Esta devolución y este pago del interés, toma la forma de impuestos; el endeudamiento público, de hecho, es otra forma de “coste” (exactamente equivalente al coste de la maquinaria en la industria); y puesto que los pagos hechos en el curso de la construcción de las obras públicas son gastados en producción actual, no están disponibles en el futuro para la devolución del préstamo bancario original.

    Ahora bien, en tanto en cuanto se siga con el presente sistema de contabilidad, el continuo funcionamiento de la industria será absolutamente dependiente de una continua expansión de la cantidad de dinero (una expansión de dinero monetizado, billetes impresos o principalmente créditos bancarios). Y una simple inspección de las estadísticas anuales muestra que la expansión, en efecto, es continua.

    También muestra que la expansión de créditos (registrados como deudas a los bancos) es de lejos la más importante, la parte más grande de esa expansión.

    Es en este hecho en que se encuentra la convergencia de las pruebas inductiva y deductiva de la proposición que estamos examinando.

    Una vez que se capte la relación entre la expansión de crédito y la producción industrial, podrá verse también que una continua subida en los impuestos es una prueba inductiva más. Aparte de la redistribución del ingreso por medio de los impuestos, una suma cada vez más creciente debe ser tomada para pagar las cargas de la deuda; y en la medida en que este dinero sea usado para devolver la deuda, desaparece; no hay nada que se reciba a cambio del mismo.

    Ahora bien, esto es exactamente lo mismo que ocurre en los precios de los bienes: una proporción cada vez más creciente del precio total va a la devolución de viejos “costes” (o bien a esta devolución de préstamos bancarios o bien al reemplazo del capital).

    Esto significa, por supuesto, que los sueldos y salarios sólo podrán liquidar una proporción cada vez más decreciente de la producción que les dio lugar. La consecuencia general de todo el proceso es que para poder distribuir incluso una cantidad constante de la producción a los consumidores finales, una cada vez más creciente cantidad de “producción intermediaria o de capital ha de tener lugar”.

    Una vez que se alcanza el punto de saturación en el número de fábricas que pueden ser razonablemente construidas, el énfasis se desplaza hacia las obras públicas o la producción para la exportación.

    Ésta es, entonces, la explicación financiera de la paradoja de la pobreza en medio de la abundancia.

    Como apuntamos previamente, existe un gran número de métodos de demostración de la proposición central. Los estudiantes son remitidos a los escritos técnicos del Mayor Douglas, donde pueden encontrarse varias pruebas, incluyendo una prueba en términos matemáticos. El asunto está discutido muy exhaustivamente en The Monopoly of Credit.

    El énfasis en el Crédito Social se ha desplazado, sin embargo, de las consideraciones económicas técnicas. Varios años atrás, era necesario probar que los bancos creaban crédito, pues esto era negado por los economistas oficialmente reconocidos. Hoy, la creación de dinero por los bancos es un tópico de cada día de las discusiones del periódico.

    Igualmente es verdad, aunque menos obvio para los no iniciados, que el hecho de la deficiencia en el poder adquisitivo también es admitido en los círculos oficiales.

    El mismo énfasis sobre la necesidad de embarcarse en obras públicas para “evitar la depresión” es una admisión tácita.

    Ahora bien, la verdadera manzana de la discordia ha estado siempre en relación con la política que gobierna la disponibilidad del crédito, pero tal hecho fue ocultado durante muchos años tras las controversias centradas en la teoría económica.

    La presente fase, sin embargo, está interesada directamente con la cuestión, en el más amplio sentido, de la política crediticia.

    El primer libro del Mayor Douglas, Economic Democracy, se refería primariamente a esa cuestión de la política, y trataba del asunto financiero porque el sistema financiero era el principal mecanismo de una política.

    La controversia que posteriormente se desarrolló sobre la parte técnica tuvo el efecto de ocultar el asunto mayor de la política; ésta es el significado del énfasis puesto en aquel aspecto sutil, en donde más confusión podía originarse.

    Pero aunque ha cambiado el énfasis, un conocimiento y entendimiento del mecanismo de las finanzas en relación con la producción todavía es vital para una adecuada captación de la política.

    Las campañas de exportación, las obras públicas y los altos impuestos son todavía las características predominantes de nuestra economía, y todas ellas se reducen a un literal, y a gran escala, robo de la comunidad, dirigiendo a su vez hacia una forma de organización que está a poca distancia de hacer fútil cualquier protesta contra el robo por ser inefectiva, si no imposible.

  4. #4
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    Re: Introducción al Crédito Social

    (5)

    La oficialmente sancionada “ciencia” de la economía está inextricablemente interrelacionada con el funcionamiento del sistema financiero.

    Esto es como si una unidad de medida en la ciencia física estuviera definida erróneamente. Teóricamente sanas, las “leyes” de la ciencia económica no tienen en su mayor parte valor ninguno en la práctica, y las predicciones basadas en ellas son menos confiables que los descaradamente desconfiables pronósticos del tiempo.

    Antes de la guerra, los economistas se fueron convirtiendo por esta razón en el hazmerreír del público; y si su prestigio se ha recuperado en cierta medida, esto es porque los gobiernos han tomado poderes para hacer funcionar lo más cercanamente posible las teorías, a pesar de los hechos.

    Es bastante fácil predecir correctamente una escasez de trigo si por razones de política financiera tú tomas poderes para restringir su producción.

    El Mayor Douglas, sin embargo, ha enunciado una ley natural real y fundamental de la economía: el coste real de la producción se mide por el consumo incurrido en dicha producción.

    Por ejemplo, el coste real de una cosecha de trigo se mide por el trigo usado como semilla y consumido; si asumiéramos que no se consumió nada más que trigo, el coste se mediría directamente en trigo.

    Este ejemplo específico puede generalizarse: el coste real de toda la producción a lo largo de un periodo es el consumo total en el mismo periodo.

    Puesto que la producción, incluso en guerra, excede al consumo, la proporción en cuestión es una fracción que es menor a uno.

    La diferencia entre esa fracción y uno representa, en el sentido más fundamental, un beneficio (beneficio real en oposición a beneficio financiero).

    Esta ley fundamental es modificada por un factor importante. La capacidad de producción, en oposición a la simple producción, debe ser tomada en cuenta. La producción puede incluir la construcción de un número de fábricas; el punto está en que estas fábricas aumentan la producción potencial del periodo subsiguiente.

    Los costes y beneficio fundamentales, por tanto, deben ser medidos en términos de capacidad de producción (esa misma capacidad que examinamos antes en la Parte I).

    Esta capacidad de producción es denominada por el Mayor Douglas como el crédito real de la comunidad; y definida por él como la capacidad para suministrar bienes y servicios cuando, donde y en la medida en que sean requeridos.

    El crédito financiero es definido de manera similar como la capacidad para suministrar dinero cuando, donde y en la medida en que sea requerido.

    El crédito financiero se fundamenta en el crédito real.

    Los bancos pueden crear crédito financiero porque tal crédito puede ser intercambiado por bienes y servicios.

    La conexión es perfectamente obvia en el caso de guerra; la producción de la industria se expande enormemente, y es financiada por una expansión del crédito.

    Ahora bien, el aspecto esencial en el cual el crédito financiero creado por los bancos difiere del dinero acuñado es que aquél está sujeto a reclamo y cancelación dentro de un periodo determinado por los bancos. Es emitido como un préstamo por los bancos.

    Aún cuando este dinero es “ganado” mediante el trabajo de un hombre, todavía está sujeto a reclamo por los bancos (una realidad reflejada por la enorme carga fiscal), pero opera efectivamente como dinero real porque fundamentalmente está basado en la capacidad de la industria para expandir su producción.

    El asunto puede ser presentado de otra manera: sólo podrá hacerse uso de la capacidad de producción potencial siempre que se ponga disponible nuevo dinero; y este nuevo dinero es el crédito creado por el banco.

    Así, el crédito financiero es en su naturaleza una licencia para hacer uso del crédito real.

    En el sentido en que estamos utilizando el término “beneficio real”, una fábrica como tal no es beneficio.

    Este beneficio radica de nuevo en la “fábrica que está suministrando los bienes cuando, donde y en la medida en que sean requeridos”, una concepción dinámica.

    Aquí la fábrica simboliza a todas aquellas fábricas, tangibles e intangibles, que constituyen la base realista de la “abundancia”.

    La medida en la que este beneficio está disponible depende del grado en que el crédito financiero se hace disponible.

    Existen dos importantes observaciones que deben hacerse en relación con esta situación.

    La primera es que actualmente no hay conexión ninguna entre el coste real y el precio financiero. El coste se mide adecuadamente como una proporción, en la cual la producción potencial (el denominador) está incrementándose mucho más rápidamente que el consumo real (el numerador); por tanto los costes reales están cayendo.

    Los precios, sin embargo, se basan en reglas de contabilidad y están incrementándose constantemente. Las implicaciones de esto las examinaremos posteriormente.

    La segunda observación, que equivale a una revelación, es que los pobres no son pobres porque los ricos sean ricos; son pobres por el funcionamiento del sistema financiero.

    Pero la lucha de clases se funda en el engaño de que la “especulación” es la causa de la pobreza; y la lucha de clases es el fundamento del socialismo. Nuestras circunstancias presentes están dominadas por la concepción consciente de la lucha de clases; y la política que conduce a ella requiere de un cuidadoso examen.

  5. #5
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    Re: Introducción al Crédito Social

    POLÍTICA


    (1)

    La enormemente gran importancia de la automática deficiencia de poder adquisitivo resultante del método de contabilidad del coste de la producción no radica en sí misma, sino en la consiguiente importancia del crédito financiero y, de ahí, del sistema que provee dicho crédito.

    Es muy probable que muchas de las honestas críticas de la teoría del Crédito Social pasen por alto este punto.

    Debido a que la producción industrial es continua (aunque sujeta a fluctuaciones: booms y depresiones), ellos argumentan contra la existencia de esa automática deficiencia. Pero el quid de la cuestión es que la producción es continua porque hay una continua (aunque fluctuante) emisión de dinero nuevo en forma de crédito creado por los bancos.

    Ahora bien, siempre y cuando se sigan las reglas de contabilidad, la industria será dependiente de esa emisión de nuevo dinero. Es, por esta vía, gobernada por la política bancaria.

    De nuevo, siempre y cuando se observen las reglas, la política bancaria deber ser limitada en ciertos aspectos importantes.

    En primer lugar, el banco debe interesarse en la probabilidad de recuperar el dinero concedido; y a este respecto la política crediticia debe gobernarse por consideraciones puramente financieras.

    En segundo lugar, el crédito dinerario puesto en circulación sólo puede ser efectivo en compensar la brecha entre precios y poder adquisitivo si ese crédito es desembolsado con respecto a producción que no aparece en el mercado inmediatamente, o no aparece nunca. De esta manera, las nuevas industrias, la producción para la exportación, la producción de municiones y la financiación de obras públicas, distribuyen ingresos que son eficaces en mover los bienes existentes a manos de los consumidores, y de esta manera estimular la industria a nivel general.

    Pero como ya hemos visto, este uso del crédito, que ocurre automáticamente durante el periodo inicial del desarrollo de capital (y artificialmente bajo la relativamente teoría moderna del “pump-priming”) es sólo un recurso temporal, puesto que la deficiencia en el poder adquisitivo es acumulativa, y se refleja en un cada vez más creciente endeudamiento, un endeudamiento que nunca podrá ser devuelto, pero que forma un gravamen continuamente creciente en forma de cargas de deuda, tanto industrial como gubernamental.

    El efecto práctico de este proceso es el de hipotecar tanto a la industria como -a través del Gobierno- a la nación, al sistema bancario; y puesto que el endeudamiento no puede ser devuelto, porque el dinero para poder hacerlo no existe, el sistema bancario se convierte en el propietario virtual de la industria y la nación; y, por tanto, los propietarios nominales de la industria como el Gobierno, se convierten en administradores de los propietarios*; y es la tarea de los administradores el llevar a cabo la política de los propietarios.

    Es decir, el sistema bancario controla la política de la industria y del Gobierno.

    El primer punto que debe subrayarse sobre esta situación es que el banco individual no es autónomo.

    Los bancos ordinarios operativos, o bancos comerciales, funcionan casi a partir de principios mecánicos.

    Crean y conceden un crédito a sus clientes; pero el alcance en que pueden hacer esto depende de su situación de cash, y esto a su vez depende de la política monetaria del banco central.

    El banco central es mucho más autónomo; de hecho, es función específica del banco central gobernar la política de crédito de toda la nación. El crédito creado por el banco central es tratado como cash por los bancos comerciales.

    Pero incluso los bancos centrales no son completamente autónomos. En los días del Patrón Oro, la política crediticia del banco central estaba relacionada con sus tenencias se oro.

    El Patrón Oro ha pasado, y ha pasado para siempre, puesto que el ritmo al que el oro puede ser acuñado es progresivamente menor al ritmo mínimo en que el dinero total debe expandirse para poder tener en funcionamiento a la industria bajo el sistema existente.

    Ahora bien, puesto que el ritmo en que es requerido el nuevo dinero es mayor que el ritmo al que el oro es acuñado; y puesto que el dinero es concedido a interés como un préstamo a la industria, es obvio que el oro debe venir en posesión de las instituciones prestamistas, los bancos.

    Prestar a interés significa que debe devolverse más dinero del que se prestó.

    Ésta es, de hecho, la primera etapa del proceso por el cual el sistema se convierte en el propietario virtual de la industria. Por tanto, tenemos la situación de que la base teórica del sistema de crédito, el oro (que ha pasado a ser la propiedad del sistema bancario) es insuficiente; debe encontrarse un sustituto, que tenga las propiedades internacionales del oro.

    Esta es la situación que culminó en la formación del Banco de Pagos Internacional antes de la guerra, y del Fondo (monetario) Internacional y el Banco Mundial después de él.

    Estos tres, que son diferentes aspectos de una misma cosa, constituyen el Banco Central de los bancos centrales, y permiten que una política de crédito mundial sea impuesta sobre los bancos centrales nacionales. Es decir, los préstamos (créditos) concedidos por el Banco Mundial serán el cash para los bancos centrales.

    Una vez instituido de manera segura, éste sistema hará al sistema bancario independiente del oro. Los bancos individuales, sin embargo, serán integrados (tal y como hoy lo están) en un sistema cuyo control reside en el vértice y es extranacional.

    Puesto que la industria y los gobiernos son dependientes de la política crediticia, está claro que este vértice extranacional controla la política fundamental de ambos. El significado real y práctico de la situación es, por supuesto, que los individuos que controlan el vértice del sistema bancario mundial tienen bajo control toda la política del mundo; y este hecho debe formar el punto de partida apropiado para cualquier análisis de política.

    Es el asunto de esta política y su contexto el que forma (y siempre ha formado) el asunto-materia esencial del Crédito Social.

    Sólo hasta el punto en que el sistema financiero ha provisto el mecanismo de esta política ha venido el sistema financiero a estar bajo consideración. Cuando el Mayor Douglas publicó su primer libro Economic Democracy, el sistema financiero era (como él ha expresado desde entonces) el cuartel general de esa política; y un ataque sobre el sistema era, en consecuencia, un ataque sobre la política.

    Ahora bien, en parte debido a la naturaleza del sistema, y en parte debido a la publicidad resultante del ataque sobre el mismo, era imposible que aquél permaneciera como estaba; es decir, la política cesó de estar imbuida y ocultada en el sistema como tal, y emergió como política concreta.

    O dicho en otro sentido, la política central del sistema financiero ha tenido que reforzarse con otras sanciones.

    En consecuencia, el énfasis natural se ha movido se ha movido desde la economía a la política. Lo que ha pasado es justo lo mismo que pasó con el estallido de la guerra: la enorme expansión de crédito requerido para financiar la expansión de la producción para la guerra necesitó de “controles” extrafinancieros.

    Pero la guerra es sólo una aceleración de los procesos normales de la finanza.

    Como ya hemos visto, el funcionamiento de la industria bajo las reglas existentes requiere de esta expansión del crédito, y los controles extrafinancieros de hecho fueron apareciendo en forma antes de la guerra, y se habían desarrollado, sólo que más lentamente, sin la guerra.

    Es decir, en un tiempo la finanza y el control eran sinónimos; ahora ya no lo son más.

    Consecuentemente, la política de control ha emergido como la materia de investigación.

    Particularmente en el momento actual, la teoría esencial del Crédito Social podría ser reescrita sin referencia a la finanza, y de hecho numerosos grupos actúan sobre la base esencial de la política del Crédito Social sin referencia a la finanza.

    Sin embargo, el dinero forma uno de los más hermosos mecanismos administrativos que pueda imaginarse, y un entendimiento del uso para el cual ha sido puesto, y del uso para el cual podría ser puesto al servicio de otra política, es todavía la vía más corta para un entendimiento del problema político.

    Por otro lado, ningún ajuste financiero por sí mismo podría rectificar la situación presente; y si tuviera que mantenerse un sistema financiero, ciertamente habrá de ser uno modificado.


    ---------------------------------------------------------------


    * “La Administración Pública tiene una función administrativa. Whitehall es una gran sede central de empresas de negocios con una enorme multitud de oficinas sucursales, directa o indirectamente dependientes de ella. La Administración Pública debe adaptarse ella misma a este papel.

    “Los departamentos que solían ser unidades autosuficientes ahora tienen que recordar que no son más que “departamentos” del más grande conjunto. Una actitud departamental de tipo estrecho sólo puede dar lugar a frustración y retraso (…)”

    Mr. Herbert Morrison, recogido en The Daily Telegraph, 7 de Junio de 1947.

  6. #6
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    Re: Introducción al Crédito Social

    (2)

    Antes de proceder más allá, es muy necesario tener un claro entendimiento del significado de dos palabras importantes en el uso común, que son confundidas en diferentes grados en muchas discusiones y análisis.

    Éstas son política y administración.

    La política tiene que ver con la elección de objetivos, e incluye el sentido de acción tomada para conseguir dicho objetivo. De esta forma, es más que los “fines” de la expresión común “medios y fines”. Tener una política es llevar a cabo una acción para conseguir ciertos objetivos elegidos.

    La administración, por otro lado, es mucho más cercanamente sinónima de “medios”. Tiene que ver con las disposiciones técnicas necesarias para llevar a efecto una política. No es la acción tomada para conseguir un objetivo, sino los métodos de los cuales hace uso dicha acción. Por ejemplo, un banco puede tener una política de contracción del crédito, siendo el objetivo inmediato reducir los préstamos hechos por el banco. La política será iniciada por algún tipo de directriz, y llevada a cabo a través de supervisión y más directrices. Esta política es administrada, sin embargo, por la plantilla del banco.

    La administración implica conocimiento especializado de los métodos de contabilidad, de ley y de conveniencia y oportunidad, así como del procedimiento bancario específico.

    Con esta distinción en mente, debemos examinar la naturaleza de la política administrada por y a través del sistema bancario.

    Como ya hemos visto, el sistema está integrado, a través de los bancos centrales, en el sistema bancario mundial; el sistema es una organización mundial, y claramente esa organización debe tener alguna política general primordial.

    Una forma de describir esa política es decir que está para mantener y asegurar el predominio del sistema bancario; y esto significa, por supuesto, el poder de aquéllos que en última instancia están en control del sistema para imponer la política sobre y emitir directrices a la industria y a los Gobiernos del mundo.

    El sistema bancario es, de hecho, un sistema de gobierno mundial, y una vez que nos demos cuenta de este hecho, es fácil ver que éste constituye una forma de dictadura mundial.

    Y las que podríamos llamar políticas derivadas que surgen de esta situación, constituyen las políticas prácticas del sistema bancario. Éstas son políticas diseñadas para asegurar el predominio de un medio monetario de cambio internacional; para mantener el “valor” del dinero en el sentido de materia prima; y para facilitar la administración de la política bancaria.

    Esta última política se expresa en la promoción de la centralización en cualquier esfera: el amalgamiento de negocios en fusiones o cárteles, la unión de áreas políticas autónomas en federaciones, el fortalecimiento del gobierno federal a expensas de sus partes constituyentes; y la organización de las poblaciones en sindicatos y uniones profesionales, y la “federalización” de los mismos.

    Brevemente, la política promovida por aquéllos que controlan el sistema bancario es la centralización de cualquier cosa: la promoción de una forma piramidal de organización mundial con el sistema bancario en su vértice.

    La política es, de hecho, la centralización del control de la política: el totalitarismo.

    El poder del dinero fue usado en primer lugar para asegurar un monopolio del poder del dinero; y el monopolio del poder dinerario (el monopolio del crédito) fue usado para llevar a cabo el monopolio del poder político.

    Estamos siendo testigos hoy de la consolidación del monopolio político. El número de gobiernos autónomos efectivos en el mundo se está reduciendo; estamos en la etapa de los Cinco Grandes, los Cuatro Grandes, los Tres Grandes, los Dos Grandes y Medio, de acuerdo con el contexto.

    Y al mismo tiempo, las agencias administrativas de un único gobierno mundial están siendo traídas a la existencia.

    Otro aspecto de la construcción de un monopolio de control mundial es la “racionalización” de la banca. Lo que esto significa, por supuesto, es el amalgamiento de la banca y el Gobierno.

    Sería demasiado pedir a la opinión pública que se tragara cualquier cosa que pudiera ser llamada la “banquización” del gobierno, por tanto es esencial, si el proceso ha de salir impune (véase el “plan” para “salvar a Europa”*, esencialmente un plan para asegurar el control centralizado de materias primas vitales y fuentes de energía), que sea llamado con un nombre que al menos no traiga consigo el antagonismo de la opinión pública.

    Pero es un asunto observable que el control de la política bancaria permanece en las mismas manos; y la combinación del poder bancario y político se hace independiente del público en lo que se refiere a la obtención de dinero para los propósitos gubernamentales.

    Y justo en la misma forma, el “socialismo” es una técnica política para reconciliar a la opinión pública con las etapas finales de la construcción del monopolio. El socialismo es centralización, la política de los banqueros.

    El objetivo (y podemos ver los pasos hacia su consumación día por día y semana por semana), es el gobierno mundial dominado por aquéllos que están en la cabeza del sistema bancario internacional, y apoyado por una fuerza de policía mundial y por el control de los suministros de comida y de las materias primas esenciales mediante las agencias de dicho gobierno.

    Pero un punto más allá de extrema importancia debe ser mencionado.

    Durante algunos años fue una cuestión abierta si la política seguida por el sistema bancario era meramente una consecuencia natural de su estructura; es decir, si el accidente del desarrollo del sistema había arrojado a ciertos hombres a su cúspide, los cuales más o menos inconscientemente protegían su posición y sus privilegios.

    Por otro lado, estaba la posibilidad de que toda la situación fuera el resultado de una intención consciente.

    En 1935 un Gobierno fue elegido en Alberta, Canadá, con el mandato de poner en efecto ciertas propuestas técnicas del Crédito Social. Todo intento de llevar a cabo este mandato fue “anulado” por las autoridades federales, y una tremenda campaña de publicidad se puso en funcionamiento para desacreditar al Gobierno. En esta campaña de manera muy obvia se usó de conscientes y deliberadas mentiras y malinformaciones, y la consciente intención detrás de las anulaciones y la publicidad fueron perfectamente evidentes.

    En cualquier caso, si las teorías del Crédito Social fueran falaces, la forma más astuta de deshacerse de ellas habría sido permitirles una prueba bajo condiciones circunscritas; y no se puede pasar por alto lo significativo del hecho de que esa prueba ha sido evitada hasta hoy por agencias externas a Alberta, aunque el pueblo de Alberta ha votado tres veces para esa prueba.

    Para la más amplia evidencia de la intención consciente detrás de la política del sistema bancario (evidencia que establece la deliberada intención de hacer uso de la guerra mundial y de otras catástrofes en la persecución del objetivo final) remitimos a los lectores al libro de C. H. Douglas The Brief for the Prosecution.


    -----------------------------------------------------------------------

    * Este es apenas un resumen de la política del control bancario: no es necesario completarlo, pues es el asunto y materia de la literatura contemporánea del Crédito Social. Aparte de la aproximación teórica que hemos adoptado, existen abundantes pruebas.

  7. #7
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    Re: Introducción al Crédito Social

    (3)

    Una de las palabras más malusadas y abusadas en el vocabulario político es la palabra “democracia”. La reductio ad absurdum de su uso es la afirmación de los dueños de la Unión Soviética de que el sistema en funcionamiento en ese país es la “democracia”, pues en ningún sitio fuera de Rusia y sus satélites se afirma seriamente que la Unión Soviética no sea un totalitarismo diferente en ningún aspecto esencial del totalitarismo alemán.

    Igualmente, es una asunción implícita en el rechazo del término “democracia” como adecuado para connotar al sistema soviético, que la “democracia” connote de hecho un sistema antitético al sistema totalitario.

    En todo caso, es practicable analizar el sistema totalitario y ver en qué aspectos un sistema antitético es posible y deseable. En esta materia estamos tratando con un colectivo de individuos, un colectivo que puede ser delimitado en alguna forma (como, por ejemplo, que ellos constituyan un club, una nación o una raza).

    Desde el punto de vista político, son una asociación; y las cuestiones que estamos examinando son los objetivos de la asociación, y su organización. Es decir, estamos interesados en la política y la administración.

    Las posibilidades antitéticas en relación a cada uno de éstos son que el control pueda ser centralizado o descentralizado; y en consecuencia, las combinaciones ofrecen cuatro posibilidades: 1. Control centralizado de la política y control centralizado de la administración. 2. Control centralizado de la política y control descentralizado de la administración. 3. Control descentralizado de la política y control centralizado de la administración. 4. Control descentralizado tanto de la política como de la administración.

    Permítasenos examinar estas posibilidades en relación a un club de cricket.

    En el primer ejemplo, tenemos el club organizado de manera tal que hay una autoridad en la cúspide, que ejerce el control a través de varios grados administrativos de autoridad. Es decir, la autoridad es jerárquica. Ésta es, por supuesto, la forma familiar de una organización administrativa; se encuentra, de hecho, allí donde hay una administración eficiente.

    Pero en el caso que estamos examinando, una jerarquía central también controla la política; decide qué objetivos deberá seguir el club.

    Así, una autoridad, digamos una junta, o el Presidente, puede decir que el club jugará veinte partidos de cricket, quince de ellos contra un equipo, y cinco en la Conchinchina.

    Los deseos de los miembros no tienen parte en esta decisión. Es tomada “por su bien” en opinión de la autoridad. Podrá verse que para que ésta decisión sea efectiva, la autoridad controladora de la política debe controlar también la administración. Toda la organización está completamente centralizada respecto a la política y a la administración.

    Pero debe advertirse otro punto más: los miembros individuales del club no deben ser capaces de optar por no formar parte o disociarse si a ellos no les gusta la política dictada por la autoridad; pues de lo contrario habría el peligro de que la política no pudiera llevarse a cabo por falta de personal.

    Ahora bien, éste es el sistema en funcionamiento en Rusia, el sistema denominado “totalitario”. Las decisiones de política son hechas por Stalin, o ese pequeño grupo conocido como Politburó; y todo el conjunto del aparato administrativo está centralizado bajo el control del mismo grupo, y las sanciones que refuerzan las decisiones están controladas desde el mismo centro. No existe la opción de disociarse; las órdenes deben ser obedecidas, y nadie es libre para dejar el país.

    Es obvio que nuestra segunda posibilidad (control centralizado de la política y control descentralizado de la administración) es meramente una posibilidad teórica.

    Control descentralizado de la administración significa que todo quien quiera haga cualquier cosa que él quiera, de manera que no existe seguridad de que una decisión dada de política sea llevada a efecto.

    En el club de cricket, la decisión de jugar un partido contra otro club requiere un programa de acción que en la misma naturaleza de las cosas debe ser dispuesto por una autoridad jerárquica: el comité, coordinado bajo la autoridad del Presiente.

    Igualmente, es perfectamente evidente que las decisiones del Politburó ruso no podrían posiblemente ser efectivas a menos que existiera, actuando bajo órdenes, un sistema administrativo centralizado bajo el control del Politburó para lleva a efecto las directrices.

    Esta misma necesidad descarta la cuarta posibilidad teórica por la misma razón.

    En este caso, en efecto, se pierde toda la idea de organización. La única posibilidad practicable fuera del sistema totalitario es, por tanto, la tercera de las posibilidades arriba mencionadas: control descentralizado de la política y control centralizado de la administración.

    Así podemos llegar a una definición básica válida de democracia desde los primeros principios.

    No se sigue de esto que en un sistema democrático la administración esté completamente centralizada. La administración debe ser jerárquica, y sujeta a dirección desde su vértice, en relación a una obligación o tarea dada.

    Pero una organización democrática puede tener varias jerarquías administrativas separadas en relación a varias tareas. Por el contrario, en la organización totalitaria toda administración está en última instancia centralizada en un sistema, porque todo está sujeto a una primordial dirección en política.

    La política se manifiesta en la emisión de “directrices” a la organización administrativa u organizaciones competentes para llevarlas a efecto. Es en relación con el origen de estas directrices que las palabras “totalitario” y “democrático” son relevantes. El verdadero significado del totalitarismo es que un hombre, o un pequeño grupo de hombres, están en una posición exclusiva para hacer llevar a efecto sus directrices; y el verdadero significado de la democracia es que los individuos como tales deben estar todos en una posición para hacer llevar a efecto sus propias directrices.

    El problema general de la democracia política es encontrar un mecanismo que dé efecto práctico a este principio.

    Parlamentos, soviets y sistemas de voto generalmente son meros mecanismos que pueden o no dar ese efecto práctico a la democracia política. Puede decirse desde ya que el sistema británico no lo da.

    Si pasamos por alto las muchas, y no poco importantes, cuestiones secundarias como las personalidades, trampas electorales, falta de representación, etc., etc., nos encontramos con que en teoría al electorado se le pide votar por un programa que comprende varias políticas.

    Es claramente evidente que ninguna decisión verdadera puede darse mediante un acto singular de votar a más de una política al mismo tiempo. Pero incluso si la elección se sostuviera sobre la base de un alternativa singular, el resultado sería emitir una directriz singular a la cual todos los individuos, incluyendo a aquellos que votaron contra ella, estarían sujetos hasta que una nueva oportunidad surgiera para votar contra ella.

    Esto es simplemente una forma de totalitarismo limitada en el tiempo.

    Es una mejora sobre el totalitarismo propiamente dicho en el hecho de que hay una oportunidad periódica para revisar la política; pero no es democracia. Podría muy adecuadamente ser denominado como totalitarismo “de urnas”.

    Sería bastante tedioso explorar todos los numerosos factores que modifican al totalitarismo “de urnas”; pero algunos son importantes. En primer lugar, como ya hemos visto, la política en última instancia es controlada a través del altamente centralizado sistema financiero por un pequeño grupo al control de dicho sistema.

    Las posibilidades políticas están estrechamente limitadas por las posibilidades financieras. Como resultado de esto, largas áreas de los programas de los diferentes partidos políticos coinciden entre sí en parte. Por ejemplo, la exacción fiscal en su presente forma y extensión es pura y simplemente la política de aquéllos que están al control del sistema financiero; no es una necesidad, es un robo.

    Ahora bien, los diferentes partidos solamente proponen variaciones en las formas y tipos de imposición, y todas proceden de la asunción básica de que la alta imposición fiscal es axiomática.

    De nuevo, las consideraciones financieras determinan la mayoría de las otras políticas que son presentadas a consideración, por ejemplo, varios métodos para “mantener los precios” o “redistribuir el ingreso”, cuando dicho ingreso en total ya es insuficiente para liquidar los costes.

    Una alternativa verdadera a las políticas existentes, por tanto, tendría que atravesar los “axiomas” de la sana finanza; y en la medida en que las propuestas de cualquier partido no lo hagan, el sistema de urnas vendrá cada vez más cerca hacia el totalitarismo propiamente dicho.

    En el análisis, es fácil ver que muchísimos casos la elección ofrecida al electorado es simplemente la elección de diferentes métodos (asociados con los partidos políticos) que encarnan la misma política.

    Ahora bien, los métodos son una cuestión de administración, y un voto sobre ellos es simplemente la expresión de opiniones sobre si un equipo u otro es capaz de formar una eficiente jerarquía administrativa para llevar a cabo una política que no está abierta a decisión.

    El segundo factor modificante del totalitarismo de urnas es la propaganda.

    Sólo la propaganda “general” afecta los asuntos generales. Éste es un asunto de alguna forma sutil. Pero es la propaganda “general” la que mantiene las creencias generales en los “axiomas” de la sana finanza, y en tales absurdos como los ya examinados, de que en cualquier sentido real una nación se beneficia a partir de un constante exceso de exportaciones sobre importaciones.

    Igualmente, la “tendencia hacia la izquierda” no es un fenómeno natural, sino el resultado de una cuidadosa propaganda controlada. Éste aspecto de la materia ha sido muy adecuadamente descrito por F. A. Hayek en su libro The Road to Serfdom.

    Pero en general es obvio que la propaganda general (es decir, la propaganda extensiva, persuasiva y a largo plazo) requiere de enormes recursos financieros que no podrían obtenerse contra los intereses del Poder Dinerario.

    Debería, de hecho, ser decisivo que el anti-“capitalismo”, es decir el socialismo, sea apoyado por tales periódicos “capitalistas” como The Times, The Economist y los demás, y es una demostración de la efectividad del hipnotismo de masas ejercido por medio de tales canales de propaganda el que el engaño del Socialismo como un movimiento de “trabajadores” tenga tanta prevalencia.

  8. #8
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    Re: Introducción al Crédito Social

    (4)

    Las elecciones generales en Gran Bretaña en 1945 indudablemente incluían al socialismo como una de las políticas ofertadas, de manera que el Partido Laborista podía reclamar un especial mandato definido para administrar una especial política definida. Esto no quiere decir que el electorado fuera consciente de este hecho, o que entendiera exactamente lo que implicaba el mandato.

    Y un examen de las políticas de la oposición revela que ellas ofrecían la misma política menos claramente expresada.

    De hecho, el Partido Laborista simplemente hizo explícita la política que se había seguido por los Gobiernos precedentes.

    Un editorial en el Daily Telegraph de Londres (18 de Octubre de 1946) presenta la situación de una manera razonablemente clara:

    “Para no ir más atrás que sus predecesores en tiempo de guerra (la famosa Coalición), el presente Gobierno encontró ya hecho mucho de la planificación de la educación, otros servicios sociales, finanza y defensa. Incluso los intentos de suprimir los picos de las fluctuaciones económicas (el punto con el cual Mr. Morrison hizo esa maniobra) están muy lejos de ser una invención socialista. Tales mecanismos como los Fondos de compensación monetaria, la acumulación de proyectos para obras públicas, la regulación cuantitativa de las importaciones, censos de producción, ajustes de impuestos para propósitos económicos y sociales, han sido usados por una larga sucesión de Gobiernos, sin exceptuar el Gobierno socialista de 1929-1931 (…)”.

    Esta línea de política se puede ver que procede casi enteramente de consideraciones financieras. Y toda ella es coherente, y toda ella representa la concentración del control sobre la política y la administración.

    La política financiera promovió los desarrollos de monopolios, y lo hizo muy explícitamente; el Banco de Inglaterra, la agencia local de la Finanza Internacional, llamó a esta política con el nombre de “racionalización”.

    Este desarrollo del monopolio es casi un preliminar necesario de la “nacionalización”. La nacionalización es sólo el penúltimo estadio en un proceso. La racionalización, o el control monopolístico de industrias específicas, es un paso hacia la nacionalización, donde distintas industrias son puestas bajo un único control.

    La internacionalización es la siguiente etapa, donde las industrias nacionalizadas están unidas bajo un control mundial. Y éste es el objetivo del grupo de hombres que controla el sistema financiero mundial.

    El “hombre común” no tiene poder ninguno para emitir directrices efectivas a una organización de esta escala, incluso los representantes elegidos carecerían de poder alguno en relación a los funcionarios permanentes. La urna electoral sólo introduciría un elemento de ineficiencia en la organización, y consecuentemente es de esperar su eliminación.

    De hecho, es necesario para la estabilidad de la organización controlar a los individuos: ésta es la trascendencia de los así llamados proyectos de Seguridad Social. Es realmente sorprendente que esto no se haya visto desde tanto tiempo.

    Sus beneficios dinerarios son sólo miserias; pero la asunción subyacente es que el beneficiario de las mismas será completamente dependiente de ellas, y los cálculos actuariales muestran con anticipación que los beneficiarios, como pensionistas jubilados, serán la mayoría de aquéllos que están contribuyendo a las mismas.

    Así, se anticipa que en los próximos diez, veinte, treinta años nada mejor que una miseria estará disponible para la mayoría de aquéllos que superen los 65 (y este cálculo no tiene en cuenta la constante depreciación que en los pasados 30 años ha reducido el valor oficial de la libra esterlina a la mitad, y el valor real a un cuarto o menos).

    Pero el coste real de esta miseria para el trabajador está en conformidad con una red de regulaciones que está alcanzando incluso los más finos detalles de la existencia individual.

    De nuevo, éste es el uso del mecanismo financiero para conseguir un objetivo definido. La esencia del mismo es hacer del dinero algo indispensable para la existencia, disponer a través de la inflación y los impuestos, cualquiera que sea el estándar de vida, la absorción de todo el ingreso de los trabajadores de manera que no puedan ahorrar, y así amenazarles con la inseguridad (es decir, morir de hambre) a la edad de jubilación, a menos que se someta a los controles a lo largo de su vida laboral.

    Él se convierte así en material indefenso para la planificación.

    “El plan” requerirá de trabajadores individuales para trabajar de acuerdo con el plan.

    ¿Qué posible efecto puede tener sobre el destino del trabajador individual votar por Mr. A o Mr. B?

    Desde que el Gobierno socialista tomó el poder en Gran Bretaña, se ha hecho un espantosamente rápido progreso hacia el completo y explícito totalitarismo. La forma de las cosas por venir es perfectamente evidente por el énfasis puesto sobre la sindicación obligatoria, en combinación con las admoniciones de los líderes sindicales de que el tiempo de las huelgas ha pasado, y que el trabajador ha conseguido ya su objetivo, siendo su parte en el futuro el trabajar para el aumento de la producción*.

    La iniciativa en esta política se ha apoyado en la Finanza, la cual claramente anticipa ser capaz de retener la iniciativa y el control que, en efecto, probablemente no ve otra forma de asegurar en perpetuidad el enorme poder que resulta del control internacional de la finanza.

    Los controles administrativos son simplemente un refuerzo para el control financiero, el cual es mismamente un mecanismo de lo más maravillosamente flexible y sensible.


    ----------------------------------------------------------------------------

    * A. A. P. reportó unas palabras de Mr. Arthur Deakin, Secretario General de la Unión de Trabajadores y del Transporte Británico, el 15 de Julio de 1947, diciendo que “estoy incluso preparado para decir que debemos aceptar una limitada medida de dirección [del trabajo]”. Para el resto, cualquier cosa será decidida “en interés del público” entre los líderes laborales y los líderes políticos.

  9. #9
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    Re: Introducción al Crédito Social

    (5)

    El grupo controla el sistema bancario está usando los sistemas financiero e industrial en la prosecución de un objetivo de alto alcance: el objetivo del dominio mundial para ese grupo.

    Tal política está en conflicto con los deseos de aquéllos a quienes se aplica.

    Allí donde tenemos una oposición de políticas en este sentido, tenemos un estado de guerra en su sentido más general: “La guerra es la prosecución de una política por otros medios” (Clausewitz).

    En este sentido, la traslación de la política a la práctica implica el concepto de estrategia.

    “La estrategia es el empleo de la batalla para conseguir el fin de la Guerra (es decir, el objetivo de la política (…) La estrategia forma el plan de la Guerra)” (Clausewitz).

    El objetivo de la estrategia está subordinado al objetivo de la política, del mismo que el objetivo de una campaña está subordinado a la estrategia de la nación que está librando la guerra, del mismo modo que la política trasciende a la guerra misma tal y como es definida por Clausewitz.

    En este sentido, el uso del sistema industrial por los financieros es un uso estratégico.

    En un discurso dado en 1924, Douglas apuntó que sólo existen tres posibles objetivos para un sistema económico mundial:

    “El primero es que se trata de un fin en sí mismo para el cual el hombre existe.

    “El segundo es que si bien no es un fin en sí mismo, es el más poderoso medio para constreñir al individuo a hacer cosas que él no quiere hacer; por ejemplo, es un sistema de Gobierno. Esto implica una idea fija de lo que el mundo debería ser.

    “Y el tercero es que la actividad económica es simplemente una actividad funcional de los hombres y mujeres en el mundo (…)”.

    Desde ese discurso, se ha venido diciendo explícitamente que el objetivo del sistema industrial es el “Pleno Empleo”. Considerado como un medio para hacer trabajar a la gente (un objetivo que es común tanto a los Partidos Políticos Capitalistas como Socialistas), el sistema financiero existente, en tanto que sistema, es probablemente casi perfecto.

    “Su sistema bancario, métodos de exacción fiscal y contabilidad contraatacan cualquier desarrollo de ciencia aplicada, organización y maquinaria, de tal manera que el individuo, en lugar de obtener el beneficio de estos avances en la forma de una más alta civilización y mayor ocio, solamente se le permite hacer más trabajo. Cualquier otro factor en la situación es finalmente sacrificado a este fin de proporcionarle trabajo (…)” (C. H. Douglas, 1924).

    Recordando nuestro examen anterior de la situación física, permítasenos imaginar un hombre que estuviere empleado en cuidar un área de césped. Bajo las condiciones primitivas, él cortaría el césped arrancando las hierbas con sus manos. El primer avance “científico” consistiría en el uso de un instrumento cortante con una sola hoja cortante, y aún con esto él podría en seguida cortar el césped mucho más rápidamente. Por tanto, él podría o bien atender la misma área en menos tiempo, o bien podría atender un área mayor en el mismo tiempo.

    El siguiente avance consistiría en el uso de una herramienta con dos hojas cortantes, sobre el principio de las tijeras, y esto de nuevo resultaría en un trabajo más rápido, con el mismo resultado visto previamente. Entonces sucesivamente vemos la introducción del cortacésped y del cortacésped mecánico; y podemos imaginar la eventual introducción del cortacésped mecánico controlado por rádar.

    La estrategia del “Pleno Empleo” significa que con cada mejora en la técnica del cortado de césped, el tiempo libre ganado es dedicado a extender el área césped que ha de ser cortado, y a exportar el césped (“construyendo el comercio de exportación” o “salvando a Europa”*).

    Esta extensión del campo de césped es el equivalente a todos aquellos mecanismos por los cuales los políticos crean empleo.

    El más obvio son las obras públicas, pero el énfasis en una mayor industrialización y en la importancia de los mercados de exportación es exactamente la misma cosa en cuanto al principio.

    El “Pleno Empleo”, de hecho, contraataca los desarrollos de la ciencia aplicada, organización y maquinaria; roba el ocio, el cual es el resultado potencial de una industria utilizadora de energía. Es decir, el “Pleno Empleo” es una estrategia que tiene el resultado de sujetar a los individuos a un sistema de gobierno.

    Hace del individuo (tal y como está diseñado para hacerlo) un engranaje en el sistema de organización mundial.

    Esta estrategia se ha desarrollado a partir de la anterior etapa en la cual la adherencia a los cánones de la “sana” finanza era la primera preocupación de los economistas oficiales y de los políticos.

    El desarrollo es de extrema importancia, pues indica este desplazamiento de los cuarteles generales de la política al cual ya no hemos referido. Pero si se capta lo que implica, es fácil de ver que la estrategia que está desplegando revela en sí misma la continuidad de la política que hay detrás de ella, y es fácil ver que, tal y como apuntó el Mayor Douglas, los aparentes fallos de esa política son en realidad sus más grandes éxitos.

    La política es la centralización del control; y la rivalidad comercial que conduce a la guerra militar, y la depresión que conduce a la eliminación de los pequeños comercios, y el condicionamiento psicológico de las masas a la idea de que el mayor servicio que sus líderes podrían proporcionar sería el de evitar el “desempleo” bajo casi cualquier condiciones de pérdida de libertad, son todas ellas una y la misma cosa.

    Ambas guerras (o las dos fases de una sola guerra) conducen a la instalación de una burocracia que impera por medio de Regulaciones y Órdenes en lugar del altamente desarrollado sistema del Common Law al servicio del individuo.

    El “Pleno Empleo” para fines no especificados llanamente reemplaza al pleno empleo para derrotar a Hitler.

    Ahora bien, obviamente es tan imposible coger a un hombre de la calle a través del mecanismo de las elecciones y ponerle a controlar la política de una sociedad organizada para el “Pleno Empleo”, como imposible es poner a ese mismo hombre de la misma forma a controlar una compañía de barcos de vapor. Él simplemente no tiene el conocimiento para ello. Él está en manos de sus consejeros, los altos oficiales de la burocracia permanente, los cuales entienden muy bien que sólo están abiertas ciertas posibilidades: una decisión en una esfera inevitablemente repercute a lo largo de todo el sistema, y cierra un número de posibilidades en otras esferas.

    Esto es particularmente así en el caso en donde el “Pleno Empleo” es una política primordial, pues si una cierta proporción de energía humana es hipotecada a ciertas tareas a largo plazo, otras tareas o empresas son descartadas hasta que la anterior esté completada, a menos que pueda permitirse la pérdida que implica su abandono.

    En este punto es mucho más fácil darse cuenta de la trascendencia de la “nacionalización” de la banca.

    La banca (es decir, el control del crédito) se convierte en parte de la burocracia gobernante; y debido a sus características administrativas, sus propiedades de “generalidad”, ocupa una posición central.

    La finanza entra en la burocracia para controlar y dirigir a la burocracia; y tiene preparado en sus manos todos los medios auxiliares de control, de los cuales carece mientras el Gobierno sea un competidor.

    Es decir, los “cánones” de la sana finanza son reemplazados por órdenes del Gobierno respaldadas por las sanciones de la Ley. Los altos impuestos se convierten en un asunto de “política” del Gobierno en lugar de ser sólo una necesidad económica de “equilibrio del presupuesto”. Los sueldos y precios pueden ser “controlados”, la redistribución de los trabajadores es efectuada mediante Órdenes en lugar de por incentivos económicos; las Órdenes vienen respaldadas por el control de los suministros o raciones, y por la necesidad de obediencia para no perder los “beneficios” de una forzosa Seguridad Social.

    Una de las ventajas de las naciones soberanas radica en la posibilidad de la diversidad en la forma de su organización social, la oportunidad de intentar diferentes posibilidades. Pero vemos que a medida que el mundo se vuelve más rico en su capacidad para producir bienes y servicios, se nos dice que se está volviendo cada vez más difícil para una nación vivir para sí misma.

    Ésta es la excusa que se hace para imponer sistemas y objetivos similares sobre cada nación, y la similitud de las propuestas en todos los lugares (“Pleno Empleo”, Socialismo estatal y la abrogación de la soberanía nacional) es un claro indicador del funcionamiento de una política mundial procedente de un centro mundial y que tiene una razón última.

    Es muy necesario tener constantemente en mente la situación física real: la capacidad real inherente de una moderna economía productora de energía (en la cual el trabajo humano se va volviendo más y más en nada más que un catalizador) para suministrar bienes. El estándar de vida debería en realidad estar relacionado con dicha capacidad. Obviamente, debe haber alguna medida neutral que relacione el estándar de vida con esa capacidad real. Esa medida es la proporción de la producción de bienes consumo respecto a la producción total. Es la medida inmortalizada en la frase de Goering: “Armas en lugar de mantequilla”.

    La unión burocrático-financiera es capaz, a través de la “economía planificada”, de postular un cierto estándar de vida, y poner a esa proporción de la población no ocupada en proveer los bienes y servicios que conforman dicho estándar, a trabajar en cualquier otra cosa que a aquélla se le ocurra: obras públicas, obras públicas internacionales, aumentar el estándar de vida de los hotentotes, etc… Todas estas cosas son equivalentes a las “armas” de Goering. La cantidad de “mantequilla” suministrada a la población depende puramente de la política de aquéllos que controlan el aparato administrativo.

    Con un control burocrático perfeccionado, los “axiomas” de la finanza pueden ser desechados. La producción es financiada a partir del crédito financiero en cualquier cantidad necesaria, y los créditos son recobrados a través de los impuestos tanto directos como disimulados. Por consiguiente, una discusión tal y como a menudo se propone “sobre los sueldos y horas de trabajo”, pasa por alto el principal factor: la proporción de la producción para el consumo respecto a la producción total. Las vastas sumas gastadas en obras públicas son exactamente la misma cosa que los “beneficios” contra los cuales se dirige constantemente la invectiva socialista. El “especulador” (un animal casi extinto hoy) invierte la mayor parte de sus beneficios en una mayor expansión de capital; es esto, y no su consumo personal (que está estrictamente limitado), lo que deprime el estándar de vida del “trabajador”. Pero la expansión de capital (obras públicas) iniciada por el Gobierno a partir de créditos tiene precisamente el mismo efecto físico.

    Una economía planificada, “Pleno Empleo” y un estándar de vida asignado, constituyen el programa oficial del socialismo. No representa más que una intensificación (respaldada en última instancia por una policía secreta) de la misma política contra la cual el “trabajador” cree que está protestando. De hecho, apenas podía ser de otra manera.

    Es ridícula la idea de que el “capitalista” (que, de acuerdo con el socialista ortodoxo, controla a la Prensa y al Gobierno) vaya a verse desposeído a sí mismo. A quien el “trabajador” llama el “capitalista” es en realidad al productor independiente; y el financiero ha organizado al proletariado en una masa para utilizarla en el sentido de destruir la amenaza a su monopolio que supone el productor independiente.

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    * Desde que esto se escribió, ha aparecido el “Plan” Truman-Marshall para “salvar a Europa”. Si el plan es aceptado, los mercados tendrán un mercado de exportación para mantener su “Pleno Empleo”. Si no, ellos podrían ir a la guerra para “salvar a Europa” de Stalin. En cualquier caso, el pueblo americano es el perdedor. Los absurdos de la situación son tan grandes que resulta difícil escribir pacientemente sobre los pequeños detalles. El “pleno empleo” en una economía productora de energía es el mayor absurdo de todos; y en los EE.UU. la situación es tan precaria que claramente sólo un repudio de esa política puede evitar el horrible desastre. Sólo la guerra, o la salida en tropel de la producción americana gratis para todo el mundo, posiblemente puede hacer que los americanos batan el yunque.

  10. #10
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    Re: Introducción al Crédito Social

    (6)

    El totalitarismo, en esencia, es la transformación de la sociedad en un marco fijo, una máquina que puede hacerse funcionar como un todo por un pequeño grupo. Esta concepción puede captarse más fácilmente en relación con la guerra. La sociedad sólo puede ser organizada como un todo en relación a alguna función; la guerra es una función de una sociedad organizada, y en la guerra el individuo está, y debe estar, subordinado a la función.

    A parte de la guerra, sin embargo, es difícil concebir cualquier otra función -a excepción de una- a la que el individuo pueda estar subordinado de esta forma. Ésta única excepción de la función es el trabajo: el trabajo como un fin en sí mismo: el “Pleno Empleo” para fines inespecificados.

    Pero una vez que la sociedad es organizada en relación a una función, el control central alarga la mano hasta el más mínimo detalle de la vida de los ciudadanos, y el gobierno como tal se vuelve más y más una pre-ocupación.

    Así, la dominación generalizada del gobierno moderno es una consecuencia directa del totalitarismo.

    El problema real de la verdadera democracia política es, por tanto, más simple de lo que parecía al principio, porque éste implica mucho menos “gobierno”. El punto esencial que debe captarse en conexión con la democracia verdadera es que no tiene nada que ver con mecanismos para imponer una política sobre toda la sociedad.

    La democracia significa hacer efectiva la política que cada individuo tiene en relación consigo mismo; como dijimos anteriormente, esto significa que cada individuo esté en una situación en que pueda emitir sus propias directrices, y hacer que se lleven a cabo.

    Ahora bien, bajo las condiciones primitivas, los deseos crecientes del individuo requerían rápidamente la subordinación de otros individuos a su política si quiere que sus directrices sean cumplidas. Pero la gran trascendencia del progreso de las artes industriales es que los deseos de los individuos pueden ser satisfechos en un grado cada vez más creciente mediante los recursos de la maquinaria que funciona con energía; y por consiguiente, lo que se necesita del gobierno es que simplemente se encargue de que dichos recursos estén al servicio del individuo como tal.

    Desde este punto de vista, el individuo tiene dos aspectos: en uno él es un productor, en el otro es un consumidor. Ya hemos visto que es una inmensa ventaja para el individuo como productor el someterse a una organización, pues esto se traduce en una plusvalía de asociación (es decir, la producción requerida se obtiene a partir de un menor esfuerzo cuando éste esfuerzo se coordina con los esfuerzos de otros). La coordinación implica una dirección centralizada: es en su naturaleza totalitaria. La producción es así jerárquica.

    Como consumidor, por el contrario, cada individuo tiene sus propias necesidades. No hay ningún sentido en la idea de un “consumo centralizado”. Es decir, el consumo es en su naturaleza democrático en el sentido en que lo hemos definido. Ahora bien, a medida que la producción se convierte más en una función de la maquinaria mecánica, entonces cada vez se le dará menos importancia al aspecto productor del individuo, y por consiguiente cada vez se dará menor importancia a la organización.

    Correspondientemente, el aspecto consumidor se incrementa en importancia, y éste implica democracia. En otras palabras, el individuo necesitará someterse a la organización en una proporción de su tiempo continuamente decreciente, y fuera de ése tiempo él debería ser libre dentro de los límites naturales impuestos por la libertad de los otros; y en ese tiempo libre, él debería ser capaz de hacer que se cumplieran sus “directrices”, hasta el límite de la capacidad de la industria para cumplirlas.

    Bajo el totalitarismo, el individuo es un súbdito del Estado.

    La posibilidad antitética es que él pueda ser un accionista en su país.

    Esa concepción define perfectamente la relación democrática. Consideremos una industria que haga, digamos, calzado. La gente implicada en la situación son: 1.los propietarios; 2.los ejecutivos; 3.la administración; y 4. los consumidores del producto.

    (1) Los propietarios, como accionistas, están interesados en los dividendos (un derecho en forma de dinero que puede ser cambiado por los productos de esa u otra industria). Su mandato hacia los ejecutivos es el de recibir el más grande dividendo posible, y se les da el derecho de contratar y despedir a oficiales del ejecutivo de acuerdo con su éxito en cumplir tal mandato.

    (2) Los oficiales ejecutivos están interesados en llevar a efecto la política de los propietarios. Ellos forman un puente entre los propietarios y la administración. Ellos representan a los propietarios frente a la administración.

    (3) La administración consiste en expertos en las diferentes técnicas de cada aspecto de la producción. El trabajo del experto consiste en saber cómo llevar a efectos prácticos las directivas generales; recibir órdenes respecto a los objetivos, esto es, sobre política y dar órdenes en lo que respecta a los métodos para llevar a efecto dichas directivas. Los ejecutivos y la administración forman conjuntamente una jerarquía administrativa. En la base de la jerarquía está el trabajador ordinario.

    (4) El consumidor solamente está interesado en el producto de la industria y su precio. Él demanda que el producto satisfaga su necesidad individual y específica: que la bota o zapato sea del estilo, calidad y precio que más le convenga. Él no está interesado en el método de fabricación o en la forma en que funciona la fábrica.

    Ahora bien, si el propietario quiere dividendos, y el consumidor tiene el dinero, existe una perfecta secuencia de causa y efecto. La preocupación del ejecutivo y la administración es encontrar los métodos apropiados para reconciliar los requerimientos de los propietarios, por un lado, y los del consumidor, por el otro. Siempre que la organización deba competir por la obtención de consumidores, los consumidores tomados en general dirigirán el programa de la producción (tantos zapatos de tal tamaño, tantos de otro, tantos en cada uno de los varios estilos).

    La tendencia de la producción tomada en general es de esta forma controlada en detalle por la democracia de los consumidores.

    Podemos decir, por tanto, que el dinero es una directiva en blanco; los detalles son rellenados al momento de la compra. El gasto de una suma de dinero en un artículo particular es, en efecto, una orden a la compañía productora para producir otro artículo del mismo tipo que lo reemplace. Es imposible concebir un mecanismo más sensato y perfecto para asegurar el verdadero control democrático del programa de producción.

    Por las razones que acabamos de examinar, existen barreras a su correcto funcionamiento. Pero hubo un tiempo, digamos entre 1850 y 1914, en que el aspecto económico de este problema estaba en vías de solucionarse.

    El soberano de oro era un completo sistema de órdenes. Mr. Brown sólo tenía que dar su certificado amarillo de soberanía y obtenía lo que quería. Aquél puso en movimiento la más maravillosa sucesión de sanciones psicológicas automáticas.

    “Las fábricas surgieron a la vida, los trenes corrían, y los barcos navegaban, todos ellos interesados no sólo en hacer su voluntad, sino también en hacerlo mejor que cualquier otro. Es completamente indiferente para este particular argumento que un gran y cada vez más creciente número de Mr. Browns no tuvieran soberanos; es un hecho de la historia que el hombre que tuvo uno siempre quiso dos, y en consecuencia, si cada Mr. Brown hubiera poseído un soberano, aquél argumento todavía seguiría siendo efectivo. Quizá sea innecesario observar que la fuerza del soberano de oro no yacía en su material, sino en sus sanciones” (C. H. Douglas, 1946).

    Ahora bien, si consideramos una Sociedad dada como una compañía industrial (como, en cierto sentido, lo es) podemos considerar a cada miembro de la Sociedad como un igual accionista. Al mismo tiempo él es un consumidor del producto de la compañía (botas, zapatos, pan, coches, etc…). En su aspecto de accionista, él sólo está interesado en el dividendo que la compañía le retorna. En su aspecto de consumidor, él está interesado en el producto. Su tercer interés está en relación con su posición como miembro de la jerarquía de producción. En este aspecto, él es un experto (en mayor o menor grado) en algún aspecto particular de la producción; pero al mismo tiempo está subordinado a la política que gobierna a la producción.

    Él es miembro de una jerarquía; él recibe órdenes de arriba, y da órdenes o lleva a efecto órdenes, hacia abajo. Él tiene, o puede tener, tres preocupaciones: interés en su trabajo, mejorar su posición en la jerarquía y desempeñar su obligación en el más corto tiempo posible. En relación a esto,

    “El fundamento de una administración exitosa, en mi opinión, es que debe estar sujeta al principio de la libre asociación, el cual, en sí mismo, producirá con el tiempo la mejor forma posible de administración técnica.

    Si las condiciones de trabajo en cualquier empresa y el ejercicio de la autoridad son ordinariamente eficientes, y existe en el mundo cualquier cantidad razonable de oportunidad de asociación libre, tal empresa automáticamente se deshará ella misma de los revoltosos o desafectos, al mismo tiempo que estará obligada a competir por aquéllos cuya ayuda le es necesaria.

    Por otro lado, si no hay libre asociación, la natural inercia del ser humano y la impropia manipulación de los métodos y objetivos harán ineficiente a una empresa, pues no hay incentivo para reformarse. La idea de que la administración puede ser democrática, sin embargo, no aguantaría ni cinco minutos de prueba en la experiencia. Puede ser consultivo, pero en última instancia alguna persona singular debe decidir” (C. H. Douglas, 1936).

    Como hemos observado siempre, el aspecto productor del individuo es de una importancia decreciente, puesto que la producción es abrumadoramente un asunto de energía y maquinaria.

    Los otros dos aspectos (recepción del dividendo y consumo) son complementarios.

    Como accionista, el individuo está interesado en el dividendo mayor posible; como consumidor, él está interesado en el mayor valor posible para su dinero.

    Sus órdenes, como accionista, a los ejecutivos solamente tienen que ver con que la administración sea eficiente; pero él no está interesado o preocupado con los métodos por los cuales ésas órdenes son puestas en funcionamiento.

    En consecuencia, la única sanción que necesita en relación a esto es el poder de remunerar al ejecutivo, y de nombrarlo o despedirlo. Como consumidor, él requiere control sobre el programa de producción en la forma en que lo hemos discutido. Él necesita ser capaz de prevenir la producción para una exportación de excedentes; de prevenir la dispersión de la actividad económica hacia obras públicas innecesarias o hacia una desproporcionada producción de equipo capital.

    No hay razón ninguna para que los esfuerzos de una generación sean gastados en trabajo que sólo beneficiará a una generación subsiguiente. Existe una obvia obligación de dejar a la generación siguiente una capacidad productiva al menos igual de grande que la que hemos heredado; y podemos elegir dejarla algo más grande. Pero es muy necesario recordar que no penalizamos a nuestros sucesores por el hecho de abstenerse de tal mejora; los dejamos en la misma situación en la que nos encontramos nosotros; y ellos pueden elegir por sí mismos si aumentarán o no la productividad de su industria, bien para ellos o bien para sus sucesores.

    Salvo que suceda algún imprevisto, existe un montón de tiempo por delante, y el sacrificio de generaciones presentes a sucesores cercanos o remotos es una política ridícula.

  11. #11
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    Re: Introducción al Crédito Social

    (7)

    La Sociedad como una compañía industrial (una organización para producir bienes y servicios) es sólo un aspecto de la Sociedad. En otro aspecto, puede ser comparada a un Club: por ejemplo, un Club Deportivo, que existe para proporcionar a sus miembros instalaciones para participar en varios tipos de deportes y juegos.

    La organización de un club tal deriva de su propósito. El propósito más general en el caso que consideramos es el de proporcionar a los deportistas una elección sobre varios juegos. Este propósito general está representado por un comité general, y es el trabajo de ese comité el ver que los recursos estén disponibles para aquéllos que desean jugar al fútbol como para aquéllos que desean jugar al cricket o al bridge.

    Las reglas que este comité tiene derecho a hacer, por tanto, tienen que ver solamente con tales relaciones generales, y sobre todo tienen que ver con que la sección del fútbol no se haga con el monopolio de los recursos.

    Las reglas de los grupos particulares (fútbol, cricket, tenis, etc…) es un asunto de esos grupos, y es la función de comités especiales. Ahora bien, como la mayoría de la gente y todos los deportistas son conscientes, las reglas de un juego sólo son muy excepcionalmente o bien alteradas, o bien aumentadas; y cuando lo son, es con el objetivo de hacer las condiciones del juego más agradables al jugador. Una mejora en los materiales con los cuales se juega al juego pueden formar una justificación para alterar las reglas; e igualmente la prueba de una larga experiencia de una regla particular. Pero tales alteraciones son asunto particular de aquéllos que participan en el juego en cuestión.

    Existen dos consideraciones vitalmente importantes que gobiernan la conducción de un club deportivo.

    La primera es la libertad de asociación. Libertad de asociación significa que los individuos son libres de adherirse o de dejar el club a su deseo, e igualmente que son libres de participar en una u otra o varias de sus diferentes actividades. No es completamente cierto que un individuo es libre de adherirse, en muchos casos. En general, debe poseer alguna cualificación. En primer lugar, debe ser aceptable para los miembros existentes; en segundo lugar, deber ser (normalmente) un jugador de buena fe, ya sea deseando aprender el juego, o siendo capaz de jugarlo.

    Respecto a dejar el club, esto se denomina técnicamente disociarse. La capacidad para disociarse de un club, o de la sección de un club, es de extrema importancia, pues es esto lo que salvaguarda los derechos de un individuo; esto es lo que asegura que las condiciones que gobiernan una actividad particular son aceptables para aquéllos que participan, pues si no lo fueran, aquellos interesados cesarían de participar, y la actividad en cuestión terminaría.

    Éste es el complemento absolutamente esencial de la formación de reglas.

    La elección de un comité para hacer reglas es meramente una conveniencia; lo que importa son las sanciones que puedan ser aplicadas a ese comité; y la sanción última es el derecho a retirarse de su jurisdicción.

    “La verdadera democracia puede muy cercanamente definirse como el derecho a atrofiar una función por disociación. Es esencialmente negativa, aunque, en contra del curioso sinsentido que prevalece sobre la “negatividad”, no es la menos esencial por esa razón. Esta verdadera democracia requiere ser cuidadosamente distinguida de la idea de que un juego es necesariamente un mal juego simplemente porque tú no puedes o no quieres jugarlo, y por tanto el hecho de que tú no puedes jugarlo es la primera recomendación, en gran parte, para cambiar las reglas. Al contrario, es una descalificación a priori.

    Por esta razón, si no otra, un periodo de disciplina dentro de las prevalecientes disciplinas sociales y económicas en, digamos, los primeros años de los veinteañeros, parece alta y pragmáticamente deseable. Si no se juega, no se vota. Mal juego, voto de categoría 3. Pero no necesitas hacer ambos. El poder de disociarse es el primero y más mortal golpe contra el Estado Supremo” (C. H. Douglas, The Big Idea).

    El otro aspecto de esta materia es el juego en juegos específicos. Los equipos para los juegos no son elegidos: son seleccionados. Y el equipo mismo está bajo un capitán. En los partidos, hemos pasado de la esfera de la política a la esfera de la administración o técnica. En consecuencia, tenemos la forma jerárquica de la organización, y la posición del individuo en la jerarquía depende de sus cualificaciones. Y la prueba está en los resultados, en los partidos ganados en la competición.

    Como cualquiera sabe, aquéllos que fallan en la prueba son reemplazados, hasta que con el tiempo se produzca la mejor forma posible de administración técnica (el mejor equipo).

    La segunda consideración general vitalmente importante es la idea de deportividad. La deportividad es un código no escrito que está por encima de todos los juegos particulares, y está por encima incluso de las reglas generales de un club multideportivo. En un aspecto, constituye el sistema ético del club; pero también trasciende a cualquier club particular. La deportividad es un criterio invisible que gobierna la admisión a un club; y se trata de un estándar suprapersonal que refrena el caprichoso uso del poder de disociarse.

    De nuevo, éste circunscribe a toda la realización de reglas dentro del club. Ninguna regla incompatible con el código de la deportividad es concebible en la práctica.

    Otro principio importante de un club es su financiación. Normalmente, el ingreso del club deriva de las suscripciones de sus miembros (estamos excluyendo al “club” que realmente existe para hacer negocio del deporte; que emplea profesionales y deriva sus ingresos de la exhibición al público de las habilidades de sus empleados. Pero, de paso, puede advertirse que la existencia de auténticos clubs ejerce una influencia poderosa en el comportamiento de las asociaciones profesionales).

    El ingreso de los miembros deriva de fuentes exteriores al club, y contribuidas al club. El comité tiene el gasto de los fondos; pero tiene que justificar a los miembros generalmente la proporción de suscripción propuesta en relación con el programa de actividades generales contemplado. Así, los miembros no aprobarán suscripciones ilimitadas para adquirir terrenos de juego ilimitados, ni para pagar sueldos y salarios de empleados redundantes, ni para acumular reservas desproporcionadas. Incumbe al comité mostrar las ventajas esperadas de que se beneficiarán los miembros generalmente a partir de nuestros gastos considerados; y el poder para negar los fondos necesarios reside en los miembros.

    Cuando un programa general es aprobado, corresponde al comité llevarlo a efecto; y el fallo es propiamente recompensado mediante el despido del comité.

    Las varias actividades llevadas a cabo dentro del club (los juegos, la vida social, la administración de sus asuntos) son las actividades funcionales del club. La pauta general de éstas viene dada por los deseos individuales de los miembros expresada en su apoyo proporcional a estas actividades.

    El énfasis relativo en un juego más que en otro viene directamente del número de aquéllos que prefieren un juego a otro.

    Por otro lado, un miembro puede participar en varias actividades funcionales; él puede jugar dos o tres juegos, así como convertirse en miembro del comité. Su posición precisa en el club depende de su elección y de su habilidad; él puede capitanear el equipo de cricket, pero ser el primer reserva del equipo de fútbol; él puede ser el tesorero, y al mismo tiempo echar un cable sirviendo a veces en el bar.

    El tiempo que dedica a varias actividades funcionales está determinado por su libre albedrío, pero condicionado por su “deportividad”. Su sumisión a su capitán es voluntaria, pero (al menos en el miembro ideal) su disciplina (autodisciplina) es perfecta.

    Es fácil ver que las elecciones no juegan sino un pequeño papel en la conducción de semejante club. En su mayor parte las decisiones de la mayoría son expresadas en las acciones de los miembros, así como en el juego de varios tipos de juegos. Supuesto que el jugador de cricket encuentre las instalaciones que desea, es un asunto que no tiene consecuencias para él el que quizá la mayoría prefiera jugar al tenis. Él sólo está preocupado cuando la mayoría es tan abrumadora que la minoría es insuficiente como para constituir un equipo. Entonces él es libre de considerar las razones por las cuales la mayoría prefiere el tenis y, o bien intentar probarlo, o bien dejar el club, pues éste ya no sirve a sus propósitos específicos. Pero ningún miembro se sometería a que se determinara el juego que jugaría a lo largo de la temporada por una mayoría de votos, en el sentido de elección. O (lo que es una variante de lo mismo) que tuviera que votar por un comité que tuviera el poder de decirle cuánto de su tiempo debería dedicarlo en el club, y qué juegos debería jugar en ese tiempo.

    “Supongamos que os dijera: “Estoy organizando un club de cricket. Vosotros sois entusiastas del cricket, por lo que estoy seguro de que os uniréis a mi club, y depositareis todos vuestros títulos de propiedad, reservas y acciones, y otros valores al secretario como una garantía de que obedeceréis mis órdenes”. Vosotros probablemente tendríais en cuenta, bajo estas circunstancias, pensar en jugar al golf.

    Pero supongamos que has sido criado para creer que debes jugar al cricket, y que debes unirte a mi club, y que, por supuesto, poner todos tus huevos en mi cesta era solamente una formalidad. Y supongamos que, cuando todos vosotros os hubierais registrado ordenadamente, yo dijera: “Esta organización, que humorísticamente llamamos club de cricket, está realmente planeada para una vida más corriente, una más alta forma de pensar y una más dolorosa muerte, y no puedes dimitir”. Te quejarías, ¿no?

    A lo cual la respuesta es NO. No te quejarías, porque tú, de hecho, no lo haces.

    La mayoría de vosotros solamente decís que más gente debería unirse al club: el pleno empleo” (C. H. Douglas: Program for the Thrid World War).

  12. #12
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    Re: Introducción al Crédito Social

    (8)

    La Sociedad es fundamentalmente una asociación de individuos.

    Dentro de esa asociación todo tipo son conducidas todo tipo de actividades funcionales, y nada es más importante que darse cuenta del hecho de que el trabajo, o empleo, es simplemente una de esas funciones.

    Ahora bien, en una Sociedad verdaderamente democrática, la tendencia o pauta de la actividad funcional será el resultado de las actividades funcionales de los individuos ejercitando la libre elección, en exactamente el mismo modo como la pauta de la actividad de un club deportivo resulta de las varias preferencias de sus miembros por juegos diferentes.

    Por otro lado, el “Pleno Empleo” como política significa la subordinación de la Sociedad a una función singular. Las otras funciones pueden estar ahí; pero la tendencia de la actividad funcional viene determinada por la elevación de una función particular a la preeminencia.

    Contribuye a una pauta fija: y esto es totalitarismo.

    Que esta pauta es conseguida mediante votación en elecciones es totalmente irrelevante. Y cuando, como en nuestro caso, todos los grandes partidos apoyan el “Pleno Empleo” como política, el totalitarismo es inevitable.

    La verdadera democracia no tiene nada que ver con elecciones; las elecciones son sólo un mecanismo conveniente para conseguir un muy limitado objetivo dentro de una organización democrática. Si los individuos quieren “Pleno Empleo”, ellos pueden tenerlo. Cualquier hombre puede abrir agujeros en su propio patio trasero, y luego volver a rellenarlos. Una decisión mayoritaria a favor del “Pleno Empleo” debería expresarse en la mayoría cavando agujeros, y dejando a la minoría libre para pintar cuadros si ellos prefieren hacer eso. Por supuesto, el trabajo del mundo debe ser hecho. Pero siempre debe recordarse que la inmensamente cada vez mayor proporción de trabajo necesario puede ser hecho mediante maquinaria que funciona con energía:

    “Considerablemente menos que el número total disponible de individuos, trabajando con herramientas y procesos modernos, pueden producir cualquier cosa que la población total del mundo, como individuos, pueda usar y consumir, y esta situación es progresiva, esto es, que año tras año un número menor de individuos puede ser empleado útilmente en la producción económica” (C. H. Douglas, 1924).

    Es importante advertir las palabras “como individuos” en la declaración anterior. El “Pleno Empleo” implica la producción creciente de bienes que los individuos que los producen no pueden usar o consumir. Son bienes que cumplen las ambiciones de los maníacos del poder; ningún individuo en su sano juicio produciría libremente bombas atómicas y las entregaría a individuos que están en control de una organización que puede utilizarlas contra él; ni tampoco desearía dicho individuo realmente que pudieran utilizarse contra otros individuos.

    De nuevo, muchas obras públicas son en beneficio solamente de generaciones posteriores; y como acabamos de observar, no existe ninguna especial o razonable urgencia de presionar a favor del desarrollo del mundo a expensas de unas pocas generaciones, y para el beneficio de otras que serán dejadas sin nada que hacer.

    Es esencial, por tanto, que el programa de la producción sea predominantemente uno que favorezca las necesidades de los individuos, no de las organizaciones; y una vez que éste es el caso, debe entenderse que hay sitio sólo para una proporción de aquéllos disponibles para el empleo en él.

    Esto en seguida reduce el “empleo”, o trabajo, a su nivel apropiado, como una función entre otras; y no hay razón ninguna en absoluto para no ser considerado exactamente a la misma luz que un juego, en que la participación en el mismo está sujeta a cualificaciones apropiadas. En otras palabras, la participación en el programa de producción implica el ser miembro de un equipo, y debería confinarse a aquéllos que tengan un verdadero deseo de participar, y posean las cualificaciones técnicas necesarias.

    El efecto de este cambio sería la emancipación de otras funciones, tanto del individuo como de la Sociedad.

    Hay, por supuesto, muy buenas razones por las cuales esto no debería hacerse de repente; pero forma un objetivo al que puede aproximarse en cualquier proporción que se encuentre oportuno o conveniente en la práctica, y un mecanismo por el cual esto puede ser hecho será considerado más adelante.

    Pero, obviamente, tal objetivo se traduce en una concepción de la naturaleza y del funcionamiento de la Sociedad completamente diferente.

    Es, de hecho, un prerrequisito absoluto de la verdadera democracia.

    Tan pronto como el gobierno deja de personificar la elevación de una función particular como dominante de la pauta de la Sociedad, aquél cae en su perspectiva apropiada. El Gobierno mismo es solamente una función entre todas las otras, y de ninguna manera la más importante.

    Su verdadera naturaleza es la misma que la de un Consejo de Administración de una compañía, por un lado, y que la del comité general de un club, por otro lado.

    Como en un Consejo de Administración, es asunto del Gobierno ver que el componente industrial de la Sociedad produzca el mayor dividendo posible para los accionistas, los ciudadanos.

    Esto no significa que el Gobierno deba “hacer funcionar” la industria. Una industria siempre (a menos que sea interferida por el Gobierno) es “hecha funcionar” por los técnicos.

    Esto no significa que el Gobierno no deba tener ningún control sobre la política interna de la industria particular.

    El Consejo simplemente representa a los accionistas, cuyo interés está confinado a la recepción de dividendos, y el trabajo del Consejo es simplemente traspasar la voluntad de los accionistas a los técnicos.

    Enfatizando más, esto no significa que el Gobierno deba dictar el programa de producción. Ésta es la obligación de los consumidores, y es apropiadamente controlada por medio del dinero-voto.

    La principal función del gobierno en este sentido es realmente la autorización de nuevas empresas que puedan aumentar el dividendo colectivo. Éste es un punto al que deberemos retornar posteriormente.

    El aspecto más importante del gobierno es aquél de un comité general.

    Tiene que ver con la estructura-marco general dentro de la cual son conducidas multitud de actividades funcionales de la Sociedad.

    La primera consecuencia de esta posición es que el énfasis se aleja inmediatamente de la formación de leyes.

    Ningún comité de club está para siempre aumentando el número de reglas.

    Ahora bien, la Sociedad ha desarrollado en el curso de algunos miles de años un muy suficiente número de leyes para prevenir la conducta general de la Sociedad. Es solamente cuando un nuevo desarrollo (como la introducción de algún gran nuevo invento) afecta el equilibrio general, cuando pueden ser necesarias nuevas leyes.

    La aparición del coche de motor y del aeroplano, por ejemplo, claramente necesitan integrarse dentro de las posesiones existentes de la humanidad de tal forma que aumenten, en lugar de disminuir, el crédito real.

    Aparte de esto, es una obligación propia del Gobierno revisar las leyes con vistas a remover las restricciones innecesarias a la libertad del individuo.

    A medida que las condiciones físicas que limitan al individuo son superadas, también las restricciones artificiales deberían disminuirse y, en la medida de lo posible, abolirse. Y aquí entra el equivalente social de la “deportividad”.

    Se trata de un sistema ético que tiene sus raíces en la religión, y que es aceptado y es vinculante tanto para el Gobierno como para los individuos.

    La segunda consecuencia de la posición apropiada del gobierno es que debería derivar su financiación por contribuciones acordadas de los individuos.

    Igual que en el comité del club, debería sugerir un programa, y este programa debería ser sancionado por el público. Lo que es emprendido por el Gobierno es a expensas físicas inmediatas de los individuos que componen la comunidad, y lo que se requiere es que esta necesidad física esté correctamente reflejada en las relaciones entre el Gobierno y el pueblo.

    El Gobierno en sí mismo es un gasto; una cierta cantidad del mismo, que debería ser reducido a prácticamente el mínimo, es un gasto inevitable. Pero los emprendimientos o proyectos gubernamentales son un tipo diferente de gasto.

    Proveer el “Pleno Empleo” es un gasto de tal tipo, y es simplemente un cheque en blanco girado a favor del Gobierno, y respaldado por la comunidad a expensas del individuo. No debería hacerse nada para la provisión de empleo.


    Puede ser que se necesite construir carreteras, o levantar aeródromos, etc… Si es así, el Gobierno debería sugerir un programa de carreteras, etc…, mostrando las ventajas inmediatas que se derivarían de ellas para los individuos. Algunas de tales obras tendrán una inmediata y obvia ventaja; con algunas las ventajas serán más remotas; y con otras, las ventajas corresponderán enteramente a generaciones posteriores.

    El amalgamiento del monopolio del crédito con el gobierno significa exactamente que el Gobierno es considerado independiente del control público en estas materias.

    Puede embarcarse en programas que son a expensas del individuo, pero que son disfrazadas como siendo ventajosas para él, ya que le suministran el dinero (que debería ser suyo incondicionalmente) sólo a cambio de su trabajo.

    Los ciudadanos deberían dar licencia al Gobierno para emprender las obras que ellos aprobaran, votando los fondos necesarios.

    Pero tal y como están las cosas, los ciudadanos tienen sólo un muy escaso control sobre el Gobierno; y aunque el correcto uso del voto podría rectificar la situación inmediata, debe tenerse en cuenta que el voto es un mecanismo excesivamente tosco, con un uso muy limitado, y que es necesario reforzarlo con sanciones más adecuadas.

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