Bueno, bueno.

¿Hemos conocido un sistema económico libre de la intervención estatal?

Yo, desde luego, no. Y no me refiero a la intervención subsidiaria, que considero fundamental y obligatoria, sino a la más descarada intromisión en la economía.

¿Tienes un terrenito en el campo español? De tu Ayuntamiento depende que valga diez veces más. Basta con que consigas que cambien su calificación de rústico a urbano.

¿Quieres contratar la electricidad para tu casa? No te esperes un gran surtido de empresas para elegir. Además, las tarifas no las marca el mercado, sino el Gobierno.

¿Y el agua? Tampoco van a sobrar empresas ofertantes. Y las tarifas las aprueba el Ayuntamiento.

¿Estás pagando un préstamo hipotecario? No creas que el tipo de referencia lo marca el mercado. Son los bancos centrales (o sea, los Estados) quienes determinan el precio del dinero. Son los bancos centrales los responsables de la expansión del crédito anómala. Sin tipos de interés bajados artificialmente por razones políticas, no habría tantísimas hipotecas subprime.

¿Quieres contratar a un señor en tu empresa para un trabajo poco productivo? Por ejemplo, contratar a una persona que quiera aprovechar el tiempo de trabajo para estudiar y, de cuando en cuando, coger el teléfono o apretar un botón. Pues te obligan a pagar un salario mínimo. Así que asignas esa función a otro empleado o la desempeñas tú mismo. No te dejan crear un nuevo puesto de trabajo.

¿Quieres contratar un seguro de salud por tu cuenta? Vale, hazlo, pero no puedes dejar de pagar la sanidad pública. Sí, no puedes dejar de pagar abortos, operaciones de cambio de sexo, píldoras del día después... Pero no puedes incluir un empaste de tus dientes, aunque estés dispuesto a pagarlo. Las coberturas de este sistema OBLIGATORIO las determinan los gobernantes.

Podríamos seguir así.