Budapest no se rinde
La Unión Europea acosa a Hungría por defender el humanismo cristiano
21 ENE 2012
José María Ballester Esquivias.-
Desde que Hungría aprobó su Constitución en abril de 2011, las autoridades europeas extreman los controles sobre las leyes votadas en Budapest. Sin embargo, el Gobierno de Viktor Orbán responde sin alterarse lo mínimo: cuenta con el apoyo de la mayoría de la población. Todo porque la nueva Carta Magna de los magiares defiende los valores cristianos.
Bruselas ha abierto un procedimiento de infracción acelerado contra Hungría por tres de las reformas legales emprendidas por el Gobierno de
Viktor Orbán en los últimos meses: organización del Banco Central húngaro, Ley de Protección de Datos y edad de jubilación de los jueces.
No es la primera vez -ni la última- que las autoridades europeas utilizan este mecanismo contra un Estado miembro. Sin embargo,
en el caso de Hungría se trata de una ofensiva política e ideológica, según confirma a ALBA una fuente de las instituciones europeas. En el punto de mira figura la Constitución que el Parlamento húngaro aprobó la primavera pasada y que se caracteriza por la defensa de valores como la vida, la familia y las raíces cristianas del país.
A esto se le añade la presión financiera que la
Unión Europea (UE), esta vez de forma conjunta con Estados Unidos y el Fondo Monetario Internacional, ejerce sobre un país que atraviesa por una difícil situación económica: los tres hacen planear la sombra de la suspensión de una nueva ayuda de 20.000 millones de euros.
Prueba de la seriedad de la amenaza es que, de prosperar el procedimiento de infracción, Hungría se podría quedar sin los fondos de cohesión europeos, tan necesarios para la modernización económica de los países del este.
Por su parte, destacados miembros de los grupos socialista, ecologista y liberal de la Eurocámara han sugerido la aplicación del artículo 6 del Tratado de la UE, que prevé la pérdida del derecho de voto a los Estados que
“no respeten los valores democráticos”. Sin olvidar que otros eurodiputados han llegado a tildar a Orbán de “Hugo Chávez europeo”.
Chuzos de punta
Aunque pueda extrañar, en el seno del Gobierno húngaro impera la calma. Conceden -lo reconocía la ministra de Asuntos Europeos en La Vanguardia- que la puesta en marcha de ciertas reformas ha podido ser demasiado rápida. El primer ministro y los suyos han decidido responder sin algaradas a las peticiones bruselenses. Por lo que respecta al caso del Banco Central, ambas partes ya han llegado a un acuerdo sobre trece de los catorce puntos en litigio. Y las negociaciones siguen.
Pero la tranquilidad es, ante todo, política. Para empezar, los 70.000 manifestantes de la semana pasada en Budapest no son representativos del sentir mayoritario de la población. Y sus argumentos, masivamente cacareados por la prensa internacional, chocan con la realidad. Por ejemplo, e
n relación con la política de medios de Orbán.
Al Gobierno le han caído chuzos de punta -desde dentro y desde fuera- por el cierre administrativo de una emisora, llamada
Klub Radio. Una decisión que ha servido para que en medio mundo se acuse a Orbán de querer acallar a los medios críticos. Sin embargo, en Hungría, la mayoría de los canales privados de televisión, que copan el 90 % del mercado, son abiertamente críticos con Orbán. Como también lo es el diario de izquierdas
Népszbarag, que no destaca por su finura en la detracción.
Otro de los asuntos que ha hecho fruncir el ceño a Bruselas -por supuesta violación de los derechos fundamentales- es
la edad de jubilación de los jueces, recientemente rebajada a los 62 años. Su consecuencia inmediata es la salida de alrededor de trescientos magistrados.
Socialistas laminados
Un tema discutible, pero de ahí a convertirlo en un ataque en toda regla a la independencia judicial media una distancia. De nuevo
, los hechos son tozudos: en menos de un año, la justicia ha anulado leyes tan importantes como la relativa a las Iglesias, artículos enteros de la Ley de Medios y varias disposiciones de la legislación fiscal. Como en cualquier otra democracia.
Y como cualquier democracia,
Hungría se defiende, más si cabe cuando la relación de fuerzas le favorece.
Orbán sabe que el Partido Popular Europeo -mayoritario en las instituciones europeas- no la emprenderá contra uno de sus miembros. Y su formación, el Fidesz, lo es. Como también sabe que una escalada política de Bruselas contra Hungría se puede volver contra la UE en un momento particularmente delicado.
Lo mismo en el plano interno: el partido socialista no solo está políticamente laminado, sino que se acaba de producir una escisión en su seno, protagonizada por el ex primer ministro Ferenc Gyurcsány. Hace unos días,
Kornelia Magyar, del Instituto Progresista Húngaro, admitió que, de celebrarse hoy elecciones, Orbán volvería a ganarlas. No hace falta que lo jure, pues las anteriores las ganó con un 52,7 % de los votos. Seguro que ese apoyo se verá en la marcha pacífica que los partidarios del primer ministro han convocado para el sábado 21 de enero.
Una Constitución como Dios manda
Símbolos: “Estamos orgullosos de que nuestro rey Esteban, santo patrón de Hungría desde hace mil años, haya fundado nuestra patria sobre sólidos cimientos incorporándola a la Europa cristiana”.
Vida: “La vida fetal y embrionaria será protegida desde el momento de su concepción”.
Religión: “Las religiones tienen derecho a estar presentes en el espacio público, ya sea para celebrar ceremonias o hacer proselitismo”
Familia: “Sostenemos que la familia y la nación constituyen el marco principal de nuestra coexistencia y que nos cohesionan valores como la fidelidad, la fe y el amor”.
Marcadores