La Hispanidad: una Gran Reunión de los pueblos ibéricos en marcha.
Por Manuel Fernández Espinosa, Licenciado en Filosofía


A la hora de abordar una idea como la de Hispanidad, hemos de desmadejar largo y tendido. Muchos autores, cien años después del desastre del 98 en que España fue como vomitada de la Historia, han reflexionado sobre el concepto de Hispanidad y han llegado a una conclusión: el fruto más positivo de aquella devacle del orgullo español fue esta idea. En el curso histórico del concepto, la idea de Hispanidad ha sido estirada en unos sentidos, sin dar de sí en otros muchos. Vamos a aproximarnos a esta cuestión que nos concierne a todos los que compartimos un idioma, el castellano, y una historia común, con sus dimes y diretes.
GENEALOGÍA DE LA IDEA DE HISPANIDADNo es extraño que sea un portugués, Antonio Sardinha, quien pase por pionero en el uso de la palabra "Hispanidad". Portugal, ese hermano tan desconocido, nunca renegó de su condición hispana. Hay una gran tradición lusitana que admite, sin bizantinismos particularistas, la españolidad de la nación lusa. El poeta portugués por antonomasia, Luis Vaz de Camoês, así lo hace en su grandiosa epopeya "Os Lusiadas", publicada en su Patria el año 1.572. Y parece que fuera recíproca esa sentida hermandad en los españoles -castellanos- de la época de Camoens, pues en casi todas las ediciones que de "Os Lusiadas" se hacen en España se reconoce a Camoens como "Príncipe de los poetas de España", sin ignorarse que su tierra natal fue Portugal. Esa tradición persiste en el siglo XIX, cuando Oliveira Martins, otro intelectual portugués de pro, llama a las dos naciones hermanas, "as duas naçoes espanholas..." Mientras que por el lado español, decía Antonio Goicoechea, en 1.924, que: "(españoles y portugueses) sólo por el ideal podremos resucitar las glorias y los esplendores de la común historia."El concepto de Hispanidad, decimos, acuñado por el luso Antonio Sardinha tendrá eco en poetas iberoamericanos como Rubén Darío, además de emplearse por otros hombres de la cultura como Sánchez Chocano y Menéndez Pidal. El vocablo "Hispanidad" surge a semejanza de la palabra "Cristiandad", para referirse a una comunidad de pueblos extendidos por todo el orbe cuyo origen común está en la Península Ibérica.Fue un sacerdote vascongado, cuyo apostolado lo llevó a la Argentina, uno de los propagandistas más encendidos de la idea de Hispanidad, el P. Zacarías de Vizcarra. Pero los tratados más enjundiosos que se hacen de la idea de Hispanidad son, sin ninguna duda, el del vasco Ramiro de Maeztu, que en 1.934, publica su obra magna "Defensa de la Hispanidad" y el de nuestro paisano, el giennense Manuel García Morente, nativo de Arjonilla, que publica "Idea de la Hispanidad" en el año 1.938.

MAEZTU Y GARCÍA MORENTE, AUTORES COMPLEMENTARIOS.Ramiro de Maeztu perteneció a esa generación de hombres que tuvieron un denominador común en su patriotismo, ultrajado por el desastre de 1.898 en que España perdía Cuba, Filipinas y Guam. Se aprecia que lo que menos ocupa a estos hombres es la pérdida material de los restos del inmenso Imperio español, y más bien lo que repercute en sus talentos es el hecho incontrovertible que se plasma con la pérdida: España ha sido apeada de la marcha de la Historia universal por una nación joven, Estados Unidos de América.En su constante búsqueda de soluciones para España, Maeztu había recorrido un largo camino desde el anarquismo hasta posturas conservadoras, pasando por el socialismo y el gremialismo. Maeztu contó con una formación la más europea de toda su generación. Aunque fuese considerado como un diletante, un periodista, Maeztu había entrado en contacto con todo tipo de movimientos filosóficos y sociales que en aquel entonces se cocían en Europa."Defensa de la Hispanidad", obra de madurez, tiene como telón de fondo la consolidación de un proyecto ambicioso: Acción Española, que no se trataba de un partido político, sino más bien de un foro intelectual en que se debaten importantes asuntos concernientes al destino de España. El "Preludio" de "Defensa de la Hispanidad" se escribe como programa matriz de ese proyecto patriota. Es toda una declaración de principios en cuyo frontispicio se halla este pasaje: "Desde que España dejó de creer en sí, en su misión histórica, no ha dado al mundo de las ideas generales más pensamientos valederos que los que han tendido a hacerla recuperar su propio ser."Una metáfora inicia toda la digresión de Maeztu: España aparece como una encina, cubierta por una yedra que trepa envolviéndola. La venerable encina es la España a descubrir, la auténtica España, mientras que la yedra es todo lo que la cubre. Lo accesorio, lo allegadizo, todas las estructuras históricas que envuelven España son la yedra. Los más varios modelos de Estado, los gobiernos que se quiera, no arreglarán nada mientras que no tomen en serio la recuperación de la verdadera España cubierta por la yedra.Unamuno lo había dicho ya, con antelación a Maeztu: "Porque es dentro, no me cansaré de repetirlo, y no fuera, donde hemos de buscar al Hombre; en las entrañas de lo local y circunscrito, lo universal, y en las entrañas de lo temporal y pasajero, lo eterno." Es en las entrañas de la españolidad donde hay que ir a buscar. Maeztu propone el desbrozamiento de esa yedra que cubre la encina española, hasta redescubrir otra vez la misión aplazada, reencontrar la vocación perdida, olvidada y disimulada que restaurará España en la universalidad perdida a lo largo de siglos de decadencia calamitosa.La Hispanidad es contemplada por Maeztu como comunidad que forman todos los pueblos y hombres que deben el ser, la civilización y la lengua a las dos naciones históricas de la Península Ibérica: España y Portugal. Sin discriminaciones de raza, todos los hombres y mujeres hispánicos comparten dos rasgos esenciales: la religión católica y el profundo respeto y amor a la monarquía hispánica, monarquismo interiorizado a lo largo de una tradición secular.Manuel García Morente había seguido una trayectoria similar a la de Maeztu. La curiosidad intelectual fue una constante en ese giennense que se había empapado de toda la filosofía neokantiana que por aquel entonces se dictaba en las universidades alemanas. Profesor de Filosofía en la Universidad Central de Madrid, García Morente era otro hombre de cultura europea que tuvo por compañero a José Ortega y Gasset. A las ideas de Maeztu, García Morente añade una nota que apela a la metafísica antropológica: el arquetipo de la Hispanidad es, para nuestro paisano, el "caballero cristiano", modelo quintaesenciado de hombre que antepone los principios y preceptos de la religión católica y todo un universo de valores (que nacen de ella, como el Honor, la Honestidad, la Valentía, etcétera.) a los valores en curso de la modernidad: éxito, placer, usura, dinero,...Ese arquetipo de "Caballero cristiano", singular producto de una cultura profundamente religiosa y combativa (la historia de Portugal y España se hicieron en constante Santa Cruzada contra el musulmán invasor) obraría a modo de idea cardinal del imaginario hispánico y también como idea movilizadora que ordena la vida de los pueblos que participan de esa noble tradición.

¿QUÉ FUTURO TIENE LA HISPANIDAD?Tal vez, muchos de nuestros lectores se pregunten qué sentido puede tener en la actualidad la idea de Hispanidad y nuestra condición hispánica. Precisamente hoy, cuando se promueve un cosmopolitismo virulento, cuando parece estar practicada y casi consumada la globalización tan ansiada por los poderes económicos apátridas: ¿qué sentido tiene que recuperemos un concepto como el de Hispanidad?Recientemente, muchos intelectuales iberoaméricanos de uno y otro lado del Atlántico se han cuestionado la virtualidad del concepto de Hispanidad. Nuestro amigo José Javier Esparza ha señalado que la puesta en marcha de una idea como la Hispanidad es una tarea tan urgente como incierta en su realización. Se trataría de crear un gran espacio libre y autónomo en lo geopolítico y cultural capaz de salvarnos de la uniformización global a la que nos conduce la dinámica histórica, lo que implica, apuntamos nosotros, que no cabe hacerse un pre-concepto de Hispanidad uniforme, que mantenga el vicio que se quiere erradicar (o sea, no cabe identificar la Hispanidad con un patrioterismo folclórico que haga de lo "español" el modelo a seguir). Para salvar nuestra cultura y nuestra identidad no podemos preterir por más tiempo la voluntad de lograr ese espacio común.Muchos son los obstáculos, como señala J.J. Esparza, para alcanzar ese sueño: nos falta la voluntad de escapar al rodillo de la globalización, hay que rehabilitar la idea de Hispanidad, estamos como hipnotizados por el proyecto europeo, que en el fondo, al ser un proyecto exclusivamente económico, no puede colmar las necesidades, individuales y colectivas, de los pueblos europeos y tenemos un gran obstáculo en los nacionalismos periféricos: los nacionalismos centrífugos (no sólo los que sufre España) impiden que los pueblos hispánicos se reconozcan mutuamente.Tengamos muy presente, también, que de cuajar un proyecto como el de una Hispanoamérica, grande y libre, no serán ya las antiguas potencias imperiales, Portugal y España, los líderes de esa Gran Reunión. Portugal y España no son ya "reservas espirituales de Occidente", como antaño se decía. Las infidelidades al propio meollo de lo que somos, nuestra extroversión a un mundo cada vez más homogéneo, uniforme y falto de valores excelentes, hacen de Portugal y España pueblos ineptos para conducir a nadie a ese gran destino. Aguardemos, pues, todos los que ansiamos esa Gran Reunión, que sean nuestros hermanos de ultramar los que tomen la iniciativa, sin que eso nos disculpe de obrar a nosotros. Los esperamos con los brazos abiertos para entre todos levantar una Civilización hispánica, preñada de un futuro más humano y rico en espiritualidad que lo que nos propone el mundialismo que quiere exterminar la raza indómita de Viriato.

http://inicia.es/de/ac_hispania/textos/espinosa.htm