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Antes de proceder más allá, es muy necesario tener un claro entendimiento del significado de dos palabras importantes en el uso común, que son confundidas en diferentes grados en muchas discusiones y análisis.
Éstas son política y administración.
La política tiene que ver con la elección de objetivos, e incluye el sentido de acción tomada para conseguir dicho objetivo. De esta forma, es más que los “fines” de la expresión común “medios y fines”. Tener una política es llevar a cabo una acción para conseguir ciertos objetivos elegidos.
La administración, por otro lado, es mucho más cercanamente sinónima de “medios”. Tiene que ver con las disposiciones técnicas necesarias para llevar a efecto una política. No es la acción tomada para conseguir un objetivo, sino los métodos de los cuales hace uso dicha acción. Por ejemplo, un banco puede tener una política de contracción del crédito, siendo el objetivo inmediato reducir los préstamos hechos por el banco. La política será iniciada por algún tipo de directriz, y llevada a cabo a través de supervisión y más directrices. Esta política es administrada, sin embargo, por la plantilla del banco.
La administración implica conocimiento especializado de los métodos de contabilidad, de ley y de conveniencia y oportunidad, así como del procedimiento bancario específico.
Con esta distinción en mente, debemos examinar la naturaleza de la política administrada por y a través del sistema bancario.
Como ya hemos visto, el sistema está integrado, a través de los bancos centrales, en el sistema bancario mundial; el sistema es una organización mundial, y claramente esa organización debe tener alguna política general primordial.
Una forma de describir esa política es decir que está para mantener y asegurar el predominio del sistema bancario; y esto significa, por supuesto, el poder de aquéllos que en última instancia están en control del sistema para imponer la política sobre y emitir directrices a la industria y a los Gobiernos del mundo.
El sistema bancario es, de hecho, un sistema de gobierno mundial, y una vez que nos demos cuenta de este hecho, es fácil ver que éste constituye una forma de dictadura mundial.
Y las que podríamos llamar políticas derivadas que surgen de esta situación, constituyen las políticas prácticas del sistema bancario. Éstas son políticas diseñadas para asegurar el predominio de un medio monetario de cambio internacional; para mantener el “valor” del dinero en el sentido de materia prima; y para facilitar la administración de la política bancaria.
Esta última política se expresa en la promoción de la centralización en cualquier esfera: el amalgamiento de negocios en fusiones o cárteles, la unión de áreas políticas autónomas en federaciones, el fortalecimiento del gobierno federal a expensas de sus partes constituyentes; y la organización de las poblaciones en sindicatos y uniones profesionales, y la “federalización” de los mismos.
Brevemente, la política promovida por aquéllos que controlan el sistema bancario es la centralización de cualquier cosa: la promoción de una forma piramidal de organización mundial con el sistema bancario en su vértice.
La política es, de hecho, la centralización del control de la política: el totalitarismo.
El poder del dinero fue usado en primer lugar para asegurar un monopolio del poder del dinero; y el monopolio del poder dinerario (el monopolio del crédito) fue usado para llevar a cabo el monopolio del poder político.
Estamos siendo testigos hoy de la consolidación del monopolio político. El número de gobiernos autónomos efectivos en el mundo se está reduciendo; estamos en la etapa de los Cinco Grandes, los Cuatro Grandes, los Tres Grandes, los Dos Grandes y Medio, de acuerdo con el contexto.
Y al mismo tiempo, las agencias administrativas de un único gobierno mundial están siendo traídas a la existencia.
Otro aspecto de la construcción de un monopolio de control mundial es la “racionalización” de la banca. Lo que esto significa, por supuesto, es el amalgamiento de la banca y el Gobierno.
Sería demasiado pedir a la opinión pública que se tragara cualquier cosa que pudiera ser llamada la “banquización” del gobierno, por tanto es esencial, si el proceso ha de salir impune (véase el “plan” para “salvar a Europa”*, esencialmente un plan para asegurar el control centralizado de materias primas vitales y fuentes de energía), que sea llamado con un nombre que al menos no traiga consigo el antagonismo de la opinión pública.
Pero es un asunto observable que el control de la política bancaria permanece en las mismas manos; y la combinación del poder bancario y político se hace independiente del público en lo que se refiere a la obtención de dinero para los propósitos gubernamentales.
Y justo en la misma forma, el “socialismo” es una técnica política para reconciliar a la opinión pública con las etapas finales de la construcción del monopolio. El socialismo es centralización, la política de los banqueros.
El objetivo (y podemos ver los pasos hacia su consumación día por día y semana por semana), es el gobierno mundial dominado por aquéllos que están en la cabeza del sistema bancario internacional, y apoyado por una fuerza de policía mundial y por el control de los suministros de comida y de las materias primas esenciales mediante las agencias de dicho gobierno.
Pero un punto más allá de extrema importancia debe ser mencionado.
Durante algunos años fue una cuestión abierta si la política seguida por el sistema bancario era meramente una consecuencia natural de su estructura; es decir, si el accidente del desarrollo del sistema había arrojado a ciertos hombres a su cúspide, los cuales más o menos inconscientemente protegían su posición y sus privilegios.
Por otro lado, estaba la posibilidad de que toda la situación fuera el resultado de una intención consciente.
En 1935 un Gobierno fue elegido en Alberta, Canadá, con el mandato de poner en efecto ciertas propuestas técnicas del Crédito Social. Todo intento de llevar a cabo este mandato fue “anulado” por las autoridades federales, y una tremenda campaña de publicidad se puso en funcionamiento para desacreditar al Gobierno. En esta campaña de manera muy obvia se usó de conscientes y deliberadas mentiras y malinformaciones, y la consciente intención detrás de las anulaciones y la publicidad fueron perfectamente evidentes.
En cualquier caso, si las teorías del Crédito Social fueran falaces, la forma más astuta de deshacerse de ellas habría sido permitirles una prueba bajo condiciones circunscritas; y no se puede pasar por alto lo significativo del hecho de que esa prueba ha sido evitada hasta hoy por agencias externas a Alberta, aunque el pueblo de Alberta ha votado tres veces para esa prueba.
Para la más amplia evidencia de la intención consciente detrás de la política del sistema bancario (evidencia que establece la deliberada intención de hacer uso de la guerra mundial y de otras catástrofes en la persecución del objetivo final) remitimos a los lectores al libro de C. H. Douglas The Brief for the Prosecution.
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* Este es apenas un resumen de la política del control bancario: no es necesario completarlo, pues es el asunto y materia de la literatura contemporánea del Crédito Social. Aparte de la aproximación teórica que hemos adoptado, existen abundantes pruebas.
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