Funeral de principios del siglo XX, Torredonjimeno.

PUEBLO QUE ORA Y LABORA... PUEBLO RECRISTIANIZADO

Se dice que el avance de la secularización en España ha sido tan gigantesco que nuestra sociedad está, prácticamente, descristianizada. Los revolucionarios saben, mejor que nadie, que la forma más eficaz de destruir un pueblo es emponzoñar su alma: hedonismo, ateísmo, agnosticismo, materialismo, escepticismo, relativismo y todos esos engendros -tan antiguos como los cerdos de la piara de Epicuro- sirven al mismo propósito: apartar al hombre de Dios. Hay algunos que se apartan por razonamientos diabólicos, pero la mayoría -que suele ser mucho menos intelectual- se aparta por placeres más sensibles que los que puede deparar la soberbia intelectual. Así, el escepticismo, el ateísmo y el agnosticismo son raras plantas; más vulgares y comunes son el relativismo y el hedonismo. En lo que toca al materialismo diremos que, hoy por hoy, sólo los imbéciles se proclaman materialistas (nadie que tenga un mínimo de información sobre los avances de la física puede estar tan seguro de que "todo" sea materia). En definitiva, estas falsas y perniciosas doctrinas tratan de poner en interrogación la religiosidad o tacharla, amputando al hombre en lo que más lo singulariza: el alma inmortal. Dejando al hombre reducido a un cuerpo sin alma, desalmarlo y desarmarlo. Tácticas tan viejas como las de la antigua serpiente del paraíso. Pero el diablo -que sabe más por viejo que por diablo- sabe que para corromper una sociedad, hay que empezar a corromperla por el lenguaje: instrumento de la oración.

A pesar de las señales preocupantes de "descristianización" de la sociedad española, los españoles “secularizados” siguen buscando a Dios. Es por eso prosperan las sectas –eufemísticamente llamadas “nuevos movimientos de espiritualidad” cuando tendrían que denominarse con mayor propiedad lo que son: sectas, todas destructivas. A pesar de todo, el español sigue siendo, pese a quien le pese, un nostálgico de Dios, del Dios de nuestros padres, del Dios Señor de los Ejércitos, del Dios Uno y Trino.

Para la nueva evangelización las parroquias cuentan con sus catequesis. Pero, la auténtica evangelización vendrá cuando la sociedad sea nuevamente devuelta a Dios. No sólo es cuestión de formación cristiana, es cuestión de romper los “respetos humanos” –ese miedo al “qué dirán” que tantas veces nos ha convertido en cómplices de una situación insoportable e intolerable.

Heidegger escribió aquella frase: “El lenguaje es la casa del Ser”. Pues, muy bien, convengamos en que el lenguaje es, a mí me gusta mucho más decirlo así: la “vivienda”, ese estilo de ser, esa manera de estar. Si nuestro lenguaje es un balbuceo o un griterío, a la manera de esos arbolarios que hoy pululan por doquier… Es que vivimos en las zahúrdas de Epicuro. La falta de formación cultural de nuestra juventud la condena a la onomatopeya y, en algunos casos, al rebuzno.

A la hora de cuestionarse la nueva evangelización de España, un requisito creemos que hace falta contemplar. Cristianemos nuestro lenguaje: no huelga decir que ante las blasfemias que se profieren, tenemos el deber de desagraviar a Dios y reparar por tantos sacrilegios y profanidades. Pero, amén de esto, evitemos hablar más de lo necesario, esté presente Dios y su Madre Santísima incluso en nuestras coletillas:

-¡Hasta mañana!

-Hasta mañana, si Dios quiere.

No olvidemos nunca que el hombre propone y Dios dispone. En el cristianísimo Santo Reino de Jaén –por mucho que ahora nos quieran inculcar la mentira de las Tres Culturas, falsificando nuestro ser- siempre se hicieron las cosas, esto es, se empezaban las cosas así: en el “Nombre de Dios”. Por eso, aquel baezano llamado Diego de Nicuesa, explorador y malhadado aventurero en América, al encontrar en Tierra Firme un puerto seguro en que establecerse tras una singladura complicada, pisó tierra y dijo: “Paremos aquí en nombre de Dios y NOMBRE DE DIOS se llame aqueste lugar en adelante”. Aquel lugar había sido denominado por Cristóbal Colón, con anterioridad a Diego de Nicuesa, “Puerto de Bastimentos”, pero –después de ser advertido por algunos que le acompañaban del nombre colombino- dijo Diego de Nicuesa: “No importa, NOMBRE DE DIOS se ha de llamar la población que aquí se funde”. Corría el año 1510, y no paró Diego de Nicuesa en respetarle a Colón el gusto de nombrar aquel lugar así. En adelante, aquella pequeña ciudad portuaria se llamó así, como el baezano Diego de Nicuesa le pusiera. Y así se seguía llamando, incluso cuando ese ávido pirata Francis Drake la tomó.

Recuerdo como si fuera ayer que lo más normal era antes, como sigo haciéndolo a diario, saludar de muy distinta manera a como ahora se estila. En mi pueblo, cuando llegábamos a una casa –y mire usted que yo no soy muy viejo que digamos- decíamos desde la puerta: “¡Aver María Purísima…!”. Desde el interior de la casa era lo común que nos contestarán: “¡Sin pecado concebida!”. ¡Qué formas más cristianas de saludarse entre paisanos!

También es algo muy común, por pocos que seamos los que todavía lo seguimos haciendo, saludar a un conocido por la calle –cuando no es forzoso pararse- de una manera muy particular: “¡Con Dios, Gregorio y la compaña!” (esa “compaña” se añade al popularísimo “Con Dios” en caso de que el conocido vaya en compañía de personas cuyo nombre ignoramos).

En los funerales, es costumbre en mi pueblo que los “dolientes” escogidos para representar a la familia siempre sean número impar. Los hombres, en la puerta mayor de las parroquias, antes de entrar el ataúd a sagrado. Las mujeres, en las bancas primeras del templo. Allí reciben el “pésame” de otros familiares más alejados, de amigos, vecinos y allegados. Siempre es bueno que en esos momentos nos acordemos tanto más del difunto, para encomendar su alma y lo hagamos con las fórmulas tradicionales: "Que en paz descanse", "Que Dios lo tenga en su gloria"; esas frases no son tan solo coletillas de circunstancias, dichas con rigor son jaculatorias. Y jaculatorias tengamos siempre los cristianos en la boca y en la mente, con todo nuestro corazón: "Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío", "María, Madre de Gracia, Madre de Misericordia, defiéndenos del Enemigo y ampáranos ahora y siempre". Esto podemos hacerlo incluso por la calle, sin necesidad de murmurarlo, internamente.

Hay puertas todavía que saludan al visitante con un relieve del Sagrado Corazón de Jesús. Hay todavía hornacinas en las fachadas, con imágenes de bulto o bien de azulejos que representan populares advocaciones de María Santísima. Hay en muchas casas un Cristo Rey entronizado, con el cetro y la bola del mundo. Hay muchos motivos para decir que España no está secularizada del todo, pero la clave de que no triunfe la “raza de víboras” es vivir cristianamente, sin tener miedo de confesar la fe. Pero no se puede vivir cristianamente sin oración, sin hablar en cristiano. Rebuznen, pues, los burros. Recen los cristianos hasta cuando se saludan entre sí. Como siempre fue, como no tiene nunca que dejar de ser.

Creemos en Dios, el Dios de nuestros padres, el Dios de las Victorias que se llama Jesucristo Nuestro Señor que reinará en España, cuando lo hagamos Rey de nuestros corazones.

NOTA: Esta reflexión no sabía si meterla en "Propuestas saludables", pero si el lector considera que estas propuestas lo son, no escatime esfuerzo en llevarlas a la práctica. La regeneración de España será espiritual o no será. Y la única regeneración espiritual que cabe esperar es la que lleve a efecto todos y cada uno de nosotros, rezando y laborando. Como no creo en innovaciones, pues "nada nuevo hay debajo del sol", fue que pensé que las costumbres de nuestros antepasados -cuando España era cristiana- son la que nuevamente tenemos que reactualizar. Lo demás, "pan para hoy y hambre para mañana".



Publicado por Maestro Gelimer

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