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Re: Virreinato del Río de la Plata
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Anónimo6 de diciembre de 2012, 14:06
Seguí buscando y encontré otra imagen de la Virgen de Orihuela (me rectifico: es valenciana y no de Levante) más reciente, después de una espantosa "restauración" (modernista, por supuesto) que nos ofrece a Na. Señora con una túnica .... ¡gris!
Ahí va:
http://2.bp.blogspot.com/-S7pHSyMdeB...speranza+2.JPG
Ahí Ud. puede ver que esta imagen barroca tiene sobre su gravidez, un sol dorado con CARA, como el sol argentino, y con un enorme parecido al sol de nuestros primeros años del siglo XIX y que es exactamente el mismo que se utilizó como insignia de grado militar (uno, dos o tres: mayor, tte. coronel, coronel) en los últimos años de ese mismo siglo en el Ejército Argentino. Tengo varios si los quiere ver. Pero los puede encontrar en Internet, inclusive, en venta.
Para terminar; el color de nuestra bandera muchos han querido discutirle su origen mariano, pidiendo que dónde estaban esos colores en las advocaciones "tradicionales", como si todas las Inmaculadas que pintó Murillo no vistieran de azul y blanco, o la representación más popular de Nuestra Señora no fuera de azul celeste y blanco. Santa Catalina Labouré pintó así a la imagen de la Medalla Milagrosa. Centenares de miles de imagenes a lo largo y ancho del mundo atestiguan estos colores, perfectamente coincidentes con nuestra bandera, aún en su versiones más liberales, la del celeste puro. Y con ninguna otra guarda tal semejanza, por cierto.
Un innoble escritor vernáculo se atrevió a llamar al sol de la bandera "sol guerrero" ¡Qué bestia blasfema! Para la guerra se usa de todo (hasta cruces de recompensa al mérito, como hacía notar con desagrado Castellani), pero jamás se ha utilizado un sol. El sol es signo de fuerza, de fortaleza apacible y no guerrera, de fecundidad y de luz, pero no de guerra.
Y ahora, permítame pedirle las imagenes masónicas que tanto han militado en las conclusiones de su artículo.
Suyo affmo. en Xto. y María Inmaculada
L. b-C.Responder Respuestas
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CLAMOR6 de diciembre de 2012, 14:37
De vuelta, estimado señor. Nos conocemos de memoria el versito nacionalista que Ud. vuelve aquí a estampar con sus ribetes particulares. El tema es que hay que probar lo que se afirma y en ningún lado dice Belgrano que se inspiró en la Inmaculada. Lamento decírselo.
Lo último que Ud. afirma sobre el "sol guerrero" es aún más paradójico puesto que San Martín lo usó como condecoración. (Condecoración notablemente parecida a insignias masónicas de sobre conocidas.)
En cuanto a su pedido, las tiene aquí arriba y en los enlaces. Y si necesita más, hay unas cuantas entradas en este bloc de notas que hacen referencia a ello. Específicamente sobre el origen masónico del escudo de Belgrano, le recordamos esta entrada.
"Quae nobis pars in David,
vel quae hereditas in filio Isai?
Vade in tabernacula tua, Israel!
Nunc vide domum tuam, David!"
Suyo en Cristo que es Rey,
Responder
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Anónimo6 de diciembre de 2012, 14:29
Estimado:
Si mi fuerte no fuera la lógica, el suyo no es ciertamente la lectura ...
No he hablado solamente de custodias, que bastaría en todo caso a mi intento para lograrlo; he indicado imagenes del sol de 32 rayos de a 16 intercalados que se han usado en el mundo cristiano no solamente como custodias, sino como clara representación de Cristo N. S., aún mismo con la forma EXACTA que tiene en nuestra enseña patria en imágenes religiosas. Y casi todos estos símbolos, de neto cuño hispano. ¿Casualidad? Dígamelo, si le parece. Pero algunos son MUY anteriores a la fecha que se considera "histórica" para la fundación de la masonería: 1717, cuando Elías Ashmole redactó los primeros estatutos.
Pero no hay pior ciego que el que no quiere ver... el sol.
Enséñeme Ud. imagenes del sol de nuestra bandera en emblemas masónicos y empezaré a pensar que tiene sentido lo que Ud. escribe; por mi parte, le he puesto a Ud. enlaces a imágenes marianas EXACTAMENTE IGUALES a las de nuestra bandera.
Los colores y el sol, son los mismos que figuran en la Orden de la Inmaculada Concepción creada por Carlos III; no por eso los tomó Belgrano, ciertamente; pero sí que por eso los tomó Carlos III.
Si Ud. fuera argentino sabría que durante siglos, el mundo ibérico e incluso el ibero-americano, tomó como causa propia la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción, el cual era representado precisamente por los símbolos que tomó el maltrecho pero agradecido rey Carlos III para festejar la aparición de su descendencia: los colores azul celeste y blanco, y el sol de 32 rayos, todo lo cual figura en su Real Orden.
Repito que de allí no los tomó Belgrano, por que no consta, pero sí consta que los tomó por la misma razón: por católicos y españoles.
¿Sabe qué? Hay que saber más de historia patria, de iconografía religiosa y de dogmas católicos antes de lanzarse a denostar a nuestros padres fundadores. Por cierto, infinitamente superiores en todo a los masonazos que España lucía como magnates por entonces (y por ahora) y ni qué decir que superiores a la malhadada monarquía borbónica. Ni qué hablar, de los "padres fundadores" de países de otras latitudes, Francia inclusa, por cierto más deslucidos que un lustrín de la plaza de Santiago en día de alpargatas.
Por último: el supuesto "hallazgo" del escudo argentino-masónico del embajador Ortiz de Rozas en Francia ha sido razonablemente cuestionado como una falsificación, de modo que no cuadra tenerlo por prueba irrefutable de nada. Como el famoso "plan Maitland" de Terragno; cosas sospechosas antes que verdaderas.
Como veo que su talante se va agriando conforme pasan los argumentos en contra, y que parece carecer Ud. del espíritu jovial y lúdico del gusto por la polémica, suspenderé esta correspondencia para no convertirme para Ud. en motivo de algún pecado grave contra la Justicia o la Caridad.
No que no tenga ganas, créame...
Suyo en el Señor
L. b-C.Responder Respuestas
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CLAMOR6 de diciembre de 2012, 14:48
"Dale, Juana, con la banana."
Ud. no demuestra absolutamente nada. Simplemente porque no consta en ningún lugar que Belgrano se haya inspirado en los colores de la Inmaculada. Por el contrario, por lo que él mismo dice, se inspiró en el escudo (que ahora Ud. tacha de falsificación, ¡cuándo no!).
Su diátriba sobre los "padres fundadores" (¿se me está haciendo yanqui?) es muy poética. Veo que los nacionalistas vernáculos siguen cultivando la arenga cuartelera.
Sus sospechas las tiene que probar. Mientras tanto, las tomamos como buenas.
Haya existido o no el Plan Maitland de Terragno, sí existió la Propuesta para humillar a España, etc.. Haría bien en estudiarla... porque parece que San Martín (o sus mandantes) se la sabían al pie de la letra.
Lo que se va agriando no es mi talante, sino el tono de mis respuestas ante alguien que desde su primer comentario recurre a la descalificación gratuita y el insulto.
Responder
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Anónimo12 de diciembre de 2012, 00:29
Me apena que haya finalizado el debate, porque estaba buscando unos antecedentes para hacer mi aporte.
Belgrano dijo que para hacer la bandera se inspiró "en la escarapela", no en el escudo argentino. Eso dice el oficio a Buenos Aires.
Me parece que la hipótesis de LBC es tan razonable me parece como la contraria, salvo que tiene aportes de imagenes más directas, como las vírgenes.
El escudo descubierto en París por el mebajador argentino no es masónico a primera vista salvo por la afirmación del historiador zurdo que lo dice, pero sin pruebas a la vista que Ortiz de Rozas nunca vió al final. Lo dice el autor del libro y la imagen está, claro, pero eso no significa que todo el royo masónico detrás del escudo sea verdadero sino esta con otras pruebas que el historiador francés no aporta. Ni siquiera se puede probar la antiguedad exacta del dibujo.
El artículo del escudo lo lei hace años en "Todo es Historia" y le escribí a Félix Luna pero nunca me contestó. Cuando lo conocí al embajador de Rozas en una conferencia no me aportó mayores datos.
Yo aporto esto: Diego de Landa, en su "Relación de las cosas del Yucatán", dice que Hernán Cortés llevaba y usaba un pendón azul celeste y blanco para atraer a los indios, por que los "colores de la Inmaculada" los "atraían fuertemente".
El autor tucumano Féliz Montilla Zavalía, cita que Blegrano usaba un guión "con los colores de la Inmaculada Concepción" para animar el enganche de las tropas en la provincia de Tucumán. Esto sucedía en forma muy próxima a la creación de la bandera.
Es una lástima que el comentarista LBC se halla retirado así, porque el debate venía muy interesante y con estos pequeños aportes se habría armado alguna cosa interesante.
Mis saludos
Carlos Antonio DibarResponder Respuestas
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Re: Virreinato del Río de la Plata
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Anónimo22 de febrero de 2013, 23:18
* Actualmente, la provincia argentina de Córdoba tiene en el centro de su bandera provincial un sol EUCARÍSTICO, de 32 rayos, rectos y flamígeros alternados, (aunque sin el rostro), como homenaje a la tarea evangelizadora de los jesuitas en la provincia.
(Y no son los jesuitas los únicos que en la Iglesia usan el sol como emblema. Vean a los escolapios o calasancios... ¡Y a tantos otros!)
* El sol en la bandera argentina lo coloca en 1818 el diputado Luis Chorroarín. Fue el congreso nacional el que dispuso que Chorroarín debía decidir qué colocar en el centro de la bandera. Demás está decir que el diputado era SACERDOTE DE LA SANTA IGLESIA CATÓLICA...
* ¿Acaso no han visto el sol argentino con rostro en iglesias católicas de la península hispana? ¡Ese diseño fue muy usado para representar el SOL EUCARÍSTICO, es decir, a Nuestro Señor Jesucristo!
¿Les cuesta tanto ver en el centro de una Bandera MARIANA un símbolo de Jesucristo?Responder Respuestas
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CLAMOR23 de febrero de 2013, 02:05
Lo del escudo de Córdoba lo desconocemos, ¿puede probar lo que afirma? Por otro lado, ¿de qué fecha es (tenemos entendido que los escudos provinciales son muy posteriores)? Igualmente, deberá reconocer que el sol del escudo cordobés es muy disntinto al nacional.
¿Puede probar que fue Chorroarín el que introdujo el sol en la banderita? ¿puede probar que se inspiró en una custodia eucarística?
Por otro lado, poner como prueba que dicho personaje, unitario y liberal, era de condición clerical no sirve. También Lutero era clérigo, Talleyrand era obispo y Stalin seminarista.
¿Bandera mariana? ¿sol eucaristico? ¿Quién dice? ¿dónde está la prueba? El problema es que no existen pruebas de una Revolución de Mayo católica, una bandera mariana, un sol eucarística,etc. Y existen, por el contrario, muchas pruebas de impiedad, perjurio y sacrilegio.
Responder
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Anónimo25 de febrero de 2013, 23:39
* Dije "bandera" de Córdoba, no escudo. En la fundamentación de la normativa (de 2010) se alude a que el sol corresponde al "sol jesuita".
* Está PROBADO que fue el SACERDOTE CATÓLICO Y JESUITA Chorroarín quien introdujo el sol en la bandera.
::: ARGENTINA HISTÓRICA - la historia argentina :::
(¡Hay muchísimas fuentes al respecto!)
* No dije que se haya inspirado en una custodia. ¡Era católico, sacerdote y encima jesuita! Resulta evidente que la figura de Cristo como Sol estaba presente en su vida. Y cuando tuvo poder para incluir un símbolo en la bandera, eligió el sol. (Si se hubiese tratado de un INDÍGENA PAGANO de nombre Atahualpa Quispe Mamani quien hubiese incluido el sol, seguramente no estaríamos hablando de un sentido eucarístico en su elección.)
* ¿A qué viene lo de Lutero...? No nos vayamos de tema, ¡por favor! Yo estaba hablando de un símbolo en una bandera, no de sus ideas políticas. No dije que era pro-peninsular ni "proto-carlista". Tampoco estoy haciendo una defensa de ninguna persona. Ajustémonos a los hechos y a las personas, simplemente eso.
* Está PROBADO que la bandera argentina tiene inspiración mariana:
"Los colores de nuestra bandera fueron tomados de los colores de María de Luján. Lo confirman muchos testimonios escritos, como por ejemplo los textos del historiador Aníbal A. Rottjer: 'El sargento mayor Carlos Belgrano, que desde 1812 era comandante militar de Luján y presidente de su Cabildo, dijo: “Mi hermano tomó los colores de la bandera del manto de la Inmaculada de Luján de quien era ferviente devoto." Y en este sentido se han pronunciado también sus coetáneos, según lo aseveran afamados historiadores. El mismo autor dice: “Después de implorar el auxilio de la Virgen, y usando como distintivo de reconocimiento los colores de su imagen, por medio de dos cintas anudadas al cuello, una azul y otra banca, y que llaman de la medida de la Virgen, porque cada una de ella medía 40 cm, que era la altura de la imagen de la Virgen de Luján” O también “al fundarse el Consulado en 1794, quiso Belgrano que su patrona fuese la Inmaculada Concepción y que, por esta causa, la bandera de la dicha institución constaba de los colores azul y blanco. Al fundar Belgrano en 1812 el pabellón nacional ¿escogería los colores azul y blanco por otras razones diversas de la que tuvo en 1794? El p. Salvaire no conocía estos detalles y, sin embargo confirma nuestra opinión al afirmar que “con indecible emoción cuentan no pocos ancianos que al dar Belgrano a la gloriosa bandera de su Patria, los colores blanco y azul celeste, había querido, cediendo a los impulsos de su piedad, obsequiar a la Pura y Limpia Concepción de María, de quien era ardiente devoto'”
http://www.lujanargentina.com/turism...jan_imagen.htm
* Eso con respecto a los colores. Si usted quiere ver los colores marianos hermanados CON el SOL CON RAYOS Y ROSTRO, como símbolo de Jesucristo, puede verlos directamente sobre imágenes de la Santísima Virgen, embarazada de Jesús. Aquí tiene una bella imagen de España:
La Virgen María y los colores de la Argentina - Taringa!
* Con respecto a la "impiedad, perjurio y sacrilegio": eso es otro tema. Aquí el tema es un símbolo. Para tocar procesos políticos-sociales complejos (en los que muchas veces "meten mano" personas con ideas diferentes) deberíamos extendernos más..., si queremos ser serios, claro.
Responder
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Anónimo25 de febrero de 2013, 23:52
* En lo "político" podríamos añadir sintéticamente que desde el milagro de Luján en 1630, las tierras del Plata han sido muy marianas, y que quienes encabezaron políticamente los sucesos de mayo de 1810 lo tenían presente. Sabían bien que el pueblo no vería con agrado una ruptura con el Rey ni con la Religión, en pos de un autonomismo con dudosos objetivos. ¡Lo que hicieron los hombres de mayo fue elegir colores que YA ERAN POPULARES!
Quiero creer que uds. tienen presentes:
- las cintas con los colores de María usadas por los defensores de la Hispanidad durante las Invasiones Inglesas,
- los símbolos de la Orden de la Inmaculada de Carlos III...,
- los cuadros con los reyes borbones luciendo orgullosos la banda azul-celeste, blanca, y azul-celeste en sus pechos.
Si han olvidado todo ello y quieren hacer análisis, ya sabemos en qué va a terminar el pretendido análisis...Responder
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Anónimo19 de marzo de 2013, 01:22
soy yo nomas, pero veo similitud del sol de la bandera con el sol de la compania de Jesús (jesuitas) que tiene el dibujo de sol radiante con los 32 rayos 16 ondulados y 16 rectos.-----Responder
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CLAMOR23 de marzo de 2013, 21:37
El sol del escudo de Mons. Bergoglio, ahora adoptado por el Santo Padre, es una "adaptación" del monograma de San Ignacio al Sol de Mayo. El "sol" jesuita es distinto, se puede apreciar en las ruinas de San Ignacio o en otros viejos edificios.Responder
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Anónimo1 de junio de 2013, 23:14
Yo había leido en otro lado que el sol representa a Inti y que tiene 32 rayos, 16 rectos y 16 flamigeros porque el templo del sol en Perú tenía 32 columnas, 16 al este donde nace y 16 al oeste donde se pone... Responder
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Anónimo21 de junio de 2013, 20:09
Yo creo que cada uno ve lo que quiere ver. Esto no son mas que conjeturas basadas en fotos sacadas de internet. Como este otro tipo que asegura que los incas eran indoeuropeos, y que el sol inca era una svastica http://www.swastica.com.ar/sol-incaico.html La Historia, tiene que estar basada en registros serios...no en conjeturas e hipotesis locas sin sustento. Creer en el sol masonico es lo mismo que creer en la svastica. Es la típica teoría del complot incomprobable. Pero como siempre existe la duda con estas cosas tan viejas... entonces la teoría sigue existiendo.Responder
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Anónimo25 de septiembre de 2013, 23:42
¡Qué de vueltas, Mi Dios Bendito! Es tan claro como el agua que:
1. El sol heráldico de la bandera argentina no es ni ha sido nunca un emblema inca.
2. El sol de los jesuitas, pero con el Santo Nombre de Cristo en su centro, es exactamente de la misma morfología que el sol argentino.
3. Consta en forma documental la voluntad del fundador de nuestra bandera nacional de darle los colores del manto de Nuestra Señora.
4. Consta que ya había hecho lo mismo cuando fundara el Consulado de Buenos Aires (tribunal de Comercio) a fines del siglo XVIII, esto es, le había dado los colores azul-celeste y blanco.
5. Consta que fue el presbítero Chorroarín, auténtico fundador de la Biblioteca Nacional -que no sé de dónde habrá sacado el autor del blog que era "liberal y unitario", lo cual es una grosera difamación para un hombre que al final de su días, casi ciego, luchó denodadamente contra las reformas de Rivadavia- quien insertó el sol con cara en el centro de la bandera argentina de Belgrano.
6. No consta de modo fehaciente que la combinación de los colores azul-celeste y blanco, o el sol en su morfología conocida, sean símbolos masónicos. El autor de la nota no ha aportado documentación ni imagenes siquiera, en apoyo de su hipótesis.
7. Consta, por fin, que la devoción por la Inmaculada Concepción en tierras influidas por España y en España misma, era cuestión de vida o muerte. Y que el distintivo de esta devoción eran, precisamente, el sol dorado de 32 rayos y los colores azul-celeste y blanco. Tanto Carlos III como Manuel Belgrano eran notorios sostenedores de esta devoción, y ambos lo consignaron en sus obras: La Orden de Carlos III y la Bandera argentina.Responder Respuestas
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CLAMOR29 de septiembre de 2013, 01:09
Seguimos con las afirmaciones completamente gratuitas. ¿Tan claro como el agua? ¿dónde?
Sobre 1) su origen supuestamente incaico (relea la nota), es justamente lo que negamos, aunque fue el fundamento utilizado en el sol que aparece en la primera "moneda patria", de allí fue a parar al escudo y, finalmente, a la bandera. No ponga palabras en nuestra boca que no hemos dicho. Simplemente negamos esta supuesta filiación.
2) es completa mentira. Hágase una corrida a la Manzana de las Luces y después hablamos.
3) Si, como Ud. dice "consta en forma documental la voluntad del fundador de nuestra bandera nacional de darle los colores del manto de Nuestra Señora", debe probarlo. Seguimos a la espera, pasados varios meses. Lo único que hay es una supuesta afirmación de un hermano de Belgrano. En cualquier caso, lo que negamos es que se basara en el manto de la Virgen de Luján. Lea bien antes de criticar por criticar.
4) El escudo del Consulado es del siglo XIX. Lapsus aparte, nunca dijimos que no. Vuelva a leer bien.
5) Le pedimos pruebas que Ud., pasados varios meses, sigue sin aportar. Lo que gratis se afirma... // Lo de unitario no es una difamación. Díganos cómo llamar a un miembro de la masónica Asamblea del Año XIII.
6) Por eso es una hipótesis, porque "no consta de modo fehaciente" lo del sol. Con respecto a los colores, no hemos dicho nada. A diferencia de Ud., el autor de la nota sí ha aportado documentación e imagenes que Ud. se niega a considerar.
7) No podía, faltar, al fin, la arenga cuartelera. El sol no tiene absolutamente nada que ver con la Inmaculda, no invente. De Carlos III, no lo dudamos. De Belgrano, no lo sabemos fehacientemente; no hizo más de lo que se esperaba de un funcionario virreinal al respecto. Finalmente, para que sigamos viendo cómo inventa el insistente comentador anónimo, Belgrano no tiene absolutamente nada que ver con el sol en la bandera, sino indirectamente por su inclusión en el escudo (el sol venía de la moneda con el lema "en unión y libertad", acuñada en el Alto Perú, como sabría de haber ido al Museo de Numismática, anexo al Banco Central de la República Argentina).
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Anónimo28 de abril de 2014, 04:10
Mi estimado CLAMOR, la inspiración mariana de la bandera argentina, por derivación de l Orden de carlos III, es innegable.Así mismo, el significado del sol es evidente: representa el sol espectante, el Cristo,dios de los Ejércitos. Chorroarín así lo propone, lo que está documentado. Por otro lado este sacerdote había sido maestro de belgrano en el Colegio de San Carlos, quien además estaba al tanto de las actividades del Congreso (en 1818, cuando se agrega el Sol, Belgrano vivía). Por otro lado, el anagrama JHS, rodeado por 32 rayos rectos y flamígeros, alternados, es un emblema muy anterior a la Compañía de jesus y fue creado en 1444 por San Bernardino de Siena, en un diseño idéntico al del Sol de Mayo. Soy hispanista y por ese lado Ud. me simpatiza, amigo CLAMOR, pero a veces lo suyo raya en lo patológico.
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Re: Virreinato del Río de la Plata
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Anónimo22 de febrero de 2013, 23:18
* Actualmente, la provincia argentina de Córdoba tiene en el centro de su bandera provincial un sol EUCARÍSTICO, de 32 rayos, rectos y flamígeros alternados, (aunque sin el rostro), como homenaje a la tarea evangelizadora de los jesuitas en la provincia.
(Y no son los jesuitas los únicos que en la Iglesia usan el sol como emblema. Vean a los escolapios o calasancios... ¡Y a tantos otros!)
* El sol en la bandera argentina lo coloca en 1818 el diputado Luis Chorroarín. Fue el congreso nacional el que dispuso que Chorroarín debía decidir qué colocar en el centro de la bandera. Demás está decir que el diputado era SACERDOTE DE LA SANTA IGLESIA CATÓLICA...
* ¿Acaso no han visto el sol argentino con rostro en iglesias católicas de la península hispana? ¡Ese diseño fue muy usado para representar el SOL EUCARÍSTICO, es decir, a Nuestro Señor Jesucristo!
¿Les cuesta tanto ver en el centro de una Bandera MARIANA un símbolo de Jesucristo?Responder Respuestas
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CLAMOR23 de febrero de 2013, 02:05
Lo del escudo de Córdoba lo desconocemos, ¿puede probar lo que afirma? Por otro lado, ¿de qué fecha es (tenemos entendido que los escudos provinciales son muy posteriores)? Igualmente, deberá reconocer que el sol del escudo cordobés es muy disntinto al nacional.
¿Puede probar que fue Chorroarín el que introdujo el sol en la banderita? ¿puede probar que se inspiró en una custodia eucarística?
Por otro lado, poner como prueba que dicho personaje, unitario y liberal, era de condición clerical no sirve. También Lutero era clérigo, Talleyrand era obispo y Stalin seminarista.
¿Bandera mariana? ¿sol eucaristico? ¿Quién dice? ¿dónde está la prueba? El problema es que no existen pruebas de una Revolución de Mayo católica, una bandera mariana, un sol eucarística,etc. Y existen, por el contrario, muchas pruebas de impiedad, perjurio y sacrilegio.
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Anónimo25 de febrero de 2013, 23:39
* Dije "bandera" de Córdoba, no escudo. En la fundamentación de la normativa (de 2010) se alude a que el sol corresponde al "sol jesuita".
* Está PROBADO que fue el SACERDOTE CATÓLICO Y JESUITA Chorroarín quien introdujo el sol en la bandera.
::: ARGENTINA HISTÓRICA - la historia argentina :::
(¡Hay muchísimas fuentes al respecto!)
* No dije que se haya inspirado en una custodia. ¡Era católico, sacerdote y encima jesuita! Resulta evidente que la figura de Cristo como Sol estaba presente en su vida. Y cuando tuvo poder para incluir un símbolo en la bandera, eligió el sol. (Si se hubiese tratado de un INDÍGENA PAGANO de nombre Atahualpa Quispe Mamani quien hubiese incluido el sol, seguramente no estaríamos hablando de un sentido eucarístico en su elección.)
* ¿A qué viene lo de Lutero...? No nos vayamos de tema, ¡por favor! Yo estaba hablando de un símbolo en una bandera, no de sus ideas políticas. No dije que era pro-peninsular ni "proto-carlista". Tampoco estoy haciendo una defensa de ninguna persona. Ajustémonos a los hechos y a las personas, simplemente eso.
* Está PROBADO que la bandera argentina tiene inspiración mariana:
"Los colores de nuestra bandera fueron tomados de los colores de María de Luján. Lo confirman muchos testimonios escritos, como por ejemplo los textos del historiador Aníbal A. Rottjer: 'El sargento mayor Carlos Belgrano, que desde 1812 era comandante militar de Luján y presidente de su Cabildo, dijo: “Mi hermano tomó los colores de la bandera del manto de la Inmaculada de Luján de quien era ferviente devoto." Y en este sentido se han pronunciado también sus coetáneos, según lo aseveran afamados historiadores. El mismo autor dice: “Después de implorar el auxilio de la Virgen, y usando como distintivo de reconocimiento los colores de su imagen, por medio de dos cintas anudadas al cuello, una azul y otra banca, y que llaman de la medida de la Virgen, porque cada una de ella medía 40 cm, que era la altura de la imagen de la Virgen de Luján” O también “al fundarse el Consulado en 1794, quiso Belgrano que su patrona fuese la Inmaculada Concepción y que, por esta causa, la bandera de la dicha institución constaba de los colores azul y blanco. Al fundar Belgrano en 1812 el pabellón nacional ¿escogería los colores azul y blanco por otras razones diversas de la que tuvo en 1794? El p. Salvaire no conocía estos detalles y, sin embargo confirma nuestra opinión al afirmar que “con indecible emoción cuentan no pocos ancianos que al dar Belgrano a la gloriosa bandera de su Patria, los colores blanco y azul celeste, había querido, cediendo a los impulsos de su piedad, obsequiar a la Pura y Limpia Concepción de María, de quien era ardiente devoto'”
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* Eso con respecto a los colores. Si usted quiere ver los colores marianos hermanados CON el SOL CON RAYOS Y ROSTRO, como símbolo de Jesucristo, puede verlos directamente sobre imágenes de la Santísima Virgen, embarazada de Jesús. Aquí tiene una bella imagen de España:
La Virgen María y los colores de la Argentina - Taringa!
* Con respecto a la "impiedad, perjurio y sacrilegio": eso es otro tema. Aquí el tema es un símbolo. Para tocar procesos políticos-sociales complejos (en los que muchas veces "meten mano" personas con ideas diferentes) deberíamos extendernos más..., si queremos ser serios, claro.
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Anónimo25 de febrero de 2013, 23:52
* En lo "político" podríamos añadir sintéticamente que desde el milagro de Luján en 1630, las tierras del Plata han sido muy marianas, y que quienes encabezaron políticamente los sucesos de mayo de 1810 lo tenían presente. Sabían bien que el pueblo no vería con agrado una ruptura con el Rey ni con la Religión, en pos de un autonomismo con dudosos objetivos. ¡Lo que hicieron los hombres de mayo fue elegir colores que YA ERAN POPULARES!
Quiero creer que uds. tienen presentes:
- las cintas con los colores de María usadas por los defensores de la Hispanidad durante las Invasiones Inglesas,
- los símbolos de la Orden de la Inmaculada de Carlos III...,
- los cuadros con los reyes borbones luciendo orgullosos la banda azul-celeste, blanca, y azul-celeste en sus pechos.
Si han olvidado todo ello y quieren hacer análisis, ya sabemos en qué va a terminar el pretendido análisis...Responder
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Anónimo19 de marzo de 2013, 01:22
soy yo nomas, pero veo similitud del sol de la bandera con el sol de la compania de Jesús (jesuitas) que tiene el dibujo de sol radiante con los 32 rayos 16 ondulados y 16 rectos.-----Responder
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CLAMOR23 de marzo de 2013, 21:37
El sol del escudo de Mons. Bergoglio, ahora adoptado por el Santo Padre, es una "adaptación" del monograma de San Ignacio al Sol de Mayo. El "sol" jesuita es distinto, se puede apreciar en las ruinas de San Ignacio o en otros viejos edificios.Responder
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Anónimo1 de junio de 2013, 23:14
Yo había leido en otro lado que el sol representa a Inti y que tiene 32 rayos, 16 rectos y 16 flamigeros porque el templo del sol en Perú tenía 32 columnas, 16 al este donde nace y 16 al oeste donde se pone... Responder
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Anónimo21 de junio de 2013, 20:09
Yo creo que cada uno ve lo que quiere ver. Esto no son mas que conjeturas basadas en fotos sacadas de internet. Como este otro tipo que asegura que los incas eran indoeuropeos, y que el sol inca era una svastica http://www.swastica.com.ar/sol-incaico.html La Historia, tiene que estar basada en registros serios...no en conjeturas e hipotesis locas sin sustento. Creer en el sol masonico es lo mismo que creer en la svastica. Es la típica teoría del complot incomprobable. Pero como siempre existe la duda con estas cosas tan viejas... entonces la teoría sigue existiendo.Responder
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Anónimo25 de septiembre de 2013, 23:42
¡Qué de vueltas, Mi Dios Bendito! Es tan claro como el agua que:
1. El sol heráldico de la bandera argentina no es ni ha sido nunca un emblema inca.
2. El sol de los jesuitas, pero con el Santo Nombre de Cristo en su centro, es exactamente de la misma morfología que el sol argentino.
3. Consta en forma documental la voluntad del fundador de nuestra bandera nacional de darle los colores del manto de Nuestra Señora.
4. Consta que ya había hecho lo mismo cuando fundara el Consulado de Buenos Aires (tribunal de Comercio) a fines del siglo XVIII, esto es, le había dado los colores azul-celeste y blanco.
5. Consta que fue el presbítero Chorroarín, auténtico fundador de la Biblioteca Nacional -que no sé de dónde habrá sacado el autor del blog que era "liberal y unitario", lo cual es una grosera difamación para un hombre que al final de su días, casi ciego, luchó denodadamente contra las reformas de Rivadavia- quien insertó el sol con cara en el centro de la bandera argentina de Belgrano.
6. No consta de modo fehaciente que la combinación de los colores azul-celeste y blanco, o el sol en su morfología conocida, sean símbolos masónicos. El autor de la nota no ha aportado documentación ni imagenes siquiera, en apoyo de su hipótesis.
7. Consta, por fin, que la devoción por la Inmaculada Concepción en tierras influidas por España y en España misma, era cuestión de vida o muerte. Y que el distintivo de esta devoción eran, precisamente, el sol dorado de 32 rayos y los colores azul-celeste y blanco. Tanto Carlos III como Manuel Belgrano eran notorios sostenedores de esta devoción, y ambos lo consignaron en sus obras: La Orden de Carlos III y la Bandera argentina.Responder Respuestas
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CLAMOR29 de septiembre de 2013, 01:09
Seguimos con las afirmaciones completamente gratuitas. ¿Tan claro como el agua? ¿dónde?
Sobre 1) su origen supuestamente incaico (relea la nota), es justamente lo que negamos, aunque fue el fundamento utilizado en el sol que aparece en la primera "moneda patria", de allí fue a parar al escudo y, finalmente, a la bandera. No ponga palabras en nuestra boca que no hemos dicho. Simplemente negamos esta supuesta filiación.
2) es completa mentira. Hágase una corrida a la Manzana de las Luces y después hablamos.
3) Si, como Ud. dice "consta en forma documental la voluntad del fundador de nuestra bandera nacional de darle los colores del manto de Nuestra Señora", debe probarlo. Seguimos a la espera, pasados varios meses. Lo único que hay es una supuesta afirmación de un hermano de Belgrano. En cualquier caso, lo que negamos es que se basara en el manto de la Virgen de Luján. Lea bien antes de criticar por criticar.
4) El escudo del Consulado es del siglo XIX. Lapsus aparte, nunca dijimos que no. Vuelva a leer bien.
5) Le pedimos pruebas que Ud., pasados varios meses, sigue sin aportar. Lo que gratis se afirma... // Lo de unitario no es una difamación. Díganos cómo llamar a un miembro de la masónica Asamblea del Año XIII.
6) Por eso es una hipótesis, porque "no consta de modo fehaciente" lo del sol. Con respecto a los colores, no hemos dicho nada. A diferencia de Ud., el autor de la nota sí ha aportado documentación e imagenes que Ud. se niega a considerar.
7) No podía, faltar, al fin, la arenga cuartelera. El sol no tiene absolutamente nada que ver con la Inmaculda, no invente. De Carlos III, no lo dudamos. De Belgrano, no lo sabemos fehacientemente; no hizo más de lo que se esperaba de un funcionario virreinal al respecto. Finalmente, para que sigamos viendo cómo inventa el insistente comentador anónimo, Belgrano no tiene absolutamente nada que ver con el sol en la bandera, sino indirectamente por su inclusión en el escudo (el sol venía de la moneda con el lema "en unión y libertad", acuñada en el Alto Perú, como sabría de haber ido al Museo de Numismática, anexo al Banco Central de la República Argentina).
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Anónimo28 de abril de 2014, 04:10
Mi estimado CLAMOR, la inspiración mariana de la bandera argentina, por derivación de l Orden de carlos III, es innegable.Así mismo, el significado del sol es evidente: representa el sol espectante, el Cristo,dios de los Ejércitos. Chorroarín así lo propone, lo que está documentado. Por otro lado este sacerdote había sido maestro de belgrano en el Colegio de San Carlos, quien además estaba al tanto de las actividades del Congreso (en 1818, cuando se agrega el Sol, Belgrano vivía). Por otro lado, el anagrama JHS, rodeado por 32 rayos rectos y flamígeros, alternados, es un emblema muy anterior a la Compañía de jesus y fue creado en 1444 por San Bernardino de Siena, en un diseño idéntico al del Sol de Mayo. Soy hispanista y por ese lado Ud. me simpatiza, amigo CLAMOR, pero a veces lo suyo raya en lo patológico.
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Re: Virreinato del Río de la Plata
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Caballero Carmesí26 de marzo de 2015, 06:39
Mi teoría difiere y a la vez reúne en parte les vuestras. Mi hipótesis es la del " cuadrado del ajedred Templario/ Masónico ".
64 cuadrados que se componen de 32 blancos ( día ) y de 32 negros ( noche, el manto/ velo celeste de Isis. Que para la cristiandad es el manto/ capa de la Magdalena de color azul, en horas diurnas ).
El llamado " Ojo de Ra " compuesto por el "Ojo de Osiris"+ el " Ojo de Horus".
Dicho de otro modo:
Por medio de la " cuadratura del círculo " usando la trigonometría y la geometría universal del Gran Arquitecto. Dividían el Orbe/ el Mundus Terrae/la Tierra en 32 meridianos.
Tras la división primero de:
Al dividir la tierra por la mitad en dos partes ( meridiano de la linea rosa/ rosaline, el meridiano oculto.
Por otra linea en cruz ( lines ecuador si se veía en vista de perfil, en vista supina era otro meridiano. Según la vista del alzado que cogían para medir y trazar. )haciendo la rueda. Y a partir de hay formaban trazando en cruz ( en aspa ) dividiéndolo en 8 partes.
De las 8 trazando en movimiento de las agujas del reloj
Lo dividían en 16 y seguido en 32 partes.
2
4
8
16
32
Formando los 32 meridianos en el círculo.
Al formar la esfera en las dos vistas. Al se dividido por el ecuador se formaban 64 casillas para formar el orbe.
32 arriba y 32 abajo.
Se inclinaba el orbe. A un lado el Sol ( el dia ) y al otro la Luna ( la noche o la oscuridad ).
Argentina esta en el meridiano azul-blanco. Del manto/velo de Isis; es la posición del manto de la Magdalena diurna.
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Anónimo24 de mayo de 2015, 08:09
LOS SOLES QUE ALTERNAN RAYOS RECTOS Y FLAMÍGEROS, NO TIENEN ORIGEN INCA NI MASÓNICO, SINO CATÓLICO.Responder Respuestas
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Re: Virreinato del Río de la Plata
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Anónimo5 de enero de 2016, 05:21
Y con este cuadro MEDIEVAL sobre la Visitación ya se termina toda discusión: La Virgen María aparece exactamente con toda la simbología presente en la Bandera Argentina: Ambos costados en azul-celeste y el centro blanco. Y en su vientre, sobre el fondo blanco, un SOL DORADO CON RAYOS: Jesucristo.
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CLAMOR5 de enero de 2016, 12:41
Lo que Usted debe demostrar es que ésa que Ud. dice es la razón por la cual el sol masónico está en el escudo y la bandera nacional. Cosa que no hace.
Porque no puede.
La hipótesis mía, por lo tanto, es válida.
Lo cierto es que lo que sí sabemos es que el sol (tal cual aparece hoy en el escudo y la bandera argentina) figura por primera vez durante la revolución altoperuana de 1809 y, más tarde, con la llegada del jacobino Castelli (el de las misas negras) a Potosí.
Invente las hipótesis que quiera, pero lo que es es.
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Re: Virreinato del Río de la Plata
Tema que dio origen al debate sobre el Sol de Mayo:
Una hipótesis sobre el sol en el escudo y bandera argentinas
Vimos anteriormente un documento donde queda revelada, ya sin lugar a dudas, simbología masónica del escudo nacional argentino. Sin embargo, la mayor diferencia la encontrábamos en el sol naciente en el timbre del mismo.
En la versión oficial, cuya primera utilización aparece en 1813, es descripto del siguiente modo: “en oro, un sol naciente, con rayos flamígeros y rectos alternados”. Ese mismo año, tras la toma de Potosí, se encarga a la Casa de Moneda la acuñación de una moneda de oro y otra de plata, reemplazando los blasones de Carlos IV y Fernando VII por el sello de la Asamblea General Constituyente, y en el reverso el sol completo. El diseño final constaba de 32 rayos: 16 flamígeros apuntando en sentido horario y 16 rectos colocados alternativamente. Éste es el conocido como “Sol de Mayo”, y nos interesa porque, luego, en 1818, será colocado en el centro de la franja blanca de la bandera argentina —y de la mano de las tropas “patriotas” rioplatenses llegará ser insignia de la provisional del Perú (1822) y la de la República Oriental del Uruguay (1828, simplificado posteriormente)—.
La leyenda que se convirtió en historia oficial dice que la Asamblea del Año XIII encargó al diputado por San Luis, Agustín Donado, la confección de un sello para autenticar los escritos de dicha comisión en reemplazo de las armas reales españolas que se había usado hasta el momento. Existe un contrato entre Donado y el grabador cusqueño, pero radicado en Buenos Aires, Juan de Dios Rivera (padre de uno de los médicos de Rosas). De allí se ha deducido que el “Sol de Mayo” representa al Inti, el dios sol de los incas. Hasta aquí, la leyenda.
Ahora bien. Dicho “Sol de Mayo” no se corresponde con el sol de los incas (como podemos ver en esta fotografía, o en esta otra, o en ésta, o en esta otra versión, o —aún— en esta representación “colonial” del inca Manco Capac). Ni siquiera en las representaciones heráldicas de los Reinos del Perú de los tiempos hispánicos.
Pero de casualidad hemos dado con una posible respuesta: el sol naciente en el timbre del escudo de la colonia británica de Darién, en la actual Panamá (otra versión aquí en un medallón).
Una hipótesis que, de confirmarse, abre inquietantes posibilidades por las posibles conexiones con la masonería de rito escocés, las invasiones inglesas a Buenos Aires, la participación de futuros juntistas rioplatenses en el escape de los británicos capturados y el asesinato de Liniers por mercenarios británicos, el Plan Maitland y la ejecución del mismo a cargo de San Martín, la actividad de Lord Cochrane en el Pacífico sur, el ofrecimiento de la antigua Capitanía de Guatemala a Gran Bretañahecha por Bolívar, el Congreso Anfictiónico de Panamá, las intervenciones estadounidenses en América Central y la construcción del Canal transoceánico.
Debemos remontarnos a 1688. A mediados de ese año, estalla en Inglaterra la llamada “Revolución Gloriosa”, cuando 14.000 mercenarios holandeses y alemanes, contratados por los protestantes británicos y pagados por los financistas judíos de Ámsterdam, invaden y deponen al rey Jacobo II Estuardo. Escocia e Irlanda resisten un tiempo más, y por eso serán duramente castigadas. Pero ya volveremos a estas tierras.
En Londres, los financistas judíos presentan al rey usurpador Guillermo un esquema para poder pagar las deudas contraídas: la creación del Banco de Inglaterra. A cambio de 1.500.000 libras esterlinas, este banco privado adquiría el derecho monopólico a emitir papel moneda y nacía así el sistema capitalista moderno. (Aquí puede leerse un interesante análisis histórico.)
Como dijimos antes, Escocia e Irlanda se mantenían en guerra de resistencia jacobita, mientras quedaba bloqueada frente al monopolio holandés e inglés de los mares del norte. Esto, sumado a la guerra civil y la hambruna provocada por años de malas cosechas, provocó una situación peculiar donde los capitalistas sin escrúpulos pudiesen enriquecerse fácilmente.
En Edimburgo, un moribundo parlamento escocés —con una mayoría de sus miembros excluidos por razones políticas— decidió seguir el ejemplo inglés y creó el Banco de Escocia y su contraparte comercial: la Compañía de Escocia. Dicha compañía tenía como fin buscar mercados y materias primas en las Indias Orientales y en África, siguiendo el ejemplo de las exitosas compañías inglesas.
Pero no avanzó mucho hasta que “compró” el plan de un antiguo financista que había hecho fortuna en Londres y había participado de la creación del Banco de Inglaterra, William Paterson. Éste, tras evaluar la pequeñez y precariedad de la flota mercante escocesa, decidió establecer una colonia en el istmo de Panamá, en la costa del Golfo de Darién, como puente entre Oriente y Occidente.
La riqueza no abundaba en la Escocia de fines del siglo XVII y la Compañía levantó suscripciones en todos los estratos sociales, calculándose que, en su mejor momento, llegó a acumular el equivalente de más del 50% de la riqueza económica del viejo país del norte.
La expedición partió a mediados de 1698 en cinco buques con unas 1200 personas a bordo. A fines de año fundaron Nueva Caledonia e intentaron la agricultura y el comercio sin éxito. Acosados por los españoles de Nueva Granada y Guatemala y los ingleses de América del Norte, que les negaban ayuda, y sin la asistencia de los indios locales, altísima mortandad y un clima sofocante, los poquísimos colonos escoceses presbiterianos sobrevivientes terminaron abandonando la empresa.
Hubo una segunda expedición, igualmente desastrosa, y a fines de 1699, se conoció el rotundo fracaso del proyecto. Paterson huyó a Londres y, eventualmente, sería uno de los principales cabildeantes para la supresión de la independencia de Escocia, la disolución de su parlamento y la “unión” que forjaría Gran Bretaña en 1707.
Muchos de los implicados en lo que se consideró el fraude más grande de la historia de Escocia y el desencadenante del fin de su vida independiente fueron juzgados y encarcelados, algunos, incluso, colgados. Unos cuantos escaparon a Londres, al continente o a América del Norte.
Curiosamente, o no tanto, muchos de los descendientes de estos escoceses embaucadores, en su mayoría masones y presbiterianos, verán sus vidas vinculadas nuevamente a la América española en la primera mitad del siglo XIX.
El más famoso de los descendientes del “Darien scheme” será Gregor MacGregor, el compañero de Miranda y luego general de Bolívar, autoproclamado cacique del “Principado de Poyais y Costa Mosquito” en América Central, que intentó colonizar con inmigrantes escoceses e ingleses que finalmente quedarían a su suerte en la Honduras Británica (hoy Belice). Pero también podemos encontrar a los comerciantes hermanos Robertson de notable actividad en el Río de la Plata revolucionario como ya hemos dicho. O, también, los hermanos Maitland, amigos de San Martín —y tal vez ideólogos del plan del cruce de los Andes para “liberar” a Chile y atacar al Perú por la espalda—. O, Lord MacDuff (amigo de San Martín, gran maestre masón y futuro Earl Fife) y Lord Cochrane (el fundador de la Armada Chilena).
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Detalles del sol naciente en el timbre del escudo de la colonia de Darién
[Fuente: Royal Bank of Scotland y Stack's Bowers Galleries]
C. L. A. M. O. R.: Una hipótesis sobre el sol en el escudo y bandera argentinas
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Re: Virreinato del Río de la Plata
Os 30 povos das Missões - parte III
Há mais de 400 anos, em terras do Brasil, Argentina e Paraguai, Jesuítas e Guaranis construíram uma história sem precedentes, que impressiona a cada nova descoberta. E ainda há muito para se descobrir.
Não há dúvidas, o legado missioneiro está presente na escultura, na arquitetura, nos patrimônios materiais, que saltam aos olhos. Porém, a maior herança está na maneira de ser dos herdeiros desta história, nos elementos básicos da cultura gaúcha, argentina e paraguaia, nos heróis, no imaginário e na fé.
Nos últimos posts conhecemos os povos missioneiros do atual território do Paraguai e Argentina.
Hoje vamos passear pelas Missões Orientais, a leste do rio Uruguai, os "Sete Povos das Missões", as Missões do atual território brasileiro.
São Francisco de Borja (1682)
http://confins.revues.org/docannexe/...1-small580.jpg http://www.rotamissoes.com.br/upload...?ts=1375237710
Fundada em 1682 pelo jesuíta espanhol Padre Francisco Garcia, foi o primeiro dos Sete Povos Missioneiros fundado na segunda fase das Missões. Na liderança de 1.952 pessoas, o padre jesuíta Francisco Garcia atravessou o Rio Uruguai para fundar uma colônia em sua margem esquerda.
Este seria o primeiro de uma série de retornos que trariam de volta ao solo gaúcho os guaranis catequizados pela Companhia de Jesus.
Há poucos resquícios materiais no município de suas origens históricas, porém há um crescente interesse e esforço coletivo em buscar evidências históricas desta redução. O museu Apparício Silva Rillo, renovado recentemente, conta com diversas peças do período missioneiro, entre quadros, estátuas e objetos sacros em madeira e ferro.
Cabe destacar a influência do Jesuíta Giuseppe Brazanelli (Irmão Brazanelli), mestre nas artes, que nos nove anos que passou em São Borja, resultou em muitas obras de destaque.
O município atual chama-se São Borja e é berço de Getúlio Dorneles Vargas e João Belchior Marques Goulart, e por isso é chamada de "Terra dos presidentes".
São Luiz Gonzaga (1687)
A redução de São Luiz Gonzaga foi fundada pelo Padre Miguel Fernandes em 1687, que, vindo da redução de Concepción de Nuestra Señora (hoje Concepción de la Sierra, Argentina), com cerca de três mil índios cristianizados, deu início à nova povoação. Foi terra natal de José Tiaraju, o Sepé Tiaraju.
São Luiz também possui poucos vestígios da antiga Redução de São Luiz Gonzaga, que estava situada no centro da atual cidade, sobre o qual foram construídas as primeiras edificações da nova ocupação. Nas construções em volta da Praça principal ainda se encontram blocos de pedra Itacuru, bases e pilares de pedra arenito, remanescentes do antigo povoado.
A igreja Matriz, construída sobre os vestígios da antiga redução tem características Neo-góticas. Possui 13 imagens do período Missioneiro do século XVIII, declaradas Patrimônio Nacional.
Conta com o Museu Arqueológico de Sao Luiz Gonzaga: O acervo do museu é constituído pelo material arqueológico resgatado durante a pesquisa realizada a partir de 1985, pelo professor Arno Kern. São peças em cerâmica, pedras, ossos, louças, vidros, etc. que permitem compreender parte da experiência jesuítico-guarani, a partir do resgate do modo de vida deste povoado.
São Luiz Gonzaga conta com importante produção cultural, com grandes poetas e músicos, sendo considerada Capital da Música Missioneira.
São Miguel Arcanjo (1687)
Dos antigos sete povos jesuítico-guaranis que ficaram no território gaúcho, São Miguel se destaca por apresentar grande número de estruturas e em melhor estado de conservação. Motivo pelo qual, em 1983, foi declarado Patrimônio Histórico e Cultural da Humanidade pela UNESCO, Organização das Nações Unidas para Educação, Ciências e Cultura.
Os remanescentes nos permitem ter uma ideia da planta da Redução, da dimensão e do grau de sofisticação que atingiu a obra, aqui realizada por padres e índios. Da antiga Redução, ainda são visíveis as fundações do colégio, das oficinas, do cemitério, do cotiguaçú, do tambo e das casas dos índios; bem como a igreja, com estrutura portante em pedra arenito, que era pintada de branco e tinha seus espaços interiores ornamentados com pinturas e esculturas de madeira policromada. Pode-se ver, também, a praça, o pomar e a horta. Dentro do Sítio Arqueológico, se encontra o Museu das Missões, com importante coleção de estatuária missioneira.
A visitação pode ser feita todos os dias das 9h às 12h e das 14h às 18h. À noite, se pode assistir o Espetáculo de Som e Luz. Com duração de 48 minutos, é apresentado todos os dias ao anoitecer em frente à Igreja do Patrimônio Histórico.
Também se pode conhecer a Fonte Missioneira, antiga fonte de abastecimento de água da redução. Foi esculpida em pedra grês. Localizada a um quilômetro ao sul do Sitio Arqueológico.
São Nicolau (1626 - primeiro ciclo - e 1687 - segundo ciclo)
São Nicolau foi fundada pelo padre Roque Gonzales em 1626, nas proximidades do Rio Piratini-mini. Sua população abandonou o local, devido aos ataques Bandeirantes, atravessando o Rio Uruguai.
Considerando a sua primeira data de fundação, em 1626, no primeiro ciclo missioneiro, é considerada a Primeira Querência Gaúcha.
Mais tarde, em 1687, o padre Miguel de Ampuero restabeleceu a povoação nas proximidades do local anterior. Sua população teve cerca de 7.700 habitantes em 1731.
A redução destacou-se por agrupar índios com grandes habilidades artísticas, que produziam pinturas e esculturas em madeira para várias reduções. O Sítio Arqueológico de São Nicolau foi objeto de importantes pesquisas de arqueologia histórica, onde foram evidenciados pisos cerâmicos e fundações dos prédios da antiga redução, que se distribuem sob toda a cidade atual.
É possível visitar também a antiga adega subterrânea dos padres e uma exposição sobre os trabalhos de escavação arqueológica, executados em 1980.
O Museu Municipal (1988) tem uma exposição totalmente voltada para a cultura jesuítico-guarani. A exposição está composta por peças encontradas durante as escavações do IPHAN, em 1979.
São Lourenço Mártir (1690):
A redução de São Lourenço Mártir, o 5º dos Sete Povos das Missões, foi fundada em 1690 pelo Padre Bernardo De La Veja, que veio de Santa Maria Maior, na Argentina, junto de 3512 índios. A população de São Lourenço chegou a 6.400 habitantes. Os primeiros relatos de viajantes do século XIX dizem que possuía uma igreja com cinco altares, todos com ornatos dourados e de grande desenvolvimento artístico. Na igreja havia uma grande imagem de São Lourenço, seu padroeiro, provavelmente a que hoje se encontra no Museu das Missões em São Miguel.
Hoje o Sítio Arqueológico, no município de São Luiz Gonzaga, tem remanescentes da Igreja, do cemitério, do colégio e o espaço da quinta da antiga redução. A entrada para visitação é franca.
O sítio arqueológico fica localizado a 30 Km de São Luiz Gonzaga, pela BR 285. Pode ser visitado todos os dias das 8h às 12h e das 13h30min às 18h.
São João Batista (1697):
A Redução Jesuítica de São João Batista, o 6º dos Sete Povos das Missões, fica no atual município de Entre-Ijuís. O povoado originou-se em função do crescimento da população de São Miguel Arcanjo, a 24km, de onde saíram 2832 índios em 1697, aos cuidados do padre Antônio Sepp.
São João Batista se destacou por ser a primeira fundição de ferro do atual território brasileiro e pelo grande desenvolvimento das habilidades artísticas (arquitetura, produção de variados instrumentos musicais e corais). No povo de São João Batista haviam artistas de todas as profissões, orientados pelo Padre Sepp. Sua presença na região missioneira possibilitou uma rápida evolução das artes em geral e principalmente da música. Foi o local da criação da Harpa Paraguaia.
Hoje pode-se observar restos da estrutura do cemitério, da igreja e do colégio, além de estruturas complementares como olarias, barragem e estradas. Uma exposição com achados arqueológicos e a trilha de interpretação eco-cultural complementam o roteiro de visita.
O Sítio também mantém um monumento em homenagem ao padre Antônio Sepp. A obra feita em pedra é datada de 1959 e se confunde com as ruínas da própria redução, reproduzindo a figura dos pioneiros da siderurgia no país.
Pode ser visitado todos os dias das 9h às 17h.
Santo Ângelo Custódio (1707):
Sua população anteriormente habitara Concepción. Acredita-se que primeiramente a redução foi instalada nas proximidades da forqueta dos rios Ijuí e Ijuizinho. Em 1707, teria sido transferida para o local do atual centro histórico, com 2879 pessoas sob o comando do padre Diogo de Hasse. Obteve grande desenvolvimento econômico e cultural, beirando os 8 mil habitantes no seu apogeu.
O povoado missioneiro de Santo Ângelo Custódio se caracterizava pela semelhança aos demais povoados jesuítico-guarani, tendo, porém diferença em relação à localização da igreja, que tinha sua frente voltada para o sul.
A Catedral Angelopolitana da atual Santo Ângelo-RS foi construída em 1929 e seu estilo lembra o templo da redução de São Miguel Arcanjo. Está localizada no mesmo lugar da antiga igreja da redução de Santo Ângelo Custódio. Há no alto do pórtico imagens esculpidas em pedra grês, representando os santos padroeiros dos Sete Povos das Missões.
O Museu Municipal Dr. José Olavo Machado está localizado no centro histórico da cidade, nas proximidades da Prefeitura Municipal e da Catedral Angelopolitana.
Em 2006, foram feitas escavações arqueológicas em torno da Catedral e na Praça Pinheiro Machado. As escavações demonstraram a existência de inúmeros materiais utilizados no tempo da redução jesuítica. Além disso, foi descoberto parte do piso da redução.
Não deixe de conhecer, ainda, os diversos municípios da Rota Missões, que permitem uma total compreensão da experiência missioneira em terras gaúchas. Os missioneiros te esperam!
http://pousadamissoes.blogspot.com/2014/02/sete-povos-das-missoes.html?m=1
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Re: Virreinato del Río de la Plata
MISSÕES: Um Mergulho na História da Formação da América
Uma das mais emocionantes histórias da humanidade ocorreu nas fronteiras do MERCOSUL. Área hoje formada pelas divisas do Brasil, Argentina, Paraguai e Uruguai. Entre os anos 1609 e 1768 Padres Jesuítas e índios Guaranis construíram um novo caminho para a humanidade.
Inicialmente fundaram sua Província Modelo com cerca de 30 Reduções nas Regiões do Tape (RS), Itatim (MS) e Guairá (PR), as quais foram atacadas pelos bandeirantes na tentativa de levar os índios como escravos, sendo que milhares deles acabaram nas lavouras de São Paulo.
Após vários ataques migraram para a região entre o Rio Uruguai e o Rio Paraná. Em 1639 o Padre Montoya foi a Madri, conseguindo a autorização para o uso de armas de fogo o que levou a única grande vitória guarani frente às tropas paulistas na Batalha de M’bororé em 1641. Deste momento em diante, passou-se mais de 100 anos de tranqüilidade, onde o projeto pôde crescer. Para onde hoje é o Rio Grande do Sul retornaram a partir de 1682.
Este novo modelo fazia com que as ferramentas e os meios de produção, em vez de pertencerem a particulares, eram propriedade coletiva; as classes e o Estado foram abolidos. Os trabalhadores da indústria e da agricultura formaram uma associação livre de trabalhadores que se administrou economicamente. A economia local organizada, segundo um plano, baseou-se numa técnica aperfeiçoada, tanto na indústria como na agricultura. Não houve oposição entre a cidade e o campo, entre a indústria e a agricultura. Os produtores foram repartidos segundo a regra “De cada um, segundo suas capacidades, para cada um, segundo as suas necessidades”. A ciência e as artes foram colocadas em condições suficientemente favoráveis para chegarem a seu pleno florescimento. A personalidade dos guaranis isenta de preocupações da existência cotidiana e da necessidade de comprazer aos poderosos deste mundo, acabaram realmente livres.
O Padre Lugon, em seu livro, disse que foi a mais original das sociedades realizadas. Paul Lafargue, em conjunto com Bernstein, Kautski, Plechanov explica que o projeto constituiu um das experiências mais extraordinárias, que jamais tiveram lugar. Também Charlevoix e Muratori reconheceram-na como um modelo sem precedentes de sociedade cristã. A revista Lês Lettres Edificantes et Curieuses, dirigida pelos jesuítas, comparava os guaranis aos primeiros cristãos e descrevia suas comunidades como a realização ideal do cristianismo. Voltaire afirmou que o projeto Jesuítico-Guarani foi um “triunfo da humanidade”. O Abade Carbonel chamou de “coletivismo espontâneo”. Pablo Hernandez na Organización Social de lãs Doctrinas Guaranies, escreve que o maravilhoso surge a cada passo. O filósofo Rayal escreveu: "Aí se observavam as leis, reinava uma civilidade exata, os costumes eram puros, uma fraternidade feliz unia os corações, todas as artes de necessidade estavam aperfeiçoadas. A abundância era ai universal. Teve a graça das crianças, uma pureza repleta de candura. O mundo novo que estamos procurando realizar não pode menosprezar a lição fornecida."
Dois padres cuidavam da vida religiosa e temporal de mais de dois mil índios em cada redução, naquela fase inicial. Assim que uma tribo aceitava renunciar à vida nômade e se descobria uma localização favorável, era preciso construir, semear, comprar gado. Os padres expunham-se pessoalmente, labutando duro.
Com o deslocamento das reduções e a conseqüente exploração dos ervais, madeiras preciosas e estâncias, ocorreu o desenvolvimento. A localização final ficou estabelecida com oito reduções onde hoje está o Paraguai, 15 na Argentina, nas Províncias de Misiones e Corrientes e finalmente Sete do lado brasileiro, no noroeste do Rio Grande do Sul, onde hoje chamamos de Região das Missões. O número de habitantes chegou a quase 150.000.
Pelas eleições escolhiam seus alcaides, fiscais e outros ministros, e por este exercício adquiriram um sentimento de autonomia nacional e de responsabilidade em face do bem comum. Elegiam-se também chefes de setores “escolhidos entre os mais fervorosos cristãos”. O comércio exterior era também responsabilidade da confederação. As mais belas tradições de ajuda mútua e de amizade reinavam entre as diversas reduções e as diversas regiões. Os guaranis não eram desviados do mal pelo medo de punições, mas atraídos pelo bem em razão do ambiente social, pelo exemplo de todos e pela emulação.
Quanto à agricultura os índios tiveram que abandonar a vida nômade para se fixarem às reduções, as condições do território eram de excelentes terras. O clima era saudável. Canais de irrigação levavam a água aos campos. Cada redução tinha no mínimo oito imensas hortas comunais, os pomares estavam povoados de frutas. Foram concebidas e fabricadas as ferramentas necessárias. Muito rapidamente, as reduções constituíram o conjunto agrícola mais completo e melhor organizado da América. Quanto à pecuária só São Miguel abatia 40 rezes por dia para o consumo dos habitantes. Charlevoix assegura que o mérito do êxito alcançado cabia aos guaranis, como aos missionários da Companhia.
Quanto à introdução da indústria, foi muito mais difícil que a da agricultura. No princípio produziram vestuário, habitação, ferramentas agrícolas e transportes, as forjas e fundições vieram depois e tiveram muito sucesso. Todas as profissões artesanais tinham sido introduzidas e prosperavam. Fabricavam relógios, clarinetes, trompetes e tantos outros como nas melhores fábricas da Europa. A primeira oficina de impressão da Prata foi da República Guarani. Triunfaram em todas as artes. Montesquieu diz que o Estado Guarani foi o único estado industrial daquele período na América do Sul. Fundiram o ferro a partir das rochas encontradas na região e chegaram à siderurgia do aço.
Nas artes o Barroco fez-se pleno, mostravam-se sensíveis e acessíveis, possuíam naturalmente ouvido apurado e um singular gosto pela harmonia, aprenderam a tocar todo o tipo de instrumento, compunham músicas. O Padre Ripário diz que se não tivesse à vista os músicos acreditar-se-ia que as melhores orquestras da Europa estavam de passagem pelas Índias. Quanto à pintura e escultura eram de excelente qualidade.
O abastecimento, a armazenagem de produtos e sua distribuição eram assegurados pelos serviços comunais, sem qualquer intermediário comercial privado. A população obtinha os artigos sem dinheiro, nem qualquer espécie de moeda. Muratori afirmou que “Um dos mais sólidos fundamentos da paz e da união que reinam entre estes índios é a privação completa em que estão de espécies de ouro e prata, assim como em qualquer espécie de moeda”. A profissão de comerciante não existia.
O comércio externo era coordenado por um padre que estava em Buenos Aires , o transporte fazia-se principalmente por via fluvial em barcos à vela ou remo. Uma rede de estradas pavimentadas também fora criada. Os principais artigos exportados pelas reduções eram o mate, o fumo, o algodão, o açúcar, os tecidos de algodão, os bordados, as rendas, os objetos trabalhados em torno, mesas, armários, e baús de madeiras preciosas, esculturas, peles, curtumes e arreios de couro, rosários e escapulários, mel, frutas de todas as espécies, cavalos, mulas, e carneiros, assim como e excedente de diversas indústrias. Todos eram vendidos à Europa, Corrientes, Santa Fé e Vila Rica. Importavam produtos manufaturados e metais. Toda a produção era orientada para a satisfação das necessidades do todo.
Quanto à questão da propriedade o Padre Florentin de Bourges diz: “todo o solo pertencia à comunidade e era indivisível. Os bens são comuns, a ambição e a avareza são vícios desconhecidos, e não se registra entre eles litígios nem processos de divisão... Nada me pareceu mais belo do que a maneira como se provê à subsistência de todos os habitantes do povoado. Os que fazem a colheita são obrigados a transportar todo o cereal para os armazéns públicos, seguidamente funcionários fazem a distribuição pelos chefes de bairro, e estes pelas famílias, dando a cada uma, mais ou menos, segundo seja ela mais ou menos numerosa”.
Padre Cardiel registrou que os Guaranis não têm de seu, vacas, bois, cavalos, ovelhas ou mulas, e somente as galinhas. Tudo era comum entre eles. O Padre Antonio Sepp, quando da demarcação dos lotes na transferência de parte do povo de São Miguel para a nova terra disse que não houve qualquer conflito, pois não havia demarcação de qualquer limite, todavia encontrando indiferença, visto a satisfação com o regime de comunidade integral.
Quanto ao trabalho, em regra os guaranis não trabalhavam mais do que 6 horas diárias. Habitualmente iniciavam suas tarefas às nove horas, depois da missa, e as concluíam durante à tarde. Thomas Morus reconheceu que quando toda a comunidade trabalha este tempo é suficiente para o desenvolvimento da mesma. A comunidade atuava também como elemento de alegria no trabalho. De manhã os grupos desfilavam nas ruas e dirigiam-se para o campo ao som da flauta e do tambor, transportando com grande pompa a imagem de Santo Isidro, patrono dos agricultores. Pela tarde, no regresso, cantavam em coro suas canções de marcha.
Para a avaliação do trabalho, em geral, bastava acompanhar o ritmo médio. Aquele que não quer trabalhar não deve comer, aquele que não pode trabalhar deve comer. Os velhos, viúvas, órfãos, doentes eram mantidos a expensas da comunidade. Em uma carta dirigida ao governador de Buenos Aires, logo após a expulsão dos Padres, o Cabildo de São Luis diz: “Não somos escravos e queremos fazer ver que não gostamos do costume espanhol que quer “cada um por si”, em vez de se ajudarem mutuamente em seus trabalhos cotidianos”.
Adoravam o teatro e a dança, organizando grandes apresentações. O jogo de bola recebia todas as atenções, conforme o Padre Cardiel, os guaranis foram efetivamente os inventores do futebol, as bolas eram de borracha, feitas de resina de madeira. Jogavam com os pés.
A educação recebia uma atenção muito especial, pois dependia a prosperidade da República. Todas as crianças eram obrigadas a ir a escola pelo menos até os 12 anos. A igualdade notava-se pelo vestuário. Homens e mulheres recebiam em princípio, um trajo por ano, as crianças dois. O tecido e o corte eram uniformes para todos. O mesmo princípio de igualdade fazia com que não houvesse pobres entres eles.
A fé cristã implantou-se a custa de suor e sangue dos missionários. O caráter fraternal das instituições guaranis e, na base, do seu regime de propriedade, explica principalmente o fervor religioso e cristão sem par que reinou durante mais de um século e meio. O homem não era forçado a ser egoísta. O seu interesse pessoal coincidia normalmente com o bem da comunidade.
Em 1750 a República Guarani parecia ter atingido o seu mais alto ponto de esplendor. A cédula real de 1743 reconhecia seu lealismo e devoção à Coroa, porém em 13 de janeiro de 1750 ocorre o Tratado de Madri, que trocava os 7 Povos do lado esquerdo do Rio Uruguai pela Colônia de Sacramento, portuguesa, levando à Guerra Guaranítica ocorrida entre os anos 1754 a 1756, onde no dia 7 de fevereiro ocorre a morte do Cacique Sepé Tiaraju e no dia 10 a Batalha de Caiboaté, onde ocorreu a quebra de palavra dos exércitos de Portugal e Espanha, pois ocorreu o empenho de palavra de que a batalha ocorreria apenas 3 dias depois, mas os guaranis foram traídos, com isto ocorreu a morte de 1500 dos principais caciques e líderes índios, rompendo a segurança das Reduções, resultando na tomada pelos exércitos de Portugal e Espanha.
Finalmente em 1767 e 1768, o rei da Espanha Carlos III, assinou os decretos de expulsão dos Jesuítas das terras da América e das Colônias espanholas e finalmente em 1773 ocorre à supressão da Companhia de Jesus. No Paraguai as tropas que substituíram os Jesuítas desonraram-se com atos de violências. O povo guarani descendentes daquele período continua vivo nas aldeias ou formando os pobres do Rio Grande do Sul e América latina.
Hoje se pode ver o que restou deste grande projeto em uma visita ao Patrimônio Histórico Cultural da Humanidade de São Miguel das Missões, único do Sul do Brasil, mas também em outros sete locais missioneiros na parte brasileira. Também andar a cavalo em fazendas ou andar 13 dias pelo Caminho das Missões. Depois, passa-se ao lado argentino e paraguaio, completando a visita turística ao Circuito Internacional das Missões Jesuítico-Guarani da América do Sul, com 7 Patrimônios do Mundo pela Unesco.
Crédito Texto: José Roberto de Oliveira
Pousada das Missões: MISSÕES: Um Mergulho na História da Formação da América
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Re: Virreinato del Río de la Plata
Las misiones jesuíticas guaraníes fueron los pueblos misionales fundados por la Compañía de Jesús entre los guaraníes y pueblos afines, que tenían como fin evangelizar a los indios de las actuales provincias de Misiones y Corrientes, en Argentina, de importantes territorios actualmente en el Paraguay y de las denominadas Misiones Orientales, ubicadas al suroeste del Brasil. Dichas reducciones fueron 30: 15 de ellas ubicadas en actual territorio argentino, 8 en el paraguayo y 7 en Brasil.
Conozca las raíces de la historia Misionera en Brasil!
San Miguel de las Misiones (en portugués São Miguel das Missões) es un municipio brasileño del estado de Río Grande del Sur.
En la ciudad se encuentran las ruinas jesuíticas de "San Miguel Arcángel" (São Miguel Arcanjo), declaradas desde 1984 Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Es una de las varias reducciones que existen en territorio brasileño, argentino y paraguayo, fundadas por los jesuitas durante el siglo XVIII como parte de un plan que tenía el objetivo de catequizar a los indios guaraníes y protegerlos de los comerciantes de esclavos que azotaban la región.
La reducción fue construida entre los años 1735-1745, pero pese a los esfuerzos de los jesuitas, el comercio de esclavos por parte de los imperios Español y Portugués terminaron conquistando la misión. Las actuales ruinas se encuentran protegidas por la Unesco, donde se pueden visitar la antigua iglesia, la cruz misionera, el museo de las misiones, la sacristía, el cementerio, la plaza de la reducción y se ofrece un espectáculo de luz y sonido todas las noches.
Nuestro hotel:
Pousada das Missões / Posada de las Misiones (Hostelling International)
1.600 M2 construidos y 6.000 M2 de área verde
Pax por habitación: 1, 2, 3, 4, 8 y 10 personas
Servicios: Sala de estar con hogar a leña, biblioteca, sala de TV/DVD, cocina libre acceso 24h, Internet, parrilla, desayuno con productos regionales, restauran y cafetería, estacionamiento, WI-FI, pileta y aire acondicionado.
Recreación en la zona: Cabalgadas, paseo por trillas, visita a estancia de turismo rural, visita en la aldea de los indios guaranis, caminatas, paseo por el museo con imágenes esculpidas del periodo Jesuítico-guaraní, visita en la cruz misionera localizada dentro del sitio arqueológico San Miguel Arcanjo y visita en la fuente misionera del periodo barroco jesuítico-guaraní.
Dirección: Sao Nicolau, nº 601 - Sao Miguel das Missoes / RS
Teléfono: (55) 3381-1202, (55) 3381-1030
E-mail: pousada.missoes@terra.com.br
Website: www.pousadatematica.com.br
Facebook: www.facebook.com/PousadaDasMissoes
Twitter: @Pousada_SMiguel
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Re: Virreinato del Río de la Plata
POUSADA DAS MISSÕES
http://2.bp.blogspot.com/-amrWJB8TR5...5C3%25B5es.jpgPousada das MissõesSão Miguel das Missões, Rio Grande do Sul, BrazilA Pousada das Missões (Hostel Missões) é uma pousada temática que permite um verdadeiro mergulho nas raízes do Rio Grande do Sul e da América Latina. Fica a 100m do Sítio Arqueológico de São Miguel das Missões, Patrimônio Histórico e Cultural da Humanidade. Dispomos de cozinha equipada 24horas, churrasqueira, sala de TV com Lareira, piscina e WI-FI. Conheça a história missioneira no aconchego da Pousada das Missões. www.pousadadasmissoes.com.br www.facebook.com/PousadaDasMissoes
Pousada das Missões: Español
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Re: Virreinato del Río de la Plata
Radio Patria Gaucha
Lica Pereira = produtora e Apresentadora do Programa Alma Gaucha
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http://radiopatriagaucha.com.br
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Re: Virreinato del Río de la Plata
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Re: Virreinato del Río de la Plata
Desde la Argentina la frontera más Austral de la Hispanidad dejo sentado que no Comparto la "hipótesis" de Clamor de que nuestra Bandera no lleva los colores de la Inmaculada.
A pesar que de ello hay pruebas más que evidentes, aunque Clamor con una extraña y obstinada obsesión se niegue aceptar.
Los hermanos tres puntos -sin duda- le estarán muy agradecidos, al igual que los laicistas, racionalistas, modernistas, y demás yerbas que piensan y sostienen lo mismo que Clamor, que se empeña apasionadamente en hacerles el "jueguito".
Obviamente que no ocurrirá lo mismo con el General Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano, devotísimo de la Inmaculada, que murió amortajado con el hábito de Santo Domingo, ni claro esta tampoco con la Santísima Virgen María, a quien Clamor le niega y retacea con necia tenacidad ese Honor.
Cosas veredes...
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Re: Virreinato del Río de la Plata
Feliz día a los uruguayos y rioplatenses! Uruguay, un 25 de Agosto, se independiza del Brasil y se reúne con sus hermanos argentinos!! Felicidades!!!
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Re: Virreinato del Río de la Plata
Si pensabas que era celeste y blanca te equivocas: revelan los verdaderos colores de la primera bandera argentina
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¿Celeste y blanca? ¿Azul y blanca?En febrero de 1812, a orillas del río Paraná, el general Manuel Belgrano izó por primera vez la bandera argentina.
El acontecimiento en la que ahora es la ciudad de Rosario fue inmortalizado con un imponente monumento cerca del sitio donde ocurrió la escena.
Y mientras que el lugar de los hechos nunca fue puesto en tela de juicio, los colores del pabellón han sido objeto de debate durante años.
¿La primera bandera de Argentina fue azul y blanca o celeste y blanca ?
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Carlos Della Védova y su equipo realizaron distintos análisis en hebras de la bandera y constataron que el pigmento corresponde al color azul de ultramar.Una investigación llevada a cabo por científicos argentinos y brasileños y publicada en la revista Chemistry Select,logró poner punto final a esta discusión longeva.
El color de la bandera argentina más antigua -cuya procedencia está asegurada- "era azul de ultramar" , afirman investigadores del Centro de Química Inorgánica del CONICET, quienes trabajaron en colaboración con investigadores de la Universidade Federal de Juiz de Fora en Brasil.
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La bandera analizada estaba completamente descolorida por el paso del tiempo.Y, pese a que ésta no fue la primera bandera, fue mandada a confeccionar por un general del ejército argentino (Bernabé Aráoz), muy poco después de haberse reunido con Belgrano, quien diseñó el primer pabellón, dicen los autores del estudio.
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Los que vemos en esta imagen son los colores originales, según determinó la investigación.Es decir, el correlato temporal, sumado a diversas referencias históricas de testimonios de la época, "validan la coloración que nosotros encontramos", le explica a BBC Mundo Carlos Della Védova, a cargo de la investigación.
También, aclara Della Védova, hay razones ideológicas que explican la importancia del color azul.
"Es el color del manto de la virgen, de los dioses egipcios, del cielo, del mar, de la bandera de Francia.... Son varios los motivos para elegir el color azul para la bandera".
Azul de ultramar
Della Védova y su equipo tomaron muestras de la bandera conservada en el Templo de San Francisco, en la provincia de Tucumán, y las sometieron a análisis químicos, fluorescencia de rayos X y electroscopia Raman.
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Los investigadores analizaron muestras de la bandera argentina más antigua que se conserva en un templo en Tucumán.Determinaron que la franja superior e inferior eran de color azul, de un tono que corresponde al pigmento azul de ultramar.
El centro de la bandera era -tal y como es ahora- de color blanco.
El material de la pintura que utilizaron para hacer una inscripción en el centro, de color amarillo, es crocoita, un mineral de cromato de plomo.
Otro hallazgo curioso fue el hecho de que la seda con la que está confeccionada la bandera había sido protegida con un tratamiento especial de sal de estaño para minimizar el daño provocado por el paso del tiempo.
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La investigación del equipo del CONICET en colaboración con la Universidade Federal de Juiz de Fora en Brasil pone fin a una controversia de larga data.No obstante, los años y la acumulación del polvillo generado por la cosecha de la caña de azúcar, típica del noroeste argentino, acabaron decolorando esta reliquia.
Según los investigadores, la bandera habría sido fabricada en Europa y llegó al país por el puerto de Buenos Aires.
¿Bandera nueva?
Aunque la Constitución no especifica las tonalidades de la bandera, el Instituto Argentino de Normalización y Certificación (IRAM) estableció entre 2002 y 2004 las características de las banderas argentinas, incluyendo sus colores.
Los colores oficiales son el cerúleo (azul celeste) para las franjas superior e inferior, blanco para la franja central , el amarillo dorado para el sol, y castaño para los detalles oscuros del sol.
Cada color tiene incluso un número Pantone.
Pero, ¿ p odr ía esta investigación abrir la puerta para un cambio en la banderaa la que estamos acostumbrados?
"Éste es un dato de la realidad. Si nos volvemos a atener al color que se promulgó en 1818, el color en ese momento era azul", dice Della Védova.
"Puede ser (que cambie), pero eso ya se escapa a nuestra humilde intervención", dice el investigador.
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Re: Virreinato del Río de la Plata
Rosismo, Tradicionalismo y Carlismo
Es para nosotros un honor publicar el siguiente trabajo del Dr. Fernando Romero Moreno que amablemente nos envió.
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ROSISMO, TRADICIONALISMO Y CARLISMO
Las interpretaciones acerca de lo que Rosas y su época significaron para la historia argentina y americana son numerosas, algunas de ellas ocasión de legítimas polémicas entre “tradicionalistas” y “nacionalistas”. Otras adolecen, en cambio, de serios errores, aunque tengan el buen propósito de refutar las “mentiras a designio” de la falsificación liberal de nuestra historia. Es lo que sucede con la hermenéutica populista y/o clasista del llamado “revisionismo de izquierda”. Sea lo que fuere de todas estas cuestiones- cuyo análisis ha realizado con erudición y rigor científico el Prof. Antonio Caponnetto en su “Los críticos del revisionismo histórico” – hay un modo de entender el “rosismo” que es de sumo interés para todos aquellos que de un modo u otro simpatizamos con el tradicionalismo hispánico y sobre todo con el carlismo, siendo argentinos. Máxime si se considera que el mismo proviene de uno de los primeros historiadores revisionistas, que intentó darle al nacionalismo fundacional un carácter explícitamente católico y contrarrevolucionario. Nos referimos a Don Alberto Ezcurra Medrano. En un artículo de juventud (“La época de Rosas”), escrito en 1929, (cuando el revisionismo no era todavía “elemento común” de las incipientes corrientes nacionalistas), Ezcurra Medrano realizó una interpretación “tradicionalista” sobre Rosas, cuyos aspectos fundamentales continuó en un trabajo posterior (“El sentido histórico de la época de Rosas”), del año 1940, En ambos casos, se apoyó en ciertos juicios de José Ingenieros acerca del llamado “federalismo apostólico”, pero con una valoración opuesta, como veremos a continuación. Vale la pena citar en primer lugar los textos de Ingenieros, antes de remitirnos a los del propio Ezcurra:
“Los iniciadores de nuestra historia – afirmaba Ingenieros - rara vez tuvieron tiempo y ocasión de remontar sus miradas al mundo europeo, de que las nacionalidades americanas se desprendieron; mirando la pieza sin ver el mosaico, no han podido abarcar en una visión sintética el significado real de la Restauración contrarrevolucionaria, personificada al fin en Juan Manuel de Rosas (…) La época de Rosas, contemplada en el cuadro general de la Restauración, es un episodio de un vasto movimiento internacional (…) Todos los países del mundo que hicieron coro a la Revolución Francesa han tenido su Vandea (sic), grande o pequeña (…) En las regiones rurales y serranas de Europa tenía más hondo arraigo la mentalidad feudal, cuyas características eran precisas: el espíritu localista, la superstición religiosa y un odio a la cultura de las ciudades (…) No sorprende, por consiguiente, que las más terribles insurrecciones contrarrevolucionarias de Francia ocurriesen en la Vandea (…). Los sacerdotes que no aceptaron la nacionalización de la Iglesia – los ‘refractarios’ – se lanzaron a predicar la sublevación contra el Estado, formando los ejércitos de la fe, inmensas partidas de ‘montoneros’ que en 1793 pusieron en jaque al gobierno (…). Por eso se llamaron apostólicos, nombre que predominó en España cuando se desenvolvió allí un proceso político semejante (…) En el virreinato del Río de la Plata se repitieron, estrictamente, esos alzamientos religiosos contra la Revolución, coincidiendo, con ligero retraso, con los de España. El primero ocurrió en el Alto Perú, contra la expedición revolucionaria de Castelli (…) El segundo alzamiento religioso hubo de ser general en todo el país, manejado desde Buenos Aires por el partido apostólico, en momentos de emprender Rivadavia la reforma eclesiástica. En la capital se tradujo por la conspiración Tagle (1822) y por el motín de los apostólicos (1823); tuvo expresiones simultáneas y semejantes en Santa Fe, Córdoba y San Juan, bajo la instigación de sacerdotes nativos que defendían los intereses de la Santa Sede contra los del estado argentino. Pero en ninguna parte la cruzada religiosa alcanzó un éxito comparable al que logró un célebre señor feudal de La Rioja, inspirado por el sacerdote papista Pedro Ignacio de Castro Barros, su cómplice y comprovinciano. Antes de reconstruir los sucesos, recordemos que corresponde al General Paz el mérito de haber denominado Vandea pequeña a la zona en que Quiroga paseó sus estandartes con la divisa ¡Religión o muerte! (…) ¿Qué significaba la restauración para los señores feudales? Simplemente: reasumir cada vecindario la autonomía que creía disminuida por la existencia de un gobierno nacional. En España los señores feudales eran condes u obispos; en América eran Comandantes de campaña como Quiroga e Ibarra, o religiosos de aldea, como Castro Barros (…). El sentido feudal de estos alzamientos (…) aparece más claro comparando el proceso de la Restauración en España y en la Argentina. El mismo partido apostólico que en la península enciende las campañas al grito de ¡religión o muerte!; sostiene los fueros locales contra la unidad nacional” y “rechaza cualquier Constitución que preceptúe idénticos derechos y deberes para españoles de todas las regiones (…). En la evolución ulterior del partido restaurador español, los absolutistas se pliegan a Don Carlos (apoyado por los gobiernos de Austria, Rusia y Prusia), que proclamó abiertamente el doble principio de los fueros localistas y de la intolerancia religiosa; la reina Cristina concentró, en cambio, los elementos liberales y nacionalistas (apoyada por Francia e Inglaterra). La conjunción de sentimientos teológicos- feudales era aquí igualmente explicable; la vieja sociedad colonial, se resistía legítimamente a compartir el liberalismo de la Revolución Argentina (…) Aquí, como en España, se llamó entonces apostólico al partido cuyo programa era combatir las innovaciones políticas y religiosas. El nombre fue de uso corriente, y, sin duda, se introdujo de la península (…) En ese momento los restauradores toman contacto y acaban por fundar una sociedad con dos caras visibles. Los hacendados y comerciantes ricos componen la ‘Sociedad Popular Restauradora’; los matarifes y mulatos, al servicio de los primeros, se agrupan en ‘La Mazorca’ (…) El modelo para la sociedad lo dio España; el mecanismo fue montado por hombres que habían trabajado ya en la península, como agentes de ‘El Angel Exterminador’. El famosísimo Andrés Parra, Ochoteco, Santa Coloma, venidos de ultramar fueron los primeros instrumentos que Doña Encarnación, Anchorena, Medrano, Tagle, pusieron en juego, junto con los capataces de los mataderos y los curas párrocos. Lo ocurrido en Buenos Aires es una copia fiel de lo ya conocido en Madrid”
Ezcurra Medrano citaba, de este libro de Ingenieros otro párrafo elocuente:
“La Restauración fue un proceso internacional contrarrevolucionario, extendido a todos los países cuyas instituciones habían sido subvertidas por la Revolución…La restauración argentina fue un caso particular de este vasto movimiento reaccionario, poniendo en pugna las dos civilizaciones que coexistían dentro de la nacionalidad en formación; su resultado fue el predominio de los intereses coloniales sobre los ideales del núcleo penante que efectuó la Revolución”
Y aclaraba:
“Ingenieros, imbuido de prejuicios liberales, confunde Revolución de Mayo y liberalismo. Así pues, donde dice ‘intereses coloniales’, léase ‘tradición’, y donde dice ‘los ideales del núcleo pensante…’ léase ‘liberalismo’ ”.
A continuación copiamos la glosa que Ezcurra Medrano hizo, desde la Fe y la Tradición, del texto de Ingenieros:
“Rosas fue la encarnación de ese movimiento reaccionario. La tradición argentina era católica y enemiga del exótico liberalismo rivadaviano. Pues bien: Rosas, apenas subido al gobierno, ordenó restablecer comunicaciones con la Silla Apostólica y reconoció en el carácter de Vicario al obispo designado por el delegado del Sumo Pontífice, decretando también que se le guardasen los mismos honores, distinciones y prerrogativas que le acordaban las leyes de Indias. En su segundo gobierno permitió restablecer la Compañía de Jesús, expulsada desde la época de Carlos III, mandándole entregar la Iglesia y el colegio, y autorizándola para desarrollar la enseñanza universitaria. Son numerosos los documentos y leyes que prueban el respeto de Rosas hacia la tradición católica, no siendo suficiente para demostrar lo contrario las cuestiones con los jesuitas y con el Vaticano, cuestiones de orden político y diplomático que no tuvieron por causa la ideología liberal que inspiró a otros gobiernos (…)
La opinión, en ese tiempo, era también republicana. Diez años de complicaciones, diligencias y fracasos ante las cortes europeas (…) terminaron por desprestigiar la idea monárquica, que había contado entre sus adeptos a San Martín, Belgrano, Pueyrredón, Rivadavia, Alvear, Sarratea, Posadas, García, Gómez y la mayor parte de los congresales de Tucumán. Rosas, personalmente, no fue monárquico ni republicano (…) ‘Siempre he creído – dijo – que las formas de gobierno son un asunto relativo, pues monarquía o república pueden ser igualmente excelentes o perniciosas según el estado del país respectivo’. En esto (…) se contentó con respetar la tradición republicana que se iba formando y rechazó las tentativas de los que, como Roxas y Patrón, le propusieron el establecimiento de un régimen hereditario (…).
Finalmente, la tradición argentina era federal. El Federalismo tradicional no tenía nada que ver con el federalismo norteamericano de Dorrego”.
En el artículo de 1940 ampliaría este análisis:
“Perteneciente a una familia rural de rancio abolengo, (Rosas) supo captar como nadie la realidad de la tierra. Se vio rodeado a la vez de la vieja aristocracia española y de todo el pueblo de la ciudad y campaña de Buenos Aires (…) Bajo cualquier aspecto que se examine la obra de Rosas, vemos aparecer en ella el sello tradicional. En el orden espiritual, por ejemplo, la Restauración es netamente católica: la obligación especialmente establecida de conservar, defender y proteger al catolicismo (…), la enseñanza obligatoria de la doctrina cristiana, la censura religiosa de la instrucción (…), la prohibición de libros y pinturas que ofendiesen la religión, la moral y las buenas costumbres (…), la fundación de iglesias, son medidas que caracterizan suficientemente el espíritu católico de la Restauración (…)
En lo referente a la política interna, la época de Rosas no es otra cosa que una larga lucha por la restauración de la autoridad y de la unidad que caracterizaron al Virreinato, y que habían sido desquiciadas por los errores de federales y unitarios. Rosas, respetando (…) el régimen de confederación existente, realizó de facto, con el pueblo y en el sentido tradicional, lo que otros pretendieron realizar de jure, contra el pueblo y en el sentido liberal (…) Y toda esa obra verdaderamente organizadora – mucho más que las constituciones impresas en papel – se iba haciendo sobre la base de la legislación tradicional, sin improvisaciones constitucionalistas ni codificadoras.
Hay, hasta en los detalles, un sabor tan tradicional en esa restauración de la autoridad ‘al modo hispánico’, que Ernesto Quesada ha podido hacer un paralelo exacto entre Rosas y Felipe II. Más aún, hay en ella (…) una acentuada repugnancia por el sufragio universal (…). Rosas que instintivamente desconfiaba de él, quería experimentarlo en cabeza ajena y se hacía informar por su ministro Alvear acerca de cómo funcionaba en los Estados Unidos, donde dejaba ‘muy mucho que desear’, según sus propias palabras (…)
Hay en toda esa época un espíritu tradicional que sorprende hoy (…). Las canciones populares, de neta filiación hispánica, lo reflejaban….el restablecimiento del capilote en la Universidad…. de las corridas de toros…Son pequeños signos de algo muy grande y hermoso, de ese espíritu restaurador, tradicional, hispánico por consiguiente, que animó a Rosas y al grupo selecto de hombres que lo rodearon”
¿Fue sincero este afán restaurador de Rosas? ¿Respondía a su pensamiento íntimo o actuó así por simple cálculo político? Si tenemos en cuenta la lectura de los clásicos que fueron base de su formación política – aunque Rosas no fuera un intelectual - como Platón, Aristóteles, Cicerón, Gaspar de Real de Curban – discípulo de Bossuet -, Burke y Joseph de Maistre, si analizamos su hermenéutica tradicionalista de la Revolución de Mayo o sus opiniones en el exilio acerca de la Revolución Moderna, no caben muchas dudas acerca de la sinceridad de Rosas como de sus hondas afinidades con el tradicionalismo. Hace unos años escribimos un trabajo titulado “Ideas políticas y constitucionales de Don Juan Manuel de Rosas”. Reproducimos, con algunas correcciones, el final de ese escrito que, según nos parece, corrobora lo que decimos acerca de esta relación de semejanza entre rosismo, tradicionalismo y carlismo, y que está en la misma línea de lo que sostenía Don Alberto Ezcurra Medrano:
“En la propia Argentina tuvo que enfrentar Rosas el poder secreto de las logias y el fermento de la Revolución. Lo dijo con toda claridad: “Las logias establecidas en Europa y ramificadas infortunadamente en América, practican teorías desorganizadoras y propendiendo al desenfreno de las pasiones, asestan golpes a la República, a la moral, y consiguientemente a la tranquilidad del Mundo”. Espíritu revolucionario que “ha penetrado infortunadamente hasta en alguna parte del clero”. En la Argentina, “toda la República está plagada de hombres pérfidos pertenecientes a la facción unitaria, o que obran por su influencia y en el sentido de sus infames deseos, y que la empresa que se han propuesto no es sólo de lo que existen entre nosotros, sino de las logias europeas ramificadas en todos los nuevos Estados de este Continente”
Estando Rosas en el exilio, pudo contemplar el espectáculo terrible de las revoluciones liberales, socialistas y nacionalistas (del nacionalismo exagerado y jacobino, no del contrarrevolucionario) que asolaban al Viejo Continente. Su respeto a la Religión Católica, su amor al Orden y a la Tradición, su defensa de la Justicia – en especial con los pobres –, su convicción de que propiedad privada y herencia son instituciones fundamentales de la sociedad, su aborrecimiento de las logias masónicas , del socialismo y del comunismo quedan patentes en las ideas expresadas en diversas oportunidades. Transcribamos algunas como ejemplo de lo que venimos diciendo:
“Se quiere vivir en la clase de licenciosa tiranía a que llaman libertad , invocando los derechos primordiales del hombre, sin hacer caso del derecho de la sociedad a no ser ofendida (…) Si hay algo que necesita de dignidad, decencia y respeto es la libertad, porque la licencia está a un paso”
“Conozco la lucha de los intereses materiales con el pensamiento; de la usurpación con el derecho; del despotismo con la libertad. Y están ya por darse los combates que producirán la anarquía sin término. ¿Dónde está el poder de los gobiernos para hacerse obedecer? Los adelantos y grandes descubrimientos de que estamos tan orgullosos. ¡Dios sabe solamente adonde nos llevarán! ¡Pienso que nos llevan a la anarquía, al lujo, a la pasión de oro, a la corrupción, a la mala fe, al caos!
“La plebe sigue su camino insolente. Pero es que los gravámenes continúan terribles. Los labradores y arrendatarios sin capital siguen trabajando sólo para pagar la renta y las contribuciones. Viven así pidiendo para pagar, pagando para pedir”
“La Internacional …sociedad de guerra y de odio que tiene por base el ateísmo y el comunismo, por objeto la destrucción del capital y el aniquilamiento de los que poseen, por medio de la fuerza brutal del gran número que aplastará a todo cuanto intente resistirle. Tal es el programa que con cínica osadía han propuesto los jefes a sus adeptos, lo han enseñado públicamente en sus Congresos e insertado en sus periódicos. Sus reglas de conducta son la negación de todos los principios sobre que descansa la civilización”.
Carlos Ibarguren sintetizaba del siguiente modo estos pensamientos del Restaurador:
“La expansión de las ideas liberales y de la democracia, la inquietud del proletariado y la propaganda del socialismo; la indisciplina general, las consecuencias económicas de la gran industria mecánica, las luchas civiles en ambas Américas, las guerras europeas, la violenta acción imperialista de las poderosas monarquías, el positivismo y el materialismo que embestían contra la religión y la Iglesia, todo ese gran movimiento político, económico, científico y filosófico que fermentó después de 1850 conmoviendo a la sociedad, provocaba repulsión en el espíritu reaccionario y conservador de Rosas (...) Para conseguir la paz social y la armonía internacional, Rosas no encuentra otro remedio que `reunir un Congreso de representantes de todos los países’” y “el establecimiento de una Liga de las naciones cristianas, del tipo de la Santa Alianza y presidida por el Papa (...) Piensa que para salvar las dificultades que rodean a las monarquías se deben fortalecer los ejércitos” y para “alcanzar el mejor equilibrio social y político en Europa y sostener a la Iglesia” promover “la unión de los reyes alrededor del Sumo Pontífice y la `dictadura temporal del Papa en Roma, con el sostén y el acuerdo de los soberanos cristianos’”. Finalmente y fiel a esta mentalidad tradicionalista, combate la libertad de enseñanza tal como la entendía y la entiende el liberalismo laicista: “Por la enseñanza libre la más noble de las profesiones se convierte en arte de explotación a favor de los charlatanes, de los que profesan ideas falsas subversivas de la moral o del orden público. La enseñanza libre introduce la anarquía en la ideas de los hombres, que se forman en principios opuestos o variados al infinito. Así el amor a la patria se extinguirá, el gobierno constitucional será imposible, porque no encontrará la base sólida de una mayoría suficiente para seguir un sistema en medio de la opinión pública confundida, como los idiomas en la Torre de Babel” Y en una frase que recuerda la profecía de Donoso Cortés en su famoso Discurso sobre la Dictadura (…) decía: “Ahora mismo Francia, España y los Estados Unidos están delineando el porvenir. Las Naciones, o vivirán constantemente agitadas, o tendrán que someterse al despotismo de alguno que quiera y pueda ponerlas en paz”.
Es claro que no dejaba de haber en el pensamiento de Rosas ciertas ambigüedades: invocaciones a la soberanía popular, que por aquel entonces aparecían también en tradicionalistas hispánicos como Aparisi y Guijarro; ambivalencias en torno al librecambismo y al proteccionismo económicos (como en el conservadorismo anglosajón heredero de Burke); expresiones confusas sobre la separación Iglesia – Estado (que consideraba mala por “inoportuna”) o sobre el papel del Concilio en relación al Papa ( que pueden dar pie a una interpretación ortodoxa, pero que suenan extrañas en el lenguaje de aquellos tiempos); cierta visión benévola de la Primera República Española, etc. Pero son ideas sueltas, no necesariamente constantes y que en todo caso desentonan en un cuadro general y firme, de adhesión al Papado, a la Cristiandad, y a la Tradición y que le llevaba a rezar dolorido: “¡Dios nuestro perdonadnos, e iluminad la marcha de los primeros hombres, en las Naciones de la Cristiandad!”
Por eso Don Juan Manuel, Caudillo natural del “federalismo apostólico” pudo afirmar – y esto es de vital importancia en el Bicentenario de la Revolución de Mayo – que la instalación de la Primera Junta se hizo, “no para sublevarnos contra las autoridades legítimamente constituidas, sino para suplir la falta de las que acéfala la Nación, habían caducado de hecho y de derecho. No para rebelarnos contra nuestro soberano, sino para preservarle la posesión de su autoridad, de que había sido despojado por el acto de perfidia. No para romper los vínculos que nos ligaban a los españoles, sino para fortalecerlos más por el amor y la gratitud, poniéndonos en disposición de auxiliarlos con mejor éxito en sus desgracias. No para introducir la anarquía, sino para preservarnos de ella y no ser arrastrados al abismo de males, en que se hallaba sumida España”
Carlismo y rosismo son pues y según podemos entender, dos páginas de una misma historia – una en la Península, otra en América -, de una “guerra contrarrevolucionaria” basada en los mismos principios y valores: la Cristiandad y la Hispanidad. En España bajo el lema “Dios, Patria, Fueros, Rey” y en la Argentina con la divisa de la “Santa Federación”, que suponía la defensa de la Fe católica, de la unidad argentina y americana, de las legítimas autonomías provinciales y de la cultura tradicional hispano- criolla
Fernando Romero Moreno
Bibliografía
Corvalán Lima, Héctor, Rosas y la Formación Constitucional Argentina, Separata de Idearium, Revista de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad de Mendoza, N° 2, Mendoza, 1977
Ezcurra Medrano, Alberto, La Epoca de Rosas, en El Baluarte, 1929
Ezcurra Medrano, Alberto, El sentido histórico de la época de Rosas, en Ofensiva, 12 de octubre de 1940
Ibarguren, Carlos , Juan Manuel de Rosas. Su vida, Su drama, su tiempo, Ediciones Teoría, Biblioteca de Estudios Históricos, Buenos Aires, 1962
Ingenieros, José, Obras completas revisadas y anotadas por Anibal Ponce, Volumen 15, La Evolución de las Ideas argentinas, Libro III, La Restauración
Sampay , Arturo Enrique, Las ideas políticas de Juan Manuel de Rosas, Juarez Editor, Buenos Aires, 1972.
http://carlismoar.blogspot.com/2010/12/rosismo-tradicionalismo-y-carlismo.html?m=1
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Re: Virreinato del Río de la Plata
Gobernadores de Argentina y Brasil pidieron un nuevo puente que una a Misiones con Rio Grande do Sul
AGOSTO 15, 2017 8:52 PM
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Se desarrolló ayer el Segundo Encuentro de Gobernadores de Argentina y Brasil, que brindó marco para que representantes de una docena de jurisdicciones subnacionales consensuaran líneas de acción en materia de integración binacional y prioridades en materia de obras de infraestructura. Se planteó la necesidad de construir nuevos puentes, entre ellos uno que conecte a Misiones con el estado de Rio Grande do Sul. También se resaltó la oportunidad de avanzar en proyectos de generación de energía aprovechando recursos naturales compartidos.
Los Gobernadores de las provincias argentinas de Corrientes, Misiones, Chaco, Mendoza, Tucumán y representantes de Santa Fe, Entre Ríos y Formosa; y de los Estados brasileños de Río Grande Do Sul, Paraná, Mato Grosso, y Goias, firmaron la declaración de Corrientes que impulsa la profundización de la integración bilateral. También estuvo presente el ministro del Interior de la Nación, Rogelio Frigerio y otras autoridades diplomáticas de ambos países.
Según explicó el gobernador, Hugo Passalacqua, el punto principal desde la óptica de Misiones es la construcción de un puente que una a esta jurisdicción con el estado de Rio Grande do Sul, en Brasil. “Nos permitirá no solo llegar más rápido a Camboriú, sino transitar mercancías, hacer vínculos empresariales que den trabajo. No tenemos ningún puente con Rio Grande do Sul y necesitamos uno”, enfatizó.
El mandatario destacó que la integración regional es tema central para Misiones dado que más de 90 por ciento de su frontera la conecta con otros países y solo una pequeña parte la une al resto del país. “Entendemos que el Paraná y el Uruguay son ríos internos de una gran región”, enfatizó Passalacqua.
Para el mandatario misionero “el simple hecho de juntar gobernadores de países hermanos ya es un éxito en sí mismo, más allá del acta que firmemos que será la continuación del acta de Porto Alegre, lo esencial es estrechar vínculos y generar la affectio societatis”, consideró.
El encuentro tuvo como objetivo dar continuidad a la reunión de Gobernadores de los Estados de Brasil y de las Provincias de Argentina en un evento de reflexión y balance de los treinta años del comienzo del proceso de integración entre Argentina y Brasil. Asimismo, la meta fue desarrollar nuevas ideas para la consolidación y la ampliación de los vínculos de cooperación e integración en nivel binacional y de las relaciones entre estados brasileños y provincias argentinas. Para este objetivo, el evento contó con la participación del Comité académico de FIDAB (foro de integración y desarrollo bilateral argentino – brasileño).
La reunión regional fue acompañada por los Ministerios de Relaciones Exteriores de ambos países para garantizar la aplicación del “Plan de acción” acordada por los presidentes de Argentina, Mauricio Macri, y de la República Federativa del Brasil, Michel Temer, el 7 de febrero pasado.
La agenda de actividades previstas en la jornada incluyó disertaciones a cargo de los representantes del Foro de Desarrollo e Integración Bilateral argentino – brasileño, Felix Peña (Argentina) y José Botafogo (Brasil), cuyo desarrollo fue seguido por las autoridades e invitados especiales en el Teatro Juan de Vera, de la capital correntina.
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Re: Virreinato del Río de la Plata
Artigas y la Nación en armas
El eclipse de los grandes revolucionarios latinoamericanos del siglo XIX no pudo ser más patético. Sólo es comparable al silencio posterior que sepultó sus actos. Bastará indicar que Bolívar, habiendo concebido la idea de crear una gran nación, desde México al Cabo de Hornos, concluyó dando su nombre a una provincia y, para condensar más aún el infausto símbolo, murió vencido en su propia aldea.Abandonado por el gobierno de Rivadavia, San Martín renuncia a completar su campaña continental y se retira de la vida pública. Olvidado, muere en Francia treinta años más tarde. En el caso de Artigas, la ironía se vuelve más trágica y refinada aún. Desde hace un siglo, su estatua evoca a un prócer del Uruguay. Había luchado por la Nación y la posteridad le rinde tributo por haber transfigurado la Nación en provincia y la provincia y Nación. Su carrera se despliega en sólo una década, y agoniza en el desierto paraguayo, en la soledad más total, a lo largo de otras tres. Se trata de la víctima más ilustre de una impostura porteña a la que es preciso poner término, pues alude a un hombre clave de nuestra frustración nacional.El derrumbe del imperio español arrojó a la historia mundial a las semidormidas colonias americanas. Por todas partes brotaron los doctores de Chuquisaca, los hijosdalgos iluministas, los tenderos, gauchos, soldados o hacendados que descubrieron una patria inmensa y una época digna de ella. Bolívar abandonó los salones de la Europa galante para empinarse en el Gianícolo y jurar desde la colina romana la libertad del Nuevo Mundo. El primero de los unificadores, Miranda, embriagado por el Himno de los Ejércitos del Rhin, desembarcó en las costas venezolanas para blandir una nueva bandera. San Martín peleó con los franceses en Bailén, y se lanzó en seguida al Océano para defender la revolución que, vencida en España, se afirmaba en América. Moreno leía a Rousseau para concebir luego la estrategia jacobina del “plan de operaciones”. En la Banda Oriental, en fin, aparecía José Gervasio de Artigas, de antigua y linajuda familia, hacendado y oficial de Blandengues, ese cuerpo armado del paisanaje que la guerra de fronteras forjó en la lucha contra el indio.La singularidad de Artigas reside en que fue el único americano que libró en el Río de la Plata casi simultáneamente una lucha incesante contra el Imperio británico, contra el Imperio español, contra el Imperio portugués y contra la oligarquía de Buenos Aires. (1)Esta rara proeza no agota su significado. Obsérvese que es Mariano Moreno el primero que llama la atención en documentos oficiales sobre la valía militar de Artigas, ya reputado en la Banda Oriental desde los tiempos de los españoles. Su base social es la campaña oriental, de donde nace, en la sociedad primitiva de la colonia, una especie de aristocracia del servicio público, según la calificación del historiador inglés John Street, formada por las “familias de los primeros pobladores, cabildantes, estancieros modestos y soldados”. Los estancieros apoyaron inicialmente a Artigas, dice Real de Azúa, para “resistir a los pesados tributos exigidos por Montevideo para la lucha contra la Junta de Buenos Aires; evadir la nueva ordenación de los campos y la revalidación de los títulos que las autoridades españolas pretendían imponer”. (2)Su más ancha base, que se hundía en las profundidades del pueblo oriental, estaba constituida por los gauchos, peones, indios mansos y el mundo social agrario que la acción de los Blandengues de Artigas había defendido de las depredaciones de los bandidos, “vagos, ladrones, contrabandistas e indios Charrúas y Minuanes que infestaban la campaña oriental”, según diría el Diputado por Montevideo a las Cortes de Cádiz, exaltando la figura de Artigas en España. Pero su marco histórico es el movimiento de nacionalidades típico del siglo. Artigas pertenece a la generación revolucionaria de San Martín y Bolívar.La desarticulación del Imperio español libró a sus solas fuerzas a las provincias ultramarinas. Sus jefes más lúcidos se propusieron conservar la unidad en la independencia, asumiendo la idea nacional que los liberales levantaban sin éxito en la España invadida. Los americanos reaccionarios combatieron junto a los godos contra nosotros, y con nosotros usaron las armas los españoles revolucionarios que vivían en América. Tal fue el dilema. A diferencia de San Martín, que se asignó la misión de extender la llama revolucionaria a través de los Andes y sólo le cupo luchar contra los realistas, lo mismo que Bolívar y Moreno, Artigas se erigió en caudillo de la defensa nacional en el Plata y al mismo tiempo en arquitecto de la unidad federal de las provincias del Sur. Defendió la frontera exterior, mientras luchaba para impedir la creación de fronteras interiores. Fue, en tal carácter, uno de los primeros americanos y, sin disputa, el más grande caudillo argentino.En este hecho reside todo el secreto de su grandeza y la explicación de su “entierro histórico” según las palabras de Mitre. Cuando Buenos Aires sustituye a España en la hegemonía sobre el resto de las provincias, todas ellas se levantan contra Buenos Aires. Pero de todos los caudillos es Artigas el que más hondo y lejos ve el conjunto de los problemas históricos en juego. Escribir su historia sería en cierto modo reescribir la historia argentina y, por ende, reescribir este libro, pues también nosotros hemos pagado tributo a la falsía de nuestro origen y también nosotros, víctimas solidarias de la balcanización, hemos “balcanizado” a Artigas, amputándolo de nuestra existencia histórica para confinarlo a la Banda Oriental.Entre Mitre y López, las dos figuras mayores de la historia oficial, han hecho del Artigas histórico lo mismo que la burguesía porteña logró hacer con el Artigas vivo. Escribe Mitre:“El caudillaje de Artigas, o sea, el “artiguismo” localizado en la banda oriental, y dominando por la violencia o por afinidades los territorios limítrofes, obtuvo por la primera vez carta de ciudadanía, y se le reconoció el derecho de resistencia. El artiguismo oriental, dueño de Entre Ríos y Corrientes, sintió dilatarse su esfera de acción disolvente, aspiró por la primera vez a dominar los destinos nacionales, con sus medios y sus propósitos. Divorciado de la comunidad argentina sin principios vitales que inocularle, sin más bandera que el personalismo, ni más programa que una confederación de mandones, en que la fuerza era la base, empezó a chocarse con los régulos argentinos de la orilla occidental del Uruguay…”.Las veloces lecturas romanas de Mitre no le dejaron una idea bien clara de quién era Régulo, pero la superficial condenación de los caudillos ha hecho escuela.El mismo Mitre no puede menos que admitir la influencia real de Artigas en las Provincias Unidas:“A Santa Fe siguió Córdoba, que se declaró independiente; arrió la bandera nacional, que quemó en la plaza pública, enarbolando la de Artigas, se incorporó a la Liga Federal, poniéndose bajo la protección del caudillo oriental, y se adhirió a la convocatoria del Congreso de Paysandú, promovido, sin programa político y con objetos puramente bárbaros y personales. De aquí la primera resistencia de Córdoba a concurrir al Congreso de Tucumán”, (3)El programa revolucionario del artiguismoComo primera aproximación, bastará que en esta edición indiquemos lo esencial del artiguismo. Los argentinos ignoran que entre 1810 y 1820 el artiguismo era el poder político dominante en gran parte de nuestro actual territorio. Aclamado por los pueblos reunidos en la Liga Federal como “Protector de los Pueblos Libres”, Artigas ejercía su influencia en las provincias de la Banda Oriental, Misiones, Corrientes, Entre Ríos, Córdoba y Santa Fe. El gobierno directorial de Buenos Aires sólo alanzaba a dominar la provincia Metrópoli y un puñado de provincias, donde ya empezaba a fermentar, por lo demás, la idea federal. ¿Qué significaba eso? Pura y simplemente que el federalismo expresó la reacción general de los pueblos del interior ante las despóticas tentativas de Buenos Aires por subyugarlos a su política exclusivista. Pero el magno peligro para los intereses de la burguesía porteña y montevideana consistía en el artiguismo, que aspiraba a organizar la Nación con la garantía de plenos derechos para cada una de las provincias que concurrieran a formarla. El riesgo de una poderosa Confederación sudamericana que sucediese al Virreinato en las fronteras históricas, era demasiado considerable para la política británica.He aquí la concepción del “uruguayo” Artigas: Convención de la Provincia Oriental, firmada por Rondeau y Artigas, 19 de abril de 1813, texto de sus dos primeros artículos.Artículo 1º – La Provincia Oriental entra en el Rol de las demás Provincias Unidas. Ella es una parte integrante del Estado denominado Provincias Unidas del Río de la Plata… Artículo 2º – La Provincia Oriental es compuesta de Pueblos Libres, y quiere se la deje gozar de su libertad; pero queda desde ahora sujeta a la Constitución que organice la Soberana Representación General del Estado, y a sus disposiciones consiguientes teniendo por base inmutable la libertad civil.Año 1813. Proyecto de Constitución artiguista.Artículo 1º – El título de esta confederación será: Provincias Unidas de la América del Sud. Artículo 2º – Cada provincia retiene su soberanía, libertad o independencia y todo poder, jurisdicción y derecho que no es delegado expresamente por esta confederación a las Provincias Unidas juntas en Congreso. (4)Si ese era el programa expreso de Artigas, el de Gran Bretaña consistía justamente en el esquema inverso (5). No podía admitir que un solo Estado controlara la boca del río. Se imponía separar al puerto y campaña de Montevideo para dejar a las provincias libradas al monopolio del puerto bonaerense.“Río de Janeiro era entonces el baluarte portugués de la política inglesa; y así se produce la invasión portuguesa planeada por el general Beresford, el mismo actor de las invasiones inglesas al Río de la Plata en 1806. Se debía consolidar a Buenos Aires segregando rápidamente al Uruguay. Con esta separación las Provincias Unidas estaban inexorablemente condenadas al puerto único de Buenos Aires”, escribe Alberto Methol Ferré. (6)Los portugueses invaden la Banda Oriental, ocupan la provincia y derrotan a Artigas por completo en Tacuarembó el 22 de enero de 1820.Buenos Aires había firmado en 1818 un convenio con Portugal, cuya cláusula 5ª decía: “Libertad recíproca de comercio y navegación entre ambas partes con exclusión de los ríos interiores, salvo el caso de que los portugueses penetrasen a ellas en persecución de Artigas y sus partidarios”.He aquí la opinión que merecía al Brigadier Pablo Ferré la lucha de Artigas:“Mientras las provincias estuvieron sujetas a Buenos Aires, no había imprenta en ellas. De aquí es que han quedado sepultado en el olvido el Gral. Artigas y la independencia de la Banda Oriental, sus quejas por la persecución que sufría por este patriotismo; las intrigas del gobierno de Buenos Aires para perderlo, hasta el grado de cooperar para que el portugués se hiciera dueño de aquella provincia antes que reconocer su independencia; como entonces sólo hablaba Buenos Aires aparece Artigas en sus impresos como el mayor salteador (Así aparecen todos los que se han opuesto a las miras ambiciosas del gobierno de Buenos Aires). Si alguna vez se llegan a publicar en la historia los documentos que aún están ocultos, se verá que el origen de la guerra en la Banda Oriental, la ocupación de ella por el portugués, de que resultó que la República perdiera esa parte tan preciosa de su territorio, todo ello tiene su principio en Buenos Aires, y que Artigas no hizo otra cosa que reclamar primeramente la independencia de su patria y después sostenerla con las armas, instando en proclamas el sistema de federación y entonces, tal vez resulte Artigas el primer patriota argentino”. (7)Tacuarembó asesta un golpe decisivo al potencial bélico de Artigas en la Banda Oriental. Se tendrá presente que las tropas portuguesas que invaden la Banda, se componían de unos 15.000 veteranos, perfectamente armados y fogueados en la guerra contra Bonaparte. Artigas, por su parte, sólo contaba con una provincia que en esa época apenas tenía una población total de unos cuarenta mil habitantes en la campaña y unos veinte mil en la ciudad de Montevideo, que por supuesto le era hostil. Tan sólo, unos ocho mil hombres componen su tropa principal, armada de bayoneta y sables de latón e impedida de practicar la guerra de montonera, a la manera de Güemes en Salta, por las particularidades de la topografía oriental. Por lo demás, ya en 1820 la clase de estancieros y en general todo el “patriciado” lo había abandonado, por la proyección revolucionaria de su política agraria (8): si la burguesía comercial de Montevideo lo rechazó siempre con todas las fuerzas, en virtud de su política industrial proteccionista (9), los estancieros no tenían más remedio que aborrecer al caudillo que elevaba su política por encima de la patria chica y que en el caos de la guerra civil y la invasión extranjera ponía todos los recursos de la provincia en juego (10). Esto se verá muy claramente cuando, después del desastre militar de Tacuarembó, numerosos estancieros y comandantes de campaña, hasta entonces partidarios de Artigas, capitulen ante Lecor y acepten la dominación portuguesa de la Provincia Cisplatina, como lo había hecho ya la burguesía montevideana, que recibió al jefe portugués bajo palio y lluvia de flores. En un oficio que jefes y oficiales de Canelones dirigen al general Lecor, poniéndose a sus órdenes, se lee una alusión al reparto de tierras iniciado por Artigas: “Bajo el sistema adoptado por Don José Artigas, no se tendía sino a destruir la propiedad de la provincia…”Con respecto a la política agraria de Artigas, Methol Ferré dice lo siguiente: “No hay duda que la reforma agraria artiguista tuvo enormes proyecciones y puedo apuntar que aún en 1884 a P. Bustamante le sorprendía la osadía de quienes reclamaban derechos invocando “donaciones” de Artigas. Y de muestra final basta indicar que todavía hoy el Banco Hipotecario del Uruguay no considera válidas las salidas fiscales originadas en mercedes de tierras del gobierno de Artigas, y sí acepta, por ejemplo, las provenientes del ocupante portugués Barón de la Laguna”. (11)Sólo en los cronistas, memorialistas y olvidados historiadores de provincias, custodios de la patria vieja, se encuentran hoy recogidos los testimonios fidedignos del pasado. Uno de ellos es el salteño Bernardo Frías, historiador del Norte argentino y de Güemes. Su obra fundamental consta de 8 tomos. Comenzó a publicarse en 1902. Pero sólo llegaron a editarse en 60 años los cinco primeros tomos, todos agotados. Los restantes permanecen inéditos. Escribe el doctor Frías:“Era de este modo Artigas el único gobernante argentino que acudía en defensa de la integridad nacional, y como este deber obligaba en primer término al gobierno de la Nación antes que a un jefe de provincia, y el gobierno de la Nación se mantenía como extraño, sin tomar parte en la defensa común, comenzaron a alarmarse los pueblos, sospechando que el gobierno de Pueyrredón iba de acuerdo con el Brasil. Con esta sola actitud pasiva que asumía el gobierno, quedaba descubierto el crimen de marchar de acuerdo y aliado con el extranjero para aniquilar a un gobernador de provincia. Artigas, que lo comprendió antes que ninguno, se volvió al director para decirle: Confiese Vuecelencia que sólo por realizar sus intrigas puede representar ante el público el papel ridículo de un neutral. El Supremo Director de Buenos Aires no puede ¡no debe serlo! Pero sea Vuecelencia un neutral, un indiferente o un enemigo, tema justamente la indignación ocasionada por sus desvíos, tema con justicia el desenfreno de unos pueblos que sacrificados por el amor de la libertad, nada les acobarda tanto como perderla”.El doctor Frías, en su notable obra, expone detalladamente la infamia porteña. En lugar de ayudar a Artigas contra los portugueses, toleraba la codicia de los comerciantes de Buenos Aires, que aprovisionaban Montevideo contra los intereses de la Nación. Frías llama a Pueyrredón el “Iscariote argentino”.Referencias(1) Emilio Ravignani – Historia Constitucional de la República Argentina. Buenos Aires (1926).
(2) El Patriciado Uruguayo, p. 18, por Carlos Real de Azúa, Montevideo (1961).
(3) Historia de Belgrano y de la independencia argentina, p.383, Ed. Anaconda, Buenos Aires (1950).
(4 )Reyes Abadie y otros – El ciclo artiguista. Tomo I, página 197.
(5 )De Artigas a Felipe Gaire: “Mi muy estimado pariente: Las circunstancias hoy en día no están buenas. Los porteños en todo nos han fallado; no tratan más que de arruinar nuestro país; de este modo será de Portugal o del inglés; ellos están muy lejos de la libertad; yo hoy en día me veo en grandes aprietos porque todo el mundo viene contra mí. Los amigos me han faltado en el mejor tiempo, yo he de sostener la libertad e independencia de mi persona hasta morir. Cuartel General, 13 de setiembre de 1814. José Artigas”.
(6) Alberto Methol Ferré – Artigas o la esfinge criolla. “Marcha”, Montevideo, mayo de 1961.
(7) Alberto Methol Ferré – Memorias. Páginas 70 y 71.
(8) En el Reglamento Provisorio de la Provincia Oriental para el fomento de su campaña y seguridad de sus hacendados, dado a conocer desde el Cuartel General, el 10 de setiembre de 1815, se lee en el artículo: “Por ahora el Sr. Alcalde Provincial y demás subalternos se dedicarán a fomentar con brazos útiles la población de la campaña. Para ello revisará cada uno, en sus respectivas jurisdicciones, los terrenos disponibles; y los sujetos dignos de esta gracia, con prevención, que los más infelices serán los más privilegiados. En consecuencia, los negros libres, los zambos de esta clase, los indios y los criollos pobres, todos podrán ser agraciados con suerte de estancia, si con sus trabajo y hombría de bien propenden a la felicidad y a la de la Provincia”. En el artículo 12º se estipulaba: “Los terrenos repartibles son todos aquellos de emigrados, malos europeos y peores americanos que hasta la fecha no se hallan indultados por el jefe de la Provincia para poseer sus antiguas propiedades”. Y, por fin en el artículo 19º se dice lo siguiente: “Los agraciados, ni podrán enajenar, ni vender estas suertes de estancia, ni contraer sobre ellos débito alguno, bajo la pena de nulidad hasta el arreglo formal de la Provincia, en que ella deliberará lo conveniente”. Tomo II, p.446 y ss.
(9) Según el Reglamento Provisional de derechos aduaneros para las provincias Confederadas de la Banda Oriental del Paraná, Cuartel General, 9 de setiembre de 1815, V. “El ciclo artiguista”, Tomo II, página 389, los derechos de importación estaban graduados para estimular la industria nacional, con tasas de un 40% para la introducción de ropas hechas y calzados; caldos y aceites, un 30% y un aforo de un 25% para todo efecto de ultramar, salvo el azogue, las máquinas, los instrumentos de ciencia y arte, libros e imprentas, pólvora y azufre y armamentos de guerra, lo mismo que oro en todas sus formas. Todos los frutos procedentes de América tenían solamente un derecho de un 4% de introducción. Para la exportación hacia el interior, estaban los productos libres de derechos. Artigas decía al gobernador de Corrientes a este respecto el 10 de setiembre de 1815: “Con este motivo mandé a ese gobierno un reglamento provisorio con los derechos correspondientes a formar el equilibrio comercial con las demás provincias y asegurar un resultado favorable con las demás”, p. 391.
(10) Además, en las Instrucciones orientales para los diputados de 1813 se lee: “17º – Que todos los dichos derechos impuestos y sisas que se impongan a las introducciones extranjeras serán iguales en todas las Provincias unidas, debiendo ser recargadas todas aquellas que perjudiquen nuestras artes o fábricas, a fin de dar fomento a la industria de nuestro territorio”, ob. Cit., p.371.
(11) Art. cit.FuenteEfemérides – Patricios de Vuelta de Obligado.
Portal www.revisionistas.com.ar
Ramos, Jorge Abelardo – Revolución y Contrarrevolución en la Argentina, Las Masas y las Lanzas (1810-1862), 2ª edición, Buenos Aires (2006).
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Re: Virreinato del Río de la Plata
27 de Agosto de 1828. Argentina pierde una provincia.
http://hispanismo.org/attachment.php...tid=8592&stc=1
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Re: Virreinato del Río de la Plata
Carlismo, ¿argentino?
Nos dicen: “¿Qué tiene que ver el Carlismo con la Argentina?” “¿No es acaso una doctrina política española?” Y nos llegan otras preguntas en el mismo tenor.
Hay varias respuestas. Ensayaremos algunas. La vinculación de la Argentina con el Carlismo se da en varios niveles.
En primer lugar está el hecho histórico de la inmigración de veteranos de las Guerras Carlistas a la Argentina.
Generalmente se ha vinculado el Carlismo a la inmigración vasca temprana, la que se dio en tiempos de Rosas, de vascos pastores que entraron por Montevideo, de ahí a la campaña uruguaya, cruzaron el río Uruguay y se establecieron en Entre Ríos, sur de Santa Fe y Provincia de Buenos Aires. Muchos de ellos volvieron a empuñar las armas, identificándose con las causas de Oribe y Rosas en un primer momento, luego con Urquiza y aún con López Jordán. Fueron importantes ganaderos –primero de ovejas, luego de vacunos—y algunos de sus descendientes se mezclaron con las familias tradicionales del país, conservando en muchos casos los vínculos con su cultura.
Pero no sólo hubo vascos entre los carlistas inmigrantes, sino también un importante grupo de catalanes –familias como Bargalló o Tristany que también se integraron a la sociedad porteña. Y grupos de españoles “en general”, simpatizantes de la causa, como los fundadores de la Sociedad Española “La Marina”, creadora del tradicional club de remo del Tigre: “Club de Regatas La Marina” –cuyos colores gules y plata (rojo y blanco) son un recuerdo del carlismo de sus fundadores.
Tal fue la presencia del Carlismo en estas tierras que, como ha documentado el historiador y genealogista Bernardo Lozier Almazán (“Presencia carlista en Buenos Aires”), sostuvieron un diario –“El Legitimista Español”, una Comisión Central de Propaganda Carlista de América del Sud con sede en Buenos Aires e, incluso, una Juventud Carlista de Buenos Aires –que no sólo agrupaba a descendientes de inmigrantes carlistas, sino a muchos simpatizantes, incluso de origen italiano. Con el paso del tiempo, muchas familias olvidaron su origen, pero unas pocas sí conservaron el recuerdo de la lucha de sus antepasados con orgullo.
Pero hay una causa más profunda que nos permite hablar de la posibilidad del Carlismo en la Argentina. Una causa que no es nostalgia de “aquellos buenos tiempos”. Una causa más profunda.
El gran franciscano porteño del 1820, Francisco de Paula Castañeda, repetía eso de que “por Castilla somos gente” y así le recordaba a los jacobinos que nos gobernaban en ese momento e intentaban imponernos doctrinas foráneas, castillos en el aire pergeñados en tenidas y clubes de pensamiento europeos; les recordaba que la Argentina es una rama del gran tronco que es la Hispanidad, las Españas. Y siendo el Carlismo la concreción en el tiempo de las tradiciones hispánicas, el Carlismo no sólo atañe la actual nación-estado hoy llamada España, sino a ese conjunto, esa “unidad de destino en lo universal” según genial resumen de alguien ajeno al Carlismo, esa nación espiritual o, mejor, esa patria que es la Hispanidad, las Españas plurales que se extienden desde el antiguo Franco Condado hasta las Filipinas, pero que se han conservado en la América hispana, desde la California hasta la Tierra del Fuego, que se han transmitido quizás en su forma más pura –si hemos de creer como muchos historiadores que mientras en la España peninsular se extendían las doctrinas del humanismo renacentista, en la España de allende el mar se continuaba la Hispánitas medieval. Esa cultura profundamente católica, hispánica a la vez que orgullosa de sus peculiaridades locales y –en cierta forma- monárquica que aún podemos encontrar (no sin dificultad) en el interior de nuestro país y en las tradiciones de algunas familias.
Entonces, aquí, el lema Dios-Patria-Fueros-Rey no es una ideología, sino una realidad concreta que se vive y se siente instintivamente, aunque esté en estos momentos marginada y en vías de extinción. Desde “Carlismo Argentino” queremos defender esta tradición hispano-católica y reconquistar lo que aparentemente ya se ha perdido, pero que en realidad se encuentra sólo un poco olvidado, ayudándole a adoptar una forma concreta de la mano de los grandes teóricos del Carlismo.
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Re: Virreinato del Río de la Plata
sábado, 11 de diciembre de 2010
Los Mitos de la historiografía argentina sobre la Revolución de Mayo
La historiografía argentina, en su mayoría, ha abrevado de fuentes “mitológicas” para tratar el tema de la Revolución de Mayo. Los “mitos” más difundidos, y que tienen la clara intención de fundamentar una doctrina política o social determinada, son varios, pero se resumen a uno solo. Por ello, Enrique Díaz Araujo decía que:
“Tal historiografía partía de un postulado no demostrado: que la América española había gemido en una esclavitud de tres siglos, de lo que concluía en la necesidad de una revolución “regeneradora”. Furia anti-hispánica, tratándose de la Gran Castilla, de la España Imperial descubridora, conquistadora y colonizadora, que se trocaba en tibio “reformismo” respecto de la España Borbónica del Despotismo Ilustrado y de la Decadencia, y en estimulante emulación referida a la España de la Crisis, la Constitucionalista Liberal de Cádiz, que era la niña de sus ojos”
En definitiva, “Ocurriera o no en la realidad, en las historias clásicas es inevitable el postulado ideológico. Así, al modo en que venía sucediendo en Cádiz (y en Bayona), en Buenos Aires se abría buscado atacar principalmente la Tradición Cristiana” [1]
Es por todo lo expuesto que a continuación, y siguiendo el magistral ensayo de Enrique Díaz Araujo, Mayo Revisado, expondremos los “mitos” de Mayo más difundidos, ya sea por la historiografía liberal como por la marxista.
La "Memoria Autógrafa" de Cornelio Saavedra
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Una de las fuentes más utilizadas por la historiografía “clásica” o liberal es la “Memoria Autógrafa” de Cornelio Saavedra. Dicha “Memoria” cae en cinco falsedades notorias, a saber:
1ª) Que el conflicto se trabó entre “europeos” y “americanos”;
2ª) que la plaza estuvo llena de gente con escarapelas azules y blancas;
3ª) que el Obispo Benito de Lué y Riega mocionó en el Cabildo Abierto el día 22 para que se obedeciera a cualquier español que hubiera en América:
4ª) que los secretarios de la Primera Junta prestaron igual juramento que los vocales;
5ª) que hubo una “máscara” de Fernando VII. [2]
No se reparó en tres factores desfavorables a su credibilidad:
1°) dicha Memoria la fechó Saavedra el 1° de enero de 1829; esto es, diecinueve años después de los acontecimientos que pretendía rememorar, cuando su autor tenía 70 años de edad, y estaba algo próximo a morir (falleció el 29 de marzo de 1829).
2°) En el orden general es sabido que, pasado el tiempo, los protagonistas de un suceso histórico tienden a reelaborar sus recuerdos en función de las nuevas y posteriores perspectivas epocales. En este caso, el horizonte de la Independencia, recién establecido en 1816, reenviaba hacia atrás todas sus implicancias, suscitando el anacronismo evidente de suponer que lo que era válido desde la década de 1820, también había estado vigente antes de 1810. Esto, sin descontar que ya anduviera dando vueltas una cierta mitología que tiñera con colores de epopeya popular y republicana los sucesos de Mayo.
3°) Saavedra había estado perseguido y exiliado en Chile muchos años. No era difícil, pues, que en tren de reivindicación, no resistiera la tentación de actualizar sus laureles conforme los nuevos patrones políticos, y se presentara como “Precursor de la Independencia”
“Como fuere –dice Díaz Araujo-, lo seguro es que aquellas cinco notas que se asentaban en esta “Memoria”, no pudieron ser corroboradas por otros documentos. Entonces se imponía una elemental precaución heurística. Empero, ese no fue el criterio predominante de la historia clásica; la cual, si bien era glorificadora de la posición morenista, o sea, anti-saavedrista por principio, concluía paradojalmente fundándose en dicha “Memoria” en forma exclusiva” [3]
El historiador francés, Paul Groussac, aconsejaba su uso con “cautela y precaución” ya que había encontrado varios errores, entre ellos:
1°) Fija como fecha del Cabildo Abierto el 20 de mayo cuando fue el 22
2°) dice que Ruiz Huidobro decidió el voto por el reconocimiento de la Regencia!
La fábula del pueblo protagonista postulada por Vicente Fidel López
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Vicente Fidel López, sobre la participación del “pueblo” en la Revolución del 25 de mayo decía:
“Índice: Agitación general y ocupación de la plaza por la multitud… Entusiasmo espontáneo del pueblo… Irrupción del pueblo…
Grupos numerosísimos de jóvenes, movidos por aquella inquietud febril que se apodera de todos los espíritus en estas ocasiones, recorrían las calles reuniendo adeptos por todas las casas de origen americano, para que no quedase duda de la imponente unanimidad con que la opinión pública exigía la destitución del virrey…
De este modo, la asamblea debía resultar naturalmente compuesta de una inmensa mayoría de patriotas revolucionarios, apoyados por una multitud agitada que se había acumulado en la plaza… la enorme acumulación de las gentes, sin más nombre que el de “pueblo”, que bullía en la plaza…
Pero el pueblo, con aquellas intuiciones de la segunda vista que iluminan los grandes entusiasmos, se había echado en el movimiento con una confianza absoluta en su triunfo…” [4]
Por si acaso, López expresaba:
“Los cuarteles de patricios y de las demás tropas urbanas –decía- estaban en una fermentación que por instantes tomaba las proporciones de una corrida a las armas” [5]
¿Por qué estas expresiones?
“La historiografía clásica primigenia, ecléctica y salomónica, intentaba situarse a medio camino. Mentaba al “pueblo armado”, o las “milicias populares”, a fin de hacer más tolerable al paladar civilista la insoslayable presencia militar, de los “Cuerpos de Guarnición”, con sus Comandantes al frente. Esto es, que introducía en escena una primera “máscara”, la del pueblo protagonista, mediatizándola de inmediato con el co-protagonismo de las “milicias urbanas”. [6]
En sucesivos post se tratará el tema de la participación popular en la Revolución. Por ahora apuntamos que no fue para nada popular.
Visión marxista
Díaz Araujo dice que “esa hipótesis liberal o “clásica”, fue mantenida como dogma intangible e inflexible por la historiografía posterior de signo marxista” y nos da el ejemplo de Norberto Rodríguez Bustamante:
“Empezamos a ser país independiente (sic) con una revolución. Al igual que la francesa de 1789 y la norteamericana de 1776, aunque en mucho menor grado, ella significó aquí y para nosotros, la penetración de las ideas modernas superadoras de los privilegios feudales” [7]
Entonces, dice Díaz Araujo, Mayo es “revolución ideológica con el “feudalismo” (y la “superstición y el fanatismo”, podría haberse añadido, para no dejar al cristianismo afuera). Visión “social-demócrata”: mitad marxismo, mitad liberalismo” [8]
Los estudios contemporáneos destruyen esta falacia. En el estudio de Brian R. Hamnett se lee:
“En la América Española, la Corona no gobernaba por medio de la nobleza territorial, es decir, la clase latifundista, que era predominantemente criolla. Los dueños de haciendas… no formaban parte integrante de la élite gobernante…
No obstante, las sociedades de la Nueva España y del Perú no fueron sociedades feudales… Los virreinatos americanos no vivieron en un mundo feudal y medieval, sino bajo un sistema post-feudal del “antiguo régimen”, en el cual los principios del absolutismo se entrelazaban con los del corporativismo” [9]
El “Dogma de Mayo” postulado por Estevan Echeverría
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El nombre de Mariano Moreno no se mencionaba en la primera época (1810-1852), salvo en las Memorias de su hermano Manuel. En cambio, “si se recorre lo escrito –dice Raúl A. Molina- después de la batalla de Caseros se advierte ya el panegírico de Mayo y muy particularmente de Mariano Moreno, que dura casi todo el resto del siglo…” [10]
Estevan Echeverría parece ser el primero en postular las tres proposiciones falsas referidas al mito de Mayo:
1°) “En Mayo de 1810 se inauguró en el Plata la revolución de la Independencia”
2°) “En Mayo el pueblo empezó a existir como pueblo. Su condición de ser experimentó una transformación repentina. Como esclavo, estaba fuera de la ley del progreso, como libre entró rehabilitado en ella”.
3°) “Mayo echó por tierra la barrera que nos separaba de la comunión de los pueblos cultos” [11]
El mito de “los trescientos años del despotismo” hispano
El primero que comenzó con este mito fue Mariano Moreno, quien en el “Prólogo” a la reedición castellana del “Contrato Social” de Rousseau, afirmaba que el ginebrino fue el primero que “disipando completamente las tinieblas con que el despotismo envolvía sus usurpaciones, puso en clara luz los derechos de los pueblos”.
El otro escritor fue el Deán Gregorio Funes quien en su “Historia Civil” publicada en 1816 escribía:
“La Revolución norteamericana, y la reciente de la Francia habían suscitado entre nosotros los derechos naturales del hombre”. Luego condenará los “trescientos años de esclavitud”.
A modo de conclusión
1. La historiografía liberal que deplora la figura de Saavedra utliza SOLAMENTE sus Memorias para fundar su posición "civilista y democrática" de la Revolución del 25, Memoria que no esta apoyada en ningún otro documento desapasionado, pues Cisneros y Salzar, este último del Apostadero Naval de Montevideo, siguen la línea de Saavedra en cuanto a la "Mascara de Fernando VII"
2. La historiografía no confirma la "Mascara de Fernando VII", o sea, juramentar públicamente fidelidad al rey cautivo con la clara intención de no guardar sus augustos derechos sobre las Indias.
3. La Revolución de Mayo NUNCA buscó la Independencia del Virreinato sino más bien la Autonomía, un contrato entre nuevas bases, entre el Rey y sus vasallos americanos.
4. La Revolución de Mayo no la hicieron los letrados sino que la acompañaron. La Revolución la hicieron los patricios comandados por Saavedra y especialmente fue Chiclana quien impuso gran parte de las condiciones revolucionarias.
5. La Revolución no fue para cambiar el sistema político y social imperante sino para CONSERVARLO de los sanguinarios y ateos revolucionarios franceses.
6. No hubo participación del "pueblo" como lo entendemos hoy. Solo hubo una vanguardia civil-militar que acompañó el proceso. Fue una revolución ARISTOCRÁTICA, no popular.
7. La Revolución fue "usurpada" (palabras de un médico mendocino testigo del proceso revolucionario) por Mariano Moreno y sus secuaces, que le dieron un tono sangriento y despiadado.
NOTAS
[1] DÍAZ ARAUJO, Enrique: Mayo Revisado. T. I. Buenos Aires, Editorial Santiago Apostol, 2005, p.41.
[2] SAAVEDRA, Cornelio: “Memoria Autógrafa”, en: VARIOS AUTORES: Los años de la emancipación política. Colección dirigida por Adolfo Prieto. Rosario, Editorial Biblioteca, 1974, pp. 72, 73, 75.
[3] DIAZ ARAUJO, Enrique: ob. cit., p.45.
[4] LOPEZ, Vicente F.: Historia de la República Argentina, su origen, su revolución y su desarrollo político hasta 1852. Nueva Edición, Buenos Aires, La Facultad, 1911, t° III, pp. 9, 10, 21, 22, 23, 27, 28.
[5] Ibidem, p.45, 46.
[6] DIAZ ARAUJO, Enrique: ob. cit., p.47.
[7] RODRIGUEZ BUSTAMANTE, Norberto: Prefacio, a: Hombres de Argentina. I – De Mayo a Caseros. Buenos Aires, Eudeba, 1962, p.10.
[8] DIAZ ARAUJO, Enrique: ob. cit., p.47.
[9] HAMNETT, Brian R.: Revolución y Contrarrevolución en México y el Perú. Liberalismo, Realeza y Separatismo (1800-1824). México, FCE, 1978, p.10.
[10] MOLINA, Raúl A.: “La primera polémica sobre la Revolución de Mayo. Antecedentes del proyecto de monumento a los autores de la Revolución de Mayo. 1826”, en: Historia. Buenos Aires, XVI, n° 49, octubre-diciembre 1967, pp. 41-42.
[11] HALPERIN DONGHI, Tulio: El pensamiento de Echeverría. Buenos Aires, Sudamericana, 1951, pp. 114, 115, 117.
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La Revolución de Mayo: Los Mitos de la historiografía argentina sobre la Revolución de Mayo
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Re: Virreinato del Río de la Plata
Los farrapos y el Rio de la Plata
Por Alicia Vidaurreta
Un.sistema geogräfico diferente al del resto del Brasil otorga a Rio Grande del Sur p.eculiares caracten'sticas: regadas por numerosos rios y arroyos, sus feraces tierras son cruzadas por cuchillas que descienden sobre el Atläntico y la Mesopotamia argentina. AI finalizar la döcada de 1820, como consecuencia de la incorporaciön de la Banda Oriental, se ex- pande la economia riograndense. Basada en la explotaciön del ganado, la producciön de charque y el cultivo del trigo, tuvo las caracten'sticas de una economi'a subsidiaria. En esta producciön de consumo interno, el charque destinado a la alimentaciön en las äreas de explotaciön azucarera y cafetera constituyö la principal fuente de ingresos. La importancia eco- nömica se acentuö mediante el träfico ganadero con los numerosos pro- pietarios rurales brasilenos establecidos en el Uruguay desde la epoca de la dominaciön luso-brasilena que lo derivaban a los saladeros o charquea- das riograndenses. En la practica, el territorio situado al norte del rio Negro en el Uruguay y la provincia de Rio Grande del Sur constituyeron una unidad econömica de profundas rafces coloniales fortalecidas por mültiples intereses.
Esa frontera de gran movilidad conformö tambidn un contexto etnico diferenciado. Una gran hibridaciön social determinö que los riograndenses, geogräfica y culturalmente, se identificaran mäs con los pai'ses de la cuenca platense que con el Imperio. Tradiciones, costumbres y vocabula- rio otorgaron a Rio Grande del Sur un caräcter regional tipico de äreas de frontera. Ello contribuye a explicar tambien que sus jefes politicos se identificaran en forma natural con los caudillos uruguayos participando en sus movimientos revolucionarios mediante el auxilio armado, el de ga- nado y ofreciendo aquel territorio como seguro refugio a los vencidos, tal como sucediö tras el levantamiento del general Juan Antonio Lavalleja contra el presidente Fructuoso Rivera en 1834. En la realidad, la frontera era un limite ficticio, un espacio abierto sin trabas ni obstäculos, a la vez que una zona de intenso contenido cultural que permitiö la proyecciön del Brasil al sur de su territorio. Ello significö, en consecuencia, mantener una hegemom'a que chocaba con los intereses de la clase comerciante de Montevideo y con la poli'tica de neutralidad establecida con el gobierno argentino por la Convenciön Preliminar de Paz de 1828 que puso fin a la guerra entre ambos pai'ses y die nacimiento al Uruguay como naciön independiente.
El ano 1834 moströ claramente la ambivalencia de la neutralidad brasi- lefia cuando el comandante de la frontera de Yaguarön, coronel Bento Gon?alves da Silva, procediö a internar a los revolucionarios lavallejistas, pero a la vez les permitiö reuniones y les facilitö la adquisiciön de arrnas. Paralelamente, el presidente Rivera enviaba emisarios a Rio Grande del Sur y en su häbil poli'tica de intrigas, logrö captarse la adhesiön del co- mandante general de armas de la provincia mariscal Sebastian Barreto Pe- reira Pinto, para anular la propaganda revolucionaria de los emigrados y contar con el apoyo militar y politico de la autoridad provincial'.
La favorable acogida de Bento Goncalves a Lavalleja y sus companeros no es un hecho casual. El cisma entre republicanos - entre los que figura- ba el jefe riograndense en primer piano - y legalistas se gestaba desde antes de la decada de 1830. Proclamada la Independencia en 1822, las pre- siones que sufria la economi'a del sur sin participar totalmente en el regi- men esclavista de producciön, resultaron del pesado sistema tributario y del poder que lo regulaba. El regimen poli'tico-administrativo establecido durante el Imperio transformö a los presidentes de las provincias en dele- gados del gobierno central. En el caso de Rio Grande del Sur, pronto sur- gieron facciones locales que respondieron a aquel y a los disidentes, adop- tando las denominaciones de cßramwrws (legalistas) y liberales, respectiva- mente. La ruptura final habn'a de producirse con el gran movimiento de 1835, vinculado ideolögicamente al liberalismo rioplatense, que se conoce como Revoluciön de los Farrapos o Farroupilha^, de caräcter separatista y federativo, que fue la mäs violenta y costosa de todas las crisis que sufriö el Brasil en ese periodo.
Proclamada en Porto Alegre el 20 de setiembre de 1835, moströ desde SU comienzo una fuerte competencia entre los caudillos dirigentes, todos pertenecientesal nücleo de los mäs fuertes propietarios rurales. En cuanto existiö ganado suficiente en la campana, sus rivalidades fueron minimas: de SU abundancia o escasez dependian directamente las transacciones y maniobras de los jefes, su ascendiente sobre la sociedad local y, en defini- tiva, el control de los propietarios identificados con el Imperio. En conse- cuencia, esta guerra no puede ser considerada solamente desde la optica de la ideologfa liberal que la sustentö, sino tambi^n como la reacciön de un fuerte grupo de presiön afectado por las imposiciones y trabas con que el gobierno central obstaculizaba su desenvolvimiento.
Basada mäs en unidades locales definidas que en el concepto de estable- cer un gobierno fuerte y estable, la revoluciön aportö la marca indeleble de caudillos como Bento Gonfalves, Jose Antönio Souza Netto, Bento Manoel Ribeiro y Jose Antonio da Silveira, cada uno representantc de dis- tintas äreas subregionales. Lograron formar un ejercito de aproximada- mente cinco mil hombres reclutados en su mayon'a por la fuerza: gauchos, esclavos e indios, fueron, en consecuencia, los elementos social y econö- micamente marginados que constituyeron ese ejercito que recreaba la an- tinomia de la tradiciön platina: caudillo-estanciero; soldado-peön^. La revoluciön en las planicies meridionales de Brasil moströ tambien que la büsqueda sistemätica de nuevas fronteras, sea por ia confiscaciön de tierras o ganado de los legalistas, fue otro objetivo de los caudillos re- publicanos. Duenos de grandes recursos en la campafia, los jefes farrapos aumentaron su influencia y poden'o en relaciön directa con los bienes de que se apropiaban, un factor que en la primera epoca de la guerra contri- buyö a disminuir las tensiones y rivalidades entre ellos.
Poco antes del estallido de la revoluciön riograndense, se produjo un vuelco poh'tico significativo en el vecmo Uruguay. El 1 ° de marzo de 1835 el general Manuel Oribe era electo presidente mientras a Fructuoso Rivera, sin desplazarlo del escenario poli'tico, se lo designaba Comandante Ge- neral de la Campana. El cargo, ya desempenado antes de 1830, estaba estrechamente vinculado con su conocimiento y gravitaciön en el medio rural y con las caracten'sticas de su personalidad. Rivera, sabido es, no era hombre de ciudad. Fue una aparentemente acertada medida de Oribe para contener a su rival, pero en la präctica funcionaron dos gobiernos al no aceptar Rivera su caräcter de subordinado^,
El gobierno de Oribe, aliado en lo interno con Lavalleja y en lo externo con su protector, el gobernador de Buenos Aires Juan Manuel de Rosas, con quien se entendi'a directamente a traves del comisionado en Montevi- deo Juan Correa Morales, fue observado con lögica desconfianza por el Imperio, no solo por la relaciön entre Oribe y Rosas, sino tambien porque a traves de Lavalleja existia la posibilidad de su apoyo a los disidentes riograndenses.
Bento Goncjalves no perdiö minuto en entablar la relaciön. A poco de producida la revoluciön enviö documentos y una carta en que comunicaba a Oribe los sucesos de Rio Grande a fin de alejarle cualquier recelo o alarma que pudiese haber ocasionado la revoluciön. Las armas se habian le- vantado, aclara en la carta, "para salvar a la patria de la inepta y antina- cional administraciön" del Dr. Antönio Rodrigues Fernandes Braga, pre- sidente de la provincia que huyö siendo reemplazado por Marciano Pe- reira Ribeiro. La carta tiene una segunda connotaciön, ya que a la vez, el jefe riograndense formula severas quejas contra Rivera que desde su cargo de Comandante General de la Campafia habia asilado a varios emigrados legalistas y dificultaba el regreso de los republicanos que en persecuciön de aquellos se habian internado en territorio uruguayo^. Desde el primer momento existiö, pues, la voluntad de armonia y acerca- miento hacia el gobierno de Oribe, un hecho que debe vincularse tanto al influjo de Lavalleja como a la ambigua actitud de Rivera.
De mäs peso, pero mucho mäs dificultoso, era establecer similares rela- ciones con Rosas. Se procurö su apoyo, al menos indirecto, comisionando a uno de los principales jefes civiles de la revoluciön, Antonio Paulino da Fontoura. Nada obtuvo de su viaje a Buenos Aires a pesar de las recomen- dadones de Lavalleja con quien lo uni'a antigua amistad. Muy cuidadoso se moströ el gobernador de Buenos Aires cuando al inaugurar las sesiones anuales de la provincia en 1836 declarö que se habia satisfecho la solicitud del encargado de negocios de Brasil evitando que los argentinos - Ma- nuel Rueda a la cabeza, aunque sin mencionarlo - se ingiriesen en los acontecimientos de Rio Grande y prohibi6ndose la extracciön de armas y municiones a esa provincia, que habia sido el objetivo de la infructuosa misiön de Fontoura®.
Tan explicita y oportuna manifestaciön de neutralidad no convenciö a las autoridades brasilenas. A mediados de agosto de 1836, en tränsito a SU sede representativa en Perü y Bolivia, llegaba a Montevideo el diplomä- tico Duarte da Ponte Ribeiro designado por el canciller Antonio Paulino Limpo de Abreu (Vizconde Abaet6). Observö atentamente el panorama poli'tico uruguayo y, rioplatense por extensiön, escribiendo en sus infor- mes a la cancillen'a imperial la connotaciön de las rivalidades partidarias: blancos y Colorados no se habfan constituido como estructuras partida- rias orgänicas, pero ya en ese ano se defini'an sus tendencias, personaliza- das en los caudillos: Rivera, como jefe de los Colorados, aparece aliado a Lavalle y a la emigraciön unitaria, mientras Oribe se perfilaba ya como el jefe del partido nacionalista protegido por Rosas. Resulta muy sugesti- vo y esclarecedor el retrato de la personalidad de Ponte Ribeiro que ha dejado Souza: "
"Era con verdadero placer que Ponte aceptaba una discusi6n. Hoy, de sus extensas notas sobre cualquier asunto que describiö, se siente que ese era SU verdadero elemento, principalmente si en las controversias podia atacar cualquier menosprecio al Brasil. En esos momentos, el diplomätico se tras- figuraba, dejaba su lenguaje de siempre, afable y cortes y lo sustitui'a por otro, muy diferente, intolerante, provocador tambien y altivo . . . Mas no paraba ahi. Desde que se tratase de cuestiones importantes, las trasladaba a memorias, oficios o memorandums, en los cuales explicaba profusamcnte lo ocurrido y recontaba punto por punto la discusiön en que se empefiara, escudrinändolo y desnudändolo todo!'
Ponte Ribeiro fue testigo de la simpatia general del pueblo uruguayo hacia la causa riograndense pero tambiin del acto poli'tico de Oribe que adhiriö a Rosas declarando la neutralidad del pai's en la contienda. Resuel- to a hacerla efectiva, delegö el mando en el vicepresidente Carlos Anaya y a fines de 1835 ya se habi'a trasladado a la frontera de Cerro Largo donde tuvieron lugar sus conocidas conferencias con Rivera para imponerlo de la li'nea de conducta adoptada. El acuerdo no fue posible: Rivera, favore- cido por SU innegable poder y ascendencia en el medio rural no ocultö su apoyo a los legalistas riograndenses, que, en definitiva, fue el principal motivo que determinö la supresiön del cargo que ocupaba. Por su parte, Oribe intentö vanamente, a pesar de la declarada poh'tica de prescinden- cia, ocultar sus simpatias por el movimiento revolucionario. La inmediata entrevista que sostuvo con Bento Gon9alves en la frontera de Yaguarön no hizo mäs que avivar las disensiones entre los caudillos uruguayos contribuyendo a la definiciön de los dos bandos politicos.
En el contexto de la misiön privadade Duarte da Ponte Ribeiro interesa- ba fundamentalmente observar las relaciones de los caudillos uruguayos con las facciones de Rio Grande. En nota al ministro de Negocios Extran- jeros Antönio Paulino Limpo de Abreu manifestö que los gobiernos de Buenos Aires y Montevideo armaban secretamente a los rebeldes riogran- denses y que Rosas, a pesar de sus declaraciones, fomentaba la separaciön de Rio Grande del Sur. Se conocia que antes de estallar la revoluciön va- rios particulares habtan adquirido armamento en Buenos Aires de donde habian sido embarcadas clandestinamente a Rio Grande, asl como que sesenta y ocho barriles de pölvora habian sido despachados de un depösi- to que el gobierno uruguayo teni'a en una isla pröxima a Montevideo con el mismo destino. La informaciön se extiende a Antönio Paulino da Fon- toura y EHseo Antunes Maciel, este ültimo comisionado por Bento Gon- galves ante Rosas para comunicarle que se habia negado a Jose Araujo Ribeiro, nombrado en Rio de Janeiro, para asumir el gobierno de la pro- vincia. Estos hechos prueban que existia una autentica voluntad de acer- camiento hacia Rosas aunque Maciel, como Fontoura, no encontrö la co- laboraciön que le habfa prometido Lavalleja. Sagazmente, Rosas cerrö los ojos a las operaciones privadas, pero rechazö todo contacto oficial para evitar un entredicho con el Imperio, aunque Ponte Ribeiro seüala que la revoluciön riograndense fue cortejada por el gobierno argentino, aunque con el tono de misterio con que Rosas rodeaba todos sus actos'.
Aunque calculadamente Rosas no recibiö a los emisarios riogranden- ses, les hizo saber la conveniencia de entenderse con otros gobicrnos. Esto no signifacaba sino la indicacion del acercamiento a Oribe, desligändose asi' la Confederaciön de una relaciön de previsibles fatales consecuencias con el Imperio. De ahi que las entrevistas de los emisarios con Oribe mar- can un hito en la politica revolucionaria riograndense: a partir de ese mo- mento la neutralidad uruguaya pasa a ser letra muerta y todas las partidas legalistas que entran en el territorio en busca de ganado son repelidas y desarmadas mientras los republicanos penetran y salen a voluntad, reci- biendo armamento e incorporaciones de soldados, con pleno conocimien- to del gobierno. En pocos meses, estos hechos configuran la contradicciön mäs total de las enfäticas declaraciones de Oribe en Cerro Largo.
Mientras desde Montevideo se favorecia esta conducta, Rosas des- pachaba notas circulares a los gobernadores de las provincias - los prin- cipales destinatarios eran los de Corrientes y Entre Rios - prohibiendo, en SU calidad de encargado de las Relaciones Exteriores de la Confedera- ciön, cualquier ingerencia en el movimiento riograndense. La orden tenfa un doble objetivo: estaba tambien destinada a ser conocida en Brasil, cuyo periödico oficial supo aprovecharla publicändola para mostrar el naufragio de las comisiones riograndenses en Buenos Aires'.
La difusiön de la circular de Rosas no implicö, en modo alguno, que el gabinete flumjnense mantuviera sus reservas respecto a la colaboraciön que los rebeldes recibi'an en el Uruguay. Esa fundada desconfianza, basa- da en el contrabando de armas y ganado, crece con los informes que remi- te Manoel de Almeida Vasconcellos, encargado de negocios del Brasil en Montevideo, que se muestra convencido de que existia un eventual proyec- to de constituir una federaciön con la provincia rebelde. La hipötesis de Almeida Vasconcellos se basa en el encubrimiento de actos que contra- riaban declaraciones oficiales. Entre otras, constaban las efectuadas por el canciller de la Confederaciön Argentina Felipe Arana al encargado de negocios del Imperio Manoel Jose Lisboa al asegurarle que su gobierno "jamäs llegarä a desmentir su fidelidad y el interes que toma en la permanencia del orden, tranquilidad y seguridad interior de todos los Estados", aunque se nego a acceder a la solicitud del diplomätico de impedir la sali- da de pasajeros sospechosos para Brasil.
El levantamiento de Rivera contra Oribe, que desembocö en la batalla de Carpinteria en diciembre de 1836, obligö al caudillo, tras su fracaso, a huir a Rio Grande del Sur. Se asilö en Alegrete desde donde fue invitado a conferenciar con el comandante de la frontera Bento Manoel Ribeiro, mientras Oribe reclamaba a este el desarme de los emigrados.
En Buenos Aires se produjo una modificadön significativa en la acti- tud hacia Oribe. A pesar de su triunfo militar, Arana - es decir, Rosas - no trepidö en censurar su falta de energi'a en la conducciön poli'tica, opiniön que se hizo conocer al encargado de negocios de Brasil. Este reco- giö la critica y la inusual confidencia de Arana, vi^ndola como una falsa postura defensiva respecto del Brasil en los mismos momentos en que re- fugiados legalistas eran maltratados en Corrientes y Entre Ri'os y armas y pölvora continuaban siendo enviados a Colonia para ser luego remitidos
a los revolucionarios riograndenses ".
El II de setiembre de 1836 los farrapos obtuvieron una impresionante Victoria en Seival, proclamando la Repüblica en el mismo campo de guerra. Aunque poco desjjues fueron derrotados por Bento Manoel Ri- beiro en la batalla de Fanfa (3 de octubre de 1836), tras la cual fueron apre- sados y llevados al norte los principales jefes Bento Gongalves, Onofre Pinto y Livio Zambecarri, el primero fue electo presidente de la flamante repüblica y se organizö un ministerio compuesto por seis carteras, encabe- zadas por las figuras mäs relevantes de la revoluciön como Jose Mariano de Mattos, Domingo Jose de Almeida y Jos6 Pinheiro de Ulhoa Cintra.
La nueva naciön funcionaba aün sin una constituciön. En parte, los le- galistas estaban en lo cierto cuando clasificaban al gobierno farrapo como Estado militar ambulante. La villa de Piratini fue dos veces sede de su go- bierno, que funcionö tambien en Casapava y Alegrete. Aunque mantu- vieron una Asamblea Legislativa y convocaron una Constituyente, las exi- gencias de la guerra tuvieron prioridad sobre el aspecto legal de la nueva naciön No las tenfan menos las relaciones con los Estados del sur, de las que en buena parte dependia la suerte militar. Ello explica que se solicitara a Rosas el reconocimiento del nuevo Estado, observando que la federa- ciön con las repüblicas del sur era una de las metas del nuevo gobierno, por lo que muy apresuradamente y sin medir ulterioridades, se le solicitö que asumiera el caräcter de protector de la Repüblica Riograndense'^.
Esta proposiciön, sumada a la relaciön personal entre Oribe y Bento Gon^alves configura, segün Alfredo Varela, un triunfo incontrastable de la poh'tica platina contrapuesta a la desenvuelta por el Imperio'". Es co- nocido que desde tiempo aträs se propalaba la existencia de trabajos clan- destinos no solo para independizar a Rio Grande del Sur sino de otros mäs vastos, atrevidos y complejos que consisti'an en constituir una confede- raciön que con el nombre de Liga Oriental unin'a a aquella provincia con el Uruguay. De momento, se cumph'a la primera parte del ambicioso plan. Oficialmente, la instalaciön de la Repüblica de Piratini fue comunicada a Rosas mediante el envio de Jose Carlos Pinto, portador de la nota del canciller Ulhoa Cintra que declaraba que se habi'a llegado a ese paso por el cansancio de los habitantes de "sufrir por mäs tiempo el caprichoso or- gullo y despotismo de la Corte del Brasil", a la vez que se encargaba al comisionado el reconocimiento de la flamante repüblica y el estableci- miento de relaciones con el gobierno de la Confederaciön Argentina Aunque Rosas häbilmente eludiö tales compromisos, no se pusieron tra- bas para que el comisionado adquiriera y despachara desde el puerto de Buenos Aires cuarenta cajones repletos de material de guerra, a pesar de las seguridades dadas por Arana al encargado de negocios Lisboa y al agente secreto imperial Antonio Cändido Ferreira, de que eran destinadas para auxiliar a Oribe. De tan inexactas afirmaciones, asi' como de la pre- sencia coincidente del emisario secreto de la Corte, se infiere la importan- cia que esta asignaba al eventual concurso de Rosas a la causa de los farra- pos
Anthero de Brito, el nuevo presidente legalista de Rio Grande con sede de gobierno en el puerto de ese nombre, tambien buscö la aproximaciön con Oribe para que interrumpiese la abierta protecciön que recibi'an los farrapos en la frontera. Para satisfacer el pedido, Oribe cotnisionö a Ata- nasio Cruz Aguirre, quicn marchö a aquel destino a fines de marzo de 1837, pero con el propösito de reclamar, por parte de su gobierno, la pro- tecciön que Bento Manoel Ribeiro otorgaba a Rivera y los emigrados que habi'an formado una brigada de aproximadamente ochocientos hombres que amenazaban invadir el Uruguay'^.
La misiön de Aguirre obtuvo parcialmente los resultados buscados ya que Brito, desde el primer momento, se preocupö de hacer perseguir a al- gunos jefes iegalistas - sus enemigos personales en la facciön oficial - a los que, justificando su decisiön, calificö como acomodaticios y poco resueltos a la lucha. Para satisfacer el pedido de Oribe, los apresö junto con algunos emigrados riveristas, pero en la realidad la misiön de Aguirre sirviö mäs para que Brito se deshiciera de enemigos personales que de cumplir con el pedido del presidente uruguayo. Disconforme con los pro- cedimientos de Bento Manoel, Brito exige la guerra a muerte contra los insurrectos pero el jefe legalista sabe que es imposible. El ej^rcito imperial estä mal equipado: carece de armamentos, municiones y caballos, llave de la guerra, por lo que Bento Manoel pide su retiro. Esta fractura emre los Iegalistas coincide con la reapariciön de Rivera en Porto Alegre donde confabula con Caspar Menna Barreto y otros jefes Iegalistas para derro- car al presidente Anthero quien, sin p^rdida de tiempo, ordena al caudillo uruguayo trasladarse a Rio de Janeiro. AI no poder concretar la medida, Anthero dispone la prisiön de Rivera, acto que es seguido por la propia prisiön de Anthero ordenada por Bento Manoel por la mencionada razön de disidencia en cuanto el equipamiento del ejercito.
Los preparativos revolucionarios de Rivera, preludio de la ya inevitable guerra civil en el Uruguay, otorgan un caräcter internacional a la contien- da tanto por el apoyo de los Iegalistas riograndenses como de los unitarios argentinos que, doctrinarios y desafectos a la personalidad de Rivera, se ligaron a el por la fuerza de su poder y por los intereses comunes contra el gobierno de Rosas. Desde Durazno, el caudillo ramificö la insurrecciön hacia Cerro Largo, Paysandü, Soriano y San Jose, mientras el gobierno no pudo controlarla a pesar de adoptar medidas defensivas. El encargado de cumplirlas fue el hermano del presidente, general Ignacio Oribe. Lo secundaba Lavalleja, pero la lentitud de las operaciones que emprendieron mereciö criticas en Montevideo y, particularmente, per parte de Rosas".
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Re: Virreinato del Río de la Plata
En tanto las fuerzas del gobierno uruguayo perdi'an elementos y tiempo en maniobras de escasa importancia, Rivera lo aprovechö para asolar las Misiones saqueando su ganado y arrebatando gran nümero de caballadas para la remonta de su ej^rcito. En vista de tal depredaciön y del peligro que significaba el aumento de fuerzas del opositor, Oribe - en gesto muy censurado por algunos y considerado patriötico por otros - intentö una conciliaciön para la que comisionö al general argentino Estanisiao Soler. Conforme a las instrucciones que le otorgö, Rivera debia desarmar inme- diatamente sus fuerzas, comprometerse a retirarse a Rio Grande y no re- tornar al Uruguay durante tres anos. Oribe se comprometiö a amnistiar a todos los rebeldes y con respecto a Rivera, con buen conocimiento de SU avidez de dinero, le prometiö una gratificaciön de 10.000 pesos en tres pagos anuales. El emisario cumpliö su cometido, pero ni la promesa de! dinero satisfizo a Rivera que, tras dejar al general Lavalle con doscientos hombres en Alegrete, cruzö el n'o Cuareim y, determinado a cumplir su plan, invadiö con un heterog^neo ej^rcito, compuesto por sus propias fuerzas y por indios armados de las Misiones. Se enfrentö con el ejercito del gobierno en Carpinten'a (19 de setiembre de 1836), batalla en que por primera vez los combatientes usaron las divisas blanca y colorada, que en adelante se transformarian en la de los dos partidos poHticos del Uruguay.
Derrotados y perseguidos los invasores, se refugiaron en Rio Grande donde se reincorporaron a las fuerzas legalistas pero Rivera, dando otra muestra de su düplice politica, enviö al coronel Martiniano Chilavert ante el gobierno republicano para firmar un tratado de "mutua seguridad", que no era sino una alianza tendiente a destruir los planes del Imperio y de Oribe. Chilavert debi'a convencer a los jefes farrapos de concluir sus divergencias personales, lograr un total entendimiento con Bento Manoei Ribeiro, volcändolo hacia su causa y ofrecer 1500 caballos a cambio de cuatro canones con su municiön^®.
La amenaza de una nueva revoluciön en el Uruguay era voz generaliza- da en el Rio de la Plata desde principios de 1837. Se interceptö correspon- dencia de los emigrados que evidenciaba que Rivera, Lavalle y todos sus hombres permanedan armados e incorporados al ejercito imperial. El co- misionado argentino en Montevideo Juan Correa Morales advirtiö a su gobierno que las posibilidades de exito de Rivera eran muchas, favorecido por la debilidad de Oribe y el descontento de la poblaciön de departamen- tos situados en enclaves geogräficos y estrategicos como Maldonado y Paysandü^'. En la realidad, los emigrados riveristas magnificaban su fuerza o las autoridades de Rio Grande las minimizaban, ya que Bento Manoel Ribeiro informö que solo 279 uruguayos estaban incorporados al ejercito legalista^^.
Pese a que el agente oficial riograndense Jose Carlos Pinto prefiriö reti- rarse de Buenos Aires, estableciendose en Montevideo, los farrapos no descuidaron estrechar la deseada vinculaciön con Rosas, ante quien desti- naron a los emisarios confidenciales Pedro Modesto Franco, antiguo ami- go de Lavalleja, y Marciano Pereira Ribeiro. El sigilo y la precauciön con que actuö Rosas, y que posiblemente exigiö a los agentes, hacen que el trämite de esa gestiön sea präcticamente desconocido. Solo se sabe que Lisboa hizo lo posible por entorpecerla, denunciando una compra de ar- mamentos por Franco, presionando para que se le impusieran tres dias de prisiön y obteniendo que su colega britänico no le concediera pasapor- te para regresar. Sölo en noviembre de 1837, tras siete meses de permanen- cia en Buenos Aires, Franco recibiö el pasaporte del gobierno de Buenos Aires previo pago de fianza. Durante todo ese pen'odo no cesaron las de- nuncias de Lisboa sobre las aparentemente toleradas actividades de Fran- co en relaciön a la compra de armamentos y una imprenta, lo que indica que el emisario pudo moverse con bastante libertad en Buenos Aires y que las denuncias no eran infundadas^^.
De otro caräcter fue la misiön que cumpliö el coronel Macedo ante Ori- be en la misma epoca. Las intrigas de Rivera para obtener de los legalistas y de los republicanos al mismo tiempo habi'an tomado tal vuelo y propor- ciön que fue necesario aclarar la posiciön de los farrapos respecto al caudillo. Fue bien recibida por Oribe que prometiö que, si aquel era desarmado, pasan'a a auxiliar en forma directa a los revolucionarios, promesa que implicaba una definiciön y hasta un desafio a la polftica de Rosas.
Rivera, sin ocultarlo, se aprestaba a cruzar nuevamente la frontera con el apoyo de los imperiales. La noticia de la defecciön de Bento Manoel a la causa legalista, que trajo como consecuencia su apoyo a Rivera bajo la condiciön de federar ambos Estados, ensombreciö el panorama poli'ti- co. El Imperio habia perdido a su figura mäs relevante en Rio Grande del Sur. Por su parte, y con vistas a desarticular el plan de su rival, Oribe inicia negociaciones con Almeida Vasconcellos para firmar un tratado de alian- za con Brasil a la vez que suspende la remesa de armas y viveres a los farra- pos. El acuerdo fracasö porque Brasil se negö a suscribir la clausula que Oribe quen'a imponer relativa a los derechos uruguayos hasta la barra del n'o Chuy, costa oriental del rio Mim' hasta la confluencia del n'o Yaguarön con aquel, en el curso de este n'o hasta la Cuchilla Grande, inmediata al antiguo fuerte espanol de Santa Tfecla, dejando al Brasil las tierras situadas entre los ríos Piratiní' y Yaguarön.
Fracasada la negociacion y ante la expectativa del apoyo imperial a Ri- vera, Oribe decidiö ganar tiempo, enviando a Rio de Janeiro a Carlos G. Villademoros en calidad de encargado de negocios para acordar el tratado que no pudo concluir con Vasconcellos. El 7 de julio de 1837, en momen- tos en que la atenciön del gobierno de la Confederaciön Argentina estaba concentrada en la reciente declaraciön de guerra al Mariscal Santa Cruz, Villademoros presentö sus credenciales. Oribe imponia como preliminar la fijaciön de limites no conforme a los de 1821, como lo entendi'a el Impe- rio, sino a los fijados por el Tratado de San Ildefonso de 1777. Concluido este aspecto, el diplomätico debia negociar sobre extradiciön de esclavos y criminales, clausula esta que no tenia otro significado que la deporta- ci6n de los riveristas.
El tratado conveni'a al Brasil por cuanto, con la alianza con Oribe, se desarticulaba un aspecto fundamental del auxilio a los rebeldes riogran- denses. Para concretarlo, se propuso a Villademoros que la negociacion se cumpliera directamente en Montevideo con Almeida Vasconcellos, ac- titud que desairö al diplomätico y resultö a la vez una sutil maniobra para debilitar a Oribe. El canciller Montezuma, que redactö el documento que plasmaba el pensamiento del en^rgico Regente Diego Feijö, senalö que con todas las dificultadas provocadas por la revoluciön de Rio Grande se- ria ventajosa la cooperaciön de Oribe pero las Cämaras, en definitiva, condujeron al fracaso de la negociaciön, argumentando que muy debil e incapaz se mostraria el gobierno al aceptar esa oferta para combatir a los rebeldes y emigrados en su propio territorio con el auxilio extranjero Este dictamen del 15 de setiembre de 1837 fue uno de los factores determi- nantes de la cai'da de Feijö. Por otra parte, la reciente derrota de las fuer- zas de Oribe en Yucutuyä, en las proximidades del rio Cuareim, contribu- yö a dar por tierra con los planes de alianza con Oribe que ordenö a Villa- demoros SU retiro de la Corte con el consiguiente cese de las nego- ciaciones.
Conviene senalar que dsta fracaso aün cuando el Brasil estaba confor- me con ella, por cuanto le aseguraba apoyo para luchar contra los farra- pos, pero la exigencia sobre Ifmites y el voto de las Cämaras derivaron en la decisiön final del Imperio. Fracasada la gestiön de Villademoros y sin arribarse a ningün tratado en Montevideo por decisiön de Oribe, el 28 de junio de 1838 el coronel Jos6 Maria Reyes fue designado para reiniciarla en Rio de Janeiro con instrucciones similares a las de su predecesor y con plenos pöderes para intervenir en la negociaciön relativa al Tratado Defi- nitivo de Paz, pendiente desde 1828. El gobierno uruguayo, observa Pivel Devoto, persistiö en su actitud de supeditar todo a la consolidaciön inter- nacional del pais y a la fijaciön de limites, pero como Brasil no tenla inte- res en ninguno de estos puntos, esta negociaciön tambien se fruströ^'.
Como lögico resultado de su politica de acercamiento al gobierno impe- rial, la actitud de Oribe cambiö abruptamente respecto a los farrapos. Los agentes en Montevideo continuaron, no obstante, la remisiön de armas y viveres, pero con grandes dificultades en razön de lo que calificaron co- mo "juego politico del gobierno uruguayo" que en ese momento alberga- ba a mäs de sesenta legalistas. Las ventajas que estos obtenian se consta- tan en el apresamiento de un pequeno corsario comandado por Jose Gari- baldi y por las dificultades que enfrentaba el agente Jose Carlos Pinto pa- ra la adquisiciön de armas y la imprenta. Fundamentalmente, Oribe habia dado un viraje de ciento ochenta grados en su relaciön con los farrapos, una conducta que Almeida Vasconcellos no vacilö en atribuir a la protecciön que sus amigos Joäo Manuel de Lima, Jose Antonio de Sil- veira y David Canabarro prestaban a Rivera^^ La poli'tica de Oribe resul- taba ahora incomprensible a los jefes farrapos de quienes fingi'a descon- fiar, segün la opiniön de Antonio Paulino de Fontoura: acampado en el Ibicuy, Rivera carecia de caballadas para cumplir sus planes y el rechazo de los republicanos constituia un Factor de gran peso negative en sus pla- nes. "Allä todos lo aborrecen y de muerte, porque lo conocen, pero las circunstancias lo protegen", son las palabras con que Fontoura concluye un informe sobre la situaciön al comenzar setiembre de 1837^'.
Los preparativos revolucionarios, preludio de la ya inevitable guerra ci- vil, contaron con el apoyo de los emigrados argentinos en el Uruguay y se aceleraron desde principios de julio. Desde Durazno, el caudillo ramifi- cö la insurrecciön hacia Cerro Largo, Soriano, Paysandü, Colonia y San Jose mientras el gobierno adoptaba medidas defensivas que se encargö de cumplir Ignacio Oribe.
Con estos sucesos coincide el cambio de ministerio en la Corte que el 4 de octubre de 1837 designaba encargado de negocios en Montevideo a Pedro Rodrigues Fernandes Chaves, hermano del presidente legal de Rio Grande. Solo en enero asumiö el cargo pero condujo instrucciones preci- sas relativas a la pacificaciön de Rio Grande. Debia entenderse con Oribe para destruir la influencia de Rivera, juzgado ahora por el Imperio como el enemigo de la tranquilidad de ambos paises asegurando que de ser hallado en territorio brasilefio, seria deportado. Esta promesa no pasaba de ser una figura retörica pues sobradamente eran conocidas la permanen- cia y actividades del caudillo en Rio Grande del Sur. Las instrucciones pri- vadas de Chaves incluian un aspecto hasta ahora no contemplado por el Imperio: debia obtener el consentimiento de Oribe para la formaciön de una divisiön de caballen'a integrada por residentes brasilenos en el Uru- guay, intento que fracasö por la decisiön del presidente de evitar una participaciön directa en la guerra civil riograndense que de hecho implicaba la alianza con el Imperio^'. Distintos fueron los motivos que, despues de la batalla de Carpinteria, lo habian decidido a deportar a la isla de Santa Catalina a los mäs prominentes unitarios integrantes de la logia que fun- cionaba en Montevideo dirigida por Julian S. De Agüero, Juan Cruz y Florencio Varela, medida que en Buenos Aires causö un efecto contrario ai buscado, pues Rosas la juzgö insuficiente para contener a sus enemigos. Poco despues, en correspondencia a los gobernadores Pedro Molina, Es- tanislao Löpez y Josd Fdiix Aldao revelö haber trabajado en privado para desbaratar los planes de Rivera vista la debilidad de Oribe^^. Tal juicio revela el disgusto de Rosas, resultado de la conducta moderada de Oribe que se opuso a la politica de violencia a que lo alentaba el gobernador de Buenos Aires.
Las decisiones del presidente uruguayo crearon desconfianzas no solo en Buenos Aires sino tambien en Piratini' y Rio de Janeiro. Rivera, en tan- to, supo aprovechar esas divergencias. Diestro y astuto, a pesar de las reite- radas prevenciones de los farrapos contra su persona y de sus recientes di- sidencias con los legalistas, supo mover a unos y a otros de acuerdo a lo que reclamaban sus urgencias. Con suficiente caballeria, descendiö el rfo Uruguay y a orillas del Arapey sus fuerzas vencieron a las de Oribe que, mientras tanto, permitia que pastara en territorio uruguayo el ganado se- cuestrado por los farrapos a los legalistas.
Contra lo supuesto, Rivera no buscö una victoria definitiva y empren- diö una häbil guerra de recursos que desorientö y debilitö a su rival. Poco a poco, sus fuerzas fueron internändose en el territorio hasta dominar toda la campaüa, con excepciön de Paysandü. El 4 de noviembre de 1837 Oribe abriö operaciones nuevamente y el 21 de ese mes venciö a los rebeldes en las märgenes del rio Yi, zona de antigua influencia del caudillo colorado que debiö replegarse al norte. Desde aqui desarrollö una campana de guerrillas, enviando partidas de saqueo a distintos puntos, acciones que debilitaron al ejercito del gobierno debido a su diversificaciön". En Buenos Aires, el triunfo del Yi no satisfizo precisamente porque se lo apre- ciö en su verdadera dimensiön de derrota parcial de los sublevados. En este sentido, la correspondencia de Rosas a los gobernadores es elocuente respecto al desprecio que en este periodo le mereciö la que considerö inhä- bil politica de Oribe.
En enero de 1838 el presidente uruguayo solicitö el auxilio militar argen- tino. En este sentido, debe senalarse que los informes del comisionado Cornea Morales fueron adversos a que se prestara tal concurso, pero que Rosas, haciendo caso omiso de ellos, decidiö por si mismo no arriesgar esperando a que Oribe diera muestras mäs positivas de adhesiön a su go- bierno y estabilizara su propio regimen^'*.
El 23 de enero las fuerzas de Rivera avanzaron hasta Canelones y al di'a siguiente el caudillo se presentö con mil hombres frente a Montevideo cre- ando una situaciön de gran riesgo para Oribe que solo dominaba la capital y Paysandü. El general Soler, comandante de armas de Montevideo, adop- tö severas medidas de precauciön, viviendose en !a capital di'as cn'ticos y de gran aflicciön econömica no solamente por la inacciön de Oribe sino por el aislamiento fi'sico que imponi'a el sitio de Rivera, cuyas fuerzas con- sumaron numerosas depredaciones y saqueos en la campana.
La presencia en Montevideo de Luis Rosetti, el carbonario italiano que con Garibaldi, Zambecarri y Juan Bautista Cüneo se uniö a los farrapos, le permitiö observar claramente la situaciön. No viajö cumpliendo misiön diplomätica alguna sino para adquirir la imprenta de O Povo, que sen'a el örgano periodi'stico de los republicanos, cuya compra ya se habi'a inten- tado en Buenos Aires y en la misma Montevideo. Como resultado de su visita en momento tan crucial, aconsejö a su gobierno no desperdiciarlo pues, segün manifestö al canciller Almeida, "el peligro hace amigos a los hombres y el peligro del gobierno oriental nos es provechoso si sabemos utilizarlo". En cuanto a Rosas, precisö que las dificultades eran mayores: habiendose negado a recibir a los emisarios farrapos, se habi'a referido nuevamente en forma directa a la revoluciön riograndense manifestando que habi'a causado gran mal a la Confederaciön Argentina por el auxilio y proteccion que se habi'a brindado a Rivera^^ Aunque esta imputaciön correspondi'a en los hechos a los legalistas y no a los republicanos, quedö claro que Rosas, bajo ningün aspecto comprometen'a a la Confederaciön con los Ultimos, aunque toleraba las relaciones de Oribe. Los republicanos tentaron por otra via establecerlas con los argentinos, esta vez con la li- mitrofe provincia de Corrientes, eventual proveedora de ganado y caballerías, para lo que comisionaron a Sebastiän Ribeiro (hijo de Bento Manoel) para proponer una alianza al gobernador Genaro Berön de Astrada. El intento fracasö por cuanto este se abstuvo de proceder con independencia del encargado de las Relaciones Exteriores y dejö en claro su proceder co- municando a Rosas la negativa a la propuesta y que eran inexactas las no- ticias sobre vema de pölvora y otros arti'culos de guerra a los republicanos, hechos que en la realidad nunca fueron verificados^®.
Rivera, con la seguridad y poder que le otorgaba el dominio de casi todo el territorio, buscö ahora la alianza con los farrapos que tanto habian despreciado sus manejos. Se dirigiö al presidente de la Repüblica Bento Gon?alves en terminos muy lisonjeros, pero en los que mostraba clara- mente la duplicidad de su poHtica:
"Estando como estamos, hermanados en principios, pues una misma es la causa que peleamos - le escribt'a el 2 de marzo - , pues si Ud. aspira a libertär su patria sacudiendo el yugo dei gobierno monärquico, yo peleo por destronar un tirano que se ha entronizado en mi patria, por lo que debe- mos ponernos en inteligencia para favorecernos mutuamente y por mi par^ te, no se perdonarän medios para arribar a ello, asi que desde ya lo invito y lo hago con hechos y no con palabras. . . Tambien ya nos podemos conve- niren el modo de un golpe sobre las fuerzas legales que hay en esta frontera, lo que no sölo seria ventajoso para los liberales sino que yo hare aparecer esto como una intriga jugada por el gobierno de Montevideo!'^'
Los terminos de la carta eximen de cualquier comentario sobre las in- tenciones del caudillo respecto a los riograndenses, conforme al giro de los hechos polfticos y militares y a su propia conveniencia.
Para reforzar el pedido, y al no poder obtener recursos de Entre Ri'os, Rivera destinö nuevamente al coronel Martiniano Chilavert ante el gobier- no de Gongalves con instrucciones que lo autorizaban a concertar un tratado que asegurara mutuamente la seguridad de ambos Estados y la destrucciön tanto de las pretensiones de la Corte sobre la provincia co- mo de Oribe. La clausula primera de las instrucciones recomienda al comisionado que trabaje el änimo del gobierno republicano y de los in- dividuos influyentes para que dejen de lado sus intereses personales y en la segunda, le encarga que entreviste al general Bento Manoel Ribeiro "para que 6ste haga valer el influjo a que se desea llegar". Este no era otro que obtener el total apoyo de los republicanos, para lo que ofreciö centenares de caballos a cambio de cuatro piezas de artilleria^®.
Las proposiciones no difen'an de las que Chilavert habia llevado des- pues de Carpinten'a, pero ahora los auxilios llegaron tarde y no resultaron indispensables, dados los refuerzos que llevö la divisiön del general La- valle cuando tuvo lugar la batalla del Palmar. Desde el aspecto diplomäti- co, la misiön Chilavert - que llevaba como secretario y auditor a Andres Lamas - obtuvo los fines que se propuso Rivera. El 10 de junio de 1838, en las vi'speras del que seria el encuentro militar decisivo con Oribe, Chila- vert firmö con Jose Mariano de Mattos el tratado de Piratini'. Consta de cinco articulos por los que se estableceel auxilio de las caballadas al ejerci- to riograndense a cambio de las piezas de artilleria, comprometiendose las partes contratantes al desarme de las fuerzas armadas y devoluciön de caballos que traspasaran la frontera^''.
El tratado de Piratini constituye una clara victoria diplomätica de Rive- ra contra Rosas y Oribe que anulö, por otra parte, la oscilante conducta del ultimo respecto a Rio Grande. Pero tambien debe senalarse que antes de llegar a este paso y para contrarrestar la alianza Rosas - Oribe, Rivera intentö captar el apoyo del gobierno imperial prometiendo auxilios para sofocar la revoluciön riograndense a la par que mantenfa correspondencia con los rebeldes, los exhortaba a no desmayar en la empresa y les enviaba comisionados. Para obtener la alianza con la Corte nombrö a Santiago Väzquez, que no fue reconocido oficialmente por no representar a un go- bierno legal. Humillados, Rivera y Väzquez juraron venganza de donde proviene el giro politico que condujo al tratado de Piratiní.
Hasta promediar junio de 1838 la situaciön se mantuvo sin variantes. Rivera exigiö la renuncia incondicional de Oribe mientras este, apremiado por Rosas, procurö resistir el asedio con todos los elementos de que dispo- ni'a. El 15 de junio de 1838 se puso-en movimiento hacia el Palmar del Arroyo Grande donde tuvo lugar el encuentro de su vanguardia con la de Rivera. El combate, sangriento y encarnizado, produjo la derrota de Igna- cio Oribe. Quedaron en poder de Lavalle, que comandaba la primera divisiön del ejercito de Rivera, toda su tropa de infanteria prisionera, caballa- das, parque, comisan'a y equipajes. La divisiön de Lavalle, Nünez y Medi- na lo persiguieron en completa dispersiön, lo que permitiö a Rivera ocu- par todos los departamentos, incluso el de Colonia, que se rindiö. Sölo Montevideo, donde quedaba Oribe, y Paysandü defendida per el general Lavalleja, permanecieron bajo el dominio del gobierno legal. Derrotado el presidente, buscö el auxilio de Rosas y de Bento Gongalves, amenazan- do ahora a los brasileiios legalistas residentes en Montevideo al punto que ni el encargado de negocios del Imperio se hallö seguro. En este momento cuando se produce el paso de las fuerzas de la provincia de Entre Rios al Uruguay y, aunque se asegurö que se trataba solamente de voluntarios enganchados, el hecho provocö los recelos de la Corte sobre algün convenio entre Rosas y Oribe que comprometiera la independencia del Uruguay y el equilibrio de los Estados del Plata.
El triunfo de Rivera en el Palmar era un hecho decantado por las mis- mas circunstancias. Inütilmente, Oribe y la Asamblea Legislativa preten- dieron resistir. Aislados y sin auxilios argentinos, debido al bloqueo de ia escuadra francesa en el Plata, perdidas las esperanzas de alianza con el Imperio y cansada la poblaciön, Oribe debiö ceder resignando el man- do el 14 de octubre, ocasiön en que dio a publicidad una energica protesta en la que condenö a los franceses de haber influido en la exigencia de su renuncia. Dos di'as despues, se asilaba en Buenos Aires con otras figuras de SU gobierno. La mencionada acusaciön no era infundada. Si bien Rive- ra no precisö el prometido auxilio de los rebeldes riograndenses estipulado en el tratado de Piratini, habi'a hecho causa comün con el agente franc^s en Montevideo M. Baradere y con el contralmirante que bloqueaba a la sazön el litoral argentino. Esa relaciön asumiö en la practica el caräcter de un pacto, un entendimiento que permitiö que, mientras Rivera sitiaba Montevideo, el comandante frances declarara que bloquean'a la ciudad si salian buques de guerra para perseguir a Rivera, como pretendia Oribe. A fines de octubre, los ültimos elementos militares del gobierno, con sus armas, municiones y artilleria, se entregaron en Paysandü, acto final que permitiö al triunfador del Palmar convertirse en el ärbitro de la situaciön en el Uruguay.
Con gran sentido de la oportunidad, a poco del triunfo, el 21 de agosto de 1838, Rivera ajustö otro tratado que le confirmaba la alianza de los farrapos. Se celebrö en Cangud y figuran como signatarios el presidente de la Repüblica de Rio Grande, representado por su secretario Jos6 Ma- riane de Mattos y Rivera, en calidad de "general en jefe defensor de la Constituciön de la Repüblica Oriental del Uruguay", representado a su vez por Chilavert y Andres Lamas. Los diecisiete arti'culos que conforman el tratado revalidan, en primer termino, el celebrado dos meses antes en Pi- ratini, reconociendo el presidente de la Repüblica Riograndense a Rivera como la ünica autoridad superior de la Repüblica Oriental del Uruguay y, consecuentemente, declara la guerra contra todos los enemigos internos y externos de la causa que este sostiene. Por el arti'culo 2°, Rivera reconoce a nombre de la Repüblica del Uruguay la independencia y ti'tulo de la Re- püblica Riograndense declarando, asimismo, el estado de guerra contra sus enemigos internos y externos mientras el arti'culo 4° fortalece el acuer- do al comprometerse Rivera a acreditar un enviado extraordinario provis- to de plenos poderes para concluir cualquier ajuste o convenciön que la guerra demandara, actitud que reciprocamente adopta el gobierno de la Repüblica Riograndense.
El tratado presenta un contenido diplomätico y militar que difiere del anterior, basado en el trueque de caballen'as por armas, resultando indlca- tivo no solamente del poder total que ahora ejercia Rivera sino de su con- veniencia de estrechar relaciones con los republicanos. Se trataba, en con- secuencia, de una alianza contra Rosas y el Imperio. Estipula, asimismo, la expulsiön del territorio uruguayo de los legalistas alli refugiados. Para llevar a cabo esta acciön que implica la definitiva internacionalizaciön de la guerra riograndense, el arti'culo 8° establece que Rivera pondrä a dispo- siciön del gobierno de Rio Grande un escuadrön completamente armado y provisto de tres caballos por plaza, quedando tambi^n obligado el presi- dente de Rio Grande a proporcionar la misma fuerza en caso de serle re- querida. Pölvora, balas y tres mil caballos figuran tambien en las cläusu- las del acuerdo asi' como disposiciones sobre extradiciön de esclavos y contrabando de ganado''®.
A pocos di'as de la firma del tratado de Cangue y con la seguridad de apoyo internacional que 6ste le confen'a, Bento Gonpalves, en su calidad de presidente de la Repüblica Riograndense, publicaba el 29 de agosto un manifiesto proclamando la separaciön de la naciön brasilena, reasumien- do todos los derechos de la libertad de la provincia "sin sujeciön o sacrifi- cio de la mäs pequena parte de su independencia y soberani'a a otra naciön o potencia extrafla", terminos que indirectamente aluden al Uruguay. A traves del documento, Bento Gon^alves hace conocer que el acto de separaciön del Brasil no fue obra de la precipitaciön sino una necesidad indis- pensable para sustraerse al "yugo insoportable, cruel e ignominioso" de la Corte. Dos son las consecuencias expli'citas de la declaraciön: Rio Gran- de quedaba separada del Imperio y Rivera seria su aliado militar. El mani- fiesto concluye con una reafirmaciön indicativa de la voluntad del gobier- no republicano de integrarse al Imperio solamente bajo un sistema re- publicano, punto que contribuyea abonar la tesis de los historiadores "in- tegralistas" (Spalding, Souza Docca, Porto, Assis Brasil) que sostienen que la revoluciön nunca tuvo un caräcter netamente separatista, contra la de Alfredo Varela, que inequivocamente se lo asigna'".
El triunfo de Rivera y el bloqueo frances que aislaba a la Confederaciön Argentina favoreciö la resurrecciön del esquema de la formaciön de un gran Estado platino que induiria a Rio Grande del Sur, Paraguay, Uru- guay y las provincias argentinas de Entre Rios y Corrientes. Aunque la idea habfa sido presentada con algunas variantes con anterioridad, pero siempre con el objetivo de establecer un vasto, rico y poderoso Estado que actuara como antemural entre Brasil y la Confederaciön, no aparecen nunca como pensamiento coiectivo sino como una expresiön individual alentada, en este caso, por el triunfo de Rivera y por la protecciön france- sa. Salvador Maria del Carril es quien la expone desde su destierro en San- ta Catalina.
El ambicioso plan no tuvo ningün eco por los problemas politicos y mi- litares en que inevitablemente desembocarfa de ponerlo en präctica. Entre •los factores negatives figuraban la inexistencia del necesario apoyo fran- ces y que el dictador del Paraguay Jose Gaspar Rodriguez de Francia, ja- mäs adheriria a el sacrificando la independencia de su pais. Con todo, la utopia unitaria preocupö al gobierno argentino. Lo revela la nota que Ara- ria dirigiö al encargado de negocios brasileno Gaspar Jose Lisboa, que habla reclamado por la intervenciön argentina en los asuntos internos del Uruguay, al declararle que era incuestionable la combinaciön en que ha- bia entrado Rivera para confederar a la provincia de Rio Grande con el Uruguay y las provincias mesopotämicas argentinas, un acuerdo que no solo atentaba contra la integridad de sus territorios sino, fundamentalmente, contra el equilibrio politico de los paises de! Atläntico sur''^.
Ante la total reversiön de poder, influencias e ideologias que significaba el triunfo de Rivera, el gobierno imperial no trepidö en acercärsele para que a traves de su persona se negociara la pacificaciön de Rio Grande. El proyecto de tratado estaba formado por nueve articulos per los que se autorizaba a Rivera a prometer la amnistia a los rebeldes que abandona- ran la causa y a enganchar tropas uruguayas para ser empleadas contra la revoluciön a cambio de concesiones pecuniarias. Se le recomendaba, a la vez, que se abstuviese de concertar estipulaciones escritas que tuviesen el caräcter de una convenciön regulär, lo que en la practica invalidaba los tratados de Piratini y Cangue. Asimismo, dentro del caräcter secreto de la negociaciön, se le indicaba que informara al cönsul frances sobre la mis- ma y que influyese para que Santiago Väzquez - antes tan desairado en Rio de Janeiro - la concluyera con el encargado de negocios del Imperio Pedro Chaves. Ni Rivera ni Väzquez cedieron a las presiones imperiales y nada se hizo contra los aliados riograndenses evitando asi una häbil ma- niobra que hubiera significado no solo la sujeciön del Uruguay al Brasil sino tambien la completa hegemoni'a imperial hasta el Rio de la Plata
Tan häbil y precavido se moströ Rivera en el rechazo de la propuesta de Rio de Janeiro como en la intenciön de aliarse al disidente gobierno de Corrientes con el que firmö un tratado en Montevideo el 31 de di- ciembre de 1838. El gobernador Genaro Berön de Astrada fue representa- do por el coronel Manuel de Olazäbal, mientras Santiago Väzquez lo ha- cia en nombre de Rivera. Luego de un extenso proemio contra la persona y gobierno de Rosas, los articulos estipulan la alianza ofensiva y defensiva que, segün sedeclara, noes contra la Confederaciön Argentina ni ninguna de sus provincias a las que se invita a adherir a la alianza. Se indica el nü- mero de tropas con que colaborarän Corrientes y Uruguay, estableciendo- se que la alianza no se disolverä ni se firmarä la paz por separado hasta conseguir que Rosas deje el mando con su completa desapariciön del esce- nario poh'tico del Plata. Logrado esto, que era el verdadero objeto de la alianza, las fuerzas volven'an a sus respectivos territorios. Por otra cläusu- la del tratado, se autoriza a Rivera a negociar con Francia el cese del blo- queo, aspecto vital para el comercio de Corrientes'".
En enero de 1839, Jose Mariane de Mattos es designado encargado de negocios de la Repüblica de Piratini en Montevideo a fin de presionar sobre Rivera para que cumpla las estipulaciones del tratado de Cangue. Los farrapos no ignoran la que resultö frustrada negociaciön entre aquel y el Imperio, lo que motivö el räpido envi'o de Mattos a Montevideo. La desconfianza sobre Rivera era tal, y tan bien se conocian sus procederes, que en carta dirigida a Domingo Jos6 de Almeida, Mattos no ocultö su desprecio: "La conducta de Frutos es bastante equivoca: alimenta a uno y a otro partido y no obstante sus promesas, quien sabe a quien traiciona? No me atrevo a adelantar lo que practicarä - advierte el diplomätico - porque su caräcter versätil da lugar a los mäs justos recelos: de todo es capaz quien adora ciegamente el oro, su divinidad . . Mattos y sus companeros - Bonifacio Isäs Calderön, entre ellos, que actuö como in- termediario en su condiciön de antiguo amigo de Rivera - se exhibi'an sin embarazo alguno en püblico, luciendo la escarapela y las divisas del Estado Riograndense, como para probar que era con 6ste y no con el Im- perio con quien Rivera estaba aliado. Hubo un inconveniente, empero; puesto que el uso de tales emblemas solo era permitido a ciudadanos de naciones reconocidas, el encargado de negocios Chaves solicitö que se concluyera con "semejante abuso tan contrario a la dignidad del Imperio y a la amistad y simpati'a que el gobierno uruguayo le mostraba"'*®. El Imperio no tuvo obstäculos, sin embargo, en comisionar a Felipe Nery d'Oliveira que en los mismos di'as llegö a Montevideo donde adquiriö ca- ballos y armamentos que se cruzaron por la frontera de Vaguanin"*^. En tanto se cumpU'a esta operaciön, Rivera, sin descuidar su alianza con los farrapos, continuö remitiendoles caballos, segün denunciö Chaves"*®. El doble juego del caudillo no hace mäs que contribuir a justificar el elo- cuente y despectivo juicio que mereciö de Mattos: en cuanto se tratö de dinero, no tuvo reparos en comerciar con republicanos y legalistas sin el menor miramiento de las consecuencias poli'ticas de esos actos.
Dentro de este marco de alianzas düplices, se sitüa tambi6n la comisiön que desempefiö el canönigo Pedro Pablo Vidal en Rio de Janeiro en la mis- ma epoca.
En sus conferencias con el ministro de Negocios Extranjeros Antonio Peregrino Maciel Monteiro (despues Segundo Baron de Itamara- cä) en marzo de 1838 y con su sucesor Cändido Baptista de Oliveira en abril de ese ano, protestö por las exigencias de Chaves pero, por sobre to- do, puso en claro que el pretendido pronunciamiento exph'cito del Uru- guay a favor del Imperio significaba un peligro en el momento aunque la necesidad de destruir a Rosas lo justificaba. Fundamentalmente, dejö en claro que a su gobierno le era necesario "guardar miramientos" con los riograndenses. EI doble juego de Rivera es tan evidente en estos mo- mentos que el Brasil se desligö del asunto, aduciendo que el prometido subsidio no podia ser acordado sin autorizaciön de las Cämaras, respuesta que dio motivo al regreso de Vidal"".
Ciertamente, el constante doble juego del gobernante uruguayo motivö justificadas sospechas en sus aliados republicanos. En carta cifrada a Bento Gon^alves, Jose Mariane de Mattos se refiere a la conducta equivo- ca de Rivera que no obstante promesas y alianzas se ignora si traicionarä a los republicanos^". Buscaba aliados, en efecto, por todos lados y sin menoscabo de acuerdos previos o de la influencia del agente frances en SU pai's. El 31 de diciembre de 1838 habia suscripto bajo la presiön de los unitarios y de los agentes franceses el tratado con Corrientes y el 13 de enero delegaba el mando en el presidente del Senado Gabriel A. Pereira para trasladarse a Durazno. El 10 de febrero formalizaba la declaraciön de la guerra a Rosas y a fines de ese mes, la Asamblea Constituyente lo elegi'a presidente constitucional.
Si en materia de poh'tica interna Rivera procurö estabilizar el gobierno, en lo referente a la externa, ademäs de la decisiön adoptada respecto al gobierno de Rosas, volviö a procurar la aproximaciön al Imperio comi- sionando a Santiago Väzquez con la intenciön de obtener el apoyo brasile- fto en SU posible enfrentamiento con Rosas. Las instrucciones reservadas de Väzquez, firmadas por Rivera y su ministro Enrique Martfnez, expre- san la conveniencia a los intereses del Uruguay de la pacificaciön de la provincia de Rio Grande y el establecimiento del orden permanente con su incorporaciön al Imperio. Para alcanzar estos objetos se autorizö a Väzquez a promover, ajustar y concluir, de ser posible, un pacto secreto y convenios especiales sobre la base del compromiso de Rivera para influir en la reincorporaciön de la provincia al Imperio. De no ser posible por medios pacificos, se presentarfa en la frontera al aflo siguiente con un ejer- cito de cuatro mil hombres que se unirian a los legalistas. La traiciön de Rivera tenfa el precio de un subsidlo de 500.000 pesos fuertes y otro poste- rior de 1.000.000 de pesos fuertes, una vez que hubiera logrado la reincor- poraciön de Rio Grande. Si fracasadas todas las tentativas no se conseguia alcanzar el objetivo, el subsidio se considerarla y pagan'a como emprestito en el t^rmino de tres años^'.
La llegada de Santiago Väzquez a Rio de Janeiro provocö mil conjetu- ras. No se confiaba en Rivera de cuya increfble duplicidad habia dado sobradas pruebas. El enviado pronto pudo percibir el "estado vacilante" del ministerio del Brasil, segün sus palabras. Aunque Väzquez nada obtu- vo, el gobierno del Brasil, al analizar la necesidad de proteger al de Rivera, patentizö a trav6s del diputado Andrade Machado que no habia perdido las esperanzas de restablecer al Uruguay como parte del Imperio, lo que traeria como consecuencia la incorporaciön del Paraguay, Entre Rios y Corrientes, esquema que en nada difen'a con los mencionados anterior- mente. Vuelto a tratar el temaen la sesiön del 11 de junio de 1839, el mismo diputado manifestö que la Repüblica Cisplatina era pequena para figurar como naciön independiente y que inevitablemente se uniria al Brasil De este modo queda probado cömo Brasil pretendiö ignorar la Conven- ciön de 1828 persiguiendo su antiguo plan de expansiön hasta el Rio de la Plata y los motivos del fracaso de la misiön de Santiago Väzquez que, aunque pretextando la colaboraciön de su gobierno en la pacificaciön de Rio Grande, en realidad procuraba el auxilio pecuniario para su gobierno. Coincide con esta fracasada negociaciön la que intentö Rivera con Rosas, no obstante la ya mencionada declaraciön de guerra. AI efecto enviö a Buenos Aires al ministro de Hacienda Francisco Joaqufn Munoz, figura nmy mal vista por Rosas, por la comisiön que habfa cumplido ante el ma- riscal Santa Cruz para concertar una alianza entre su pafs y Bolivia. Rive- ra cometiö un serio error en este sentido: la negociaciön estaba condenada al fracaso no sölo por la existenda de la declaraciön de guerra, sino por- que Rosas seguia considerando a Oribe presidente legal del Uruguay.
Estos fracasos condujeron a Rivera a continuar sus relaciones con los farrapos. Cuero, vi'veres y materiales de guerra fueron enviados a Rfo Grande a la vez que destinaba al general Enrique Marti'nez para entrevis- tarse con Bento Gon9alves. El viaje a Casapava respondia a la necesidad de hacer efectivo el tratado gestionado por Josd Mariane de Mattos, con- forme lo dio a publicidad". El encuentro tuvo lugar en Alegrete, ocasiön en que el presidente de la Repüblica Riograndense anunciö a Rivera que haria lo humanamente posible para que de esa misiön resultaran las venta- jas a que teni'an derecho ambos Estados y de los que hasta la fecha se ha- bi'an privado por una fatalidad en la que personalmente no tenia parte, t^rminos que directamente, hacen referencia a la negociaciön de Rivera con la Corte".
Conforme a la declaraciön de guerra, las operaciones debi'an comenzar en territorio argentino, actuando conjuntamente las fuerzas uruguayas y correntinas. Las ültimas fueron destrozadas por el gobernador Echagüe en Pago Largo, obligando a Rivera a regresar al Uruguay para rechazar la segura invasiön al territorio en momentos en que Lavalle, contrariando ördenes expresas de Rivera, embarcaba la tropa para emprender su expedi- ciön contra Rosas. Con estos episodios se inicia el perfodo histörico deno- minado Guerra Grande que se extiende hasta 1851. En julio de 1839, Echa- güe concreto el plan atravesando el n'o Uruguay cerca de Salto. Entre los jefes que lo secundaban se encontraban los generales Juan Antonio La- valleja y Eugenio Garzön y los coroneles Justo Jose de Urquiza y Servan- do Gömez. Diversos encuentros menores se producen por varios meses hasta que el choque decisivo dio la victoria a Rivera en la batalla de Ca- gancha, el 29 de diciembre de 1839.
Poco despu^s del triunfo de Rivera los farrapos iniciaron una nueva po- litica designando a Jerönimo de Azambuya para entrevistarse con Servan- do Gömez que preparaba la reacciön oribista en el mayor secreto. Para completar la negociaciön se comisionö a Antonio Manuel Correa da Cä- mara para asegurar la alianza del nuevo gobernador de Corrientes, Pedro Ferre, pero no tuvo exito tanto por las prevenciones de 6ste hacia Bento Goncalves como hacia Rivera. Los objetivos de la misiön de Correa da Cämara consistian precisamente en justificar la conducta de la Repüblica de Piratini cuando adhiriö a la causa de Rivera contra la Confederaciön, pero las entrevistas fueron desarrolladas con gran carencia de tacto poh'ti- co, por lo que Bento Goncalves las desaprobö reemplazando al emisario con un personaje de gran significaciön y prestigio: el general Bento Ma- noel Ribeiro'^.
La "causa americana" fue invocada por Ribeiro en la carta que enviö a Lavalleja anunciando su viaje. Llegö primero a Buenos Aires, pero Ro- sas, häbilmente y tal como habi'a sido su conducta en ocasiones anteriores, eludiö recibirlo. Argumentö que se trataba de un emisario de naciön no reconocida pero admitiö que lo recibiera Echagüe que lo entretuvo varios dias sin llegar a ningün resultado en las conversaciones.
Por su parte, Ferre, amenazado por el ejercito federal y arrinconado en la ciudad de Corrientes, enviö al coronel Manuel de Olazäbal ante Ri- vera para darle cuenta del lamentable estado de la provincia y de la necesi- dad de prestarle doscientos a trescientos soldados uruguayos para que se unieran a su debilitado ejercito. La ambigua respuesta de Rivera no deja dudas sobre su conducta:
"Yo debi'a haccrlo volver pronto [al emisario] con una contestaciön, mas no fue posible asl efectuarse porque en esos momentos fue preciso tener que atender algunas intrigas que por parte de mis enemigos se fraguaban contra la Repüblica, queriendo mezclar a nuestros amigos republicanos riograndenses y a mäs, yo tenia que organizar en el interin el pais y ponerlo a cubierto de cualquier tentativa por parte de Rosas y Oribc. Hoy, no sölo he concluido el arreglo de mi pais sino que estoy completamente satisfecho del Presidente de la Repüblica Riograndense y de todo cuanto ellos hacen, no sölo por la identidad de principios hacia nuestra causa sino porque es preciso que se unan los que profesan odio hacia la tirania"
La elusiva respuesta muestra que, de momento, Rivera evitaba auxiliar a Ferre por la posible reacciön de Echagüe y que desairado por el gobierno imperial, volcaba nuevamente el fiel de la balanza hacia los republicanos riograndenses.
La decisiön obtuvo el fin buscado. Ya entrado 1840, el gabinete de Casa- pava asume una posiciön definitiva con respecto a la Confederaciön Ar- gentina. Los editoriales de O Povo abordan lo que denominan "cuestiön argentina" declarando: "Nunca procuramos una alianza con Rosas aun- que si con el pais a sujeto, que no se ha dignado escuchar a nuestros representantes!' Exph'citamente indica que pasaba a entenderse con La- valle y Ferre, "los verdaderos representantes de la Argentina", adoptando esta posiciön porque ya no podia mantenerse neutral en el conflicto argen- tino. Completando esta opiniön, el mismo diario publicaba en esos di'as que desde mayo de 1839 hasta la fecha no se habi'a establecido sociedad alguna contra la libertad sin que el brazo argentino hubiera combatido per ella. Especificamente, aclara que Rio Grande no ha buscado la alian- za con Rosas aunque si con la Confederaciön Argentina, expresiön que semeja una limpieza de antecedentes pues a nadie podia escapar que la varias veces buscada alianza con la Confederaciön implicaba tenerla con Rosas".
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Re: Virreinato del Río de la Plata
Las declaraciones del periödico oficial estän en consonancia con el en- vi'o del general Martinez a Rio Grande y la misiön de Sebastiän Ribeiro a Montevideo, a quien Rivera prometiö el auxilio de armas y municiones, en mayoria provistas por los franceses. Los ministros franc^s y britänico miraban con interes y buena voluntad esa relaciön, fundamentalmente por ver en Rivera el creador del nuevo lazo confederativo de los Estados del sur. En opiniön de Alfredo Varela, tanto De Lurde como Mandeville aspiraban a la formaciön de una federaciön independiente que permitiera a la navegaciön de sus naciones penetrar libremente por los n'os Uruguay y Paranä para explorar mercados inaccesibles como el Paraguay''. La apertura de los rfos quedö paralizada por aftos, como es sabido, monopo- lizando el comercio el puerto de Buenos Aires y sölo despues de Caseros se puso termino a tan asfixiante sistema.
El triurifo de Cagancha produjo una mutaciön en Rosas con respecto al Brasil, aunque fue de corta duraciön. En buena medida, la relaciön vol- viö a ser tensa cuando se retirö de Buenos Aires el ministro brasileno, des- pues de efectuar reclamaciones por el paso del ej^rcito argentino al Uru- guay que fueron recibidas con total indiferencia por Rosas. Arana, por SUparte, eludiö la respuesta a varias notas, excusändose en sus muchas ocupaciones. Se comprobö, erapero, que Bento Ribeiro habi'a conferen- ciado con Echagüe, lo que motivö tambidn un ignorado pedido de explica- ciones". En tanto el ministro brasileno era desairado de tal forma, los republicanos riograndenses volvian a pronunciarse contra la neutralidad en el conflicto argentino que tan directamente afectaba sus intereses:
"Su situaciön geogräfica, su situaciön politica, el caräcter de la causa [de Rosas], sus precedentes y los nuestros, todos se oponen a ella. Se trata de conquistar un principio que es comün a tres repüblicas: principio ünico e indivisible para todas tres; principio que es la base de todo un futuro que tiene una bandera, un mismo fin y que reclama per tanto soldados, esfuer- zos y sacrificios idinticos. Ei Estado Oriental y la Repüblica Argentina es- tän unidos; Rosas y sus satelites estän contra ellas. El campo estä abierto: las armas lo principian a disputar. Entretanto, que hace Rio Grande, cömo piensa estas cuestiones? El Rio Grande tiene que tomar un caräcter y un puesto . . . Prescindiendo de las obligaciones que imponen en la identidad de la causa y las simpatias particulares, 6sto es, sus intereses vitales, la alian- za abierta y decisiva a la causa de la libertad, Rosas es un tirano expirante, Rosas no puede extender su brazo protcctor o de exterminio a una pulgada mäs allä de su mezquino escondrijo. La Repüblica Riograndense que se ha puesto en la lucha y brazo a brazo con el Imperio, puede ligarse al corrom- pido y moribundo poder de Rosas? . . . Es de riguroso deber unirse y com- batir con los que tambien pelean por la misma libertad. Et Rio Grande Imprimirä una mancha eterna a su bella paz, ligändose hoy al caribe ameri- cano . , . Pcnsamos que en la epoca feliz de la libertad argentina podremos proclamar abiertamente las virtudes americanas, et civismo, la nobleza y bizarn'a de nuestros hermanos . ,
La fluctuante relaciön de los farrapos con Rosas desde 1835 exime de comentarios sobre el texto, posiblemente escrito por Cüneo. Triunfante Rivera, asegurado el apoyo frances, se produce la definiciön que significa la ruptura con Rosas. Afianzada la alianza riograndense-uruguaya, sur- gen dificultades desde otro ängulo. El gobernador Ferre envi'a al diputado Juan B. Acosta ante el gobierno oriental y el general Lavalle para requerir refuerzos militares. Rivera aceptö la cooperaciön solicitada, ofreciendo tres mil hombres para actuar contra Echagüe, a la vez que facilitaba el co- mercio entre Montevideo y Corrientes, pero exigiö que se mantuviera el pacto de alianza de diciembre de 1838 que le otorgaba el mando militar supremo. Lavalle y los emigrados se opusieron a esta condiciön, de donde sobrevino una nueva discordia y el fracaso del plan de Ferre®'.
Estas contradicciones de Rivera en cuanto a sus operaciones de guerra y a su relaciön con los farrapos son observadas por Sebastiän Ribeiro, que admite la imposibilidad de cumplir los compromisos establecidos en Can- gue. Rivera le ofreciö colocar seiscientos soldados a su disposiciön en Sal- to, lo que fue aceptado. "Si asi se hiciera - escribe Ribeiro a Juan Lavalle - me aplaudire de haber conseguido de eso, que a mi entender vale mäs que un buen tratado de alianza impracticable. Si queda en pura promesa, tambien sacare ventajas de haber sondado yo mismo las dificultades con que deben contar mis compatriotas en lo sucesivol' De lo que no quedan dudas a Ribeiro es que profundas divergencias separat! a los emtgrados argentinos: los divide entre los que sustentan puros principios republica- nos y los de transiciön, en otras palabras, los acomodaticios*^. Cuando Ribeiro aün se hallaba en Montevideo, Vicente J. Fialho es comisionado ante Rivera en abril de 1840. Se trata de una de las figuras mäs representa- tivas de los legalistas residentes en el Uruguay a quien el presidente recibe, aceptando por 10.000 pesos fuertes la entrega de mil caballos y permiso de enrolamiento a los voluntarios uruguayos en el ejercito imperial. Aun- que la negociaciön no llegö a concretarse, muestra una vez mäs la venali- dad y duplicidad del caudillo que en los mismos di'as recibia en Durazno al enviado imperial Anfbal Antunes Maciel a quien ofreciö doscientos hombres para auxiliar a los legalistas^'.
En mayo de 1840 Sebastiän Ribeiro retornaba a Alegrete desde donde informö al canciller de la Repüblica Riograndense Domingo Jose de Al- meida que en su ültima entrevista con Rivera en San Jos6, este le asegurö SU firme adhesiön a la causa de los farrapos pero que hasta que no se pro- dujera la caida de Rosas, no podi'a comprometerse directamente contra el Imperio, aunque estaba dispuesto a auxiliarlos con armamentos y mu- niciones, declaraciones de politica escurridiza que confirman las observa- ciones que Ribeiro formulö a Lavalle^.
En lo tocante a la otra aliada, Corrientes, hubo un nuevo acuerdo des- pues de los encuentros de Lavalle con Echagüe en Don Cristöbal y Sauce Grande, triunfo 6ste del gobernador de Entre Ri'os, pero anulado por la gran lentitud de operaciones posterior a la batalla que permitiö a Lavalle embarcar su ejercito hacia Buenos Aires. El 27 de agosto de 1840, Juan B. Acosta a nombre de Ferre y Luis J. Bustamante representando a Rivera firmaron una convenciön en Paysandü que permitiö que Corrientes ad- quiriera el material necesario para armar un ejercito de reserva, creändose un modus vivendi que se orientö hacia el restablecimiento del tratado con Berön de Astrada. Ferre ratificö de inmediato la convenciön aunque para la opiniön general rioplatense, la convenciön de Paysandü envolviö a Corrientes en la poh'tica y hegemonia de Rivera. La alianza, en los hechos, no brindö el fruto esperado: solo preocupö a Echagüe que demorö la invasiön a Corrientes hasta noviembre, cuando fue derrotado por el gene- ral Paz en Caaguazü.
Antes de marchar a Corrientes para ocupar la jefatura del ejercito de reserva, Paz se entrevistö con Rivera en su cuartel general en San Jose, participando en la conferencia Jose Isäs Calderön, enviado de Corrientes ante el gobierno uruguayo. "En estas privadas conferencias- expresa Paz
- manifeste siennpre miras conciliatorias, mis sentimientos argentinos y mis deseos terminantemente manifestados de que no se me considerase como un hombre de discordia"^^ Encontrö a Lavalle en las visperas de Sauce Grande, siendo recibido con frialdad y hasta desconfianza®®. Ferre, urgido por la situaciön del inminente ataque de Echagüe no des- cuidö la alianza con Rivera: en octubre de 1840 el naturalista Aime Bonpland y Gregorio Valdez llegaban a Montevideo comisionados ante el presidente uruguayo y los agentes franceses con el objeto principal de obtener recursos y elementos de guerra^^. En lo que respecta a Francia, el auxilio quedaba descartado: el convenio Mackau-Arana (29 de octubre de 1840) que pone termino al bloqueo al puerto de Buenos Aires por las naves francesas, concluye con el plan de apoyo. En cuanto al del Uruguay, Bonpland regresö con el magro socorro de 5000 pesos y sin documenta- ciön alguna que comprometiese a Rivera.
Paralelamente, sin descuidar el apoyo del Brasil contra Rosas, Rivera enviö a Rio de Janeiro a Francisco Magarifios, cuando ya se encontraba alh' el general Tomas Guido, ministro de la Confederaciön Argentina.
"El verdadero objeto que el gobierno se propone - expresan las instruc- ciones otorgadas a Magariiics - es inducir al gobierno del Brasil a interve- nir en la guerra que el gobernador de Buenos Aires hace a la Repüblica del Uruguay. Esta intervenciön la puede tomar como parte o como mediador Si el gabinete del Brasil conoce sus verdaderos intereses, no debe trepidar en hacerse parte no para hacer la guerra a Buenos Aires, sino para impedir que la Repüblica Oriental caiga bajo la influencia exciusiva del gobernador de Buenos Aires".
De este modo, la intervenciön que tomase el Brasil serfa una consecuen- cia forzosa de lo estipulado en la Convenciön Preliminar de Paz de 1828. Con referencia a los disidentes riograndenses, Rivera no oculta que les ha prestado servicios. La enmaranada explicaciön aclara que lo hizo con ca- räcter distinto al de Oribe que les concedia armas, municiones y equipos en forma espontänea, mientras que su conducta fue resultado de la posi- ciön cn'tica y difi'cil en que se hallaba Rio Grande. Alianzas, comisionados y ventas de ganado y armas se esfuman en la artimanas. La misiön de Ma- garinos, que se prolongö por dos anos, fracasö en definitiva debido a la firma del tratado Guido-Carneiro Leäo (1843), pero Rivera continuö el doble juego. Recibiö al comisionado republicano Antonio Paulino de Fontoura al que reiterö la permanente armonia entre los dos Estados, aun- que sin comprometerse por el momento mäs que a remover algunos obstä- culos en la frontera, tibio resultado de una misiön que hizo que hasta los mismos jefes republicanos dudaran de la lealtad de Fontoura^'. El Impe- rio, ciertamente no podi'a fiarse de las amistosas declaraciones de Rivera. El ministro Vasconcellos lo juzgaba como el mayor enemigo de la integri- dad del Imperio por la protecciön efectiva y clandestina que habi'a dado a los rebeldes de Rio Grande pero tambien lo vei'a como "el motor" para hacerlos sucumbir para lo cual, conociendo su genio, era preciso conce- derle abundante dinero.
El vicepresidente de la Repüblica Riograndense Josd Mariane de Mat- tos era designado ante Rivera en marzo de 1841 para iniciar una nego- ciaciön. La guerra detuvo su partida pero el 5 de julio firmö el convenio secreto de Durazno, cuyo contenido se desconoce hasta la fecha. Alguna informaciön deja trascender que el objeto del viaje era reclamar por las incursiones del ejercito imperial que se toleraban en el Uruguay, atacando propiedades y arrebatando caballadas. A su regreso, Mattos pudo infor- mar al canciller Almeida que habia encontrado muy buena disposición.
hacia la Repüblica Riograndense, persuadido de que Rivera habia variado totalmente su politica aunque Mattos, que estaba lejos de ser un intrigante y conoda el caräcter de Rivera, desechö la posibilidad del plan confedera- tivo que este presentö en las conferencias^'.
Dentro de la escasa informaciön existente sobre el Convenio de Duraz- no, Juan Andres Gelly - entonces oficial mayor de Gobierno y Rela- ciones Exteriores del Uruguay - proporciona datos mäs exactos sobre el contenido de la misma: se habia firmado, segün informa a Magarinos, una alianza ofensiva y defensiva de caräcter secreto por el que ambos Es- tados se garantian reciprocamente su libertad e independencia en caso de agresiön externa. El comentario final no tiene desperdicio: "Los riogran- denses ofrecen, ademäs, dos mil hombres para invadir Entre Rios. ^Le ca- be esto a un hombre cuerdo? No creo que se haga efectivo porque Ud. sabe que el autor del tratado o su signatario principal abandona los pro- yectos con la misma facilidad con que los combina, pero nos mata"^^.
La renovada protecciön de Rivera a los farrapos provocö un desagra- dable cambio de notas entre la legaciön brasilefia en Montevideo y el mi- nistro Francisco A. Vidal. AI promediar 1841 el canciller Aureliane Souza Oliveira realizö mudanzas diplomäticas en el Rio de la Plata. No tenian otro objeto que otorgar mayor representatividad a las legaciones, envian- do diplomäticos con experiencia y conocimiento del medio. El barön de Ponte Ribeiro pasö a desempefiarse en Buenos Aires y Joäo Pedro Regis en Montevideo.
El gabinete de San Cristöbal percibiö claramente, como lo demuestran sus actos, que Rivera intentaba ganar ventajas para si, agenciando pactos con el Imperio al mismo tiempo que firmaba tratados con el gobierno
farroupilha. Fue con escändalo y despecho que se supo en la Corte que Rivera prometia a los ültimos un contingente militar formado por escla- vos liberados por los republicanos en 1836, pero tambien causö sorpresa SU negativa a Mattos para armar patachos y zumacas como corsarios. No se distingue con nitidez el designio de Rivera pero sj su solicitud de pago de 60.000 piastras que reclamö a la legaciön imperial, posiblemente adu- ciendo su reciente negativa a los farrapos
Mientras subsistiö el bloqueo franc^s, Rivera tuvo ayuda y protecciön, pero el cese de este lo colocö en situaciön apuradi'sima, lo que explica su constante büsqueda de alianzas^"*. Pocos retratos de la personalidad del caudillo han sido escritos en forma tan ajustada como el que le destinö el general Tomas Guido:
"No he conocido en la guerra de America un hombre expectable, de quien haya tenido en cuanto a lealtad y buena fe, concepto mäs bajo que el que generalmente se tiene sobre Rivera. Degradado en la opiniön püblica por la Serie de sus falsi'as, no se ha privado de los mismos medios sino bajo una fuerza que lo sujete. En el Brasil se lo conoce como en ninguna otra parte y hasta ahora no he oi'do una sola palabra de los influyentes y mäs respe- tables de la Corte concedcr a Rivera otra calidad que la de la pillen'a."
Si el desprecio de Guido era total, no lo era menor el que le mereda al general Jose Maria Paz, quien en sus Memorias Pöstumas lo puntualiza con motivos fundados y t^rminos aün mäs peyorativos^^.
La guerra continuaba en territorio argentino. A fines de 1841, el general Paz obtuvo la victoria de Caaguazü contra el ejercito de Echagüe que re- sultö aniquilado. No participaron elementos militares riograndenses con- forme al ofrecimiento de Bento Gongalves a Paz, pero las fuerzas de Rive- ra siguieron actuando en Entre Ri'os. AI mismo tiempo, el presidente uru- guayo combinaba un encuentro con el presidente de la Repüblica de Rio Grande en'San Fructuoso, lugar pröximo a la frontera. El 15 de diciembre de 1841 delegö el mando en el vicepresidente, llegando al punto de reuniön a fin de mes en compani'a de Jose Luis Bustamante, quien fue quien ce- lebrö la conferencia por enfermedad de Rivera. Con Domingo Jose de Al- meida ajustö el 28 de diciembre de 1841 un tratado de mutuos auxilios que complementaba el Convenio de Durazno y establecfa que Rio Grande envian'a una divisön mixta compuesta por quinientas plazas de cazadores y doscientas de artillen'a como fuerzas auxiliadoras en la campana de Entre Ri'os, mientras Rivera proveeria armas y municiones^^.
Por el convenio celebrado en la hacienda de Galarza (abril de 1842) entre los representantes de Rivera, Entre Ri'os y Santa Fe se otorgö al primero la jefatura de las operaciones militares. Fue un torpe golpe llevado al general Paz y a los intereses de la revoluciön contra Rosas.
Rivera, animado aün en su plan de confederaciön alentado con altiba- jos a lo largo de diez anos'^ proyectö las conferencias de Paysandü. Hi- zo publice convite y dedicö atenciones especiales a Bento Gon?alves. De- signö a Melchor Herrera y Obes como el edecän que lo acompanan'a desde SU ingreso al Uruguay donde nada faltö para que se hiciese patente la cate- gon'a del visitante al que se le rindiö el homenaje de la salva de veintiün canonazos al arribar a Paysandü.
A fines de 1842 se reuni'a el congreso en el que, segün los deseos del caudillo, se logran'an las bases de una potencia sudamericana. Asistieron, ademäs de Rivera y Gonpalves, el gobernador de Corrientes Pedro Ferre, el de Santa Fe Juan Pablo Lopez y el general Jose Maria Paz. La oposiciön de este a los planes de Rivera impidiö que se llegase a ningün resultado concreto al oponerse al plan de confederaciön. Presentia, posiblemente, una pröxima traiciön del caudillo uruguayo quien, a su juicio, no preten- dia otra cosa que extender su influencia y dominio territorial.
En los mismos di'as, el 6 de diciembre de 1842, Rivera librö batalla deci- siva contra el nuevo gobernador de Entre Rios, Justo Jose de Urquiza, en Arroyo Grande. Su derrota fue absoluta: präcticamente perdiö todo su ej^rcito, pero el triunfo de Urquiza significö que no solamente se habi'a derrotado a una fuerza militar sino tambien al ambicioso plan poli'tico que pretendia remodelar el mapa sudamericano. La victoria abriö camino a Oribe hacia Montevideo, cuyo sitio comenzö el 16 de febrero de 1843. La batalla fue tambiön decisiva para los disidentes riograndenses que con el eclipse de Rivera perdian a su aliado principal, mientras se acentuaba el conflicto entre los jefes farrapos debido a la creciente escasez de ganado y caballares para proseguir la lucha.
Con la llegada del barön de Caxias, el pacificador de Säo Paulo y Minas Geraes, la guerra riograndense tomö nuevo rumbo hasta que en mayo de 1843 tuvo lugar el celebre encuentro de Poncho Verde, lucha titänica entre dos ejercitos dispuestos a vencer o morir. Bento Manoel Ribeiro, unido nuevamente a los imperiales, se impone a los republicanos que sufren otros reveses al ano siguiente, entre ellos, el asalto a la villa de Piratini y la perdida de los coroneles Jose Mariane de Mattos y Joaqufn Pedro Soa- res.
La presencia del nuevo encargado de negocios de Brasil en Montevideo, Joäo Lins Vieira Cansangäo de Sinimbü, signific6 la bipolarizaciön del frente externo para Rosas. El posible bloqueo brasileno del Rio de la Pla- ta, en conjunciön con potencias europeas, fue el mayor insulto. Con saga- cidad lo eludiö como excusa en su biisqueda de par con Brasil. La pro- puesta de Rivera para acordarla con este pais, pagando el mäs alto precio, que consistia en remitir como garantia a Rio de Janeiro al notable jefe republicano Bento Gongalves, fue el verdadero motor de la räpida reac- ciön de R o s a s E l 20 de marzo de 1843 el canciller Honörio Hermeto Carneiro Leäo y el representante Tomas Guido firmaban el tratado - bus- cado, pero no ratificado por Rosas - que anulaba a Rivera. 1843 habria de ser, en consecuencia, el afio de la decadencia completa de los farrapos que continuö sin variantes hasta la pacificaciön de 1845.
CONCLUSIONES
La revoluciön farroupUha fue una tentativa de establecer autonomia politica y econömica regional, para lo cual era indispensable el concurso de los paises del Plata. Para ello, ciertos farrapos, antes de 1835, estaban dispuestos a cumplir el drästico paso de la secesiön. La difusiön de las ideas y actitudes platinas en Rio Grande contribuyö a formar la atmösfera revolucionaria. Rosas, sin tomar partido en la lucha, volcö toda su activi- dad en el sentido de separar a Rivera del Brasil, aspecto que tuvo prioridad en la misiön del general Guido, aunque el tratado que firmö en 1843 no fue ratificado por la Confederaciön Argentina.
Los farrapos, especialmente la elite de la frontera, contaron con el apo- yo extranjero y con alianzas tanto poh'ticas como personales en su tentati- va de independencia. Su ideologia, vista con simpatia y propalada por los diarios de Montevideo, tuvo empero un caräcter netamente regional que poco a poco se desvaneciö. Con todo, el fenömeno del flujo de ganado con el Uruguay continuö durante todo el siglo XIX, en una situaciön muy similar a la existente antes de la guerra. La estabilidad econömica riogran- dense, aün despues de la pacificaciön de 1845, dependiö siempre de la ma- nutencion y expansiön de pasturas y ganados que le provefa el pais vecino. Para suplir la demanda de charque, los riograndenses continuaron expan- diendose en territorio uruguayo. El acceso a esas tierras y el flujo constan- te de ganado, libre de impuestos, fueron las principales metas que influye- ron en la convivencia entre Rio Grande y el Uruguay a pesar de la gran Variante politica que impuso la Guerra Grande*
http://anaforas.fic.edu.uy/jspui/bit...reta_farra.pdf
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Re: Virreinato del Río de la Plata
Tenencia de Gobierno de Guayrá
La región del Guayrá, el territorio del Guayrá, la «Provincia de la Guayra»[1] o bien, la tenencia de gobierno del Guayrá desde el 14 de octubre de 1575, fue una extensa región geográfica conquistada por los españoles en 1554 con la fundación de la «Villa de Ontiveros», en el oriente de la entonces tenencia de gobierno general de Asunción que a su vez estaba ubicada en el nordeste de la gobernación del Río de la Plata y del Paraguay, hasta su fáctica división en 1618, por lo que el Guayrá quedaba incluido en la nueva gobernación del Paraguay, y que en su conjunto formaban parte del gran Virreinato del Perú, y por ende, del Imperio español.
Su definitivo abandono por fuerzas españolas fue en 1638, debido a las continuas malocas de los bandeirantes y mamelucos, ya que se había dejado de tener en cuenta el antiguo Tratado de Tordesillas debido a una unión dinástica de los reinos de España y Portugal, con el monarca Felipe II de Habsburgo.
El 15 de diciembre de 1640 el Duque de Braganza sería proclamado como el rey Juan IV de Portugal, por lo cual provocó el inicio de la Guerra de Restauración que terminó con la unión personal hispano-lusitana de Felipe IV de España y III de Portugal, provocando mayor inestabilidad en esta región litigiosa del Guayrá, en donde los portugueses venían ocupando el litoral marítimo desde 1578, con un caserío y la capilla Nossa Senhora do Rosário que derivó en un pueblo, y luego de la extracción de oro, se elevó al título de villa de Paranaguá en 1648. También fundarían, más hacia el interior, el pueblo de Nossa Senhora da Luz e Bom Jesús dos Pinhais en 1630, elevada a villa en 1693con el nombre de Curitiba.
Posteriormente, con el Tratado de Madrid de 1750 se reconoció como portugueses los territorios del Guayrá, por lo cual pasaría a conformar definitivamente el Virreinato del Brasil, al reino luso-brasileño y al Reino Unido de Portugal, Brasil y Algarve. Al independizarse formó parte del Imperio del Brasil y actualmente integra el estado federativo brasileño de Paraná.
Toponimia
La palabra Guayrá proviene del nombre de un cacique de la zona llamado Guayrá o Guayracá. La Pinería se debe a que gran parte del territorio se encontraba cubierta de "pinos Paraná" o "curý" (Araucaria angustifolia); también se le dio –aunque más difusamente– el nombre de País de los Guayanas o Territorio de los Guayanas, que no debe confundirse con el territorio llamado Guayana en el norte de América del Sur, los "guayanas" de la región eran una etnia que parece haber tenido alguna mixogénesis con los españoles a partir de los primeros viajes de descubrimiento y, sobre todo tras la fundación de San Francisco de Mbiaza en las costas del Atlántico.
Límites
Los límites del Guayrá eran por el sur el río Iguazú, al oeste el río Paraná, al este la línea del Tratado de Tordesillas que la separaba del Brasil y al norte el río Tiete (o Añemby, río que separaba a los guaraníes de los tupíes). El ámbito de acción jesuita se desarrolló en el territorio más reducido entre los ríos Paraná, Iguazú, Tibagí (o Tibajiva, que era el límite efectivo con los portugueses) y Paranapanema.
Principales características geográficas
La región, en su mayor parte una meseta con varias sierras como la de Paranapiacaba estaba cubierta por una densa selva y, sobre todo –dado el clima bastante templado en la mayor parte del territorio por la altitud media y el régimen de vientos– bosques de la coníferallamada curý entre esos bosques y selvas se encontraban zonas de mata baja o sino de pastizales llamadas campos; el territorio está surcado por muchos cursos de agua como los ya citados Paraná, Tiete, Iguazú (o "Río Grande de Curytiba"), Paranapané, Ivaí, Tibagy, Piquiry, Pirapó, Yapó etc.
Historia
Indígenas
Antes de la llegada de los europeos el territorio había estado poblado por la etnia llamada Kaigang que suele ser adscripta al conjunto Ye, sin embargo cuando se estaba realizando la primera irrupción europea ya estaba muy consolidada (con hostilidades mediante) la presencia Avá (o Guaraní) que resultó hegemónica al poseer una agricultura más desarrollada y con la misma una demografía y cultura material más evolucionada que la de los Kaigang; sin embargo el conflicto interétnico fue acicateado tras la presencia de los portugueses quienes hicieron una alianza expansiva –a costas de territorios Kaigang y guaraníes– con otro pueblo amazónido muy relacionado con los guaraníes pero en ancestral guerra contra ellos: los Tupíes. Los Tupíes aliados con los portugueses contra los Avá o Guaraníes, e incluso contra los Kaigang, invadieron muy violentamente estos territorios desde fines del siglo XVII.
Descubrimiento europeo
En 1522 Alejo García atravesó la región. En 1533 Domingo Martínez de Irala recorrió el valle del río Paraná. El límite sur del Guayrá fue explorado por el adelantado Álvar Núñez Cabeza de Vaca, quien partiendo desde la isla de Santa Catarina descubrió las cataratas del Iguazú y llegó a Asunción el 1 de marzo de 1542. En 1551 Diego de Sanabria realizó el mismo recorrido desde San Francisco de Mbiaza (Mbiaza –o "salida"– era el nombre de la zona costera de la Guayrá).
Poblaciones españolas
La villa (con el significado usado entonces de ciudad) de Ontiveros fue fundada por el capitán García Rodríguez de Vergara por orden de Irala en 1554 en la margen izquierda del río Paraná, entre los ríos Iguazú y Piquirí en el actual noroeste del Estado de Paraná, unos 50 kilómetros al norte del Salto del Guairá, en tierras del cacique Canendiyú, con el objeto de servir como enlace con el Brasil.
La Ciudad Real del Guayrá fue fundada en 1556 por el capitán Ruy Díaz de Melgarejo en la margen izquierda del río Paraná, sobre la desembocadura del Piquiry a 3 leguas de Ontiveros, en las inmediaciones de la actual ciudad de Maringá. Fueron trasladados allí los pobladores de la abandonada Ontiveros.
Tenencia de gobierno del Guayrá
Ruy Díaz de Melgarejo fundó Villa Rica del Espíritu Santo el 14 de mayo de 1570, a 350 km al este de los saltos del Guairá y 60 leguas de Ciudad Real –en el actual municipio brasileño de Nova Cantu– y en 1575 fue trasladada por Ruy Díaz de Guzmán a la confluencia de los ríos Corumbataí e Ivaí (actual municipio brasileño de Fênix).
El día 14 de octubre de 1575, se separaría de la jurisdicción de Asunción para formar la nueva tenencia de gobierno del Guayrá[2] que comprendía también la región de Itatín, hasta su separación en una nueva entidad administrativa llamada Santiago de Jerez, el 13 de enero de 1596.
Misiones jesuíticas
Aprovechando los bosques densos y las selvas, la región de la Guayrá hacia principios del siglo XVII se había convertido en un lugar de refugio de los guaraníes que huían de los encomenderos del Paraguay y de los esclavistas portugueses quienes aprovechando el período de la unión dinástica aeque principaliter[3] de Portugal y Castilla, traspasaban la línea de Tordesillas en busca de oro y de esclavos para las plantaciones de caña de azúcar en la Capitanía de San Vicente.[4]
Los jesuitas Manuel Ortega y Tomás Fields, conocedores del idioma tupí, similar al guaraní, por haber predicado antes en el Brasil, se dirigieron a explorar el Guayrá y luego se establecieron en Villa Rica del Espíritu Santo en 1588. En 1593 exploraron la región los jesuitas Juan Saloni y Marcial Lorenzana, pero poco después la misión del Guayrá fue abandonada y los jesuitas se trasladaron al Tucumán.
Luego los jesuitas fueron dirigidos a zonas más alejadas de Asunción, una Real Cédula del 16 de marzo de 1608 ordenó al gobernador paraguayo Hernando Arias de Saavedra –Hernandarias– para que los jesuitas se dirigieran al Paraná, al Guayrá y a la región de los guaycurúes en donde los indígenas quedarían eximidos del servicio de la encomienda.
Los sacerdotes jesuitas José Cataldino y Simón Mazeta salieron de Asunción el 8 de diciembre de 1609 enviados por el obispo Lizárraga y por el gobernador Hernandarias con instrucciones del provincial jesuita Diego de Torres Bollo para apostolar en el Guayrá. Estos padres fundaron las reducciones de Nuestra Señora de Loretoy San Ignacio Miní (I) en 1610 a orillas del río Paranapanema, junto al Pirapó la primera y en la zona llamada Itambaracá la segunda.
En 1612 fueron enviados al Guayrá los sacerdotes Antonio Ruiz de Montoya y Antonio de Moranta, quien se enfermó y regresó a Asunción desde Mbaracayú. Ruiz de Montoya continuó hacia el Guayrá y luego se le unió el sacerdote Martín Xavier Urtaner (o Urtazu). En 1622 Ruiz de Montoya fue designado Superior de la Misión del Guayrá como sucesor de Cataldino.
Entre 1622 y 1628 los jesuitas fundaron once reducciones más en el Guayrá. Instaladas en el valle del Paranapanema estaba las reducciones de Nuestra Señora de Loreto y San Ignacio. En el valle del Tibagy estaban San José, San Francisco Xavier, Encarnación y San Miguel. En las márgenes del Ivaí estaban Jesús María, San Antonio y San Pablo y en el río Corumbatai estaban Santo Tomé y Siete Arcángeles. En las cabeceras del río Piquirí se hallaban San Pedro y Concepción y en el medio Piquirí la ermita de Nuestra Señora de Copacabana.
Así, además de las ciudades "blancas" de Ontiveros, Ciudad Real del Guayrá y Villa Rica del Espíritu Santo, existieron las siguientes reducciones o "pueblos de indios" en soberanía española y con administración misional de los jesuitas:
A orillas del río Paranapanema:
A orillas del río Tibagí y sus afluentes:
- San Francisco Javier –en grafía arcaica San Francisco Xavier– (1622)
- Nuestra Señora de la Encarnación (1625)
- San José (1626)
- San Miguel (1627)
A orillas del río Ivaí:
- Siete Arcángeles (1627)
- San Pablo del Ivagy (1627)
- Santo Tomé (1628)
A orillas del río Piquirí:
- Jesús María de Guaraverá (1628)
- San Pedro de los Pinares (1627)
- Nuestra Señora de la Concepción (1627)
Invasión portuguesa
A partir de 1627 comenzaron los ataques de los bandeirantes en busca de los indígenas no reducidos en la zona del Guayrá y desde 1629atacaron también las reducciones. En 1628 los bandeirantes Antonio Raposo Tavares y Manoel Preto, construyeron un fuerte en la margen izquierda del Tibagí. Los indígenas sobrevivientes concentrados en las dos únicas reducciones que permanecían sin atacar (Loreto y San Ignacio Miní), a fines de 1631, siendo dirigidos por el padre Antonio Ruiz de Montoya protagonizaron el éxodo guayreño, en el que 12 mil indígenas en 700 balsas viajaron río abajo por el Paranapanema y luego por el Paraná. Cerca del Salto del Guayrá los encomenderos de Ciudad Real intentaron impedir la expedición, pero debieron desistir, los indígenas atravesaron por tierra los saltos del Guayrá en donde perdieron gran parte de sus embarcaciones y allí se les unieron 2000 guaraníes provenientes de las reducciones del Tayaoba dirigidos por el padre Pedro Espinosa. Tras grandes penurias divididos en grupos que avanzaron por tierra y por el río, lograron llegar a las reducciones de Natividad del Acaray y Santa María del Iguazú en donde recibieron auxilios para continuar luego por el Paraná hasta que en marzo de 1632 refundaron San Ignacio Miní y Nuestra Señora de Loreto a orillas del arroyo Yabebirí. Sólo lograron llegar 4000 guaraníes.
Los bandeirantes atacaron en 1631 y 1632 las villas de Ciudad Real del Guayrá y Villa Rica del Espíritu Santo. Villa Rica fue sitiada por tres meses en 1632 y luego se trasladó al occidente del río Paraná y en 1682 al centro del Paraguay actual. Finalmente en 1638 fue arrasada Ciudad Real del Guayrá terminando el dominio español en el Guayrá.
El avance sistemático de los bandeirantes paulistas por el este y la pasividad de las autoridades españolas metropolitanas debido a que trataban de evitar conflictos dentro de la unión dinástica aeque principaliter[3] con los demás reinos españoles, obligó a los españoles del Guayrá a replegarse a la margen derecha del río Paraná, mudando sus villas.
Territorio portugués del Guayrá
En 1750, el Tratado de Madrid de límites entre España y Portugal, al abolir la línea del Tratado de Tordesillas, reconoció como portugueses los territorios del Guayrá.Artículo V: Subirá desde la boca del Ibicuí, por las aguas del Uruguay, hasta encontrar la del río Pepirí o Pequirí, que desagua en el Uruguay por su ribera occidental; y continuará, aguas arriba del Pepirí, hasta su origen principal, desde el cual seguirá por lo más alto del terreno, hasta la cabecera principal del río más vecino, que desemboca en el grande de Curitibá, que por otro nombre llaman Iguazú; por las aguas de dicho río, más vecino del origen del Pepirí, y después, por las del Iguazú, o Río Grande de Curitibá, continuará la raya hasta donde el mismo Iguazú desemboca en el Paraná por su ribera oriental y desde esta boca seguirá, aguas arriba del Paraná, hasta donde se le junta el río Igurey, y por su ribera occidental.
Consolidación brasileña
Durante la ocupación portuguesa y durante gran parte de la historia brasileña del siglo XIX La Guayrá fue parte de la provincia de São Paulo, luego tras 1853 pasó en su casi totalidad a formar la entonces provincia de Paraná.
La ocupación brasileña de la región del Guayrá se concretó en 1870 al finalizar la Guerra de la Triple Alianza, siendo luego bautizado con el nombre de Departamento de Guairá el pequeño departamento ubicado en el centro del Paraguay Oriental a donde fue trasladada Villa Rica del Espíritu Santo, en un territorio que no estaba incluido el Guayrá original. La consolidación brasileña no se concretó sino en las primeras décadas del siglo XX cuando quedaron fijados los actuales límites con Argentina y cuando concluyó la guerra del Contestado.
Tenientes de gobernador del Guayrá
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Re: Virreinato del Río de la Plata
TORNO A LAS ACTAS DEL 25 DE AGOSTO DE 1825
Recopilado en "Estudios Históricos e Internacionales", de Felipe Ferreiro, Edición del Ministerio de Relaciones Exteriores, Montevideo, 1989
EN TORNO A LAS ACTAS DEL 25 DE AGOSTO DE 1825
Para poder valorar con criterio histórico las dos Leyes Fundamentales dictadas el 25 de Agosto de 1825 por la Asamblea Nacional de la Florida, preciso es que previamente sustraigamos por un momento nuestra atención de ese tema concreto y aún también de los motivos con él relacionados de ambiente oriental y consagraremos ese tiempo al anunciado de algunos antecedentes de historia general americana que, como ha de verse después, proyectarán claramente la luz que necesitan nuestras interpretaciones.
Se sabe que Montevideo y la Banda Oriental, las dos partes sustanciales de nuestro territorio que Artigas reunió definitivamente unificándolas en cuerpo de Estado bajo el nombre de Provincia Oriental del Uruguay, fueron hasta 1810, de hecho y de derecho, segmentos o simples sectores de una unidad imperial – el Reino de las Indias – que abarcaba en su inmenso perímetro los territorios de ambas Américas que habían poblado los españoles.
Una ley de las iniciales del período de Carlos V (la Real Cédula de 1519) que nunca fue modificada ni cayó en desuso, ley que ha sido invocada, y no sin razón, como precedente el más antiguo y sólido de la doctrina o actitud de Monroe porque puso el cimiento de la que ha sido llamada “política de los dos hemisferios”, autodenegó al Rey y a sus sucesores en la corona de Castilla, la potestad de disposición sobre las Islas y Tierras comprendidas ya entonces oficialmente bajo el nombre de Reyno de Indias.
“Y porque es nuestra voluntad y lo hemos prometido y jurado – dice el texto a que nos referimos – que siempre permanezcan unidas para su mayor perpetuidad y firmeza, prohibimos la enajenación de ellas”. Y continúa: “Y mandamos que en ningún tiempo puedan ser separadas de nuestra real corona de Castilla, desunidas (nótese) ni divididas en todo o en parte ni a favor de ninguna persona. Y considerando la fidelidad de nuestros vasallos y los trabajos que los descubridores y pobladores pasaron en su descubrimiento y población, para que tengan mayor certeza y confianza de que siempre estarán y permanecerán unidas a nuestra real corona, prometemos y damos nuestra fe y palabra real por Nos y los reyes nuestros sucesores de que para siempre jamás no serán enajenadas ni apartadas en todo o en parte ni sus ciudades ni poblaciones por ninguna causa o razón de ninguna persona; y si Nos o nuestros sucesores hiciéramos alguna donación contra lo susodicho, sea nula, y por tal declaramos”.
Si esta ley memorable estatuyó la unidad y declaró la intangibilidad de nuestra América que por eso mismo se salvaría incólume de todos los negociados que envolvieran a España con las demás Cortes de Europa durante tres siglos, otra ley posterior en cincuenta años aún (la 4ª de las Ordenanzas de Felipe II de setiembre de 24 de 1571) la complementó sabiamente al autorizar al Consejo de Indias a subdividir los territorios de la unidad y volverlos a subdividir una y cuantas veces lo juzguen necesario según sus respectivos progresos en lo referente a administración (en sentido amplio) y también para lo espiritual. Vale decir que dentro de la unidad que seguía siendo indefectible se podían establecer y quitar o modificar jurisdicciones de virreinatos, gobernaciones, adelantazgos, audiencias, corregimientos, etcétera. Todo mudable, todo sujeto a cambios en categoría y límites, según pesaran en cada momento los distintos factores dignos de contemplar a juicio del jerarca. Por eso vemos que las Provincias Argentinas integrantes del Reino de Cuyo y la arribeña de Puno, al crearse el Virreinato del Reino del Plata con carácter de provisoriedad o prueba (1777) fueron agregadas a éste y segregadas de Chile y Perú, sin que esos cambios que mantuvieron para el primer caso y para el segundo, produjeran ni inquietudes ni rebeldías, y se vivía – notémoslo – en el último cuarto del siglo XVIII.
De todo lo que va dicho resulta para extraer, porque nos interesa especialmente, una conclusión. Es ésta: al comenzar la guerra de la revolución (1810) en nuestra América no había fronteras de derecho; existían simplemente jurisdicciones de estabilidad y jerarquía no aseguradas. Lo firme, lo que tenía su tono y características propias inmutables que se explican por diversas razones del proceso histórico que en esta ocasión no es necesario entrar a detallar, eran las ciudades que ejercían según su importancia una hegemonía territorial más o menos visible y dilatada, pero en todo caso indiferente a las variaciones de jurisdicción siempre posibles.
Pensamos por eso mismo que, durante la mal llamada época colonial, esta América nuestra fue en realidad, con respecto a lo sustancial, una asociación de repúblicas comunalistas que se distinguían entre sí por sus privilegios (verdaderas Cartas-Pueblas), sus riquezas o su posición geográfica.
La indianidad, o sea la existencia y predicamento en la América civilizada por españoles de un concepto vital de unidad, sentido uniformemente en todas partes, era en 1810 una realidad más tangible, más clara, mucho más firme que el posible pero históricamente muy dudoso – para nosotros – de las restrictas nacionalidades.
Y se explica. Las mismas leyes en lo civil, en lo comercial y en lo penal regían igualmente en todas partes. Eran idénticos idioma y religión. Las costumbres no tenían generalmente localidad porque el mismo frecuente trasiego de funcionarios eclesiásticos, civiles y militares las hacía recorrer en sus bagajes el ámbito entero y tomar asiento por lo mismo en todas partes. Recuerdo ahora de pasada haber leído que un inquisidor de Cartagena de Indias que anteriormente había servido en el Río de la Plata y cuyo nombre no retengo, falleció a mitad del siglo XVIII, según diagnóstico médico, por sorber con demasiada frecuencia yerba del Paraguay.
En los documentos de identidad personal hasta aquella época y aún posteriormente, no se especifican – salvo excepciones – a uruguayos, argentinos, venezolanos, etc. Se habla entonces de nativos de Montevideo, o de Buenos aires, o de Caracas, o de Córdoba o de Maracaibo.
Cuando Juan Ángel Michelena viene a gobernar a Montevideo, no es un venezolano el que llega sino un hijo de Coro; cuando Francisco Urdaneta va a combatir por la revolución en Venezuela, no es un uruguayo a quien se nombra, sino un montevideano. La patria es entonces para los Indianos la localidad nativa y sólo además su región de real hegemonía. La nación es América española entera. “Paisanos” se llaman siempre entre sí en Europa los originarios del continente. El porteño Miguel Belgrano así nos lo dice en nota aclaratoria puesta en una poesía publicada en 1801 con referencia al cubano Zayas, cuyo recuerdo allí evoca. “Es natural de la Habana –escribe Belgrano – y por costumbre nos llamamos paisanos todos los americanos aunque seamos de distintos continentes”.
En la ocasión en que las tropas expedicionarias de Ortiz Ocampo en marcha de Buenos Aires a las Provincias de “Arriba” iban a entrar en Córdoba (septiembre de 1810) el jefe las proclamó diciéndoles: “En este instante, hermanos y compatriotas, pisáis ya el terreno que divide a vuestra amada Patria de la ciudad de Córdoba; de esta ciudad que habiendo dado en todos tiempos” etc. Y al final: “Acordaos que todo el continente americano (nótese cómo el concepto de estímulo no se detiene dentro del ámbito del virreinato) tiene fixa la vista sobre vuestra conducta sucesiva, tened presente que vuestra patria, vuestra amada Patria Buenos Ayres os observa y que pendiente de vuestros triunfos solo espera tener la primera noticia de ellos para escribiros en el número de sus primeros y más distinguidos defensores”, etc.
Con motivo precisamente de aproximarse a Salta esta expedición “auxiliadora” de Ortiz Ocampo, el Patricio Garruchaga exhorta desde aquella ciudad a sus conterráneos a recibir como libertadores a los porteños que avanzan y les dice: “No, amados compatriotas, no, mis hermanos, no os dexeis alucinar de hombres tan sanguinarios” (refiere a Liniers y demás reaccionarios que también procuraban influir sobre los salteños). “Dejad – continúa – a esos campeones inhumanos en el abandono, corred únicamente con la más fraternal unión a consolidar nuestro Patrio y sabio gobierno (alude al revolucionario de Salta), corred unánimes todos a defenderlo con generosidad y entusiasmo; ya tenéis el ejemplo de valor amoroso de vuestros hermanos los Porteños”.
Patria es entonces término equivalente en lo social a República en lo político, de modo que dentro del imperio indiano existen multitud de patrias o repúblicas comunalistas (unidas invariables, distribuidas dentro de jurisdicciones de la administración Real variables: los virreinatos, gobernaciones, etc.) que ellas sí tienen sus rasgos propios y diferenciados impresos por los factores circundantes o derivados del otorgado privilegio real o del grado de evolución de la cultura ambiente o de la situación jerárquica predominante o de subordinación en lo que respecta al funcionariado perteneciente a la Iglesia o a la Corona.
La fuerza potente de las Repúblicas comunalistas (base de los “Pueblos Libres” que instituye Artigas) obstaba tanto como la inestabilidad de las jurisdicciones a la formación real de agregaciones mayores del tipo nación dentro del continente. Cuando alguna de éstas se nos muestra antes de 1810, como el Paraguay, no es en realidad más que una apariencia. Lo verdadero en este caso como en cualquier otro que se presente es que existe influyendo decisivamente en toda la región una sola comuna fuerte y dotada de vigor hegemónico; en el ejemplo citado se ve a Asunción, ciudad en donde casi un siglo antes de la Revolución el Dr. Mompox “inculcaba” al pueblo, según el Padre Lozano que “el poder del Común de cualquier república, ciudad, villa o aldea”… “era más poderoso que el mismo rey”.
En la obediencia a la autoridad del Monarca se hallaba el lazo permanente más eficaz de unión de las repúblicas y cuando aquél dejó el Trono envuelto por las maniobras y luchas de la tentativa usurpadora de Napoleón, dicho lazo se halla para todas por igual, en convergencia de sentimientos tan espontáneos como naturales en la defensa común del continente, interés de todos interpretado de diversas maneras, pero con igual intención conservadora.
Para los revolucionarios, América suple al Rey; para los reaccionarios la unidad indiana sólo se conservará si permanece, aunque idealmente, la obediencia al monarca.
En las ciudades ahora libres, se otorgan cartas de ciudadanía que anteriormente sólo concedía el Trono, pero no es su nombre ni a título de vasallos de él, o nuevos integrantes de la comunidad concedente, sino en nombre de América y con la extensión de “ciudadanos de América”. El 14 de diciembre de 1810, en acuerdo del Ayuntamiento de Potosí, se dispuso: “Siendo constantes y notorios a este Ilustre Cuerpo y su numeroso vecindario los sentimientos patrióticos que ha mantenido el presentante en honor de la verdad y de la justa causa que defiende la Exma. Junta de la Capital de Buenos Aires, hasta sufrir por el antiguo gobierno y de su tropa militar los insultos de su persona en Tupiza y su retroceso a esta Villa con perjuicios insanables en su giro de comercio y abandono de sus cargas y últimamente con la prisión fulminada a principios de Noviembre por no ser partidario del despotismo y la tiranía; bajo de este concepto y del largo transcurso de más de veinte años que habita en estos dominios; declárese (nótese bien) a don Pablo Soria por ciudadano americano, honrado y fiel hijo y patriota suyo”, etc.
En 1812, el gobierno triunviral de Buenos Aires, para regularizar el otorgamiento de los mismos documentos que hasta allí habían sido expedidos en forma desordenada, estableció un formulario oficial único que lleva estas palabras por encabezamiento: “Del título de ciudadano americano del Estado de las Provincias Unidas del Río de la Plata”, etc. En el cuestionario a que se sujetarán a sus efectos los solicitantes, se establece la necesidad de “haber dado las pruebas más positivas de su adhesión a la causa santa de la libertad del pueblo americano”, etc. Por otra parte, en fórmula que debía llenar el gestionante para iniciar el respectivo trámite, tenía que manifestar su aspiración a (textual) “formar una parte de la gran familia americana, reconocer la soberanía del pueblo, obedecer a su gobierno, sostener la conservación del sistema y resistir con las armas cualesquiera agresiones que se intenten contra el país, por los españoles o cualesquiera otra nación extranjera”.
Recalcamos como nota importante de estas transcripciones, el concepto vigente, aun cuando ya los nuevos Estados comenzaban a perfilarse, de considerar nacionales a todos los hijos de nuestra América y extranjeros a los que no lo eran, incluso, desde luego, los españoles.
Este concepto rige entonces en todas partes y siguió imperando hasta mucho después. Se explica; no era de aparato, no era producto de elucubraciones intelectuales más o menos brillantes. Respondía a un estado de cosas de existencia antigua y visible. Éste es el mismo que permitía a Francisco de Paula Santander, hoy héroe nacional de Colombia, cuando si fuésemos más lógicos debíamos considerarlo como prócer de América nacido en Bogotá, que escribiese en julio 6 de 1818 al Director del “Correo del Orinoco” una epístola en la que entre otras cosas, dice: “aunque he nacido en la Nueva Granada no soy más que americano y mi patria es cualesquiera rincón de América en que no tenga el más pequeño influyo el gobierno español”.
Es también dicho estado de cosas el mismo que determinaría a Bernardo O´Higgins, hoy héroe nacional de Chile, cuando si fuésemos más sinceros tendríamos que señalarlo como prócer de América nacido en Chillán, a publicar en el “Mercurio Peruano” de 7 de septiembre de 1826 una proclama que empieza así: “Por la independencia de América sacrifiqué en Chile mi patria, mis mejores años, mi salud y mis bienes”, etc.
Por lo demás, concretando al campo de la historia rioplatense, nuestra observación para establecer pruebas objetivas de la vigencia de dicho concepto (no entramos a la historia general porque solo este tópico agotaría nuestro tiempo) advertimos que, por ejemplo, el proyecto de constitución elaborado en la Sociedad Patriótica de Buenos Aires en 1812 estatuía que “todo hombre, libre y nacido y residente en las Provincias Unidas es ciudadano americano desde que llegue a la edad de veinte años”.
Tomamos nota de que la Constitución de Santa Fe en 1820 disponía en lo que respecta al punto: “Todo americano es ciudadano más debe estar suspendido de este ejercicio, siempre que se halle en la actitud que especifican los artículos siguientes”, y en éstos, dicho sea de pasada, sólo se alude a las causales de suspensión comunes a todos los códigos políticos de la época.
Estatuía igualmente en esta Sección la Constitución de Entre Ríos de 1822: “Son ciudadanos y gozan de todos los derechos de tales activos y pasivos en la provincia, todos los hijos nativos de ella y demás americanos naturales de cualquier pueblo o provincia de los territorios que fueron españoles en ambas Américas, que residan en ella de presente y residiesen en adelante”.
La Constitución o Reglamento de Corrientes de 1822, complementado en esta parte por una ley interpretativa de 28 de diciembre, declaró igualmente comprendidos en la categoría de ciudadanos de la Provincia a todos los hijos de nuestra América, allí avecinados y de edad determinada.
No a otra razón que la anteriormente apuntada podría deberse en 1822 en la “Provincia y República Federal de Tucumán” se otorgasen cartas de ciudadanía del tenor de las que extractaré a continuación: “Por cuanto D. Bernardo Caribe y Ribacoba natural de los Reinos de España y vecino de esta capital de muchos años a esta parte, después de reunir a satisfacción de esta Suprema Presidencia, todas las calidades acordadas para la naturalización de los individuos nacidos en otros Reinos, ha protestado de nuevo los ardientes deseos que lo asisten de ser incorporado (nótese) en la sociedad americana, etc. etc., he venido en declararlo como lo declaro, etc. etc.”
Proyectando ahora la atención sobre nuestro propio país, comprobamos que idénticas a las expuestas son las ideas y los hechos que pasan. A iguales causas, efectos semejantes. En 25 de abril de 1816, el Cabildo de Maldonado (una de nuestras cinco repúblicas comunalistas) que con anterioridad había circulado órdenes a los jueces territoriales de su jurisdicción para que levantasen el Padrón regional, volvía a oficiarles así: “En el Padrón que debe formarse en esa jurisdicción deben alistar únicamente americanos, pues, no siendo éstos, los demás son extranjeros”. Sigue siendo aún de aplicación entre nosotros este concepto, nueve años más tarde. En 1825, justamente con motivo de la elección de los miembros de la Asamblea Nacional de la Florida, se estableció lo siguiente en el artículo 9º de las Instrucciones pasadas por el Gobierno Provisorio de los Pueblos, el día 17 de junio: “Acto continuo reunidos los electores, harán el nombramiento del Diputado en el individuo que mereciese su confianza, sea de la clase civil, militar o eclesiástica, reuniéndose (nótese) las circunstancias de Americano o con carta de ciudadanía; propietario y residente en cualquiera de los distintos pueblos de la Provincia, y conocido amigo de su independencia”. No había, pues, distinción entre orientales y americanos; éstos para nosotros no eran considerados extranjeros. El cambio de rumbo recién se operaría por disposición constitucional, pero como las leyes no modifican jamás los sentimientos sinceros ni pueden tampoco acallar las voces de la sangre, resulta que no obstante el precepto, para los hombres bien nacidos – por lo menos – sigue rigiendo moralmente el viejo y natural concepto fraternalista.
El general Manuel Oribe en julio 4 de 1835 al agradecer y acusar recibo de una cariñosa felicitación que le enviara el coronel argentino pero nativo de Montevideo, José María Echeandía por su ascensión al solio presidencial, escribió esto: “Antiguo y apreciado compañero” (aclaremos que Oribe y Echeandía pertenecían a la misma promoción académica). “Contesto con algún retardo a su estimada del 1º p.pdo. Junio agradeciéndole la sincera expresión que vierte en las felicitaciones que me dirige. Trabajaré constantemente para merecer, tanto de los extranjeros como de los argentinos y orientales mis caros compatriotas los honoríficos conceptos con que V. me favorece”, etc.
El mismo Oribe a principios de Marzo había librado a todos los pueblos del Continente, por conducto de su Cancillería, una nota circular destinada a hacerles conocer su elección, en la que se emplearon estos términos que armonizan en suprema concordancia con las expresiones de su carta privada a Echeandía: “Al instalarse en tan delicada misión, contempla que el primer paso que ella le aconseja como Jefe de uno de los pueblos que integran (nótese) la gran familia americana es manifestar a los Gobiernos que presiden los demás Estados de la Confederación, los sentimientos que le animan para la prosperidad de las Repúblicas hermanas”, etc.
Pero no paran aquí las manifestaciones profundamente fraternalistas del general Oribe. Como que ellas obedecían a una sentida convicción, a un concepto de parentesco más prosaico que político, pero también por lo mismo más espontáneo y más rutinario en las reacciones (no interesan si pueden éstas escandalizar) ocurrió que a los doce años de haber hablado como se ha visto de una Confederación que materialmente no existía al referirse a los demás Estados de nuestra América, se le presenta la superior oportunidad de darle contenido a aquel pensamiento y poner de relieve, por otra parte, su fidelidad a la tradición.
El caso a que referimos está inscripto en un volumen publicado no ha mucho del Archivo Diplomático del Perú y se constituye con la respuesta que dio a una consulta del Gobierno de aquel país hermano sobre las posibilidades de apoyarlo en la eventualidad de tener que repeler por la fuerza la invasión que entonces (1846 - 47) se anunciaba amenazante del Mariscal Santa Cruz en connivencia o bajo la protección del Gobierno Español.
A esa consulta respondió en nombre del General Oribe su ministro de Relaciones Exteriores Dr. Villademoros expresando: “Por su parte el Gobierno de S.E. el Presidente no correspondería a sus ardorosos sentimientos Americanos, si pudiese un solo momento mirar con indiferencia el atentado que se prepara torpemente contra la libertad e independencia de las Repúblicas Sud Americanas. Así es que uniendo el suyo al grito del Continente indignado declara sin exsitaciones que mirará como injuria o ofensa propia la que en este caso se infiriese a cualquiera de las Repúblicas de Sud-América; que pondrá en acción todos sus esfuerzos y recursos para combatir la odiosa invasión y que estará pronto a correr con ellos, a donde quiera que lo haga necesario el peligro común”.
Dejamos librado al pensamiento de los oyentes las reflexiones que suscita el texto leído y pasamos a tratar un nuevo punto de esta exposición.
Todas las precisiones que hasta aquí hemos establecido y especialmente las destinadas a fijar, por una parte, la acepción o alcance que daban los americanos de 1810 a 1830 al vocablo “extranjero” y por otra la de la inexistencia para aquéllos de motivos de diferenciación entre ellos mismos por razones de nacimiento en tal o cual de las subdivisiones administrativas del unitario imperio Indiano que empezaron en 1810 a desenvolverse y actuar de hecho como Estados, nos van a permitir que sigamos desde ahora camino adelante hacia el fin propuesto por una nueva ruta histórica de perspectivas singularmente atractivas.
En ésta corresponde atender en primer término a la valoración exacta de las “Actas”,”Proclamaciones” y “Decretos” de Independencia dictadas en nuestra América con anterioridad a las Leyes Fundamentales sancionadas en la Florida el 25 de agosto de 1825. Éstas no interesan por ahora. Forman el desenlace de un proceso histórico distinto a todos los demás y ya se ve por ahí una razón valedera para apreciarla por separado.
La serie de estos documentos a que referimos, si se descarta como corresponde en nuestro concepto la Declaratoria de la Independencia de las dos Floridas de Octubre de 1810 (éste fue un movimiento artificial fraguado por “extranjeros”) comienza con el “Acta” de las Provincias Unidas de Venezuela de 5 de julio de 1811 y debe concluir con la “Declaración” del Congreso Alto-Peruano de Chuquisaca de 6 de agosto de 1825.
Entre dichas piezas se catalogan numerosas más y cómo una de ellas desde luego deberá contarse aunque no sepamos aún el dato formal relativo al modo de su presentación (Acta-Decreto o Proclama), la dictada por Artigas para nuestro propio Estado o Provincia Oriental del Uruguay que quedó constituido entre el 5 y 6 de abril de 1813.
Ahora bien; examinados todos estos documentos, que pasan fácilmente de una veintena, a la luz de los antecedentes históricos , políticos, legislativos y de carácter social que hemos relacionado y si se recuerda y aprecia además el hecho de que no hubo ni podría hablarse válidamente de reasunción de soberanía usurpada en el caso a que referimos porque nuestros pueblos se desligaban de una dependencia que podría llamarse natural en el sentido de consubstanciación desde los orígenes con su propia vida a la manera de la filiación y no de una dependencia de extraño o extranjero impuesta en un determinado momento anterior por la violencia o el engaño ¿qué advertimos? ¿Qué consecuencias dignas de tenerse en cuenta se pueden extraer de dichos textos considerados en su letra y espíritu?
Desde luego hallamos, sin afinar el análisis sino hasta lo indispensable para ver claro lo que ahora interesa, que ninguna de aquellas “Actas”, “Decretos” o “Proclamaciones”, salvo la del Alto Perú o Bolivia de 6 de agosto de 1825 (y la excepción sirve precisamente para fijar la regla) establece ni expresa ni implícitamente que la independencia declarada lo es en un sentido absoluto y general, vale decir, - para ser más precisos – ilimitadamente, respecto a todo el resto del mundo, incluso, por supuesto, los demás pueblos hermanos y convecinos de América.
Razones políticas que no es del caso explayar en este momento, razones ajenas y por entonces superiores a la misma voluntad de los bolivianos determinaron que, como ya se ha expresado, en su “Declaratoria” se manifestase con intención de desligamiento total y sin condiciones “Y siendo” – como dice el documento referido, después de establecer el cese de toda dependencia de Fernando VII – “al mismo tiempo interesante a su dicha” (la futura del país) “no asociarse a ninguna de las repúblicas vecinas, se erige en un Estado soberano e independiente de todas las naciones tanto del viejo como del nuevo mundo”.
Y bien; esta precisión final del vibrante texto alto-peruano no existe en las piezas congéneres a que referimos, ni por la letra ni en la intención presumible de sus redactores.
Todo lo contrario; que, por otra parte, es lo que armoniza con el proceso histórico general de la Revolución es lo que allí puede advertirse. Para no engolfarnos por vía de comprobaciones en una pesada transcripción de textos, veamos simplemente cómo se formula en Tucumán el juramento de Independencia solemne, trámite complementario o de refrendo del “Acta”: “Juráis por Dios N. Señor y esta señal (de la cruz) promover y defender la Livertad de las Provincias Unidas en Sud América y su independencia del Rey de España Fernando VII, sus sucesores y metrópoli y toda otra dominación extranjera?"
Se ha dicho antes y ya se sabe por lo tanto, cuál era entonces en toda nuestra América la acepción del vocablo “extrangero”. Era lo mismo que en los tiempos anteriores a 1810, la calificante en abstracto de los que no siendo españoles tampoco eran indianos. De donde resulta, pues, que este juramento como el “Acta” que complementó hacía reserva bien que implícita de lo referente al resto de América.
Seguíase en verdad reconociendo como existente la unidad territorial intangible que declaró la Real Ordenanza de Carlos V en 1519. Absoluta, irremediable, definitiva era desde luego la emancipación con respecto al Rey Fernando VII y sucesores, así como la equivalente independencia con respecto a los pueblos extraños o extranjeros, pero sólo DE HECHO y condicionada a la legítima exigencia de que se concordara en aquel libre voto con relación a los demás pueblos hermanos de América a quienes, sin cálculo anterior, con naturalidad y calma, se aguardaba para la “continuación” que diría gozoso nuestro Artigas.
Y a propósito. Ya se ha expresado que con toda certeza en los días iniciales del Congreso que en abril de 1813 reunió en Tres Cruces el Jefe de los Orientales de viva voz o registrándola en documento que aún está perdido, también declaró o hizo que fuese declarada nuestra emancipación respecto a Fernando VII y sucesores e independencia frente a los pueblos extraños o extranjeros. Sin ese pronunciamiento previo que de hecho, por otra parte, ya se había manifestado en “la marcha de Salto” y negociaciones ulteriores con Paraguay y Buenos Aires, no se concebiría la exigencia 6ª del Pliego de condiciones establecido el 5 de abril para el juramento de subordinación a la Asamblea General Constituyente: “Será reconocida y garantida la Confederación ofensiva y defensiva de esta Banda con el resto de las Provincias Unidas renunciando cualquiera de ellas a la subyugación que se ha dado lugar por la conducta del anterior Gobierno”.
Tampoco sería compatible sin esa previa exteriorización, la organización de un gobierno propio libremente estructurado como el que se establece el 20 de abril. Pero, por lo demás, existe para asegurar la firmeza de nuestra proposición conjetural el texto de la fórmula del juramento que los funcionarios dependientes de dicho gobierno debían de prestar al asumir sus cargos. Esta fórmula, modelada en la Declaración de Independencia de Massachusetts a la que por momentos copia letra a letra, decía así:
“Juráis solemnemente que desempeñaras fiel e imparcialmente todas las obligaciones que te incumben a la felicidad de los pueblos y sus habitantes?
“A que respondió Sí, Juro.
“Juráis que esta Provincia pr. derecho deveser un estado libre soberano e independiente y que debe ser reprovada toda adección sujección y obediencia al Rey, Reyna, Príncipe, Princesa, Emperador y Gobierno Español y a todo otro poder Extrangero cualquiera que sea y que ningún príncipe Extragero persona Prelado, Estado potentado tienen ni deverá tener Jurisdicción alguna superioridad preminencia autoridad no otro poder cualquiera material sibil Eclesiástica dentro de esta Provincia esepto la autoridad y Poder que es o puede ser conferida pr. el Congreso Gral. de las Provincias Unidas?”
“A que respondió Sí, Juro.
Repítense en esta fórmula, como acaba de verse, los mismos conceptos del juramento establecido tres años después por el Congreso de Tucumán. Independencia absoluta irrevocable y sin condiciones con respecto a la dinastía española y a los Estados extranjeros. Sólo condicional y limitada al tiempo que fuese necesario para la integración de la libre familia americana, con respecto a los pueblos componentes de ella y cuya vinculación sellada en tres siglos de convivencia y comunes anhelos sólo – se piensa – duraría rota mientras persistiera “el estado de necesidad” creado por las urgencias de la Revolución General.
Pero, lo que por lo demás interesa especialmente comprobar es que tampoco Artigas, como O´Higgins y Santander, otro prócer de América catalogado equivocadamente como sólo héroe nacional de su país nativo, concebía siquiera posible la disgregación continental. No, no era así; su mentalidad nutrida de tradiciones y enseñanzas de un pasado histórico de gloriosa unidad, no podía dejar de amarla sin motivo. En territorio limitado realizaba sin embargo su sacrificio de “sangre, sudor y lágrimas”! bajo el acicate inspirado y persistente de servir a toda nuestra América. Al coronel Domingo French le escribía el 14 de febrero de 1813 en momentos de preocupación agobiadora: “La libertad de la América es y será siempre el objeto de mi anhelo. Si mi honor empeñado ahora por la conducta maligna del señor Sarratea hace oir el grito de mi defensa, mi honradez nivelará mis pasos consiguientes, sin envilecerme jamás. Un lance funesto podrá arrancarme la vida, pero mi honor será siempre salvo y nunca la América (¡nótese!) podrá sonrojarse de mi nacimiento en ella”.
¡Ah, si se le hubiera escuchado a tiempo! ¡Si las oligarquías nacientes en lugar de ocultar sus planes de predominio centralizado en concepciones constitucionales extrañas a nuestro ambiente y por lo mismo de tonalidades atractivas para los amigos de la novelería, hubieran cedido en sus designios y reconocido personalidad d los “Pueblos Libres” que Artigas fomentaba en base a las repúblicas comunalistas de resplandeciente tradición indiana! Rotos los vínculos con la Corona, también naturalmente desaparecían las jerarquías de pueblo a pueblo que aquélla había establecido por solo razones – no siempre ajustadas – de mejor servicio. Lo único sólido, serio y con derecho a permanecer que quedaban eran los Cabildos de jurisdicciones preestablecidas. Y bien, todo el plan confederativo de Artigas consistía substancialmente en erigirlos en “Pueblos Libres” y reunirlos luego mediante pactos de común y recíproca garantía de los derechos retenidos. Centenares de Repúblicas, verdaderamente democráticas porque las regiría siempre y a veces directamente el vecindario, habrían florecido así en un primer momento sobre las ruinas de virreinatos y gobernaciones. Luego, sin violencia y sin esfuerzo, por la misma virtualidad unionista habrían venido surgiendo las nuevas y auténticas asociaciones de reuniones regionales; al fin – no es imaginación este vislumbre – no hubiera demorado mucho la concentración en Dieta General Confirmativa, nueva expresión de nuestra América.
Sencillo y austero de pensamiento, Artigas escribía a Bolívar en 1819, sintiéndolo hermano de causa, sino de ideas estrictas: “Unidos íntimamente por vínculos de naturaleza y de intereses recíprocos, luchamos contra Tiranos que intentan profanar nuestros más sagrados derechos. La variedad en los acontecimientos de la Revolución y la inmensa distancia que nos separa, me ha privado la dulce satisfacción de impartirle tan feliz anuncio”. Y cerrando: “No puedo ser más expresivo en mis deseos que ofertando a V.E. la mayor cordialidad por la mejor armonía y la unión más estrecha. Afirmarla es obra de sostén por intereses recíprocos. Por mi parte nada será increpable y espero que V.E. corresponderá escrupulosamente a esta indicación de mi deseo”.
En los mismos días de fechada esta carta al Libertador, - la coincidencia nos parece notable prueba del espíritu de hermandad americana – el ministro de Relaciones de Colombia firmaba en Angostura las instrucciones que extendió, de acuerdo con Bolivia, a los Comisionados en Londres Peñalver y Vergara y así se expresaba en el número 26: “Si el General Artigas tuviera algún Agente en la Corte Británica, será tratado con la consideración que merece un Jefe irreconciliable con la tiranía española; se hará cuando sea posible por la reunión a las Provincias de Buenos Aires y por su reconciliación con el Director de ellas”. Y continúa: “Los corsarios armados por M. Joli con bandera de Venezuela han represado y conducido a Margarita algunas presas hechas por los del General Artigas. Allí se han vendido y depositado su producto hasta averiguar la legitimidad de las patentes de los apresadores, pero una vez que sean respetados por los buques británicos y sus almirantes, se verificará la restitución”.
“A este intento se han dado en “El Correo de Orinoco” las publicaciones correspondientes; y el Gobierno actual de Venezuela no ha aprobado ninguna de estas represas. Será una satisfacción para Artigas y sus Agentes y un medio de procurar más eficazmente su concordia y reunión con Buenos Aires. En tal caso evacuarán los portugueses de Montevideo y sería incorporado en la unión de las Provincias del Río de la Plata”.
Como se ve, a través de la inmensa distancia entre el Orinoco y el Plata – estaban tendidos los hilos invisibles del afecto y consideración recíprocos y existía vibrando el anhelo común de colaboración basado en la identidad de creencia sobre la unidad Americana.
El motor que funcionando a todo régimen impulsando a la mutua atracción y al recíproco auxilio era el mismo que – salvadas las diferencias que se quieran de motivo ocasional – determinó centenares de demostraciones solidarias semejantes, en el transcurso de tres siglos entre las más apartadas regiones del ámbito continental.
Herida una de ellas por un alzamiento indígena, por ejemplo, o amenazada de una invasión de corsarios siempre entonces todas las demás se aprestaron con espontánea rapidez a suministrar a la hermana agobiada su apoyo material y moral.
También los triunfos de una eran celebrados como propios por todas las demás. El regocijo alcanzaba hasta donde podía llegar resonante la noticia, según su trascendencia. Así recordamos por vía de ejemplo, que el resultado final de las invasiones inglesas de 1806 a nuestro Río de la Plata fue celebrado en México en el mejor apoyo popular y pompa pocas veces usadas, lo mismo ocurría en Bogotá, igual en Lima, en Cuzco, en Arequipa, etc.
Por lo demás, y volviendo en nuestro estudio al período de la Revolución, corresponde que recordemos por ser documento nobilísimo al par que ampliamente confirmatorio de estas modestas apreciaciones, el que se entregó por su Gobierno al Libertador San Martín con carácter de Instrucciones reservadas para su manejo en Chile después del glorioso paso de los Andes. De ese pliego leemos: “La consolidación de la independencia de la América de los Reyes de España sus sucesores y metrópoli y la gloria que aspiran en esta grande obra las Provincias Unidas del Sud son los únicos móviles a que debe atribuirse el impulso de la Campaña”. Se le advierte luego en este documento que liberado Chile de sus opresores deberán ser sus propios hijos los encargados de labrar los fundamentos de su estructura política, jurídica y económica, pero – agrégase – que no por ello se debe olvidar ni posponer el pensamiento central y fecundo, de constituir con el mismo Estado y a su tiempo también con el Perú, una sola entidad conjunta con las libres Provincias Unidas del Sud. En tal sentido recomendábasele a San Martin que hiciese pesar “su influjo y persuasión” (textual) “para que envíe – continúa – sus diputados al Congreso General de las Provincias Unidas a fin de que se constituya – (a su hora) – una forma de gobierno general (¡nótese!) que de toda América unida en identidad de causa, intereses y objetos constituya una sola Nación”.
Todo esto, por otra parte, produce placer verificarlo – coincidía enteramente, como se verá enseguida, con las íntimas opiniones del gran Soldado de los Andes. En abril 1º de 1819, San Martín escribiéndole a un amigo decíale: “Mi país es toda la América” y en otra carta de noviembre de 1823 reiteraba su expresión, ampliándola en estos términos: “Usted, mi querido amigo, me ha tratado con inmediación: usted tiene una idea de mi modo de pensar y conoce hasta el punto que llegan mis sentimientos, no solo con respecto al Perú, sino de toda América, su independencia y felicidad; A ESTOS DOS OBJETOS SACRIFICARÍA MIL VIDAS”.
De hecho nuestra América se pareció en 1810, pero pasarían todavía muchos años – decenas de años – antes de que sus hijos se conformasen resignados con esa disgregación en la que entró por muchos de otra parte la arbitrariedad y la fuerza en la distribución de lotes.
No sin melancólica nostalgia el estadista guayaquileño Vicente Rocafuerte, de la generación que ya actuaba en 1810, escribía en 1844 evocando el buen tiempo pasado: “En aquella feliz época todos los americanos nos tratábamos con la mayor fraternidad. Todos eran amigos personales y aliados en la causa común de la Independencia; no existían esas diferencias de peruano, chileno, boliviano, ecuatoriano, granadino, etc., que tanto han contribuido (después) a debilitar la fuerza de nuestras simpatías”.
De no haberse escuchado demasiado por gobernantes y políticos imperitos o interesados o urgidos por la vanidad de mandar a los oficiosos consejeros europeos que casi siempre operaban interesadamente, sea para colocar empréstitos con mayor frecuencia y facilidad, sea para obtener concesiones mineras y adquirir latifundios inmensos por menos de nada, pensamos que los intentos y reclamos de nueva reunión que de todas partes surgían, habrían cuajado en realizaciones más concretas y prácticas que el Congreso Americano que postula México durante una década. Estaba en el ambiente esta reagrupación; era el mandato supremo de tres siglos: nadie se atrevía a combatirlo abiertamente; sentíase como muy grave la responsabilidad consiguiente a semejante heterodoxia.
Por modos ocultos o aviesos, fomentando desconfianzas inmotivadas y celos y rencores sin sentido entre los pueblos hermanos, o el odio a la España fundadora, odio sin justificaciones ni decoro, pero que conducía a cerrar con siete llaves con los recuerdos del pasado, el de los tiempos de fecunda unidad, trabajaron tempranos y cautos cultivadores, especialmente entre los “hombres de casaca”, olímpicos y tediosos como el porteño Rivadavia.
Para que se compruebe aunque sea solo en parte, cómo, aún mucho después de asegurado el desenlace feliz de la revolución, en los Estados que parecían mejor formados estaba sin embargo todo, desde el ámbito territorial hasta la organización del Gobierno, aún oscilante y dudoso, nos limitaremos a leer estos párrafos de una Carta de Bolívar a Santander de 7 de mayo de 1826: “El Paraguay se ha ligado a Brasil y Bolivia tiene qué temer de esta liga. El Río de la Plata tiene que temer al Emperador y a la anarquía que se ha aumentado con la variación del gobierno de Buenos Aires. Chile tiene el corazón conmigo y su gobierno está aliado a Rivadavia. Córdoba me convida para que sea el Protector de la federación entre Buenos Aires, Chile y Bolivia. Este proyecto es del General Alvear que quiere cumplirlo a todo trance. El general O´Higgins con sus amigos también lo quiere y los pelucones de Chile que son ricos y numerosos. ¿Qué haré yo en este estado? Mucho he pensado y nada he resuelto. Unos (nótese) me aconsejan la reunión de un imperio de Potosí, a las bocas del Orinoco, otros o una federación positiva y tal que así supla a la general de América que dicen ser nominal y aérea. Yo estoy por el último partido; las dos repúblicas del Sur lo adoptarían con facilidad por tenerme a mí de protector”, etc.
¡Cuántas inquietudes, cuántas dudas y complicaciones puestas como para resolución sobre la mesa de trabajo de Bolívar! Y todo ello, ¿No era acaso una consecuencia del estado de ansiedad e inadecuación en que se hallaban en el vigente régimen los pueblos?
Y bien; nuestra Provincia Oriental que con Artigas había sido rectora ejerciendo con desinterés y coraje esa función hasta lejanos pueblos del mediterráneo argentino (los enviados del “Patriarca de la Federación” llegaban en 1820 hasta Santiago; San Juan había quedado separada de hecho del núcleo americano) justamente en el año que hemos citado y que sería también – cruel destino del Patriarca – el del triunfo resonante de las repúblicas comunalistas embanderadas en el federalismo, sobre las oligarquías aislacionistas y prepotentes que se adueñaron de Buenos Aires. De derecho existe igualmente esa separación de la familia desde 1821 por resolución expresa del Congreso Cisplatino que, dígase lo que se quiera, no había sido de elección ni más ni menos legítima que muchos de los Parlamentos habido en el país durante cerca de un siglo, incluso – aunque de pasada, es bueno decirlo – la primera Asamblea Nacional Constituyente.
Sentado lo que va dicho, podemos preguntarnos: Si el 25 de Agosto de 1825 el Congreso de la Florida se hubiese limitado a dictar la primera de las dos leyes que con carácter de Fundamentales dispuso aquel día, ¿no habría resultado como consecuencia el irrevocable alejamiento de los Orientales por voluntad de ellos mismos, de la familia americana? Evidentemente; si la Asamblea no hubiese dispuesto en forma expresa mediante la segunda de sus leyes, aquella reintegración a la unidad americana de la que hasta allí había salido – los únicos – los orientales y ello mismo porque la fuerza extraña los sustrajo, la independencia promulgada en la primera declaración no devolvería a este pueblo al plano en que estaban colocados sin embargo de independientes, todos los hermanos.
Y eso es así porque ellos no habían pasado nunca por el estado de dependencias de extraños. Su tránsito sólo fue en todo caso de una subordinación natural a la emancipación legítima. No recobraron, sino que adquirieron una posesión por la Independencia y se ha de entender que dicha posesión sólo podía tener el alcance que le fijaron expresa y deliberadamente en las respectivas “actas” o “decretos” o “proclamaciones”.
En nuestro caso, como se aclaró oportunamente, siempre aquel alcance fue establecido con relación al Rey de España y sus sucesores y a los Estados extranjeros. En consecuencia, ha de interpretarse que la voluntad de condominio, si así puede decirse, seguía imperando igual con los demás miembros de la comunidad americana.
En la situación de la Provincia Oriental, esto último no era posible sin declaración expresa y ello es lo que motivó la segunda ley Fundamental que ha de mirarse precisamente por eso como complementaria de la primera y no como contradictoria. No era posible, decimos – y con ello damos fin a esta larga exposición – porque nuestro pueblo en 1825 iba a recobrar una categoría que ya anteriormente había tenido y si no fija expresamente su intención de volver a la comunidad americana de la cual se había alejado por la conquista extranjera señalando para ese regreso la vía lógica impuesta por la geografía que otrora siguió; si no se presenta alta la frente a decir a los hermanos que estaba lista para lo que llamó Artigas “la continuación”, también cierto es que nos habría correspondido a los orientales, por lo menos, el cargo irredimible de desertores de esta inmensa y gloriosa agrupación de pueblos creada hace cuatro siglos por el genio realizador y generoso de España.
Conferencia dictada en el Directorio del Partido Nacional el 25/8/1944. Publicada en EL DEBATE el 28/8/1944. Integra el Libro póstumo: LA DISGREGACIÓN DEL REYNO DE INDIAS. Barreiro y Ramos S.A., 1981.
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Re: Virreinato del Río de la Plata
TORNO A LAS ACTAS DEL 25 DE AGOSTO DE 1825
Recopilado en "Estudios Históricos e Internacionales", de Felipe Ferreiro, Edición del Ministerio de Relaciones Exteriores, Montevideo, 1989
EN TORNO A LAS ACTAS DEL 25 DE AGOSTO DE 1825
Para poder valorar con criterio histórico las dos Leyes Fundamentales dictadas el 25 de Agosto de 1825 por la Asamblea Nacional de la Florida, preciso es que previamente sustraigamos por un momento nuestra atención de ese tema concreto y aún también de los motivos con él relacionados de ambiente oriental y consagraremos ese tiempo al anunciado de algunos antecedentes de historia general americana que, como ha de verse después, proyectarán claramente la luz que necesitan nuestras interpretaciones.
Se sabe que Montevideo y la Banda Oriental, las dos partes sustanciales de nuestro territorio que Artigas reunió definitivamente unificándolas en cuerpo de Estado bajo el nombre de Provincia Oriental del Uruguay, fueron hasta 1810, de hecho y de derecho, segmentos o simples sectores de una unidad imperial – el Reino de las Indias – que abarcaba en su inmenso perímetro los territorios de ambas Américas que habían poblado los españoles.
Una ley de las iniciales del período de Carlos V (la Real Cédula de 1519) que nunca fue modificada ni cayó en desuso, ley que ha sido invocada, y no sin razón, como precedente el más antiguo y sólido de la doctrina o actitud de Monroe porque puso el cimiento de la que ha sido llamada “política de los dos hemisferios”, autodenegó al Rey y a sus sucesores en la corona de Castilla, la potestad de disposición sobre las Islas y Tierras comprendidas ya entonces oficialmente bajo el nombre de Reyno de Indias.
“Y porque es nuestra voluntad y lo hemos prometido y jurado – dice el texto a que nos referimos – que siempre permanezcan unidas para su mayor perpetuidad y firmeza, prohibimos la enajenación de ellas”. Y continúa: “Y mandamos que en ningún tiempo puedan ser separadas de nuestra real corona de Castilla, desunidas (nótese) ni divididas en todo o en parte ni a favor de ninguna persona. Y considerando la fidelidad de nuestros vasallos y los trabajos que los descubridores y pobladores pasaron en su descubrimiento y población, para que tengan mayor certeza y confianza de que siempre estarán y permanecerán unidas a nuestra real corona, prometemos y damos nuestra fe y palabra real por Nos y los reyes nuestros sucesores de que para siempre jamás no serán enajenadas ni apartadas en todo o en parte ni sus ciudades ni poblaciones por ninguna causa o razón de ninguna persona; y si Nos o nuestros sucesores hiciéramos alguna donación contra lo susodicho, sea nula, y por tal declaramos”.
Si esta ley memorable estatuyó la unidad y declaró la intangibilidad de nuestra América que por eso mismo se salvaría incólume de todos los negociados que envolvieran a España con las demás Cortes de Europa durante tres siglos, otra ley posterior en cincuenta años aún (la 4ª de las Ordenanzas de Felipe II de setiembre de 24 de 1571) la complementó sabiamente al autorizar al Consejo de Indias a subdividir los territorios de la unidad y volverlos a subdividir una y cuantas veces lo juzguen necesario según sus respectivos progresos en lo referente a administración (en sentido amplio) y también para lo espiritual. Vale decir que dentro de la unidad que seguía siendo indefectible se podían establecer y quitar o modificar jurisdicciones de virreinatos, gobernaciones, adelantazgos, audiencias, corregimientos, etcétera. Todo mudable, todo sujeto a cambios en categoría y límites, según pesaran en cada momento los distintos factores dignos de contemplar a juicio del jerarca. Por eso vemos que las Provincias Argentinas integrantes del Reino de Cuyo y la arribeña de Puno, al crearse el Virreinato del Reino del Plata con carácter de provisoriedad o prueba (1777) fueron agregadas a éste y segregadas de Chile y Perú, sin que esos cambios que mantuvieron para el primer caso y para el segundo, produjeran ni inquietudes ni rebeldías, y se vivía – notémoslo – en el último cuarto del siglo XVIII.
De todo lo que va dicho resulta para extraer, porque nos interesa especialmente, una conclusión. Es ésta: al comenzar la guerra de la revolución (1810) en nuestra América no había fronteras de derecho; existían simplemente jurisdicciones de estabilidad y jerarquía no aseguradas. Lo firme, lo que tenía su tono y características propias inmutables que se explican por diversas razones del proceso histórico que en esta ocasión no es necesario entrar a detallar, eran las ciudades que ejercían según su importancia una hegemonía territorial más o menos visible y dilatada, pero en todo caso indiferente a las variaciones de jurisdicción siempre posibles.
Pensamos por eso mismo que, durante la mal llamada época colonial, esta América nuestra fue en realidad, con respecto a lo sustancial, una asociación de repúblicas comunalistas que se distinguían entre sí por sus privilegios (verdaderas Cartas-Pueblas), sus riquezas o su posición geográfica.
La indianidad, o sea la existencia y predicamento en la América civilizada por españoles de un concepto vital de unidad, sentido uniformemente en todas partes, era en 1810 una realidad más tangible, más clara, mucho más firme que el posible pero históricamente muy dudoso – para nosotros – de las restrictas nacionalidades.
Y se explica. Las mismas leyes en lo civil, en lo comercial y en lo penal regían igualmente en todas partes. Eran idénticos idioma y religión. Las costumbres no tenían generalmente localidad porque el mismo frecuente trasiego de funcionarios eclesiásticos, civiles y militares las hacía recorrer en sus bagajes el ámbito entero y tomar asiento por lo mismo en todas partes. Recuerdo ahora de pasada haber leído que un inquisidor de Cartagena de Indias que anteriormente había servido en el Río de la Plata y cuyo nombre no retengo, falleció a mitad del siglo XVIII, según diagnóstico médico, por sorber con demasiada frecuencia yerba del Paraguay.
En los documentos de identidad personal hasta aquella época y aún posteriormente, no se especifican – salvo excepciones – a uruguayos, argentinos, venezolanos, etc. Se habla entonces de nativos de Montevideo, o de Buenos aires, o de Caracas, o de Córdoba o de Maracaibo.
Cuando Juan Ángel Michelena viene a gobernar a Montevideo, no es un venezolano el que llega sino un hijo de Coro; cuando Francisco Urdaneta va a combatir por la revolución en Venezuela, no es un uruguayo a quien se nombra, sino un montevideano. La patria es entonces para los Indianos la localidad nativa y sólo además su región de real hegemonía. La nación es América española entera. “Paisanos” se llaman siempre entre sí en Europa los originarios del continente. El porteño Miguel Belgrano así nos lo dice en nota aclaratoria puesta en una poesía publicada en 1801 con referencia al cubano Zayas, cuyo recuerdo allí evoca. “Es natural de la Habana –escribe Belgrano – y por costumbre nos llamamos paisanos todos los americanos aunque seamos de distintos continentes”.
En la ocasión en que las tropas expedicionarias de Ortiz Ocampo en marcha de Buenos Aires a las Provincias de “Arriba” iban a entrar en Córdoba (septiembre de 1810) el jefe las proclamó diciéndoles: “En este instante, hermanos y compatriotas, pisáis ya el terreno que divide a vuestra amada Patria de la ciudad de Córdoba; de esta ciudad que habiendo dado en todos tiempos” etc. Y al final: “Acordaos que todo el continente americano (nótese cómo el concepto de estímulo no se detiene dentro del ámbito del virreinato) tiene fixa la vista sobre vuestra conducta sucesiva, tened presente que vuestra patria, vuestra amada Patria Buenos Ayres os observa y que pendiente de vuestros triunfos solo espera tener la primera noticia de ellos para escribiros en el número de sus primeros y más distinguidos defensores”, etc.
Con motivo precisamente de aproximarse a Salta esta expedición “auxiliadora” de Ortiz Ocampo, el Patricio Garruchaga exhorta desde aquella ciudad a sus conterráneos a recibir como libertadores a los porteños que avanzan y les dice: “No, amados compatriotas, no, mis hermanos, no os dexeis alucinar de hombres tan sanguinarios” (refiere a Liniers y demás reaccionarios que también procuraban influir sobre los salteños). “Dejad – continúa – a esos campeones inhumanos en el abandono, corred únicamente con la más fraternal unión a consolidar nuestro Patrio y sabio gobierno (alude al revolucionario de Salta), corred unánimes todos a defenderlo con generosidad y entusiasmo; ya tenéis el ejemplo de valor amoroso de vuestros hermanos los Porteños”.
Patria es entonces término equivalente en lo social a República en lo político, de modo que dentro del imperio indiano existen multitud de patrias o repúblicas comunalistas (unidas invariables, distribuidas dentro de jurisdicciones de la administración Real variables: los virreinatos, gobernaciones, etc.) que ellas sí tienen sus rasgos propios y diferenciados impresos por los factores circundantes o derivados del otorgado privilegio real o del grado de evolución de la cultura ambiente o de la situación jerárquica predominante o de subordinación en lo que respecta al funcionariado perteneciente a la Iglesia o a la Corona.
La fuerza potente de las Repúblicas comunalistas (base de los “Pueblos Libres” que instituye Artigas) obstaba tanto como la inestabilidad de las jurisdicciones a la formación real de agregaciones mayores del tipo nación dentro del continente. Cuando alguna de éstas se nos muestra antes de 1810, como el Paraguay, no es en realidad más que una apariencia. Lo verdadero en este caso como en cualquier otro que se presente es que existe influyendo decisivamente en toda la región una sola comuna fuerte y dotada de vigor hegemónico; en el ejemplo citado se ve a Asunción, ciudad en donde casi un siglo antes de la Revolución el Dr. Mompox “inculcaba” al pueblo, según el Padre Lozano que “el poder del Común de cualquier república, ciudad, villa o aldea”… “era más poderoso que el mismo rey”.
En la obediencia a la autoridad del Monarca se hallaba el lazo permanente más eficaz de unión de las repúblicas y cuando aquél dejó el Trono envuelto por las maniobras y luchas de la tentativa usurpadora de Napoleón, dicho lazo se halla para todas por igual, en convergencia de sentimientos tan espontáneos como naturales en la defensa común del continente, interés de todos interpretado de diversas maneras, pero con igual intención conservadora.
Para los revolucionarios, América suple al Rey; para los reaccionarios la unidad indiana sólo se conservará si permanece, aunque idealmente, la obediencia al monarca.
En las ciudades ahora libres, se otorgan cartas de ciudadanía que anteriormente sólo concedía el Trono, pero no es su nombre ni a título de vasallos de él, o nuevos integrantes de la comunidad concedente, sino en nombre de América y con la extensión de “ciudadanos de América”. El 14 de diciembre de 1810, en acuerdo del Ayuntamiento de Potosí, se dispuso: “Siendo constantes y notorios a este Ilustre Cuerpo y su numeroso vecindario los sentimientos patrióticos que ha mantenido el presentante en honor de la verdad y de la justa causa que defiende la Exma. Junta de la Capital de Buenos Aires, hasta sufrir por el antiguo gobierno y de su tropa militar los insultos de su persona en Tupiza y su retroceso a esta Villa con perjuicios insanables en su giro de comercio y abandono de sus cargas y últimamente con la prisión fulminada a principios de Noviembre por no ser partidario del despotismo y la tiranía; bajo de este concepto y del largo transcurso de más de veinte años que habita en estos dominios; declárese (nótese bien) a don Pablo Soria por ciudadano americano, honrado y fiel hijo y patriota suyo”, etc.
En 1812, el gobierno triunviral de Buenos Aires, para regularizar el otorgamiento de los mismos documentos que hasta allí habían sido expedidos en forma desordenada, estableció un formulario oficial único que lleva estas palabras por encabezamiento: “Del título de ciudadano americano del Estado de las Provincias Unidas del Río de la Plata”, etc. En el cuestionario a que se sujetarán a sus efectos los solicitantes, se establece la necesidad de “haber dado las pruebas más positivas de su adhesión a la causa santa de la libertad del pueblo americano”, etc. Por otra parte, en fórmula que debía llenar el gestionante para iniciar el respectivo trámite, tenía que manifestar su aspiración a (textual) “formar una parte de la gran familia americana, reconocer la soberanía del pueblo, obedecer a su gobierno, sostener la conservación del sistema y resistir con las armas cualesquiera agresiones que se intenten contra el país, por los españoles o cualesquiera otra nación extranjera”.
Recalcamos como nota importante de estas transcripciones, el concepto vigente, aun cuando ya los nuevos Estados comenzaban a perfilarse, de considerar nacionales a todos los hijos de nuestra América y extranjeros a los que no lo eran, incluso, desde luego, los españoles.
Este concepto rige entonces en todas partes y siguió imperando hasta mucho después. Se explica; no era de aparato, no era producto de elucubraciones intelectuales más o menos brillantes. Respondía a un estado de cosas de existencia antigua y visible. Éste es el mismo que permitía a Francisco de Paula Santander, hoy héroe nacional de Colombia, cuando si fuésemos más lógicos debíamos considerarlo como prócer de América nacido en Bogotá, que escribiese en julio 6 de 1818 al Director del “Correo del Orinoco” una epístola en la que entre otras cosas, dice: “aunque he nacido en la Nueva Granada no soy más que americano y mi patria es cualesquiera rincón de América en que no tenga el más pequeño influyo el gobierno español”.
Es también dicho estado de cosas el mismo que determinaría a Bernardo O´Higgins, hoy héroe nacional de Chile, cuando si fuésemos más sinceros tendríamos que señalarlo como prócer de América nacido en Chillán, a publicar en el “Mercurio Peruano” de 7 de septiembre de 1826 una proclama que empieza así: “Por la independencia de América sacrifiqué en Chile mi patria, mis mejores años, mi salud y mis bienes”, etc.
Por lo demás, concretando al campo de la historia rioplatense, nuestra observación para establecer pruebas objetivas de la vigencia de dicho concepto (no entramos a la historia general porque solo este tópico agotaría nuestro tiempo) advertimos que, por ejemplo, el proyecto de constitución elaborado en la Sociedad Patriótica de Buenos Aires en 1812 estatuía que “todo hombre, libre y nacido y residente en las Provincias Unidas es ciudadano americano desde que llegue a la edad de veinte años”.
Tomamos nota de que la Constitución de Santa Fe en 1820 disponía en lo que respecta al punto: “Todo americano es ciudadano más debe estar suspendido de este ejercicio, siempre que se halle en la actitud que especifican los artículos siguientes”, y en éstos, dicho sea de pasada, sólo se alude a las causales de suspensión comunes a todos los códigos políticos de la época.
Estatuía igualmente en esta Sección la Constitución de Entre Ríos de 1822: “Son ciudadanos y gozan de todos los derechos de tales activos y pasivos en la provincia, todos los hijos nativos de ella y demás americanos naturales de cualquier pueblo o provincia de los territorios que fueron españoles en ambas Américas, que residan en ella de presente y residiesen en adelante”.
La Constitución o Reglamento de Corrientes de 1822, complementado en esta parte por una ley interpretativa de 28 de diciembre, declaró igualmente comprendidos en la categoría de ciudadanos de la Provincia a todos los hijos de nuestra América, allí avecinados y de edad determinada.
No a otra razón que la anteriormente apuntada podría deberse en 1822 en la “Provincia y República Federal de Tucumán” se otorgasen cartas de ciudadanía del tenor de las que extractaré a continuación: “Por cuanto D. Bernardo Caribe y Ribacoba natural de los Reinos de España y vecino de esta capital de muchos años a esta parte, después de reunir a satisfacción de esta Suprema Presidencia, todas las calidades acordadas para la naturalización de los individuos nacidos en otros Reinos, ha protestado de nuevo los ardientes deseos que lo asisten de ser incorporado (nótese) en la sociedad americana, etc. etc., he venido en declararlo como lo declaro, etc. etc.”
Proyectando ahora la atención sobre nuestro propio país, comprobamos que idénticas a las expuestas son las ideas y los hechos que pasan. A iguales causas, efectos semejantes. En 25 de abril de 1816, el Cabildo de Maldonado (una de nuestras cinco repúblicas comunalistas) que con anterioridad había circulado órdenes a los jueces territoriales de su jurisdicción para que levantasen el Padrón regional, volvía a oficiarles así: “En el Padrón que debe formarse en esa jurisdicción deben alistar únicamente americanos, pues, no siendo éstos, los demás son extranjeros”. Sigue siendo aún de aplicación entre nosotros este concepto, nueve años más tarde. En 1825, justamente con motivo de la elección de los miembros de la Asamblea Nacional de la Florida, se estableció lo siguiente en el artículo 9º de las Instrucciones pasadas por el Gobierno Provisorio de los Pueblos, el día 17 de junio: “Acto continuo reunidos los electores, harán el nombramiento del Diputado en el individuo que mereciese su confianza, sea de la clase civil, militar o eclesiástica, reuniéndose (nótese) las circunstancias de Americano o con carta de ciudadanía; propietario y residente en cualquiera de los distintos pueblos de la Provincia, y conocido amigo de su independencia”. No había, pues, distinción entre orientales y americanos; éstos para nosotros no eran considerados extranjeros. El cambio de rumbo recién se operaría por disposición constitucional, pero como las leyes no modifican jamás los sentimientos sinceros ni pueden tampoco acallar las voces de la sangre, resulta que no obstante el precepto, para los hombres bien nacidos – por lo menos – sigue rigiendo moralmente el viejo y natural concepto fraternalista.
El general Manuel Oribe en julio 4 de 1835 al agradecer y acusar recibo de una cariñosa felicitación que le enviara el coronel argentino pero nativo de Montevideo, José María Echeandía por su ascensión al solio presidencial, escribió esto: “Antiguo y apreciado compañero” (aclaremos que Oribe y Echeandía pertenecían a la misma promoción académica). “Contesto con algún retardo a su estimada del 1º p.pdo. Junio agradeciéndole la sincera expresión que vierte en las felicitaciones que me dirige. Trabajaré constantemente para merecer, tanto de los extranjeros como de los argentinos y orientales mis caros compatriotas los honoríficos conceptos con que V. me favorece”, etc.
El mismo Oribe a principios de Marzo había librado a todos los pueblos del Continente, por conducto de su Cancillería, una nota circular destinada a hacerles conocer su elección, en la que se emplearon estos términos que armonizan en suprema concordancia con las expresiones de su carta privada a Echeandía: “Al instalarse en tan delicada misión, contempla que el primer paso que ella le aconseja como Jefe de uno de los pueblos que integran (nótese) la gran familia americana es manifestar a los Gobiernos que presiden los demás Estados de la Confederación, los sentimientos que le animan para la prosperidad de las Repúblicas hermanas”, etc.
Pero no paran aquí las manifestaciones profundamente fraternalistas del general Oribe. Como que ellas obedecían a una sentida convicción, a un concepto de parentesco más prosaico que político, pero también por lo mismo más espontáneo y más rutinario en las reacciones (no interesan si pueden éstas escandalizar) ocurrió que a los doce años de haber hablado como se ha visto de una Confederación que materialmente no existía al referirse a los demás Estados de nuestra América, se le presenta la superior oportunidad de darle contenido a aquel pensamiento y poner de relieve, por otra parte, su fidelidad a la tradición.
El caso a que referimos está inscripto en un volumen publicado no ha mucho del Archivo Diplomático del Perú y se constituye con la respuesta que dio a una consulta del Gobierno de aquel país hermano sobre las posibilidades de apoyarlo en la eventualidad de tener que repeler por la fuerza la invasión que entonces (1846 - 47) se anunciaba amenazante del Mariscal Santa Cruz en connivencia o bajo la protección del Gobierno Español.
A esa consulta respondió en nombre del General Oribe su ministro de Relaciones Exteriores Dr. Villademoros expresando: “Por su parte el Gobierno de S.E. el Presidente no correspondería a sus ardorosos sentimientos Americanos, si pudiese un solo momento mirar con indiferencia el atentado que se prepara torpemente contra la libertad e independencia de las Repúblicas Sud Americanas. Así es que uniendo el suyo al grito del Continente indignado declara sin exsitaciones que mirará como injuria o ofensa propia la que en este caso se infiriese a cualquiera de las Repúblicas de Sud-América; que pondrá en acción todos sus esfuerzos y recursos para combatir la odiosa invasión y que estará pronto a correr con ellos, a donde quiera que lo haga necesario el peligro común”.
Dejamos librado al pensamiento de los oyentes las reflexiones que suscita el texto leído y pasamos a tratar un nuevo punto de esta exposición.
Todas las precisiones que hasta aquí hemos establecido y especialmente las destinadas a fijar, por una parte, la acepción o alcance que daban los americanos de 1810 a 1830 al vocablo “extranjero” y por otra la de la inexistencia para aquéllos de motivos de diferenciación entre ellos mismos por razones de nacimiento en tal o cual de las subdivisiones administrativas del unitario imperio Indiano que empezaron en 1810 a desenvolverse y actuar de hecho como Estados, nos van a permitir que sigamos desde ahora camino adelante hacia el fin propuesto por una nueva ruta histórica de perspectivas singularmente atractivas.
En ésta corresponde atender en primer término a la valoración exacta de las “Actas”,”Proclamaciones” y “Decretos” de Independencia dictadas en nuestra América con anterioridad a las Leyes Fundamentales sancionadas en la Florida el 25 de agosto de 1825. Éstas no interesan por ahora. Forman el desenlace de un proceso histórico distinto a todos los demás y ya se ve por ahí una razón valedera para apreciarla por separado.
La serie de estos documentos a que referimos, si se descarta como corresponde en nuestro concepto la Declaratoria de la Independencia de las dos Floridas de Octubre de 1810 (éste fue un movimiento artificial fraguado por “extranjeros”) comienza con el “Acta” de las Provincias Unidas de Venezuela de 5 de julio de 1811 y debe concluir con la “Declaración” del Congreso Alto-Peruano de Chuquisaca de 6 de agosto de 1825.
Entre dichas piezas se catalogan numerosas más y cómo una de ellas desde luego deberá contarse aunque no sepamos aún el dato formal relativo al modo de su presentación (Acta-Decreto o Proclama), la dictada por Artigas para nuestro propio Estado o Provincia Oriental del Uruguay que quedó constituido entre el 5 y 6 de abril de 1813.
Ahora bien; examinados todos estos documentos, que pasan fácilmente de una veintena, a la luz de los antecedentes históricos , políticos, legislativos y de carácter social que hemos relacionado y si se recuerda y aprecia además el hecho de que no hubo ni podría hablarse válidamente de reasunción de soberanía usurpada en el caso a que referimos porque nuestros pueblos se desligaban de una dependencia que podría llamarse natural en el sentido de consubstanciación desde los orígenes con su propia vida a la manera de la filiación y no de una dependencia de extraño o extranjero impuesta en un determinado momento anterior por la violencia o el engaño ¿qué advertimos? ¿Qué consecuencias dignas de tenerse en cuenta se pueden extraer de dichos textos considerados en su letra y espíritu?
Desde luego hallamos, sin afinar el análisis sino hasta lo indispensable para ver claro lo que ahora interesa, que ninguna de aquellas “Actas”, “Decretos” o “Proclamaciones”, salvo la del Alto Perú o Bolivia de 6 de agosto de 1825 (y la excepción sirve precisamente para fijar la regla) establece ni expresa ni implícitamente que la independencia declarada lo es en un sentido absoluto y general, vale decir, - para ser más precisos – ilimitadamente, respecto a todo el resto del mundo, incluso, por supuesto, los demás pueblos hermanos y convecinos de América.
Razones políticas que no es del caso explayar en este momento, razones ajenas y por entonces superiores a la misma voluntad de los bolivianos determinaron que, como ya se ha expresado, en su “Declaratoria” se manifestase con intención de desligamiento total y sin condiciones “Y siendo” – como dice el documento referido, después de establecer el cese de toda dependencia de Fernando VII – “al mismo tiempo interesante a su dicha” (la futura del país) “no asociarse a ninguna de las repúblicas vecinas, se erige en un Estado soberano e independiente de todas las naciones tanto del viejo como del nuevo mundo”.
Y bien; esta precisión final del vibrante texto alto-peruano no existe en las piezas congéneres a que referimos, ni por la letra ni en la intención presumible de sus redactores.
Todo lo contrario; que, por otra parte, es lo que armoniza con el proceso histórico general de la Revolución es lo que allí puede advertirse. Para no engolfarnos por vía de comprobaciones en una pesada transcripción de textos, veamos simplemente cómo se formula en Tucumán el juramento de Independencia solemne, trámite complementario o de refrendo del “Acta”: “Juráis por Dios N. Señor y esta señal (de la cruz) promover y defender la Livertad de las Provincias Unidas en Sud América y su independencia del Rey de España Fernando VII, sus sucesores y metrópoli y toda otra dominación extranjera?"
Se ha dicho antes y ya se sabe por lo tanto, cuál era entonces en toda nuestra América la acepción del vocablo “extrangero”. Era lo mismo que en los tiempos anteriores a 1810, la calificante en abstracto de los que no siendo españoles tampoco eran indianos. De donde resulta, pues, que este juramento como el “Acta” que complementó hacía reserva bien que implícita de lo referente al resto de América.
Seguíase en verdad reconociendo como existente la unidad territorial intangible que declaró la Real Ordenanza de Carlos V en 1519. Absoluta, irremediable, definitiva era desde luego la emancipación con respecto al Rey Fernando VII y sucesores, así como la equivalente independencia con respecto a los pueblos extraños o extranjeros, pero sólo DE HECHO y condicionada a la legítima exigencia de que se concordara en aquel libre voto con relación a los demás pueblos hermanos de América a quienes, sin cálculo anterior, con naturalidad y calma, se aguardaba para la “continuación” que diría gozoso nuestro Artigas.
Y a propósito. Ya se ha expresado que con toda certeza en los días iniciales del Congreso que en abril de 1813 reunió en Tres Cruces el Jefe de los Orientales de viva voz o registrándola en documento que aún está perdido, también declaró o hizo que fuese declarada nuestra emancipación respecto a Fernando VII y sucesores e independencia frente a los pueblos extraños o extranjeros. Sin ese pronunciamiento previo que de hecho, por otra parte, ya se había manifestado en “la marcha de Salto” y negociaciones ulteriores con Paraguay y Buenos Aires, no se concebiría la exigencia 6ª del Pliego de condiciones establecido el 5 de abril para el juramento de subordinación a la Asamblea General Constituyente: “Será reconocida y garantida la Confederación ofensiva y defensiva de esta Banda con el resto de las Provincias Unidas renunciando cualquiera de ellas a la subyugación que se ha dado lugar por la conducta del anterior Gobierno”.
Tampoco sería compatible sin esa previa exteriorización, la organización de un gobierno propio libremente estructurado como el que se establece el 20 de abril. Pero, por lo demás, existe para asegurar la firmeza de nuestra proposición conjetural el texto de la fórmula del juramento que los funcionarios dependientes de dicho gobierno debían de prestar al asumir sus cargos. Esta fórmula, modelada en la Declaración de Independencia de Massachusetts a la que por momentos copia letra a letra, decía así:
“Juráis solemnemente que desempeñaras fiel e imparcialmente todas las obligaciones que te incumben a la felicidad de los pueblos y sus habitantes?
“A que respondió Sí, Juro.
“Juráis que esta Provincia pr. derecho deveser un estado libre soberano e independiente y que debe ser reprovada toda adección sujección y obediencia al Rey, Reyna, Príncipe, Princesa, Emperador y Gobierno Español y a todo otro poder Extrangero cualquiera que sea y que ningún príncipe Extragero persona Prelado, Estado potentado tienen ni deverá tener Jurisdicción alguna superioridad preminencia autoridad no otro poder cualquiera material sibil Eclesiástica dentro de esta Provincia esepto la autoridad y Poder que es o puede ser conferida pr. el Congreso Gral. de las Provincias Unidas?”
“A que respondió Sí, Juro.
Repítense en esta fórmula, como acaba de verse, los mismos conceptos del juramento establecido tres años después por el Congreso de Tucumán. Independencia absoluta irrevocable y sin condiciones con respecto a la dinastía española y a los Estados extranjeros. Sólo condicional y limitada al tiempo que fuese necesario para la integración de la libre familia americana, con respecto a los pueblos componentes de ella y cuya vinculación sellada en tres siglos de convivencia y comunes anhelos sólo – se piensa – duraría rota mientras persistiera “el estado de necesidad” creado por las urgencias de la Revolución General.
Pero, lo que por lo demás interesa especialmente comprobar es que tampoco Artigas, como O´Higgins y Santander, otro prócer de América catalogado equivocadamente como sólo héroe nacional de su país nativo, concebía siquiera posible la disgregación continental. No, no era así; su mentalidad nutrida de tradiciones y enseñanzas de un pasado histórico de gloriosa unidad, no podía dejar de amarla sin motivo. En territorio limitado realizaba sin embargo su sacrificio de “sangre, sudor y lágrimas”! bajo el acicate inspirado y persistente de servir a toda nuestra América. Al coronel Domingo French le escribía el 14 de febrero de 1813 en momentos de preocupación agobiadora: “La libertad de la América es y será siempre el objeto de mi anhelo. Si mi honor empeñado ahora por la conducta maligna del señor Sarratea hace oir el grito de mi defensa, mi honradez nivelará mis pasos consiguientes, sin envilecerme jamás. Un lance funesto podrá arrancarme la vida, pero mi honor será siempre salvo y nunca la América (¡nótese!) podrá sonrojarse de mi nacimiento en ella”.
¡Ah, si se le hubiera escuchado a tiempo! ¡Si las oligarquías nacientes en lugar de ocultar sus planes de predominio centralizado en concepciones constitucionales extrañas a nuestro ambiente y por lo mismo de tonalidades atractivas para los amigos de la novelería, hubieran cedido en sus designios y reconocido personalidad d los “Pueblos Libres” que Artigas fomentaba en base a las repúblicas comunalistas de resplandeciente tradición indiana! Rotos los vínculos con la Corona, también naturalmente desaparecían las jerarquías de pueblo a pueblo que aquélla había establecido por solo razones – no siempre ajustadas – de mejor servicio. Lo único sólido, serio y con derecho a permanecer que quedaban eran los Cabildos de jurisdicciones preestablecidas. Y bien, todo el plan confederativo de Artigas consistía substancialmente en erigirlos en “Pueblos Libres” y reunirlos luego mediante pactos de común y recíproca garantía de los derechos retenidos. Centenares de Repúblicas, verdaderamente democráticas porque las regiría siempre y a veces directamente el vecindario, habrían florecido así en un primer momento sobre las ruinas de virreinatos y gobernaciones. Luego, sin violencia y sin esfuerzo, por la misma virtualidad unionista habrían venido surgiendo las nuevas y auténticas asociaciones de reuniones regionales; al fin – no es imaginación este vislumbre – no hubiera demorado mucho la concentración en Dieta General Confirmativa, nueva expresión de nuestra América.
Sencillo y austero de pensamiento, Artigas escribía a Bolívar en 1819, sintiéndolo hermano de causa, sino de ideas estrictas: “Unidos íntimamente por vínculos de naturaleza y de intereses recíprocos, luchamos contra Tiranos que intentan profanar nuestros más sagrados derechos. La variedad en los acontecimientos de la Revolución y la inmensa distancia que nos separa, me ha privado la dulce satisfacción de impartirle tan feliz anuncio”. Y cerrando: “No puedo ser más expresivo en mis deseos que ofertando a V.E. la mayor cordialidad por la mejor armonía y la unión más estrecha. Afirmarla es obra de sostén por intereses recíprocos. Por mi parte nada será increpable y espero que V.E. corresponderá escrupulosamente a esta indicación de mi deseo”.
En los mismos días de fechada esta carta al Libertador, - la coincidencia nos parece notable prueba del espíritu de hermandad americana – el ministro de Relaciones de Colombia firmaba en Angostura las instrucciones que extendió, de acuerdo con Bolivia, a los Comisionados en Londres Peñalver y Vergara y así se expresaba en el número 26: “Si el General Artigas tuviera algún Agente en la Corte Británica, será tratado con la consideración que merece un Jefe irreconciliable con la tiranía española; se hará cuando sea posible por la reunión a las Provincias de Buenos Aires y por su reconciliación con el Director de ellas”. Y continúa: “Los corsarios armados por M. Joli con bandera de Venezuela han represado y conducido a Margarita algunas presas hechas por los del General Artigas. Allí se han vendido y depositado su producto hasta averiguar la legitimidad de las patentes de los apresadores, pero una vez que sean respetados por los buques británicos y sus almirantes, se verificará la restitución”.
“A este intento se han dado en “El Correo de Orinoco” las publicaciones correspondientes; y el Gobierno actual de Venezuela no ha aprobado ninguna de estas represas. Será una satisfacción para Artigas y sus Agentes y un medio de procurar más eficazmente su concordia y reunión con Buenos Aires. En tal caso evacuarán los portugueses de Montevideo y sería incorporado en la unión de las Provincias del Río de la Plata”.
Como se ve, a través de la inmensa distancia entre el Orinoco y el Plata – estaban tendidos los hilos invisibles del afecto y consideración recíprocos y existía vibrando el anhelo común de colaboración basado en la identidad de creencia sobre la unidad Americana.
El motor que funcionando a todo régimen impulsando a la mutua atracción y al recíproco auxilio era el mismo que – salvadas las diferencias que se quieran de motivo ocasional – determinó centenares de demostraciones solidarias semejantes, en el transcurso de tres siglos entre las más apartadas regiones del ámbito continental.
Herida una de ellas por un alzamiento indígena, por ejemplo, o amenazada de una invasión de corsarios siempre entonces todas las demás se aprestaron con espontánea rapidez a suministrar a la hermana agobiada su apoyo material y moral.
También los triunfos de una eran celebrados como propios por todas las demás. El regocijo alcanzaba hasta donde podía llegar resonante la noticia, según su trascendencia. Así recordamos por vía de ejemplo, que el resultado final de las invasiones inglesas de 1806 a nuestro Río de la Plata fue celebrado en México en el mejor apoyo popular y pompa pocas veces usadas, lo mismo ocurría en Bogotá, igual en Lima, en Cuzco, en Arequipa, etc.
Por lo demás, y volviendo en nuestro estudio al período de la Revolución, corresponde que recordemos por ser documento nobilísimo al par que ampliamente confirmatorio de estas modestas apreciaciones, el que se entregó por su Gobierno al Libertador San Martín con carácter de Instrucciones reservadas para su manejo en Chile después del glorioso paso de los Andes. De ese pliego leemos: “La consolidación de la independencia de la América de los Reyes de España sus sucesores y metrópoli y la gloria que aspiran en esta grande obra las Provincias Unidas del Sud son los únicos móviles a que debe atribuirse el impulso de la Campaña”. Se le advierte luego en este documento que liberado Chile de sus opresores deberán ser sus propios hijos los encargados de labrar los fundamentos de su estructura política, jurídica y económica, pero – agrégase – que no por ello se debe olvidar ni posponer el pensamiento central y fecundo, de constituir con el mismo Estado y a su tiempo también con el Perú, una sola entidad conjunta con las libres Provincias Unidas del Sud. En tal sentido recomendábasele a San Martin que hiciese pesar “su influjo y persuasión” (textual) “para que envíe – continúa – sus diputados al Congreso General de las Provincias Unidas a fin de que se constituya – (a su hora) – una forma de gobierno general (¡nótese!) que de toda América unida en identidad de causa, intereses y objetos constituya una sola Nación”.
Todo esto, por otra parte, produce placer verificarlo – coincidía enteramente, como se verá enseguida, con las íntimas opiniones del gran Soldado de los Andes. En abril 1º de 1819, San Martín escribiéndole a un amigo decíale: “Mi país es toda la América” y en otra carta de noviembre de 1823 reiteraba su expresión, ampliándola en estos términos: “Usted, mi querido amigo, me ha tratado con inmediación: usted tiene una idea de mi modo de pensar y conoce hasta el punto que llegan mis sentimientos, no solo con respecto al Perú, sino de toda América, su independencia y felicidad; A ESTOS DOS OBJETOS SACRIFICARÍA MIL VIDAS”.
De hecho nuestra América se pareció en 1810, pero pasarían todavía muchos años – decenas de años – antes de que sus hijos se conformasen resignados con esa disgregación en la que entró por muchos de otra parte la arbitrariedad y la fuerza en la distribución de lotes.
No sin melancólica nostalgia el estadista guayaquileño Vicente Rocafuerte, de la generación que ya actuaba en 1810, escribía en 1844 evocando el buen tiempo pasado: “En aquella feliz época todos los americanos nos tratábamos con la mayor fraternidad. Todos eran amigos personales y aliados en la causa común de la Independencia; no existían esas diferencias de peruano, chileno, boliviano, ecuatoriano, granadino, etc., que tanto han contribuido (después) a debilitar la fuerza de nuestras simpatías”.
De no haberse escuchado demasiado por gobernantes y políticos imperitos o interesados o urgidos por la vanidad de mandar a los oficiosos consejeros europeos que casi siempre operaban interesadamente, sea para colocar empréstitos con mayor frecuencia y facilidad, sea para obtener concesiones mineras y adquirir latifundios inmensos por menos de nada, pensamos que los intentos y reclamos de nueva reunión que de todas partes surgían, habrían cuajado en realizaciones más concretas y prácticas que el Congreso Americano que postula México durante una década. Estaba en el ambiente esta reagrupación; era el mandato supremo de tres siglos: nadie se atrevía a combatirlo abiertamente; sentíase como muy grave la responsabilidad consiguiente a semejante heterodoxia.
Por modos ocultos o aviesos, fomentando desconfianzas inmotivadas y celos y rencores sin sentido entre los pueblos hermanos, o el odio a la España fundadora, odio sin justificaciones ni decoro, pero que conducía a cerrar con siete llaves con los recuerdos del pasado, el de los tiempos de fecunda unidad, trabajaron tempranos y cautos cultivadores, especialmente entre los “hombres de casaca”, olímpicos y tediosos como el porteño Rivadavia.
Para que se compruebe aunque sea solo en parte, cómo, aún mucho después de asegurado el desenlace feliz de la revolución, en los Estados que parecían mejor formados estaba sin embargo todo, desde el ámbito territorial hasta la organización del Gobierno, aún oscilante y dudoso, nos limitaremos a leer estos párrafos de una Carta de Bolívar a Santander de 7 de mayo de 1826: “El Paraguay se ha ligado a Brasil y Bolivia tiene qué temer de esta liga. El Río de la Plata tiene que temer al Emperador y a la anarquía que se ha aumentado con la variación del gobierno de Buenos Aires. Chile tiene el corazón conmigo y su gobierno está aliado a Rivadavia. Córdoba me convida para que sea el Protector de la federación entre Buenos Aires, Chile y Bolivia. Este proyecto es del General Alvear que quiere cumplirlo a todo trance. El general O´Higgins con sus amigos también lo quiere y los pelucones de Chile que son ricos y numerosos. ¿Qué haré yo en este estado? Mucho he pensado y nada he resuelto. Unos (nótese) me aconsejan la reunión de un imperio de Potosí, a las bocas del Orinoco, otros o una federación positiva y tal que así supla a la general de América que dicen ser nominal y aérea. Yo estoy por el último partido; las dos repúblicas del Sur lo adoptarían con facilidad por tenerme a mí de protector”, etc.
¡Cuántas inquietudes, cuántas dudas y complicaciones puestas como para resolución sobre la mesa de trabajo de Bolívar! Y todo ello, ¿No era acaso una consecuencia del estado de ansiedad e inadecuación en que se hallaban en el vigente régimen los pueblos?
Y bien; nuestra Provincia Oriental que con Artigas había sido rectora ejerciendo con desinterés y coraje esa función hasta lejanos pueblos del mediterráneo argentino (los enviados del “Patriarca de la Federación” llegaban en 1820 hasta Santiago; San Juan había quedado separada de hecho del núcleo americano) justamente en el año que hemos citado y que sería también – cruel destino del Patriarca – el del triunfo resonante de las repúblicas comunalistas embanderadas en el federalismo, sobre las oligarquías aislacionistas y prepotentes que se adueñaron de Buenos Aires. De derecho existe igualmente esa separación de la familia desde 1821 por resolución expresa del Congreso Cisplatino que, dígase lo que se quiera, no había sido de elección ni más ni menos legítima que muchos de los Parlamentos habido en el país durante cerca de un siglo, incluso – aunque de pasada, es bueno decirlo – la primera Asamblea Nacional Constituyente.
Sentado lo que va dicho, podemos preguntarnos: Si el 25 de Agosto de 1825 el Congreso de la Florida se hubiese limitado a dictar la primera de las dos leyes que con carácter de Fundamentales dispuso aquel día, ¿no habría resultado como consecuencia el irrevocable alejamiento de los Orientales por voluntad de ellos mismos, de la familia americana? Evidentemente; si la Asamblea no hubiese dispuesto en forma expresa mediante la segunda de sus leyes, aquella reintegración a la unidad americana de la que hasta allí había salido – los únicos – los orientales y ello mismo porque la fuerza extraña los sustrajo, la independencia promulgada en la primera declaración no devolvería a este pueblo al plano en que estaban colocados sin embargo de independientes, todos los hermanos.
Y eso es así porque ellos no habían pasado nunca por el estado de dependencias de extraños. Su tránsito sólo fue en todo caso de una subordinación natural a la emancipación legítima. No recobraron, sino que adquirieron una posesión por la Independencia y se ha de entender que dicha posesión sólo podía tener el alcance que le fijaron expresa y deliberadamente en las respectivas “actas” o “decretos” o “proclamaciones”.
En nuestro caso, como se aclaró oportunamente, siempre aquel alcance fue establecido con relación al Rey de España y sus sucesores y a los Estados extranjeros. En consecuencia, ha de interpretarse que la voluntad de condominio, si así puede decirse, seguía imperando igual con los demás miembros de la comunidad americana.
En la situación de la Provincia Oriental, esto último no era posible sin declaración expresa y ello es lo que motivó la segunda ley Fundamental que ha de mirarse precisamente por eso como complementaria de la primera y no como contradictoria. No era posible, decimos – y con ello damos fin a esta larga exposición – porque nuestro pueblo en 1825 iba a recobrar una categoría que ya anteriormente había tenido y si no fija expresamente su intención de volver a la comunidad americana de la cual se había alejado por la conquista extranjera señalando para ese regreso la vía lógica impuesta por la geografía que otrora siguió; si no se presenta alta la frente a decir a los hermanos que estaba lista para lo que llamó Artigas “la continuación”, también cierto es que nos habría correspondido a los orientales, por lo menos, el cargo irredimible de desertores de esta inmensa y gloriosa agrupación de pueblos creada hace cuatro siglos por el genio realizador y generoso de España.
Conferencia dictada en el Directorio del Partido Nacional el 25/8/1944. Publicada en EL DEBATE el 28/8/1944. Integra el Libro póstumo: LA DISGREGACIÓN DEL REYNO DE INDIAS. Barreiro y Ramos S.A., 1981.
https://es.m.wikisource.org/wiki/En_...Agosto_de_1825
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Re: Virreinato del Río de la Plata
Primera Misa en la Argentina
Invitación para celebrar los 500 años de la primera Misa oficiada en territorio argentino. Tendrá lugar con una peregrinación y Santa Misa el 4 de abril de 2020 en el Santuario de Nuestra Señora de Luján, Patrona de la Argentina.
https://www.youtube.com/watch?time_c...ature=emb_logo
https://www.youtube.com/watch?time_c...ature=emb_logo
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Re: Virreinato del Río de la Plata
¡ARGENTINOS – ORIENTALES!
Publicado en 16.04.2018
Por Dr. Adrián Báez
El 19 de Abril de 1825, los 33 Orientales desembarcaron en la playa de La Graseada, en el Departamento de Soriano, que un embellecimiento posterior bautizó como la “Agraciada”. Según recordaba Spikerman, uno de los protagonistas, Lavalleja desplegó la bandera tricolor con la leyenda “Libertad o Muerte” y sus palabras fueron más o menos las siguientes: “Amigos, estamos en nuestra Patria. Dios ayudará nuestros esfuerzos, y si hemos de morir, moriremos como buenos en nuestra propia tierra. ¡Libertad o Muerte! De inmediato los sublevados comenzaron a marchar rumbo a Montevideo mientras, incesantemente, aparecían partidas de hombres en armas que se les sumaban. Pero, antes de iniciar dicha marcha, el Gral. Lavalleja repartió entre su gente una proclama para ser distribuida en los pueblos, que decía así:
“¡Viva la Patria! Argentinos orientales: llegó el momento de redimir vuestra amada Patria de la ignominiosa esclavitud con que ha gemido por tantos años, y elevarla con nuestro esfuerzo al puesto eminente que le reserva el destino entre los pueblos libres del Nuevo Mundo. El grito heroico de libertad retumba ya por nuestros dilatados campos con el estrépito belicoso de la guerra. El negro pabellón de la venganza se ha desplegado, y el exterminio de los tiranos es indudable. ¡Argentinos orientales! Aquellos compatriotas nuestros, en cuyo pecho arde inexhausto el fuego sagrado del amor patrio y de que más de uno ha dado relevantes pruebas, entusiasmo y su valor, no han podido mirar con indiferencia el triste cuadro que ofrece nuestro desdichado país, bajo el yugo ominoso del déspota del Brasil. Unidos por su patriotismo, guiados por su magnanimidad, han emprendido el noble designio de libertaros. Decididos a arrostrar con frente serena toda clase de peligros, se han lanzado al campo de Marte con la firme resolución de sacrificarse en aras de la Patria o reconquistar su libertad, sus derechos, su tranquilidad y su gloria. Vosotros, que os habéis distinguido siempre por vuestra decisión y energía, por vuestro entusiasmo y bravura, ¿consentiréis aun en oprobio vuestro el infame yugo de un cobarde usurpador? ¿Seréis insensibles al eco dolorido de la Patria, que implora vuestro auxilio? ¿Miraréis con indiferencia el rol degradante que ocupamos entre los pueblos? ¿No os conmoverán vuestra misma infeliz situación, vuestro abatimiento, vuestra deshonra? No, compatriotas: los libres os hacen la justicia de creer que vuestro patriotismo y valor no se han extinguido y que vuestra indignación se inflama al ver la provincia Oriental como un conjunto de seres esclavos, sin gobierno, con nada propio más que sus deshonras y sus desgracias. Cese ya, pues, nuestro sufrimiento. Empuñemos la espada, corramos al combate y mostremos al mundo entero que merecemos ser libres. Venguemos nuestra Patria; venguemos nuestro honor y purifiquemos nuestro suelo con sangre de traidores y tiranos. ¡Tiemble el déspota del Brasil de nuestra justa venganza! Su cetro tiránico será convertido en polvo y nuestra cara Patria verá brillar en sus sienes el laurel augusto de una gloria inmortal. ¡Orientales! Las provincias hermanas solo esperan vuestro pronunciamiento para protegeros en la heroica empresa de reconquistar vuestros derechos. La gran nación argentina, de que sois parte, tiene gran interés en que seáis libres, y el Congreso que rige sus destinos no trepidará en asegurar los vuestros. Decidíos, pues, y que el árbol de la libertad fecundizado con sangre vuelva a aclimatarse para siempre en la Provincia Oriental. ¡Compatriotas! Vuestros libertadores confían en vuestra cooperación a la honrosa empresa que han principiado. Colocado por voto unánime a la cabeza de estos héroes, yo tengo el honor de protestaros en su nombre y en el mío propio que nuestras aspiraciones solo llevan por objeto la felicidad de nuestro país, adquirirle su libertad. Constituir la provincia bajo el sistema representativo republicano en uniformidad a las demás de la antigua unión. Estrechar con ellas los dulces vínculos que antes las ligaban. Preservarla de la horrible plaga de la anarquía y fundar el imperio de la ley. ¡He aquí nuestros votos! Retirados a nuestros hogares después de terminar la guerra, nuestra más diga recompensa será la gratitud de nuestros conciudadanos. ¡Argentinos Orientales! El mundo ha fijado sobre vosotros su atención. La guerra va a sellar nuestros destinos. Combatid, pues, y reconquistad el derecho más precioso del hombre digno de serlo”. Juan Antonio Lavalleja. Campo volante, en Soriano, Abril de 1825.
El extenso texto aventa cualquier duda que pudiera subsistir sobre los objetivos del movimiento, que no eran otros que los de expulsar a los brasileños y regresar al seno de las Provincias Unidas. Por entonces, nadie se planteaba, con mínima seriedad, la constitución de la Provincia en Estado independiente; siendo suficientemente significativo, el término que se repite más de una vez: “argentinos – orientales”.
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Re: Virreinato del Río de la Plata
FLORIÁN PAUCKE, retrato de la evangelización pacífica en la América austral
Se puede decir que el misionero jesuita Florián Paucke, natural de Silesia en la Europa Nororiental, fue un adelantado al espíritu de su época, un etnógrafo consumado, botánico, escritor, constructor y, sobre todo, un ser humano ejemplo de la asimilación del otro, de aquella armonía en la que el compartir y respetar la identidad de los pueblos se hace eco a través del intercambio de cosmovisiones, culturas y saberes.
Su vida gira alrededor de la provincia de Santa Fe (actual Argentina), llevando a cabo una obra titánica en las reducciones de San Javier y San Pedro con los indios mocovíes, en torno a los años 50 del siglo XVIII. En los quince años de su estadía, ganándose el aprecio y consideración del pueblo mocoví, al compartir sus saberes en varios oficios y labores, la administración pública, artes, la construcción de templos y casas, plasma en su espíritu conciliador aquella adaptación mutua entre lo indio y lo europeo mediante la empresa evangelizadora pacífica, desprovista de cualquier complejo de superioridad de uno y otro bando, aderezada en el respeto y la puesta en valor de las expresiones culturales de los “otros”, de los indios. Paucke, observador trascendente, vería mutilada su obra humanista al contemplar el impune destierro que fueron objeto los jesuitas tras su expulsión en 1767.
Sin embargo, pese a aquellas inconsistentes paradojas, quizá provistas del celo injusto de las altas jerarquías del Antiguo Régimen, hará de sus vivencias un verdadero monumento de sus tragedias, alegrías y pesares, titulada “Hacia allá para acá…”, "hacia allá fuimos amenos y alegres, para acá volvimos amargados y entristecidos". En su obra, de casi 1200 páginas, contemplamos un trabajo escrito que supera a la rancia crónica de los anteriores siglos, siendo un testimonio vivo de sus viajes por Buenos Aires, Córdoba, y sobre todo por Santa Fe, atrayendo a la mirada perspicaz de la actual antropología todos aquellos relatos sobre el idioma, la música, las borracheras, la vestimenta y las fiestas de los indios mocovíes.
Su interés botánico no pide favor a todos los ilustrados del XVIII, puesto que, en su obra, que actualmente se encuentran sus copias originales en el convento cisterciense de Zwettl en Austria, cuentan con riquísimas fuentes visuales de las plantas, frutos, árboles y animales del territorio mocoví. De igual manera, su escrito contiene excelsas estampas sobre la vida cotidiana, las costumbres, los rasgos fisionómicos, edificios y demás expresiones culturales del mundo mocoví y los alrededores santafesinos, tal y como lo compartimos a continuación.
Fuente de las imágenes:
Provincia de Santa Fe, Banco de imágenes Florián Paucke. Museo Etnográfico. Gobierno de Santa Fe.
http://hispanismo.org/attachment.php...id=10109&stc=1
Indios Mocoví trabajando la tierra
http://hispanismo.org/attachment.php...id=10110&stc=1
Vista panorámica de la parroquia y huerta
http://hispanismo.org/attachment.php...id=10111&stc=1
Indios mocoví
http://hispanismo.org/attachment.php...id=10112&stc=1
Lampalagua
http://hispanismo.org/attachment.php...id=10118&stc=1
Dibujos de Florián Paucke
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Re: Virreinato del Río de la Plata