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Tema: Argentina: así actuó la subversión marxista

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    Argentina: así actuó la subversión marxista

    Para entender el siguiente artículo, que comenta una obra del investigador francés P. Villemarest, debe tenerse en cuenta que aún existía el imperialismo de la URSS comunista (1917-1991) que pretendía apoderarse especialmente mediante la violencia (guerrilla marxista), de la América hispana, con su centro logístico en la Cuba de Castro.



    Revista FUERZA NUEVA, nº 755, 27-Jun-1981

    ARGENTINA: ASÍ ACTUÓ LA SUBVERSIÓN MARXISTA (Informe ECO)

    (I) Los estrategas del miedo

    Al celebrarse ahora (1981) -no sé si el vigésimo- de la fundación de Amnistía Internacional que en Europa llaman “Amnesia” Internacional, Televisión Española emitió un reportaje en el que además de cantar la bondad de los fines -defensa de los derechos humanos- sin distinción de ideologías, razas y credos…- aportó un mar de ejemplos sobre otros tantos casos en los que Amnesty se ha volcado: los desaparecidos de la Argentina, y la prisión de un ruso por los soviéticos.

    Ni que decir tiene que la Argentina consumió la mayor parte del tiempo destinado a la “gloriosa” efemérides, “equilibrando” la información con unas cuantas “gotas” respecto al ruso encarcelado.


    La conciencia universal

    El caso de la Argentina, tan aireado, constituye al decir de los especialistas no marxistas, un modelo de la técnica de la desestabilización política, expresión tan del agrado de nuestros demócratas que ven desestabilizadores antidemócratas por todas partes, cuando los que de verdad desestabilizan son ellos.

    La “conciencia universal”, según A. Sittinger, en artículo aparecido en una publicación belga, se fabrica en los salones “onusianos” y en las oficinas de la KGB -tomen nota nuestros obsesos de la desestabilización- para, finalmente, extenderse a través de los medios informativos, entre los intelectuales acabados y entre los “tontos útiles”.

    “Esta conciencia universal” desde que los militares argentinos accedieron al poder, no cesa de evocar “pisadas de botas”, torturas y sobre todo, desaparecidos, olvidando pensar en la gigantesca agresión que sufrió la Argentina antes de que el Ejército cumpliera con su deber. Descuida también describir el estado del país cuando la subversión izquierdista llevó a la nación a un paso de la bancarrota; y su memoria se difumina curiosamente olvidando recordar a los terroristas asesinos de miles de personas, entre las que figuraban mujeres y niños.


    Tragedia en dos actos

    Pierre de Villemarest, gran estudioso e investigador de la subversión y de las agresiones constantes de que somos víctimas, ha investigado “in situ”, interrogado a numerosos testigos y consultado toda clase de documentos, escribiendo el libro “Los estrategas del miedo, 20 años de guerra revolucionaria en Argentina”, publicado en Ginebra en 1980 (*), donde cuenta los sucesos que obligaron a la Junta Militar a tomar el poder.

    Tras hacer un resumen de la historia argentina desde su independencia en 1810, afirma que su historia se ha desarrollado hasta el momento (1981) en “siete oleadas”, iniciándose la séptima en el momento de constituirse la Junta Militar en 1976.

    Antes de esto, Argentina había conocido una tragedia en dos actos. Desde 1922, la acción del Komintern se había volcado en Iberoamérica pero sin demasiado éxito, habiéndose iniciado la tragedia con Perón en 1945, una primera fase que duró hasta 1955. Pero gobierna apuntando contra los Estados Unidos, sin darse cuenta que la KGB establece de modo lento pero seguro, sus redes, anuda alianzas y fortalece diversos movimientos.

    La segunda fase del primer acto tiene lugar en 1960, cuando Fidel Castro toma el relevo de la subversión, para en 1966-67, después de la Conferencia Tricontinental de La Habana, tomar la ofensiva cuando ya Moscú ha puesto en marcha por todo el mundo su sistema de desinformación. En el segundo acto el terrorismo, ya organizado, va a intentar desestabilizar la Argentina, cuando los militares dicen basta. (**)


    Apoderarse de la Argentina

    Después de poner la mano sobre otros países de Iberoamérica y realizando maniobras de diversión por todas partes, Moscú decide apoderarse de Argentina a través de la M.G.B. y el cuarto Departamento del Estado Mayor del Ejército -hoy (1981) KGB y GRU, respectivamente- que crearon la sección “F” instalada en Berlín Este, funcionando desde 1947 sus departamentos especializados en Belgrado, Budapest y Viena.

    Y es necesario recordar que el complot existió entonces y existe hoy (1981). En ningún momento, haya lo que haya dicho la prensa occidental, cuidadosamente orientada, y lo que hayan podido escribir los “tontos útiles”, en ningún momento ha existido un movimiento espontáneo del pueblo argentino para hacer de su país un estado socialista. Cada movimiento del complot, cada progresión hacia el terror han sido cuidadosamente organizados y premeditados. Los hombres de Moscú, sudamericanos de origen o de adopción, se han infiltrado progresivamente en los resortes del mando. Algunos han llevado su camuflaje hasta hacerse excluir de los movimientos de izquierda -comprendido el partido comunista argentino- para de este modo dar garantías a sus nuevos “amigos” pero sin que, curiosamente, ninguno de estos trabajadores, o denunciados como tales por sus antiguos camaradas, fueron objeto del menor atentado de la izquierda, es decir, al igual que ningún comunista italiano ha sido objeto de agresión alguna por parte de las Brigadas Rojas.

    Incluso Perón, que se creía el líder supremo de Argentina, fue engañado por los comunistas infiltrados en la CGT y en su propio partido, y hasta los nazis refugiados en el país han sido infiltrados y manipulados por la KGB hasta el punto de que habrá con frecuencia movimientos calificados de extrema derecha colaborando abiertamente con los de extrema izquierda en lucha contra el Gobierno. A este respecto cabe señalar que en el libro de Villemarest se relacionan todos los nombres, hechos, viajes y encuentros entre los distintos jefes de la subversión, número de agentes etc., siendo importante señalar que la mayor parte de estos últimos poseían hasta catorce identidades diferentes.


    Escuelas de reclutamiento

    Norma habitual de los soviéticos es la de mantener excelentes relaciones diplomáticas y preparar los golpes, realidad que los argentinos pudieron comprobar inmediatamente, descubriendo escuelas de reclutamiento internacional, o al menos para Iberoamérica. “Instructores” formaban sus alumnos en todas las modalidades de la guerrilla antes de dispersarlos por los distintos países allí donde su presencia podía servir de ayuda a Moscú, constituyendo otro importante elemento de información el descubrimiento de una valija diplomática procedente de La Habana, cuyo contenido era la prueba evidente del papel que jugaba la central de la subversión establecida por Castro en Cuba: el castrismo acababa de tomar el relevo de los falsos diplomáticos soviéticos, declarados personas no gratas en 1959, año que marcó el crecimiento de las actividades terroristas en Argentina y que curiosamente coincidió con el aumento de las adhesiones al partido comunista argentino.

    El 29 de septiembre de 1962, un accidente de aviación demostraba, si ello fuera todavía necesario, la complicidad soviético-cubana en el terrorismo en Argentina: los cadáveres correspondían a especialistas de la subversión cubana camuflados de agentes agrícolas, cuya documentación no dejaba duda alguna respecto al complot que estaba en marcha. ¡Y el complot afectaba a toda Iberoamérica!

    Las cosas llegaron tan lejos que la seguridad argentina descubrió en 1964 guaridas subterráneas, copia exacta de las de los norvietmanitas y pistas de aterrizaje destinadas a facilitar la indispensable ayuda logística a los “ejércitos del pueblo”. Los cubanos habían conseguido cubrir y aglutinar los movimientos de izquierda en Iberoamérica, incluso a los trotskistas. El pulpo había puesto los tentáculos en su sitio.


    “Tiempo de asesinos”

    La disputa chino-soviética, los misiles soviéticos enviados a Cuba y la desaparición de Kruschef de la escena política, supusieron una tregua para la Argentina. Durante varios meses, los servicios de seguridad, apoyados por elementos militares habían dado fin a la lucha inicial de los maquis que, en ocasiones, adquirió gran virulencia. Los Gobiernos después de que el país eliminara a Perón, habían fracasado en su intento de enderezar la situación política, económica y social, fracasos no sólo imputables a la incapacidad de gobernar, sino también y sobre todo, al sabotaje continuo de sus esfuerzos por los comunistas infiltrados en el “aparato” de dirección.

    El 28 de junio de 1966, el Ejército intentó poner fin a la confusión, poniendo a la cabeza del país al general Juan Carlos Onganía, decisión que el pueblo argentino acogió como un verdadero alivio.

    Desgraciadamente, existía ya una infraestructura terrorista sólidamente implantada en el país y con ayudas exteriores, por lo que Argentina acabaría viviendo sus más sombrías horas.

    El “tiempo de los asesinos” es el título de la parte dedicada por Villemarest al período 1966-1976, diez años en los que se producirán masacres sistemáticas de la población civil, los asesinatos de altos funcionarios, oficiales superiores o simples policías. Es un terror frío y científicamente organizado para poner a la población en continuo estado de nerviosismo, a fin de que acepte tarde o temprano un estado marxista como la mejor solución o, cuando menos, como un mal menor preferible a cuanto estaban soportando.

    La actuación inevitable de una democracia empleando sus últimos esfuerzos en la batalla defensiva fue presentada incluso alegremente por la prensa americana y occidental, como “salvaje” y brutal de una dictadura contra “la rebelión unánime de un pueblo”.


    Onganía estuvo a punto de ganar la partida, restableciendo la paz interior y la situación económica, pero el complot no podía permitirlo...

    (*) Pierre de Villemarest, "Les stratèges de la peur: Vingt ans de guerre révolutionnaire en Argentine, editions Voxmundi" (1980), Genève.
    Se publicó una versión en español.

    (**) Ver:
    https://hispanismo.org/historia-y-an...o-mundial.html

    (continúa)
    Última edición por ALACRAN; 15/09/2024 a las 17:36
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
    Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)

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    Re: Argentina: así actuó la subversión marxista

    El artículo data de 1981. No entramos ni salimos en la exactitud de datos sobre víctimas, ni tampoco en la de posteriores indagaciones hoy "irrebatibles"


    Revista FUERZA NUEVA, nº 756, 4-Jul-1981

    ARGENTINA: ASÍ ACTUÓ LA SUBVERSIÓN MARXISTA (Informe ECO)

    (II) Consigna: hacer un Estado socialista

    Los grandes defensores (?) de los Derechos Humanos, cuando actúan a favor, o en ayuda como ellos dicen, de los pueblos dominados por las “dictaduras”, por el capitalismo o por las oligarquías, olvidan siempre explicar o considerar importantes e insoslayables antecedentes. Cuando hay un “motivo de liberación” (armado) siempre justifican su existencia y coadyuvan a su triunfo –Nicaragua, El Salvador, etc.-, olvidando, repito, las actuaciones anteriores que produjeron el caos; con la ejecución de actos más reprobables, más sanguinarios que los que más tarde ellos combaten, en defensa de unos “victimarios”, hoy convertidos en víctimas.

    Este es el caso de la Argentina, como de tantos otros, donde previamente a la llegada al poder de los que ahora (1981), armas en la mano de nuevo, dicen defender al pueblo y a los que, a su vez, defienden los de los tan traídos y llevados derechos humanos.


    Los pretendidos genocidios

    Continuando nuestro informe sobre la Argentina -ver FUERZA NUEVA de la semana anterior-, la subversión hábilmente organizada por la URSS con la participación activa de las huestes cubanas, parecía haber triunfado. Nacida y fomentada a través de doscientos partidos y grupúsculos políticos, la máquina gubernamental se movía en el vacío: el presidente Ilía (1963-1966) celebraba Consejo de Ministros por pura rutina, o no los celebraba; las huelgas se multiplicaban y costaban muy caras al país sin mejorar en nada el nivel de vida; la inflación alcanzaba el cuarenta por ciento anualmente; las arcas del Tesoro se vaciaban mientras que escuelas y universidades eran sacudidas por los agitadores buscando un mañana sin cuadros ni cerebros.

    La intervención de los militares que llevó a Onganía al poder (1966) fue, como decíamos en el anterior capítulo, acogida con alivio y no hay más que repasar los periódicos de la época para comprobar que el pretendido complot militar era una invención de la izquierda para justificar “a posteriori” el aumento de las acciones terroristas. En su testamento político, Che Guevara proclama la necesidad del odio y la crueldad; los argentinos van a poner en práctica las lecciones de los revolucionarios cubanos, sabiendo los terroristas que sus acciones provocarán una reacción que no temen sino la desean para poder desencadenar la lógica de la violencia´, que les permitirá justificarse ante los “bienpensadores” y los “tontos útiles”. Los aliados de Moscú van a conseguir que se crea lo que no es más que un gran engaño sobre la situación argentina, y que será la base y origen de las pretendidas denuncias de los genocidios cometidos por la derecha.

    Entre 1962 y 1969, cientos de familias argentinas habían sido golpeadas en su carne y derramado no poca sangre. Los sindicatos, ferozmente opuestos al Gobierno, fuera cual fuese, y sometidos, voluntariamente o no, a Moscú, iban a contribuir a la planificación voluntaria y deliberada del terror, teniendo a la cabeza del estado mayor de la Revolución, jefes de ninguna parte, pero formados todos en las escuelas de Moscú y obedeciendo una sola orden; destruir la Argentina para hacer un estado socialista. Todos, sea cual fuere su origen –maoístas, trotskistas, comunistas o peronistas- compartían idéntica opinión respecto a la meta que deberían alcanzar.


    Impedir que se supere la crisis

    Desde 1966, la primera Junta Militar intentó enderezar la economía y vio, por fin, cuál era el objetivo buscado, al comenzar los primeros atentados en mayo de 1969, y cuando se produce un hecho característico: los periodistas, que se creen testigos de los Derechos Humanos escriben que “la aparición de la C.G.T. argentina, más combativa, y la de grupos y guerrilleros y de terroristas, indica en ese momento la existencia de tensiones sociales que no tienen respuestas satisfactorias”.

    Se trata, en realidad, de impedir al país superar la crisis, hundiéndole más profundamente. Las acciones se multiplican, teniendo todas por objeto conseguir armas y, sobre todo, dinero. Y ocasionalmente, mostrar la fuerza de la guerrilla, ocupando emisoras de radio y publicando proclamas incendiarias. En mayo de 1969, surge la guerrilla y encuadra las manifestaciones “espontáneas” de estudiantes y de obreros; asesina, dinamita y hacen injuriar a los gobernantes. Las bombas golpean ciegamente: en los supermercados, “porque pertenecen a los Rockefeller”, cayendo mujeres y niños.

    Los “montoneros” y los “tupamaros” aparecen con otros movimientos “de liberación”, manipulados todos por Moscú. El asesinato del general Aramburu (1970) parece un calco de los cometidos por las Brigadas Rojas italianas: secuestros, interrogatorios, detención en una “cárcel del pueblo”, juicio por un “tribunal popular” y ejecución… todo es igual. Era necesario impedir a toda velocidad la reconciliación nacional.


    Perón, manipulado

    Perón, desde su dorado exilio de Madrid, lanzaba violentas declaraciones terminando todas del mismo modo: “Soy el único capaz de salvar el país”. En realidad, el viejo luchador estaba manipulado por los comunistas. Efectivamente, tenía de nuevo el poder, pero en realidad su entorno comunista, dirigido por uno de los padrinos, Cámpora, había conseguido su objetivo. El asesinato de Aramburu adquiere otra significación cuando se piensa que deseaba una política de reconciliación nacional y llevar el país a las urnas, y los revolucionarios querían conseguir el endurecimiento del Ejército.

    Al igual que en otros lugares que no es menester señalar, la Iglesia argentina jugó un papel considerable en los espantosos acontecimientos que precedieron a 1976. Parece que cierto número de sacerdotes y de obispos, no todos argentinos, tomaron parte en la lucha armada.

    Uno o varios religiosos belgas contribuyeron a redactar una “teología de la liberación”, predicando abiertamente la lucha armada y algunos pasaron del “apoyo filosófico” a los guerrilleros, al apoyo práctico -provisión de armas y de municiones- para convertirse ellos mismos en terroristas. Los obispos siguieron sus pasos, aprobando y defendiendo sus conductas. El movimiento alcanzó un débil porcentaje de religiosos, pero suficiente para desplazar la imagen tradicional de que Hispanoamérica se hacía de sus sacerdotes y hacer creer entre nosotros que todos los párrocos vicarios y obispos sostenían la Revolución, bien entendido que el papel del obispo Helder Cámara, antiguo jefe de prensa de las Camisas Verdes –nazis- de Brasil no es de desdeñar.

    El Ejército argentino inició la lucha en febrero de 1954 contra los “maquis”, tarea ardua no por sí misma sino por las simpatías que los revolucionarios habían conseguido despertar en el mundo entero gracias al aparato del comunismo internacional. El estado mayor de la contra-información se toma en Francia y el diario comunista “L’Humanité” aseguraba una amplia difusión.

    En Argentina la situación era catastrófica, la economía había prácticamente desaparecido y miles de personas asesinadas por los revolucionarios. El Ejército tomó la ofensiva y en algunos meses redujo a los maquis del norte y rompe la guerrilla urbana. Los jefes de la Revolución se refugian en el extranjero, desde donde ordenan acciones suicidas: muchachos de diecisiete años se hacen matar, intentando operaciones contra el Ejército. Mientras tanto, el Partido Comunista de Moscú abandona la partida provisionalmente. Viéndose batido deja a sus fieles desenvolverse con los vencedores, pero desgajándose para preservar el porvenir.


    Los “desaparecidos”

    El aparato de la propaganda comunista no ha sido desarmado (1981). Bajo su inspiración y con la ayuda de los “tontos útiles”, la prensa mundialista se desencadena contra la Junta Militar, que por dos veces ha salvado al país de la anarquía y de la miseria. Reportajes dirigidos, falseamiento de fechas y de cifras, falsos testimonios… nada falta en el arsenal, siendo el asunto de las listas de los desaparecidos el más claro ejemplo.

    Se recordará que la mayor parte de los agentes subversivos argentinos o extranjeros, poseían varias identidades diferentes. Los extranjeros, entre otros, poseían por lo menos un carnet de identidad, falso por supuesto, argentino, y varios de ellos que perecieron en ataques contra cuarteles y bancos, no llevan encima ningún documento auténtico, luego “están todavía vivos… pero desaparecidos”. Otros fueron abatidos por sus propios amigos, al intentar abandonar el engranaje de un juego que estaba convirtiendo en algo muy peligroso. Un elevado número vive en Cuba o en la URSS, bajo identidades diferentes de las que tenían en la Argentina y muchos, muchísimos han desaparecido voluntariamente para escapar, bien de la justicia gubernamental o de la justicia revolucionaria que los condena a muerte por deserción.

    Al igual que con los 700 desaparecidos de Chile, Pierre de Villemarest ha comprobado que la lista están trucadas: algunos aparecen varias veces, citados con el mismo nombre, pero invertido o alterado, de una página a otra; técnica esta conocida en España, donde en vida del Caudillo se denunció la desaparición y la tortura de unos cuantos mineros asturianos, repitiendo y cambiando nombres, siendo localizados uno por uno de los que realmente existían, sin que se hubieran producido desapariciones ni siquiera momentáneas y sin que hubieran sufrido el menor daño. La denuncia estaba avalada (?) por los habituales “abajo firmantes”.

    Como es natural, los “beneméritos apóstoles” que revelan las listas no mencionan jamás las víctimas de los revolucionarios: 143 policías, en su mayoría asesinados por la espalda; más de 700 víctimas de los que 100 eran militares; tres docenas de industriales y hombres de negocios; 17 sindicalistas, 24 altos funcionarios, abogados, cuadros y periodistas. Y obreros, campesinos y empleados. Esto durante el periodo entre 1973 y 1978, a los que hay que añadir 4.000 asesinatos cometidos por los revolucionarios, por los “libertadores” entre 1966 y 1973.

    Digamos, finalmente, que una de las listas difundidas por la Comisión de Derechos Humanos, con los errores señalados, trucajes y repeticiones, comprende 7.600 hombres. Pensemos que en Francia, según las estadísticas, 10.000 personas desaparecen anualmente sin que vuelva a saberse de ellas…
    (continúa)
    Última edición por ALACRAN; 22/09/2024 a las 13:11
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    Re: Argentina: así actuó la subversión marxista

    Libros antiguos y de colección en IberLibro
    (...) "Los huidos pronto encontraron un nuevo campo de acción, adscribiéndose a los numerosos “comités de ayuda” y demás asociaciones “humanitarias” que de siempre han apoyado el terrorismo, y creando otras entidades desde las que, una y otra vez, organizan impresionantes campañas de desinformación, intoxicación y desprestigio de los militares..."


    Revista FUERZA NUEVA, nº 757, 11-Jul-1981

    ARGENTINA: ASÍ ACTUÓ LA SUBVERSIÓN MARXISTA (Informe ECO)

    (y III) También la “quinta pluma”

    Fracasados los intentos de hacerse con el poder al consolidarse la Junta Militar, los jefes y agentes de la subversión, tanto argentinos como extranjeros, abandonaron el país, exceptuando aquellos que fueron detenidos en los enfrentamientos con las fuerzas del orden. Los huidos pronto encontraron un nuevo campo de acción, adscribiéndose a los numerosos “comités de ayuda” y demás asociaciones “humanitarias” que de siempre han apoyado el terrorismo, y creando otras entidades desde las que, una y otra vez, organizan impresionantes campañas de desinformación, intoxicación y desprestigio de los militares, llegando a influir en estas campañas planes para sabotear el Mundial de Fútbol de 1978.

    Se inició el sabotaje con el asesinato, en agosto de 1976, del presidente del Ente autárquico del Mundial, general Omar Actis, horas antes de la señalada para organizar una rueda de prensa con los medios de comunicación extranjeros que solicitaban información sobre cómo habían de desarrollarse las competiciones. Cometido el asesinato, se acusó de incapacidad a la Argentina, y más tarde, intentaron por todos los medios que el Mundial no se celebrara, presidiendo en Roma, una conferencia de prensa, el conocido jefe de la resistencia Fernando Vaca Narvaja, que prometió la intensificación de las acciones militares, y coaccionando a los periodistas italianos para que no concurrieran a los mundiales.

    Nada produjo el efecto deseado, pero se mantuvieron los planes terroristas “in situ” según un documento de los montoneros firmado por el comandante Perdías, con el título de “Orden general para el Mundial 78”, y según el cual había que hacer fracasar los planes del enemigo, demostrando la vigencia de nuestra resistencia armada”, y anunciando que llevarían a cabo “dos ejecuciones de personas importantes por cada ciudad en la que se habían de celebrar los partidos de fútbol”. El coordinador de la campaña, Carlos Valcárcel, fue descubierto por la policía en Uruguay y se suicidó, ingiriendo una cápsula de cianuro en el vestíbulo central del aeropuerto de Carrasco.

    Respaldo internacional

    Todos los grupos y asociaciones actuaban y continúan actuando , en una supuesta defensa de los Derechos Humanos, cuando lo que pretenden es ofrecer al mundo una visión terrorífica de la actual (1981) Argentina.

    Para ello cuentan con una estructura centralizada de material, que se reelabora de acuerdo con el público al que se dirigen; es decir, modificando sutilmente el enfoque según convenga. Así, los ataques a las unidades de la policía se presentan en Europa como “un acto de resistencia de demócratas antifascistas”, haciendo hincapié en su carácter político; mientras que, para los africanos, se ofrece como un triunfo del ejército guerrillero, poniendo el acento en la metodología militar.

    Y cuando las circunstancias lo exigen, desmienten sus propias informaciones, como en el caso del asesinato del francés André Gasparoux, directivo de la Peugeot en la Argentina. El crimen, reivindicado por los montoneros en la Argentina, fue desmentido en Francia por el representante de aquéllos, Juan Gelman.

    Pero no sólo se hacen reelaboraciones y se “orientan” las noticias; los terroristas argentinos disponen de una red de distribución que utilizan alternativamente o en conjunto. Una noticia puede ser distribuida a distintos medios o pasársela en exclusiva a un corresponsal, citándose en este caso la conferencia de prensa de Ana María González sobre el asesinato del general Cardozo que, según el seminario argentino, le fue entregada al ya fallecido periodista Cuco Cerecedo, de “Cambio 16” (España).

    Otro método es aparecer en el órgano de un movimiento de solidaridad, como en el caso de Argentina Information”, del “Argentina Support Movement”, de Londres (cuyos datos fueron publicados a través de un contacto en “Latin American Newsletters” y publicado por el “New York Times”) con información parcial y tendenciosa, o con “reportajes” en un órgano de prensa neutral por medio de periodistas conectados con los terroristas. Y otra forma, más conocida, es el uso de firmas solicitadas a personalidades o intelectuales con los que ha tomado contacto un “movimiento de denuncias”, o las obligadas a publicar a la empresa Burge y Born como parte del rescate de los ejecutivos secuestrados.

    Los montoneros, depende de quién se trate, mantienen relaciones como organización armada, como ejército, como partido, como “movimiento montonero”, como “Comisión Argentina por Derechos Humanos” o como algún organismo extranjero de solidaridad.

    Cine y diplomacia

    Actúan a través de muchos otros canales, que sería muy laborioso reseñar, pero no olvidemos el cine o distribución de películas comerciales al estilo de “Estado de Sitio”, financiada por los tupamaros y dirigida por Costa Gavras, que precisamente ahora (1981), según reciente información publicada en “El País” retoma el camino del cine político, que cultivó con tanto éxito como “Z”, “La confesión” y “Estado de sitio”. El famoso director griego, dice el citado periódico, ha instalado sus cámaras en Méjico para rodar el caso real de un escritor norteamericano “que en los días siguientes al pinochetazo desaparece en las calles de Santiago de Chile, sin que jamás vuelvas a saberse de él”. Costa Gavras considera indispensable que “el cine político atraiga al mayor número de público, y para ello está dispuesto a emplear los medios que necesite”.

    Junto a las películas figuran también cortos de televisión, distribuidos por canales europeos, de los que es ejemplo un programa presentado en Ginebra, pese a que en él no se identifican como montoneros.

    Todas estas actividades se complementan con viajes, que realizan los responsables de los distintos movimientos y organismos por diferentes países, y con los contactos y relaciones que mantienen con la socialdemocracia europea, a la que informan sobre reuniones mantenidas con miembros del Partido Socialista Obrero Español y, en tiempos, con el PSP. A través del socialista Mitterrand, establecieron contactos en París con los representantes del Departamento de Estado de Norteamérica, y Juan Gelman y Vaca Narvaja asistieron a una cena con el alemán Willy Brandt, quien durante la reunión de la Internacional Socialista presidida por él, a fines de 1976 en Madrid, no trató de la Argentina, pese a los esfuerzos de los voceros y agentes de la subversión.

    Organismos de denuncia

    Los organismos “de denuncia” creados por los terroristas argentinos para acusar al Gobierno, sea cual fuere, de violar los derechos humanos son muy numerosos, pasando del ámbito local al internacional, por considerarlos piezas clave de la propaganda y como centros difusores de “noticias”.

    En un informe de los propios montoneros, se señala que en 1977 utilizaron la sigla CADHU o Comisión Argentina de los Derechos Humanos para presentar una moción en la ONU.

    Estos organismos funcionaban, y funcionan (1981), en distintas naciones europeas, entre ellas España, con la COSPA o Comisión de Solidaridad del Pueblo Argentino y el IEPALA o Instituto de Estudios Políticos para América Latina y África.

    En Francia, y con ello terminamos este informe, son muchos de ellos, el más importante, el CAIS o Comité Argentino de Información y Solidaridad, del que junto a otras personas formaba parte un español: el cantante Paco Ibáñez.

    Los otros organismos son el CISAL o Comité de Información y solidaridad con la Argentina en lucha, COSOFAM, CIMADE y CADHU, habiéndose creado especialmente para el Mundial 78 el COBA o Comité para el Boicot de la Organización por Argentina de la Copa del Mundo de Fútbol.
    Última edición por ALACRAN; 29/09/2024 a las 12:58
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