Mencía Calderón

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La muerte de Juan Díaz de Solís, primer español que llegó al Río de la Plata




Mencía Calderón (1514-1570). Adelantada del Río de la Plata. Mencía asumió el papel de Adelantada de una expedición a Brasil, una vez muerto su marido, Juan Sanabria, adelantado del Río de la Plata. No contenta con ello, y tras muchas vicisitudes, al frente de otras cincuenta mujeres, atravesó 1.600 kilómetros de selva a lo largo de seis años. Eloísa Gómez-Lucena contó gran parte de su vida en la novela «Expedición al paraíso» (Renacimiento, 2004).






Inés Suárez

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La fundación de Santiago de Chile, Santiago de Nueva Extremadura entonces



Inés Suárez (1507-1578). Primera española que llegó a Chile. Capitana de la ciudad de Santiago de Chile. Inés acompañó a Pedro de Valdivia, con el que vivía amancebada, a lo largo y ancho de la conquista de Chile y en la fundación de Santiago de Nueva Extremadura (hoy Santiago de Chile), en cuya defensa se empleó como el más feroz y decidido de los capitanes. Ella misma se encargó de ejecutar los principales caciques enemigos, como Quilicanta. Cuenta el cronista Jerónimo de la Vega que Inés les gritó así a sus enemigos los araucanos: «¡Afuera auncaes (cobardes) que ya yo os he muerto a vuestros señores y caciques. Y los indios no le osaban tirar flecha ninguna».





Isabel Barreto

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Las islas Salomón, objetivo de Isabel Barreto



Isabel Barreto (1565-1612). Adelantada de los Mares del Sur. Primera mujer almirante de la Armada. Fue la primera (y la única) mujer que llegó a tener el grado de almirante de la Armada. Ella misma, gallega de Pontevedra, estuvo al mando, en 1595, de una osada expedición por el Océano Pacífico en pos de las Islas Salomón. Si las cosas se ponían bravas, Isabel, con cargo de gobernadora, no dudaba en usar el machete. Era soberbia y despótica, y cuentan las crónicas (las malas) que en sus expediciones se aprovechaba de su cargo para consumir más agua de la debida y que incluso era dueña de dos cerdas que impedía que fueran comidas por la tripulación a pesar del hambre que existía.





María de Estrada

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María de Estrada (en la última pareja a caballo), una mujer de las tropas de Cortés



María de Estrada. (1480-1535). Soldado en las tropas de Hernán Cortés. Cofundadora de Puebla de los Ángeles. Estuvo al lado de Hernán Cortés en la Noche Triste. Y no de adorno, precisamente . Armada de rodela y espada luchó como uno más, con tamaña valentía que, segú la crónica que reproduce el libro de Gómez-Lucen: «Excedía el esfuerzo de cualquier varón». Sobrevivió a la matanza. Así se la describe en las crónicas sobre estos hechos: «Ansimismo se mostró valerosamente una señora llamada María de Estrada, haciendo maravillosos y hazañeros hechos con una espada y una rodela en las manos, peleando valerosamente con tan fuerza y ánimo que excedía al esfuerzo de cualquier varón, por esforzado y animoso que fuese, que los propios nuestros ponía espanto y, ansimismo, lo hizo la propia el día de la memorable batalla de Otumba, a caballo con una lanza en la mano, que era cosa increíble en ánimo varonil, digno por cierto de eterna fama e inmortal memoria».




Catalina de Erauso, la Monja Alférez

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La Monja Alférez



Catalina de Erauso (192-1650). La Monja Alférez. Bravucona y pendenciera, se escapó del convento a los quince años disfrazada de hombre. Tras errar por España, se alistó como soldado para combatir en Chile. Alcanzó el grado de alférez, y así pasó a la Historia de España como la Monja Alférez. En el libro de Eloísa Gómez-Lucena, el viajero español Pedro del Valle la describe así: «De estatura grande y abultada para muger, bien que por ella no parezca no ser hombre. De rostro no es fea, pero no hermosa. Los cabellos son negros y cortos como de hombre, con un poco de melena como hoy se usa. Parece más capón que muger. Viste de hombre, a la española: trae la espada tan bien ceñida, y así la vida. La cabeza un poco agobiada, más de soldado que de cortesano y de vida amorosa». Como escribe Gómez-Lucena «Catalina de Erauso era un varón aprisionado en un cuerpo de mujer que, por afirmar su masculinidad en todo momento, no cejó en parecer el más osado en las batallas y el más fanfarrón y pendenciero en las treguas». La Monja Alférez fue famosa en América y en Europa.



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