El jardín de las delicias
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El jardín de las delicias
(De tuin der lusten)
Información Pintor El Bosco Año Hacia 1480-1490 Estilo artístico Gótico Técnica pictórica Óleo sobre tabla Longitud 220 cm (panel central) Anchura 195 cm (panel central) Localización Museo del Prado
Madrid, España El jardín de las delicias es la obra cumbre del pintor holandés El Bosco. Se trata de un tríptico pintado al óleo de 206 x 386 cm, compuesto por una tabla central y dos laterales (pintadas en sus dos lados) que se pueden cerrar sobre aquella.
Obra de gran simbolismo (que todavía no ha sido completamente descifrado), como El carro de heno y el Juicio Final, el Jardín de las delicias se sustrae a cualquier clasificación iconográfica tradicional. Se considera, no obstante, que la obra obedece a una intención moralizante que habría sido comprensible para la gente de la época; en este sentido, el propio rey Felipe II de España, alguien poco sospechoso de herejía, llegó a adquirir el cuadro como consecuencia de su interés por el mismo.
Considerada como una de las obras más fascinantes, misteriosas y atrayentes de la historia del arte, el cuadro forma parte de los fondos de exposición permanente del Museo del Prado de Madrid.
Historia del tríptico [editar]
Como el resto de las obras de El Bosco, carece de datación unánime entre los especialistas, siendo una de aquellas en la que más enfrentadas están las posiciones, pues mientras unos la consideran juvenil, otros dicen que es obra de madurez. Baldass y otros la sitúan en la época juvenil de El Bosco (1485).[1] Cinotti la sitúa en torno al año 1503. Otras fuentes hablan de hacia 1510.[2] Tolnay y Larsen la sitúan al final de la actividad del Bosco (1514–1515). Los análisis dendrocronológicos hablan de después de 1466. En el catálogo de la exposición sobre el artista celebrada en Róterdam en el año 2001 se señala la fecha entre 1480 y 1490.[1]
A partir de Gibson y hasta la actualidad (Hans Belting, 2002) se ha conjeturado que se realizó para Enrique III de Nassau.[1] Los primeros poseedores de la obra fueron, pues, los miembros de la casa de Nassau, en cuyo palacio de Bruselas pudo ver el cuadro el primer biógrafo de El Bosco, Antonio de Beatis, personaje que viajaba en el séquito del cardenal de Aragón, en el año 1517. Su descripción no deja lugar a dudas de que se encuentra frente al famoso tríptico: «Después hay algunas tablas con diversas bizarrías, donde se imitan mares, cielos, bosques y campos y muchas otras cosas, unos que salen de una concha marina, otros que defecan grullas, hombres y mujeres, blancos y negros en actos y maneras diferentes, pájaros, animales de todas clases y realizados con mucho naturalismo, cosas tan placenteras y fantásticas que en modo alguno se podrían describir a aquellos que no las hayan visto».
Fue heredado por su hijo René de Châlon y después por el sobrino de Enrique, Guillermo de Orange, líder de la rebelión holandesa contra la corona de los Habsburgo. Fue confiscado por el duque de Alba, incluyéndose en el inventario redactado con tal motivo el 20 de enero de 1568. El duque dejó los cuadros a don Fernando, su hijo natural y prior de la orden de San Juan.[1]
Fue comprada por Felipe II en la subasta de los bienes de don Fernando, y enviada al monasterio de El Escorial el 8 de julio de 1593.[1] Se colocó en el dormitorio del rey, donde estuvo hasta su muerte. Es la pintura más famosa de la colección de nueve de Hieronymus Bosch que Felipe II reunió en El Escorial.[3]
Al principio al cuadro se le denomina Una pintura sobre la variedad del mundo. Luego, el Cuadro de las fresas, denominación que se debe al monje del Escorial José de Sigüenza, el primer crítico de la obra. Poleró, que propone en 1912 una catalogación de las obras del Museo del Prado, denomina al tríptico De los deleites carnales. De ahí arranca su denominación actual de Jardín de las delicias o De las delicias terrenales. Fue trasladado al Museo del Prado en el año 1936 para su protección debido a la Guerra civil española. Después de la guerra, por deseo de Franco entró a formar parte de las colecciones del Prado.[1]
Análisis del tríptico [editar]
Tríptico cerrado [editar]
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El tríptico cerrado: La Creación del mundo, óleo sobre tabla, 220 x 195 cm.
El cuadro cerrado en su parte exterior alude al tercer día de la creación del mundo. Se representa un globo terráqueo, con la Tierra dentro de una esfera transparente, símbolo, según Tolnay, de la fragilidad del universo. Solo hay formas vegetales y minerales, no hay animales ni personas. Está pintado en tonos grises, blanco y negro, lo que se corresponde a un mundo sin el Sol ni la Luna aunque también es una forma de conseguir un dramático contraste con el colorido interior, entre un mundo antes del hombre y otro poblado por infinidad de seres (Belting).[1]
Tradicionalmente, la imagen que muestra el tríptico cerrado se ha interpretado como el tercer día de la creación. El número tres era considerado un número completo, perfecto, ya que en sí mismo encierra el principio y el fin. Y aquí al cerrarse, se transforma, en el número uno, en el círculo: de nuevo nos permite vislumbrar la perfección absoluta y, quizá, a la trinidad divina. En la esquina superior izquierda, aparece una pequeña imagen de Dios, con una tiara y la Biblia sobre las rodillas. En la parte superior se puede leer la frase, extraída del salmo 33, IPSE DIXIT ET FACTA S(U)NT / IPSE MAN(N)DAVIT ET CREATA S(U)NT, que significa «Él lo dijo, y todo fue hecho. Él lo mandó, y todo fue creado». Otros interpretan que pudiera representar la Tierra tras el diluvio.
Tríptico abierto [editar]
Al abrirse, el tríptico presenta, en el panel izquierdo, una imagen del paraíso donde se representa el último día de la creación, con Eva y Adán, y en el panel central se representa la locura desatada: la lujuria. En esta tabla central aparece el acto sexual y es donde se descubren todo tipo de placeres carnales, que son la prueba de que el hombre había perdido la gracia. Por último tenemos la tabla de la derecha donde se representa la condena en el infierno; en ella el pintor nos muestra un escenario apoteósico y cruel en el que el ser humano es condenado por su pecado.
La estructura de la obra, en sí, también cuenta con un encuadre simbólico: al abrirse, realmente se cierra simbólicamente, porque en su contenido está el principio y el fin humano. El principio en la primera tabla, que representa el Génesis y el Paraíso, y el fin en la tercera, que representa el Infierno.
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