DEMOCRACIA Y DINERO (Y II)

JUAN MANUEL DE PRADA





RESULTA, en efecto, estremecedor, que el Dinero campe por sus fueros y perpetre las más sangrantes rapiñas, sin que los gobiernos hagan nada por impedirlo; y sin que los pueblos exijan otra cosa sino el cetrino consuelo de que tal o cual defraudador o exministro sea puesto en la picota de vez en cuando, como chivo expiatorio. Ni siquiera los gobiernos que han enarbolado el estandarte bravucón del cacareado combate contra el Dinero –como el griego Syriza– hacen luego nada por domeñarlo; e incluso se humillan reverenciosos ante él. ¿Cómo se han alcanzado tales extremos de postración? Georges Bernanos explica este proceso de un modo muy convincente.


Para Bernanos, la raíz del problema no debe buscarse tanto en los regímenes políticos formales –democracia o dictadura– como en los problemas de humanidad y civilización que gangrenan estos regímenes. «Una civilización inhumana –escribe Bernanos– es aquella que está basada en una definición falsa o incompleta del hombre»; y, en concreto, «la civilización moderna está basada en una definición materialista del hombre». Al olvidarse de Dios, el hombre moderno se olvida también de su espíritu; y vende su libertad verdadera –la que es un medio para alcanzar un fin más alto– por una libertad devaluada, que sólo anhela un bienestar material. Bernanos describe así las consecuencias de esta desespiritualización: «Todo progresará, en tanto vuestra industria y vuestros capitales os permitan hacer del mundo una feria con atracciones que giran a velocidad vertiginosa, entre fuegos de artificio. Pero aguardad, aguardad el primer cuarto de hora de silencio. Entonces escucharéis la palabra (no la que habéis rechazado y que decía reposadamente: «Soy el Camino, la Verdad y la Vida»), sino la que asciende del abismo, proclamando: «Soy el camino sin salida, la mentira y la perdición». Entonces los pueblos, que previamente han renunciado a sus bienes espirituales, son también saqueados de sus bienes materiales. Pero nada se atreven a hacer; pues tienen miedo a que, si se rebelan, el Dinero les apriete aún más las clavijas (cerrándoles el grifo de las subvenciones, expulsándolos del euro, subiéndoles la prima de riesgo, etcétera). A un pueblo con espíritu y fibra moral, puedes advertirle de las medidas que el Dinero desatará, si sus gobiernos osan enfrentarse a él; y el pueblo con espíritu será capaz de renunciar a su bienestar a cambio de combatir la iniquidad. Pero los pueblos que previamente han sido desespiritualizados sólo desean aferrarse a su mezquino bienestar; y ante el Dinero se achantan. Por eso sus gobiernos decretan amnistías fiscales para los defraudadores, o pagan la prima de riego a costa de reducirles los salarios, sin que nadie rechiste, fuera de alguna pataleta que no es consecuencia de una conversión moral, sino del más aciago resentimiento.


Y esta situación de predominio del Dinero se agrava, a juicio de Bernanos, en los regímenes democráticos: «Pretender que la democracia ha liberado a los pueblos porque no ha permitido subsistir más que un único privilegio –el más humillante de todos, que es el privilegio del Dinero– es una enorme impostura. Este único privilegio se ha hecho más pesado que ninguno y, como carece de rivales que lo equilibren, prospera y crece sin medida». Y concluye: «La democracia no ha liberado al pobre, sino que lo ha corrompido; no lo ha enriquecido sino corrompiéndolo, pues lo ha enriquecido con las migajas de su propia corrupción». Y, porque estamos corrompidos, amén de desespiritualizados, dejamos que el Dinero nos saquee impunemente y que los gobernantes no nos protejan de su zarpazo. En el pecado llevamos la penitencia.







Histórico Opinión - ABC.es - lunes 4 de mayo de 2015