FRAY DIEGO DE SAN BENITO, EL PRIMER MANDARÍN
Ricardo Aller Hernández 08/04/2022
Todo sobra, todo a favor y gloria de la santa iglesia y solo falta lo que la Santa Provincia sabe: misioneros, misioneros, misioneros (Carta enviada desde Kankao el 7 de enero de 1764 para solicitar al menos dos frailes legos)
A la Provincia franciscana de San Gregorio de Filipinas
Estimados hermanos en la fe de Cristo, os pongo en conocimiento de mis avances en estas lejanas tierras de Conchinchina:
Tal y como dice la Instrucción que fielmente nos guía, los libros que tratan de medicina práctica son mui necessarios al missionero para curar sus enfermedades y de los pobres desvalidos, por cuyo charitativo exercicio se logran muchas almas para Dios.
Esta afirmación se hace muy cierta en Conchinchina, donde la medicina se halla en lamentable atraso, hasta el punto de que ponerse en manos de los médicos de aquí es peor que ponerse en las manos de un albéitar de Europa.
Esta circunstancias me han llevado a tener que atender a enfermos no solo de alma, sino de cuerpo, y eso a pesar de no disponer de preparación ni teórica ni práctica, pero como soy de genio activo y ánimo atrevido, y viendo que el ejercicio de la medicina le podía ser de gran utilidad en la propagación de la fe, me he dedicado a estudiar la medicina en privado y a practicarla.
Al parecer, Dios me ha otorgado cierto don para la materia, lo que me ha permitido sanar a gente senzilla que ha ido esparciendo mi nombre hasta los confines del reino, de tal forma que he llegado a introducirme con algunos mandarines por causa de la medicina.
La Divina Providencia quiso que se me presentara enfermo en Lao-hó, el mandarín superior de esa ciudad con un mal de espalda que Dios me dio a bien tratar, lo que me hizo ganarme el favor y ser hospedado en su casa, sin que me pudiera alejar mucho de su lado por el alivio que experimentaba con las medicinas aplicadas. De hecho, viéndose este mandarín precisado a pasar a Saigón para presentarse al virrey, me llevó en su compañía con título de médico, donde seguí practicando purgas tan al gusto de todos que al final quedé como galeno del virrey con grandísima estimación por algunas curas que hice con la ayuda de Dios y oraciones de los cristianos.
Si hoy la fe está sembrándose en estas lejanas tierras se debe al esfuerzo de nuestros hermanos que gastan sus vidas en la cristianización de sus gentes, a veces de forma clandestina a causa de la persecución, pero saber consagradas nuestras vidas a la Palabra convierte las calamidades en esperanzas, los agravios en miel y la muerte en Vida.
Dios os guarde, hermanos, y os conserve en su Gracia.
Fray Diego de San Benito.
PERSONAJE
Según el Catálogo de Religiosos Franciscanos, editada en Manila por la imprenta del Real Colegio de Santo Tomás en 1880, fueron numerosos los jumillanos y yeclanos que marcharon a tierras asiáticas a evangelizar. Uno de ellos era Diego de San Benito de Palermo, nacido en Jumilla (Murcia) el 6 de septiembre de 1733, bautizado en la iglesia de Santiago y ordenado en 1750 ingresó en la recién constituida Provincia descalza de la Concepción.
El archivo de la Provincia franciscana de San Gregorio de Filipinas, hoy radicado en Madrid, guarda riquísimo material referente al misionero jumillano, como son cartas suyas y de otros religiosos, escritas en finísimo papel de arroz, dando cuenta de sus avatares entre las Filipinas, Camboya, Siam, Annam y Conchinchina, donde se aplicó al ejercicio pastoral con entusiasmo incontenible a la vez que ejercitaba su destreza en la medicina, llegando a efectuar curas que le otorgaron fama, tanta que su nombre llegó a los oídos de Le Qui Don, el monarca de la dinastía Nguyen, quien lo nombró su médico personal.
Sin saber (la medicina), Dios le hizo médico, y assi cada día fue más y más el conocimiento».
Con el frecuente trato conoció el emperador los quilates de la virtud, prudencia y amabilidad de fray Diego, cualidades que le valieron para convertirse en campsay, el responsable de la educación de sus hijos y, por tanto, integrante del más íntimo círculo real, lo que le colocaba en una posición privilegiada en un territorio donde fueron martirizados no pocos hombres de Dios.
(He ganado) la confianza de «un gran mandarín, gobernador de cinco provincias y sobrino del rey». (Carta de Diego de Jumilla, 1771).
TÂY SON
1773. Entre el final de la dinastía Lê y el comienzo de la dinastía Nguyễn se produjeron rebeliones campesinas y dinastías descentralizadas. El nombre del distrito de los líderes rebeldes, Tây Sơn, llegó a aplicarse a los propios líderes (Nguyễn Nhạc, Nguyễn Huệ y Nguyễn Lữ), así como su levantamiento: el levantamiento .
Los levantados se apoderaron de la Provincia de Châm: llegaron a nra. iglesia adonde yo por entonces me hallaba solo, que fue el día 11 de marzo, víspera de nro. Patrón S. Gregorio; luego al punto, de acuerdo de los Chatechistas, me escondí en un monte contiguo a nra. iglesia junto con un mucha- chillo que me servía, de edad de 14 años. Estaba entre los árboles emboscado rezan- do las vísperas de nro. Patrón, quando de repente, cerca de mí, oigo gritar: Dispárale, dispárale. Mi muchachillo huyó luego; yo en su seguimiento, saltando por aquellas breñas, desgarrados todos los vestidos con los espinos, y todas las piernas, manos y rostro arañadas con los espinos y brotando sangre, me fui a nra. iglesia, y allí a los pies del altar, en donde estaba una imagen de Nra. Sª. de la Concepción de bulto y una imagen de Nro. P. S. Francisco pintada en lienzo, me postré, y mandé a mi muchacho encendiera dos velas, y allí esperé a los levantados, que a poco rato llegaron como diez y siete de ellos con las espadas desenvainadas, y luego uno de ellos me pusso una daga al pecho, y con grandes vozes me preguntó adonde estaba la plata y todas mis cossas. Yo me postré por tres vezes a toda aquella chusma, y les dixe: que yo era missionero y que había venido a este Reyno a pre dicar la Fe de nuestro Salvador Jesús, que en quanto a mis cossas solo tenía aque- llas que servían para el culto y adoración del verdadero Dios. Empezaron luego a registrar toda la cassa, me quebraron todas las llaves de los caxones, y habiendo tomado todo lo mejor dexando quasi destruida toda la cassa, se fueron: solo al altar no se atrevieron a hazer irreverencia alguna. Vinieron varios mandarines de los levantados a visitarme y pedirme medicina, y les debí bastantes favores, como el que me daban licencia para predicar públicamente el Sto. Evangelio y hazer igle- sias, y para esto despacharon una chapa que contenía el perdón de la Santa Ley.
El emperador apenas tuvo tiempo de huir con su familia y de refugiarse en la casa del fraile murciano, quien los mantuvo ocultos en su dormitorio. Diego trasladó a la familia imperial a la isla de Hou-Fu-Quoc, evitándoles una muerte segura.
El rebelde aspirante al trono, favorecido por la suerte, llegó a apoderarse de la capital, teniendo que huir el rey y refugiarse en la morada de Fr. Diego, quien los ocultó en su dormitorio y alejó de ellos el peligro arengando a la muchedumbre que estaba a la puerta en busca de los fugitivos. Sin el temor ya a las turbas, huyó el misionero, llevándose a la familia real y se acogieron a la isla de Hou-Fu-Quoc, donde el rey, agradecido a la fidelidad de Fr. Diego, le nombró primer mandarín del reino, cuyo diploma, en papel amarillo de dos varas en cuadro, se conserva en nuestro archivo. Diose tan buena traza Fr. Diego en el cuidado de los intereses del rey caído, que reorganizó el ejército real, y en 1778 entraba triunfante en la capital y reponía al rey (Padre Gómez Platero)
Aquella decisión cambió el curso de la historia: el emperador, agradecido por la fidelidad del fraile, lo nombró primer mandarín del Imperio.
PRIMER MANDARÍN
Yo me hallo ahora en la mayor estimación con toda la familia real, que todos los días assí la madre del Rey, su tía, sus hermanos y el mismo príncipe siempre están en nuestra cassa: toda la familia real no toma medicina, sino de nuestra cassa, por lo qual estoy con el mayor auge que se puede imaginar(Carta de 1779).
El cargo de mandarín situaba al murciano en la escala de mando tan solo por debajo del emperador y al frente del ejército. La historia certifica que San Benito era un hombre astuto y con dotes militares: reorganizó las fuerzas leales a la corona, conquistó los territorios sublevados y entró de forma triunfal en 1778 en la capital de la que había huido apenas cuatro años antes.
Una vez restaurada la dinastía, fray Diego regresó a sus labores apostólicas.
Si brusca fue la mudanza de predicador de paz en jefe en guerra cuando se trató de servir a su amigo y protector, pronto volvió a sus hábitos de pobreza (Catálogo de Religiosos Franciscanos).
La influencia del franciscano ayudó a mantener a salvo a muchos de sus hermanos en la fe que predicaban a lo largo y ancho de la Conchinchina. Fue nombrado comisario provincial de los franciscanos y, eso sí, continuó como consejero del emperador, quien el resto de su vida siguió consultando con el murciano hasta los mínimos detalles de su gobierno.
MUERTE TEMPRANA
Fray Diego de San Benito, por otra parte, murió un 5 de noviembre de 1781. Tenía 48 años de edad.
Las crónicas recuerdan que su cadáver fue expuesto durante seis días sin que exhalara mal olor. Tras el entierro, al que asistió la familia real, fue enterrado en la iglesia de Cho Quan, en la ciudad actual de Ho Chi Minh y antigua Saigón.
Si bien no llegó a averiguarse con certeza, hay razonables para pensar que pudo morir a causa de envenenamiento.
El Comissario de la Mission de Conchinchina i maestro espiritual del buen Rey, fue muerto con veneno por un francés familiar del Vicario Apostólico de Propaganda, enemigos invetera- dos de nuestras missiones seráficas de españoles. (Padre Juan Duárez, Memorial presentado a Carlos IV en 1784)
«Todo el mundo entendió ya que Fr. Diego de Jumilla fue, a costa de innumerables fatigas y sustos de muerte, el consuelo universal de los christianos de este reyno. Dios nues- tro Señor fue servido llevar para sí a nuestro protector para con el Rey y toda su Corte de Conchinchina, esto es, nuestro Hº Fr. Diego de Jumilla. Por el discurso de las circunstancias que juzgo ocasionaron la muerte de nuestro Hermano y los sentimientos que ésta causó universalmente en los christianos, podrán conocer la falta que padecimos el día 5 de noviembre del año pasado. Como el zelo de las almas fue quien arroxó las fuerzas de nuestro Hermano difunto, al conocer en el año pasado los contrarios efectos al sosiego y paz de estas christiandades, que de remedios en su principio muy consolativos resultaron, fue mucho el quebranto, que su engañosa salud padeció.(Padre Ginestar).
Poco después de su muerte, los rebeldes se apoderaban de Chokuang, donde saquearon la iglesia, y quebrantaron la sepultura de fray Diego, buscando seguramente algún tesoro que pudiera esconderse en la tumba.
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