Filipinas como entidad moral es y siempre será católica y española


A la derecha, retrato de Felipe II por Tiziano (Museo Del Prado). Composición El País


Publicado Por: C. CARLISTA FELIPE II DE MANILA noviembre 23, 2021



Una fundación de un pueblo como entidad moral es indefectible. Ya sabemos que Filipinas se concibió dentro del crisol de los pueblos hispanos:

«Históricamente, la tradición de las Españas es el haz unitario, el cálido crisol donde se integran y sintetizan los conjuntos de las tradiciones de cada uno de los pueblos componentes.

O sea, es la tradición única, pero variada y multiforme, en sus expresiones sociales e históricas a tenor de la idea de los fueros.

En la Península Ibérica comprende las tradiciones particulares de Asturias, Galicia, León y Portugal; de Castilla, Navarra y Vascongadas; de Cataluña, Aragón, Valencia y Baleares; de Extremadura, la Mancha y Murcia; de Jaén, Córdoba, Sevilla y Granada; de Canarias. En América comprende la de todos los pueblos que hay desde el Río Grande del Norte y las misiones de Florida, Tejas y California, hasta los estrechos descubiertos por Fernando de Magallanes. En Oceanía, la de Filipinas y otras más menudas. En Asia y África, las de las provincias portuguesas en ambos continentes. Y en Europa, la Europa geográfica, los pedazos que un tiempo fueron hispanos en plenitud de gestas, de ideas y de sentires, como Nápoles y el Franco-Condado, Cerdeña y Flandes, Sicilia y el Milanesado, Malta y el Finale. Todos ellos, pueblos partícipes en la empresa universal que capitaneó Castilla y sostuvo León, la soñadora de imperios.

Tal variedad era el aspecto interno de una solidísima unidad exterior, cimentada en la fuerza inquebrantable de la vigencia de la fe religiosa y de la pasión monárquica, del sentido católico misionero y de la lealtad al rey común de las Españas. La variedad foral fue posible porque cristalizaba en realidades de historia cuajada en culturas y en instituciones aquella ciclópea ilusión de servir mancomunadamente al mismo Dios y al mismo rey.» ( ¿Qué es el carlismo?, paginas 70-71)

Además, el padre Francisco Fordada, S.J. prueba la soberanía de España en el archipiélago filipino:

«Del primer título en que se funda la soberanía de España en Filipinas…

¿Cuál es el título fundamental de la soberanía española en Filipinas? El título primero y fundamental que tienen los Soberanos de España para ejercer la soberanía en el Archipiélago filipino es la comisión que recibieron del Romano Pontífice, Vicario de Jesucristo, de predicar la fe por medio de sacerdotes de la nación española en las Indias Occidentales y Orientales, que por la vía del Poniente se fuesen descubriendo y la necesidad imprescindible que hubo que conquistar dichas Indias para la defensa de los ministros del Evangelio y conservación de la misma fe, en entrambas Indias.

En efecto, indudable que el Romano Pontífice tiene derecho a todo el orbe predicadores y ministros del Evangelio para enseñar a todas las naciones; como se lo tiene mandado Jesucristo: Dala est mihi omnis potestas in caelo et in terra. Euntes ergo docete omnes gentes. (Matth. 28, 18) Y como todo derecho es coactivo, si no sería ilusorio, síguese que la Iglesia y su cabeza el Romano Pontífice y también los ministros evangélicos tienen el derecho de defensa, y de oponerse con la fuerza á que se viole y se impida la predicación del Evangelio. Esto es lo que ensena Santo Tomás, al cual siguen todos los teólogos (Secunda secunda; quaest. 10° art. 8°) con estas palabras: «Los fieles de Cristo mueven frecuentemente guerra contra los infieles, no ciertamente para obligarles á creer por medio de la coacción; porque aunque los venzan y los hagan cautivos, los dejarían en la libertad de creer ó no creer; sino para este fin, para obligarlos á que no impidan la predicación de la fe de Cristo.» (Fideles Christi frequenter contra infideles bellum movent; non quidem uf eos ad credendum cogant; quia si etiaiii eos vicissent et captivos habercnt, in eoruní libértate relinquerent an credere vellent; sed propter hoc, ut eos compellant ne fidem Christi impediant.)

Pero no siendo decente á los sacerdotes empuñar ellos con sus manos consagradas las armas, para mantener su derecho, conviene que el Sumo Pontífice confíe este cuidado á los Príncipes cristianos, que más á propósito le parecieren, para que con su poder, en nombre de la Sede Apostólica, defiendan y protejan á los sagrados ministros. Así lo hizo el Sumo Pontífice, Alejandro VI, en su Bula ínter coetera, dirigida á los Reyes Católicos, Fernando é Isabel, el año 1493, á raíz del descubrimiento de América; dando á dichos Reyes y á sus legítimos sucesores la facultad y el encargo de enviar ellos mismos idóneos ministros para la conversión de los indios á nuestra santa fe.

Y al comunicarles el Romano Pontífice esta potestad, que reside en la Iglesia Católica, otorgó al mismo tiempo á los monarcas españoles los derechos que de ella derivan; esto es, de hacer en las regiones infieles todo lo necesario para la predicación y conservación de la fe; por lo mismo, de acompañar á los ministros del Evangelio con gente armada, que los ampare y defienda de la crueldad de los bárbaros; y de ocupar sus tierras, si así lo exigiere la propia defensa; y establecer en ellas fortalezas, y hasta hacerles guerra y sujetarlos; cuando de otra manera no se pudiere lograr la pacífica predicación del Evangelio, ó fuese preciso vindicar, con ese género de justicia internacional, sus agravios y violencias.

Ahora bien; nadie que recuerde el desastroso fin de Magallanes en la isla de Mactan; la enemiga actitud de los cebuanos al presentarse en su rada el insigne Adelantado Legazpi; y los combates sostenidos en Tondo por Goiti, y en Cainta por el intrépido Salcedo contra los naturales capitaneados por los moros, podrá dudar un punto de la necesidad de la conquista de Filipinas para la predicación constante y pacífica del Evangelio. Fué, pues, justa la conquista de Filipinas por las armas españolas, y legítima la soberanía de sus Reyes sobre el Archipiélago descubierto por Magallanes. Y de esta misión que recibieron los Reyes de España de parte del Romano Pontífice, de hacer anunciar la fe y conservarla en las Islas Filipinas, nace el título más justo y sagrado de su soberanía sobre esta extrema región del mundo.»

Filipinas siempre será católica y española hasta el fin de los tiempos. Tal como afirmó el gran Marcelino Menéndez y Pelayo:
«Portugal es y será tierra española, aunque permanezca independiente por edades infinitas; aunque Dios la desgaje del territorio peninsular. No es posible romper los lazos de la raza. España y Portugal es tan absurdo como si dijéramos España y Cataluña».

Así que Filipinas siempre lo será.

Juan Carlos Araneta, Círculo Carlista Felipe II de Manila



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