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Es muy característico de los teoremas, generalmente, que puedan ser elaboradas un número de pruebas deductivas a partir de ellos.

Este es el caso del teorema del Crédito Social, ahora comúnmente conocido como teorema A + B; un nombre que se deriva de una de las varias pruebas disponibles.

El teorema del Crédito Social es la proposición de que en cualquier periodo dado, en cualquier área dada, el ritmo de generación de precios es mayor que el ritmo de generación de ingresos.

El punto que debe tenerse en cuenta en esta declaración es el uso de las palabras “ritmo de generación”. Se refieren al hecho de que la producción es continua. No conocemos en qué punto en el pasado comenzó la producción, pero cualquiera que sea el punto que elijamos como el principio de la producción, podemos decir que ha procedido de manera continua desde entonces.

Estamos usando la palabra “producción” en el sentido general: la conversión de materiales de una forma en otra adecuada para los propósitos del hombre. La producción varía, se convierte en más o menos elaborada, y cambia; pero es continua. Es un flujo, como el flujo de un río.

La producción de bienes viene acompañada de la producción de costes, que alcanzan al público como precios; y al mismo tiempo, la producción de bienes viene acompañada de la distribución de ingresos, en forma de sueldos, salarios y dividendos. Este es el significado de las expresiones “generación de precios” y “generación de ingresos”.

Es absolutamente esencial captar el hecho de que los precios y los ingresos son, igual que la producción misma, flujos.

Hay una corriente de poder adquisitivo, y una corriente de precios. Ambas son medidas en unidades de dinero; digamos, en libras.

Nuestra proposición es que el tamaño del flujo de los ingresos, en libras, es más pequeño que el flujo de los precios, en libras.

Para evitar cualquier confusión, debe señalarse la relación entre los precios y los costes. El coste de un artículo es la suma de los desembolsos de dinero, directo o indirecto, en el curso de la producción de dicho artículo. Incluye el coste de la materia prima, el pago de los sueldos y salarios, y una carga por el uso de la maquinaria y otros “costes indirectos” como el alquiler y el interés sobre el dinero tomado prestado.

El precio de un artículo es al menos el coste, pero normalmente es el coste más el beneficio.

El argumento que sigue no queda afectado por la cuestión del beneficio, de manera que los términos de coste y precio son usados en relación con el contexto.

Ahora permítasenos ver qué le ocurre realmente a los costes y a los ingresos en el curso de la producción. Consideremos cualquier fábrica, y asumamos que está ocupada en la producción de un artículo que necesita de seis semanas, desde el principio hasta el final, para ser completado. Asumamos que la materia prima es obtenida gratis, y no se hace ninguna carga en concepto de “costes indirectos”, de manera que los únicos costes son los sueldos y salarios pagados a los trabajadores.

Ahora bien, la mayor parte de estos sueldos y salarios son gastados semana a semana a medida que son recibidos para satisfacer el coste de la vida, y al final de las seis semanas habrá sido ahorrado muy poco del dinero. Al final de las seis semanas, sin embargo, el coste de lo que se ha producido (tanto de lo terminado como de lo no terminado) será el total de los sueldos y salarios de las seis semanas de todos los trabajadores implicados.

Para compensar este coste total, sólo hay disponible el dinero que ha sido ahorrado, que es sólo una pequeña proporción del total del coste. Es muy cierto, por supuesto, que sólo una parte del total de la producción está en ese momento disponible a la venta: la producción terminada; pero ha sido creado el coste, y claramente excede la cantidad de poder adquisitivo dejado para satisfacerlo.

La empresa ha hecho gastos por una cantidad de sueldos y salarios de seis semanas. Este gasto empresarial representa la generación de precios. Los costes, y de ahí los precios, se van presentando en adelante todo el tiempo, mientras que el ingreso es gastado a medida que se recibe para satisfacer el coste de la vida.

Así, la situación puede ser descrita de manera más general: el coste de la producción incluye el coste de la vida de aquellos implicados en la producción; pero éste ha sido gastado dentro del periodo de la producción.

Esto es verdad para cualquier unidad de producción dada, y consecuentemente para cualquier unidad de producción, y, así, para toda la producción en general, y sobre cualquier periodo de tiempo.

Es decir, los costes que avanzan y se presentan son progresivamente mayores que el ingreso que avanza y se presenta (igual que Aquiles avanza más rápido que la tortuga).

Estos costes están representados de manera cada vez más creciente por los “costes indirectos”, es decir, una creciente parte de los precios consiste en el coste del equipo capital y en la producción “intermediaria”. Tales costes están continuamente presentándose en el precio de la producción final, y representan ingresos distribuidos, aunque gastados en algún momento del pasado.

Así, el producto de la industria manufacturera está implicado en la misma dificultad de la producción primaria: no encuentra automáticamente un poder adquisitivo aguardándolo que sea suficiente para liquidar sus costes o “valor” en sentido financiero.

En este punto las pruebas inductiva y deductiva convergen.

Ni la producción primaria ni la industria misma proveen del poder adquisitivo total necesario para comprar sus productos; o, como el Mayor Douglas lo indicaba, ni el granjero ni el industrial “fabrican” dinero: ellos luchan por el dinero que está en posesión de otros.

Pero es verdad que el dinero es “fabricado”, en sentido literal.

La manufactura del dinero es, de hecho, la base real del negocio bancario exactamente en el mismo sentido que la fabricación de cosas es el negocio de la industria.

La manufactura de dinero por los bancos es técnicamente conocida como creación de crédito.

Este dinero manufacturado, o crédito, es prestado por los bancos sobre varias garantías, para varios periodos de tiempo. En general, sin embargo, se presta más de este nuevo dinero del que se devuelve, de manera que en la práctica hay una continua expansión en la cantidad de dinero en la comunidad. Es este nuevo dinero el que pasa a estar disponible para compensar la deficiencia en poder adquisitivo; y es registrado como deuda.

Ésa es la razón de por qué apuntamos antes que la deuda acumulada es el registro en el tiempo de la deficiencia de poder adquisitivo.

Pero aún así no hay una relación automática y necesaria entre la provisión de este nuevo poder adquisitivo, y la cantidad necesaria para compensar la deficiencia. La cantidad de nuevo dinero suministrada por los bancos no está gobernada por consideraciones aritméticas, sino por un número de factores que pueden ser incluidos bajo el encabezamiento de política.

Por razones de política el suministro de créditos puede restringirse, en cuyo caso el efecto de la deficiencia de poder adquisitivo se pone de manifiesto, y se experimenta la así llamada “depresión”. En otras ocasiones los créditos son adelantados libremente, conduciendo al “boom” o inflación.

Los créditos, sin embargo, son concedidos en conexión con la producción de algún tipo u otro, y consecuentemente se convierten en un coste, pues deben ser devueltos al sistema bancario. Lo que realmente ocurre es que los créditos son concedidos para propósitos tales como el de la construcción de una fábrica, la instalación de maquinaria, etc. Los créditos son distribuidos en sueldos y salarios, y gastados en bienes ya producidos; pero, como ya hemos visto, esos sueldos y salarios se convierten en costes que han de ser recuperados en el futuro, cuando la fábrica o maquinaria está en producción.

Ahora bien, cuando existe una oferta pequeña de bienes ya producidos, por una razón u otra (como, por ejemplo, siguiendo a la conclusión de la guerra, en la cual la industria se ajusta para la producción de municiones) y al mismo tiempo se está haciendo pagos a partir del crédito para la “reconversión” de la industria o por otra razón similar, el poder adquisitivo puede estar en exceso respecto a los precios colectivos de los bienes disponibles para su inmediata venta; ésta es la condición denominada “inflación”.

Esto resulta en una subida de precios, que drena el exceso de poder adquisitivo. Pero debe recordarse que este poder adquisitivo es distribuido en relación a futura producción anticipada, de la cual aquél forma una de las partes del coste; y si este dinero es drenado bien por una subida de precios, o bien por impuestos, este hecho agrava la deficiencia que en cualquier caso acompañará a la aparición final de los bienes.

El dinero no puede ser a la vez gastado en bienes existentes, y estar disponible para satisfacer precios futuros.

Las obras públicas, financiadas con dinero “prestado”, son un caso especial de este principio general.

A diferencia de una empresa privada construyendo fábricas, los gobiernos construyen presas y proyectos hidroeléctricos, etc…. Pero éstos son pagados con dinero nuevo creado por el sistema bancario, y este dinero es registrado como “deuda pública”.

Y el dinero se gasta -y sólo puede ser gastado- en bienes existentes; y el proceso sólo es posible porque hay una deficiencia en el poder adquisitivo distribuido a través de la producción de esos bienes.

Las obras públicas, ahora bien, tendrán que ser pagadas, porque el crédito concedido para su construcción debe ser devuelto, y ha de pagarse un interés sobre el mismo. Esta devolución y este pago del interés, toma la forma de impuestos; el endeudamiento público, de hecho, es otra forma de “coste” (exactamente equivalente al coste de la maquinaria en la industria); y puesto que los pagos hechos en el curso de la construcción de las obras públicas son gastados en producción actual, no están disponibles en el futuro para la devolución del préstamo bancario original.

Ahora bien, en tanto en cuanto se siga con el presente sistema de contabilidad, el continuo funcionamiento de la industria será absolutamente dependiente de una continua expansión de la cantidad de dinero (una expansión de dinero monetizado, billetes impresos o principalmente créditos bancarios). Y una simple inspección de las estadísticas anuales muestra que la expansión, en efecto, es continua.

También muestra que la expansión de créditos (registrados como deudas a los bancos) es de lejos la más importante, la parte más grande de esa expansión.

Es en este hecho en que se encuentra la convergencia de las pruebas inductiva y deductiva de la proposición que estamos examinando.

Una vez que se capte la relación entre la expansión de crédito y la producción industrial, podrá verse también que una continua subida en los impuestos es una prueba inductiva más. Aparte de la redistribución del ingreso por medio de los impuestos, una suma cada vez más creciente debe ser tomada para pagar las cargas de la deuda; y en la medida en que este dinero sea usado para devolver la deuda, desaparece; no hay nada que se reciba a cambio del mismo.

Ahora bien, esto es exactamente lo mismo que ocurre en los precios de los bienes: una proporción cada vez más creciente del precio total va a la devolución de viejos “costes” (o bien a esta devolución de préstamos bancarios o bien al reemplazo del capital).

Esto significa, por supuesto, que los sueldos y salarios sólo podrán liquidar una proporción cada vez más decreciente de la producción que les dio lugar. La consecuencia general de todo el proceso es que para poder distribuir incluso una cantidad constante de la producción a los consumidores finales, una cada vez más creciente cantidad de “producción intermediaria o de capital ha de tener lugar”.

Una vez que se alcanza el punto de saturación en el número de fábricas que pueden ser razonablemente construidas, el énfasis se desplaza hacia las obras públicas o la producción para la exportación.

Ésta es, entonces, la explicación financiera de la paradoja de la pobreza en medio de la abundancia.

Como apuntamos previamente, existe un gran número de métodos de demostración de la proposición central. Los estudiantes son remitidos a los escritos técnicos del Mayor Douglas, donde pueden encontrarse varias pruebas, incluyendo una prueba en términos matemáticos. El asunto está discutido muy exhaustivamente en The Monopoly of Credit.

El énfasis en el Crédito Social se ha desplazado, sin embargo, de las consideraciones económicas técnicas. Varios años atrás, era necesario probar que los bancos creaban crédito, pues esto era negado por los economistas oficialmente reconocidos. Hoy, la creación de dinero por los bancos es un tópico de cada día de las discusiones del periódico.

Igualmente es verdad, aunque menos obvio para los no iniciados, que el hecho de la deficiencia en el poder adquisitivo también es admitido en los círculos oficiales.

El mismo énfasis sobre la necesidad de embarcarse en obras públicas para “evitar la depresión” es una admisión tácita.

Ahora bien, la verdadera manzana de la discordia ha estado siempre en relación con la política que gobierna la disponibilidad del crédito, pero tal hecho fue ocultado durante muchos años tras las controversias centradas en la teoría económica.

La presente fase, sin embargo, está interesada directamente con la cuestión, en el más amplio sentido, de la política crediticia.

El primer libro del Mayor Douglas, Economic Democracy, se refería primariamente a esa cuestión de la política, y trataba del asunto financiero porque el sistema financiero era el principal mecanismo de una política.

La controversia que posteriormente se desarrolló sobre la parte técnica tuvo el efecto de ocultar el asunto mayor de la política; ésta es el significado del énfasis puesto en aquel aspecto sutil, en donde más confusión podía originarse.

Pero aunque ha cambiado el énfasis, un conocimiento y entendimiento del mecanismo de las finanzas en relación con la producción todavía es vital para una adecuada captación de la política.

Las campañas de exportación, las obras públicas y los altos impuestos son todavía las características predominantes de nuestra economía, y todas ellas se reducen a un literal, y a gran escala, robo de la comunidad, dirigiendo a su vez hacia una forma de organización que está a poca distancia de hacer fútil cualquier protesta contra el robo por ser inefectiva, si no imposible.