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Tema: Introducción al Crédito Social

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  1. #1
    Martin Ant está desconectado Miembro Respetado
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    Re: Introducción al Crédito Social

    (2)

    Antes de proceder más allá, es muy necesario tener un claro entendimiento del significado de dos palabras importantes en el uso común, que son confundidas en diferentes grados en muchas discusiones y análisis.

    Éstas son política y administración.

    La política tiene que ver con la elección de objetivos, e incluye el sentido de acción tomada para conseguir dicho objetivo. De esta forma, es más que los “fines” de la expresión común “medios y fines”. Tener una política es llevar a cabo una acción para conseguir ciertos objetivos elegidos.

    La administración, por otro lado, es mucho más cercanamente sinónima de “medios”. Tiene que ver con las disposiciones técnicas necesarias para llevar a efecto una política. No es la acción tomada para conseguir un objetivo, sino los métodos de los cuales hace uso dicha acción. Por ejemplo, un banco puede tener una política de contracción del crédito, siendo el objetivo inmediato reducir los préstamos hechos por el banco. La política será iniciada por algún tipo de directriz, y llevada a cabo a través de supervisión y más directrices. Esta política es administrada, sin embargo, por la plantilla del banco.

    La administración implica conocimiento especializado de los métodos de contabilidad, de ley y de conveniencia y oportunidad, así como del procedimiento bancario específico.

    Con esta distinción en mente, debemos examinar la naturaleza de la política administrada por y a través del sistema bancario.

    Como ya hemos visto, el sistema está integrado, a través de los bancos centrales, en el sistema bancario mundial; el sistema es una organización mundial, y claramente esa organización debe tener alguna política general primordial.

    Una forma de describir esa política es decir que está para mantener y asegurar el predominio del sistema bancario; y esto significa, por supuesto, el poder de aquéllos que en última instancia están en control del sistema para imponer la política sobre y emitir directrices a la industria y a los Gobiernos del mundo.

    El sistema bancario es, de hecho, un sistema de gobierno mundial, y una vez que nos demos cuenta de este hecho, es fácil ver que éste constituye una forma de dictadura mundial.

    Y las que podríamos llamar políticas derivadas que surgen de esta situación, constituyen las políticas prácticas del sistema bancario. Éstas son políticas diseñadas para asegurar el predominio de un medio monetario de cambio internacional; para mantener el “valor” del dinero en el sentido de materia prima; y para facilitar la administración de la política bancaria.

    Esta última política se expresa en la promoción de la centralización en cualquier esfera: el amalgamiento de negocios en fusiones o cárteles, la unión de áreas políticas autónomas en federaciones, el fortalecimiento del gobierno federal a expensas de sus partes constituyentes; y la organización de las poblaciones en sindicatos y uniones profesionales, y la “federalización” de los mismos.

    Brevemente, la política promovida por aquéllos que controlan el sistema bancario es la centralización de cualquier cosa: la promoción de una forma piramidal de organización mundial con el sistema bancario en su vértice.

    La política es, de hecho, la centralización del control de la política: el totalitarismo.

    El poder del dinero fue usado en primer lugar para asegurar un monopolio del poder del dinero; y el monopolio del poder dinerario (el monopolio del crédito) fue usado para llevar a cabo el monopolio del poder político.

    Estamos siendo testigos hoy de la consolidación del monopolio político. El número de gobiernos autónomos efectivos en el mundo se está reduciendo; estamos en la etapa de los Cinco Grandes, los Cuatro Grandes, los Tres Grandes, los Dos Grandes y Medio, de acuerdo con el contexto.

    Y al mismo tiempo, las agencias administrativas de un único gobierno mundial están siendo traídas a la existencia.

    Otro aspecto de la construcción de un monopolio de control mundial es la “racionalización” de la banca. Lo que esto significa, por supuesto, es el amalgamiento de la banca y el Gobierno.

    Sería demasiado pedir a la opinión pública que se tragara cualquier cosa que pudiera ser llamada la “banquización” del gobierno, por tanto es esencial, si el proceso ha de salir impune (véase el “plan” para “salvar a Europa”*, esencialmente un plan para asegurar el control centralizado de materias primas vitales y fuentes de energía), que sea llamado con un nombre que al menos no traiga consigo el antagonismo de la opinión pública.

    Pero es un asunto observable que el control de la política bancaria permanece en las mismas manos; y la combinación del poder bancario y político se hace independiente del público en lo que se refiere a la obtención de dinero para los propósitos gubernamentales.

    Y justo en la misma forma, el “socialismo” es una técnica política para reconciliar a la opinión pública con las etapas finales de la construcción del monopolio. El socialismo es centralización, la política de los banqueros.

    El objetivo (y podemos ver los pasos hacia su consumación día por día y semana por semana), es el gobierno mundial dominado por aquéllos que están en la cabeza del sistema bancario internacional, y apoyado por una fuerza de policía mundial y por el control de los suministros de comida y de las materias primas esenciales mediante las agencias de dicho gobierno.

    Pero un punto más allá de extrema importancia debe ser mencionado.

    Durante algunos años fue una cuestión abierta si la política seguida por el sistema bancario era meramente una consecuencia natural de su estructura; es decir, si el accidente del desarrollo del sistema había arrojado a ciertos hombres a su cúspide, los cuales más o menos inconscientemente protegían su posición y sus privilegios.

    Por otro lado, estaba la posibilidad de que toda la situación fuera el resultado de una intención consciente.

    En 1935 un Gobierno fue elegido en Alberta, Canadá, con el mandato de poner en efecto ciertas propuestas técnicas del Crédito Social. Todo intento de llevar a cabo este mandato fue “anulado” por las autoridades federales, y una tremenda campaña de publicidad se puso en funcionamiento para desacreditar al Gobierno. En esta campaña de manera muy obvia se usó de conscientes y deliberadas mentiras y malinformaciones, y la consciente intención detrás de las anulaciones y la publicidad fueron perfectamente evidentes.

    En cualquier caso, si las teorías del Crédito Social fueran falaces, la forma más astuta de deshacerse de ellas habría sido permitirles una prueba bajo condiciones circunscritas; y no se puede pasar por alto lo significativo del hecho de que esa prueba ha sido evitada hasta hoy por agencias externas a Alberta, aunque el pueblo de Alberta ha votado tres veces para esa prueba.

    Para la más amplia evidencia de la intención consciente detrás de la política del sistema bancario (evidencia que establece la deliberada intención de hacer uso de la guerra mundial y de otras catástrofes en la persecución del objetivo final) remitimos a los lectores al libro de C. H. Douglas The Brief for the Prosecution.


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    * Este es apenas un resumen de la política del control bancario: no es necesario completarlo, pues es el asunto y materia de la literatura contemporánea del Crédito Social. Aparte de la aproximación teórica que hemos adoptado, existen abundantes pruebas.

  2. #2
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    Re: Introducción al Crédito Social

    (3)

    Una de las palabras más malusadas y abusadas en el vocabulario político es la palabra “democracia”. La reductio ad absurdum de su uso es la afirmación de los dueños de la Unión Soviética de que el sistema en funcionamiento en ese país es la “democracia”, pues en ningún sitio fuera de Rusia y sus satélites se afirma seriamente que la Unión Soviética no sea un totalitarismo diferente en ningún aspecto esencial del totalitarismo alemán.

    Igualmente, es una asunción implícita en el rechazo del término “democracia” como adecuado para connotar al sistema soviético, que la “democracia” connote de hecho un sistema antitético al sistema totalitario.

    En todo caso, es practicable analizar el sistema totalitario y ver en qué aspectos un sistema antitético es posible y deseable. En esta materia estamos tratando con un colectivo de individuos, un colectivo que puede ser delimitado en alguna forma (como, por ejemplo, que ellos constituyan un club, una nación o una raza).

    Desde el punto de vista político, son una asociación; y las cuestiones que estamos examinando son los objetivos de la asociación, y su organización. Es decir, estamos interesados en la política y la administración.

    Las posibilidades antitéticas en relación a cada uno de éstos son que el control pueda ser centralizado o descentralizado; y en consecuencia, las combinaciones ofrecen cuatro posibilidades: 1. Control centralizado de la política y control centralizado de la administración. 2. Control centralizado de la política y control descentralizado de la administración. 3. Control descentralizado de la política y control centralizado de la administración. 4. Control descentralizado tanto de la política como de la administración.

    Permítasenos examinar estas posibilidades en relación a un club de cricket.

    En el primer ejemplo, tenemos el club organizado de manera tal que hay una autoridad en la cúspide, que ejerce el control a través de varios grados administrativos de autoridad. Es decir, la autoridad es jerárquica. Ésta es, por supuesto, la forma familiar de una organización administrativa; se encuentra, de hecho, allí donde hay una administración eficiente.

    Pero en el caso que estamos examinando, una jerarquía central también controla la política; decide qué objetivos deberá seguir el club.

    Así, una autoridad, digamos una junta, o el Presidente, puede decir que el club jugará veinte partidos de cricket, quince de ellos contra un equipo, y cinco en la Conchinchina.

    Los deseos de los miembros no tienen parte en esta decisión. Es tomada “por su bien” en opinión de la autoridad. Podrá verse que para que ésta decisión sea efectiva, la autoridad controladora de la política debe controlar también la administración. Toda la organización está completamente centralizada respecto a la política y a la administración.

    Pero debe advertirse otro punto más: los miembros individuales del club no deben ser capaces de optar por no formar parte o disociarse si a ellos no les gusta la política dictada por la autoridad; pues de lo contrario habría el peligro de que la política no pudiera llevarse a cabo por falta de personal.

    Ahora bien, éste es el sistema en funcionamiento en Rusia, el sistema denominado “totalitario”. Las decisiones de política son hechas por Stalin, o ese pequeño grupo conocido como Politburó; y todo el conjunto del aparato administrativo está centralizado bajo el control del mismo grupo, y las sanciones que refuerzan las decisiones están controladas desde el mismo centro. No existe la opción de disociarse; las órdenes deben ser obedecidas, y nadie es libre para dejar el país.

    Es obvio que nuestra segunda posibilidad (control centralizado de la política y control descentralizado de la administración) es meramente una posibilidad teórica.

    Control descentralizado de la administración significa que todo quien quiera haga cualquier cosa que él quiera, de manera que no existe seguridad de que una decisión dada de política sea llevada a efecto.

    En el club de cricket, la decisión de jugar un partido contra otro club requiere un programa de acción que en la misma naturaleza de las cosas debe ser dispuesto por una autoridad jerárquica: el comité, coordinado bajo la autoridad del Presiente.

    Igualmente, es perfectamente evidente que las decisiones del Politburó ruso no podrían posiblemente ser efectivas a menos que existiera, actuando bajo órdenes, un sistema administrativo centralizado bajo el control del Politburó para lleva a efecto las directrices.

    Esta misma necesidad descarta la cuarta posibilidad teórica por la misma razón.

    En este caso, en efecto, se pierde toda la idea de organización. La única posibilidad practicable fuera del sistema totalitario es, por tanto, la tercera de las posibilidades arriba mencionadas: control descentralizado de la política y control centralizado de la administración.

    Así podemos llegar a una definición básica válida de democracia desde los primeros principios.

    No se sigue de esto que en un sistema democrático la administración esté completamente centralizada. La administración debe ser jerárquica, y sujeta a dirección desde su vértice, en relación a una obligación o tarea dada.

    Pero una organización democrática puede tener varias jerarquías administrativas separadas en relación a varias tareas. Por el contrario, en la organización totalitaria toda administración está en última instancia centralizada en un sistema, porque todo está sujeto a una primordial dirección en política.

    La política se manifiesta en la emisión de “directrices” a la organización administrativa u organizaciones competentes para llevarlas a efecto. Es en relación con el origen de estas directrices que las palabras “totalitario” y “democrático” son relevantes. El verdadero significado del totalitarismo es que un hombre, o un pequeño grupo de hombres, están en una posición exclusiva para hacer llevar a efecto sus directrices; y el verdadero significado de la democracia es que los individuos como tales deben estar todos en una posición para hacer llevar a efecto sus propias directrices.

    El problema general de la democracia política es encontrar un mecanismo que dé efecto práctico a este principio.

    Parlamentos, soviets y sistemas de voto generalmente son meros mecanismos que pueden o no dar ese efecto práctico a la democracia política. Puede decirse desde ya que el sistema británico no lo da.

    Si pasamos por alto las muchas, y no poco importantes, cuestiones secundarias como las personalidades, trampas electorales, falta de representación, etc., etc., nos encontramos con que en teoría al electorado se le pide votar por un programa que comprende varias políticas.

    Es claramente evidente que ninguna decisión verdadera puede darse mediante un acto singular de votar a más de una política al mismo tiempo. Pero incluso si la elección se sostuviera sobre la base de un alternativa singular, el resultado sería emitir una directriz singular a la cual todos los individuos, incluyendo a aquellos que votaron contra ella, estarían sujetos hasta que una nueva oportunidad surgiera para votar contra ella.

    Esto es simplemente una forma de totalitarismo limitada en el tiempo.

    Es una mejora sobre el totalitarismo propiamente dicho en el hecho de que hay una oportunidad periódica para revisar la política; pero no es democracia. Podría muy adecuadamente ser denominado como totalitarismo “de urnas”.

    Sería bastante tedioso explorar todos los numerosos factores que modifican al totalitarismo “de urnas”; pero algunos son importantes. En primer lugar, como ya hemos visto, la política en última instancia es controlada a través del altamente centralizado sistema financiero por un pequeño grupo al control de dicho sistema.

    Las posibilidades políticas están estrechamente limitadas por las posibilidades financieras. Como resultado de esto, largas áreas de los programas de los diferentes partidos políticos coinciden entre sí en parte. Por ejemplo, la exacción fiscal en su presente forma y extensión es pura y simplemente la política de aquéllos que están al control del sistema financiero; no es una necesidad, es un robo.

    Ahora bien, los diferentes partidos solamente proponen variaciones en las formas y tipos de imposición, y todas proceden de la asunción básica de que la alta imposición fiscal es axiomática.

    De nuevo, las consideraciones financieras determinan la mayoría de las otras políticas que son presentadas a consideración, por ejemplo, varios métodos para “mantener los precios” o “redistribuir el ingreso”, cuando dicho ingreso en total ya es insuficiente para liquidar los costes.

    Una alternativa verdadera a las políticas existentes, por tanto, tendría que atravesar los “axiomas” de la sana finanza; y en la medida en que las propuestas de cualquier partido no lo hagan, el sistema de urnas vendrá cada vez más cerca hacia el totalitarismo propiamente dicho.

    En el análisis, es fácil ver que muchísimos casos la elección ofrecida al electorado es simplemente la elección de diferentes métodos (asociados con los partidos políticos) que encarnan la misma política.

    Ahora bien, los métodos son una cuestión de administración, y un voto sobre ellos es simplemente la expresión de opiniones sobre si un equipo u otro es capaz de formar una eficiente jerarquía administrativa para llevar a cabo una política que no está abierta a decisión.

    El segundo factor modificante del totalitarismo de urnas es la propaganda.

    Sólo la propaganda “general” afecta los asuntos generales. Éste es un asunto de alguna forma sutil. Pero es la propaganda “general” la que mantiene las creencias generales en los “axiomas” de la sana finanza, y en tales absurdos como los ya examinados, de que en cualquier sentido real una nación se beneficia a partir de un constante exceso de exportaciones sobre importaciones.

    Igualmente, la “tendencia hacia la izquierda” no es un fenómeno natural, sino el resultado de una cuidadosa propaganda controlada. Éste aspecto de la materia ha sido muy adecuadamente descrito por F. A. Hayek en su libro The Road to Serfdom.

    Pero en general es obvio que la propaganda general (es decir, la propaganda extensiva, persuasiva y a largo plazo) requiere de enormes recursos financieros que no podrían obtenerse contra los intereses del Poder Dinerario.

    Debería, de hecho, ser decisivo que el anti-“capitalismo”, es decir el socialismo, sea apoyado por tales periódicos “capitalistas” como The Times, The Economist y los demás, y es una demostración de la efectividad del hipnotismo de masas ejercido por medio de tales canales de propaganda el que el engaño del Socialismo como un movimiento de “trabajadores” tenga tanta prevalencia.

  3. #3
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    Re: Introducción al Crédito Social

    (4)

    Las elecciones generales en Gran Bretaña en 1945 indudablemente incluían al socialismo como una de las políticas ofertadas, de manera que el Partido Laborista podía reclamar un especial mandato definido para administrar una especial política definida. Esto no quiere decir que el electorado fuera consciente de este hecho, o que entendiera exactamente lo que implicaba el mandato.

    Y un examen de las políticas de la oposición revela que ellas ofrecían la misma política menos claramente expresada.

    De hecho, el Partido Laborista simplemente hizo explícita la política que se había seguido por los Gobiernos precedentes.

    Un editorial en el Daily Telegraph de Londres (18 de Octubre de 1946) presenta la situación de una manera razonablemente clara:

    “Para no ir más atrás que sus predecesores en tiempo de guerra (la famosa Coalición), el presente Gobierno encontró ya hecho mucho de la planificación de la educación, otros servicios sociales, finanza y defensa. Incluso los intentos de suprimir los picos de las fluctuaciones económicas (el punto con el cual Mr. Morrison hizo esa maniobra) están muy lejos de ser una invención socialista. Tales mecanismos como los Fondos de compensación monetaria, la acumulación de proyectos para obras públicas, la regulación cuantitativa de las importaciones, censos de producción, ajustes de impuestos para propósitos económicos y sociales, han sido usados por una larga sucesión de Gobiernos, sin exceptuar el Gobierno socialista de 1929-1931 (…)”.

    Esta línea de política se puede ver que procede casi enteramente de consideraciones financieras. Y toda ella es coherente, y toda ella representa la concentración del control sobre la política y la administración.

    La política financiera promovió los desarrollos de monopolios, y lo hizo muy explícitamente; el Banco de Inglaterra, la agencia local de la Finanza Internacional, llamó a esta política con el nombre de “racionalización”.

    Este desarrollo del monopolio es casi un preliminar necesario de la “nacionalización”. La nacionalización es sólo el penúltimo estadio en un proceso. La racionalización, o el control monopolístico de industrias específicas, es un paso hacia la nacionalización, donde distintas industrias son puestas bajo un único control.

    La internacionalización es la siguiente etapa, donde las industrias nacionalizadas están unidas bajo un control mundial. Y éste es el objetivo del grupo de hombres que controla el sistema financiero mundial.

    El “hombre común” no tiene poder ninguno para emitir directrices efectivas a una organización de esta escala, incluso los representantes elegidos carecerían de poder alguno en relación a los funcionarios permanentes. La urna electoral sólo introduciría un elemento de ineficiencia en la organización, y consecuentemente es de esperar su eliminación.

    De hecho, es necesario para la estabilidad de la organización controlar a los individuos: ésta es la trascendencia de los así llamados proyectos de Seguridad Social. Es realmente sorprendente que esto no se haya visto desde tanto tiempo.

    Sus beneficios dinerarios son sólo miserias; pero la asunción subyacente es que el beneficiario de las mismas será completamente dependiente de ellas, y los cálculos actuariales muestran con anticipación que los beneficiarios, como pensionistas jubilados, serán la mayoría de aquéllos que están contribuyendo a las mismas.

    Así, se anticipa que en los próximos diez, veinte, treinta años nada mejor que una miseria estará disponible para la mayoría de aquéllos que superen los 65 (y este cálculo no tiene en cuenta la constante depreciación que en los pasados 30 años ha reducido el valor oficial de la libra esterlina a la mitad, y el valor real a un cuarto o menos).

    Pero el coste real de esta miseria para el trabajador está en conformidad con una red de regulaciones que está alcanzando incluso los más finos detalles de la existencia individual.

    De nuevo, éste es el uso del mecanismo financiero para conseguir un objetivo definido. La esencia del mismo es hacer del dinero algo indispensable para la existencia, disponer a través de la inflación y los impuestos, cualquiera que sea el estándar de vida, la absorción de todo el ingreso de los trabajadores de manera que no puedan ahorrar, y así amenazarles con la inseguridad (es decir, morir de hambre) a la edad de jubilación, a menos que se someta a los controles a lo largo de su vida laboral.

    Él se convierte así en material indefenso para la planificación.

    “El plan” requerirá de trabajadores individuales para trabajar de acuerdo con el plan.

    ¿Qué posible efecto puede tener sobre el destino del trabajador individual votar por Mr. A o Mr. B?

    Desde que el Gobierno socialista tomó el poder en Gran Bretaña, se ha hecho un espantosamente rápido progreso hacia el completo y explícito totalitarismo. La forma de las cosas por venir es perfectamente evidente por el énfasis puesto sobre la sindicación obligatoria, en combinación con las admoniciones de los líderes sindicales de que el tiempo de las huelgas ha pasado, y que el trabajador ha conseguido ya su objetivo, siendo su parte en el futuro el trabajar para el aumento de la producción*.

    La iniciativa en esta política se ha apoyado en la Finanza, la cual claramente anticipa ser capaz de retener la iniciativa y el control que, en efecto, probablemente no ve otra forma de asegurar en perpetuidad el enorme poder que resulta del control internacional de la finanza.

    Los controles administrativos son simplemente un refuerzo para el control financiero, el cual es mismamente un mecanismo de lo más maravillosamente flexible y sensible.


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    * A. A. P. reportó unas palabras de Mr. Arthur Deakin, Secretario General de la Unión de Trabajadores y del Transporte Británico, el 15 de Julio de 1947, diciendo que “estoy incluso preparado para decir que debemos aceptar una limitada medida de dirección [del trabajo]”. Para el resto, cualquier cosa será decidida “en interés del público” entre los líderes laborales y los líderes políticos.

  4. #4
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    Re: Introducción al Crédito Social

    (5)

    El grupo controla el sistema bancario está usando los sistemas financiero e industrial en la prosecución de un objetivo de alto alcance: el objetivo del dominio mundial para ese grupo.

    Tal política está en conflicto con los deseos de aquéllos a quienes se aplica.

    Allí donde tenemos una oposición de políticas en este sentido, tenemos un estado de guerra en su sentido más general: “La guerra es la prosecución de una política por otros medios” (Clausewitz).

    En este sentido, la traslación de la política a la práctica implica el concepto de estrategia.

    “La estrategia es el empleo de la batalla para conseguir el fin de la Guerra (es decir, el objetivo de la política (…) La estrategia forma el plan de la Guerra)” (Clausewitz).

    El objetivo de la estrategia está subordinado al objetivo de la política, del mismo que el objetivo de una campaña está subordinado a la estrategia de la nación que está librando la guerra, del mismo modo que la política trasciende a la guerra misma tal y como es definida por Clausewitz.

    En este sentido, el uso del sistema industrial por los financieros es un uso estratégico.

    En un discurso dado en 1924, Douglas apuntó que sólo existen tres posibles objetivos para un sistema económico mundial:

    “El primero es que se trata de un fin en sí mismo para el cual el hombre existe.

    “El segundo es que si bien no es un fin en sí mismo, es el más poderoso medio para constreñir al individuo a hacer cosas que él no quiere hacer; por ejemplo, es un sistema de Gobierno. Esto implica una idea fija de lo que el mundo debería ser.

    “Y el tercero es que la actividad económica es simplemente una actividad funcional de los hombres y mujeres en el mundo (…)”.

    Desde ese discurso, se ha venido diciendo explícitamente que el objetivo del sistema industrial es el “Pleno Empleo”. Considerado como un medio para hacer trabajar a la gente (un objetivo que es común tanto a los Partidos Políticos Capitalistas como Socialistas), el sistema financiero existente, en tanto que sistema, es probablemente casi perfecto.

    “Su sistema bancario, métodos de exacción fiscal y contabilidad contraatacan cualquier desarrollo de ciencia aplicada, organización y maquinaria, de tal manera que el individuo, en lugar de obtener el beneficio de estos avances en la forma de una más alta civilización y mayor ocio, solamente se le permite hacer más trabajo. Cualquier otro factor en la situación es finalmente sacrificado a este fin de proporcionarle trabajo (…)” (C. H. Douglas, 1924).

    Recordando nuestro examen anterior de la situación física, permítasenos imaginar un hombre que estuviere empleado en cuidar un área de césped. Bajo las condiciones primitivas, él cortaría el césped arrancando las hierbas con sus manos. El primer avance “científico” consistiría en el uso de un instrumento cortante con una sola hoja cortante, y aún con esto él podría en seguida cortar el césped mucho más rápidamente. Por tanto, él podría o bien atender la misma área en menos tiempo, o bien podría atender un área mayor en el mismo tiempo.

    El siguiente avance consistiría en el uso de una herramienta con dos hojas cortantes, sobre el principio de las tijeras, y esto de nuevo resultaría en un trabajo más rápido, con el mismo resultado visto previamente. Entonces sucesivamente vemos la introducción del cortacésped y del cortacésped mecánico; y podemos imaginar la eventual introducción del cortacésped mecánico controlado por rádar.

    La estrategia del “Pleno Empleo” significa que con cada mejora en la técnica del cortado de césped, el tiempo libre ganado es dedicado a extender el área césped que ha de ser cortado, y a exportar el césped (“construyendo el comercio de exportación” o “salvando a Europa”*).

    Esta extensión del campo de césped es el equivalente a todos aquellos mecanismos por los cuales los políticos crean empleo.

    El más obvio son las obras públicas, pero el énfasis en una mayor industrialización y en la importancia de los mercados de exportación es exactamente la misma cosa en cuanto al principio.

    El “Pleno Empleo”, de hecho, contraataca los desarrollos de la ciencia aplicada, organización y maquinaria; roba el ocio, el cual es el resultado potencial de una industria utilizadora de energía. Es decir, el “Pleno Empleo” es una estrategia que tiene el resultado de sujetar a los individuos a un sistema de gobierno.

    Hace del individuo (tal y como está diseñado para hacerlo) un engranaje en el sistema de organización mundial.

    Esta estrategia se ha desarrollado a partir de la anterior etapa en la cual la adherencia a los cánones de la “sana” finanza era la primera preocupación de los economistas oficiales y de los políticos.

    El desarrollo es de extrema importancia, pues indica este desplazamiento de los cuarteles generales de la política al cual ya no hemos referido. Pero si se capta lo que implica, es fácil de ver que la estrategia que está desplegando revela en sí misma la continuidad de la política que hay detrás de ella, y es fácil ver que, tal y como apuntó el Mayor Douglas, los aparentes fallos de esa política son en realidad sus más grandes éxitos.

    La política es la centralización del control; y la rivalidad comercial que conduce a la guerra militar, y la depresión que conduce a la eliminación de los pequeños comercios, y el condicionamiento psicológico de las masas a la idea de que el mayor servicio que sus líderes podrían proporcionar sería el de evitar el “desempleo” bajo casi cualquier condiciones de pérdida de libertad, son todas ellas una y la misma cosa.

    Ambas guerras (o las dos fases de una sola guerra) conducen a la instalación de una burocracia que impera por medio de Regulaciones y Órdenes en lugar del altamente desarrollado sistema del Common Law al servicio del individuo.

    El “Pleno Empleo” para fines no especificados llanamente reemplaza al pleno empleo para derrotar a Hitler.

    Ahora bien, obviamente es tan imposible coger a un hombre de la calle a través del mecanismo de las elecciones y ponerle a controlar la política de una sociedad organizada para el “Pleno Empleo”, como imposible es poner a ese mismo hombre de la misma forma a controlar una compañía de barcos de vapor. Él simplemente no tiene el conocimiento para ello. Él está en manos de sus consejeros, los altos oficiales de la burocracia permanente, los cuales entienden muy bien que sólo están abiertas ciertas posibilidades: una decisión en una esfera inevitablemente repercute a lo largo de todo el sistema, y cierra un número de posibilidades en otras esferas.

    Esto es particularmente así en el caso en donde el “Pleno Empleo” es una política primordial, pues si una cierta proporción de energía humana es hipotecada a ciertas tareas a largo plazo, otras tareas o empresas son descartadas hasta que la anterior esté completada, a menos que pueda permitirse la pérdida que implica su abandono.

    En este punto es mucho más fácil darse cuenta de la trascendencia de la “nacionalización” de la banca.

    La banca (es decir, el control del crédito) se convierte en parte de la burocracia gobernante; y debido a sus características administrativas, sus propiedades de “generalidad”, ocupa una posición central.

    La finanza entra en la burocracia para controlar y dirigir a la burocracia; y tiene preparado en sus manos todos los medios auxiliares de control, de los cuales carece mientras el Gobierno sea un competidor.

    Es decir, los “cánones” de la sana finanza son reemplazados por órdenes del Gobierno respaldadas por las sanciones de la Ley. Los altos impuestos se convierten en un asunto de “política” del Gobierno en lugar de ser sólo una necesidad económica de “equilibrio del presupuesto”. Los sueldos y precios pueden ser “controlados”, la redistribución de los trabajadores es efectuada mediante Órdenes en lugar de por incentivos económicos; las Órdenes vienen respaldadas por el control de los suministros o raciones, y por la necesidad de obediencia para no perder los “beneficios” de una forzosa Seguridad Social.

    Una de las ventajas de las naciones soberanas radica en la posibilidad de la diversidad en la forma de su organización social, la oportunidad de intentar diferentes posibilidades. Pero vemos que a medida que el mundo se vuelve más rico en su capacidad para producir bienes y servicios, se nos dice que se está volviendo cada vez más difícil para una nación vivir para sí misma.

    Ésta es la excusa que se hace para imponer sistemas y objetivos similares sobre cada nación, y la similitud de las propuestas en todos los lugares (“Pleno Empleo”, Socialismo estatal y la abrogación de la soberanía nacional) es un claro indicador del funcionamiento de una política mundial procedente de un centro mundial y que tiene una razón última.

    Es muy necesario tener constantemente en mente la situación física real: la capacidad real inherente de una moderna economía productora de energía (en la cual el trabajo humano se va volviendo más y más en nada más que un catalizador) para suministrar bienes. El estándar de vida debería en realidad estar relacionado con dicha capacidad. Obviamente, debe haber alguna medida neutral que relacione el estándar de vida con esa capacidad real. Esa medida es la proporción de la producción de bienes consumo respecto a la producción total. Es la medida inmortalizada en la frase de Goering: “Armas en lugar de mantequilla”.

    La unión burocrático-financiera es capaz, a través de la “economía planificada”, de postular un cierto estándar de vida, y poner a esa proporción de la población no ocupada en proveer los bienes y servicios que conforman dicho estándar, a trabajar en cualquier otra cosa que a aquélla se le ocurra: obras públicas, obras públicas internacionales, aumentar el estándar de vida de los hotentotes, etc… Todas estas cosas son equivalentes a las “armas” de Goering. La cantidad de “mantequilla” suministrada a la población depende puramente de la política de aquéllos que controlan el aparato administrativo.

    Con un control burocrático perfeccionado, los “axiomas” de la finanza pueden ser desechados. La producción es financiada a partir del crédito financiero en cualquier cantidad necesaria, y los créditos son recobrados a través de los impuestos tanto directos como disimulados. Por consiguiente, una discusión tal y como a menudo se propone “sobre los sueldos y horas de trabajo”, pasa por alto el principal factor: la proporción de la producción para el consumo respecto a la producción total. Las vastas sumas gastadas en obras públicas son exactamente la misma cosa que los “beneficios” contra los cuales se dirige constantemente la invectiva socialista. El “especulador” (un animal casi extinto hoy) invierte la mayor parte de sus beneficios en una mayor expansión de capital; es esto, y no su consumo personal (que está estrictamente limitado), lo que deprime el estándar de vida del “trabajador”. Pero la expansión de capital (obras públicas) iniciada por el Gobierno a partir de créditos tiene precisamente el mismo efecto físico.

    Una economía planificada, “Pleno Empleo” y un estándar de vida asignado, constituyen el programa oficial del socialismo. No representa más que una intensificación (respaldada en última instancia por una policía secreta) de la misma política contra la cual el “trabajador” cree que está protestando. De hecho, apenas podía ser de otra manera.

    Es ridícula la idea de que el “capitalista” (que, de acuerdo con el socialista ortodoxo, controla a la Prensa y al Gobierno) vaya a verse desposeído a sí mismo. A quien el “trabajador” llama el “capitalista” es en realidad al productor independiente; y el financiero ha organizado al proletariado en una masa para utilizarla en el sentido de destruir la amenaza a su monopolio que supone el productor independiente.

    -----------------------------------------------------------------------------

    * Desde que esto se escribió, ha aparecido el “Plan” Truman-Marshall para “salvar a Europa”. Si el plan es aceptado, los mercados tendrán un mercado de exportación para mantener su “Pleno Empleo”. Si no, ellos podrían ir a la guerra para “salvar a Europa” de Stalin. En cualquier caso, el pueblo americano es el perdedor. Los absurdos de la situación son tan grandes que resulta difícil escribir pacientemente sobre los pequeños detalles. El “pleno empleo” en una economía productora de energía es el mayor absurdo de todos; y en los EE.UU. la situación es tan precaria que claramente sólo un repudio de esa política puede evitar el horrible desastre. Sólo la guerra, o la salida en tropel de la producción americana gratis para todo el mundo, posiblemente puede hacer que los americanos batan el yunque.

  5. #5
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    Re: Introducción al Crédito Social

    (6)

    El totalitarismo, en esencia, es la transformación de la sociedad en un marco fijo, una máquina que puede hacerse funcionar como un todo por un pequeño grupo. Esta concepción puede captarse más fácilmente en relación con la guerra. La sociedad sólo puede ser organizada como un todo en relación a alguna función; la guerra es una función de una sociedad organizada, y en la guerra el individuo está, y debe estar, subordinado a la función.

    A parte de la guerra, sin embargo, es difícil concebir cualquier otra función -a excepción de una- a la que el individuo pueda estar subordinado de esta forma. Ésta única excepción de la función es el trabajo: el trabajo como un fin en sí mismo: el “Pleno Empleo” para fines inespecificados.

    Pero una vez que la sociedad es organizada en relación a una función, el control central alarga la mano hasta el más mínimo detalle de la vida de los ciudadanos, y el gobierno como tal se vuelve más y más una pre-ocupación.

    Así, la dominación generalizada del gobierno moderno es una consecuencia directa del totalitarismo.

    El problema real de la verdadera democracia política es, por tanto, más simple de lo que parecía al principio, porque éste implica mucho menos “gobierno”. El punto esencial que debe captarse en conexión con la democracia verdadera es que no tiene nada que ver con mecanismos para imponer una política sobre toda la sociedad.

    La democracia significa hacer efectiva la política que cada individuo tiene en relación consigo mismo; como dijimos anteriormente, esto significa que cada individuo esté en una situación en que pueda emitir sus propias directrices, y hacer que se lleven a cabo.

    Ahora bien, bajo las condiciones primitivas, los deseos crecientes del individuo requerían rápidamente la subordinación de otros individuos a su política si quiere que sus directrices sean cumplidas. Pero la gran trascendencia del progreso de las artes industriales es que los deseos de los individuos pueden ser satisfechos en un grado cada vez más creciente mediante los recursos de la maquinaria que funciona con energía; y por consiguiente, lo que se necesita del gobierno es que simplemente se encargue de que dichos recursos estén al servicio del individuo como tal.

    Desde este punto de vista, el individuo tiene dos aspectos: en uno él es un productor, en el otro es un consumidor. Ya hemos visto que es una inmensa ventaja para el individuo como productor el someterse a una organización, pues esto se traduce en una plusvalía de asociación (es decir, la producción requerida se obtiene a partir de un menor esfuerzo cuando éste esfuerzo se coordina con los esfuerzos de otros). La coordinación implica una dirección centralizada: es en su naturaleza totalitaria. La producción es así jerárquica.

    Como consumidor, por el contrario, cada individuo tiene sus propias necesidades. No hay ningún sentido en la idea de un “consumo centralizado”. Es decir, el consumo es en su naturaleza democrático en el sentido en que lo hemos definido. Ahora bien, a medida que la producción se convierte más en una función de la maquinaria mecánica, entonces cada vez se le dará menos importancia al aspecto productor del individuo, y por consiguiente cada vez se dará menor importancia a la organización.

    Correspondientemente, el aspecto consumidor se incrementa en importancia, y éste implica democracia. En otras palabras, el individuo necesitará someterse a la organización en una proporción de su tiempo continuamente decreciente, y fuera de ése tiempo él debería ser libre dentro de los límites naturales impuestos por la libertad de los otros; y en ese tiempo libre, él debería ser capaz de hacer que se cumplieran sus “directrices”, hasta el límite de la capacidad de la industria para cumplirlas.

    Bajo el totalitarismo, el individuo es un súbdito del Estado.

    La posibilidad antitética es que él pueda ser un accionista en su país.

    Esa concepción define perfectamente la relación democrática. Consideremos una industria que haga, digamos, calzado. La gente implicada en la situación son: 1.los propietarios; 2.los ejecutivos; 3.la administración; y 4. los consumidores del producto.

    (1) Los propietarios, como accionistas, están interesados en los dividendos (un derecho en forma de dinero que puede ser cambiado por los productos de esa u otra industria). Su mandato hacia los ejecutivos es el de recibir el más grande dividendo posible, y se les da el derecho de contratar y despedir a oficiales del ejecutivo de acuerdo con su éxito en cumplir tal mandato.

    (2) Los oficiales ejecutivos están interesados en llevar a efecto la política de los propietarios. Ellos forman un puente entre los propietarios y la administración. Ellos representan a los propietarios frente a la administración.

    (3) La administración consiste en expertos en las diferentes técnicas de cada aspecto de la producción. El trabajo del experto consiste en saber cómo llevar a efectos prácticos las directivas generales; recibir órdenes respecto a los objetivos, esto es, sobre política y dar órdenes en lo que respecta a los métodos para llevar a efecto dichas directivas. Los ejecutivos y la administración forman conjuntamente una jerarquía administrativa. En la base de la jerarquía está el trabajador ordinario.

    (4) El consumidor solamente está interesado en el producto de la industria y su precio. Él demanda que el producto satisfaga su necesidad individual y específica: que la bota o zapato sea del estilo, calidad y precio que más le convenga. Él no está interesado en el método de fabricación o en la forma en que funciona la fábrica.

    Ahora bien, si el propietario quiere dividendos, y el consumidor tiene el dinero, existe una perfecta secuencia de causa y efecto. La preocupación del ejecutivo y la administración es encontrar los métodos apropiados para reconciliar los requerimientos de los propietarios, por un lado, y los del consumidor, por el otro. Siempre que la organización deba competir por la obtención de consumidores, los consumidores tomados en general dirigirán el programa de la producción (tantos zapatos de tal tamaño, tantos de otro, tantos en cada uno de los varios estilos).

    La tendencia de la producción tomada en general es de esta forma controlada en detalle por la democracia de los consumidores.

    Podemos decir, por tanto, que el dinero es una directiva en blanco; los detalles son rellenados al momento de la compra. El gasto de una suma de dinero en un artículo particular es, en efecto, una orden a la compañía productora para producir otro artículo del mismo tipo que lo reemplace. Es imposible concebir un mecanismo más sensato y perfecto para asegurar el verdadero control democrático del programa de producción.

    Por las razones que acabamos de examinar, existen barreras a su correcto funcionamiento. Pero hubo un tiempo, digamos entre 1850 y 1914, en que el aspecto económico de este problema estaba en vías de solucionarse.

    El soberano de oro era un completo sistema de órdenes. Mr. Brown sólo tenía que dar su certificado amarillo de soberanía y obtenía lo que quería. Aquél puso en movimiento la más maravillosa sucesión de sanciones psicológicas automáticas.

    “Las fábricas surgieron a la vida, los trenes corrían, y los barcos navegaban, todos ellos interesados no sólo en hacer su voluntad, sino también en hacerlo mejor que cualquier otro. Es completamente indiferente para este particular argumento que un gran y cada vez más creciente número de Mr. Browns no tuvieran soberanos; es un hecho de la historia que el hombre que tuvo uno siempre quiso dos, y en consecuencia, si cada Mr. Brown hubiera poseído un soberano, aquél argumento todavía seguiría siendo efectivo. Quizá sea innecesario observar que la fuerza del soberano de oro no yacía en su material, sino en sus sanciones” (C. H. Douglas, 1946).

    Ahora bien, si consideramos una Sociedad dada como una compañía industrial (como, en cierto sentido, lo es) podemos considerar a cada miembro de la Sociedad como un igual accionista. Al mismo tiempo él es un consumidor del producto de la compañía (botas, zapatos, pan, coches, etc…). En su aspecto de accionista, él sólo está interesado en el dividendo que la compañía le retorna. En su aspecto de consumidor, él está interesado en el producto. Su tercer interés está en relación con su posición como miembro de la jerarquía de producción. En este aspecto, él es un experto (en mayor o menor grado) en algún aspecto particular de la producción; pero al mismo tiempo está subordinado a la política que gobierna a la producción.

    Él es miembro de una jerarquía; él recibe órdenes de arriba, y da órdenes o lleva a efecto órdenes, hacia abajo. Él tiene, o puede tener, tres preocupaciones: interés en su trabajo, mejorar su posición en la jerarquía y desempeñar su obligación en el más corto tiempo posible. En relación a esto,

    “El fundamento de una administración exitosa, en mi opinión, es que debe estar sujeta al principio de la libre asociación, el cual, en sí mismo, producirá con el tiempo la mejor forma posible de administración técnica.

    Si las condiciones de trabajo en cualquier empresa y el ejercicio de la autoridad son ordinariamente eficientes, y existe en el mundo cualquier cantidad razonable de oportunidad de asociación libre, tal empresa automáticamente se deshará ella misma de los revoltosos o desafectos, al mismo tiempo que estará obligada a competir por aquéllos cuya ayuda le es necesaria.

    Por otro lado, si no hay libre asociación, la natural inercia del ser humano y la impropia manipulación de los métodos y objetivos harán ineficiente a una empresa, pues no hay incentivo para reformarse. La idea de que la administración puede ser democrática, sin embargo, no aguantaría ni cinco minutos de prueba en la experiencia. Puede ser consultivo, pero en última instancia alguna persona singular debe decidir” (C. H. Douglas, 1936).

    Como hemos observado siempre, el aspecto productor del individuo es de una importancia decreciente, puesto que la producción es abrumadoramente un asunto de energía y maquinaria.

    Los otros dos aspectos (recepción del dividendo y consumo) son complementarios.

    Como accionista, el individuo está interesado en el dividendo mayor posible; como consumidor, él está interesado en el mayor valor posible para su dinero.

    Sus órdenes, como accionista, a los ejecutivos solamente tienen que ver con que la administración sea eficiente; pero él no está interesado o preocupado con los métodos por los cuales ésas órdenes son puestas en funcionamiento.

    En consecuencia, la única sanción que necesita en relación a esto es el poder de remunerar al ejecutivo, y de nombrarlo o despedirlo. Como consumidor, él requiere control sobre el programa de producción en la forma en que lo hemos discutido. Él necesita ser capaz de prevenir la producción para una exportación de excedentes; de prevenir la dispersión de la actividad económica hacia obras públicas innecesarias o hacia una desproporcionada producción de equipo capital.

    No hay razón ninguna para que los esfuerzos de una generación sean gastados en trabajo que sólo beneficiará a una generación subsiguiente. Existe una obvia obligación de dejar a la generación siguiente una capacidad productiva al menos igual de grande que la que hemos heredado; y podemos elegir dejarla algo más grande. Pero es muy necesario recordar que no penalizamos a nuestros sucesores por el hecho de abstenerse de tal mejora; los dejamos en la misma situación en la que nos encontramos nosotros; y ellos pueden elegir por sí mismos si aumentarán o no la productividad de su industria, bien para ellos o bien para sus sucesores.

    Salvo que suceda algún imprevisto, existe un montón de tiempo por delante, y el sacrificio de generaciones presentes a sucesores cercanos o remotos es una política ridícula.

  6. #6
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    Re: Introducción al Crédito Social

    (7)

    La Sociedad como una compañía industrial (una organización para producir bienes y servicios) es sólo un aspecto de la Sociedad. En otro aspecto, puede ser comparada a un Club: por ejemplo, un Club Deportivo, que existe para proporcionar a sus miembros instalaciones para participar en varios tipos de deportes y juegos.

    La organización de un club tal deriva de su propósito. El propósito más general en el caso que consideramos es el de proporcionar a los deportistas una elección sobre varios juegos. Este propósito general está representado por un comité general, y es el trabajo de ese comité el ver que los recursos estén disponibles para aquéllos que desean jugar al fútbol como para aquéllos que desean jugar al cricket o al bridge.

    Las reglas que este comité tiene derecho a hacer, por tanto, tienen que ver solamente con tales relaciones generales, y sobre todo tienen que ver con que la sección del fútbol no se haga con el monopolio de los recursos.

    Las reglas de los grupos particulares (fútbol, cricket, tenis, etc…) es un asunto de esos grupos, y es la función de comités especiales. Ahora bien, como la mayoría de la gente y todos los deportistas son conscientes, las reglas de un juego sólo son muy excepcionalmente o bien alteradas, o bien aumentadas; y cuando lo son, es con el objetivo de hacer las condiciones del juego más agradables al jugador. Una mejora en los materiales con los cuales se juega al juego pueden formar una justificación para alterar las reglas; e igualmente la prueba de una larga experiencia de una regla particular. Pero tales alteraciones son asunto particular de aquéllos que participan en el juego en cuestión.

    Existen dos consideraciones vitalmente importantes que gobiernan la conducción de un club deportivo.

    La primera es la libertad de asociación. Libertad de asociación significa que los individuos son libres de adherirse o de dejar el club a su deseo, e igualmente que son libres de participar en una u otra o varias de sus diferentes actividades. No es completamente cierto que un individuo es libre de adherirse, en muchos casos. En general, debe poseer alguna cualificación. En primer lugar, debe ser aceptable para los miembros existentes; en segundo lugar, deber ser (normalmente) un jugador de buena fe, ya sea deseando aprender el juego, o siendo capaz de jugarlo.

    Respecto a dejar el club, esto se denomina técnicamente disociarse. La capacidad para disociarse de un club, o de la sección de un club, es de extrema importancia, pues es esto lo que salvaguarda los derechos de un individuo; esto es lo que asegura que las condiciones que gobiernan una actividad particular son aceptables para aquéllos que participan, pues si no lo fueran, aquellos interesados cesarían de participar, y la actividad en cuestión terminaría.

    Éste es el complemento absolutamente esencial de la formación de reglas.

    La elección de un comité para hacer reglas es meramente una conveniencia; lo que importa son las sanciones que puedan ser aplicadas a ese comité; y la sanción última es el derecho a retirarse de su jurisdicción.

    “La verdadera democracia puede muy cercanamente definirse como el derecho a atrofiar una función por disociación. Es esencialmente negativa, aunque, en contra del curioso sinsentido que prevalece sobre la “negatividad”, no es la menos esencial por esa razón. Esta verdadera democracia requiere ser cuidadosamente distinguida de la idea de que un juego es necesariamente un mal juego simplemente porque tú no puedes o no quieres jugarlo, y por tanto el hecho de que tú no puedes jugarlo es la primera recomendación, en gran parte, para cambiar las reglas. Al contrario, es una descalificación a priori.

    Por esta razón, si no otra, un periodo de disciplina dentro de las prevalecientes disciplinas sociales y económicas en, digamos, los primeros años de los veinteañeros, parece alta y pragmáticamente deseable. Si no se juega, no se vota. Mal juego, voto de categoría 3. Pero no necesitas hacer ambos. El poder de disociarse es el primero y más mortal golpe contra el Estado Supremo” (C. H. Douglas, The Big Idea).

    El otro aspecto de esta materia es el juego en juegos específicos. Los equipos para los juegos no son elegidos: son seleccionados. Y el equipo mismo está bajo un capitán. En los partidos, hemos pasado de la esfera de la política a la esfera de la administración o técnica. En consecuencia, tenemos la forma jerárquica de la organización, y la posición del individuo en la jerarquía depende de sus cualificaciones. Y la prueba está en los resultados, en los partidos ganados en la competición.

    Como cualquiera sabe, aquéllos que fallan en la prueba son reemplazados, hasta que con el tiempo se produzca la mejor forma posible de administración técnica (el mejor equipo).

    La segunda consideración general vitalmente importante es la idea de deportividad. La deportividad es un código no escrito que está por encima de todos los juegos particulares, y está por encima incluso de las reglas generales de un club multideportivo. En un aspecto, constituye el sistema ético del club; pero también trasciende a cualquier club particular. La deportividad es un criterio invisible que gobierna la admisión a un club; y se trata de un estándar suprapersonal que refrena el caprichoso uso del poder de disociarse.

    De nuevo, éste circunscribe a toda la realización de reglas dentro del club. Ninguna regla incompatible con el código de la deportividad es concebible en la práctica.

    Otro principio importante de un club es su financiación. Normalmente, el ingreso del club deriva de las suscripciones de sus miembros (estamos excluyendo al “club” que realmente existe para hacer negocio del deporte; que emplea profesionales y deriva sus ingresos de la exhibición al público de las habilidades de sus empleados. Pero, de paso, puede advertirse que la existencia de auténticos clubs ejerce una influencia poderosa en el comportamiento de las asociaciones profesionales).

    El ingreso de los miembros deriva de fuentes exteriores al club, y contribuidas al club. El comité tiene el gasto de los fondos; pero tiene que justificar a los miembros generalmente la proporción de suscripción propuesta en relación con el programa de actividades generales contemplado. Así, los miembros no aprobarán suscripciones ilimitadas para adquirir terrenos de juego ilimitados, ni para pagar sueldos y salarios de empleados redundantes, ni para acumular reservas desproporcionadas. Incumbe al comité mostrar las ventajas esperadas de que se beneficiarán los miembros generalmente a partir de nuestros gastos considerados; y el poder para negar los fondos necesarios reside en los miembros.

    Cuando un programa general es aprobado, corresponde al comité llevarlo a efecto; y el fallo es propiamente recompensado mediante el despido del comité.

    Las varias actividades llevadas a cabo dentro del club (los juegos, la vida social, la administración de sus asuntos) son las actividades funcionales del club. La pauta general de éstas viene dada por los deseos individuales de los miembros expresada en su apoyo proporcional a estas actividades.

    El énfasis relativo en un juego más que en otro viene directamente del número de aquéllos que prefieren un juego a otro.

    Por otro lado, un miembro puede participar en varias actividades funcionales; él puede jugar dos o tres juegos, así como convertirse en miembro del comité. Su posición precisa en el club depende de su elección y de su habilidad; él puede capitanear el equipo de cricket, pero ser el primer reserva del equipo de fútbol; él puede ser el tesorero, y al mismo tiempo echar un cable sirviendo a veces en el bar.

    El tiempo que dedica a varias actividades funcionales está determinado por su libre albedrío, pero condicionado por su “deportividad”. Su sumisión a su capitán es voluntaria, pero (al menos en el miembro ideal) su disciplina (autodisciplina) es perfecta.

    Es fácil ver que las elecciones no juegan sino un pequeño papel en la conducción de semejante club. En su mayor parte las decisiones de la mayoría son expresadas en las acciones de los miembros, así como en el juego de varios tipos de juegos. Supuesto que el jugador de cricket encuentre las instalaciones que desea, es un asunto que no tiene consecuencias para él el que quizá la mayoría prefiera jugar al tenis. Él sólo está preocupado cuando la mayoría es tan abrumadora que la minoría es insuficiente como para constituir un equipo. Entonces él es libre de considerar las razones por las cuales la mayoría prefiere el tenis y, o bien intentar probarlo, o bien dejar el club, pues éste ya no sirve a sus propósitos específicos. Pero ningún miembro se sometería a que se determinara el juego que jugaría a lo largo de la temporada por una mayoría de votos, en el sentido de elección. O (lo que es una variante de lo mismo) que tuviera que votar por un comité que tuviera el poder de decirle cuánto de su tiempo debería dedicarlo en el club, y qué juegos debería jugar en ese tiempo.

    “Supongamos que os dijera: “Estoy organizando un club de cricket. Vosotros sois entusiastas del cricket, por lo que estoy seguro de que os uniréis a mi club, y depositareis todos vuestros títulos de propiedad, reservas y acciones, y otros valores al secretario como una garantía de que obedeceréis mis órdenes”. Vosotros probablemente tendríais en cuenta, bajo estas circunstancias, pensar en jugar al golf.

    Pero supongamos que has sido criado para creer que debes jugar al cricket, y que debes unirte a mi club, y que, por supuesto, poner todos tus huevos en mi cesta era solamente una formalidad. Y supongamos que, cuando todos vosotros os hubierais registrado ordenadamente, yo dijera: “Esta organización, que humorísticamente llamamos club de cricket, está realmente planeada para una vida más corriente, una más alta forma de pensar y una más dolorosa muerte, y no puedes dimitir”. Te quejarías, ¿no?

    A lo cual la respuesta es NO. No te quejarías, porque tú, de hecho, no lo haces.

    La mayoría de vosotros solamente decís que más gente debería unirse al club: el pleno empleo” (C. H. Douglas: Program for the Thrid World War).

  7. #7
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    Re: Introducción al Crédito Social

    (8)

    La Sociedad es fundamentalmente una asociación de individuos.

    Dentro de esa asociación todo tipo son conducidas todo tipo de actividades funcionales, y nada es más importante que darse cuenta del hecho de que el trabajo, o empleo, es simplemente una de esas funciones.

    Ahora bien, en una Sociedad verdaderamente democrática, la tendencia o pauta de la actividad funcional será el resultado de las actividades funcionales de los individuos ejercitando la libre elección, en exactamente el mismo modo como la pauta de la actividad de un club deportivo resulta de las varias preferencias de sus miembros por juegos diferentes.

    Por otro lado, el “Pleno Empleo” como política significa la subordinación de la Sociedad a una función singular. Las otras funciones pueden estar ahí; pero la tendencia de la actividad funcional viene determinada por la elevación de una función particular a la preeminencia.

    Contribuye a una pauta fija: y esto es totalitarismo.

    Que esta pauta es conseguida mediante votación en elecciones es totalmente irrelevante. Y cuando, como en nuestro caso, todos los grandes partidos apoyan el “Pleno Empleo” como política, el totalitarismo es inevitable.

    La verdadera democracia no tiene nada que ver con elecciones; las elecciones son sólo un mecanismo conveniente para conseguir un muy limitado objetivo dentro de una organización democrática. Si los individuos quieren “Pleno Empleo”, ellos pueden tenerlo. Cualquier hombre puede abrir agujeros en su propio patio trasero, y luego volver a rellenarlos. Una decisión mayoritaria a favor del “Pleno Empleo” debería expresarse en la mayoría cavando agujeros, y dejando a la minoría libre para pintar cuadros si ellos prefieren hacer eso. Por supuesto, el trabajo del mundo debe ser hecho. Pero siempre debe recordarse que la inmensamente cada vez mayor proporción de trabajo necesario puede ser hecho mediante maquinaria que funciona con energía:

    “Considerablemente menos que el número total disponible de individuos, trabajando con herramientas y procesos modernos, pueden producir cualquier cosa que la población total del mundo, como individuos, pueda usar y consumir, y esta situación es progresiva, esto es, que año tras año un número menor de individuos puede ser empleado útilmente en la producción económica” (C. H. Douglas, 1924).

    Es importante advertir las palabras “como individuos” en la declaración anterior. El “Pleno Empleo” implica la producción creciente de bienes que los individuos que los producen no pueden usar o consumir. Son bienes que cumplen las ambiciones de los maníacos del poder; ningún individuo en su sano juicio produciría libremente bombas atómicas y las entregaría a individuos que están en control de una organización que puede utilizarlas contra él; ni tampoco desearía dicho individuo realmente que pudieran utilizarse contra otros individuos.

    De nuevo, muchas obras públicas son en beneficio solamente de generaciones posteriores; y como acabamos de observar, no existe ninguna especial o razonable urgencia de presionar a favor del desarrollo del mundo a expensas de unas pocas generaciones, y para el beneficio de otras que serán dejadas sin nada que hacer.

    Es esencial, por tanto, que el programa de la producción sea predominantemente uno que favorezca las necesidades de los individuos, no de las organizaciones; y una vez que éste es el caso, debe entenderse que hay sitio sólo para una proporción de aquéllos disponibles para el empleo en él.

    Esto en seguida reduce el “empleo”, o trabajo, a su nivel apropiado, como una función entre otras; y no hay razón ninguna en absoluto para no ser considerado exactamente a la misma luz que un juego, en que la participación en el mismo está sujeta a cualificaciones apropiadas. En otras palabras, la participación en el programa de producción implica el ser miembro de un equipo, y debería confinarse a aquéllos que tengan un verdadero deseo de participar, y posean las cualificaciones técnicas necesarias.

    El efecto de este cambio sería la emancipación de otras funciones, tanto del individuo como de la Sociedad.

    Hay, por supuesto, muy buenas razones por las cuales esto no debería hacerse de repente; pero forma un objetivo al que puede aproximarse en cualquier proporción que se encuentre oportuno o conveniente en la práctica, y un mecanismo por el cual esto puede ser hecho será considerado más adelante.

    Pero, obviamente, tal objetivo se traduce en una concepción de la naturaleza y del funcionamiento de la Sociedad completamente diferente.

    Es, de hecho, un prerrequisito absoluto de la verdadera democracia.

    Tan pronto como el gobierno deja de personificar la elevación de una función particular como dominante de la pauta de la Sociedad, aquél cae en su perspectiva apropiada. El Gobierno mismo es solamente una función entre todas las otras, y de ninguna manera la más importante.

    Su verdadera naturaleza es la misma que la de un Consejo de Administración de una compañía, por un lado, y que la del comité general de un club, por otro lado.

    Como en un Consejo de Administración, es asunto del Gobierno ver que el componente industrial de la Sociedad produzca el mayor dividendo posible para los accionistas, los ciudadanos.

    Esto no significa que el Gobierno deba “hacer funcionar” la industria. Una industria siempre (a menos que sea interferida por el Gobierno) es “hecha funcionar” por los técnicos.

    Esto no significa que el Gobierno no deba tener ningún control sobre la política interna de la industria particular.

    El Consejo simplemente representa a los accionistas, cuyo interés está confinado a la recepción de dividendos, y el trabajo del Consejo es simplemente traspasar la voluntad de los accionistas a los técnicos.

    Enfatizando más, esto no significa que el Gobierno deba dictar el programa de producción. Ésta es la obligación de los consumidores, y es apropiadamente controlada por medio del dinero-voto.

    La principal función del gobierno en este sentido es realmente la autorización de nuevas empresas que puedan aumentar el dividendo colectivo. Éste es un punto al que deberemos retornar posteriormente.

    El aspecto más importante del gobierno es aquél de un comité general.

    Tiene que ver con la estructura-marco general dentro de la cual son conducidas multitud de actividades funcionales de la Sociedad.

    La primera consecuencia de esta posición es que el énfasis se aleja inmediatamente de la formación de leyes.

    Ningún comité de club está para siempre aumentando el número de reglas.

    Ahora bien, la Sociedad ha desarrollado en el curso de algunos miles de años un muy suficiente número de leyes para prevenir la conducta general de la Sociedad. Es solamente cuando un nuevo desarrollo (como la introducción de algún gran nuevo invento) afecta el equilibrio general, cuando pueden ser necesarias nuevas leyes.

    La aparición del coche de motor y del aeroplano, por ejemplo, claramente necesitan integrarse dentro de las posesiones existentes de la humanidad de tal forma que aumenten, en lugar de disminuir, el crédito real.

    Aparte de esto, es una obligación propia del Gobierno revisar las leyes con vistas a remover las restricciones innecesarias a la libertad del individuo.

    A medida que las condiciones físicas que limitan al individuo son superadas, también las restricciones artificiales deberían disminuirse y, en la medida de lo posible, abolirse. Y aquí entra el equivalente social de la “deportividad”.

    Se trata de un sistema ético que tiene sus raíces en la religión, y que es aceptado y es vinculante tanto para el Gobierno como para los individuos.

    La segunda consecuencia de la posición apropiada del gobierno es que debería derivar su financiación por contribuciones acordadas de los individuos.

    Igual que en el comité del club, debería sugerir un programa, y este programa debería ser sancionado por el público. Lo que es emprendido por el Gobierno es a expensas físicas inmediatas de los individuos que componen la comunidad, y lo que se requiere es que esta necesidad física esté correctamente reflejada en las relaciones entre el Gobierno y el pueblo.

    El Gobierno en sí mismo es un gasto; una cierta cantidad del mismo, que debería ser reducido a prácticamente el mínimo, es un gasto inevitable. Pero los emprendimientos o proyectos gubernamentales son un tipo diferente de gasto.

    Proveer el “Pleno Empleo” es un gasto de tal tipo, y es simplemente un cheque en blanco girado a favor del Gobierno, y respaldado por la comunidad a expensas del individuo. No debería hacerse nada para la provisión de empleo.


    Puede ser que se necesite construir carreteras, o levantar aeródromos, etc… Si es así, el Gobierno debería sugerir un programa de carreteras, etc…, mostrando las ventajas inmediatas que se derivarían de ellas para los individuos. Algunas de tales obras tendrán una inmediata y obvia ventaja; con algunas las ventajas serán más remotas; y con otras, las ventajas corresponderán enteramente a generaciones posteriores.

    El amalgamiento del monopolio del crédito con el gobierno significa exactamente que el Gobierno es considerado independiente del control público en estas materias.

    Puede embarcarse en programas que son a expensas del individuo, pero que son disfrazadas como siendo ventajosas para él, ya que le suministran el dinero (que debería ser suyo incondicionalmente) sólo a cambio de su trabajo.

    Los ciudadanos deberían dar licencia al Gobierno para emprender las obras que ellos aprobaran, votando los fondos necesarios.

    Pero tal y como están las cosas, los ciudadanos tienen sólo un muy escaso control sobre el Gobierno; y aunque el correcto uso del voto podría rectificar la situación inmediata, debe tenerse en cuenta que el voto es un mecanismo excesivamente tosco, con un uso muy limitado, y que es necesario reforzarlo con sanciones más adecuadas.

  8. #8
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    Re: Introducción al Crédito Social

    (9)

    El mecanismo esencial del totalitarismo es el control centralizado del crédito real de la comunidad.

    Lo que llamamos crédito real lo definimos como “la capacidad para suministrar bienes y servicios cuando, donde y en la medida en que sean requeridos”.

    El control centralizado de este crédito real significa que los bienes y servicios sólo podrán ser suministrados según las órdenes de aquéllos que están en control de la organización centralizada. Estas órdenes pueden ser dadas a través del control del crédito financiero; pueden ser dadas a través de Órdenes y Regulaciones burocráticas; o, como ocurre al presente, a través de una combinación de ambos.

    El mecanismo esencial de la democracia verdadera es el control descentralizado del crédito real de la comunidad. Muy probablemente, el mecanismo más conveniente y flexible para ese control descentralizado es el dinero, porque el dinero es el más maravilloso sistema de órdenes si se usa con propiedad.

    Acabamos de ver que el crédito financiero (dinero creado por el banco) se basa en la capacidad de la industria para producir. Si el crédito financiero se cortara de repente, la industria se pararía a excepción de la extensión o grado en que la gente pudiera pasarse o bastarse con su dinero durante la situación financiera.

    La restricción del crédito es, de hecho, la causa directa de la así llamada depresión, de la reducción del ritmo de la industria.

    Esto es, la política crediticia gobierna la industria. El crédito inicia la producción.

    Si este hecho fundamental es comprendido, quedará claro que no hay ninguna razón por la que el crédito debiera ser suministrado sólo a través de instituciones centralizadas, fuera o al margen de la política de aquéllos que están en control del sistema de crédito.

    El crédito financiero refleja el crédito real.

    ¿El crédito real de la comunidad (su capacidad para producir bienes y servicios) pertenece a la comunidad, o a un pequeño grupo dentro de la comunidad?

    En la Parte I examinamos la naturaleza de la “capacidad para producir”, y vimos que ésta deriva del trabajo y los inventos de incontables generaciones. Es una herencia comunitaria.

    Debe entenderse claramente aquí que lo que está en cuestión no es el derecho a la operación técnica de la industria; es una cuestión de a quién pertenece los resultados de dicha operación; en consecuencia, ¿quién tiene el derecho al control del programa de producción?

    La respuesta, en una democracia verdadera, solamente puede ser la democracia de los consumidores en el sentido en que hemos discutido esa concepción.

    Por tanto, deben dárseles los medios para controlar el programa y obtener la producción, y esto implica la distribución directa al consumidor, como individuo, del dinero, en la forma de crédito con el cual emite sus órdenes específicas.

    Las concepciones generales implicadas en esto son realmente muy simples. En cualquier tiempo dado, una comunidad posee una capacidad para producir una cantidad de bienes y servicios en algún periodo subsiguiente, digamos, un año.

    Esta capacidad es el crédito rea de la comunidad. El crédito financiero es emitido contra este crédito real.

    Actualmente, es emitido de tal forma que resulta en que la comunidad dedica sus recursos a proyectos de los cuales los individuos, en tanto que consumidores, no derivan ningún beneficio inmediato o ningún beneficio en absoluto (la producción de fábricas redundantes, producción para la exportación de excedentes, grandiosas obras públicas, etc…).

    El pago por este tipo de producción (que no llega al público en tanto que consumidores), es exactamente tan “inflacionario” como si el dinero hubiese sido dado directamente al público. Pero este crédito pertenece a la comunidad, y forzar a los individuos a “trabajar” por él es absolutamente injustificable con ningún tipo de argumento.

    Por tanto, debería serles emitido como un derecho: como un dividendo.

    El pago de un dividendo a partir del crédito establece en la práctica de esta manera el estatus del ciudadano como un accionista en su país en el sentido que ya hemos discutido.

    Existen sanas razones técnicas por las que no debería emitirse como dividendo la totalidad del crédito disponible.

    En primer lugar, se produciría inflación, exactamente como ocurre al presente. Existe una vía simple para superar esto.

    Una proporción del crédito puede dejarse aparte con el propósito de pagar subvenciones para la reducción de precios. Esto solamente significa que el consumidor recibe su crédito a través de un canal distinto; es pagado al vendedor de los bienes como parte del precio, pero sólo es pagado a la orden del consumidor.

    Felizmente, un sistema de subvenciones para reducir precios ya está en funcionamiento, de manera que es innecesario aquí entrar en consideraciones teóricas que prueben su practicabilidad. Pero todavía queda la cuestión del grado en que tales subvenciones deberían aplicarse.

    En la Parte II, Sección 5, nos hemos referido a la ley fundamental del coste real (diferenciándolo del coste financiero). Sin embargo el coste financiero, tal y como viene respecto a bienes particulares mediante los métodos normales de contabilidad, es una medida perfectamente válida y real de las transacciones financieras, y por tanto puede ser relacionada con el coste real.

    Si el coste financiero de un artículo es multiplicado por la tasa o ratio que expresa el coste real, y esta cifra es tomada como precio de venta del artículo, obtenemos una cifra que es menor al coste, y que está matemática e imparcialmente relacionada con los procesos reales de producción y consumo.

    Este precio reducido fue denominado originalmente por el Mayor Douglas como el “Precio Justo”, pero ahora es conocido como el Precio Compensado.

    El precio al que deberían venderse los bienes para así relacionar correctamente ese precio con los hechos físicos de la producción y el consumo. Su justificación teórica puede ser demostrada matemáticamente, y los estudiantes son remitidos a Social Credit, Parte II, Capítulo 3, para los pormenores.

    Aquí vale la pena examinar algunas de las consideraciones generales.

    La tasa consumo/producción es medida en términos de unidades monetarias sobre un periodo seleccionado.

    Está absolutamente determinada, por lo tanto, por los hechos reales de producción y consumo, y refleja las actividades de la comunidad. Es exactamente del mismo carácter que, por ejemplo, una declaración bancaria que registra el total de depósitos y retiradas sobre un periodo seleccionado (cifras que podrían, por supuesto, ser registradas como una tasa o ratio).

    Puesto que la producción normalmente excede al consumo, la tasa es normalmente menor a uno.

    Ahora bien, cuanto más la producción exceda al consumo (como en la construcción de activos permanentes, etc…), mayor pasará a ser la capacidad de la industria para producir bienes y servicios.

    Si asumimos, por el bien de la demostración, que la comunidad mantiene la misma cantidad total de dinero al final del periodo seleccionado que la que tenía al principio, pero que los precios de todos los bienes disponibles a la venta son reducidos a la cifra de:

    precio de coste (beneficio incluido) x consumo/producción,

    habremos incrementado el poder adquisitivo del dinero disponible para hacerlo corresponder con el incremento en el crédito real.

    Esto es exactamente lo contrario de lo que se obtiene al presente, cuando el dinero pagado por el incremento relativo en la producción de bienes de capital viene acompañado viene acompañado por una subida en los precios, y en consecuencia, una disminución en el poder adquisitivo de la unidad monetaria.

    Por otro lado, cuando el ritmo del consumo en relación a al ritmo de producción crece (como ocurre, por ejemplo, en la guerra, puesto que los obuses disparados y las bombas arrojadas cuentan como consumo) la aplicación del “factor precio” resulta en una subida en los precios comparados a los de tiempos normales, lo cual es de nuevo un reflejo correcto de los hechos físicos.

    De nuevo, como ya hemos visto, los hechos físicos de la producción están dominados por la rápidamente creciente capacidad de la industria para producir bienes y servicios con, digamos, una constante cantidad de esfuerzo humano.

    Una caída del nivel de precios es un reflejo correcto de esta situación.

    Ahora bien, si asumimos una constante estructura de sueldos y salarios que, podemos asumir también, refleje la distinta importancia de los diferentes operarios en los procesos técnicos y de cualquier otro tipo, una subida del poder adquisitivo de las unidades de dinero con que con que son pagados estos sueldos y salarios hace que estas diferencias sean menos importantes como una causa de fricción social.

    Una bajada del poder adquisitivo (subida de precios), por el contrario, conduce a la fricción y a la demanda de mayores tarifas de sueldos, las cuales a su vez hacen subir los precios aún más.

    El uso de crédito para reducir precios mediante el pago de subvenciones (la “compensación” de los precios de acuerdo con las realidades físicas) domina, por lo tanto, la inflación, beneficia a toda la comunidad y minimiza el riesgo de fricción social.

  9. #9
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    Re: Introducción al Crédito Social

    (10)

    La segunda duda que se tiene con respecto a la emisión de crédito financiero como un dividendo se relaciona con el pago de aquéllos que están ocupados en la producción: el pago de los sueldos y salarios.

    El consumo en que se incurre en la producción es un coste; es una disminución del crédito real, y debería ser contabilizado así.

    La relación de dividendos, subvenciones y pagos para la producción es esencialmente un asunto de cálculo estadístico.

    Dicho cálculo es una función de una organización estadística, no de una organización política. Es el equivalente a la rama de contabilidad de una industria.

    Es ahora posible ver la base o fundamento práctico de la apropiada limitación del Gobierno a sus legítimas funciones.

    Ya hemos visto que el poder de disociarse es un aspecto esencial de la verdadera democracia. Sin embargo, a excepción del suicidio, es imposible (o casi imposible) disociarse de la Sociedad.

    En consecuencia, es absolutamente esencial proteger al individuo con el equivalente de una Declaración de Derechos fuera de la influencia (ultra vires) del Parlamento, unido a un cuerpo profesional permanente, entrenado no sólo para atacar una ley existente, sino también armado con poderes permanentes para exponer al público a través de una interrogación, en cualquier tiempo, a los originadores de cualquier ley que traspase los límites de esos derechos.

    “Uno de los primeros frutos de tal medida sería una contención en el flujo de la formación de leyes.

    Si el mundo es considerado como una fábrica hecha funcionar por oficiales en forma de una tendente producción de masas, son inevitables, aunque rápidamente fatales, las continuas órdenes de trabajo camufladas como leyes.

    Pero en un mundo en que se diera cuenta de que cuanto mayores sean las acciones espontáneas dentro de los límites de la soberanía personal, menor será la fricción y más alta la satisfacción general, aquéllas dos se considerarían redundantes y objetables” (C. H. Douglas: The Brief for the Prosecution).

    Tal Declaración de Derechos proporciona un área de soberanía personal en el cual puede meterse el individuo, y del cual puede emerger en actividades funcionales de su elección, en el cual se subordina a sí mismo a las necesidades de la organización funcional.

    Esto es como el miembro del club que elige participar en algún juego particular.

    A su vez, el individuo debe derivar su ingreso “de fuera”, por así decirlo, y contribuir dinero a tales organizaciones, incluido el Gobierno, en la medida en que desee apoyarlos.

    Esto es, el Gobierno no debería tener ningún acceso al crédito general de la comunidad excepto a través de los ciudadanos independientes. No debería tener poderes de recaudación de impuestos, a excepción del poder de recaudación de “suscripciones” en tanto que acordadas por los ciudadanos actuando a través de sus Representantes en el Parlamento.

    De nuevo, vemos que la nacionalización de la banca es exactamente una cosa equivocada, pues da al Gobierno acceso directo al crédito general.

    Una vez que la idea del Gobierno como “Gran Jefe” sea disipada, será mucho más fácil discernir sus legítimas funciones. Quizá la primera de estas funciones sea la de mantener los derechos del individuo proporcionando los mecanismos apropiados para la administración de justicia (de nuevo, lo contrario a la presente usurpación de las funciones de los Tribunales por la “arbitrariedad administrativa” de la burocracia).

    En segundo lugar, el Gobierno tiene una función como la de un Comité General de la Sociedad.

    Y tercero, tiene una función como la de un Consejo de Administración.

    Es lícito que el Gobierno (Gabinete) proponga al Parlamento (los Representantes de los Accionistas) un gasto general para aumentar el crédito real general.

    Es función del Parlamento autorizar o rechazar ese gasto.

    Es lícito para el Gobierno recomendar la tasa de distribución del dividendo, sobre la base de las cuentas correctamente llevadas en relación a los acontecimientos de la Sociedad. Por ejemplo, la maquinaria y recursos de la comunidad pueden ser “valorados” como activos de capital, y esto da una aproximación al crédito real de la comunidad si los varios factores son correctamente tenidos en cuenta. Esta cifra puede darnos un valor de “capital” en términos monetarios, y ser declarada una “tasa de dividendo”, por ejemplo, el 5% o el 10%. Esto proporciona un ingreso general que tendrá que asignarse entre los dividendos individuales generales a los ciudadanos, los sueldos y salarios, y las subvenciones para ajustar los precios a los hechos físicos.

    El dinero requerido para propósitos gubernamentales debe ser contribuido a partir del dinero distribuido, de la misma forma que los fondos de un club derivan de las suscripciones de sus miembros.

    Para dar efecto a estas relaciones generales, se necesita la existencia de una organización emisora de crédito con un estatus constitucional equivalente al de, digamos, un Auditor General.

    Sobre esta organización recaería la llevanza de las cuentas nacionales, y el cálculo del factor del precio; y podría ser muy adecuadamente la organización a través de la cual se distribuyera el dividendo, se ajustara la subvención de los precios y se iniciara la financiación de la producción.

    En principio, y potencialmente, la mayoría de las organizaciones necesarias para implementar la verdadera democracia ya existen, y no hay dificultad ninguna en adaptar estas organizaciones a sus propias funciones.

    La producción depende o está en función de equipos seleccionados, organizados conforme al principio jerárquico, y sujetos a los principios de libre asociación y disociación. Es un asunto para expertos, tomando órdenes en relación a los objetivos, y dando órdenes en relación a los métodos. Las órdenes en conexión con el programa de producción son dadas a través de los “votos” monetarios por la democracia de los consumidores; las órdenes en relación con la eficiencia son dadas por el “Consejo de Administración” (el Gabinete o el Ejecutivo) en nombre de los accionistas (la comunidad general).

    El Parlamento debería considerarse como una asamblea de representantes de los accionistas por un lado, y como un comité general de la comunidad, considerada como una sociedad, por otro lado.

    En ambos aspectos, la concepción de lucha de partidos o guerra de clases es absurda.

    Es asunto del Parlamento prever que el Ejecutivo traslade los requerimientos generales de la comunidad a los técnicos.

    “No queremos un Parlamento para que apruebe leyes que semejan a tratados de economía. Lo que queremos del Parlamento es que apruebe un mínimo de leyes diseñadas para penalizar a las cabezas de cualquier gran industria (y la banca y la finanza en particular) si ellos no producen los resultados deseados” (C. H. Douglas, The Tragedy of Human Effort).

    La principal cualidad del Parlamento es que debería ser propiamente representativo. Es altamente deseable que representara la más grande diversidad posible de intereses funcionales, no como competitivas, sino como funciones integrales, igual que el comité general de un Club Deportivo debería representar apropiadamente los intereses de aquéllos que favorezcan el cricket, el fútbol, el ajedrez, etc… Su objetivo no es convertir el Club en una organización para jugar la máxima cantidad de cricket, sino para prever que el máximo de instalaciones practicables estén disponibles para todos aquéllos que deseen jugar cualquier forma de juego. Las proporciones reales de los juegos deberían determinarse por las acciones de aquéllos que libremente participan en ellos.

    Igualmente, el Ejecutivo es solamente un mecanismo administrativo que transporta los requerimientos del Parlamento a los cuarteles apropiados; y debería estar desprovisto de cualesquiera poderes que no sean los poderes ejecutivos.

    En particular, no tiene derechos con respecto a la política; pero tiene una obligación de presentar posibilidades políticas para la decisión del Parlamento. Por ejemplo, el Ejecutivo puede presentar proposiciones para, digamos, el desarrollo de proyectos de conservación del agua, reforestación y construcción de carreteras. Todas estas cosas son un gravamen inmediato sobre el crédito general, a la vez que aumentan el crédito potencial. Esto es, el público general habrá “perdido” en el futuro inmediato, pero derivará un dividendo incrementado subsiguientemente.

    La proporción en la cual ese desarrollo deberá llevarse a cabo es, por tanto, propiamente un asunto para ser decidido por los representantes del público.

    La importante cualidad de un candidato al Parlamento es la integridad, no un “programa”.

    Los electores necesitan saber que sus Representantes representarán verdaderamente sus intereses generales y no se esforzarán, como al presente, en subordinarlos a cualquier función de cualquier tipo.

  10. #10
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    Re: Introducción al Crédito Social

    (11)

    Afirmamos que en la medida en que estamos discutiendo principios, en contraposición a cualquier cosa que se pueda considerar en su naturaleza como un proyecto específico, sin embargo las relaciones presentadas como sustentadoras de la verdadera democracia y los hechos de la situación económica tienen su fundamento en la Realidad. “Los principios generales que gobiernan la asociación para el bien común son susceptibles de una declaración exacta como los principios para la construcción de un edificio, y el alejamiento de los mismos es igual de desastroso” (C. H. Douglas).

    La democracia no es una teoría; es una forma de asociación, la alternativa al totalitarismo. Es la forma de asociación en la que el individuo obtiene los beneficios del incremento de asociación. En relación con estos principios, podemos decir que todos los Gobiernos modernos, sin excepción, son corruptos.

    La frase de Lord Acton: “Todo poder corrompe, y todo poder absoluto corrompe absolutamente”, es del tipo de una ley general enunciada sobre la base de la observación experta, igual que la “ley” de la gravitación es una declaración de fenómenos observados. Los Gobiernos son, de hecho, al tiempo presente, análogos a Administradores fraudulentos; están ocupados en estafar a sus accionistas y en pervertir los fines de la Compañía. Y lo están realizando por medio de una Ley de la Compañía torcida o deshonesta: mediante la elaboración y reelaboración de Artículos de la Asociación en su propio favor.

    Todos ellos están en ello; todos ellos están tratando de incrementar sus propios poderes por amalgamiento, mediante el equivalente político de la cartelización económica. Cada amalgamiento es para un Consejo un paso más cerca hacia el control del mundo entero.

    Pero el grupo que ve más lejos en este juego es el grupo que está en control del más flexible instrumento de política: el dinero. Debido a que, bajo las existentes condiciones, el dinero es esencial e insuficiente, aquéllos que en última instancia están en control de su emisión son capaces de manipular las ambiciones de grupos menos poderosos.

    La financiación selectiva, tanto en el ámbito doméstico como internacional, controla el desarrollo de las naciones poderosas y las coloca en conflicto.

    Hitler, por ejemplo, fue internacionalmente financiado para colocarlo en una posición en la que la agresión apareciera como algo que valiera la pena. Después de la eliminación de Hitler (y antes) Rusia fue levantada.

    Ahora bien, Hitler cometió el error, como señaló Douglas, de dar una patada a la escalera que le había columpiado hasta el poder. Si Stalin (o sus sucesores) cometieran el mismo error, ellos serán aplastados por las “democracias”; si no, tendremos una revolución “proletaria” y el afianzamiento en el mundo entero de la NKVD rusa.

    Actualmente, ambas posibilidades se mantienen abiertas; el sistema económico radicalmente defectivo con sus consecuentes luchas de clase es mantenido en funcionamiento, mientras que a la diplomacia rusa se le está permitiendo mantener al mundo en confusión en beneficio de la estrategia rusa; y al mismo tiempo la opinión pública está siendo sutilmente reorientada a considerar a Rusia como un agresor en sentido militar.

    El control de los medios y el control del crédito son concéntricos; en consecuencia, aquéllos que controlan crédito están, hasta cierto punto, en control de la situación que se está desarrollando. Ahora bien, claramente el asunto de importancia trascendente es reconocer, localizar y exponer este oculto aspirante a Consejo de Administración mundial.

    Esta es la tarea llevada a cabo por el Mayor Douglas en The Brief for the Prosecution, que es un examen de los mayores acontecimientos políticos, entre 1918 y 1939 culminando en la Segunda Guerra Mundial.

    Este examen conduce directamente a un grupo de Judíos Sionistas internacional, que controla la Palestine Economic Corporation y que fuero la fuerza que estaba detrás del New Deal en EE.UU.; que fueron quienes estuvieron detrás de la cartelización, de la racionalización y de la planificación P. E. P. en Gran Bretaña, y que fueron los promotores del Socialismo estatal en Alemania.

    Este hecho es ocultado lo máximo posible mediante el grito de “antisemitismo”, cuando se hace algún intento de exponerlo.

    Si se siguiera esta pista, es casi muy probablemente seguro que este grupo estaría compuesto predominantemente de Judíos Sionistas.

    Ahora bien, la balanza de probabilidad está obviamente en favor de la teoría de que en cualquier caso la raza Judía, que se esmera mucho en preservar su identidad, tendría una política racial (en el sentido de nacional). Pero fuera de esta teorización, puede observarse que los Judíos están asociados a la promoción de autoridades internacionales, en un grado totalmente desproporcionado a su relativa población en el mundo.

    Éstos son los hechos; y como hechos, son igual de imparciales como los hechos de la agresión alemana, y tendrán que ser tratados mediante métodos igualmente apropiados y efectivos.

    Si tú quieres llegar a Berlín, tendrás que luchar con los alemanes; si tú quieres romper el monopolio del crédito, tendrás que luchar con los Judíos que lo monopolizan.

    “Esto, pienso, define exactamente la tarea que la sociedad debe enfrentar y resolver, o perecerá. Primero, atacar y desafiar el Poder Financiero; a continuación considerar la reorganización del sistema financiero” (C. H. Douglas).

    El monopolio del crédito es el instrumento de la voluntad de poder judía, de la misma forma que las Fuerzas Armadas fueron el instrumento de la voluntad de poder alemana. El objetivo es el mismo en ambos casos; desarmar a nuestros adversarios.

    Éste es el problema con el cual está ocupado actualmente el Crédito Social; y los desarrollos contemporáneos pueden ser seguidos en los boletines del Crédito Social. No existe un “proyecto” del Crédito Social; el Crédito Social es una política, que se traduce en una estrategia y que está sujeta, por tanto, a desarrollo todo el tiempo.

  11. #11
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    Re: Introducción al Crédito Social

    (12)

    La necesidad estratégica inmediata de derrocar al Poder Financiero oscurece el objetivo verdadero del Crédito Social como una política. El Mayor Douglas definió ese objetivo en el capítulo primero de su primer libro Economic Democracy: “Se sugiere que el principal requisito es obtener, en el reajuste de la estructura política y económica, tal control de la iniciativa que mediante su ejercicio cada individuo pueda aprovecharse de los beneficios de la ciencia y el mecanismo; que por su ayuda sea puesto en tal posición de ventaja, que en común con su compañero él pueda elegir; con creciente libertad y completa independencia, si ayudará o no en cualquier proyecto que se le pueda presentar delante suyo”.

    Una cuidadosa consideración de ese objetivo pondrá en claro que el Crédito Social no puede ser un proyecto o un sistema. El objetivo real es permitir una libre evolución de formas de asociación, permitiéndolas surgir y desarrollarse a partir de la libre iniciativa de los individuos.

    No puede haber cuestión ninguna, por tanto, que trate de introducir una serie de relaciones fijas mediante una ley del Parlamento.

    La primera necesidad, como Douglas ha enfatizado hace un momento, es una retirada del gobierno: menos gobierno.

    Éste es el primer paso esencial para una liberación de la iniciativa individual. Es un paso que en la naturaleza de las cosas no corresponde en sí mismo a ningún Gobierno. Y aquí, quizá, está uno de los aspectos más impactantes del Crédito Social.

    Los partidarios de casi cualquier sistema de reforma se ven a sí mismos como recompensados por los frutos de su cargo, como poseyendo un mandato para implementar una política.

    El Crédito Social, por el contrario, propone liberar las políticas individuales, hacer del individuo cada vez más el maestro de su propio destino. Una acción apropiada del Crédito Social, por tanto, consiste en forzar al Gobierno a arrojar sus poderes.

    El poder del gobierno, y la independencia de los individuos, son recíprocos; en consecuencia, la disminución del poder del Gobierno es el aumento del poder del individuo.

    Este concepto general se aplica hasta el final.

    Los impuestos y los dividendos son recíprocos.

    El primer paso para la distribución del dividendo es la reducción de los impuestos; o poniendo el asunto ligeramente diferente, el impuesto es un dividendo negativo.

    A su vez, los precios son una forma de impuestos; el impuesto sobre la venta es una subvención negativa.

    Lo que necesitamos, pues, es que el dividendo negativo pase a través del cero hasta llegar al dividendo positivo; y que el poder del Gobierno sobre el individuo pase a través del cero hasta llegar al poder de los individuos sobre el gobierno.

    El cero en este concepto no tiene ninguna significación contemporánea alguna.

    El paso de -8 a -7 es exactamente equivalente al paso de -1 a 0, de 0 a +1, y de +7 a +8.

    Lo que es importante es la dirección de la progresión.

    Los mecanismos necesarios para aumentar la liberta del individuo emergerán igual de seguro como lo hacen aquéllos del totalitarismo, una vez que se haya puesto al objetivo del Crédito Social.

    La idea del precio compensado se le ocurriría a cualquier persona competente en la técnica de la finanza, si él quisiera asegurar los resultados por los cuales aquél está diseñado para conseguirlos, igual que ingeniosas formas de impuestos se les ocurren a aquéllos que están ocupados en concentrar el poder económico.

    Desde el principio de la era industrial, hasta el estallido de la guerra de 1914, la humanidad se estaba moviendo hacia una Sociedad de Crédito Social. Ahorros, inversiones y herencias eran mecanismos que estaban proporcionando independencia a varios individuos; dado un tiempo, y el libre juego de las fuerzas sociales naturales, y todos esos beneficios se habrían difundido.

    Un hombre, empezando de la nada, podría por su industria ahorrar, y dejar a sus hijos una cas y un pequeño ingreso. Aquello representaría un comienzo para sus hijos, que podrían por su propia industria aumentar la herencia.

    La base física de esa herencia estaba creciendo todo el tiempo.

    El Crédito Social simplemente generaliza la idea de la herencia privada. Sustituye un objetivo consciente y un progreso ordenado hacia él por un objetivo ciego y un progreso al azar. Reconoce que la demanda popular por la socialización de la industria es honrada, justa y sincera, pero equivocada.

    Lo que realmente se quiere es la socialización del producto de la industria.

    No el “control público” de la administración de la industria, sino el control por el consumidor del programa de producción.

    El grito por la “seguridad social” nace a partir del deseo por el dividendo, no a partir del deseo por una red de “controles”. Ellos piden pan, pero les dan piedras.

    En 1914, emergió abiertamente una política consciente, la antítesis del Crédito Social. Sus armas son la perversión e inversión, mentiras, corrupción y destrucción: “Daemon est deus inversus”.

    En lugar de herencia, confiscación; en lugar de dividendo, impuestos confiscatorios; en lugar de bajada de precios, inflación e impuestos sobre la venta; en lugar de difusión de la propiedad, desposesión; en lugar de florecimiento de la individualidad, la edad del Hombre Común: la unidad estadística despersonalizada, el peón numerado sin rostro manipulado en el tablero de ajedrez de los Poderes Políticos…

    Estamos retrocediendo, perdiendo los logros de la civilización, emborronando toda diferenciación, volviendo a la psicología del barbarismo de grupo. Odio de clases, gritos de guerra tribales, casas de hojalata, comida racionada, “cultura” de producción en masa, lenguaje pervertido, políticos totalmente corruptos, austeridad, aparatos de baja calidad, aparatos polivalentes, aparatos sustitutivos; “debemos producir más… pleno empleo… hambre… controles… disturbios en India… un tren fue volado por los aires hoy en Palestina… Progreso…”.

    El corazón del sistema en la preguerra era el ingreso privado: la posesión de un poder adquisitivo adecuado que ni estaba sujeto a la interferencia gubernamental ni se terminaba por la pérdida del empleo.

    “Los ingresos privados estaban decreciendo rápidamente en número, pero eran todavía considerables. El objetivo fundamental de las así llamadas Nuevas Órdenes es la abolición de todo poder adquisitivo que no sea concedido “bajo condiciones” y revocable en cualquier momento, haciendo así que el empleo quede controlado por cárteles internacionales, un gobierno mundial” (C. H. Douglas).

    El Crédito Social como política es la única esperanza que nos queda.

    Ahora bien, esto no significa que hay esperanza a menos que el Parlamento apruebe una Ley para instituir un proyecto de “creación de dinero a espuertas”. Significa simplemente que debemos reconocer que estamos siendo sujetados a una política absolutamente fatal, y que debemos oponernos a ella, pararla y revertirla.

    Toda victoria del pueblo contra el Gobierno es un paso hacia la rectificación. Pero los pasos tomados en este sentido con un objetivo consciente, son pasos más efectivos.

    Existe una estrategia del Crédito Social: una serie de pasos apropiadamente diseñados. El Crédito Social no se imagina una “idea” de cómo debería parecer el mundo, o incluso de cómo podría parecer. No sueña con ninguna Utopía. Se ocupa del despliegue de eventos que resultan del juego de las fuerzas sociales libres, igual que el despliegue de un juego a partir del libre albedrío de los jugadores individuales; libre albedrío operando dentro del marco de reglas legítimas, libre albedrío refrenado por la disciplina voluntaria y la autodisciplina, y apoyada por la aceptación voluntaria de una ética.

    Nada como esto podría venir de la legislación. Únicamente puede venir de la encarnación del espíritu necesario en organizaciones “amateur”, y de lo que C. S. Lewis llama la “buena infección” de otros cuerpos.

    Los Gobiernos hoy son casi infinitamente malvados; a todos los efectos, ellos comunican una maldad infinita; son ladrones, mentirosos e hipócritas.

    Están corrompidos por el poder; y la solución es devolver ese poder al individuo, desconcentrarlo. El único ejercicio seguro del poder es por el individuo sobre sí mismo, no sobre otros.

    Llamamos a ese poder, que reside en el individuo, iniciativa individual.

    La acción esencial del Crédito Social es la iniciativa individual. Y donde esa iniciativa es ejercida en unión con la de otros, en persecución de una estrategia, existe un incremento de asociación.

    Ésta es la razón por la que hay un Movimiento del Crédito Social, ocupada con una única estrategia para conseguir un objetivo común para el verdadero beneficio de todos los hombres.

    No hay esperanza en un cambio de gobierno. Un nuevo gobierno hereda el excesivo poder de su predecesor, y de acuerdo con la ley de Lord Acton, está corrompido por ese poder.

    Lo que es esencial es un cambio en la distribución del poder entre el Gobierno y los ciudadanos. Tal cambio no será iniciado por el Gobierno; debe, por tanto, ser iniciado por los ciudadanos.

    No tenemos democracia; sólo podremos obtenerla siendo democráticos: limitando al gobierno.

    La necesaria reforma debe comenzar en los individuos como tales.

    Todo individuo que hace el esfuerzo necesario por entender el Crédito Social lleva más cerca al Crédito Social. La extensión de la correcta concepción de la verdadera democracia hará progresivamente más imposible para el presente totalitarismo continuar una situación que conllevará a que se produzca una reforma en sus propios mecanismos.

    Pero contra esto debe ponerse el factor tiempo.

    Incuestionablemente los aspirantes a dominadores del mundo consideran la idea de hacer su posición inexpugnable, cualquiera que sea la condición de la opinión pública, como en Rusia.

    Por el momento, ellos confían en la cuidadosa confusión de la opinión pública y en derivar hacia canales relativamente inofensivos esa opinión pública en la medida en que se muestren signos de advertencia de la situación real.

    Por tanto al entendimiento debe aliarse la acción.

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    Último mensaje: 23/09/2008, 22:20

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