Holanda quiere enterrar la leyenda negra española 450 años después

Los Países Bajos y España se unen para revisar el tópico forjado tras el final de la Guerra de Flandes a través de una gran muestra en el Rijksmuseum de Ámsterdam



'La furia española en Amberes, 4 de noviembre de 1576' (1580), anónimo del Museo aan de Stroom (Amberes)


ISABEL FERRER
Utrecht - 03 OCT 2018 - 9:08 CEST


La Guerra de los 80 Años (Guerra de Flandes) sucedió entre 1568 y 1648, y ambas fechas son memorizadas en las escuelas holandesas. Este año se cumple el 450º aniversario del inicio del conflicto, y el Instituto Cervantes y elRijksmuseum (Ámsterdam) se han propuesto revisarlo juntos a través de una muestra que lo sitúa en su contexto internacional. Quieren mirar de otro modo lo que empezó como una revuelta liderada por Guillermo de Orange contra el rey español Felipe II, y acabó propiciando el nacimiento de los Países Bajos y Bélgica. Una contienda que carga todavía con el lastre de la leyenda negraencarnada en la figura del duque de Alba.


Durante décadas, la guerra desatada en los territorios que Felipe II había heredado de su padre, Carlos V, nacido en Gante, se ha presentado en los colegios holandeses como una lucha de liberación contra España. Así, Guillermo de Orange era el heroico padre de la patria, protestante que luchó contra el ocupante católico. El duque de Alba, en cambio, fue el gobernador español sanguinario que se ganó el apelativo de Duque de Hierro. “Es la famosa leyenda negra, la propaganda de la época del lado holandés. Sin embargo, Felipe II era el soberano legítimo de las Diecisiete Provincias, denominación que durante el siglo XVI se otorgó a los 17 territorios de la región de los Países Bajos [que comprendía los actuales Países Bajos, Bélgica, Luxemburgo, el Norte de Francia, y una parte del oeste de Alemania]. No era un tirano invasor. Antes de que todo se desbordara, el objetivo era ganar libertades para los protestantes y que las ciudades y autoridades locales tuvieran más poder de decisión. El conflicto siguió una ruta inesperada: la rebelión se transformó en guerra civil, y nadie pensó que acabaría creando los Países Bajos y Bélgica”, señaló la pasada semana Gijs van der Ham, comisario de la exposición, titulada La Guerra de los 80 Años. El nacimiento de los Países Bajos, que abrirá el 12 de octubre. La muestra contará con prestamos del Museo del Prado, Patrimonio Nacional, Archivo de Simancas y la Academia de Bellas Artes de San Fernando.


“Hay dos planos: la ausencia de mitos en la relación actual de ambos países como socios de la Unión Europea, y España como un país estupendo donde se pasan las vacaciones, y luego, el pasado común. Ahí, la imagen española sigue siendo negativa. Es así porque la lucha contra la España católica en los siglos XVI y XVII es el origen del Estado holandés. En el discurso histórico, nuestra identidad tiene la voz de la historia protestante. Cuando, en realidad, somos el resultado de una guerra civil. Al principio, el 90% de los holandeses era católico. El calvinismo fue minoritario durante siglos, pero no lo queremos ver. Necesitamos ese enemigo español para demostrar que hemos luchado contra el opresor por la libertad política y de religión”, aseguró Raymond Fagel, profesor de Historia en la Universidad de Leiden.

El académico indica que incluso sus alumnos “repiten a veces los mitos de la guerra en sus trabajos”. “Sin mito no queda nada. Cuando lo que hubo fue un problema religioso con un grupo pequeño de calvinistas defendiendo su religión y modelo social, y la nobleza, que quiso dominar la situación en Bruselas y chocó con la burocracia de Felipe II. Ambos conflictos, religioso y político, desencadenan una guerra civil. Pero esa imagen no es tan bonita como la de una República de las Siete Provincias, que triunfa contra la intolerancia”, añade.


'Prácticas con escudo y lanza' (1618), de Adam van Breen.RIKJSMUSEUM / EL PAÍS

El Rijksmuseum es también el Museo Nacional de Holanda, y ha intentado sumar los aspectos del choque que siguen vigentes. “Me refiero a la libertad de pensamiento y de religión, la identidad, y el tipo de sociedad que se quiere”, señala Gijs Van der Ham. También él cree que “los holandeses no conocen bien la Guerra de los 80 Años”. Una realidad que Raymond Fagel describe en dos colores: “A los españoles se les endosa una leyenda negra, mientras los holandeses tienen su leyenda blanca, duque de Alba incluido”.

Otras guerras de religión

Para Bernardo J. García, profesor de Historia Moderna en la Universidad Complutense de Madrid, el problema de Felipe II en los Países Bajos “es que puede perdonar al vasallo, pero no al hereje, en este caso el calvinista o protestante”. También hubo guerras de religión en Francia e Inglaterra, “pero admitir la presencia de otras confesiones en el mismo territorio cuestiona la soberanía del rey”. “De modo que, en Holanda, los rebeldes sublevados del norte generan un discurso contra la tiranía y por su libertad para explicar el desarrollo del liberalismo. Cuando ya existía en otros lugares ajenos al protestantismo”. García recuerda que el conflicto fue internacional: “Es constitucional al principio contra el soberano legítimo, por eso la propaganda presenta al holandés como un resistente. Es para mantener el ánimo de la población con la promesa de la libertad. Luego, en el XVII, es ya una guerra global de índole económica, con la presencia de holandeses en Asia o el Caribe, convertida ya en potencia mercantil. En todo ello, Bélgica es la gran olvidada, porque permaneció al lado de Felipe II”.

En 1648, en el tratado de Münster (Paz de Westfalia), la corona española reconoció la independencia de la República de las (siete) Provincias Unidas. A pesar de tantos años de guerra, “España y Holanda se convirtieron enseguida en firmes aliados en la política europea; valdría la pena romper la barrera de la percepción popular”, abunda García. “La historia de los Países Bajos no se ha explicado bien aquí durante años porque eso era nacionalista, pero los mitos se destruyen en la escuela”, concluye Raymond Fagel.

EL DUQUE (DE ALBA) DEL MIEDO

Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel, duque de Alba, estuvo seis años en los Países Bajos (1567-1573) para reprimir la revuelta contra el rey Felipe II. En el imaginario popular, el duque es el responsable de la estrategia del miedo: arrasar una ciudad para rendir a las demás. Y aún hoy se le sigue presentando como un personaje malvado. Dado que Holanda y Flandes tenían buenas imprentas, se conservan las imágenes de los asedios y ejecuciones de aquella época que forjaron su figura sanguinaria. Pilar Tena, directora del Instituto Cervantes en Utrecht —que colabora también en la conmemoración—, considera que “fechas redondas como los 450 años del inicio de la Guerra de Flandes ayudan a reflexionar sobre temas importantes”. “Fue muy doloroso, pero pensar que pueda seguir siendo motivo de confrontación es algo totalmente anacrónico”, añadió Tena la pasada semana.



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